accion de gracias por mis cincuenta años de vida religiosa

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ACCION DE GRACIAS POR MIS CINCUENTA
AÑOS DE VIDA RELIGIOSA
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ucaristía es Acción de Gracias. En esta oportunidad, a través de ella
doy gracias al Señor por su llamada, que la inició desde mi niñez al
darme unos
padres -Demetrio y
Francisca Isabel-,
que
con
sus
enseñanzas
me
permitieron
conocerlo y amarlo.
Fue mamá quien, a
una edad muy corta
me despertaba y
me indicaba dar
gracias a Papá lindo
y a la Mamá linda, al mismo tiempo que me enseñaba la señal de la cruz
tomando mi mano
antes de bajarme de
la cama. Y digo
bajarme, porque yo
sola no podía.
Esta iniciación en el
amor a la Eucaristía
se fue consolidando
cuando nos llevaba
a la Catedral en
Corpus Cristi y al
Señor
de
los
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Milagros en Octubre, tomándome de la mano, mientras sostenía en brazos a
mi hermana Rosarito.
Mi hermana
Esther solía
llevarme
al
Santuario de
Santa Rosa,
hoy Basílica
de
Santa
Rosa,
en
donde
ella
participaba en
el
coro
además de ser
catequista. A
las seis de la
tarde
se
rezaba
el
Rosario ante el Santísimo y a continuación había un momento de Adoración
que finalizaba con la bendición Eucarística. Como niña pequeña hablaba y
también hacía travesuras, por lo que mi hermana Esther me decía muy bajito:
“Quédate quieta que Jesús está allí”, refiriéndose a la Custodia; a lo que yo
respondía a plena voz: “¿Dónde está? Yo no lo veo”.
Todo esto contribuyó a que creciera en mí el amor y devoción a Jesús
Eucaristía. Y más tarde comencé a buscarlo individualmente, yendo a la Santa
Misa y asistiendo a las bendiciones eucarísticas. A los ocho años sentí
claramente el deseo de ser religiosa; a los quince años participaba de la misa
y comunión diarias.
A los pies de la Virgen del Carmen se fortaleció mi vocación. A ella le pedí,
contando ya con veintidós años, encontrar una Congregación conforme a la
voluntad de su Hijo. Unos pocos días antes de julio de 1960, intensifiqué mi
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oración, y me puse el hábito de la Virgen del Carmen el primero de julio.
Ocurrió que, el nueve de dicho mes, una de las dos religiosas Esclavas de la
Santísima Eucaristía que había conocido dos semanas antes en la Iglesia de
San Pedro, en el Cercado de Lima, quienes me preguntaron en esa ocasión si
tenía vocación,
me
comunicó
que Madre María
San
Ignacio,
Superiora de la
Congregación,
quería
conocerme,
citándome en su
sede que se
situaba en calle
Bellavista 169 Miraflores. Las
Hermanas, en esa época, llevaban la Dirección de la Sección Infantil del
Colegio Champagnat.
Cuando llegué a mi casa inventé una salida para el día siguiente, que era
domingo, a fin de ir a visitar la casa de las religiosas. Era el diez de julio de
1960. Fui recibida por Madre Gloria Pereyra, quien me informó que estaba
por terminar el recreo de la comunidad, y por tanto, debía esperar para ser
atendida. Al poco tiempo vino la Madre María San Ignacio. La sentí franca,
cercana, amiga y de gran profundidad espiritual. Conversamos largamente. Al
despedirme me dijo que quería conocer a mi mamá. Sabía que mi papá había
fallecido el año anterior, justo en el año en que ellas llegaron al Perú: 1959.
El 30 de julio acudimos a la entrevista. Esther, una de mis hermanas mayores,
acompañaba a mamá. Después de una amena conversación se fijó la fecha de
mi ingreso a la Congregación como Aspirante para el 6 de enero de 1961.
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Durante
el
tiempo previo
iba a visitar a
las Hermanas,
primero cada
quince días y
después cada
semana hasta
mi
ingreso.
