La Iglesia en tu Casa Vivir ociosamente Serie: Preguntas para crecer La Biblia afirma que el que «sigue a ociosos se colmará de pobreza» (Proverbios 28.19). El apóstol Pablo dice que debemos amonestar o reprender a los ociosos (1 Tesalonicenses 5.14). El mismo apóstol ordena a los hermanos a que se aparten de toda persona que vive ociosamente (2 Tesalonicenses 3.6). La ociosidad es hermana de la negligencia. Porque «el que es negligente en su trabajo es amigo del hombre destructor», dice Proverbios 18.9. La ociosidad es hermana de la pereza. El perezoso gusta de dormir sin límites. El perezoso es irresponsable; es de doble palabra. Como dice Proverbios 13.4 «El perezoso desea y nada alcanza»; y como enseña el 15.19 «el camino del perezoso está lleno de espinas», por eso siempre se está quejando y se siente lastimado. Siempre está deseando, y su deseo lo mata (Proverbios 21.25). Siempre se siente amenazado (22.13). Y señala Proverbios 26.16: «En su propia opinión, el perezoso es más sabio que siete que sepan aconsejar». La ociosidad es hermana de la mediocridad. Conoces a una persona ociosa por la calidad de lo que hace y de cómo lo hace. La mediocridad hace que las puertas de la pobreza, del vicio y de la amargura se vuelvan a abrir. La ociosidad es hermana del conformismo. Una persona conformista se resigna al mínimo esfuerzo, y por lo tanto a la mínima conquista. Lea Lucas 9.62. El creyente que acepta volver atrás, es aquel que insiste en abrir puertas que ya Dios ha cerrado. Le sucede porque aún lleva la esclavitud por dentro. Porque aún su espíritu está cautivo. Cautivo de vanidad, cautivo de rebeldía, cautivo de orgullo, cautivo de mentira, cautivo de resentimiento. Deje que él Señor cierre definitivamente aquellas puertas de destrucción en su vida. Atrás sólo hay muerte Rolando Soto M. Ministerio Esperanza Viva Centro Cristiano Internacional – 2009 ¿CÓMO NO VOLVER ATRÁS? ATRÁS Lectura inspiracional: Eclesiastés 10. 8-9 8 La vida es como un enorme edificio lleno de habitaciones. Hay habitaciones que aparentan ser lugares de felicidad, pero terminan siendo traumáticas, corruptas y falsas. Hay habitaciones en donde crecemos y somos transformados en mejores personas. ¿Cuántos hemos estado en esas habitaciones de muerte?: A punto de perder nuestro hogar, con deseos de quitarnos la vida, atados a un vicio vici demoledor, con profundos vacíos espirituales, llenos de temores. Estando dentro de esas situaciones de agonía y sufrimiento, hemos gritado y Dios ha acudido en nuestro auxilio para liberarnos. Dios nos ha sacado de esas habitaciones de muerte. Una vez que Él nos saca de una de esas habitaciones, Él mismo cierra esa puerta para que nunca más la volvamos a abrir. Es prudente reconocer que la tendencia del ser humano frente a su pasado pecaminoso es aquella descrita en Proverbios 26.11 cuando dice que «Como « el perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad». necedad» Existe en el ser humano una raíz de rebeldía que por sí mismo no le es posible quitar. Esa raíz si no es arrancada definitivamente por Cristo, vuelve a brotar, y es la que provocaa el deseo de volver a abrir aquellas puertas que Dios ya cerró. El pueblo hebreo vivió una de las más crueles esclavitudes de la historia. Fueron tratados por los egipcios como verdaderos animales. Los hebreos conocieron lo que es estar en la habitación de la opresión. opresión Clamaron a Dios, dice Éxodo 2. 23,24 y «oyó Dios el gemido de ellos», ellos» y por ello envió a Moisés para liberar a ese pueblo de la habitación de la opresión en que vivían. Cuando el pueblo israelita viajaba por el desierto, rumbo a la tierra tierr de la libertad, comenzaron a añorar el volver a Egipto. Ellos querían volver a la habitación de la opresión. No conocían la habitación de la libertad, pero querían volver a Egipto. Físicamente ellos eran libres, pero mentalmente aún eran esclavos. Eso sucede con personas que han dejado las habitaciones del vicio, del temor, del odio, del adulterio, de la idolatría. Dios ha cerrado la puerta, pero ellos quieren volver a abrirla, porque en su interior aún está la raíz de la rebeldía. Consideremos las palabras labras de 2 Pedro 2. 