SAN AGUSTÍN (354-430) 1.-CONTEXTUALIZACIÓN 2.-FUENTES DEL PENSAMIENTO DE SAN AGUSTÍN 3.-EL PAPEL DE LA FILOSOFÍA: BÚSQUEDA DE LA VERDAD 4.-RAZÓN Y FE 5.-EL SER HUMANO (EL TEMA DEL HOMBRE O ANTROPOLOGÍA) 6.-EL CONOCIMIENTO 7.- DIOS LA NATURALEZA DIVINA: IDEA DE DIOS EXISTENCIA DE DIOS: PRUEBAS PARA LLEGAR A ÉL LA CREACIÓN 8.-EL PROBLEMA DEL MAL 9.-TEORÍA MORAL EL FIN DEL HOMBRE ES LA FELICIDAD QUE CONSISTE EN LA BEATITUD EL LIBRE ALBEDRÍO LA NECESIDAD DE LA GRACIA 10.-LAS DOS CIUDADES 1 1.-CONTEXTUALIZACIÓN San Agustín vive el final de la época antigua y el inicio de la Edad Media. Vive la decadencia del imperio romano de Occidente. Desde el siglo III a. C., Roma se ha dedicado a la conquista de nuevos territorios hasta el mandato de César Augusto (63 a. C.- 14 d. C). Justo después de la batalla de Acio (30 a. C.) Augusto se declara emperador y se inicia la etapa del Imperio Romano. (Él era emperador cuando nace Jesús de Nazaret). En este periodo se consolidan las fronteras y se logra la Pax romana, que pone fin a innumerables guerras civiles durante todo el siglo. Gracias a la paz se impulsa la cultura: el arte, la literatura, el derecho, la filosofía etc. El siglo II d. C. fue el de mayor estabilidad política y económica, es la época de las grandes construcciones: arquitectura urbana (templos, termas, teatros, foros) y obras públicas (calzadas, acueductos, etc) El siglo III d. C. es el siglo de la gran crisis propiciada en el interior por una fuerte caída económica, el abandono del campo y la huida de la población a las ciudades, lo que crea grandes masas de pobreza y una enorme inestabilidad social. Por otra parte, el imperio se ha extendido tan extraordinariamente, que es difícil controlar todo el territorio como una unidad, los generales llevan a cabo constantes pronunciamientos frente al poder central y las tribus bárbaras presionan en las lejanas fronteras, difíciles de defender. Las guerras son constantes. Ante tal desbarajuste, los emperadores empezaron a culpar a los Cristianos, argumentando que por culpa de ellos los dioses del imperio los habían abandonado. Se empiezan a promulgar decretos contra esta nueva religión. El emperador Diocleciano logra poner fin a la anarquía militar centralizando el poder e intenta restaurar el orden social y la unidad, renovando la religión pagana y el culto al César. Bajo su mandato se lleva a cabo la última y más terrible persecución contra los cristianos. Sin embargo poco después, en el año 313, el emperador Constantino, consciente de que los Cristianos eran muy numerosos y su persecución traía más problemas que beneficios, promulgó el Edicto de Milán con el que se establecía la libertad religiosa en el Imperio. En el 380 el emperador Teodosio proclamó en Tesalónica el Cristianismo como religión oficial del Imperio. Desde este momento ejerció un dominio total. Años más tarde, en el 395, Teodosio repartió el Imperio entre sus dos hijos: el de Occidente fue para Honorio, el de Oriente para Arcadio. El de Occidente fue continuamente atacado por pueblos bárbaros y cae en el 476 a manos de Odoacro. El de Oriente, sin embargo, se mantiene hasta 1453, cuando entran los turcos en Constantinopla. Culturalmente, Roma adopta las formas griegas, tanto en el arte como en la filosofía, la ciencia y la religión. En filosofía no se crea un pensamiento original sino que perseveran y conviven las escuelas antiguas: estoicos, epicúreos, aristotélicos, platónicos, pitagóricos y diferentes cultos mistéricos. En este caos de ideas aparece el Cristianismo, con la frescura y la fuerza de un mensaje nuevo. La religión Cristiana tendrá una influencia fundamental en el desarrollo de la cultura occidental al introducir una nueva visión del mundo y dar una nueva orientación a la filosofía. El cristianismo entró en el mundo occidental no como una filosofía, es decir, como un sistema abstracto y teórico, sino como una religión revelada, como una doctrina de redención, salvación y amor, que no pretende defender su posición con argumentos racionales; la veracidad de la doctrina cristiana se basa sólo en el valor de la palabra de Dios y su aceptación se hace por fe, no por convencimiento racional. Sin embargo, esta doctrina revelada por Dios incluye una serie de afirmaciones sobre los temas que desde el comienzo de la filosofía habían sido cuestionados por los filósofos: hombre, alma, naturaleza, Dios... Por tanto, la aparición de esta religión nueva no podía pasar desapercibida a los filósofos, ni la filosofía a los cristianos. Ambas van a tener a lo largo de los siglos, una influencia mutua. En principio las tesis cristianas resultan ajenas y extrañas al pensamiento griego, que era el que dominaba en Occidente representado en las escuelas platónica, aristotélica, epicúrea, estoica etc Estas ideas del cristianismo -algunas tomadas de la religión hebrea, otras son ideas propias cristianas, derivadas principalmente de San Pablo, auténtico fundador de la doctrina cristiana- son las siguientes: 2 a) b) c) d) Se presenta como la Verdad absoluta, por lo que no cabe el diálogo, la discusión, la reflexión o