Soportar la tentación - Recursos Escuela Sabatica

COMENTARIOS DE LA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA
IV Trimestre de 2014
La epístola de Santiago
Lección 3
18 de octubre de 2014
Soportar la tentación
Prof. Sikberto Renaldo Marks
Versículo para Memorizar: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación;
Porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Santiago 1:12).
Introducción
“Al creyente puede sobrevenirle pruebas, sin embargo el Señor lo acompañará. La zarza
ardiente no fue consumida por la presencia del Señor. Las llamas no destruyeron ni una
fibra de sus hojas. Lo mismo sucederá con el débil agente humano que pone su confianza en Jesús. El horno de la tentación puede arder, la persecución y la prueba sobrevenir,
pero únicamente la escoria será consumida. Semejante al oro, el proceso de la purificación le dará más brillo” (Recibiréis poder, p. 133).
¿Cómo son nuestras tentaciones? ¿Cuál es diferencia entre tentación y prueba? ¿Cuál
es el efecto de ambas?
Todos, sin excepción, tenemos nuestros puntos débiles. Si estos puntos débiles no son
resueltos, no nos salvaremos. Esto significa que no alcanzaremos la salvación con los
pecados acariciados, sino únicamente sin ellos. Deben ser superados. De allí que la
tentación se transforma en prueba, oportunidad de superación. Cada uno de nosotros
sólo podrá ser purificado justamente en esos puntos en los que estamos aferrados al
pecado, las tentaciones cotidianas de nuestra vida.
La tentación es todo aquello que puede perjudicarnos en relación a la vida espiritual.
Puede abarcar el área afectiva, la alimentación, la pereza, los deseos inmorales o de
poder, y muchas otras cosas más. El hecho es que, reiteramos, nuestro grave problema
son aquellas tentaciones que se han convertido en una rutina en nuestra vida. Nos gustan. Nos hemos convertido en esclavos de ellas, es difícil vivir sin ceder a ellas. Y es
mediante esas tentaciones que Satanás nos controla, pero es también a través de ellas
que Dios desea que salgamos fortalecidos. Esta es la gran cuestión: vencer la tentación.
Eso sólo es posible mediante el poder de Dios, que nos socorre y fortalece. Pero también
sólo es posible si deseamos la victoria. La voluntad de hacerlo tiene que surgir de nosotros. El deseo de abandonar vicios o debilidades arraigadas tiene que surgir de alguna
clase de tristeza por estar pecando.
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Cuando nos sentimos atraídos por nuestro Salvador, sentimos vergüenza a causa de
aquellos pecados que nos dominan. Es en ese instante que el Espíritu Santo inicia una
nueva obra en nuestra vida. Hasta entonces, Él procuraba atraernos, y cuando ya fuimos
atraídos, Él comienza la etapa del cambio en nuestra vida. Pero siempre tenemos que
mantener el deseo de ser transformados. Cuando con el poder de lo alto obtenemos la
primera victoria, cuando superamos una de nuestras tentaciones rutinarias, entonces
sentimos un íntimo gozo, y anhelamos continuar en la senda del triunfo. Desde ese momento en adelante, la tendencia será sentir ese deseo nuevamente, derrotando a otras
tentaciones. En eso consiste el cambio de carácter, es ser probado en el fuego, y salir
refinado como el oro, purificado y santificado. Ese es el tema de la lección de esta semana.
La raíz de la tentación
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado por Dios; porque Dios no tienta a
nadie, ni puede ser tentado por el mal. Sino que cada uno es tentado, cuando es atraído
y seducido por sus propios malos deseos” (Santiago 1:13,14).
Primera pregunta: ¿Cuál es el origen de la tentación? Respuesta obvia: Satanás, nunca
de parte de Dios, tal como lo dice el versículo analizado.
Segunda pregunta: ¿Qué es lo que permite que caigamos más fácilmente en la tentación? Respuesta obvia: Nuestros malos deseos.
