aceprensa análisis 18 noviembre 2015 - n.º 85/15 ¿Hay un sistema económico alternativo? Los sepultureros del capitalismo Josemaría Carabante Según muchos autores, la crisis económica de 2008 ha sido una de las más profundas de toda la historia del capitalismo, comparable a las de 1929 y de 1973. Para algunos, el modelo de crecimiento capitalista necesita retoques; otros han señalado que está herido de muerte y es necesario ahora plantear una transformación de la economía de mercado si no se quieren acentuar las desigualdades sociales. Varios ensayos recientes comparten este enfoque. En un momento como el actual, en que la política es economía y la economía preocupa por sus efectos sociales y medioambientales, la posibilidad de cambiar el paradigma económico no deja a nadie indiferente. Ejemplo de ello es la polémica provocada en 2013 por el economista francés Thomas Piketty con El Capital en el siglo XXI, un voluminoso estudio sobre la desigualdad que se convirtió en un éxito de ventas. desde el conservadurismo (ver Aceprensa, 4-11-2015: “Conservadores con cabeza y corazón”). Piketty no solo se limitó a mostrar que los rendimientos del capital en los dos últimos siglos han crecido de un modo más acusado y rápido que los del trabajo: también predecía que una economía de signo tan liberal aumentaría exponencialmente la brecha entre los más ricos y el resto. Crece la brecha Crecimiento sostenible Desde entonces, la preocupación por la hiriente brecha entre los más ricos y la clase asalariada se ha convertido en el tema predominante del debate público. Este asunto ha centrado, por ejemplo, las críticas a los programas de austeridad recomendados por las instituciones internacionales como remedio a la crisis económica. Ha provocado asimismo la irrupción de movimientos más comprometidos con la lucha social en el flanco izquierdo, pero también está reclamando una respuesta Al igual que otros economistas, como el renombrado Joseph Stiglitz, antiguo economista jefe del Banco Mundial, que acaba de publicar La gran brecha (Taurus, 2015), Piketty denunció que el modelo de crecimiento capitalista no era sostenible. También para Anthony Atkinson, economista británico que lleva más de cuarenta años dedicado a temas de pobreza y desigualdad, la distancia creciente entre el capital y el trabajo socava un sistema que necesita el motor del consumo incesante y de la promoción del crédito, pero que esquilma justamente a la clase media que los puede fomentar. De ahí la oposición a las políticas de austeridad y la vuelta al keynesianismo, tras una etapa marcadamente neoliberal. Pues a la desigualdad se añade, a juicio de algunos analistas, la paradoja de que los costes de la salida de la crisis recaigan principalmente sobre los que más han perdido con ella y que, de continuar, están destinados a quedarse más rezagados. No es de extrañar que sea tan preocupante, junto con las consecuencias económicas de la desigualdad, la desconfianza de la población hacia los políticos y los financieros, una desconfianza que pone en peligro, como indica Atkinson, la cohesión social. Desigualdad, desafección, conflicto de clase… A todos estos efectos se ha sumado el cambio climático y la toma de conciencia de los efectos que la explotación indiscriminada ha provocado sobre la naturaleza. Es este conjunto de elemen- tos –los económicos, los sociales y los medioambientales– los que procura conciliar el desarrollo sostenible. Corregir el capitalismo La pregunta de fondo –que se han hecho, por cierto, pensadores de uno y otro signo, pero que también desliza el Papa Francisco en su última encíclica al recordar los límites de la economía de mercado– es si el capitalismo puede atajar estos problemas y favorecer un crecimiento equilibrado. Después de analizar las causas de la desigualdad, Atkinson propone en Inequality: What Can Be Done? (Harvard University Press, 2015) 15 medidas para reducir la brecha económica. Son más radicales, ciertamente, que las vías fiscales ofrecidas por Piketty, que propone un impuesto global sobre el capital, más transparencia financiera y políticas inflacionistas. Pero, como se indica en The Economist (6-06-2015), no están alejadas de las típicas iniciativas de la izquierda y buscan todavía solucionar la desigualdad y mejorar las condiciones de vida mediante la función correctora del Estado. Es la estrategia también de Stiglitz, que en su último trabajo culpa del desequilibrio a una política demasiado connivente con el sector financiero. Así, la política debería enfrentarse a los embates privatizadores y asegurarse de que el Estado será el protagonista en los procesos de globalización y de innovación tecnológica. De ese modo, las debilidades del mercado se atenuarían con más regulación. Por ejemplo, en lugar de dejar que el desarrollo de la tecnología destruya empleos, se supone que las políticas públicas deberían dirigir las inversiones e incentivar o asumir aquellas que protegen al trabajador y mejoran su nivel adquisitivo. Por otro lado, Atkinson cree que la igualdad solo podrá lograrse garantizando un salario mínimo a la población y estableciendo uno máximo. Espera activar la demanda con políticas públicas e incluso justifica que el Estado debe ser el primer y más im- Anthony