Essay – Carlos Dávila

LA PESCA DEL FUTURO
Entre la población obrera del norte del Perú existe un mito urbano que escuché en repetidas
ocasiones. Luis Banchero Rossi, un magnate pesquero, iba en su flota y le daba de comer a los
peces en alta mar. ¿Ello era una recomendación de sus técnicos? o sencillamente parte de un
tributo al mar, ese mar que lo hizo uno de los hombres más ricos del Perú en la década del 60.
Ignorando las dimensiones de aquel ritual, es probable que contribuyera poco o en casi nada a
la recuperación del ecosistema marino, pero es un acto simbólico el que debemos rescatar de
este desaparecido empresario. Quiero pensar que fue una gran lección para todos los que lo
acompañaban en esas faenas y aquellos a los que les llegaba la noticia del accionar de este
hombre. Era un precursor de la pesca sostenible.
La agricultura, es una actividad con menor rentabilidad que la pesca, la primera es una
actividad productiva y la segunda eminentemente extractiva. Para hacer cultivos se requiere
de insumos externos, existe un factor de alto riesgo, se debe sembrar, irrigar, nutrir y proteger
a los cultivos. Se trabaja mucho para obtener frutos. El empresario agrícola, muchas veces se
endeuda, asume riesgos; en algunos cultivos, debe invertir en tecnificar para disminuir costos
que le permiten maximizar retornos, cuando el clima juega en contra, meses de trabajo
muchas veces quedan sin retribución, cuando no termina en pérdidas económicas.
No conozco a empresarios pesqueros y tampoco su actividad laboral, pero por lo visto en las
noticias, imagino al empresario pesquero preocuparse principalmente por la periodicidad de la
veda que establece el IMARPE (Instituto del Mar del Perú), construyendo lobbies a nivel del
gobierno y criticando la racionalidad de los técnicos encargados de establecer: vedas, cuotas
de pesca, zonas de explotación, etc. Imagino además que el empresario pesquero, es más
“exitoso”, vive con más tranquilidad, corre menos riesgos y por supuesto gana mucho más
dinero que un empresario agricultor. Un empresario pesquero tiene la suerte de cosechar sin
sembrar, para el pesquero todo es más fácil.
Recuerdo haber escuchado del científico peruano Antonio Brack Egg, que las cuencas
marítimas de Perú-Chile y Namibia eran las de mayor riqueza pesquera en el mundo y las que
aún la conservaban. Desde niño sabía que el Perú era un país rico en pesca, mi vida al lado del
mar me permitió convivir con los pescadores artesanales, conocer su lucha diaria para llevar
una vida digna. Fui testigo de cómo el Fenómeno El Niño de 1997-1998 afecto la pesca en el
litoral y disminuyo las poblaciones de especies aprovechadas por la pesca artesanal e
industrial. Cuando cumplí 18 años finalizaba una década difícil para el Perú (1999). Terminaba
la escuela y al no tener posibilidades de estudiar o trabajar me dedique a pescar en un muelle
para ayudar en la economía familiar, algunos años después, aproveche de las actividades
conexas que hay en la pesca y puede ganar más dinero, estibando toneladas de pescado al
muelle o procesando pescado para el consumo humano. Con ello fui testigo como la pesca
ayudaba a muchas familias a superar la pobreza, pero después de unos años vi como esa etapa
llegó a su fin, la pesca escaseaba, muchas personas debimos cambiar de actividad.
Mi padre tuvo la oportunidad siendo joven de visitar las islas las Islas Chincha, San Lorenzo y
otras, laborando para la Compañía Administradora del Guano. Siendo niño me contaba sobre
la abundancia del guano y su aporte a la agricultura y economía peruana por décadas. Este
(hasta hace algunos años) copioso recurso, ahora también es indicador de la disminución de
nuestra riqueza pesquera. En la agricultura moderna, hemos prescindido del guano, pero las
aves siguen siendo un eslabón importante del ecosistema marino-costero, sus poblaciones se
han diezmado y hemos hecho poco por revertir aquello.
Los peruanos somos los segundos consumidores de pollo en Latinoamérica después de Brasil.
Algo contradictorio por nuestros recursos marinos. Una compañía pesquera peruana tuvo la
iniciativa de llevar pescado a zonas alejadas en la sierra sur del Perú en las ciudades de Cusco,
Ayacucho, Andahuaylas, Abancay y Juliaca, implementó un programa para promover el
consumo del pescado y la alimentación saludable, principalmente de la anchoveta en zonas
con bajos niveles de desarrollo humano. Reconocidos chefs peruanos han contribuido también
a promover el consumo de pescado entre la población y la sostenibilidad de los recursos
pesqueros mediante discursos que promueven su conservación. Si miramos las cifras y los
destinos de nuestras exportaciones pesqueras, exportamos Perico, Merluza, Pota, conservas y
harina de anchoveta, conchas de abanico, etc. a China, USA, España, Francia, Corea del Sur y
Japón. El gobierno espera que las exportaciones pesqueras crezcan un 15% el año 2015 y me
pregunto si se preocupa en que el consumo de pescado crezca también un 15% en nuestra
población.
No soy un estudioso del mar peruano, ignoro la abundancia actual de los recursos pelágicos,
las condiciones oceanográficas presentes, las cifras de la flota pesquera, la biomasa capturada
en los últimos años o la soberanía del Perú en la Antártida, pero como muchos ciudadanos, me
preocupa el futuro de nuestro mar, de nuestra seguridad alimentaria apoyada en él y sus
implicancias en el futuro de nuestra economía si llegamos a depredarlo irreversiblemente.
¿En manos de quién se encuentra el futuro de los recursos pesqueros de nuestro mar? ¿En los
técnicos del IMARPE o funcionarios del Viceministerio de Pesquería? ¿En los empresarios
pesqueros? ¿En los pescadores artesanales? ¿En quienes lo contaminan? O en toda persona
involucrada con el mar es en quien recae la responsabilidad de ese futuro. Aprovechemos la
pesca, creando riqueza, empleos dignos, bienestar, que sea fuente de omegas y proteínas en
las poblaciones con menos oportunidades, un verdadero desarrollo que nos ayude a construir
una sociedad con justicia. No vivamos a espaldas de nuestro prodigioso mar.
Carlos Dávila