¿Has notado cómo actúan los especialistas en mercadotecnia, los especialistas en ventas, que saben cómo hacer que la gente compre toda clase de productos? Estudian los
puntos débiles de las personas, las clasifican, y elaboran avisos publicitarios para que las
personas, en sus diferentes categorías, compren. ¡Cuánta mercadería que se compra, y
nunca es utilizada! Un ejemplo de esto son los aparatos hogareños para hacer ejercicio
físico. Hay miles de estos sirviendo de refinados soportes para colocar cualquier cosa
encima de ellos, menos para ser utilizados con el fin para el que fueron fabricados. No
obstante, fueron comprados por la vía de un inteligente y seductor llamado hacia la salud
personal. Así también, cuántos medicamentos y productos son vendidos para lograr
adelgazar, y –sin embargo– las estadísticas muestran que la proporción de las personas
con sobrepeso y obesidad aumenta cada vez más.
Satanás, que es extremadamente inteligente, que tiene a su disposición millones de otros
ángeles de elevada inteligencia, conoce muy bien en qué puntos cada uno de nosotros
puede ser tentado eficazmente, para enredarnos. Son exactamente en esos puntos, los
cuales podemos resumirlos en una sola palabra: concupiscencia, o malos deseos, en los
que nos atrae, y fácilmente caemos.
Elena G. de White, enseña acerca de la codicia: 1 “La codicia es un mal que se desarrolla
gradualmente. Acán albergó avaricia en su corazón hasta que ella se hizo hábito en él y
le ató con cadenas casi imposibles de romper. Aunque fomentaba este mal, le habría
horrorizado el pensamiento de que pudiera acarrear un desastre para Israel; pero el peEn portugués, la lengua original de este comentario, la expresión que en español es traducida como “concupiscencia”, se la ha vertido en varias versiones bíblicas como “cobiça”, cuya acepción principal es “codicia”
en español. Debe tenerse esto en cuenta tanto para esta frase, como para la siguiente sección del comentario.
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1
cado embotó su percepción, y cuando le sobrevino la tentación cayó fácilmente” (Patriarcas y profetas, p. 530).
“Acán había albergado la codicia y el engaño en su corazón, hasta que sus percepciones
del pecado se oscurecieron, y fue víctima fácil de la tentación. Los que se aventuran a
acariciar una vez un pecado conocido caerán más fácilmente la segunda vez. La primera
transgresión abre el camino al tentador, quien gradualmente destruye toda resistencia y
toma posesión completa de la ciudadela del alma. Acán había escuchado las advertencias frecuentemente repetidas contra el pecado de la codicia. La ley de Dios, clara y
positiva, había prohibido el robo y todo engaño, pero él continuó acariciando el pecado.
Como no fue descubierto y reprendido abiertamente, se hizo más osado; las advertencias
tuvieron cada vez menos efecto en él, hasta que su alma estuvo sujetada por cadenas de
oscuridad” (Conflicto y valor, p. 119).
Cuando la concupiscencia concibe
¿En qué circunstancias se inició toda la historia de la rebelión? Con la codicia, en la mente de Lucifer. Inicialmente, eran meros pensamientos orientados a ser semejante al Altísimo. Pero con el tiempo se convirtieron en una idea atractiva, deseable. Y más adelante
se fue generando un proyecto de revolución en el Cielo. Y luego la revolución se desencadenó, y una tragedia de proporciones mayúsculas manchó a gran parte del universo,
partiendo del propio trono de Dios. Atención: los grandes pecados se originan en los
niveles más altos de la jerarquía. Siempre fue así.
Con propiedad, la lección afirma que “la batalla contra el pecado comienza en la mente”.
Esto es una gran verdad. Por lo tanto, debemos admitir que todo pecado es, en su inicio,
muy fácil de ser combatido: alcanza con pedir, a través de una oración, poder de lo alto
para que los malos pensamientos sean repelidos. Lo que nunca debiéramos hacer es
permitir que los malos pensamientos se nutran, y se conviertan en acciones. Ese es el
gran problema. Fue así como cayó Lucifer, y así es como todos caen.
