La importancia de la oración - Ministerios Ebenezer Guatemala

La importancia de la oración
Hermana Louissette Moscoso
Tercer servicio
Guatemala, 13 de septiembre del Año de la Misericordia
Hay un llamado de parte de Dios para Su Iglesia y es que vuelva a su primer amor; que vuelva a hacer las cosas que en un principio
hacían para el Señor, pues Su venida se aproxima a pasos agigantados y debemos estar preparados para presentarnos delante de Él.
La llama de nuestro amor debe permanecer ardiendo por el Señor en todo momento, y nosotros en una búsqueda incesante de
experiencias nuevas con el Amado. Esto únicamente se consigue manteniendo una estrecha comunión con Dios a través de la
oración. Al leer en las Escrituras la historia de la Iglesia del principio, vemos que esta poseía cuatro columnas que la ayudaban a
permanecer en la doctrina y anhelantes de ver al Señor. Ellos se dedicaban a aprender la doctrina para luego llevarla a la práctica,
tenían tiempos de comunión entre ellos, participaban del pan (Santa Cena) y llevaban a cabo discipulados para inquirir y aprender los
estatutos del Señor, y finalmente, llevaban a cabo periodos de oración diarios. Por otra parte, leemos como los discípulos del Señor
fueron preparados y entrenados para llevar el mensaje de salvación. Ellos descubrieron que no se trataba únicamente de entregar un
mensaje, sino que éste tenía que ir acompañado de poder, de autoridad y de fe, tal como lo hacia el Señor. Entonces, para poder
realizar los milagros y prodigios que Jesús hacia durante Su ministerio aquí en la Tierra, era necesario que ellos aprendieran a orar
adecuadamente y que vivieran una vida de oración continua, así como veían al Señor hacer; razón por la cual le pidieron a Jesús que
les enseñara a orar y a pedirle al Padre de la manera que conviene. La Biblia nos muestra que la oración del Señor no era una de
Atrio, sino una relación íntima con Su Padre; en la cual Él podía derramar Su alma y recibir revelación, poder y los dones del Espíritu,
con los cuales realizaba los milagros de sanidad, liberación de demonios y enseñaba la palabra con autoridad. Fue precisamente en
una noche de oración en donde recibió del Padre la revelación de quienes irían a ser Sus discípulos, tal como leemos en Lc 6:12-13
LBA. Jesús siempre buscaba el lugar adecuado y el momento preciso para presentarse en oración delante de Dios Padre, según
vemos en Mr 1:35 LBA. Y era en esos instantes de intimidad que le era dada la revelación sobre lo que debía hacer. En otras
palabras, Él llevaba delante de Dios las necesidades de Su alma y era investido de poder; ya que la Biblia dice que Jesús fue un
varón de dolores y experimentado en quebrantos. Él sufrió todo tipo de persecuciones y vituperios pero pudo soportarlos porque, en
medio de Sus oraciones, Su espíritu era renovado. La lectura en los pasajes de Jn 8:28 y Jn 8:38 LBA nos permite conocer como en
esos momentos de oración que Jesús procuraba tener, Dios le enseñaba las cosas que debía decir y le mostraba las cosas. Esto nos
enseña que la oración no debe ser únicamente para pedir por nuestras necesidades, sino para conocer la voluntad de Dios sobre
nuestra vida y para recibir Su instrucción y Su revelación.
El Señor tenía que enfrentar a los fariseos, a los saduceos y a los religiosos de su tiempo, quienes con razonamientos altivos y
preguntas difíciles procuraban tentarlo, e inclusive tuvo que enfrentarse con aquellos que quería apedrearlo. Sin embargo, Dios le
daba la sabiduría, la gracia, la fuerza y la autoridad para sobrellevar todas estas cosas, pues Jesús mantenía una intima relación con
el Padre mediante la oración. Sabemos que el enemigo no descansa en su intento de hacernos caer en pecado y desviarnos de los
planes de Dios. Por ello, cada día somos objeto de sus dardos y acusaciones, así como de una serie de tentaciones con las cuales él
se nos presenta; y si nosotros no estamos preparados ni revestidos del poder de Dios, podemos fácilmente sucumbir ante ellas. He
aquí la importancia de vivir una vida de oración, pues ésta nos prepara para resistir al enemigo y sus maquinaciones. El Señor fue
tentado en todo pero nunca pecó, por Su obediencia al Padre. La oración fue diseñada para que mantuviéramos una dependencia
constante con el Señor. Un ejemplo lo vemos cuando se presentó la situación difícil en la vida de Daniel. Él fue llevado cautivo al
imperio babilónico pero nunca dejó de practicar la oración; por esto Dios lo libró del foso de los leones y de la muerte. Aunque Daniel
era atacado constantemente por causa de aquellos que le envidiaban, e incluso fue acusado delante del rey, en él nunca pudieron
hallar faltas porque él estaba continuamente a cuentas con Dios y, consecuentemente, el Señor lo ayudaba y lo hacía invisible ante
todo mal. Por otra parte, cuando nosotros oramos, Dios se encarga de quitar la dureza de nuestro corazón y la indiferencia que tantas
veces nos ataca, esto por medio de la experiencia gloriosa de la presencia de Dios cuando nos postramos en adoración ante el Rey.
