APÉNDICE EN EL QUE SE EXPLICA CÓMO MARCONI SE LIBRÓ DE UN NAUFRAGIO CQ. Este era el código de llamada entre los telegrafistas. CQ, “Copy Quality”, algo así como “¿me copias?”. Al fin y al cabo, los puntos y rayas eran traducidos a letras en un papel (copiados). CQ: su pronunciación en inglés es igual que la de “seek you” (te busco). Cuando apareció la telegrafía sin hilos, ésta siguió siendo la forma de pedir a alguien que se comunicara contigo. Fue Marconi el que propuso añadir una nueva letra a estas dos para casos de peligro. La nueva letra era la “D” de “distress” (peligro). De esta forma “CQD” pasó a ser la llamada de peligro. CQD: “Copy Quality, Distress”, o también “Come Quickly, Distress” (venid pronto, peligro) En Alemania se había desarrollado también, paralelamente al de Marconi, un sistema de telegrafía inalámbrica, llamado, en honor a sus creadores, Slaby-Arco; Adolf Slaby y el conde Georg von Arco siempre reconocieron la paternidad de Tesla sobre el invento de la radio. El gobierno alemán auspició la unión de la empresa para la que trabajaba Slaby (AEG) con “Siemens & Halske” para fundar “Telefunken”. Aunque Marconi siempre pretendió que se habían apropiado de sus ideas, la compañía pagaba religiosamente sus derechos de patente a Tesla. Marconi trató con dureza a esta competencia. Sus estaciones se negaban a comunicarse con los barcos alemanes que portaban las emisoras de Slaby-Arco. Él lo achacaba a que no estaban bien sintonizadas, aunque no ocultaba su total oposición a que tal comunicación se produjera. Por eso, cuando en la Conferencia Radiotelegráfica de Berlín, celebrada en 1.906, se aceptó la propuesta alemana del “SOS” como llamada de socorro, los operarios de Marconi decidieron seguir con el viejo “CQD”. SOS, “Save Our Souls” (salvad nuestras almas), era mucho más fácil de transmitir y entender en morse (··· --···) que CQD (-·-· --·- -··) Desde su mansión de “Eagle Hurst”, el 10 de Abril de 1.912, Bea y Degna observaban con añoranza cómo el “Titanic” atravesaba las aguas del Canal de la Mancha, hasta perderse en la lejanía rumbo a América. Ellas, junto con Marconi deberían ir a bordo. El “Titanic” era el segundo gran barco de la naviera inglesa “White Star”, ahora perteneciente al magnate J.P. Morgan. El primero de ellos, el “Olympia”, se había botado un año antes. Su gran tamaño lo hacía muy difícil de maniobrar, por lo que no es de extrañar que sufriera un pequeño accidente. Las reparaciones provocaron que se retrasara la puesta a punto, y, por lo tanto, el primer viaje, de su hermano el “Titanic”. En esta travesía iban a viajar Marconi y su familia, pero el cambio de fechas no les permitió hacerlo, debido a otros compromisos del inventor. Normalmente, cada barco estaba atendido por un radiotelegrafista, que solía hacer largos turnos. Cuando dormía, la radio quedaba desatendida. Pero el “Titanic” llevaba un gran número de pasajeros de primera clase, que podían permitirse el lujo de pagar los altos precios que se cobraban por enviar mensajes particulares. Por eso iban a bordo dos operarios, de manera que se encontrase operativa las 24 horas. Al frente estaba el más veterano, Jack Phillips, de 26 años. A Harold Bride, de 22, le recomendó para el puesto su amigo Harold Cottam, a la sazón telegrafista en el “Carpathia”. El domingo 14 de Abril el “Carpathia” regresaba de Nueva York. Cottam llevaba varias horas intentando, en vano, comunicarse con sus amigos Phillips y Bride. El día estaba a punto de acabar cuando estos últimos consiguieron, tras siete horas de arduo trabajo, arreglar el equipo de radio. Les esperaba ahora una dura tarea, pues se acumulaban muchos mensajes, tanto para enviar como para