Entiéndase que el mal es difícil de ser combatido cuando ya se ha arraigado en la mente,
cuando se ha convertido en dominador, enviciando la mente hacia el deseo de hacer lo
que se ha idealizado en primera instancia. Y todo se inicia con la codicia, o sea, en un
deseo contrario a los principios divinos que se van alimentando y van convirtiéndose en
poderosos. Al nutrir pensamientos inicuos, paralelamente dudamos de Dios. Sí no recurrimos a Él, es porque no confiamos en Él. Es decir que preferimos albergar en nuestra
mente pensamientos contrarios a lo que Dios aprueba, y nos sentimos –en cierto modo–
reprobados por Dios, cuando en realidad, Él quiere ayudarnos, y nos apartamos de Él.
Dudamos de que Él desee ayudarnos, y pensamos que Él sólo quiere castigarnos. Y
entonces vamos apartándonos gradualmente, hasta que estamos tan lejos que la tentación va abriendo brechas en todos lados, para afectar y dominar nuestra mente. ¡Y van
apareciendo otras nuevas tentaciones!
¿Qué ocurrió en el caso de Eva? El error no fue acercarse al árbol de la ciencia del bien
y del mal. Tampoco fue pecado el que los dos se separaran, ya sea por descuido o por
cualquier otra razón. Sin duda fueron actitudes peligrosas, pero aún no se habían convertido en pecado. Por eso debemos tener el máximo del cuidado con los actos que en sí
mismos no constituyen pecado, pero que están en el borde mismo. Y estos actos son
muchos. En el caso de la primera pareja, hubo tres errores: se separaron, Eva se acercó
al árbol, ¡y se puso a conversar con la serpiente! En la charla, le interesó la propuesta de
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la serpiente, no se preocupó de lo que Dios le había dicho acerca de no comer el fruto, y
el resto de la historia la sabemos: sufrimiento para la pareja, y para todos sus descendientes, o sea, nosotros.
¿En qué momento entonces es más fácil vencer a la tentación? Cuando todavía está en
el pensamiento primario. Y eso es lo que le debemos pedirle a Dios, que nunca permita
que la tentación se convierta en peligrosa (el diálogo con Eva), y mucho menos que la
pongamos en práctica (comer del fruto).
Toda buena dádiva y todo don perfecto
Por lo visto, hay dos fuentes para el origen de las ideas y pensamientos: Dios y Satanás.
Santiago 1:17 afirma que todo lo que es bueno proviene de Dios. Por consiguiente, podemos también afirmar que todo lo que es malo, no proviene de Dios, sino de Satanás.
Ahora bien, esta es una conclusión obvia, pero relevante y efectivamente peligrosa. Representa un gran riesgo para nuestra vida. En suma, si tenemos algo en nosotros que no
es bueno, entonces forma parte del imperio de Satanás. ¿Será que no hay nada en nosotros que no se origine en Dios?
¡Por eso Santiago dice: “No os engañéis” (RVR 60; “no erréis”, NRV2000)! “Toda buena
dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces”. Es decir que
sólo lo bueno proviene de Dios. Pero, ¡cuánto somos atraídos por los poderes “de abajo”!
