JOSÉ MARÍA SALAVERRI , sm

JOSÉ MARÍA SALAVERRI , sm
Fue Hitler quien me hizo marianista. Llevo
66 años de marianista. Mereció la pena y soy
feliz.
Nací en Vitoria el 25 de marzo de 1926,
fiesta de la Anunciación. Vivíamos en París pero mis padres querían que sus hijos
nacieran en España. A los 8 años ya quería ser sacerdote: nunca lo dudé. Fue Hitler quien me hizo marianista. No los conocía. El 2 de septiembre 1939 estalla la
Guerra Mundial, estando de vacaciones
en Vitoria. Mi madre y hermanos quedamos allí y mi padre volvió a Francia. Me
mandaron al Colego Santa María (Marianistas). Al terminar el bachillerato me fui
al noviciado de Elorrio. Llevo 66 años de
marianista. Mereció la pena y soy feliz.
“Ser instrumento de María…” Al poco
tiempo de empezar mi noviciado, en noviembre de 1943, al pensar en mi futuro,
empecé a darle vueltas: ¿Seré capaz de
ser un buen profesor? ¿Un sacerdote que
merezca la pena? Tenía 17 años, era bastante tímido, tenía un defecto de dicción,
herencia de mis años franceses… Un día
descubrí una frase del padre Chaminade:
“Somos de una forma especial los auxiliares y los instrumentos de la Santísima
Virgen… en la obra de la santificación
del prójimo”. Fue una luz. ‘Ahí está la solución’, me dije. Hice una novena a la Virgen
para ponerme en sus manos. La terminé
el 3 de diciembre. Lo recuerdo pues era
la fiesta de san Francisco Javier que tanto
admirábamos. Ese día hice un “pacto”,
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”
un “contrato”, con la Virgen. No lo puse
por escrito, pero más o menos era así:
“Mira, Virgen María, como voy a ser tu
instrumento, te pido que lo manejes tú,
que no me salga de tus manos. Me comprometo a hacer todo lo posible para
que el instrumento sea bueno, aprovechando los talentos que tu Hijo me haya
dado. Si las cosas salen bien, el mérito
será tuyo, no mío. Si sale mal, pues paciencia y a ver donde está el fallo, pero
sin desanimarme.” Pensándolo bien ¿no
es eso un aspecto concreto del “Haced lo
que Él os diga” y de la alianza con María
de Chaminade? En ese momento no me
daba cuenta.
El “contrato” me ha valido y me sigue
valiendo. Me ha dado siempre paz. Se fue
el defecto, la timidez fue disminuyendo,
y he procurado en cada cosa, pequeña
o grande, echar la mirada hacia Ella. No
siempre ha resultado fácil. En el Seminario unos cuantos nos propusimos un
plan apostólico, sencillo y exigente, que
llamamos “R”. Fue la ocasión de reforzar
el pacto. Porque allí se hablaba de “Jugarse el tipo”, “Aceptar responsabilidades”,
“Encajar”… Y empezaron a llegar ocasiones: con 31 años, director del Pilar de Valencia. ¡Qué susto! Pero “Tú sabrás, Virgen
María. Te toca dirigir bien el instrumento”.
Un momento difícil: mi envío a
Colombia en medio de una “noche oscura”. Fiel al pacto acepté… por Ella, aunque me parecía que ni existía… Vino la
paz y fui feliz. Luego más ocasiones, a
veces yendo adelante “arrastrando las
tripas”, como decía el padre Domingo Lázaro. Pero, a pesar de todo, contento: Ella
no ha fallado.
De muchos errores me ha salvado este
pacto renovado al día. Ante todo por el
inmenso amor a la Iglesia que genera el
estar en manos de la que es su “madre y
figura”. En manos de María sí, pero por
eso mismo incondicionalmente en las de
la Iglesia. Instrumento de ella. “Siempre
habrá personas… demasiado jóvenes
para ser sensatas, demasiado generosas
para ser cautas, demasiado inteligentes
para ser humildes…” Eso decía, con cierta tristeza, el beato John Henry Newman.
Y añadía que eran las más expuestas a
dejarse llevar por las ideas y partidos de
moda. A través de mi vida he visto personas buenas despistarse por alguno
de estos tres peligros. Creo que mi “contrato” con Ella me ha librado de ellos.
Pero no me libro de mi tontería. Confieso que me gusta quedar bien y cuando
algo tiene éxito o me alaban, me viene
casi espontáneo pensar lo listo que soy.
Menos mal que en un segundo momento me vuelvo a Ella: “¡Qué tonto soy! ¡Perdóname! Si ha sido cosa tuya…” Y cuando algo no sale me desanimo, me siento
mal… pero, de pronto llega un segundo
momento. “Virgen María, perdona. Soy
un tonto. La próxima saldrá mejor”. Después de tantos años tendría que estar ya
limpio de egoísmo, de vanidad, de desaliento, de tontería. Pues no hay manera,
y me temo que esa lucha me acompañe
hasta el final. Menos mal que están esos
“segundos momentos” en los que Ella,
que cumple el pacto mejor que yo, se ríe
de mí. Y procuro hacerlo yo también. Lo
malo es que este “instrumento”, por los
años, está ya un poco herrumbroso. ¿Habrá quién tome el relevo? ¡Es tan bueno
es estar consagrado a Ella!
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