Es aquí donde vamos a comprobar que el Dios que tenemos es un Dios vivo que nos habla, escucha y contesta nuestras peticiones.
La oración es un arma muy poderosa que nos conduce a tener experiencias sobrenaturales con Dios, pues cuando nosotros oramos
es renovada nuestra mente, las cargas son removidas y nuestra alma es ministrada por el Señor; nuestras prioridades serán puestas
en orden, recibiremos paz, confianza, advertencias, enseñanzas, entre otros. Vemos en 1Re 17:1 LBA, que el profeta Elías siempre
estaba ante la presencia del Señor, e igualmente debemos hacer nosotros. El que mira a Dios continuamente vive en santidad, mide
sus palabras para hablar y escoge las cosas que van a entrar por sus sentidos porque sabe que Dios lo está viendo. Entonces, es
necesario que para todo lo que vayamos a realizar busquemos la guía del Señor y esperemos por Su respuesta antes de actuar.
Nuestra vida le pertenece al Señor, tenemos dueño, por tanto no podemos hacer de nuestra vida lo que queramos. Nosotros debemos
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Guatemala, 13 de septiembre del Año de la Misericordia
de ser fervientes en todo lo que hacemos para el Señor, incluyendo nuestro servicio, pues el mismo es parte de nuestra consagración.
Sirvamos gozosos y con la esperanza de que muy pronto veremos al Señor, Ro 12:11-12 LBA.
La oración conlleva algo más que tan solo pedir. Se nos es lícito pedir pero no podemos centrar la oración únicamente en nosotros,
sino que la oración tiene que tener varios elementos, siendo algunos de ellos: tener una relación paternal con Dios, obedecer y
honrarle como un padre, alabarle con acciones de gracias y gratitud. También debe haber un análisis íntimo y pedir perdón cuando
sabemos que le hemos fallado. Por último, necesitamos tener la disposición de morir al “yo” y a nuestras paciones para que así el
reino de Dios venga a nosotros y gobierne nuestro ser. El rey David fue un hombre que vivió un paréntesis de gracia en medio de la
ley porque él practicaba la oración todos los días. Aun los Salmos que escribió fueron inspirados por la íntima relación que tenía con el
Señor y por las experiencias que él vivió con Dios. Una de ellas la vemos en Sal 5:1-3 LBA, donde notamos que él no solo hablaba
con Dios sino que derramaba su alma, suplicaba y clamaba. David reconocía el reino de Dios en su vida y a Él oraba. En sus labios
siempre hubo gratitud y una plena certeza de que el Señor le respondería a su clamor, esto se llama fe. David fue un varón conforme
el corazón de Jehová pues buscaba de Dios cuando se encontraba en necesidad, persecución, peligro de muerte; pero también le
buscaba en momentos de alegría, victoria y gozo; por eso el Señor lo amaba.
Los apóstoles también hicieron una práctica de la oración. Ellos ya tenían estipulada una hora para la oración porque sabían que la
misma sería necesaria para hacer la obra que se les fue encargada. Ellos oraban en todo tiempo, en toda situación, aun estando en la
cárcel seguían orando, Hch 12:5 LBA. Cuando nosotros oramos estamos atravesando una puerta dimensional que nos permite tener
una visitación angelical y una experiencia sobrenatural con Dios. A causa de las palabras que usamos el Señor puede enviar un ángel
con respuesta a nuestras oraciones; esto lo vemos con Daniel en Dan 10:12-14 LBA. En ocasiones puede ser que no recibamos una
respuesta inmediatamente a casusa de la oposición en los aires, pero debemos continuar orando y no perder la esperanza, pues
algunas peticiones conllevan un tiempo para ser contestadas. Cuando oremos pidamos con fe pues con cosas maravillosas nos
responderá el Señor en justica si nosotros creemos en Él, Sal 65:5 LBA. Un ejemplo de una respuesta inmediata de Dios la vemos en
Neh 2:3-5 LBA, cuando luego de haber presentado su petición en oración, el Señor le extendió el cetro de misericordia a Nehemías y
le concedió lo que pedía. Dios no hace excepción de personas pero está en nosotros el decidir acercarnos ante Su trono y vivir una
vida conforme a Su voluntad. Busquemos a Dios en oración continuamente y agreguemos a esto la lectura de la Palabra, pues hacerlo
nos preparará para no caer en tentación. Intimemos con el Señor para que nuestra alma sea limpiada y purificada por Él.
Redactado por: Hna. Valerie O. Figueroa
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