Esta madrugada estaba leyendo los capítulos 5 al 7 de Jeremías, donde el profeta argumenta contra Judá, a la que él considera como pérfida. El pueblo de Dios insistía en
volverse a los ídolos y a la falsa adoración. Aunque Dios había enviado profetas, uno tras
otro, no fueron escuchados por los reyes y los sacerdotes, y el pueblo se había corrompido, siguiendo a líderes liberales, involucrados con la falsa adoración. ¿Y qué pasa en
nuestros días? Es cierto que no estamos adorando ídolos de madera o de piedra, de
yeso o de algún otro material. Pero, ¿qué afirma Elena G. de White acerca de nosotros,
en estos días de Laodicea, antes del fuerte zarandeo? “Es una solemne declaración la
que hago a la iglesia, de que ni uno de cada veinte de aquellos cuyos nombres están
registrados en los libros de la iglesia se halla preparado para terminar su historia terrenal,
y que estaría tan ciertamente sin Dios y sin esperanza en el mundo como el pecador
común. Profesan servir a Dios, pero están sirviendo fervientemente a Mammón. Esta
obra que se hace a medias es una negación constante de Cristo, más bien que una confesión de Jesús. Muchos han traído a la iglesia su propio espíritu insubordinado, carente
de refinamiento. Su gusto espiritual está pervertido por sus propias corrupciones inmorales y degradantes, y simbolizan al mundo en espíritu, en corazón y en propósito, confirmándose a sí mismos en prácticas lujuriosas, completamente llenos de engaño en su
profesa vida cristiana. ¡Viven como pecadores, y pretenden ser cristianos! Los que pretenden ser cristianos y confesar a Cristo deben salir de entre ellos, y no tocar cosa inmunda, y separarse…” (Servicio cristiano, pp. 52, 53).
Todos debiéramos reflexionar: ¿Estamos realmente interesados en las cosas de arriba?
¿O nos atraen los atractivos de “abajo”? Muchos de nosotros ni siquiera logramos distinguir una cosa de la otra, lo que es aún más triste.
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Tardo para hablar
¿Qué poder tienen las palabras? Hay muchos recursos para que las palabras tengan
poder. Cuando son escritas, es la elegancia y la belleza o fuerza de los pensamientos los
que impresionan al lector. Cuando son pronunciadas, la selección de pensamientos y la
elocuencia tiene el poder de impactar sobre las personas. Generalmente, las palabras
habladas poseen más poder que las escritas, debido a la entonación de la voz y al énfasis que podemos darles.
Por ejemplo, las palabras dichas con ira, es evidente que provocarán ira en los demás
que escuchen. Si esas palabras de ira fueran maliciosas, la reacción del otro será mayor.
Y si, además de eso, fueran exageradas, o hasta incluso falsas, entonces se podría esperar una reacción mayor aún. Si gritamos, el problema aumenta. Si lo repetimos ante
muchas personas, la furia de quien está siendo el blanco de las palabras, llega a niveles
extremos. A través de las palabras mal dichas, habladas sin amor, muchas veces lo que
realmente debiera ser dicho, puede generar un problema mucho mayor que si nos quedáramos en silencio. Y esto es que se ha vuelto problemático en muchas familias. Muchas separaciones tienen lugar por esta vía, si bien no es la única manera por la cual un
matrimonio deja de amarse.
En estos tiempos, en las escuelas se ha acentuado el bullying, El carácter de quien lo
comete se deteriora, y la sensibilidad y equilibrio emocional de quien lo sufre, puede
verse terriblemente afectado. Por ejemplo, imagina una niña con sobrepeso sufriendo
palabras, apodos y expresiones maliciosas. La falta de educación en los hogares y la
desaparición del amor (ver Mateo 24:12) está conformando una sociedad de incivilizados,
personas desequilibradas, incapaces de tener empatía de los demás. Sólo piensan en sí
mismas, y quien sea diferente de lo que ellos piensen que es normal, sufre agresiones.
Nuestros hogares y escuelas deben ser diferentes. La sociedad adventista debe marcar
la diferencia en la sociedad secular de este mundo.
En este mundo se intenta enseñarnos a decir frases provocativas. Especialmente las
telenovelas y muchas películas tienen este propósito. Somos bombardeados, día tras
día, por pensamientos de ira y provocación. El líder de un partido político que pretende
convertirse en el líder de una nación no escatima agresiones a los demás candidatos.
