VICTORIANO VIÑUELAS, sm ” Aún recuerdo los ejercicios espirituales del mes de febrero allá en La Parra (Avila), toda la semana lloviendo y tratando de asimilar la frase «lo esencial es lo interior» Soy marianista y sacerdote. Nací en Madrid a finales de 1949. Estudié varios años en el Colegio Amorós, donde después estuve como profesor y director. He estado también en otras comunidades marianistas. De mi estancia en ellas guardo muy buenos recuerdos. Jerez de la Frontera me marcó mucho pues allí comencé mi andadura como sacerdote. Con un antiguo alumno del Colegio Santa María del Pilar de Madrid he escrito una novela que se llama “El niño mirón”. Y actualmente estoy de párroco en la Parroquia de Santa María del Pilar, de Madrid. Desde pequeño entré en contacto con los marianistas al asistir al colegio que hoy es Amorós. En aquel entonces las clases estaban en el mismo edificio que el Escolasticado, es decir, la casa de formación para los marianistas jóvenes. No era muy frecuente el contacto que teníamos con ellos, pero sí nos visitaban coincidiendo con la fiesta del P. Chaminade. Nos hablaban de él y desde entonces dos frases muy marianistas quedaron grabadas en mi mente y luego en la vida: «Fuertes en la fe» y «Por la madre al Hijo.» 126 Cuando decidí ser marianista y así se lo comuniqué a mis padres lo único que tenía claro era que quería ser como uno de esos jóvenes que venían a hablarnos del P. Chaminade, que charlaban con nosotros y que yo les veía muy felices. Más tarde, en el noviciado, al profundizar en lo que significaba ser religioso y ser marianista oía a menudo la frase “lo esencial es lo interior”. El padre maestro de novicios nos lo repetía con mucha frecuencia. Aún recuerdo los ejercicios espirituales del mes de febrero allá en La Parra (Avila), toda la semana lloviendo y tratando de asimilar la frase “lo esencial es lo interior”. Fue una semana dura pues el predicador se centró en las semanas segunda y tercera de los ejercicios ignacianos. El contraste fue duro: lluvia en el exterior y una cierta sequedad en el interior del corazón. Había que seguir optando por la vida religiosa. Se nos insistía por activa y por pasiva en la importancia de lo interior. No voy a decir que todo cambió para mí, pero sí que algunas cosas cambiaron en mi vida. Desde hace años he centrado lo interior en la Palabra de Dios. Recuerdo las revisiones de vida del escolasticado centradas en textos del Nuevo Testamento. Recuerdo ratos de oración en común en la comunidad de Cádiz leyendo la Palabra de Dios. Mis estudios teológicos en Friburgo (Suiza) se basaron en leer, profundizar y rezar con la Palabra de Dios. Para mi vida religiosa y sacerdotal la Palabra de Dios es esencial. Solo me queda decir que gracias al P. Chaminade y esa frase suya de “lo esencial es lo interior” he podido y puedo comprender lo que vivo y lo que hago. En la carta que el Superior Provincial de entonces me escribió meses antes de mi ordenación, me animaba a preparar las homilías con un rato de oración personal, interiorizando lo que luego yo tendría que decir. Podría señalar más momentos de mi vida donde he sentido que “lo esencial es lo interior”, pero basta con estos detalles. Hoy sigue siendo importante para mí la lectura, la profundización y el rezo con la Palabra de Dios. 127
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