| INFORME Un programa de apoyo a cuidadores busca paliar su soledad y devolverles el protagonismo de su propia vida EL CUIDADOR FAMILIAR: UNA ENTREGA SILENCIOSA Texto y fotos: Ana Fernández García D etrás de muchos enfermos dependientes hay una persona muy cercana a ellos emocionalmente, que compensa con su vida las carencias que la propia enfermedad conlleva. A cambio, el miedo, el cansancio, la rabia, la frustración y sobre todo la soledad, son sentimientos que pueden hacerse muy presentes en la vida de un cuidador familiar. Que la sociedad actual los visibilizara dándose cuenta de que ellos son un capital humano necesario, que tienen unas necesidades concretas y que cumplen una función de la que no podemos prescindir, ayudaría a que su impotencia se tradujera en ternura, vitalidad, placer… al fin y al cabo cuidar es una conducta tan natural en el ser humano como puede ser aprender a vestirse o alimentarse. Como en nuestro país no hay datos epidemiológicos ni tampoco registros sistemáticos de las enfermedades crónicas de tipo Alzheimer, las cifras sobre la incidencia de estas demencias en la 46 Más información población varían según las entidades. La Fundación Alzheimer España (FAE) establece en más o menos 600.000 los casos existentes en la actualidad, de los cuales sólo el 30% está diagnosticado. Grupo de A Coruña. Por otra parte, un informe del IMSERSO pone de relieve que en más de un millón y medio de hogares se atiende a personas mayores. La misma fuente señala que dejando al margen a los cuidadores profesionales, un 6% de la población mayor de 18 años (esto es, unas 950.000 personas) otorga cuidados a mayores que presentan algún grado de dependencia. Con todo ello, se puede afirmar que la familia sigue siendo la principal fuente de salud y atención social y es en su seno, donde se manifiesta la generosidad y entrega del cuidador no profesional. Cuando la dependencia del enfermo viene determinada por la pérdida de la función cognitiva porque la persona nota disminuir la memoria, el pensamiento, la capacidad para comunicarse, llegando a necesitar apoyo incluso para realizar las tareas más simples de la vida cotidiana, la ayuda del cuidador requiere de una entrega y sacrificio especiales. Alrededor de alguien que no puede valerse por sí mismo, gravita la vida de toda la familia pero muy especialmente la de una persona; aquélla emocionalmente más cercana a él que llega a hacer del cuidado de su ser querido el centro de su existencia. Así surge, detrás de una persona en situación de El cuidador familiar: una entrega silenciosa su propia vida porque la enfermedad se ha convertido en la “reina de la casa”. A partir de ahí empieza un declive físico y psíquico del cuidador que corre paralelo al deterioro gradual al que la enfermedad somete a la persona. Ésta es la vivencia que experimentan miles de familias en nuestro país. Casi siempre son los demás los que perciben el desgaste y aislamiento de las personas cuidadoras, mientras que ellas, en ocasiones apenas son conscientes de lo que les está ocurriendo. Terapia intergeneracional dependencia, la figura del cuidador familiar. Pueden tener ayuda puntual de los cuidadores profesionales que el actual sistema de bienestar pone a su disposición, incluso la colaboración de otros miembros de la familia, lo que puede permitir en algunos casos seguir con la actividad laboral, pero ellos saben que una parte de su vida se disolvió en aquel diagnóstico. El cuidador familiar siente de un modo muy distinto al cuidador profesional y la empatía con el enfermo va modificando poco a poco su realidad hasta que llega un momento en el que cambia la visión de su vida y prevalece la función de cuidador sobre su identidad personal. Cuando llega a este punto, vive por y para el enfermo; sus necesidades, tanto físicas como emocionales, van disminuyendo, se bloquean; su personalidad queda subyugada y, sin darse cuenta, una persona sana deja de ser protagonista de El cuidador familiar siente de un modo muy distinto al cuidador profesional y la empatía con el enfermo va modificando poco a poco su realidad hasta que llega un momento en el que cambia la visión de su vida y ya no se cuidan a sí mismos Mita Beutel es terapeuta