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TRIBUNA
Por Miguel Ángel Aguilar
Perdona a tu pueblo, Señor
D
e modo súbito en el Partido
Popular se ha abandonado la
insolencia y todos comparecen pidiendo perdón. Resuenan los cánticos penitenciales de las
procesiones de Semana Santa a base de
“Perdón, oh, Dios mío/ Perdón y clemencia/ Perdón e indulgencia/ Perdón y clemencia/ Perdón y piedad/”. Primero fue
Esperanza Aguirre el lunes 27, quien con
reflejos felinos citó a la prensa en Génova para marcar territorio y descolocar a
sus conmilitones. Dijo sentir vergüenza y
rehusó acogerse a las coletillas habituales
de la presunción de inocencia y otras protestas de sumisión a la justicia. Eso sí, añadiendo enseguida que nunca pudo sospechar de Granados, cuando era un clamor popular su apestosa implicación en
corrupciones visibles desde hace décadas.
Daba gloria ver cómo asumía su responsabilidad sin consecuencia alguna.
Acto seguido los ordenadores de la sede nacional empezaron a escupir notas de
expulsión con las que eran obsequiados
los tenedores de tarjetas negras empezando por Rodrigo Rato al que tanto queríamos, espejo de caballeros y sol de los
economistas hasta cuarenta y ocho horas
antes. Al día siguiente era el presidente
del Gobierno y del Partido Popular, Mariano Rajoy quien seguía la misma senda
pidiendo perdón en nombre del PP a todos los españoles por haber situado en
puestos de responsabilidad a quienes en
apariencia han abusado de ellos. O sea,
más de lo mismo. Nuevo episodio sin consecuencias donde por parte alguna hay dimisiones. Ni en primera persona ni mediante la designación del oportuno chivo
o chiva expiatoria. Es el fraude inocente.
Todo queda en mera compunción.
Por la banda contraria, en la misma fe-
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3–9 de noviembre de 2014. nº 1084
cha Tomás Gómez, secretario general del
Partido Socialista de Madrid, parecía ignorar que los políticos han de responder
de su conducta personal pero también del
comportamiento del entorno y de los
equipos que han elegido en quienes han
depositado su confianza. Además de que
no puede quejarse de que se le aplique
mayor severidad porque su formación política invoca para regirse normas más estrictas. De modo que el respetable público no admite disculpas ni peticiones de
perdón, ni a Esperanza Aguirre por Granados, ni a Mariano Rajoy por Bárcenas
y Acebes, ni tampoco a Tomás Gómez por
José María Fraile, su delfín en la Alcaldía
de Parla. En algún momento de la defensa de Madrid el general Miaja comentó
que estaban haciendo falta suicidios; ahora, por lo menos, son necesarias dimisiones irrevocables.
En cuanto a la pretendida consulta del
9-N, el otro polo de la atención mediática que algunos querrían utilizar de excusa para pasar mercancía averiada, Manuel
Ballbé, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad Autónoma de
Barcelona, ha sido muy contundente: “Es
un pucherazo de principio a fin. Es como
si para juzgar a un negro se elige un jurado formado sólo por miembros del Ku Klux
Klan”, aseguró en referencia a que en las
mesas electorales solo habrá voluntarios
defensores de la independencia. Ballbé
entiende que “el funcionario no pinta nada en la consulta del 9-N, porque ese día
no se puede pretender un alargamiento de
sus funciones habituales”. Además, la simple condición de funcionario no asegura
con pulcritud el cumplimiento de las funciones que le atribuirá la Generalitat, “porque puede ser un médico o un veterinario”. Atentos. l
cional, pero desde luego de lo que no soy partidario es de romperlo.
—Usted se muestra muy crítico en el libro
con los nacionalismos, afirma que “los discursos soberanistas resultan un tanto desplazados”, y también analiza en profundidad el
nacionalismo vasco. Recuerda que el lema
del PNV es “Dios y las leyes viejas”.
—Sí, sí, ha sido simpre así. En el caso del
nacionalismo vasco, y todo ello lo digo teniendo muy buena relación con nacionalistas vascos y catalanes, porque juntos luchamos en su día por la democracia. Hay una relación muy antigua entre socialistas y nacionalistas vascos. Pero sí es cierto que hay una
especie de alergia de lo que representa el constitucionalismo moderno en el caso del nacionalismo vasco. Eso es cultural. Y la prueba está en que en televisión vi recientemente a un
nacionalista vasco diciendo: “El Estatuto de
Guernica está muerto”. Eso lo afirman sistemáticamente. Lo que no puedes es estar continuamente degradando lo que tienes en común y lo que hemos hecho juntos, y luego diciendo que lo que sí te interesa, eso no se puede tocar. Desde luego, cosas así en Europa no
funcionan, y aquí no debieran funcionar.
—Hay quien ha dicho que para entender a
Podemos hay que mirar detrás de la máscara.
¿Qué piensa usted?
—A mí me parece bien que gente que critica el sistema, se organice. He visto que están haciendo un partido político. Y que su líder ha afirmado que quiere llegar al cielo. Lo
que no es nada extraño en alguien que se apellida Iglesias. Pero es una persona de formación leninista, quiere llegar al cielo a través de
La Moncloa, pero no se presenta a las elecciones municipales. Su abuelo fue el primer
concejal elegido en Madrid por el Partido Socialista en unas elecciones locales muy difíciles, porque tuvo que competir contra un famoso torero. Yo no concibo una democracia
en la que digas que vas a optar a la presidencia del Gobierno pero rehusas ocuparte de los
problemas concretos y más cercanos de los
ciudadanos en un país de una enorme tradición municipalista. Hay que empezar resolviendo los problemas de la gente allí donde
vive. Y la gente no vive ni en Europa, ni en su
autonomía, la gente vive en su pueblo, en su
barrio. Es lo que no entiendo de Podemos, yo
no entiendo cómo pretenden llegar al cielo
sin tocar el suelo. l