¿Cómo una sociedad así podría progresar socialmente? ¿Cómo podría desear tener
familias equilibradas con niños y adolescentes que vivan en paz con los demás? Debemos reflexionar acerca de lo que hablamos, escribimos y cómo lo hacemos. Santiago fue
uno de los escritores bíblicos que trató este delicado tema. Resumiendo lo que él afirma:
todo lo que no debiera ser dicho, no debe decirse, y todo lo que deba decirse, que se
haga, con mucha reflexión, para que se diga con amor.
Las palabras tienen el poder de lastimar íntimamente a las personas, y tienen un efecto
acumulativo de tal magnitud que, con el tiempo, muchas personas se enfermas. Hay
muchas muertes a causa de palabras mal escogidas y dichas de manera equivocada.
Salvados por recibir
La recepción de la Palabra de Dios es muy bien descripta por Santiago, así como por
Zacarías (Zacarías 3:3, 4). Debemos arrepentirnos de nuestros pecados. Entonces seremos perdonados. Y luego del perdón, recibiremos vestiduras limpias.
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En otras palabras: el arrepentimiento involucra la renuncia al pecado, al deseo de cambiar de vida. A través del perdón, somos limpios de la inmundicia de nuestros pecados
cometidos. Y con las vestiduras limpias, simbólicamente, somos considerados justos,
dignos de la condición de hijos de Dios, para ser salvos para vida eterna.
Eso no significa que debamos ser perfectos para que seamos aceptados por Dios. Eso
aquí no ocurrirá mientras no seamos transformados totalmente, y eso sólo acontecerá en
la Segunda Venida de Cristo. No obstante, si estamos en el camino del Señor, si cada
día nos entregamos a Él, nuestro Salvador, si –tal como David– nos arrepentimos de
nuestros errores, y estudiamos su Palabra para enriquecernos con el conocimiento de la
verdad. Él nos perdonará siempre que sea necesario.
Resumen y aplicación del estudio
I.
Síntesis de los principales puntos de la lección
1. ¿Cuál es el principal enfoque?
Todos tenemos algunos pecados en nuestra intimidad a los cuales nos hemos
acostumbrado, incluso nos hemos vuelto dependientes de ellos. Son esos pecados los que frecuentemente golpean la puerta de nuestro corazón para tentarnos
otra vez. Generalmente caemos cada vez que ellos reaparecen. La victoria sobre
tales tentaciones y pecados respectivos es de lo que trata la lección de esta semana. Venciéndolos es como salimos fortalecidos en la fe, capacitados para vencer otras situaciones que aparezcan en nuestra vida. Para alcanzar la victoria es
necesario que luchemos con el poder del Espíritu Santo. Sin Él, cada vez que enfrentemos la situación, será para fortalecer el pecado en nuestra vida, es decir,
que nos estaremos acostumbrando a la derrota. En muchas ocasiones, las derrotas sucesivas nos llevan a racionalizar la situación, pensando: “No es tan malo…”.
O: “Algún día venceré…”. O incluso dejamos de pensar en el asunto. Alguien que
está enviciado con el mate, dice que tomar mate no es pecado, 2 y se enoja mucho cuando alguien afirma lo contrario.
2. ¿Cuáles son los tópicos relevantes?
•
•
Por la Palabra de Dios podemos fortalecernos espiritualmente, obteniendo el
verdadero conocimiento para buscar a Dios cuando lo necesitemos.
Otro punto es que nos salvamos cuando nos esforzamos para salvar a otros.
Cuanto más miramos hacia el “yo”, buscando nuestra propia salvación, más
débiles nos haremos y más dependientes quedaremos de la colección de pecados y tentaciones que Satanás ha preparado para cada uno de nosotros.
Nota del Traductor: Tomar mate es una costumbre tradicional ampliamente extendida en Argentina, sur de
Brasil. Paraguay y Uruguay, y en todos los estratos sociales. Se trata de una infusión realizada con hojas
molidas de yerba mate (Ilex Paraguayensis) que se bebe, generalmente, con una bombilla, aunque hay otros
modos de consumirla. Constituye virtualmente un rito social, donde en rueda se comparte esta infusión. Se
han comprobado sus efectos estimulantes análogos al del café y el té, además de que sus efectos favorecen
cierta compulsión o adicción a su consumo.
