INSTITUTO SUPERIOR SAN LUIS GONZAGA (DIPREGEP 5660) PROFESORADO PARA ENSEÑANZA PRIMARIA FILOSOFÍA UNIDAD 1 La Filosofía como búsqueda de sentido del hombre y del mundo AÑO: PRIMERO PROFESOR: FABIÁN DANIEL MARINO ÍNDICE Caracterización de la filosofía ............................................. 02 ¿Qué es la filosofía?............................................................ 04 Definición etimológica de la filosofía ................................... 04 Definición real de la filosofía ............................................... 04 Momentos del filosofar ........................................................ 05 Momentos del método filosófico .......................................... 05 ¿Para qué “sirve” la filosofía? ............................................. 06 Sentido de una historia de la filosofía ................................. 07 ¿Qué es la historia de la filosofía? ...................................... 07 Cómo estudiar filosofía ........................................................ 08 Mito y Filosofía .................................................................... 08 El origen de la filosofía ........................................................ 10 La Filosofía como crítica universal y saber sin supuestos .. 11 CARACTERIZACIÓN DE LA FILOSOFÍA La gente utiliza la palabra “filosofía” para hacer referencias a una forma de pensamiento, a una imagen general del mundo o a un conjunto coherente de ideas. Se dice por ejemplo, “nuestra escuela tiene una filosofía de vida” o “la filosofía de este equipo es salir a ganar” o “tomate las cosas con filosofía”. Estos significados están relacionados con la actividad de la filosofía, pero son vagos y confusos, porque hay muchas formas de pensamiento e imágenes del mundo que no son filosóficas. En las conversaciones cotidianas, la palabra filosofía se utiliza también para caracterizar las complicaciones innecesarias, las divagaciones y los temas abstractos de la vida, sin embargo, la filosofía se ocupa de problemas complejos y difíciles, pero no de complicaciones o de divagaciones. También suele decirse que la filosofía es una actividad “difícil”. Al respecto, hay que observar dos cuestiones, en primer lugar, toda actividad ligada al saber requiere el desarrollo de ciertas habilidades y capacidades, que siempre parecen “difíciles” para quienes todavía no las han adquirido: es “difícil” tocar la guitarra, es “difícil” aprender física cuántica, es “difícil” reparar un televisor, es “difícil” manejar un auto. En este sentido, toda iniciación en una nueva actividad nueva es “difícil” y la introducción a la filosofía no es una excepción. En segundo lugar, toda actividad requiere el desarrollo de un cierto “gusto”, aprendemos a gustar de la guitarra, a gustar de investigar la física cuántica, a gustar de reparar un televisor, a gustar de conducir nuestro primer auto. Del mismo modo, podemos desarrollar el gusto por la filosofía. Se puede decir que la filosofía está vinculada a un “gusto por lo complejo”, que como los otros gustos, se aprende. El gusto por lo complejo, propio de la filosofía, es un gusto por los problemas, por las preguntas más que por las soluciones o las respuestas. El gusto por lo complejo está asociado a cierta obsesión o persistencia en las preguntas. En la vida cotidiana las personas generalmente se dan por satisfechas con la primera respuesta razonable a una pregunta o a un problema, si ella les permite salir del paso. En filosofía, por el contrario, se aprende a no darse por satisfecho con la primera respuesta, desconfiando o sospechando no solo de la respuesta sino, ante todo y fundamentalmente, de la pregunta: quizá la pregunta esté mal formulada, quizá no se comprendió estrictamente lo preguntado en la pregunta…Será necesario, entonces, insistir en las preguntas, sin retroceder ante las contradicciones o los absurdos que puedan surgir. La filosofía no es una actividad “neutra”, “objetiva”, o “descomprometida”, sino que, por el contrario, la práctica de la filosofía requiere del compromiso y de la pasión.. Generalmente, la sensación de haber perdido el rumbo en una conversación sobre filosofía proviene del desconocimiento del tema o del vocabulario con el que se aborda la cuestión. Aunque esta misma dificultad suele presentarse en otros saberes, como las ciencias o las técnicas. Sin embargo la filosofía es una actividad que pertenece a la esencia del hombre y, en consecuencia, en tanto somos hombres, en tanto existimos humanamente, de alguna manera filosofamos. Pero, aunque el filosofar es propio de la esencia humana, no siempre está “activado”, no siempre está “despierto” y, en tal caso, lo que hay que hacer es poner en actividad la propia esencia, “despertar al pensar”. 