musical. Avalada por una amplia trayectoria profesional centrada en enfermedades degenerativas, empezó a colaborar con la Asociación de Enfermos de Alzheimer de A Coruña (AFACO). Enseguida se dio cuenta de la simbiosis que suele producirse entre enfermo y cuidador familiar y de que la gran olvidada en protocolos y programas era la figura de aquéllos cuya vida corre pareja a la del enfermo. Ella y Juan Bonome, psicólogo de la asociación, empezaron a promover pequeños encuentros entre personas con una característica común: tener un familiar dependiente. La iniciativa pronto halló eco en otros lugares, especialmente en el Ayuntamiento de Oleiros, cuyos servicios sociales buscaban un programa para atender a este colectivo, y en la localidad de Chantada (Lugo). Mita explica que en A Coruña se han formado grupos entre diez y quince cuidadores que se reúnen un par de horas cada quince días. Su procedencia y experiencia vital son muy diferentes, incluso el rango de edad que va desde los 20 Más información 47 | INFORME a los 90 años; maridos que cuidan a sus esposas, hijas entregadas a sus padres y hasta nietos que se hacen cargo del abuelo, pero todos tienen algo fácilmente identificable: mucha soledad. “Al principio fue muy difícil convencerlos para reunirnos un rato y hablar de sus propias necesidades, porque todos decían lo mismo. Pero ¿cómo voy a dejar dos horas a mi padre, madre, esposa…?”, comenta. Algunos habían ido a cursillos para aprender metodología o técnicas en el arte de cuidar para profundizar y conocer más de cerca la enfermedad y paliar la situación del enfermo, pero nunca centrados en las propias necesidades personales del cuidador. Poco a poco se fueron organizando y empezaron a compartir su situación con otras personas que pasan exactamente por lo mismo. “El objetivo –dice Mita– es conseguir que cambien la visión de su vida. Siempre están cuidando a otros pero no a sí mismos y necesitan volver a tener presente que ellos están vivos”. Cuando una persona cercana al enfermo se dedica a su cuidado por tiempo prolongado, va bloqueando sus expresiones afectivas y emocionales y, en un porcentaje muy elevado esto desemboca en una baja autoestima y depresión, teniendo una visión muy pesimista de su entorno y de la vida en general. Según los expertos, las emociones mueven las reservas de energía de nuestro cuerpo y, acorde con ello, nuestro estado de ánimo determina en gran medida lo que hacemos y cómo lo hacemos. Juan Bonome, explica psicológicamente las estrategias emocionales que interrelacionan entre alguien que sufre una dependencia severa y el familiar que lo cuida. “Poniendo el ejemplo de un enfermo de Alzheimer, las al48 Más información El grupo de Oleiros durante una de las reuniones. Cuidadores familiares durante una reunión. teraciones en el correcto funcionamiento del cerebro generan cambios en su estado de ánimo, que a su vez provocan en las personas cercanas un impulso de cuidado. De tal forma, que uno de los familiares más cercanos se va a convertir en la persona encargada de suplir las carencias que la propia enfermedad conlleva. La energía necesaria en la atención a un enfermo de Alzheimer, en cualquiera de sus fases, proviene de distintos aspectos de nuestra personalidad como el carácter, la motivación, percepción del deber etc. Por eso una de las causas que más incide en el agotamiento del cuidador es precisamente comprobar cómo la degeneración y el deterioro continúan avanzando en el enfermo”. Paliar en la medida de lo posible este desgaste que se produce en el familiar más cercano, es lo que se persigue en estos encuentros. Reforzar la conciencia del bienestar Es una tarde de viernes y hay reunión del grupo de A Coruña El cuidador familiar: una entrega silenciosa positivas, volvemos a pensar por unos momentos en cosas que nos producen satisfacción. También hacemos juegos con los nombres, porque el nombre de cada uno tiene una sonoridad especial y nuestro familiar querido que sufre algún tipo de demencia, Alzheimer o discapacidad grave, ya no nos llama y eso afecta a nuestro anclaje a la vida”, explica Beutel. La terapeuta señala también que el fin perseguido es recordar a las personas, que llevan años al lado de un enfermo dependiente, que