el razonamiento. Dios es Uno (Monoteísmo), Creador (crea el mundo a partir de la nada ex nihilo; lo cual choca con el principio racional admitido desde Parménides como incuestionable “de la nada, nada sale”), Providente (Dios es padre y se ocupa de nosotros)… Dios es, además Omnipotente, puede hacer aquello que quiera (Voluntarismo), incluso ir contra las leyes naturales en los milagros. (esto choca con la idea griega del cosmos ordenado según leyes inmutables) El hombre es libre y responsable de sus actos, ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, todos los hombres son iguales y tienen obligación de amar a Dios y a los otros hombres. Desde el nacimiento, y por el pecado original, el hombre presenta una inclinación al mal, que por su voluntad y guiado por la gracia y la fe ha de vencer. Actuar buscando el bien o dejándose seducir por el mal es, en último término, un acto libre, depende de la propia voluntad. Desaparece de este modo el intelectualismo ético y aparecen con toda su dureza el sentimiento de culpa y de pecado. Durante el siglo I el Cristianismo fue poco más que una secta judía de sectores marginales o de las clases más bajas de las ciudades del Imperio romano. A partir del siglo II, empezó a penetrar gradualmente en las capas elevadas y cultas. Empiezan a desencadenarse persecuciones contra sus adeptos. Pronto, los intelectuales cristianos sintieron la necesidad de formular y definir con claridad los contenidos doctrinales de su fe, con ello lograrían: Clarificar su posición frente a las ideas griegas paganas. Defenderse de sus perseguidores ( Hacen defensa o Apología del Cristianismo) Diferenciarse de las otras religiosas (mistéricas) y de la religión judaica. Esta labor la llevaron a cabo los llamados Padres de la Iglesia. El conjunto de su obra se conoce como Patrística. En esta primera fase los Padres, puesto que se dedican fundamentalmente a defender su creencia, se llaman Padres Apologetas o Apologistas. A medida que ellos iban definiendo las verdades o dogmas de su fe, se va constituyendo lo que es la Ortodoxia de su doctrina, dejando al margen las ideas consideradas heterodoxas o, incluso, heréticas. El intento de diferenciar su creencia de las herejías ayudó a la profundización, clarificación y precisión de la misma. Influencia entre la filosofía y el Cristianismo En esta enorme empresa de defensa, clarificación y definición de la doctrina Cristiana, los Padres cristianos se sirven de los métodos y el lenguaje de la filosofía, lo que va a colaborar a que el Cristianismo se impregne de sus términos y, en definitiva, de sus ideas. Al final, el cristianismo se adopta como visión del mundo. La filosofía que se hará en toda la EM es filosofía cuya fuente es el Cristianismo. Relaciones fe-razón En cuanto a la actitud de los padres respecto a la filosofía como intento racional de acercarse a la verdad, no es uniforme sino diversa. Los hay que se muestran abiertos y aceptan que la razón y, por tanto, la filosofía, pueda profundizar en los dogmas de fe y allanar el camino para llegar a ella. Esta es la posición de San Justino s. II, Orígenes s. III, y San Gregorio Nacianceno s. IV. Los hay, sin embargo, con una actitud cerrada, negativa, y piensan que la fe y el dogma no necesitan de la razón ni de la filosofía. De esta opinión son San Ireneo s.II, Tertuliano s. III, y Arnobio s. IV, por citar algunos nombres. Se acabará imponiendo la primera, gracias probablemente a que es la que sostiene San Agustín, pero con ciertos matices. A partir del siglo IV prácticamente toda la filosofía occidental es filosofía cristiana. 2.- FUENTES DEL PENSAMIENTO DE SAN AGUSTÍN Su obra nace de su propia biografía, de su inquietud por vivir intensamente, que llega a convertirse en una búsqueda incesante de la verdad, de la sabiduría –sed que le despertó la lectura de Cicerón- y que, al final, está seguro de hallar en el Cristianismo, en el que encontró el sosiego y la seguridad que su alma reclamaba. En este camino más o menos tortuoso se sumergió en diferentes corrientes y basándose en ellas o contra ellas surge su propio pensamiento: 3 - El escepticismo académico, que rechaza la existencia de la verdad absoluta, al que se dirige su obra “Contra académicos” y al que se refiere algunos de los principales puntos de su filosofía. - Maniqueísmo: Es una secta religiosa fundada por el persa Mani o Manes, que se difundió a partir del siglo III por todo el imperio. Su doctrina dualista defendía la existencia de un principio del bien y un principio del mal en lucha constante. Esta lucha se da también en el ser humano. En consecuencia, negaba la responsabilidad humana por los males cometidos, al considerar que no son producto de la libre voluntad del individuo, sino del dominio del mal sobre una parte de su alma. - Platonismo/Neoplatonismo: La lectura de Plotino, el principal neoplatónico, le descubrió el concepto de realidad inmaterial y una explicación más convincente del mal que la maniquea. El Neoplatonismo sostenía que Dios, el Uno, es la Unidad perfecta, superior a cuanto la inteligencia puede concebir, del que