2 En esta época, la filosofía es un saber cuestionado, comúnmente señalado como un saber fuera de las necesidades de los tiempos que corren, y siempre a punto de ser excluido de los programas de estudio, resulta necesario explicar porque conviene cultivar la filosofía y por qué es mejor ocuparse de ella que dejarla de lado. Entre muchas explicaciones posibles, rápidamente podemos encontrar dos razones que muestra a la filosofía como un terreno que conviene seguir abonando, cultivando, y si es posible, hacerle rendir buenos frutos. Podemos decirlo de este modo: 1) La filosofía es todavía útil en nuestro tiempo porque permite establecer diferencias entre el pensamiento filosófico y el pensamiento periodístico o pensamiento de opinión. 2) Por otro lado, la filosofía permite distinguir los pensamientos confusos de los pensamientos complejos. Decía Aristóteles (383 a.C.-322 a.C.) “todos los hombres desean por naturaleza saber”. Por naturaleza o sea en razón de su condición de hombres, precisamente, primero se es hombre y luego filósofo, no hay otro ser sobre la tierra que haga filosofía, entonces todos podemos hacernos preguntas filosóficas, pero no todos son filósofos. Ser filósofo requiere de un compromiso y un quehacer cotidiano y no de una reflexión esporádica acerca de las cosas. Dice Friedrich Nietzsche en su libro “Más allá del bien y del mal”: “Un filósofo es un hombre que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias; alguien al que sus propios pensamientos le golpean como desde fuera, desde arriba y desde abajo (…)un ser que con frecuencia huye de sí mismo, que con frecuencia tiene miedo de sí, pero que es demasiado curioso para no “volver a sí” una y otra vez…” Conviene recordar que la filosofía hablando con propiedad, no comienza con cada uno de nosotros ni es un patrimonio muerto que solamente algunos iniciados pueden usufructuar. Es un tesoro que debemos aprender a custodiar, pero también es un tesoro para conocer y enriquecernos. Si la filosofía pasa por nosotros sin sobresaltarnos, sin inquietarnos…habrá pasado en vano. 3 4 5 6 SENTIDO DE UNA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA El pensamiento de la humanidad evoluciona con los siglos, como lo hace la mentalidad personal desde la infancia hasta la madurez. El pensamiento no sólo es producto de individuos; cada grupo humano tiene su historia o modo de pensar peculiar. Todo pensamiento, obra literaria, artística, científica o religiosa está enraizada en la historia: circunstancias económicas, políticas, sociales, familiares, culturales, técnicas, etc. Esa es también una característica del pensamiento occidental y europeo. “...las filosofías son su propia época expresada en pensamiento; pertenecen a su época y se hallan prisioneras de sus limitaciones: el individuo es hijo de su pueblo, de su mundo, y por mucho que quiera estirarse, jamás podrá salirse verdaderamente de su tiempo, como no puede salirse de su piel” [Hegel, Lecciones de Historia de la Filosofía, I, 17-18]. Los filósofos, autores y corrientes filosóficas no son fósiles intelectuales ni reliquias del pasado: sus ideas son una parte viva del pensamiento y patrimonio intelectual de la humanidad, las raíces de nuestro pensamiento se hunden hasta el siglo VI a.C. ¿QUÉ ES LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA? Para Hegel, la filosofía tiene una unidad histórica: es un caminar hacia la verdad, por más recodos que encontremos. No es un mero cúmulo de opiniones, según las ideas caprichosas