2 | economía | Domingo 4 De mayo De 2014 Optimistas vs. sombríos: cómo será el capitalismo en 2100 Viene de tapa “La moda lúgubre –lo calificó el economista argentino Eduardo Levy Yeyati–. Me parece que el futuro es impredecible. Pero el apocalipsis vende bien, y finalmente nadie recuerda los fatalismos fallidos. Algunas de esas predicciones suenan a ciencia ficción vintage, como el mundo de Blade Runner, cibernético y niponizado.” ¿Cuáles son los argumentos centrales de Piketty? El economista sostiene que en las próximas décadas la distribución del ingreso en los países con democracia y libre mercado empeorará, producto de una tasa de crecimiento baja y de otras fuerzas inherentes al capitalismo. Piketty ataca la médula de la conclusión ortodoxa que aseguraba que el crecimiento en un sistema de libre mercado “derrama” sobre las capas menos favorecidas y que los niveles de desigualdad tienden a estabilizarse en niveles razonables, de manera que toda la población termine experimentando mejoras en su calidad de vida. El origen de esta visión se remonta a 1954, cuando el economista Simon Kusnetz difundió su famosa “curva” homónima, que mostraba que la desigualdad subía en la primera fase, cuando se producía la disrupción en los métodos de producción, luego se estabilizaba y finalmente comenzaba a mejorar en las etapas de mayor desarrollo. Para Piketty, la visión de Kusnetz y sus seguidores estuvo sesgada por un período completamente excepcional de la historia moderna, que no tiene por qué repetirse en las próximas décadas. Entre 1914 y 1973 se produjeron dos guerras mundiales que destruyeron activos de las capas más ricas, se introdujo en los países desarrollados el impuesto a las ganancias –en buena medida para financiar las acciones bélicas–, surgieron los sindicatos organizados que llevaron una mayor porción de la “torta” para los trabajadores asalariados y hubo una Gran Recesión que también afectó al stock de capital y a las grandes fortunas de Estados Unidos y Europa. “Hoy, mientras el ingreso mundial crece 2% anual, la riqueza de los más poderosos aumenta entre 6 o 7%”, argumenta. El “fenómeno Piketty” fue tan ver- tiginoso que las críticas no tardaron en llegar. Y llueven de todos lados: por izquierda y por derecha. Los economistas heterodoxos se quejan de que el académico de la Escuela de París no inventó nada nuevo, y de que sus argumentos vienen siendo repetidos desde hace años por otros colegas –a veces con las mismas fuentes empíricas– que no generaron el mismo ruido. “Esto ya fue dicho desde 1988 por economistas como Larry Mishel, James Galbraith, Edward Wolff, Branco Milanovic, Anthony Atkinson y François Bourguignon. El punto es que los economistas del mainstream (corriente principal) tienen problemas para reconocer estos trabajos porque implica legitimar las fuentes”, sostuvo Thomas Palley, de la New America Foundation, un crítico habitual de la “matriz neoliberal”. Además, Palley y sus colegas acusan a Piketty de “naíf” porque propone como solución un impuesto a la riqueza del 1% anual (y global, para que nadie pueda escaparse a paraísos fiscales), algo que será políticamente difícil de imponer en un mundo en el cual los más ricos tienen cada vez más poder. Desigualdad y Breaking Bad “La versión canadiense de Breaking Bad parece bastante aburrida. Termina cuando él tiene cáncer y el Estado le cubre todo el tratamiento”, bromeó semanas atrás en un tuit el comediante estadounidense Will Ferrell, en relación con la serie estadounidense en la que el protagonista, Walter White, se convierte en productor de drogas cuando no puede pagar su tratamiento contra la enfermedad. La clase media canadiense superó este mes a la de Estados Unidos como la más rica del mundo, en una marca que muchos interpretaron como icónica del estancamiento en el que está sumida la mayor economía del mundo desde 2007. Para algunos observadores, ésta es la razón por la que el libro de Piketty tuvo tanto éxito en Norteamérica y tan poco en Francia, donde fue lanzado un año atrás y apenas pudo llegar al puesto 198 en las ventas: tocó un nervio muy sensible en una sociedad con desempleo persistente, bajo crecimiento y desigualdad en ascenso. Un caldo de cultivo muy propicio para las El dueño de un éxito editorial thomas Piketty Economista Nació en Francia, en 1971. Es director de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, París visiones más negras sobre el futuro. “El análisis de Piketty es brillante, pero están sesgadas sus proyecciones largas, en las que fracasaron pensadores de la talla de Marx (no vio el nacimiento de las clases medias y de la socialdemocracia), Keynes (pronosticó estancamiento secular