emanan todas las demás cosas, que son, por ello, contingentes e imperfectas. El objetivo del ser humano es el retorno a Dios que se va preparando durante la vida mediante la purificación del alma con la práctica de las virtudes intelectuales. El ser es bueno en tanto que es, el mal no es ser sino privación de ser; esta es la posición que finalmente adoptará San Agustín y tras él toda la filosofía cristiana. - Cristianismo: Se convierte al cristianismo en el 387, movido internamente por los sermones de San Ambrosio y seducido desde lo más hondo de su alma por la lectura de la Biblia, para leer la cual, dice el santo, hay que convertirse en niño, mirar y creer con su inocencia. Desde este momento el cristianismo será la base de su creencia y se vuelca en profundizar en su doctrina mediante su inteligencia. En esta tarea se apoya en el Neoplatonismo que le permite una interpretación más racional del Cristianismo. Aceptará de la filosofía clásica únicamente aquellas ideas afines a la doctrina cristiana. Puede decirse, pues, que San Agustín lleva a cabo una síntesis entre la filosofía de raíz platónica y Neoplatónica y el Cristianismo. Su pensamiento es decisivo para la filosofía de la Edad Media, que seguirá su síntesis entre cristianismo y platonismo al menos hasta el siglo XIII, cuando una vez se descubra en el siglo XII, el pensamiento de Aristóteles, Santo Tomás hará con su obra algo semejante a lo que Agustín hiciera con la de Platón: incorporarla como fundamento racional para algunas de las doctrinas cristianas. La obra de San Agustín se sitúa entre dos épocas: con ella culmina la primera etapa de la filosofía cristiana, pero a la vez abre paso a un largo periodo en el que la filosofía será ancilla theologiae, es decir, “sierva de la teología”, entregada como tarea única a demostrar las verdades de la fe. Se puede decir que San Agustín sienta las bases de lo que será la filosofía medieval. 3.-EL PAPEL DE LA FILOSOFÍA: BÚSQUEDA DE LA VERDAD San Agustín expresa de manera viva la imperiosa necesidad que tiene de la verdad. La filosofía no es más que el esfuerzo por encontrar la verdadera sabiduría, pero no concebida como mera especulación sino como paso necesario para hallar a Dios. Su propia biografía puede mirarse desde esta perspectiva como una errabunda búsqueda de la misma, hasta que sintió la seguridad de hallarla en el Cristianismo, de haber encontrado el camino que lleva a Dios 4.-RAZÓN Y FE Por su propia trayectoria vital y las enseñanzas de los maniqueos, que se apoyaban en la tarea de la razón para llegar a las Escrituras, San Agustín no podía rechazar como inútil la filosofía ni como estériles los esfuerzos de la razón para llegar a la verdad. No están claros para él los límites de la razón y los de la fe, ni lo que es filosofía y Teología, porque uno es el Universo, todo él obra del Creador, y por tanto, una la verdad, cualquiera que sea la senda y las herramientas que se empleen para buscarla. Y su interés no es teórico sino buscar la felicidad completa, que se halla en la vuelta a Dios. Así pues, su tarea como filósofo cristiano va a ser desentrañar, gracias a su razón, la verdad que se encierra en las Escrituras y cree por fe. Piensa que la razón puede allanar el camino a la fe, que para llegar a las verdades que ocultan las escrituras puede ayudar un previo trabajo de la razón. Y una vez que se ha llegado a ellas, y se creen por fe, la razón tiene una segunda misión, la de profundizar en su comprensión. La fe ha de guiar a la razón en la búsqueda de la Verdad auténtica. En el Sermón 43 resume San Agustín esta doble actividad de la razón: comprende para creer, cree para comprender. 4 5.-EL SER HUMANO (ANTROPOLOGÌA O TEORÍA DEL HOMBRE) El verdadero y auténtico problema que hay que desentrañar, según San Agustín, no es el del Cosmos, sino el del hombre. “Y pensar que los hombres admiran las cumbres de las montañas, las vastas aguas de los mares, las anchas corrientes de los ríos, la extensión del océano, los giros de los astros; pero se abandonan a sí mismos…” El verdadero misterio no reside en el mundo, sino que somos nosotros, para nosotros mismos: “¡Qué misterio tan profundo es el hombre! Pero tú, Señor, conoces hasta el número de sus cabellos, que no disminuye sin que Tú lo permitas. Y sin embargo, resulta más fácil contar sus cabellos que los afectos y los movimientos de su corazón”. San Agustín no se acerca al hombre en abstracto, preguntándose de forma general por su esencia, sino desde la perspectiva más cercana y concreta del “yo”, del hombre como individuo irrepetible, como persona. Descubre la mismidad, la intimidad personal de cada hombre consigo mismo, y lo aborda como problema filosófico. En este sentido, la reflexión íntima sobre su “yo” y su persona se convierten en paradigmáticos: “yo mismo me había convertido en un gran problema (magna quaestio) para mí”, ”no comprendo todo lo que soy”. En lo que se refiere a su concepción o definición del hombre San Agustín se basa en la filosofía griega: Los elementos principales de esta concepción son Neoplatónicos, tomados de Plotino y justificados