del pensador de turno. Cada filósofo depende en sus ideas, argumentos y estilo de los anteriores, y hace posible la transición al pensamiento que le sigue: las ideas parecen bullir como hormigas, pero orientadas en una misma dirección final. Cuando los filósofos estudian y afrontan problemas, han pretendido tender hacia la verdad como horizonte. Se plantean los grandes interrogantes del ser humano: el conocimiento, la naturaleza, la estructura del mundo, la complejidad del ser humano, la libertad y la ética... Creyentes o no, siempre han intentado establecer un diálogo entre fe y razón, entre filosofía y teología, entre filosofía y ciencia, entre filosofía y cultura... en busca de la verdad y soluciones a los problemas. Por lo tanto, la historia de la filosofía es ya filosofía: no es mera exposición histórica de ideas, sistemas de pensamiento y afirmaciones, sino búsqueda de planteamientos correctos y soluciones a los problemas, a las incoherencias, etc. En filosofía, todo es discutible: por principio, no se admiten verdades sin haber sido previamente demostradas y razonadas. Incluso los hechos históricos se discuten, en cuanto que pueden ser objeto de diversas interpretaciones. Filosofía e historia son inseparables. Con estas observaciones, la filosofía no debería invitar al escepticismo ni llevar a un abandono de las propias creencias y prejuicios. Más bien, debería suscitar una confianza en la razón y en la capacidad del hombre para acercarse a la verdad y hallar soluciones, al menos provisionales, a los problemas. Cada autor aporta una pieza al rompecabezas que podríamos llamar verdad. Por lo tanto, los filósofos no piensan aisladamente; construyen sobre lo que otros hicieron y aportan fundamentos a los que le siguen. Nadie posee la verdad absoluta, pero todos la buscan. Algunos, convencidos de que no existen verdades absolutas, se esfuerzan por aclarar los problemas y cuestiones parciales a su alcance. Cada época hace posible la siguiente y gracias a que un sistema cae puede surgir otro, las corrientes de pensamiento son visiones parciales, nunca absolutas ni completas, de la realidad. Por tanto, no hay razón para hundirse en el escepticismo (hay progresos en los problemas) ni hay razón para ser dogmático (nadie tiene el monopolio de la verdad). 7 Estamos obligados a ser críticos, con nosotros mismos y ante todas las informaciones que nos llegan del exterior. Deberíamos buscar aquello que no envejece, las ideas más vivas y geniales, porque muchas personas de gran talento e inteligencia se han enfrentado antes que nosotros a problemas fundamentalmente parecidos a los nuestros. CÓMO ESTUDIAR FILOSOFÍA 1) Estudiar cada filósofo o sistema filosófico dentro de sus circunstancias históricas, porque siempre el contexto histórico influye en el pensamiento. Conviene buscar y encontrar las conexiones históricas remotas y cercanas. 2) Buscando la simpatía y la empatía con el autor: adentrarse en el pensamiento del autor y esforzarse por entender todas sus expresiones, términos y tesis. Sólo después de entenderle se le podría y debería criticar. 3) La historia de la filosofía debería enseñarnos a pensar desde lo que dicen los autores, y esto no tiene nada que ver con aprenderse de memoria lo que digan. Cuando el objetivo es comprender y aclarar ideas, toda crítica contra argumentos, ideas y términos oscuros o imprecisos será poca. 4) Confiando en los propios conocimientos y capacidad de crítica, pues a partir de 14 ó 15 años cualquier individuo reconoce, o debería reconocer, si un argumento convence o no. Nadie debería aceptar ideas de otros simplemente porque las diga alguien con autoridad o porque muchos las comparten. El individuo adulto y maduro personaliza sus ideas y las somete a examen crítico antes de aceptarlas definitiva o provisionalmente. 5) Los filósofos deberían ser leídos directamente en sus obras, no sólo a través de intermediarios o libros de texto. Esta suele ser una filosofía “enlatada”, donde otros han seleccionado las ideas de interés, y no siempre con buen juicio. 