Leer más - Por una escuela de paz

LOS LÍMITES EN LAS RELACIONES
HUMANAS: UN ELEMENTO BÁSICO
PARA LA VIDA Y EL BUEN CONVIVIR
LOS LÍMITES HACEN BIEN, SON EDUCATIVOS, CONTRIBUYEN A LOGRAR LA
MADUREZ PSICOLÓGICA Y FAVORECEN EL DESARROLLO DE RELACIONES
HUMANAS ARMÓNICAS Y ASERTIVAS.
Alguna vez se han preguntado: ¿qué pasaría si los límites no existieran?, ¿por qué
actualmente cuesta tanto poner un límite a tiempo?, ¿por qué se piensa que los límites
“hacen daño”?, ¿cuáles son los riesgos que se generan cuando los niños y adolescentes
no tienen límites? He aquí algunas recopilaciones, de distintos artículos y autores, que se
han escrito sobre el tema.
Limitar no es aniquilar. Limitar es dar vida, si lo hacemos adecuadamente. El gran peligro
reside en ver en los límites un aspecto negativo y empobrecedor cuando nos enfocamos
en lo que nos quitan y nos prohíben.
La educación tiene que llevar a la persona a comprender y
aceptar que no todo saldrá siempre según su deseo, que no
siempre logrará lo que se propone. Esto se denomina tolerancia a
la frustración y es un rasgo fundamental de la personalidad
madura. Si el niño o el adolescente permanecen en un estado de
ilimitación, de satisfacción espontánea de sus continuas
demandas, nunca llegarán a la madurez humana y, en adelante,
será un caprichoso consentido, aunque tenga 40 o 65 años.
Los límites son educativos porque ayudan a la persona a desarrollar la aceptación de la
ley y el respeto a la autoridad legítima. “No puede haber socialización ni verdadero
sentido de la justicia si no se renuncia al principio del propio placer y al interés
egocéntrico.” Por ende, poner límites NO es hacer daño a los demás; más bien es un
medio que nos forma para ser responsables de las cosas que permitimos, a nosotros
mismos y a los demás.
Poner límites a los hijos refleja el amor y cuidado que se tiene por
ellos, pues los límites favorecen a generar personas asertivas, con
una autoestima sólida, capaces de decir NO cuando la situación
así lo requiere; lo que conlleva al desarrollo de relaciones
interpersonales agradables y beneficiosas basadas en el respeto,
la tolerancia, las líneas de convivencia, entre otros valores que se
van fomentando.
La conducta asertiva implica la expresión directa de nuestros sentimientos,
pensamientos y necesidades, respetando los derechos de los demás. Específicamente
cuando se trata de poner límites, primero tenemos que tener claros nuestros derechos y
que éstos son tan valiosos como los demás piensan que son los de ellos.
Michele Barreau, Psiquiatra, explica que los jóvenes se sienten protegidos y queridos
cuando les establecen límites, ya que éstos les proporcionan un margen claro en el cual
moverse, desarrollarse y auto controlarse o regularse. La
especialista destaca que no existen “recetas” y que cada
familia debe proponer normas de acuerdo a sus propios
valores.
Poseer inteligencia emocional, valores y criterio adecuado
para transmitirlos, reforzar autoestima, independencia y
fortaleza, son aspectos importantes en todo adulto que
tiene la misión de educar y formar a alguna persona, pues
en ellos está el fundamento para saber manejar los límites.
En el caso de los hijos, desde pequeños son los progenitores quienes colocan límites o
no, quienes actúan de modo asertivo o no y con el cambio de etapas de vida se
apreciará en los hijos el tipo de personalidad y actitud que poseen ante la vida.
La doctora Barreau enfatiza que por muy difícil que parezca esta tarea, una buena
forma de establecer pautas es a través del diálogo frecuente, “donde a los jóvenes se
les explique la razón de la regla y los posibles riesgos que pueden sufrir si no las cumplen”.
Eso sí, “ser democrático con los hijos es muy importante ya que favorece el desarrollo de
su propia identidad”, resalta. Por supuesto, estos límites no deben ser los mismos para un
adolescente de 14 años que para un joven de 21, ya que éstos deben ir variando en la
medida en que los niños van creciendo.
Lastimosamente muchos chicos crecen aterrados, guardando
dolor, creyendo que no sirven y con los años no saben colocar
límites en ninguna arista de sus vidas. Muchos padres que no
aprendieron a colocar límites en sus hijos, por lo que padecen
con los años el dolor de ver a sus hijos tiranos, egoístas,
manipuladores y sobre todo cínicos.
Otro reflejo de no haber puesto límites se observa en aquellas personas
que padecen dependencia afectiva, enfermedad que señala el miedo
a la soledad, apego afectivo químico y emocional hacia alguien que de
pronto jamás admiraron, pero al no soportar el rechazo, terminan
involucrándose con personas a las que mendigan amor, personas que
jamás las hacen felices de verdad.
Recientemente, vemos con más frecuencia como personas dañan a otras
conscientemente, intentando transgredir espacios internos y externos de otros por el solo
hecho de competir, dominar, doblegar, etc. Y este tipo de personas solo dejan de hacer
desastres cuando se decide colocarles límites, porque un regalo del vivir es que posees
la libertad de elegir.
¿Qué son los límites?
Entendemos al límite como la norma que define las conductas esperadas en un
contexto determinado. La misma se desprende de los valores que la hacen sustentable.
Si en esta sociedad reconocemos como valores el bien común, la solidaridad, el respeto,
la tolerancia, la honestidad, etc., cualquier norma deberá tener como respaldo estos
valores.
En la primera etapa de la vida el niño es más receptivo y flexible para
aprender y desarrollar capacidades que le permitan en el futuro
controlar sus impulsos. Por eso, es importante trabajar desde la primera
infancia para la interiorización de las normas. Los niños pequeños sienten
que pueden hacer cualquier cosa, este sentimiento de omnipotencia
debe disminuir para adaptarse a la convivencia social.
Las normas marcan pautas de comportamientos estableciendo lo que
está permitido y lo que no, de esta manera regulan el accionar de los
sujetos y permiten la convivencia social.
Establecer límites es enseñar que no todo es posible, esto genera malestar y frustración.
Pero aprender a tolerar los límites favorece a la constitución de la personalidad del niño
y su maduración, desarrollando la capacidad de esperar y de entender que no todo
puede ser satisfecho inmediatamente.
La puesta de límites funciona como una forma de ayudar al niño a controlar aquellos
aspectos que no puede manejar por sí solo. Las normas le muestran lo que puede y lo
que no puede, lo que es y lo que no es, dándole conciencia de su identidad y
diferenciándolo de los demás. Así, con nuestra ayuda, podrá ir incorporando normas y
valores para aprender a convivir con otros.
Aprender a colocar límites en las relaciones humanas
permite ser respetado, valorado y además mayores
posibilidades de entablar relaciones duraderas,
profundas y sanas.
Aprender a colocar límites es parte de llegar a ser una
persona madura, digna y, sobre todo, sentirse a gusto
con la propia forma de vida y en las relaciones humanas.