en los diálogos de Platón: El hombre es un alma que se sirve de un cuerpo. Como cristiano subraya la unidad de alma y cuerpo, mas cuando entra en fundamentaciones filosóficas vuelve a la definición de Platón y a su idea de que tiene mayor valor el alma que el cuerpo, incluso que lo que es propiamente el hombre es su alma. El alma entera se halla presente en el cuerpo entero y lo une a él la acción que ejerce sobre él para vivificarlo. Todo lo que hace el cuerpo, lo hace por el alma, pero el alma no puede ser influida directamente por el cuerpo, pues lo inferior no tiene poder para obrar sobre lo superior. Así todas las funciones del cuerpo son realmente funciones que lleva a cabo el alma. “El alma manda al cuerpo y éste obedece inmediatamente; el alma se manda a sí misma” Como realidad, el alma es una realidad intermedia entre lo inmutable, Dios, y lo cambiante, las criaturas, de ahí deriva su superioridad sobre el cuerpo. “Existe una realidad intermedia entre lo mudable y lo inmutable, que es el alma humana: con la razón superior se comunica con la divinidad, con la inferior informa al cuerpo y entronca con la mutabilidad” Pero aunque es cambiante y temporal, por ser creada, es un principio inmaterial que anima al cuerpo, y como tal es inmortal: El alma participa de la Vida de su Creador, y como esta no admite contrario, la muerte, como de tal principio recibe la vida, el alma no puede morir, ha de ser inmortal (reformulación del argumento del Fedón de que es imposible que algo participe de Ideas contrarias Vida-Muerte) A pesar de su platonismo en estos temas, no acepta ni la preexistencia del alma con respecto al cuerpo, ni la reencarnación, sino que es creada por Dios. ¿Cómo crea Dios el alma de cada hombre? Dos momentos en la obra agustiniana: En un primer momento mantiene la tesis del traducianismo: Dios creó todas las almas al crear la de Adán, y el alma de cada uno se transmite a partir del alma de los padres, de este modo puede justificarse que está manchada por el pecado original. Posteriormente mantiene el Creacionismo según el cual el alma espiritual es creada directamente por Dios. Sin embargo no llega a definir de modo claro en qué momento se produce dicha creación. Para Agustín el hombre interior es imagen de Dios y de la Trinidad. Y la problemática de la Trinidad que se centra sobre las tres personas y sobre su unidad substancial y, por lo tanto, sobre la específica temática de la persona - iba a cambiar de modo radical la concepción del “yo”, el cual, en la medida en que refleja las tres personas de la Trinidad y su unidad, se convierte él mismo en persona. Un buen ejemplo del paralelismo entre el alma humana y la Trinidad es el que se refleja en la concepción de las facultades del alma: Así como Dios que es uno es a la vez trino: Dios Padre, es el Ser, del que brota el Hijo, el Conocimiento, La Palabra, El Verbo y de la relación de ambos nace el amor: el Espíritu Santo, así en el alma que es una, se manifiesta la trinidad: Tiene memoria, gracias a la que 5 puede recordar y almacenar todo lo que vive, gracias a ella tenemos conciencia de nosotros mismos y formamos nuestra identidad; Inteligencia, por la que entiende lo que es y conoce el mundo, y voluntad, por la que ama lo que es y lo que quiere. “Yo soy, yo conozco, yo quiero” –dice San Agustín-. 6.-EL CONOCIMIENTO San Agustín no elabora una Teoría del Conocimiento con fines puramente académicos ni para construir a partir de ella un sistema Metafísico, lo hace con el fin de buscar la verdad y a través de ella la felicidad verdadera, la beatitud. (Frente al escepticismo de los académicos considera que es posible alcanzar la verdad). El hombre busca la verdad y esta búsqueda lleva a Dios: siente su propia insuficiencia y se lanza hacia un objeto más grande que él mismo, un objeto que pueda traerle paz y felicidad, y el conocimiento de ese objeto es una condición esencial para conseguir alcanzarlo. En función del objeto conocido existen distintos niveles de conocimiento: el conocimiento sensible y el conocimiento racional; el conocimiento racional, a su vez, podrá ser inferior y superior. 1.- El conocimiento sensible es el grado más bajo de conocimiento y, aunque realizado por el alma, los sentidos son sus instrumentos; este tipo de conocimiento sólo produce opinión, doxa, y cambia puesto que versa sobre lo mutable. Se lleva a cabo a través de las sensaciones. Las sensaciones: son acciones del alma sirviéndose del cuerpo. Entre las sensaciones unas nos informan sobre el estado y necesidades del cuerpo, otras sobre el mundo que nos rodea. El carácter que distingue a los objetos conocidos por las sensaciones, y a las mismas sensaciones, es su inestabilidad. Son limitados en el tiempo, aparecen y desaparecen… esta falta de estabilidad, refleja una verdadera falta de ser, puesto que cambian continuamente, propiamente no son, son seres mutables y finitos. Piensa, como Platón, que la sensación al ser conocimiento de lo mutable no constituye verdadero conocimiento. Pero, a pesar de ser un conocimiento relativo e inestable, incluso de las sensaciones tenemos cierta seguridad, y no podemos decir que sean totalmente engañosas. No podemos decir con rigor, que las sensaciones nos engañan, en todo caso nos engañaríamos nosotros al juzgar que lo que nos muestran, la apariencia, es la verdadera realidad. 