6) Después de leer un autor, cada uno debería sacar sus propias conclusiones personales. Es la única forma de adquirir un pensamiento propio, razonado, maduro, para evitar la repetición memorística del pensamiento de otros. 7) Procurar distinguir las grandes cuestiones de cada época. En la historia de la humanidad, los problemas se han centrado en tres grandes focos: El mundo (Ser, Cosmos, Naturaleza, Estado, Política, Sociedad), El hombre (Antropología, Conocimiento, Ética, Psicología) y Dios (Lo sagrado, el destino final, Los movimientos religiosos, La Iglesia) MITO Y FILOSOFÍA El hombre, necesitado de explicaciones, en un mundo plagado de interrogantes y de inseguridades, buscó, desde los inicios, algunas “respuestas”. En el lenguaje vulgar “mito” suele significar “ficción”, “fábula”, “ilusión” y también “mentira”, pero estas significaciones nada tienen que ver con el concepto de mito. Mithos es un término griego que significa “palabra”, “relato”, “cuento”. El mito relata una historia sagrada, es decir, un acontecimiento primordial que tuvo lugar en el comienzo del Tiempo, “ab initio”, en el Inicio; por lo tanto, se refiere siempre a un acontecimiento en estrecha relación con el concepto de origen; narra una historia, ejemplar y significativa. Cuenta cómo, gracias a las hazañas de “Seres Sobrenaturales”, la existencia del mundo y sus habitantes fueron posibles. Esa intervención es creadora, pertenece al orden de lo sagrado y ese relato posee cierto tipo de “verdad”, una verdad diferente de la que sostiene la ciencia. La mitología es el conjunto de enigmas sagrados que hablan del mundo, la creación, el origen, el lenguaje y la religión de un pueblo. 8 A pesar de sus rasgos fabulosos, los mitos estaban muy ligados a los acontecimientos históricos. Por ejemplo, muchas ciudades, al fundarse, relataban su origen a partir de las hazañas de un héroe que había luchado con bravura para conseguir la soberanía de ese pueblo. El mito representa la creación espiritual humana más antigua que se conoce. Cumple la función de proporcionar “respuestas” y garantizar “seguridades”. El tiempo mítico es un tiempo cíclico, termina y recomienza cada vez, muere y vuelve a su punto de partida, es decir, al origen. Ese “volver a comenzar” que se repite siempre, está representado en el rito de celebración de cada Año Nuevo, o del comienzo de las estaciones del año, o en el festejo del carnaval o los cumpleaños. En esos acontecimientos, quienes lo celebran, recuperan el valor que tuvieron originalmente y esto revitaliza el valor que se le otorga al actualizarlo: toda rememoración reactualiza el momento. Al “vivir” los mitos, se sale del tiempo profano, cotidiano, lineal, cronológico para ingresar en el “otro tiempo”, el tiempo en el que un acontecimiento tuvo lugar por primera vez. Para aquellos hombres de tiempos remotos, rudimentarios en su civilización, con un escaso dominio del conocimiento, los mitos presentaban, principalmente, un repertorio de relatos acerca de los “orígenes” de la realidad: de muchas maneras los mitos de los diversos pueblos nos muestran las teogonías (el nacimiento de los dioses), las cosmogonías (el nacimiento del mundo) y también el originarse de los hombres (antropogonía), de los males, de los bienes, de las actividades humanas, de las leyes, de la sociedad, de las lenguas, etc. Los relatos míticos son transmitidos en forma oral, presencial y vívida. Los ancianos los relatan a los jóvenes, los mayores a los niños, los padres a los hijos. De esa forma lo que se relata se presenta como real y verdadero, a tal punto que jamás es puesto en duda. Muchos elementos, festejos, celebraciones y hasta expresiones cotidianas de nuestros días, tienen su antecedente en los mitos griegos. Por ejemplo, los Juegos Olímpicos que todavía hoy se celebran, se originaron en honor de Zeus y de Hércules en el santuario de Olimpia hace más de dos mil quinientos años; o las expresiones de halago, Fulano es un Adonis y Fulana es una diosa, según se refiera a hombres bellos o mujeres hermosas, respectivamente. La verdad del mito se sostiene en la autoridad de la tradición. Para tal modo de fundamentación no importa tanto qué se dice, como quién lo