Por fin llegó
el gran día: 6
de enero, uní
mi alegría de
Aspirante con
la alegría de
Madre María Paz (Eulalia), quien celebró sus Votos Perpetuos en la Eucaristía
de las ocho de la mañana.
Todo estuvo muy lindo hasta que vi partir a mi madre, a mis hermanas
mayores, a mi sobrina y a mis dos sobrinitos. Fue el primer remezón; parecía
que parte de mi vida se iba con ellos. De rodillas ante el Sagrario empecé a
sentir la presencia del Señor y con ello la alegría. Transcurrió el tiempo hasta
que a fines de noviembre del año 1962, Madre María San Ignacio me dio la
noticia esperada: en diciembre debería partir a España (Madrid), a fin de
empezar mi formación c omo religiosa Esclava de la Santísima Eucaristía y de
la Madre de Dios.
Salí del Perú el 18 de diciembre del mismo año. El 24 de diciembre me dieron
la sorpresa y en la Misa de Navidad empecé el Postulantado. El 3 de mayo de
1963 inicié el Noviciado, Y transcurrido un poco más de dos años, llegó el
momento de mi primera profesión, que tuvo lugar el 15 de agosto de 1965,
en la Casa del Noviciado de Madrid. Era el año que concluía en Roma el
Concilio Vaticano II.
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Un año antes de mi profesión perpetua fui destinada al Perú en febrero de
1969. El 15 de agosto de 1970 hice los votos perpetuos en la casa de
Bellavista (Miraflores).
¿Qué puedo
decir de este
tiempo?
Desde
entonces
hasta aquí
han
transcurrido
cincuenta
años.
Benditos,
porque Dios
ha estado en
ellos
indistintamente. Yo he tenido el privilegio de sentir vivencias como las que
contiene la Biblia acerca de los judíos en el desierto en su largo
desplazamiento desde Egipto para llegar a la tierra prometida, cuando, al no
ver la nube guía que permanecía oculta ante ellos, concluían que Dios los
abandonaba sin reconocer que EL, estaba siempre con ellos sosteniéndolos,
guiándolos, alimentándolos. Ellos tuvieron a Moisés que los comunicaba con
Dios, intercediendo por ellos en sus rebeldías o necesidades. Yo, tuve al
Espíritu Santo que me guió y sostuvo, a María y a Madre Trinidad, mis
intercesoras. A Jesús, como alimento y como fortaleza lo encontré en la misa
y comunión, en la oración y Adoración.
Madre Trinidad decía que sin la Adoración no tenía razón de ser nuestro
Instituto. Ese contacto íntimo con Jesús fue fortaleciendo mi amor y amistad
con El, aún en los momentos que parecía estar oculto.
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Al cabo de estos cincuenta años puedo unir mi canto al de María, para
decirles a todos ustedes que soy infinitamente feliz como Esclava de la
Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios. Me siento totalmente realizada
en mi vocación y espero que en los próximos años de vida el Señor continúe
modelándome para alcanzar una mayor identificación con su imagen.
Agradezco a la Congregación que me acogió con inmenso cariño y me ayudó
a crecer espiritualmente y como persona. Exttiendo este agradecimiento a
Madre Teresita, quien fue Superiora General cuando ingresé a la
Congregación, ya que interpretó la voluntad del Señor para mi admisión. A
mis formadoras, Madre Araceli Jiménez y Madre Anunciación Viguri. A todas
y cada una de las Hermanas con las que viví, tanto en España durante seis
años, como en el Perú. Gracias a las Hermanas de la Comunidad que han
preparado esta celebración con gran cariño. A los sacerdotes presentes que
me han acompañado en esta Acción de Gracias. Al coro que ha dado gran
realce a la celebración. A todos y cada uno de ustedes, amigas y amigos,
profesoras y ex-profesoras del Regina, personal administrativo y de apoyo en
el Colegio, padres de familia, ex-alumnas. En especial quiero agradecer a mi
amada familia, que hoy y siempre me acompaña. A todas y todos muchas
gracias.