2.- La autoconciencia: Estamos seguros, de manera irrefutable, de nuestra propia existencia a través de la autoconciencia. 3.- El conocimiento racional En su actividad inferior, se dirige al conocimiento de lo que hay de universal y necesario en la realidad temporal, y es el tipo de conocimiento que podemos llamar ciencia Ese tipo de conocimiento depende del alma, pero se produce a raíz del "contacto" con la realidad sensible. El conocimiento racional de las cosas sensibles va más allá de lo que se puede conocer de ellas por medio de la sensación y es posible gracias a la comparación que realiza la mente entre los entes finitos y las ideas eternas e inmutables. El conocimiento racional, en su actividad superior, es llamado por San Agustín sabiduría; es el auténtico conocimiento : el de los principios generales, verdades que son universales y eternas y que se nos muestran como tales, es decir, con el carácter de su universalidad, necesidad e inmutabilidad, a través del cual se nos dan a conocer realidades inmutables, los modelos o arquetipos de todas las cosas y las reglas que las ordenan, realidades universales y absolutas, las Ideas, siguiendo a Platón. "Las ideas son formas arquetípicas o esencias permanentes e inmutables de las cosas, que no han sido formadas sino que, existiendo eternamente y de manera inmutable, se hallan contenidas en la inteligencia divina" ¿Qué proceso sigue el hombre para alcanzar tal conocimiento? Se vuelve hacia su interior y se analiza a sí mismo y descubre principios e ideas que son universales y eternas, por ejemplo los principios de las matemáticas o de la lógica, verdades absolutamente necesarias. A este proceso de buscar la verdad en el interior se le llama interiorización. Pero el proceso no acaba aquí, en el interior del alma, sino que ha de salir fuera, hacia lo superior, pues el hombre toma conciencia de que las verdades que descubre no dependen de él, que es también mutable y temporal y como tal no puede ser el 6 fundamento de verdades inmutables y eternas, han de tener un principio y fundamento con sus mismas características, inmutable y eterno, y este es Dios mismo. Así pues, al volverse al propio interior y hallar allí las verdades eternas, el hombre ha de trascenderse a sí mismo y desde ahí, halla a Dios. (De hecho S. Agustín utiliza la aprehensión de verdades eternas y necesarias como una prueba a favor de la existencia de Dios, argumentando que tales verdades requieren un fundamento inmutable y eterno). ¿Cómo le es posible al hombre llegar a conocer verdades eternas y necesarias? Por los sentidos sólo puede obtener conocimientos contingentes, cambiantes y pasajeros, y la misma mente humana es mutable y temporal, de modo que lo que es inmutable y eterno la trasciende y parece no estar al alcance de su capacidad. Si la verdad fuese equiparable a nuestras mentes, dice San Agustín, sería también mutable”. La verdad es “superior y más excelente” que nuestra mente. Esto le lleva a considerar necesaria la iluminación divina: sólo podemos percibir la verdad inmutable de las cosas si éstas están iluminadas como por un sol. Esa luz que ilumina la mente procede de Dios que es la luz inteligible (recuerda esta teoría de la iluminación a la comparación del Bien con el Sol que hace Platón en la República) Esta luz espiritual parece tener respecto a las cosas inteligibles la misma función que la luz solar respecto a las corpóreas: así como la luz del sol hace visibles al ojo las cosas corpóreas, así la iluminación divina hace visibles a la mente las verdades eternas. En definitiva, necesitamos una iluminación divina que nos haga capaces de aprehender lo que trasciende de nuestras mentes, “porque ninguna criatura, por muy racional e intelectual que sea, es iluminada por sí misma, sino que es iluminada por participación en la Verdad eterna”. A esta teoría se la conoce como Teoría de la Iluminación. (Es una teoría que permite no recurrir a la Reminiscencia platónica) 7.- DIOS LA NATURALEZA DIVINA (IDEA DE DIOS) La Naturaleza de Dios es inefable, está más allá de lo que podemos comprender y expresar con palabras, sólo podemos decir de Dios lo que no es (posteriormente a esta se le llamará vía negativa para llegar a la esencia de Dios) “Si lo comprendes, dice S. Agustín, no es Dios”, por lo que considera que la mejor definición que cabe de su esencia es la que Él mismo ofrece en la Biblia: “Yo soy El que Soy” La esencia de la divinidad se encuentra fundamentalmente es su inmutabilidad y perfección, frente a la realidad mutable y finita del mundo creado. Dios es el Ser, el Verdadero Ser, y en cuanto tal, es eterno, inmutable, infinito, incomprensible, causa de sí mismo, pues no puede haber sido causado por otro y causa de todas las cosas, pues las demás cosas son en tanto en cuanto reproducen, imperfectamente, el modelo que está en la mente