Atkinson confía en solucionar la desigualdad y mejorar las condiciones de vida mediante la función correctora del Estado portante empleador en una sociedad. Pero ¿cómo se pagarían los costes de estas nuevas responsabilidades? Aumentando la carga impositiva a los más pudientes. Pero en los países – como los nórdicos– en que el Estado ofrece más prestaciones, siempre ha sido preciso cobrar más impuestos a todos, no solo a los más ricos Postcapitalismo Más radical es Postcapitalism (Allen Lane, 2015), un ensayo de Paul Mason, periodista económico muy conocido en el Reino Unido, que ha genera-do bastante polémica en los medios británicos al predecir el agotamiento del modelo neoliberal. Para Mason, la política intervencionista ayuda a paliar en el corto plazo las desventajas, pero no es suficiente para poner fin a un sistema que, como el capitalista, garantiza el lucro de pocos mientras acentúa la desigualdad a costa de los trabajadores, los pensionistas y los más necesitados. De Mason se ha dicho lo mismo que hace dos años se comentó de Piketty: que es el nuevo Marx. Sus ideas han recibido el elogio de la izquierda más radical, con S. Žižek y Naomi Klein a la cabeza. Pero, más allá de la batalla ideológica, el interés de su obra reside en que expone un modelo económico alternativo al existente. Otra cuestión es que sea viable. Puede decirse que lo más relevante de su análisis no es tanto la visión extremadamente negativa del neoliberalismo –a quien culpa, por cierto, de todos los males de los últimos siglos–, ni la sensación de que hay una confabulación financiera que nos engaña y explota, sino la pretensión de actualizar la crítica marxista en el contexto de la economía colaborativa y la sociedad de la información. Minado por la tecnología Muchas de sus afirmaciones son dudosas. Por ejemplo, parte de la tesis de que la capacidad adaptativa del capitalismo ha concluido y lo ha hecho debido al impacto de uno de sus frutos más importantes: la tecnología. El avance tecnológico ha alumbrado nuevas actitudes sociales, más generosas, menos jerárquicas, con mayor espíritu colaborativo, y ha abierto nichos cada vez más importantes económicamente, ajenos a la lógica aceprensa 18 noviembre 2015 del mercado y llamados a destruir la primacía del capital. En efecto, para el autor de Postcapitalism, la sociedad de la información obliga a transformar los presupuestos esenciales de la economía capitalista; en concreto, afecta y modifica la dinámica de la formación de precios, altera la concepción del derecho de propiedad y dinamita la organización del trabajo. El mercado funciona como forma óptima de intercambio cuando los recursos son escasos; así ha sido tradicionalmente en las transacciones sobre productos y servicios. En cambio, advierte el periodista británico, no sirve cuando el principal objeto de intercambio es la información: esta es un bien abundante, puede ser compartido sin implicar su consumo Según Joseph Stiglitz, las políticas públicas deberían dirigir las inversiones para incentivar las que protegen al trabajador y mejoran su nivel adquisitivo y reproducido indefinidamente. Además no tiene, por decirlo de alguna manera, un propietario natural, ya que crece por las sucesivas aportaciones de multitud de individuos. Esta es la razón por la que es tan complicada la regulación legal en la sociedad de la información: las tecnologías erosionan el mecanismo normal de la formación de precios. Asimismo, según Mason, la creciente difusión de iniciativas cooperativas y su relevancia económica y social socava el derecho de propiedad tradicional. Y ¿qué ocurre con el trabajo? Algunos expertos sostienen que la tecnología será capaz de automatizar la producción de bienes y servicios, lo que implicará la reducción del tiempo de trabajo. Asimismo estamos ya asistiendo a la modificación de las formas de organización laboral: las decisiones se descentralizan, se opera en red, caen las jerarquías y se valora cada vez más la creatividad. Por eso Mason concluye fácilmente que, en el seno del capitalismo, se están produciendo fenómenos que apuntan a una forma económica distinta a la neoliberal. Un cambio no solo económico No se deben pasar por alto los fundamentos marxistas de Mason. “La principal contradicción en el capitalismo contemporáneo –explica– es la que se da entre la posibilidad de producir socialmente bienes gratuitos y abundantes, de un lado, y de otro el sistema de monopolios, bancos y gobiernos que luchan por controlar el poder y la información”. Bajo este prisma, el fin del neoliberalismo es inexorable, aunque todavía debemos atravesar una etapa de transición. Es en ella en la que la acción directa de la sociedad y del Estado podrán resultar imprescindibles. Esto recuerda demasiado las propuestas de los regímenes comunistas, que también hablaban de la futura desaparición del Estado, mientras en la etapa de transición robustecían el papel del Estado y anulaban el mercado. Algunas de las pautas que ofrece Mason para “orientar en esta etapa de transición” resultan parecidas a las pensadas por los críticos de la desigualdad, desde Piketty hasta Stiglitz, pero las intenciones son distintas. Mason exige que el Estado deje de ofrecer coartada legal a los intereses fraudulentos