De cómo la locura lo cura - Hemeroteca Digital - Institut del Teatre

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Miércoles, 18 mayo 2005
Culturas La Vanguardia
28
Frente
al público
Electrónica japonesa
El músico y artista
audiovisual japonés Takagi
Masakatsu trae a Barcelona
sus recientes creaciones
digitales (imagen y sonido),
retomando piezas de su
repertorio clásico para
quienes no han podido
presenciar sus directos:
piano, ambientes melódicos,
experimentación electrónica,
se unen en el trabajo de
este joven que cuenta ya
con un extenso currículum
que le ha llevado a exponer
en el Museo de Arte
Contemporáneo de Tokio y
a grabar más de diez discos.
20 de mayo, Mercat de les
Flors, www.pocketbcn.com
Danza catalana
La Jove Companyia de
l'Institut del Teatre presenta
en el Nacional ‘Paisatges’,
con dirección de Catherine
Allard, quien define la danza
como una forma de “dibujar
y pintar el espacio”, en la
que bailarines y bailarinas
no se limitan a bailar, sino
que expresan sensaciones,
emociones y pensamientos:
comunican; como las cuatro
coreografías que conforman
‘Paisatges’, en las que
participan 13 bailarines del
IT Dansa. Del 24 de mayo al
5 de junio, www.tnc.es
Islam europeo
Coincidiendo con la
exposición ‘Occidente visto
desde Oriente’, el CCCB
propone unas jornadas de
debate sobre el lugar que
ocupa hoy el islam en
Europa. Una reflexión en
torno a las características
propias del islam europeo
que será inaugurada por el
profesor de Literatura
Comparada de la
Universidad Paris-X y
director de la revista
‘Dédale’, Abdelwahab
Meddeb. Las otras tres
conferencias se titulan
‘Europa: ¿islam autóctono?’,
‘El nuevo islam europeo’ y
‘Modelos existentes,
¿modelos fracasados?’ 24 y
25 de mayo, www.cccb.org
Teatro virtual
La quinta y última parte del
‘Teatre Virtual’ del colectivo
DOGONEfff se llama
‘Lenguaje’; culminando así el
proyecto después de quince
meses de transmisiones
accesibles sólo a través de
la web. La representación,
ahora en vivo-vivo, parte del
mito de Diana y Acteón para
hablar de la imagen virtual
en el entorno mediatizado
de nuestros días; del efecto
‘realidad’ tal y como ha sido
expuesto por filósofos como
Paul Virilio y Baudrillard.
Hasta el 5 de junio, Espai
Escènic Brossa,
www.teatrevirtual.net
JOSÉ PABLO JOFRÉ
A la derecha, un
detalle de la
puesta en escena
de la obra; abajo,
otro momento de
la representación
de ‘Folie a deux’
FOTO CARLES CASTRO
Teatro La compañía Titzina Teatro presenta unos
‘Sueños de psiquiátrico’ en los que descubre los
finos márgenes que separan a cuerdos y locos
De cómo la locura
lo cura
Titzina Teatro
Folie a deux.
Sueños de
psiquiátrico
TEATRE REGINA
BARCELONA
Dirección, guión e
interpretació: Diego
Lorca y Pako Merino
Hasta el 29 de
mayo
www.jtregina.com
DAVID BARBA
“Doctor, creo que alguien mezcla en mi
comida una sustancia que me vuelve paranoico”. Este chiste, el favorito de Philip K. Dick, nos enseña no sólo la confusión entre causas y efectos en una mente escindida. También demuestra que la
locura puede servir para algo que en
apariencia le es incompatible: la risa.
“Para situar de nuevo en el centro al
sujeto (el ser humano que se aflige y que
lucha y padece) hemos de profundizar
en un historial clínico hasta hacerlo narración o cuento”. Son palabras de Oliver Sacks que Diego Lorca y Pako Merino siguieron al pie de la letra. Tras leer
al autor de El hombre que confundió a su
mujer con un sombrero, ambos pasaron
dos meses visitando el hospital mental
de Sant Boi para entrevistar a doctores,
pacientes y familiares. Celador y enfermero en centros mentales antes de conocerse en la escuela teatral de Jacques Lecoq, Folie a deux se convirtió en su primer espectáculo. Y con él llevan trotando por la geografía española desde hace
cuatro años y 250 representaciones, que
incluyen una lluvia de premios. Su espectáculo, de una pasmosa sencillez escenográfica, cabría en un baúl. Sus personajes, con un toque stand up comedy,
están que se salen de los actores que les
dan vida con su imparable desdoblamiento. Valga como ejemplo la exploración de la enfermedad mental del psiquiatra y su retroalimentación con el enfermo que plantea la obra (Chéjov narró
algo parecido en El pabellón nº 6, donde
la relación entre el paranoico Grómov y
su psiquiatra, Raguin, termina con éste
recluido en la institución que dirige).
