Hermandad de antiguos empleados Caja de la Inmaculada Grupo Senderismo Esbarre http//esbarrehermandacai.es [email protected] Sabes la última?... nº 204 Sierra del Moncayo (Moncayo-San Juan-Morca-Lobera) “Moncayo, viento, frío, agua y niebla y el Esbarre que no rebla” Otro sábado esbarrista en marcha, los irreductibles más irreductibles si cabe, emprendemos la marcha hacia un nuevo destino. Hoy por tierras zaragozanas nos vamos hasta su montaña más emblemática, el Moncayo, para recorrer el cordal aragonés de cabo a rabo. Recibimos la mañana con buena temperatura pero cielo muy cubierto; llevamos toda la semana de tormentas y las predicciones no son muy halagüeñas. Hoy el encargado del transporte es Carlos, experto en el camino de Santiago. Paisaje estepario con la mies y su cálido oro prácticamente ya recolectada. Paisaje que alterna hermosos viñedos de garnacha con viejos y centenarios olivos, que producen excelentes caldos, unos para alegres brindis y otros como condimento de deliciosas ensaladas. Parada temprana en las Ruedas, más por costumbre que por necesidad. Aquí se incorpora José Luis Martín, moncaino de pro, con él ya estamos los 20 de la partida. En un pis pas llegamos a la fuente de los Frailes. Acicalamiento montañero y a subir. El camino asciende por precioso bosque de pino royo con sotobosque de brezos y aromáticas, destacando también ejemplares de acebo de gran porte. Sin darnos cuenta llegamos al Santuario; poco a poco las nubes van ocultando el sol matutino. Salvado el bosque entramos en los dominios de erizones y rocas; en un instante de buena suerte, ante nuestros ojos se abre el espectacular circo del Cucharón ó San Miguel. Ahora es la niebla, que envidiosa ella nos escolta en la subida para no dejarnos ver nada. Coincidimos con un grupo de amigos de José Luis y Maite, acompañados de unos muy jóvenes y risueños montañeros, que alegran los sentidos a comitiva tan madura. Los peques nunca se cansan, se aburren. Una vez recorrida la loma final llegamos a la cima del Moncayo con la cruz de Santiago y la Virgen del Pilar presidiendo el hito cimero; cada vez nos envuelven más nubes y frío. Breve parada para comer y descansar. Heladora foto de grupo y a continuar. Seguimos la cresta a la conquista de los siguientes trofeos. En la Morca comienza a llover y granizar; nos entra la duda, volver o continuar. Parece que afloja; continuamos. Veo a Pedro tirado en el suelo y me da un vuelco el corazón; nos acercamos y comprobamos que esta realizando una artística foto a una oruga, - ¡!anda una procesionaria aquí!! Con una comprensiva y tierna mirada nos alecciona –“es una Parnassius apollo y aunque es de color negro, se convierte en una hermosa mariposa blanca”. Ver, oír y callar. Llegamos al vértice de Lobera, alguna foto y continuamos hacia el collado que ya queda más cerca. Ahora el camino transcurre cuesta abajo por un entorno precioso y solitario, el cielo se abre un instante y nos permite divisar algo del paisaje hacia las peñas de Herrera, Morrón y pueblos del somontano. El tiempo sigue dudoso y sin parar en el collado, decidimos continuar para ganar tiempo a la tormenta. Este tramo de bosque que baja de las laderas de Lobera y Morca, es realmente bonito. Llevamos un buen rato chino chano y nuestros buches comienzan a reclamar combustible. Paramos sobre unas rocas con una excepcional vista sobre el bosque y la Morca, que ahora se deja ver un poco mostrando su semblante más montañero. Recuperadas las energías continuamos. La ruta alterna la exultante vegetación con impresionantes y descarnadas laderas de derrubios de pretéritas épocas glaciares. Ya cerca del santuario podemos comprobar la escarda que viento y nieve han producido este año, arrasando decenas de pinos que han quedado tumbados en medio de la senda y que gracias a la rápida y efectiva actuación de las brigadas forestales, han dejado expedita para disfrute de los senderistas. Pasamos el santuario rumbo a la meta casi a paso ligero, pues el cielo comienza su aviso con unos sonoros y amenazantes truenos. Llegamos y nos cambiamos con el cronometro tan ajustado, que nada más subir al autobús se abren los cielos, descargando un impresionante aguacero que resulta hasta agradable viéndolo al otro lado del cristal. Desandamos el trayecto de ida, parando nuevamente en las Ruedas para dar buena cuenta de unas merecidas, frescas y deliciosas birras y despedir a José Luis Vuelta a la Inmortal sin novedad. Exigente pero preciosa excursión al viejo, bello e imprevisible Moncayo, que al final ha consentido que acariciemos su ondulada melena para disfrute de Esbarre. Salud para todos Ricardo .
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