recibir. A medianoche, cuando apareció el capitán, estaban allí los dos. Jack se encontraba aún a los mandos, pero pronto le daría el relevo a Harold. El capitán les pidió que estuvieran preparados para enviar un mensaje. Habían chocado con un iceberg e iban a evaluar los daños. Nadie estaba preocupado. De hecho, el impacto ni siquiera se había notado. Thomas Andrews, el diseñador del barco, iba a bordo, y no lo dudó un instante. Tras observar los desperfectos dijo que el barco se hundiría en 2 horas. El capitán, Edward Smith, regresó rápidamente a la cabina de radio y ordenó a los telegrafistas que enviaran la señal de socorro: “MYG MYG MYG CQD CQD CQD”. “MYG” era el código de identificación del “Titanic”. El mensaje atravesó el éter y se recibió en Cape Cod. Sin embargo, en el barco más cercano, el “California”, el telegrafista estaba ya durmiendo. Y en el “Carpathia”, que se encontraba a menos de 100 kilómetros, Harold Cottam se preparaba para hacer lo propio. Aún así, decidió hacer un último intento por comunicarse con sus compañeros del “Titanic”: - “Ven enseguida, nos hundimos”, fue la inesperada respuesta que escupió el receptor. “¿Qué ocurre? ¿Debo avisar a mi capitán?” “Sí, es un CQD, viejo amigo. Hemos chocado con un iceberg y nos hundimos” El “Carpathia” cambió su rumbo para dirigirse a toda máquina al encuentro del “Titanic”, mientras la radio de este último seguía lanzando llamadas de socorro, incluyendo algún “SOS”. A la 1:30 Jack tecleó que las mujeres y los niños se habían embarcado en los botes salvavidas, y que la sala de máquinas se estaba inundando. Poco después, la comunicación cesó. Un miembro de la tripulación estaba intentando arrebatar a Jack su chaleco salvavidas. Mientras Harold le sujetaba, Jack le dejó inconsciente de un puñetazo. Poco después, a la 1:45, se emitió el último mensaje: la sala de máquinas estaba inundada. El capitán había ido a la cabina de radio a comunicarles que la situación era ya un “sálvese quien pueda”. Media hora después Jack y Harold saltaron. Este último consiguió asirse a la quilla de un bote volcado. A las 2:30 el “Titanic” desapareció bajo las frías aguas del Atlántico. Hasta las 4 de la mañana el “Carpathia” no encontró el lugar del naufragio. Recogió a algo más de 700 supervivientes, entre ellos a Harold Bride, con los pies congelados. A su compañero lo encontraron algo más tarde, literalmente muerto de frío. A bordo del “Carpathia” Bride y Cottam se turnaban al telégrafo. En Nueva York estaban ávidos de información. La desesperación entre los familiares de los viajeros era patente. Sin embargo, aquélla les llegaba con cuentagotas. Marconi decía que el barco estaba muy lejos de la costa, y que su equipo no tenía la suficiente potencia. Lo cierto es que algunas altas personalidades supervivientes sí hicieron reservas por radio en lujosos hoteles de Nueva York. Se dice que los compañeros de Cottam y Bride les aconsejaron no contar nada para luego poder vender la exclusiva cuando llegaran a tierra (cosa que, efectivamente, hicieron). El jueves 18 de Abril el “Carpathia” atracó en Nueva York. Tras desembarcar todo el pasaje, Marconi subió hasta la cabina de radio, donde Harold Bride, con sus pies vendados, seguía transmitiendo mensajes: - “No hace falta que sigas, chaval” “Pero esta pobre gente espera que mande sus mensajes” Entonces Bride se volvió y vio a Marconi. Nunca antes lo había visto en persona. Su mirada viajó varias veces desde el rostro del inventor hasta un retrato suyo que descansaba sobre el aparato de radio. Cuando por fin salió de su asombro, se estrecharon la mano, largamente, sin decir nada...
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