de Dios, y son seres imperfectos, limitados y mutables. Dios, por el contrario es perfecto, su propia perfección, es simple, de modo que su sabiduría y conocimiento, su bondad y poder son su propia esencia, que es en sí, sin accidentes. Dios trasciende el espacio en virtud de su espiritualidad, infinitud y simplicidad, y del mismo modo trasciende el tiempo en virtud de su eternidad. LA EXISTENCIA DE DIOS: PRUEBAS PARA LLEGAR A ÉL Las pruebas de San Agustín para hallar a Dios, no son pruebas dialécticas, teóricas encaminadas a convencer al ateo de que Dios existe, sino mostrar cómo toda la creación proclama al Dios que el alma experimenta dentro de sí. Por eso, para llegar hasta Dios, San Agustín muestra siempre el mismo camino: de lo exterior al interior de uno mismo y de allí a la realidad superior, a la que nuestra intimidad apunta y necesita: La prueba principal es la que parte del propio pensamiento, de la intimidad de la conciencia pensante que es capaz de aprehender verdades inmutables y eternas, siendo ella misma finita y limitada. Su verdad es superior a la mente en tanto que la mente ha de aceptarla e inclinarse ante ella sin poderla modificar. Las verdades eternas deben estar fundadas en el ser mismo inmutable y eterno, en Dios. Las verdades son verdaderas porque hallan su fundamento en la Verdad absoluta que es Dios mismo. Argumento del consentimiento Universal: La idea de Dios se hace presente a la razón de cualquier hombre, con la sola excepción de aquéllos que son absolutamente depravados, todos los humanos conciben a Dios como creador del mundo, como “algo más excelente y más 7 sublime que lo cual nada existe”.. es decir, aquello que sobrepasa en dignidad a todos los demás objetos. (De aquí tomará San Anselmo el punto de partida de su famoso argumento Ontológico) Prueba a partir del mundo corpóreo, del mundo extenso: o Las cosas creadas nos llevan al creador como su causa: San Agustín al comentar el Salmo 73 observa: “¿Cómo sé que estás vivo tú, cuya mente no veo? ¿Cómo lo sé? Tú contestarás: Porque hablo, porque ando porque trabajo. ¡Necio! Por las operaciones del cuerpo yo sé que tú vives, ¿Y no puedes tú, por las obras de la creación conocer al Creador? “.Se trata de una prueba a partir de los efectos, aunque quede sólo insinuada y no desarrollada sistemáticamente. En un comentario del Génesis insiste en el mismo argumento: “El poder del creador y su fuerza omnipotente y omnisciente es para todas y cada una de las criaturas la causa de su continuada existencia, y si esa fuerza cesase en algún momento de dirigir las cosas que han sido creadas, en un solo y mismo instante sus formas dejarían de ser y su naturaleza entera perecería”. Se añade a la idea de Creación la de Conservación del mundo, ambas realizadas por Dios. o Participación de las cosas creadas en las perfecciones del Creador: En La ciudad de Dios, subraya un tipo de razonamiento más cercano al platonismo, las cosas creadas nos llevan a su creador porque participan de sus perfecciones: “el mismo orden, disposición, belleza, cambio y movimiento del mundo y de todas las cosas visibles, proclaman silenciosamente que sólo pueden haber sido hechos por Dios, el inefable e invisiblemente grande, el inefable e invisiblemente bello”. Las características que de manera imperfecta poseen las criaturas, nos hablan de las que posee Dios de manera perfecta y absoluta. El orden y la unidad de la naturaleza proclaman la unidad del Creador, lo mismo que la bondad de las criaturas, su realidad positiva, revela la bondad de Dios y el orden y estabilidad del universo manifiestan la sabiduría de Dios. LA CREACIÓN o Creación “ex nihilo” Dios crea el mundo a partir de la nada por un acto de la libre voluntad. Al mantener esta posición se desmarca del Neoplatonismo de Plotino que mantiene que Dios no crea voluntariamente sino que todo emana necesariamente de él. Y además rechaza el Panteísmo que esta postura supone. Toda la doctrina Agustiniana apunta a la idea de Creación: Todos las cosas, al existir atestiguan la existencia de Dios que es el Ser en sí mismo; todo lo que cambia exige la inmutabilidad como causa: lo cambiante no es aún lo que puede llegar a ser, luego en él se mezclan ser y no-ser. No es posible que lo que no es se dé el ser a sí mismo, lo cambiante no puede ser causa de su propia existencia, fundamento de su propio ser, luego sólo el que es verdaderamente podría ser su causa. “Por su mutabilidad, las cosas no cesan de proclamar: no nos hemos hecho a nosotras mismas, es Él quien nos ha hecho. Mas, porque de Dios les viene todo el ser que poseen, de sí mismas sólo tienen incapacidad de existir por sí, que es el no ser; así pues, en nada contribuyen a su existencia, en suma, han sido hechas por Dios de la nada, y eso es lo que se llama crear” (Gilson, La filosofía de la Edad Media) o Ejemplarismo Dios crea el mundo según un plan y unos modelos que contiene en sí y los conoce desde toda la eternidad. En Él se hallan los arquetipos de todos los seres posibles, sus formas inteligibles, Estos modelos son Ideas de la misma naturaleza de las que