ellos están vivos. Eso implica volver a ser protagonista de su propia vida, pensar qué les gusta hacer, de qué les gusta hablar, descubrir su propia personalidad “dormida” e ir reforzando su conciencia del bienestar. Grupo de cuidadores interactuando. Juan Bonome, Mita Beutel y Élida Rodríguez. en uno de los salones de la sede de AFACO. Mita Beutel, es la primera en llegar. Ella es quien coordina el grupo y, mientras van llegando los cuidadores, va disponiendo todo lo que va a necesitar en la sesión, ordenador, música… “Trabajamos la expresión corporal como un medio para que ellos puedan sacar todo lo que han ido acumulando: rabia, ansiedad, tristeza, dolor. Algunos vienen tan cargados que les cuesta mucho expresar sus emociones. La música ayuda mucho en esto; por ejem- plo, retomamos canciones que nos han marcado de alguna manera y, reactivando el cerebro con cosas Toda la situación que viven en el hogar está rodeada de tristeza, silencios, miedos. En la casa apenas hay risas. La enfermedad lo invade todo y ellos se olvidan de que hay otra reina: la salud “Toda la situación que viven en el hogar está rodeada de tristeza, de silencios, de miedos. En la casa apenas hay risas. La enfermedad lo invade todo y ellos se olvidan que hay otra reina: la salud –afirma–. Esto hace que su autoestima se desvanezca y casi siempre piensan que no sirven para nada. Por eso, cuando pasan diez minutos moviéndose, bailando, hablando y compartiendo sin apenas darse cuenta, descubren que todavía pueden disfrutar, y eso les ayuda”. Un grupo de amigos Uno tras otro empiezan a ir llegando a la hora acordada. La naturalidad de sus abrazos pone de manifiesto que es el reencuentro de un grupo de amigos. Hace quince días que no se ven y rápidamente nombran las ausencias. “Pedro no vendrá hoy porque su mujer se ha caído y está en el hospital, pero manda muchos saludos para todos”–aclara Vicente–. “Nos mantenemos en contacto por correo electrónico y a través del grupo de Facebook quienamacuida Más información 49 | INFORME que montamos en el 2º encuentro conjunto en Chantada”, explica. Vicente tiene 70 años y todos le consideran el informático del grupo. Se indigna porque considera que las películas y los medios tienen olvidados a los familiares cuidadores, pero muestra un aplomo difícil de superar cuando recuerda que en 2005 su esposa fue diagnosticada con una demencia de fondo temporal. “Al principio crees que tú puedes con ello. Te dicen que pidas ayuda, que cambies cosas, pero tú te niegas y de repente, te encuentras haciendo cambios bruscos en tu vida. Un día abandoné mi empresa, que me había costado mucho levantar, porque era imposible atender a los clientes y otro, tuve que cambiar el lecho conyugal por camas separadas. Entonces empezó la aceptación. Es la dura realidad de una enfermedad que te quita todo y sólo te deja la soledad”. Pero… ¿por qué a mí? ¿Por qué me ha tocado a mí?– la voz de Chelo interrumpe cargada de impotencia–. ¿Por qué a mi marido, una persona deportista y sana, que con 58 años se vea así? La rabia de sus palabras se va apaciguando mientras habla de su situación. “Nosotros salíamos mucho y teníamos muchos amigos. Poco a poco te van abandonando, se te van cerrando puertas y lo peor de todo es la soledad. Te ves totalmente sola. Quieres que el enfermo te hable, compartir cosas con él y eso ya no es posible; ni siquiera puedes decírselo a la familia porque van desentendiéndose”. Daniel corrobora esta última afirmación exponiendo que en los años que lleva cuidando a su esposa enferma, no ha tenido contacto con sus tres hermanos. “Es como si la gente tuviera miedo, no saben qué decir ni cómo reaccionar y eso hace que te sientas peor”. 