21, 22, según la Biblia Dios Habla Hoy, que habla de la clase de hermanos que vuelven a abrir puertas que Dios había cerrado: «21Hubiera sido mejor para ellos no haber conocido el camino recto que, después de haberlo conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue dado. 22Pero en ellos se ha cumplido la verdad de aquel dicho: “El perro vuelve a su vómito”, y también lo de “La puerca recién bañada vuelve a revolcarse en el lodo”». ¿Cómo no volver atrás? Lo primero es comprender las actitudes que, por lo general, provocan que un creyente regrese a su vida pecaminosa: pidió a Moisés y Aarón que se apartaran del pueblo porque iba a consumir a aquella gente. Moisés y Aarón intercedieron, y finalmente Dios dio la siguiente indicación en el vr. 24: «Apartaos de los alrededores de la tienda de Coré, Datán y Abiram». El relato nos cuenta que la tierra se abrió y se tragó a esas tiendas y a éstos con ellas. Cuando una persona mantiene relaciones con gente nociva, generalmente sucede que cuando esta gente es consumida, ellos también son consumidos. Sigamos el consejo de Proverbios 22.3. Añorar el pasado Muchas puertas cerradas las volvemos abrir cuando mantenemos la añoranza por nuestra vida pasada. Razón tiene el texto de Isaías 43.18 «No os acordéis de las cosas pasadas ni traigáis a la memoria las cosas antiguas». Un cristiano que con regularidad gusta de hacer recuerdos de su vida en aquellas habitaciones de pecado y amargura, corre el riesgo de expresar el anhelo por su pasado. Eso sucedía con el pueblo Israelita en el desierto. Incumplir los votos al Señor Una tercera actitud que provoca que volvamos atrás es con el incumplimiento de nuestros votos al Señor. Llamamos “votos” a todos aquellos ofrecimientos y compromisos que hemos hecho con el Señor. Eclesiastés 5. 4,5 dice: «4Cuando a Dios hagas promesa, no tardes en cumplirla, porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. 5Mejor es no prometer que prometer y no cumplir». Ofreciste al Señor tu casa; dásela. Ofreciste al Señor una ofrenda; dásela. Ofreciste al Señor tu santidad; dásela. Ofreciste al Señor tu obediencia; dásela. Ofreciste al Señor tu servicio; dáselo. La vida del pecado da muchos trofeos. Pero los trofeos del pecado deben ser borrados del corazón. El apóstol Pablo decía de esta clase de hermanos lo siguiente: «Pero ahora que ustedes han conocido a Dios, o mejor dicho, ahora que Dios los ha conocido a ustedes, ¿cómo es posible que vuelvan a someterse a esos débiles y pobres poderes, y a hacerse sus esclavos?» (Gálatas 4.9). Algunos creyentes hablan de sus aventuras pecaminosas pasadas para ilustrar su testimonio, pero otros tan sólo para sentirse aceptados en su medio. Conviene tener en mente el consejo de Pablo en Filipenses 3.13. Dice Deuteronomio 23. «21Cuando hagas voto a Jehová, tu Dios, no tardes en pagarlo, porque ciertamente te lo demandará Jehová, tu Dios, y cargarías con un pecado. 22Si te abstienes de prometer, no habrá en ti pecado. 23Pero lo que haya salido de tus labios, lo guardarás y lo cumplirás, conforme lo prometiste a Jehová, tu Dios, pagando la ofrenda voluntaria que prometiste con tu boca». Mantener relaciones nocivas Atar con los dichos de la boca Una segunda actitud que puede provocar que volvamos atrás es manteniendo amistades y lazos con personas que son nocivas. Hay un refrán que, en un alto porcentaje de casos, resulta cierto: El que con lobos anda, a aullar aprende. Pablo decía que «las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15. 33), lo que resulta similar en el caso de las relaciones humanas. Las amistades perversas, pervierten. En Romanos 16.17 el apóstol ordena a los hermanos que se aparten de los que causan divisiones y ponen tropiezos. Las malas amistades corrompen. Volvamos a Eclesiastés 5.6 «No dejes que tu boca te haga pecar, ni delante del ángel digas que fue por ignorancia. ¿Por qué hacer que Dios se enoje a causa de tus palabras y destruya la obra de tus manos?». Números 16 nos cuenta la historia de Coré que se reveló contra Moisés y Aarón, y levantó al pueblo contra ellos. Dios se enojó de tal forma que le El poder de la vida y de la muerte está en nuestra boca (Proverbios 18.21). Eso es lo que expresa Proverbios 6.1 cuando dice: «te has enredado con las palabras de tu boca y has quedado atrapado en los dichos de tus labios». La boca es una llave que abre muchas puertas destructivas. Puede ser una llave que nos lleve a la bendición de Dios, pero también pueden atraer su juicio. Eso es lo que expresa Números 14. 28 «Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros». ¡Cuida tus labios de hablar engaño! ¡Cuida tus labios de hacerte volver atrás!
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