justo antes de la mayor era de crecimiento de la historia) o Myrdal (vio muy difícil que Asia creciera, justo antes de su gran salto) –explica Juan Llach, profesor del IAE–. En mi visión, el gran error de Piketty es centrar su análisis en los países desarrollados, cuando el centro de la acción estará cada vez más en los emergentes. Allí, miles de millones de personas están saliendo de la pobreza, todo indica que seguirán creciendo mucho tiempo y, sí, hay enormes desafíos por la desigualdad y la exclusión. Pero estamos opinioneS Pocos datos para estudiar el fenómeno en la Argentina Guillermo Cruces PARA LA NACION La publicación de una gran obra como la de Piketty es bienvenida por el nuevo material y punto de vista que aporta, pero sobre todo por su contribución a instalar la desigualdad en el centro del debate. La historia reciente de la desigualdad mundial y en América latina se destaca por una tendencia contraria a la de Piketty: mientras el autor se concentra en el aumento de la desigualdad al interior de los países desarrollados, el escenario mundial se caracteriza por una caída en la desigualdad entre países a nivel global, y por una caída también al interior de muchos países en desarrollo. En América latina la desigual- dad subió durante los 90, y luego descendió desde 2002. El aumento inicial está asociado a las reformas estructurales implementadas en los noventa, que incrementaron el desempleo y beneficiaron a los trabajadores más calificados. La caída se explica, en gran parte, por la recuperación de los salarios de los trabajadores menos calificados. La Argentina siguió muy de cerca la tendencia. La pregunta es si la caída observada en la última década es permanente, o si es un accidente de corto plazo y seguiremos el camino de creciente desigualdad que documenta Piketty para los países más desarrollados. Para contestar esta pregunta se necesita más información, en especial sobre evolución de los grupos de mayores ingresos. Además, Serio, pero no Solemne Juan Carlos de Pablo Afilar los números para cuantificar los subsidios El inglés Arthur Cecil Pigou dice que contar con información permite mejorar el cálculo C ontar con información referida al número de pasajeros transportados por ómnibus en la Capital Federal permite mejorar el procedimiento con el cual se determina la cuantía del subsidio de ese servicio. Según explicó hace algunos días Diego Cabot en la nacion, las autoridades encargadas de administrar el subsidio presumen que lo estuvieron sobrestimando, al calcularlo sobre la base del uso de combustible. las recomendaciones de Piketty se concentran en cambios en los sistemas impositivos, especialmente lo que respecta a los mayores ingresos. Su evidencia se basa en datos (anónimos) facilitados por agencias tributarias. Su equipo encontró grandes obstáculos para recopilar estos datos en nuestra región. Para entender mejor lo que pasa, para estudiar lo que puede suceder y para diseñar mejores políticas públicas, necesitamos más y mejores datos. Aunque no contamos con información oficial reciente sobre pobreza, el Gobierno podría por lo menos ser pionero en facilitar a investigadores el acceso a la información sobre los estratos de mayores ingresos.ß El autor es investigador del Cedlas Al respecto conversé con el inglés Arthur Cecil Pigou (1877-1959), quien en 1908 sucedió a Alfred Marshall en la cátedra que éste dictaba en Cambridge, Inglaterra. En 1933 publicó La teoría del desempleo, que tres años más tarde John Maynard Keynes criticó de manera frontal en La teoría general. La polémica los distanció, pero sólo transitoriamente. Lo entrevisté porque en 1912 publicó Riqueza y bienestar, contribuyendo a fundar la denominada economía del bienestar. Durante la Primera Guerra Mundial no combatió, pero pidió conducir una ambulancia por lugares muy peligrosos, porque no quería matar pero sí arriesgar su vida evitando muertes. Fuera de la economía le atraía escalar colinas. –Para corregir las economías y las deseconomías externas propuso cobrar impuestos y subsidiar. –En efecto. Hay que gravar a las empresas que deterioran el medio ambiente y subsidiar a las que entrenan personal, porque, si esto no ocurre, las primeras generan mu- en el minuto 1 o 2 del primer tiempo.” Para el profesor de la UBA y Udesa Daniel Heymann, “el aumento de la desigualdad en el Norte (y en otros lados como China), con un sesgo hacia los muy ricos es claramente un hecho saliente de las últimas décadas y que ha tenido y tendrá fuertes repercusiones sociales”. Pero Heymann también pone un ojo crítico en la teoría del estancamiento secular: “Proyectar evoluciones sistémicas a plazos más o menos largos es