hablaba Platón, pero no están en un mundo inteligible separado, sino que son consustanciales a Dios. Desde toda la eternidad Dios conocía todas las cosas que iba a hacer, las conocía antes de la creación tal como están en Él, como ejemplares, Ideas, arquetipos inteligibles, pero las hizo tal y como existen, es decir, como reflejos externos y finitos de su divina esencia. Es decir el mundo sensible es creado por Dios de la nada conforme a las ideas inmutables y eternas que existen en su mente desde toda la eternidad. El mundo debe su esencia y existencia al Creador. o La Creación y el tiempo: razones seminales ( para solucionar la contradicción de la Biblia según la cual en El Eclesiastés dice “ Creó todas las cosas juntas”, en El Génesis crea en 6 días) 8 El acto de creación es único, Dios no crea en el tiempo. Para crear el mundo, no ha tenido más que decirlo, al decirlo, lo ha querido y lo ha hecho. De una sola vez, sin sucesión de tiempo, ha hecho existir la totalidad de lo que fue, lo que es y lo que será. Dios lo ha creado todo de una sola vez, y aunque ha de conservarlo, no crea nada más. Mas, con la creación aparece el tiempo, que no afecta a la divinidad. Todos los seres futuros han sido producidos desde el origen, junto con la materia, en forma de gérmenes, rationes seminales que se van desarrollando en el decurso del tiempo, según el orden y las leyes que Dios mismo ha previsto. 9.-EL PROBLEMA DEL MAL Dios es la plenitud del ser, por tanto el bien absoluto e inmutable. Todo lo que ha sido creado y es, recibe el ser de Dios y en esa medida es bueno. El bien es proporcional al ser, de donde se sigue que el mal, al ser lo contrario del bien, no puede considerarse como ser, ha de entenderse como una ausencia o privación de un bien en una naturaleza que debería poseerlo. El mal es una privación, no un ser positivo, una realidad. “Es aquello que renuncia a la esencia y tiende al “no-ser” De este modo hace San Agustín compatible la creación del mundo por las manos de un Creador absolutamente bueno con la existencia del mal: Dios no ha creado el mal, todo lo que ha creado es bueno por el hecho de que es. Además con esta concepción del mal no necesita postular, como hicieran los maniqueos un primer principio malo, diferente y opuesto al del bien, para explicar la existencia del mal como una realidad. En lo que se refiere al mal moral, consiste en apartarse de Dios, en no seguir la ley que Dios ha establecido para los hombres y lo conducen hasta El. Pero esto sólo lo pueden hacer los hombres, los seres racionales con voluntad libre y constituye su vida moral. La existencia del mal moral es responsabilidad de la voluntad creada y no de Dios. Todo aquello en lo que hay orden y medida ha de atribuirse a Dios, pero en la voluntad que se aparta de Dios hay desorden. La voluntad en sí misma es buena, pero la ausencia del recto orden o la privación del mismo, de la que es responsable el agente humano, es mala. El mal moral es, pues, una privación del recto orden en la voluntad creada. 10.-TEORÍA MORAL O ÉTICA EL FIN DEL HOMBRE ES LA FELICIDAD QUE CONSISTE EN LA BEATITUD Como las éticas clásicas griegas, la ética de San Agustín es eudemonista, propone un fin supremo: la felicidad, entendida como Beatitud: posesión de un objeto eterno e inmutable, Dios. Y esta posesión no es una mera contemplación teórica de la esencia divina, sino una unión amorosa con el Creador. Por esto la ética agustiniana es primordialmente una ética del amor: “el vivir bien no es otra cosa que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente” (De libre arbitrio) y amar también al prójimo. La tarea ética es “amar, como deben amarse, las cosas que deben amarse, a saber, Dios y nuestro prójimo” EL LIBRE ALBEDRÍO El hombre posee libre albedrío por lo que es sujeto de obligaciones morales: ha de dirigirse al Supremo bien, que es su fin propio y alejarse de los bienes mutables. Las normas y leyes que ha de cumplir son dadas por Dios y, por así decirlo, impresas en su corazón, por lo que todo hombre, incluso el injusto puede juzgar lo que está bien y lo que está mal. Pero aunque el hombre tiende necesariamente a su felicidad y, por tanto al bien inmutable que es Dios, puede volverse de espaldas a Dios hacia las cosas pasajeras y mutables, que le son inferiores. En esto consiste el pecado. (El pecado en sí mismo no es necesario, el hombre puede no pecar, luego la responsabilidad incumbe exclusivamente al hombre). El alma fue creada por Dios para regir su cuerpo, pero al caer en el pecado (ya desde el origen, en el pecado original) es ella la que se ve gobernada por él. Orientada desde ese momento hacia la materia, se contenta con lo sensible, se extravía y se agota en las cosas mutables y termina no creyendo más que en la única realidad de la materia. El cuerpo se convierte de este modo realmente en la tumba del alma, y es este el principal mal del que tiene que liberarse. De esta forma encontramos en la ética de San Agustín la recomendación platónica de que hay que apartarse del cuerpo y morir a lo sensible, para que el alma se purifique y vuelva