dice. La verdad mítica no se fundamenta en razones, sino en la veracidad de ciertas personas a quienes se consideran verídicas. En contraposición al mito, la filosofía pretende fundamentar sus verdades en la razón autónoma, independiente de toda autoridad. Por este motivo, el desarrollo de la filosofía en las “polis” griegas tuvo un efecto crítico e igualador de las relaciones de poder y de saber. Mientras el mito se basa en la autoridad que no admite la duda ni la crítica, la filosofía se basa en la argumentación racional que, al contrario, exige la duda y la crítica. En este sentido, el mito y la filosofía se oponen. No obstante, el mito y la filosofía también se complementan, ya que ambos requieren del desarrollo de la palabra. Pero las formas del discurso son diferentes: la palabra fundada en la autoridad destaca siempre las diferencias entre el que manda y el que obedece, mientras la palabra fundada en la razón suprime las diferencias ya que el que manda y el que obedece son igualmente racionales y pueden resolver sus conflictos por medio del diálogo argumentativo. El paso del mito a la filosofía implica el paso de un tipo de saber a otro tipo de saber que progresivamente se va diferenciando, sin que ninguno de ellos pierda su valor (relativo) como formas diversas del conocer. 9 EL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA Primer origen de la filosofía: el asombro Se dice, desde Platón y Aristóteles, que el asombro o sorpresa es el origen de la filosofía, lo que impulsa al hombre a filosofar. En efecto, el que algo sorprenda hace que uno se pregunte por lo que ocasiona la sorpresa; y la pregunta lo lleva al hombre a buscar el conocimiento. Pero cuando se lo refiere a la filosofía, está claro que no se trata del asombro más o menos inteligente o tonto de la vida diaria, del asombro ante cosas o circunstancias particulares -como ante un edificio de enormes dimensiones, o ante la conducta de cierta persona extravagante; sino que el asombro filosófico es el asombro ante la totalidad del ente, ante el mundo. Y este asombro -que en su plenitud y pureza aconteció según parece por primera vez entre los griegos, allá hacia comienzos del siglo VI antes de Cristo- ocurre cuando el hombre, libre de las exigencias vitales más urgentes -comida, habitación, organización social, etc.-, y también libre de las supersticiones que estrechan su consideración de las cosas, se pone en condiciones de elevar la mirada, mucho más allá de sus necesidades y contorno más inmediatos, para contemplar la totalidad y formularse estas preguntas: ¿qué es esto, el mundo?, ¿de dónde procede, qué fundamento tiene, cuál es el sentido de todo esto que nos rodea?. Pues bien, en el momento en que el hombre fue capaz de formularse estas preguntas de manera conceptual, con independencia de toda concepción mítica, religiosa o tradicional-, en ese momento había nacido la filosofía. Segundo origen de la filosofía: la duda El primer origen de la filosofía se lo encontró en el asombro. Pero la satisfacción del asombro, lograda mediante el conocimiento filosófico, pronto comienza a vacilar y se transforma en duda en cuanto se observa la multiplicidad de los sistemas filosóficos y su desacuerdo recíproco, y, en general, la falibilidad de todo conocimiento. Esta situación lleva al filósofo a someter a crítica nuestro conocimiento y nuestras facultades de conocer, y es entonces la duda, la desconfianza radical ante todo saber, lo que se convierte en origen de la filosofía. En primera instancia todos creemos ingenuamente en la posibilidad de conocer, el conocimiento se nos ofrece con una evidencia original; pero esta evidencia desaparece pronto y la reemplaza la duda ni bien se toma conciencia de la inseguridad e incerteza de todo saber. Nace la duda cuando nos damos cuenta de este estado de cosas, de la falibilidad de las percepciones y de los razonamientos. La duda metódica es planteada por Descartes. Esta duda no se la practica por la duda misma, sino como medio para buscar un conocimiento que sea absolutamente cierto, como instrumento o camino (método) para llegar a la certeza. En