extremadamente complicado. Obvio, pero conviene no olvidarlo.” Uno de los ejes argumentales del bando de “los pesimistas” tiene que ver con las dudas puestas en el aporte del progreso tecnológico al crecimiento. Esta línea crítica tiene a su máximo exponente en el profesor de Northwestern, Robert Gordon, quien dice que el potencial económico de Internet, del proyecto del genoma o de la robótica empalidecen al lado del aporte que hicieron en su momento sobre la productividad el motor de vapor o la difusión de la plomería y las cloacas en las casas de familia, a fines del siglo XlX. “La teoría del estancamiento secular subestima el impacto de la innovación tecnológica en estimular el crecimiento en el largo plazo. Si algo muestra la historia de los últimos 200 años, es la enorme capacidad de reinvención del capitalismo –explica Lucio Castro, director del área de economía del Cippec–. Históricamente, ha habido un retraso entre las olas de innovación tecnológica y la capacidad de absorción del mercado laboral de esos cambios tecnológicos. Por eso, la educación y la política fiscal (también del lado del gasto) han jugado y jugarán el partido decisivo para mitigar los efectos de la tecnología sobre la inequidad.” Una galaxia muy, muy lejana… A los 18 años, Piketty egresó de la École Normale Supériure de París con las notas más altas en matemáticas, lo que cual le valió ofertas para ir a estudiar a Harvard, a Chicago y al MIT. Optó por la última alternativa, pero a los 22 años se volvió a su país natal. “Mi sensación era que allí (en Boston) iba a tener incentivos muy fuertes para seguir trabajando en lo que era bueno: resolver teoremas matemáticos”, confesó el francés Piketty esta semana. El autor de El capitalismo… cree que los buenos economistas deben relacionarse con la historia, la antropología y la sociología; y es un admirador de los trabajos de Pierre Bourdieu, Fernand Braudel y Claude Lévi-Strauss. Por eso su libro mezcla macroeconomía con micro, a la vez que se nutre de lo último en aprovechamiento econométrico de Big Data, con un trabajo empírico impecable (parte del cual es responsabilidad del economista argentino Facundo Alvaredo) que fue elogiado hasta por los críticos más severos. Pero más allá del feroz contraataque contra el economista del momento, lo cierto es que el fenómeno Piketty está sirviendo para volver a enamorar a la “ciencia sombría” con los “grandes temas” de crecimiento, desarrollo, desigualdad, avance tecnológico, etcétera. “El desarrollo, entendido como crecimiento sostenido con equidad, siempre fue la gran motivación de los mejores economistas –dice Levy Yeyati–. Pero es cierto que la ausencia estimula la búsqueda. Así como hoy el bajo crecimiento nos lleva a interrogarnos sobre el crecimiento, el descenso de la pobreza en los años buenos profundiza el debate sobre la desigualdad: ¿por qué el crecimiento nos hizo a todos menos pobres pero no nos hizo más iguales?” “En los últimos años, la economía les había perdido el gusto a los grandes temas. Fuimos hacia los pequeños tópicos, cuya versión extrema es Freakonomics, en el que se discuten las reglas del sumo o por qué los vendedores callejeros de drogas viven con sus madres”, aporta el economista Branco Milanovic, de la Universidad de la ciudad de Nueva York, “¡España tiene 25% de desempleo y nosotros estamos discutiendo las reglas de los luchadores de sumo!” ¿A qué película se parecerá la economía en 2100? Difícil saberlo, pero si hay que apostar, esta nota se juega por Star Wars: todo el devenir del sistema capitalista confluirá, luego de resolver sus tensiones distributivas, en la boda de Han Solo y la princesa Leia, con Chewbacca y los robots Arturito y C3-PO emocionados al costado. The End.ß Una mirada local sobre una discusión que nunca es ajena eDuarDo Levy yeyati Economista/Elypsis “El apocalipsis vende bien y, finalmente, nadie recuerda los fatalismos fallidos. Algunas predicciones suenan a ciencia ficción vintage” Juan LLach Economista/iaE “El análisis de Piketty es brillante, pero están sesgadas sus proyecciones largas. Su error en centrar su análisis en los países desarrollados” DanieL heymann Economista/UBa/UDEsa “El aumento de la desigualdad en el Norte [y en otros lados como China] con un sesgo hacia los muy ricos es un hecho saliente de las últimas décadas” Lucio castro Economista/cippEc “Si algo se muestra en la historia de los últimos 200 años, es la enorme capacidad de reinvención que ha tenido el capitalismo” Los países emergentes tienen una dinámica distinta Juan José Fanelli PARA LA NACION La mayor virtud de las “visiones” (sombrías o no) es que obligan a pensar el futuro de manera sistemática a partir