a su estado originario de limpieza para poder vislumbrar lo que de suyo le conviene: el bien. Obrar de modo correcto es obrar según la ley que Dios nos da, dirigiendo la voluntad hacia Él. El mal consistirá en alejar la voluntad de Dios. Pero ¿qué es el mal en sí mismo, el mal moral? Como ya se 9 ha dicho, no puede ser algo positivo en el sentido de algo creado por Dios: la causa del mal moral no es el Creador, sino la voluntad creada. La causa de las cosas buenas es la bondad divina, mientras que la causa del mal es la voluntad creada, que se aparta del Bien inmutable; el mal es un alejamiento de Dios por parte de la voluntad creada, un alejamiento del Bien inmutable e infinito. El mal, por tanto, no es una realidad, no es una cosa, sino apartarse de la esencia, alejarse de aquello para lo que ha sido creado y, por tanto, un no-ser. El libre albedrío ha sido dado por Dios al hombre para obrar bien, pero puede usarlo para hacer el mal. En este caso lo usa para lo que no se le dio, de modo que es responsabilidad del hombre y no de Dios el mal uso que hace de lo que se le dio para poder obrar bien. LA NECESIDAD DE LA GRACIA La relación que se le exige al hombre con Dios es la de una criatura finita e imperfecta con el Ser infinito, La Suma perfección, entre ellos hay un abismo que el hombre solo no puede cruzar. Además en el estado de caída que el alma se encuentra tras el pecado original y los que se derivan de sus elecciones erróneas, el alma no puede salvarse por sus propias fuerzas. El hombre ha podido caer por sí mismo, por su libre albedrío, pero el libre albedrío no le basta para levantarse. Incluso para empezar a amar a Dios el hombre no se basta a sí mismo, y aunque quiera, él solo no puede. Necesita de la gracia divina, la merced gratuita del Creador. La gracia es necesaria al libre albedrío para luchar contra los apetitos desordenados y no caer en el pecado, y para poder conducirse según las leyes establecidas por Dios que le dirijan hacia él. Para obrar bien el hombre precisa del auxilio divino, él solo es demasiado débil y está tan manchado y desorientado por los lazos materiales, que no puede lograrlo. Sin la gracia se puede conocer la Ley, con ella podemos, además, cumplirla. La gracia no anula el libre albedrío, es un socorro que Dos pone a disposición del libre albedrío, coopera con él devolviéndole la eficacia para el bien de que el pecado le había privado. Por tanto, para hacer el bien se requieren dos condiciones: la gracia y el libre albedrío. Sin la gracia el libre albedrío no querría el bien o, en caso de quererlo, no podría realizarlo. (Se opone San Agustín de manera apasionada a aquellos que como Pelagio mantenían que el hombre por sí mismo puede hacer el bien y, por tanto la salvación está en nuestra mano y es nuestra responsabilidad) El poder de usar bien el libre albedrío, ayudado por la gracia, es la libertad. Poder obrar mal es inseparable del libre albedrío, poder no hacerlo es una señal de libertad. 11.-LAS DOS CIUDADES El fin último de la vida del hombre, insiste San Agustín, se halla en Dios, es la bienaventuranza, pero no lo es del hombre individual, sino todo cristiano, que unidos juntos en el amor de Dios forman un pueblo, una ciudad, pues una sociedad o ciudad no es otra cosa que un conjunto de hombre en pos de un bien que quieren todos. Existen ciudades temporales unidos para fines terrenales el más loable de todos los cuales es la paz, que nace del orden. Los cristianos viven en estas ciudades, pero por encima de ellas y por ser cristianos todos están unidos en el amor a Dios y forman por este amor la ciudad de Dios. Diferencia, pues, San Agustín dos ciudades, la ciudad terrenal, que también llama en ocasiones ciudad de Babilonia, y la ciudad celestial, ciudad de Dios o ciudad de Jerusalén. Los hombres pertenecen a una u otra en función de sus fines y, en definitiva, de en lo que depositan su amor: el amor a Dios por encima de sí mismos o el amor a sí mismo y a todos los bienes materiales por encima de Dios. Ahora las dos ciudades se encuentran mezcladas entre sí, pero al final, en el día del último juicio, serán separadas y constituidas distintamente. La construcción progresiva de la “ciudad de Dios” es la gran obra empezada con la creación y lo que da sentido a la historia universal: restaurar el orden que ha sido eliminado por el pecado. La historia humana es el drama entre dos fuerzas en conflicto: entre la luz y las tinieblas, entre ángeles y demonios, entre una ciudad celeste, en la que reinaría la caridad, la justicia y la piedad y una ciudad terrestre en la que reinarían las pasiones egoístas, las ambiciones, la ley del más fuerte y las quimeras de un hombre sin Dios. “Dos amores fundaron, pues dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrenal; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial”. Las ideas de ciudad terrenal y ciudad celestial no corresponden exactamente a Estado e Iglesia, son ideas morales y espirituales cuyos contenidos no coinciden exactamente con ninguna organización social. 10
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