síntesis, dice Descartes lo siguiente: si me pongo a dudar de todo, e incluso exagero mi duda llevándola hasta su colmo más absurdo, hasta dudar, por ejemplo, de si ahora estoy despierto o dormido, hasta dudar de que 2 + 2 sea igual a 4; si dudo de todo, pues, y llevo la duda hasta el extremo máximo de exageración a que pueda llevarla, sin embargo tropezaré por último con algo de lo que ya no podré dudar, por más esfuerzos que hiciere, y que es la afirmación "pienso, luego existo". Esta afirmación representa un conocimiento, no meramente verdadero, sino absolutamente cierto, porque ni aun la duda más disparatada, sostiene Descartes, puede hacernos dudar de él. 10 Se dijo que es el asombro lo que lleva al hombre a formular preguntas, y primordialmente la pregunta por el fundamento. Por su parte, la pregunta conduce al conocimiento; pero a su vez, cuando se tiene cierta experiencia con el conocimiento, se descubre la existencia del error, y el error nos hace dudar. Se plantea entonces el problema acerca de qué es el conocimiento, cuál es su alcance o valor, cuáles son las fuentes del conocimiento y a cuál de las dos -los sentidos o la razón- debe dársele la primacía. De todas estas cuestiones se ocupa la parte de la filosofía que se conoce con el nombre de teoría del conocimiento o gnoseología. Tercer origen de la filosofía: las situaciones límites El filósofo pregunta a causa del asombro que en él despierta el espectáculo del mundo. Ahora bien, en el asombro el hombre se encuentra en una actitud directa, simplemente referido al mundo, objeto de su mirada. Pero cuando aparece la duda, ocurre que esa mirada se repliega sobre sí, porque aquello sobre lo que la dirige no es ya el mundo, las cosas, sino él mismo, o, con mayor exactitud, su propia actividad de conocer; su mirada entonces está dirigida a esa mirada misma. Puede decirse que con la duda se inaugura la reflexión del hombre sobre sí mismo -reflexión sobre sí que llega a su forma más honda y trágica cuando el hombre toma conciencia de las situaciones límites. Esta expresión de "situaciones límites" la introdujo un filósofo contemporáneo, KarI Jaspers. El hombre se encuentra siempre en situaciones; por ejemplo, la del conductor de un taxi, guiando su vehículo, o la del pasajero, transportado en él. En casos como éstos, se trata de situaciones que cambian o pueden cambiar; el conductor puede empeñarse en cambiar de oficio, e instalar un negocio. Pero además de las situaciones de este tipo, de por sí cambiantes, hay otras "que, en su esencia, permanecen, aun cuando sus manifestaciones momentáneas varíen y aun cuando su poder dominante y embargador se nos disfrace", dice Jaspers; y agrega: "debo morir, debo sufrir, debo luchar, estoy sometido al azar, inevitablemente me enredo en la culpa". A estas situaciones fundamentales e insuprimibles de nuestra existencia es a las que Jaspers llama "situaciones límites". Se trata entonces de situaciones insuperables, situaciones más allá de las cuales no se puede ir, situaciones que el hombre no puede cambiar porque son constitutivas de su existencia, es decir, son las propias de nuestro ser-hombres. Porque el hombre no puede dejar de morir, ni puede escapar al sufrimiento, ni puede evitar hacerse siempre culpable de una manera u otra. En cuanto que tales situaciones limitan al hombre, le fijan ciertas fronteras más allá de las cuales no puede ir, puede decirse también que manifiestan la radical finitud del hombre -una de cuyas expresiones se encuentra en las famosas palabras de Sócrates, "sólo sé que no sé nada", en las que se revela la primordial menesterosidad del hombre en general, y de todo conocimiento humano en particular. LA FILOSOFÍA COMO CRÍTICA UNIVERSAL Y SABER SIN SUPUESTOS El saber vulgar La palabra "saber" tiene sentido muy amplio; equivale a toda forma de conocimiento y se opone, por tanto, a "ignorancia". Pero hay diversos tipos o especies de saber, que fundamentalmente se reducen a dos: el ingenuo o vulgar, y el crítico. El saber vulgar o ingenuo tiene como primera característica su espontaneidad: se va acumulando sin que nos propongamos deliberada o conscientemente adquirirlo; se lo va logrando a lo largo de la experiencia diaria. Por ejemplo, el saber que tenemos acerca del manejo del interruptor de la luz; o acerca de qué vehículo puede llevarnos hasta la Plaza de Mayo; o acerca de las causas de la política de tal o cual gobierno. 