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Lección 3 para el 18 de abril de 2015
«Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo;
de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz
también aquí en tu tierra» (Lucas 4:23)
Para los habitantes de Nazaret,
Jesús era simplemente el hijo
ejemplar de José (Lc. 4:22)
En la sinagoga, Jesús se atribuyó
una profecía mesiánica (Lc. 4:1821), se llamó a sí mismo profeta (Lc.
4:23) y les recriminó su incredulidad
(Lc. 4:24-27).
No solo se negaron a creer, sino que
estuvieron dispuestos a matar allí
mismo a su Salvador (Lc. 4:29).
Aceptar o rechazar que Jesús fue
mucho más que el hijo de José es
una cuestión de vida o muerte.
«Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y
llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle:
¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?» (Lucas 7:18-19)
Jesús había resucitado a un
muchacho, y el pueblo le llamaba
profeta. Sin embargo, Juan seguía en
la cárcel y Él no hacía nada por
liberarlo. Juan se debatía entre la fe
y la duda.
«Las palabras del Salvador:
“Bienaventurado es el que no fuere
escandalizado en mí,” eran una suave
reprensión para Juan. Y no dejó de
percibirla. Comprendiendo más
claramente ahora la naturaleza de la
misión de Cristo, se entregó a Dios
para la vida o la muerte, según
sirviese mejor a los intereses de la
causa que amaba»
E.G.W. (El Deseado de todas las gentes, pg. 189)
«Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo
Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1:35)
De las 46 veces que aparece la expresión «Hijo de Dios» (en singular)
en la Biblia, todas menos una se refieren a Jesús.
La única persona, aparte de Jesús, que es
llamada hijo de Dios es Adán. Del cual Lucas
nos dice que fue hijo de Dios, para indicar que
no nació de ninguna mujer (Lucas 3:38).
Cuando se refiere a los hombres, la Biblia usa
siempre la expresión «hijos de Dios» (en
plural).
Este título se relaciona directamente con el de
Cristo, el Mesías, el Redentor divino, el Rey de
Israel (Juan 1:49; 11:27).
También afirma la posición de Cristo en la
Deidad. Él es «Dios sobre todas las cosas»
(Romanos 9:5).
«Cristo, el Verbo, el
Unigénito de Dios, era
uno solo con el Padre
eterno, uno solo en
naturaleza, en carácter y
en propósitos; era el
único ser que podía
penetrar en todos los
designios y fines de Dios»
E.G.W. (Patriarcas y profetas, pg. 12)
«Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre
comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores» (Lucas 7:34)
¿Qué hace Jesús como «Hijo del Hombre», según Lucas?
Es un hombre que vivió
humildemente, sin un lugar
donde recostar su cabeza
(Lucas 7:34; 9:58).
Es el único hombre con
prerrogativas divinas. Es
Señor del sábado y puede
perdonar pecados
(Lucas 6:5; 5:24).
Vino a redimirnos del pecado;
a buscar y a salvar lo que se
había perdido
(Lucas 9:56;19:10).
Era consciente de que la
Redención le costaría grandes
sufrimientos y la muerte en la
cruz, tras la cual sería nuestro
Mediador ante el Padre
(Lucas 18:31-32; 22:22; 12:9).
Él volverá a la Tierra para recompensar
a sus santos y concluir la gran
controversia (Lucas 9:26; 12:4;
17:24-30; 21:36; 22:69).
«Él les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo
Pedro, dijo: El Cristo de Dios» (Lucas 9:20)
No importa lo que los demás piensen acerca de
Jesús. Lo verdaderamente importante es lo que
yo, personalmente, pienso de Él.
¿Quién es Jesús para mí?
Si acepto que Él es el Cristo, el Ungido, el Hijo de
Dios, el Hijo del Hombre, el Redentor, no puede
haber otra respuesta que la entrega completa;
un compromiso total con mi Salvador.
Y el Rey de Reyes vendrá un día
para dar el reino a aquellos que
lo hayan reconocido aquí como
el Cristo, el Señor de sus vidas.
«Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada
desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado,
en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del
cielo, cuando estábamos con él en el monte santo» (2ª de Pedro 1:17-18)
Según Lucas 9:28, Jesús subió al monte a orar
y se llevó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan.
Entonces, Moisés y Elías vinieron y hablaron
con Jesús sobre su último viaje a Jerusalén.
Nuevamente, la voz del Padre ratificó la
misión y Persona de Jesús. Después,
oscuridad. Pero la luz que habían recibido
aquella noche no los abandonaría jamás.
Pedro escribió muchos años después acerca
de esta experiencia. Él estaba seguro de a
quién había creído. No había fábulas ni mitos,
él lo había visto con sus propios ojos y quería
asegurarse de que nosotros también lo
creyésemos (2ª de Pedro 1:16-18).
«No es suficiente que creamos que Jesús no es un impostor,
y que la religión de la Biblia no consiste en fábulas
arteramente compuestas. Podemos creer que el nombre de
Jesús es el único nombre debajo del cielo por el cual el
hombre puede ser salvo, y sin embargo, no hacer de él, por
la fe, nuestro Salvador personal. No es suficiente creer la
teoría de la verdad. No es suficiente profesar fe en Cristo y
tener nuestros nombres registrados en el libro de la iglesia.
“El que guarda sus mandamientos, está en Él, y Él en él. Y
en esto sabemos que Él permanece en nosotros, por el
Espíritu que nos ha dado”. “Y en esto sabemos que nosotros
le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos”. Esta
es la verdadera evidencia de la conversión. No importa cuál
sea nuestra profesión de fe, no nos vale de nada a menos que
Cristo se revele en obras de justicia»
E.G.W. (Palabras de vida del Gran Maestro, pg. 254)