El reino de Dios en medio de nosotros Anciano Fernando Álvarez Cuarto servicio La lectura en He 5:7-10 LBLA nos revela que Cristo, mientras estuvo aquí en la tierra, ofreció oraciones y suplicas con gran clamor y lágrimas al que podía rescatarlo de la muerte. Y Dios oyó Sus oraciones por la gran reverencia que Jesús le tenía, pues aunque era Hijo de Dios, Él aprendió obediencia por las cosas que sufrió. Al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen, y Dios lo exaltó hasta lo sumo, nombrándolo Sumo Sacerdote. Luego de Su sacrificio para redimirnos de nuestros pecados, Él fue levantado de en medio de las cenizas, lo cual debe llenar nuestro corazón de gozo, pues gracias a Él tenemos esperanza. El gobierno del reino de Dios se rige bajo el principio de autoridad, el cual a su vez se basa en la obediencia. Es por esta razón que vemos a Jesús dándonos el ejemplo; pues Él deja ver muy claro a los judíos que Él solo hacia lo que veía hacer al Padre (Jn 5:19) y que la autoridad que ejercía para obrar, le había sido conferida por Su Padre (Jn 5:27); en otras palabras, por Su sujeción y obediencia a la autoridad de Dios Padre, era que ahora Él podía ejercer autoridad. Como hijos de Dios e Iglesia novia de Jesucristo, nosotros también debemos ser sujetos a las autoridades que Dios ha puesto sobre nosotros para equiparnos y ataviarnos para la boda. Igualmente, nuestro código de conducta y forma de vida deben ser regidos por lo escrito en la Biblia y la sana doctrina que la misma contiene. Al hacer un análisis sobre la palabra “reino”, encontramos que la RAE lo define como un territorio o estado, cuyos habitantes están sujetos a un rey. El Dicc. Strong lo define como reinar, gobernar, campo, ámbito, reinar, reino; siendo esta la palabra basileía-G932. Aplicándolo al reino de Dios, podemos decir que en la medida en que obedezcamos y seamos sujetos a la voluntad de Dios, Su reino estará en medio nuestro. El cielo, es la interface entre la morada de Dios y nosotros, ya que es en ese lugar donde se abren puertas y emana la bendición, la ministración y la presencia de Dios sobre nuestra vida. En la Biblia encontramos que existen dos palabras para decir “cielo”. Una de ellas es ouranós – G3772, por implicación cielo como la morada de Dios; y la otra palabra es epouránios – G2032; esta última implica estar sobre los cielos. La Biblia nos muestra que el cielo es el trono de Dios y la tierra el estrado de Sus pies, Hch 7:49 LBLA, por lo que en este caso, la tierra pasa a ser figura del Atrio, el cielo figura del Lugar Santo, y sobre los cielos, figura del Lugar Santísimo. Vemos en Mt 6:9-10 LBLA que la oración que Jesús nos deja como modelo a seguir, comienza diciendo: “Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Nuestra oración debe ser pedirle al Señor que Su reino llegue a nosotros y que se convierta en el Guatemala, 26 de abril del Año de la Misericordia centro de nuestro hogar. Es necesario nos convirtamos en receptores del reino de Dios y lo atraigamos en medio nuestro. Cuando Pilato le pregunta a Jesús si Él era rey, el Señor le responde diciendo que Su reino no era de este mundo, y más adelante le dice: “más ahora mi reino no es de aquí”, Jn 18:36 LBLA. Esto era indicativo de que a pesar que en esos momentos Su reino no estaba en la tierra, eventualmente el mismo se acercaría, siendo la señal dada para conocer acerca de esto, la higuera y el momento en el que brotan sus hojas, Lc 21:29-31 LBLA. Hemos estudiado que la higuera tipifica a Israel, aunque en ocasiones también puede tipificar a la Iglesia. En lo natural, cuando comienzan a brotar las hojas de la higuera, ésta comienza a dar flores que más adelante se convierten en frutos. Si lo trasladamos a lo espiritual, esto implica que cuando la Iglesia comienza a crecer y madurar, da frutos; por consecuente el reino de Dios se acerca. Otras señales que marcan cuan cercanos estamos de nuestra redención, las vemos en Lc 21:28 LBLA, cuando se nos habla acerca de la persecución de la Iglesia, las señales en la luna y las estrellas, etc. En Dn 2:44 LBLA, se menciona que el Dios del cielo levantará un reino que jamás será destruido, y este reino no será entregado a otro pueblo; sino que el mismo desmenuzará y pondrá fin a todos aquellos reinos que fueron levantados; esto refiriéndose a los 4 imperios representados en la estatua de Nabucodonosor, y que en su momento volveremos a ver resurgir, para que se cumpla la profecía. Nosotros, como pueblo de Dios, debemos ser definidos y fieles al Señor, obedecerle en todo y hacer Su perfecta voluntad. Y al igual que el salmista, nuestro anhelo debe ser el habitar en el umbral de la casa de nuestro Dios, Sal 84:10 LBLA. El tiempo ya se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado, según vemos en Mr 1:15-17 LBLA, por tanto debemos arrepentirnos de todo aquello que practicamos y que nos aleja del Señor. Debemos consagrarnos y vivir en santidad para que seamos hallados dignos de escapar de los juicios que vienen sobre los moradores de la tierra. Es importante que nos centremos en obedecer lo que Dios nos ha mandado a hacer, para que Su reino se acerque a nosotros, Lc 10:9-11 LBLA. El reino de Dios se manifiesta en la sanidad de los enfermos y en la liberación de las almas cautivas, Mt 12:28 LBLA. Tanto nuestras casas como nuestras vidas deben ser limpiadas de toda contaminación, para que el reino de Dios este en medio nuestro y se hagan manifiestos la salvación, el poder y la autoridad de Cristo sobre nosotros, Ap 12:10 LBLA. Si anhelamos recibir el reino de Dios, necesitamos ser obedientes a Su voz. Vivamos una vida conforme a Su voluntad y agrademos Su corazón. ¡MARANATHA! Redactado por: Hna. Natalie Marie Figueroa 1 Este estudio puede imprimirse y reproducirse por cualquier medio siempre y cuando se cite la fuente de donde se obtuvo. www.ebenezer.org.gt
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