11 Se trata entonces del saber que proviene de nuestro contacto cotidiano y corriente con las cosas y con las personas, el que nos trasmite el medio natural -el saber del campesino se refiere en general a cosas diferentes de aquellas a que se refiere el saber propio de quien vive en la ciudad- y el medio social -lo que se nos dice oralmente, o mediante los periódicos, la radio o la televisión. En segundo lugar, se trata de un saber socialmente determinado; se lo comparte en tanto se forma parte de una comunidad dada y por el solo hecho de pertenecer a ella. Por lo mismo que es espontáneo, está dominado por la sociedad respectiva y por las pautas que en ella rigen; nuestro saber vulgar es así diferente del que es propio de los naturales del Congo o del que tuvieron los hombres de la Edad Media. En la medida en que en cada circunstancia social ese saber tiene cierta estructura y contenidos comunes, suele hablarse de "sentido común": el común denominador de los conocimientos, valoraciones y costumbres propios de una sociedad determinada (así nos dice el "sentido común" que el negro es lo propio del duelo, pero hay sociedades donde el luto se expresa con el blanco). El saber vulgar está traspasado o teñido por factores emocionales, es decir, extrateóricos, que por lo general impiden representarse las cosas tales como son, sino que lo hacen de manera deformada. Piénsese, por ejemplo, en los prejuicios raciales, según los cuales el solo color de la piel sería índice de defectos o vicios determinados. De manera que se trata aquí de un saber de las cosas en función de los prejuicios, temores, esperanzas, simpatías o antipatías del grupo social a que se pertenece, o propios del individuo respectivo. El saber ingenuo, pues, es subjetivo, porque no está determinado esencialmente por lo que las cosas u objetos son en sí mismos, sino por la vida emocional del sujeto. Por ello este saber difiere de un individuo a otro, de un grupo social a otro, de país a país, de época a época, sin posibilidad de acuerdo, a no ser por azar. Si se observa, no tanto el contenido, cuanto la conformación de este saber, se notará una cuarta característica: su asistematicidad. Porque el saber vulgar se va constituyendo sin más orden que el resultante del azar de la vida de cada uno o de la colectividad; El saber crítico Tal como ocurre con muchas otras palabras importantes de los idiomas europeos, y en especial del lenguaje filosófico, "crítica" procede del griego, del verbo κρινειν [krínein], que significa "discernir", "separar", "distinguir". Crítica", entonces, equivale a "examen" o "análisis" de algo; y luego, como resultado de ese análisis, "valoración" de lo analizado -valoración que tanto podrá ser positiva cuanto negativa (por más de que en el lenguaje diario predomine este último matiz). Mientras el saber ingenuo es espontáneo, en el saber crítico domina el esfuerzo: el esfuerzo para colocarse en la actitud crítica. El saber crítico, entonces, exige disciplina, y un cambio fundamental de nuestra anterior actitud ante el mundo (la espontánea). En este sentido es característica esencial del saber crítico estar presidido por un método, vale decir, por un procedimiento, convenientemente elaborado, para llegar al conocimiento, un conjunto de reglas que establecen la manera legítima de lograrlo (como, por ejemplo, los procedimientos de observación y experimentación de que se vale el químico). Mientras que en el saber vulgar la mayoría de las afirmaciones se establecen porque sí, o, al menos, sin que se sepa el porqué, el saber crítico, en cambio, sólo puede admitir algo cuando está fundamentado, esto es, exige que se aduzcan los fundamentos o razones de cada afirmación, "la edad de la tierra -dirá un geólogo- es de tres mil millones de años, aproximadamente"; pero no basta con que lo diga, sino que deberá mostrar en qué se apoya para afirmarlo, tendrá que dar pruebas. 