Eso mismo significa Folie a deux, proceso paranoico en el que el enfermo psíquico induce a otra persona a participar de
sus delirios. Lacan aprovechó el término para explicar cómo funciona la locura colectiva, un vínculo más que necesario entre actores y público: el (buen) teatro es siempre psicosis de grupo. El teatro, como la religión, el sexo o el fútbol,
es el cauce autorizado para dejar fluir
nuestra locura. Lo sabe un explorador
escénico y vivencial de la esquizofrenia
como August Strindberg (Alegato de un
loco, Desunidos, Inferno…). La magia del
convivio teatral, que mejora el espectáculo cuanta mayor es la intensidad de la
locura, demuestra una vez más que el
problema de los locos son los cuerdos,
pues son ellos quienes, ante el disgusto
por el comportamiento incorrecto del
otro, lo califican de enfermo.
Eso mismo opina Ricard Ruiz Garzón en Las voces del laberinto (Plaza y
‘Folie a deux’ habla de una sociedad que trata de
forma invalidante la enfermedad mental; y cómo
pasamos de largo ante la enfermedad moral
Janés), imprescindible colección de historias reales sobre la esquizofrenia en la
que este periodista cultural que se ha pasado un año entrevistando a toda clase
de enfermos mentales (psiquiatras incluidos) habla de la locura como de un
laberinto: nuestro loco interior es el Minotauro, hoy en día ignorado por todos
cuantos Teseos se pasan la vida huyendo en su carrera triunfal hacia la fama.
Ariadna es el terapeuta, que a veces
guía y otras enreda el hilo. Y Folie a
deux se ríe, con ganas, de los tres.
“Uno no está alienado porque está enfermo, sino que está enfermo porque está alienado”, dijo Michel Foucault, teórico ocasional de la antipsiquiatría. Uno
de los logros de esta corriente terapéutica nacida en los fecundos años 60 fue el
rechazo a los manicomios, que Diego
Lorca y Pako Merino entienden como
un mecanismo de violencia institucional. “A través de la geografía y la historia –nos cuentan– la locura engrandece
o anula a las personas”. Santos en el Islam, demonios o profetas en la Edad Media, durante el siglo XIX y buena parte
del XX los locos podían ser torturados
por los médicos (electroshocks, lobotomía, duchas frías); hoy, se les invalida
farmacológicamente, y a veces también
desde el punto de vista legal, como ciudadanos. “La opinión de muchos pacientes
mentales (que siempre tienen opinión)
es que los psiquiatras representan un peligro para ellos”. Lo dijo Thomas Szasz,
ideólogo de la antipsiquiatría y hacedor
de otro gran cambio de perspectiva: la
locura no es sólo un problema biopsíquico, sino fundamentalmente social e incluso económico. La locura nace desde
el malestar de la cultura. Muchos mendigos podrían dar fe de ello. Lorca y Merino lo reafirman en escena.
Y si Folie a deux nos habla de una sociedad que trata de manera invalidante
la enfermedad mental, también nos
cuenta cómo pasamos de largo ante la
enfermedad moral. A veces, una comedia como ésta puede dar muchas vueltas
antes de llegar al fondo de las cosas. Pero la sordidez que desprenden algunos
de sus retablos de psiquiátrico añade a
la risa del público un inevitable y profundo rictus torcido. Hablar de la locura
–o de la muerte– sigue siendo tabú en Occidente. Resulta curioso observar cómo
las sociedades modernas han hecho de
disfrazar cadáveres y esconder locos un
auténtico arte. No, dos: la tanatopraxis
y la psiquiatría. Maquillando al cadáver
y ocultando al loco el mundo se vuelve
un poco más aséptico. Por ello, Lorca y
Merino insisten en el poder curativo no
sólo de la risa, sino de la locura misma:
me remito al terapeuta mexicano Guillermo Borja –cuyo fantasma planea sobre la obra– y a su célebre manifiesto psicoterapéutico La locura lo cura (La Llave), que arranca de su trabajo en un aberrante penal psiquiátrico mientras purgaba una condena de cuatro años a causa de sus actividades chamánicas. Al cabo de los meses, los locos pasaron de ser
tratados como basura a meditar varias
horas al día, cuidar su propio huerto o
dar clases de literatura, poesía o teatro.
Y es que, por suerte, el teatro no deja de
prestar atención a la naturaleza subversiva del loco (Boadella, Koltès...). Algo
en lo que también reparó Foucault: “Para hablar de la locura habría que tener
el talento de un poeta”. En este sentido,
Diego Lorca y Pako Merino tienen el éxito asegurado: Folie a deux prueba que
para lograr un lenguaje escenográfico y
una dramaturgia capaz de conectar con
grandes públicos no hacen falta grandes
aspavientos escénicos, sino sólo y simplemente un poco de buen teatro de creación (o locura) colectiva. |