Lección 3 para el 18 de octubre de 2014 «Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman» (Santiago 1:12) 1. Santiago 1:13-14. • El origen de la tentación. 2. Santiago 1:15. • La tentación y el pecado. 3. Santiago 1:16-18. • La tentación y el nuevo nacimiento. 4. Santiago 1:19-20. • La tentación, las palabras y la ira. 5. Santiago 1:21. • ¿Cómo resistir la tentación? «Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Santiago 1:13-14) En primer lugar, Santiago nos muestra que Dios NO ES el origen de la tentación. Santiago absuelve en forma terminante a Dios de ser el originador de cualquier insinuación para que alguno peque. A continuación, nos muestra el verdadero origen de la tentación: el pecado que habita en nosotros, nuestros propios malos deseos (concupiscencias) ¿Cómo podemos hacer frente a esta tentación? Como lo hizo Jesús: «Escrito está» [tomando «la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Efesios 6:17)] «Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte» La tentación nos vence porque deseamos pecar. El pecado nace en nuestra mente y se consuma en actos pecaminosos. Somos tentados Nuestro deseo genera el pecado (Santiago 1:15) El pecado es consumado Estamos condenados a muerte «Tenemos, sin embargo, algo que hacer para resistir a la tentación. Los que no quieren ser víctimas de los ardides de Satanás deben custodiar cuidadosamente las avenidas del alma; deben abstenerse de leer, ver u oír cuanto sugiera pensamientos impuros. No se debe dejar que la mente se espacie al azar en todos los temas que sugiera el adversario de las almas… Pablo dice: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay alguna virtud, si alguna alabanza, en esto pensad”. Filipenses 4:8. Esto requerirá ferviente oración y vigilancia incesante. Habrá de ayudarnos la influencia permanente del Espíritu Santo, que atraerá la mente hacia arriba y la habituará a pensar solamente en cosas santas y puras. Debemos estudiar diligentemente la Palabra de Dios. “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra”, dice el salmista y añade: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. Salmos 119:9, 11» E.G.W. (Patriarcas y profetas, cp. 41, pg. 436) «Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas» (Santiago 1:16-18) Ante la perspectiva de pensar en Dios como tentador, o ante la idea de sucumbir ante el pecado, Santiago nos dirige hacia la esperanza. El Padre de las luces es plenamente confiable porque no cambia. Él tiene el poder de hacernos nuevas criaturas a través de su palabra, transformando nuestros pensamientos y nuestros deseos. Dios nos ama tanto que, aun sin merecerlo, nos da «toda buena dádiva y todo don perfecto»; incluyendo al mejor de los dones, Jesús, y el nuevo nacimiento. «Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Santiago 1:19-20) Naturaleza humana Nueva naturaleza • Tardo para oír • Pronto para oír • Pronto para hablar • Tardo para hablar • Pronto para airarse • Tardo para airarse Evitamos caer en la tentación al dedicar tiempo para oír la Palabra de Dios, cuidar nuestras palabras, y evitar el enojo (Lc. 8:8; Pr. 10:19; Job 5:2) «Trabajad desinteresada, amante y pacientemente por todos aquellos con quienes os relacionáis. No mostréis impaciencia. No profiráis ni una palabra que no sea amable. Permitid que el amor de Cristo habite en vuestros corazones, la ley de bondad en vuestros labios» E.G.W. (Servicio cristiano, pg. 285) «Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas» (Santiago 1:21) 1. Desechar toda inmundicia. Dejarnos quitar nuestras ropas viles y vestirnos de Cristo (Zac. 3:3-4) 2. Desechar la malicia. Toda forma de mal sobra en la vida cristiana (1P. 2:1) 3. Recibir con mansedumbre la palabra implantada. Como la semilla muere al ser plantada y germinar, debemos entregarnos completamente a Jesús, eligiendo morir a nuestros caminos pecaminosos y permitirle crearnos a su imagen. «Dios invita a aquellos que conocen su voluntad a ser hacedores de su palabra. La debilidad, la tibieza y la indecisión provocan los asaltos de Satanás; y los que permiten el desarrollo de estos defectos serán arrastrados, impotentes, por las violentas olas de la tentación. De cada uno de los que profesan el nombre de Cristo se requiere que crezca hasta la plena estatura de Cristo, cabeza viviente del cristiano» E.G.W. (Testimonios, tomo 5, pg. 244)
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