12 Por lo que se refiere a su configuración, en el saber crítico predomina siempre la organización, la ordenación, y su articulación resulta de relaciones estrictamente lógicas, no provenientes del azar; en una palabra, es sistemático, lógicamente organizado. La organización lógica hace que el saber crítico no pueda soportar las contradicciones; y si éstas surgen, son indicio seguro de algún error y obligan de inmediato a la revisión para tratar de eliminarlas; será preciso entonces rehacer el tema en cuestión, porque la contradicción implica que el saber no ha logrado todavía, en ese aspecto, constituirse como saber verdaderamente crítico. La crítica, es decir, el análisis, examen y valoración, opera de manera de evitar la intromisión de todo factor subjetivo; en el saber crítico domina la exigencia simplemente teorética, el puro saber y su fundamentación, y aspira a ser universalmente válido: pretende lograr la más rigurosa objetividad, porque lo que busca es saber cómo son realmente las cosas, que se revelen tal como son en sí mismas, y no meramente como nos parece que son. Resulta entonces evidente que, mientras el saber vulgar está presente en todas las circunstancias de nuestra existencia, el saber crítico sólo se da en ciertos momentos de nuestra vida: cuando deliberadamente se asume la posición teorética, tal como ocurre en la ciencia y en la filosofía. Tampoco es un saber compartido por todos los miembros de una sociedad o época determinadas, sino sólo por aquellos miembros del grupo que se dedican a la actividad crítica, es decir, los hombres de ciencia y los filósofos; y ello sólo en tanto se dediquen a tal actividad, sólo en los momentos en que se encuentren en la actitud crítica, porque en la vida diaria se comportan tan espontáneamente como los demás. Ambos tipos de saber, el vulgar y el crítico, marchan frecuentemente enlazados el uno con el otro. Y, en efecto, sufren diversos tipos de influencias recíprocas, de modo tal que en muchos casos puede presentarse la duda acerca de si determinado conocimiento pertenece a una u otra forma de saber. La característica que permite separar el saber vulgar del crítico no está tanto en el contenido de los conocimientos -en lo que éstos afirman-, cuanto más bien en el modo cómo lo afirman -en que estén convenientemente fundados-, en nuestra actitud frente a los mismos. Si bien la actitud científica es actitud crítica, su crítica tiene siempre alcance limitado, y ello en dos sentidos. De un lado, porque la ciencia es siempre ciencia particular, esto es, se ocupa tan sólo de un determinado sector de entes, de una zona del ente bien delimitada -la matemática, sólo de los entes matemáticos, no de la geografía, no de las clases sociales. Pero por aquí aparece la segunda limitación: dado que la ciencia se ocupa solamente de un determinado sector de entes, y no de la totalidad, no puede preguntarlo todo, no puede cuestionarlo todo, y por lo tanto siempre tendrá que partir de, y apoyarse en, supuestos: la ciencia es un saber con supuestos que simplemente admite. La filosofía intenta ser un saber sin supuestos. El proceso de crítica universal de la filosofía consiste en retrotraer el saber y, en general, todas las cosas, a sus fundamentos: sólo si éstos resultan firmes, el saber queda justificado, y en caso contrario, si los fundamentos no son lo suficientemente sólidos, habrán de ser eliminados o reemplazados por otros que lo sean. Resulta de todo esto que la expresión "saber sin supuestos" viene a coincidir con esta otra: crítica universal, con que también se caracteriza la filosofía. Porque a diferencia de la ciencia, que limita su examen siempre a la zona de objetos que le es propia, la filosofía, puesto que es el saber más amplio, por ocuparse de todo, también encuentra motivos de examen y cuestionamiento, motivos de crítica, en todo absolutamente. A la inversa, cuestionarlo todo equivale a tratar de eliminar todo supuesto, no admitir sino sólo aquello que haya resistido la crítica. 13
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