«La educación es para nosotras una prioridad»

Iglesia en el mundo
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14 junio 2015
«La educación es para nosotras una prioridad»
Hna. Emilia González, nueva superiora general de Pureza de María
Samuel Gutiérrez
Madres y educadoras. Este es el carisma que desde hace más de 100 años
guía a la Congregación de Religiosas
Pureza de María. Fundadas en 1874
por la mallorquina Alberta Jiménez,
cuentan hoy con casi 300 hermanas
presentes en tres continentes: América,
África y Europa. Desde hace años tienen
el noviciado en Sant Cugat del Vallès,
donde el pasado mes de abril celebraron
su Capítulo General. En él fue elegida
la Hna. Emilia González (Tejerina, 1951)
como nueva superiora general para los
próximos seis años.
¿Cómo afronta el desafío de dirigir la congregación de Pureza de
María los próximos seis años?
Es un desafío que traerá un poco
de todo: alegrías y cruz. He intentado
afrontar esta nueva misión con paz,
serenidad y con gran confianza en el
Señor. De Él viene toda fuerza, por mi
parte sólo deseo ser un simple instrumento en sus manos. Lo que el Espíritu
necesita es que le dejemos actuar y eso
es lo que quisiera hacer: no ponerle
obstáculos, escucharle mucho a través
de la oración y de las hermanas, que
también son su voz.
¿Que le ha pedido el Capítulo General? ¿Cuáles son hoy los principales retos que tienen entre manos?
Este año todas las comunidades
hemos trabajado la exhortación Evangelii gaudium, que, juntamente con las
propuestas de las hermanas, ha sido el
trasfondo de nuestra tarea capitular.
Después de orar y reflexionar mucho,
se me ha pedido que junto a las hermanas del Consejo ayude a impulsar
los siguientes objetivos institucionales:
abrirnos al dinamismo del carisma; renovar nuestro encuentro personal con
Dios; revitalizar la fraternidad; salir de la
propia comodidad y atrevernos a llegar
a todas las periferias que necesitan la
luz del Evangelio.
Los desafíos son enormes...
Sí, y no queremos que solo queden
en palabras bonitas. Cada uno de estos
objetivos se despliega en procesos, iniciativas, estudios, propuestas, acciones,
y sobre todo requiere el don del discernimiento espiritual. De esta manera
deseamos que no solo las hermanas,
sino toda persona que participa de
nuestro carisma se impregne de nuestra
espiritualidad y contribuya a poner su
granito de arena en la nueva evangelización que el Papa desea que se realice
en nuestro mundo.
Llamadas a ser educadoras y
madres... ¿Este carisma es hoy especialmente necesario?
La familia «es la primera y más importante escuela de amor», afirmaba san
Juan Pablo II. En ella se aprenden los
valores que ayudan al niño y al joven a
vivir plenamente su vida. Actualmente
muchos niños y jóvenes no tienen esta
primera escuela. Unos porque el trabajo
de los padres les impide tener tiempo
para sus hijos, otros porque viven en
familias desestructuradas. ¿Quién podrá darles, entonces, esos valores para
crecer fuertes? A través de la educación
nos sentimos comprometidas a ello.
Por otra parte, Benedicto XVI hablaba
de «emergencia educativa». Educar
es, pues, una prioridad porque está
también en juego la concepción del
hombre. La educación es, además, una
de las mejores plataformas que tiene la
Iglesia para evangelizar.
¿Qué entienden por educar?
Educar es sacar de cada persona lo
mejor que lleva dentro. Es hacer crecer lo que el Creador ha puesto ya en
germen. Por eso, ser educadoras es ser
unas profesionales de la paciencia, del
amor y de la esperanza. A mí me gusta
compararlo con el trabajo del campo.
Un árbol, para ser alto y fuerte, necesita los rayos del sol que le acaricien,
la lluvia suave que empape su tierra,
pero no menos el viento y la tormenta
para que sus raíces se claven en tierra y
le sostengan. La función del labrador,
digamos, del educador, es regar, cuidar,
acompañar, preparar el terreno y eso
requiere paciencia y esperanza. Y en
todo ello poner mucho amor. ¿Quién
no necesita en su vida sentirse amado y
valorado? En su camino de crecimiento,
el niño y el joven lo necesitan aún más
para llegar a ser esos hombres y mujeres con los que ha soñado Dios y está
necesitando nuestra sociedad.