de los datos del presente. Es cierto que son meros ejercicios, pero son valiosos. La lección clave de la obra de Piketty para nosotros es que el Indec importa. El libro muestra cómo puede enriquecerse el debate democrático si se usa información estadística rigurosa. Lo mejor del trabajo es cómo utiliza la información para argumentar. Por caso, sobre si la remuneración de los CEO refleja o no su productividad. Los argumentos que aporta son más relevantes para los desarrollados que para los emergentes. Da cho ruido y las segundas invierten poco en capital humano. Gravar y subsidiar es más conveniente que prohibir u obligar, respectivamente, alternativas que sólo deberían ser utilizadas en casos extremos. –¿Hay otras razones para subsidiar y gravar? –Richard Abel Musgrave hablaba de bienes meritorios, para referirse a aquellos a los que se les asigna suficiente valor como para que puedan ser accesibles, aun para aquellos que no pueden comprarlos. Ejemplo indiscutible, las vacunas; ejemplos discutibles, el deporte o la ópera. Y también están las consideraciones de distribución del ingreso, crecientemente importantes en la determinación de los impuestos que se cobran y el destino del gasto público. –¿Qué problemas plantean los subsidios? –Primero, el del derroche. Quien no paga por un bien lo que cuesta producirlo inevitablemente lo derrocha. Ejemplos: el portero que quita las hojas de la vereda tirán- muy rápido por sentado que la tasa de crecimiento será baja. Pero para los emergentes: ¿cómo tener una visión sombría luego de dos décadas en que las dos economías más grandes del planeta por población pasaron de “pobres” a clase media alta (China) y clase media baja (India)? Nunca en la historia le creció tanto el ingreso en tan poco tiempo a tanta gente. Nunca hubo tanta clase media en el planeta. A América latina le conviene porque valoriza las materias primas y los aumentos de productividad le permiten acceder a bienes sofisticados más baratos. La estructura social e institucional implícita en los argumentos es muy simple. Le alcanza con la tasa de retorno y la de crecimiento para explicar mucho. Para países co- doles agua potable, o los enganchados a la red de energía eléctrica, que no sólo la usan para iluminarse, sino también para cocinar, porque para ellos la garrafa cuesta una fortuna y la electricidad nada. –¿Sólo eso? –Un problema adicional surge de la dificultad de determinar el monto del subsidio. Cuando compro caramelos, pago por la cantidad exacta que como, pero si el Estado decidiera subsidiar mi consumo de caramelos, ¿cómo se determinaría el monto del subsidio y la forma de pago? –Es exactamente lo que se acaba de plantear en el caso del servicio de ómnibus, en la ciudad de Buenos Aires. –Antes de la SUBE, las empresas de transporte recibían un monto fijo y otro en función de su consumo de combustible. Como si este último fuera un buen indicador del número de pasajeros, que era lo que se pretendía subsidiar, cuando en el mejor de los casos era un buen indicador del número de viajes realiza- mo los nuestros estos supuestos se quedan cortos. ¿Cuál es el rol de los recursos naturales y la “maldición” de esos recursos donde el nombre del juego es el del “capitalismo de amigos”? ¿El problema es ponerle un impuesto a la riqueza de los amigos como propone el libro o definir instituciones que impidan la aparición de los Putin? La demografía juega un rol secundario en el libro y es central para el futuro global. Mira la tasa de crecimiento poblacional, pero no su composición. Buena parte de la fuerza de trabajo del planeta estará en la India, un país joven que no enfrenta la posibilidad de que caiga su tasa de crecimiento como un país viejo.ß El autor es economista del Cedes dos. Que se pueda viajar sentado en hora pico es un indicador de que el subsidio resulta excesivo, por estar mal planteado. –Y encima la liquidación se basaba en la declaración de la empresa. –Con las tentaciones correspondientes (por algo se sospecha que el subsidio estaba sobrestimado). La SUBE permite determinar, no sé si exactamente, pero por lo menos con mucha mayor precisión, la cantidad de pasajeros a subsidiar. Con respecto a la situación anterior es un avance. –Solucionado, entonces. –En parte, porque queda la cuestión de cuánto hay que subsidiar por pasajero, la cual tiene un fuerte componente regional. A los pasajeros que viven en el interior del país, el mismo servicio de ómnibus les resulta mucho más caro que en la Capital Federal. Siendo subsidiado por el Estado nacional, es lógico que quienes viven en el interior protesten. –Don Arthur, muchas gracias.ß
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