50 Más información Vicente Pena. El silencio que se hace en la sala durante unos segundos, constata esa realidad común. bajo gracias a la gran ayuda de sus dos hijas que nunca dejan sola a su madre. “De repente mi mujer dijo un día que no sabía sumar. Entonces empezamos a recorrer consultas de neurólogos hasta que le diagnosticaron un patrón atrófico tipo Alzheimer. Cuando recogí el informe del hospital no sabía qué hacer ni a dónde ir. Me dirigí al paseo marítimo y allí estuve largo tiempo oyendo sólo el ruido de las olas. Desde entonces no me gusta el mar”, quién así se expresa es Manuel, un comercial coruñés que reconoce que hasta ahora ha podido seguir con su tra- Una situación muy distinta a la de Manoli, que aparcó totalmente su vida para entregarse al cuidado de su madre. También Obdulia se encarga de sus dos progenitores con Alzheimer. Su carácter tímido y reservado apenas puede disimular su fortaleza interior y sus ganas de disfrutar, que le hicieron comparar la reunión con los compañeros, la primera vez que acudió, con una acampada juvenil. El cuidador familiar es el colaborador más cercano del médico por la observación que realiza del paciente y un capital humano necesario en la sociedad actual Y es que el tiempo que pasan juntos los ha convertido en amigos. Lloran, ríen, reflexionan en voz alta sobre creencias erróneas, entienden perfectamente lo que el otro siente y lo que quiere decir haciéndose partícipe con él, como cuando José, a sus 90 años, cuenta que la semana pasada fue su aniversario de boda: “Hicimos El cuidador familiar: una entrega silenciosa víncu los descubriendo intereses y problemas comunes. Después mantienen el contacto en reuniones que hacen cada quince días. El ayuntamiento complementa esta actuación de defensa psicológica con acciones formativas como el programa “Convivir con la demencia”, en el que informan a los cuidadores de los recursos que pueden tener a su disposición y profundiza en determinados aspectos de la enfermedad”. “El colaborador del médico” José de 90 años cuida de su mujer. 60 años de casados y yo, desde entonces siempre le fui fiel”. Hace mucho tiempo que su mujer está postrada, inmóvil y ya no habla, “pero a mí me mira de un modo especial”, afirma como si fuera lo más natural del mundo. Los especialistas aseguran que al realizar una intervención terapéutica grupal, el cuidador sitúa sus problemas en un contexto diferente del interno y con ello posibilita la crítica además de activar sentimientos de pertenencia al grupo Descubriendo y cuidando emociones Desde Servicios Sociales del Ayuntamiento de Oleiros, cercano a Coruña, se buscaba una alternativa para ayudar a los cuidadores de enfermos dependientes. “En colaboración con los centros de día y la ayuda a domicilio, detectamos una angustia y ansiedad en las familias de estos enfermos, a las que nece- sitábamos dar una respuesta porque afectaba a su calidad de vida. Contactamos con la Asociación de Alzheimer de Coruña y así surgió el programa Descubriendo Emociones, que favorece las relaciones sociales de los cuidadores del municipio”, informa Élida Rodríguez, trabajadora social y coordinadora de los talleres. El trabajo que realizan aquí Mita y Juan consta de ocho sesiones semanales de hora y media cada una. En una primera parte los cuidadores conectan entre sí y establecen Según los expertos las emociones mueven las reservas de energía de nuestro cuerpo y, acorde con ello, nuestro estado de ánimo determina en gran medida lo que hacemos y cómo lo hacemos En la localidad lucense de Chantada también hay un grupo de cuidadores familiares que se reúnen periódicamente para intercambiar impresiones. Curiosamente ellos no pertenecen a ninguna asociación ni se juntan promovidos por institución alguna. “Simplemente son personas de esta pequeña ciudad que vinieron buscando un poco de apoyo cuando se enteraron que algunos se juntaban un rato para charlar”, informa la psicóloga Lola Fernández, quién empezó coordinando esos encuentros en la zona. Lola recalca que la idea en Chantada es hacer labor de formación de este colectivo para que, tomando conciencia de que su tarea es un trabajo que ocupa las 24 horas del día, ellos puedan hablar y exponer su punto de vista en congresos o seminarios de investigación. “Al fin y al cabo –señala– el cuidador familiar es el colaborador más cercano del médico, del psiquiatra; es el que ve que el tratamiento que le han recetado al enfermo no hace el efecto deseado, conoce las reacciones del paciente y sabe lo que le sienta bien porque su observación del enfermo es la exposición humanitaria de un rol que, en alguna medida, todos desempeñamos alguna vez a lo largo de nuestra vida”. Más información 51
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