¿Cómo se actualiza la llamada a
ser contemplativas en la acción?
Jesús llamó a los suyos para «que
estuvieran con Él y para enviarles a
predicar» (Mc 3,13-15). La acción y la
contemplación son dos caras de una misma moneda. Toda persona enamorada
necesita tiempo para estar con quien
ama. Pero no puede quedarse ahí. Jesús
mismo lanza a los discípulos a la misión.
Ser «contemplativos en la acción» solo
es posible si antes nos hemos dejado mi-
«Nuestro carisma
nos empuja a ser
profesionales de la
paciencia, del amor y
de la esperanza»
rar por Él, si hemos sentido que sus ojos
nos miran con ternura y nos impulsan a
mirar a los demás como somos miradas.
Necesitamos dibujar en nuestro corazón
los rasgos del Padre para poder reconocerlos en sus hijos. Santa Teresa de Jesús
nos decía que hay que ser Marta y María,
y nuestro papa Francisco, «personas que
oran y trabajan».
¿Es difícil lograr el equilibrio?
¡Sí lo es! Porque nuestra sociedad
valora el hacer, lo que se produce, y
nosotras formamos parte de ella. De vez
en cuando, en nuestra jornada, hay que
parar para volver a Jesucristo y pedirle
que nos conceda ojos nuevos, mirada
nueva, luz nueva, para retornar a nuestro trabajo con más fuerza. Nuestra fundadora, Madre Alberta, ya en su época
llevó a cabo una gran multiplicidad de
actividades. Sus contemporáneos la
admiraban, entre otras cosas, por su
equilibrio, fruto de una vida interior
profunda. Y es que cuando la vida se
vive desde dentro y se experimenta que
somos habitados por Alguien, todo en
nosotros se unifica y se vuelve armonioso. Este es nuestro reto: vivir desde
el centro, es decir, desde Jesucristo. Y
esta manera de vivir la aprendemos de
María, Madre y educadora de Jesús.
La congregación crece, ya son
casi 300 hermanas y obras por todo
el mundo. En Cataluña, son una de
las pocas congregaciones religiosas
que tienen novicias jóvenes, y algunas nacidas aquí. ¿Cuál es el secreto
de este florecimiento vocacional?
Cuando se pregunta a las novicias por
qué eligieron nuestra congregación la
repuesta mayoritaria es que somos alegres. El propio papa Francisco dice que
el encuentro con Jesús produce alegría.
Nosotras nos sentimos llamadas y enviadas por Jesús a participar de su misión y
eso nos llena de alegría y genera ilusión
en todo lo que hacemos.
Ha sido elegida superiora general
en el Año de la Vida Consagrada, así
como en el pontificado del primer
Papa jesuita de la historia. ¿Qué
necesita renovar la vida consagrada
para ser fiel al Evangelio?
Los religiosos dentro de nuestro
mundo representamos un número muy
pequeño. Tenemos la responsabilidad
de ser «la levadura» en la masa. Y para
que esta actúe bien necesita estar tiempo en contacto con ella. El Papa nos da la
respuesta a esta pregunta: que vayamos
a todos, en especial a las periferias existenciales. Pide que agudicemos nuestro
oído para que podamos escuchar el
clamor de nuestros hermanos y llevemos
la misericordia y la ternura de Dios a su
amado mundo. La vida consagrada, para
ser fiel al Evangelio, ha de ser vivida,
como dice también el Papa, con agradecimiento y pasión; no permitir que la
rutina y el cansancio puedan invadirla;
renovar cada día el primer amor. También es necesario mirar el futuro con
esperanza y estar convencidos de que el
Espíritu de Jesús sigue presente y actúa
en nosotros. Para ello, tenemos que salir
de la propia comodidad y atrevernos a
llegar a las persona, convirtiéndonos así
en expertos en comunión.