Carpeta N°2 - LOS ENEMIGOS DEL ALMA - Lección 9: LOS CELOS (Parte II) Introducción En la clase anterior, hemos estado hablando acerca de los celos, en su concepción positiva, en cuanto a la sana demostración de compromiso y cuidado. Sin embargo, todos conocemos la parte negativa de los celos. Es por eso que hoy continuaremos viendo este tema, relacionado al ámbito de la iglesia y por supuesto, cuál es la solución para terminar con este enemigo del alma que tanto puede afectarnos. 1. Los celos en el ámbito de la iglesia: Muchas veces nos encontramos con que hay celos entre los hermanos. Las causas son diversas. Vamos a considerar dos de las posibles: a. Celos porque dios bendice a mi hermano más que a mí (podemos llamar a esto, envidia) Al respecto nos dice el Señor: “¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia porque yo soy bueno?” Mateo 20:15. ¡Cuidado cuando nos ponemos mal porque Dios le da a mi hermano una pareja, una casa, un auto, etc! Un ejemplo trágico de este tipo de celos lo hallamos en Génesis 4:1-8 en el episodio de Caín y Abel. b. Celos porque tal hermano/a es más reconocido que yo: A veces un hermano es reconocido por los demás (la congregación, el pastor), por el don que el Señor le ha dado, y ello provoca celos en algunos. Así le ocurría a Pablo cuando predicaba con la sabiduría que Dios le había dado. En esos momentos el pueblo atendía mucho a sus palabras y esto despertaba los celos de los religiosos del momento (Hechos 5:17; 13:45; 17:5). Otros ejemplos: El rey Saúl y sus celos hacia David, por el favor del pueblo, Los hermanos de Jacob hacia él, porque su padre se amaba mucho (1 Samuel 18:6-16 y Génesis 37:1-11). Por último, no demos motivos para los celos. Allí donde debemos fidelidad, cumplámosla responsablemente, no jugando peligrosamente, ni dando lugar a las dudas. Algo importante en las demás relaciones es no hacer acepción de personas. Ello genera celos y resentimientos. 2. El remedio para los celos I. Admitir que es pecado lo que sentimos. El celoso difícilmente querrá admitir que lo es, no debemos excusarnos diciendo “soy celoso/a porque quiero…” o “si no me importaras, no sería celoso/a…” y similares. Si vemos delante de Dios con sinceridad que los celos nos dominan y causan daño, debemos confesarlo. II. Renunciar a posesionarnos de la persona querida y entregársela al Señor. III. Fortalecer nuestra autoestima a la luz del precio de la Sangre de Cristo. IV. Reprender de nuestras vidas al temor y confiar en que el Señor guardará nuestras relaciones en armonía. V. Perdonar a todos los que nos han fallado y permitir que Dios quite de nosotros toda herida vieja. 3. ¿Cómo ayudar al celoso? Debemos considerar la manera adecuada de ayudar al celoso, sea nuestro cónyuge o tal vez un conocido. Definitivamente no lo ayudamos con reproches, o burlas, ni respondiendo con enojos a sus celos y mucho menos demostrándole lo tonto que es al tener celos. Todas estas actitudes agudizarán sus temores e inseguridades. Si le respondemos con asperezas creerá que verdaderamente no le queremos, si nos burlamos creerá que sus fantasías son realidades. El mejor remedio que podemos ofrecerles es el AMOR, comprenderle y brindarle seguridad, al mismo tiempo que le hacemos reflexionar en el daño que le causan los celos. Podremos ver cómo el perfecto amor echa fuera el temor. Conclusión: Por tanto, debemos recordar que no hay que compararse con los hermanos en la iglesia. Cada uno, corre su propia carrera y es moldeado de acuerdo al propósito que Dios ha diseñado para cada uno. Si el Señor está bendiciendo a otro, no nos da derecho a sentir malestar, sino más bien debemos desarrollar la gratitud por la respuesta de Dios con esa persona y claro está, también prepararnos con expectativa acerca de lo que Dios también hará en nuestra propia vida. Asimismo, debemos practicar los remedios para los celos mencionados y ayudar a quien estamos viendo que sufre a nuestro alrededor. Dios desea que seamos libres de todo enemigo del alma! Año 2015 Iglesia “Rey de Reyes” Pastores Claudio y Betty Freidzon
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