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2
•
En este sentido, debemos obtener conocimiento de la Palabra de Dios, estudiándola y poniéndola en práctica. El conocimiento transformador proviene de
la enseñanza que inculca el saber mediante el estudio, y lo exterioriza a través
de la práctica de lo que se ha aprendido.
3. ¿Has descubierto otros puntos que podrías añadir?
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II. ¿Qué cosas importantes podemos aprender de esta lección?
Dos, por lo menos, son los más importantes: el pecado tiene sus atractivos, medios
poderosos para desarrollar en nosotros el deseo de practicar esos pecados. Lo segundo que tenemos que aprender, es que, para superar nuestros pecados, la mejor
estrategia es trabajar para auxiliar a otras personas a ser salvas para vida eterna,
ayudándolas a superar sus pecados.
1. ¿Qué aspectos puedo agregar a partir de mi estudio?
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2. ¿Qué medidas debemos tomar a partir de este estudio?
Siempre debemos buscar en primer lugar conocer cada vez más a nuestro Salvador. Eso lo logramos a través del estudio de su Palabra. También –un modo práctico de hacerlo– es hacerlo mediante el estudio de las lecciones de la Escuela Sabática. Ningún estudio es demasiado eficaz si no es puesto en práctica. Por lo tanto, cada uno de nosotros debiera adoptar alguna tarea para lograr que otros sean
salvos. Esto debiera ser algo personal, adaptado al don que hayamos recibido.
3. ¿Qué es lo bueno en mi vida que me propongo a reforzar y lo malo para cambiar?
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4. Comentario de Elena G. de White
“Muchos reciben el Evangelio como una manera de escapar del sufrimiento, más
bien que como una liberación del pecado. Se regocijan por un tiempo, porque
piensan que la religión los libertará de las dificultades y las pruebas. Mientras todo marcha suavemente y viento en popa, parecen ser cristianos consecuentes.
Pero desmayan en medio de la prueba fiera de la tentación. No pueden soportar
el oprobio por la causa de Cristo. Cuando la Palabra de Dios señala algún pecado
acariciado o pide algún sacrificio, ellos se ofenden” (Palabras de vida del gran
Maestro, p. 28).
“No os desaniméis porque vuestro corazón parezca duro. Cada obstáculo y cada
enemigo interior, sólo aumentan vuestra necesidad de Cristo. El vino para quitar el
corazón de piedra y daros un corazón de carne. Acudid a él para obtener gracia
especial para vencer vuestras faltas peculiares. Cuando os asalte la tentación, resistid persistentemente las incitaciones del mal; decid a vuestra alma: ‘¿Cómo
puedo deshonrar a mi Redentor? Me he entregado a Cristo; no puedo hacer las
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obras de Satanás’. Clamad al amado Salvador para que os ayude a sacrificar todo
ídolo y abandonar todo pecado acariciado. Contemple el ojo de la fe a Jesús de
pie ante el trono del Padre, presentando sus manos heridas para suplicar por vosotros. Creed que recibís fuerza mediante vuestro precioso Salvador” (Mensajes
para los jóvenes, p. 110).
5. Conclusión general
El pecado tiene un poder formidable. Satanás sabe cómo encararnos a través de
nuestras emociones y sentimientos, y adapta las tentaciones para que nos acomodemos y sintamos placer en esos pecados. Son iguales a las drogas, otro producto de Satanás, pues generan placer por unos instantes, y así generan dependencia por más placer. A eso se lo llama pecado acariciado. De ellos Dios quiere
liberarnos, y a través de la victoria sobre los pecados que forman parte de nuestra
experiencia de vida, fortalecer nuestra fe.
6. ¿Cuál es el punto más relevante al que llegué mediante este estudio?
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Prof. Sikberto R. Marks
Traducción:
Rolando Chuquimia
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