de la casta financiera y capitalista: debe dejar de servir a las grandes empresas y las grandes fortunas y en su lugar adoptar políticas que promocionen los modelos de negocio cooperativos y desinteresados, no mercantiles. Pese a que, según el autor de Postcapitalism, la ac- ción del Estado es “solo la mitad de la historia”, y es más radical la aportación de los individuos, en los asuntos en los que la sociedad se juega la sostenibilidad, como el medio ambiente, la política demográfica o energética y la regulación de la inmigración, la legislación estatal es todavía insustituible. Nichos ajenos al mercado En el fondo todas sus propuestas tienen una única intención: lograr espacios para que la cooperación, la colaboración, el altruismo y la gratuidad ganen terreno al mercado. De modo general, confía en que espontáneamente se extenderán modelos de negocio y actividades sin ánimo de lucro, pero en algunos sectores, como el energético, es contundente: la aceleración del cambio climático requiere medidas excepcionales y de urgencia, incluso antes de la llegada definitiva del postcapitalismo. Las fuentes energéticas deberían ser indudablemente públicas y la legislación tendría que limitar tajantemente el uso de los combustibles fósiles, sin concesiones, premiando el consumo de energía limpia. Esperar que los mecanismos del mercado solventen los problemas medioambientales es ilusorio, dice Mason. Pero ¿pueden existir intercambios ajenos al mercado? La sharing economy o economía colaborativa no es estrictamente un mercado: los agentes no buscan be- aceprensa 18 noviembre 2015 neficios ni actúan movidos solo ¿Utopía o realidad? por el ánimo de lucro, sino que Puede sonar utópica la propuesta Para Mason, la tecnología intercambian y cooperan para de Mason; en muchos casos, sus está minando el capitalismo satisfacer sus necesidades. En opiniones son demasiado ideolóal abrir nichos más amplios, la etapa de transición, el marco gicas; en otros, no consigue sulegal debería promocionar los perar la censura absoluta de un ajenos a la lógica del proyectos cooperativos, que son sistema que, como el capitalista, mercado capaces de dinamizar el desatambién ha cosechado grandes rrollo compartiendo, guiándose logros en la lucha por la desigualpor principios de justicia social y dad. Esto, y la virulencia ideolóresponsabilidad colectiva y relegando los réditos ecogica con que estigmatiza también los elementos más nómicos. sensatos del capitalismo, es lo que le han achacado sus principales críticos. El enemigo, el mercado Por ejemplo, demonizar el mercado es demonizar En resumen: poco a poco se iría generando, gracias al también la competencia y unas leyes que han servido trabajo en red y a las nuevas tecnologías, una economía para abaratar el precio de productos básicos. El impago alternativa a la del mercado neoliberal y que iría paulatide la deuda pública puede poner en riesgo la capacinamente arrinconándola hasta hacerla desaparecer. dad de algunos países para hacer frente a los costes de Mason es concreto a la hora de buscar instrumensus programas de asistencia social y los intercambios tos para reducir y erradicar los monopolios y no duda altruistas son poco eficaces para asegurar la satisfacen proponer una revisión de los derechos de propiedad. ción de las necesidades de la población más pobre. Así, se muestra partidario de fomentar el uso de las liY es maniquea y simplista esa narrativa de buenos y cencias Creative Commons, que considera más adecuamalos agentes económicos. De pérfidos financieros e das para el contexto postcapitalista, pues la renuncia de ingenuas víctimas. Tampoco diseña un plan para pagar los inventores y creadores a algunos de sus derechos los costes de esta etapa de transición. muestra justamente la actitud benevolente y filantrópica El mérito de Postcapitalismo es ayudar a reflexionar del individuo en el nuevo sistema económico. sobre la posibilidad de un sistema económico alternaEl resto de sus medidas van en la misma línea: el imtivo a ese que, a juicio de algunos, ha sido responsable pago de la deuda pública –pues pagarla, según Mason, de la crisis y que ha generado tanta suspicacia hacia es contribuir al desarrollo del capitalismo–, socializar el el capital y la actividad empresarial. Tal vez por eso, el sistema financiero –con la nacionalización de los bancos libro de Mason se ha convertido en un ensayo de refey una regulación más exhaustiva de la actividad finanrencia para los críticos del sistema y en un best-seller ciera, entre otras medidas–, reconocer el derecho de un en el mundo anglosajón, y, pese a sus defectos, actúa ingreso básico a todas las personas, etc. al modo de brújula para la Nueva Izquierda. J.C. Aceprensa • c/ Núñez de Balboa, 125, 6º A. 28006 Madrid (España) Tfnos.: (+34)915158974 (Administración), (+34)915158975 (Redacción) E-mails: [email protected] (Administración), [email protected] (Redacción), [email protected] (Comercial) Director general: Miguel A. Sánchez del Moral • Director: Ignacio Aréchaga • Redactor-Jefe: Rafael Serrano Edita Fundación Casatejada • Imprime Centro Gráfico Alborada • Depósito Legal: M. 35.855-1984 • ISSN: 1135-6936 Se distribuye por suscripción. 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