LOS MEDIOS MASIVOS EN EL ESTUDIO DE LA COMUNICACIÓN/CULTURA María Cristina Mata* Resumen: En el artículo se reflexiona acerca de la necesidad de cuestionar el lugar que ocupan las investigaciones sobre medios masivos en el campo de estudios de la comunicación precisando cuál es el estatuto que a ellos se les confiere. A pesar de renovaciones teóricas de trascendencia producidas en las últimas décadas del siglo pasado, en el texto se plantea que un débil trabajo conceptual y metodológico lleva al resurgimiento o la permanencia de visiones instrumentales y deterministas que impiden una cabal comprensión de los procesos de producción de la cultura contemporánea, en la cual los medios y las nuevas tecnologías son parte insoslayable de la escena. Palabras-clave: comunicación; cultura; tecnologia. Abstract: This paper reflect about the need for asking about the place where research about mass means of communication belong in their field of studies and for identifying which is the status given to them. Despite some transcendence theoretical renewals produced in the later decades of the last century, the text presents the idea that a dim conceptual and methodological work leads towards the reappearance or permanence of instrumental and determinist views that prevent a cabal comprehension ○ * ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ Profesora e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Actualmente dirige el Programa de Estudios sobre Comunicación y Ciudadanía del Centro de Estudios Avanzados de esa universidad, en el cual también se desempeña como Coordinadora Académica de la Maestría en Comunicación y Cultura Contemporánea. También es profesora de Teorías de la Comunicación en la Escuela de Ciencias de la Información de la misma universidad, que dirigió desde 2002 hasta 2005. [email protected] Conexão – Comunicação e Cultura, UCS, Caxias do Sul, v. 4, n. 8, p. 13-21, jul./dez. 2005 13 of production processes of contemporary culture, in which means and new technologies are inseparable from the scene. Key words: communication; culture; technology. Hace algunos años, al prologar un libro que denominaron Comunicación, campo y objeto de estudio, en el que incluyeron algunas de las ponencias presentadas en el grupo sobre Teorías y Metodologías de la Investigación en Comunicación en el V Congreso de ALAIC celebrado en Chile en el 2000, María Immacolata Vassallo y Raúl Fuentes aludían a la escasa reflexión que ha existido acerca de la institucionalización de los estudios de comunicación en América Latina y, en ese marco, al escaso interés concedido a los mecanismos y procesos institucionales que intervienen en el desarrollo de las investigaciones que podríamos llamar “comunicativas” o “comunicacionales” (2001, p. 9). Ciertamente, desde el trabajo pionero de Luis Ramiro Beltrán allá por la década del 70, en que sistematizó las investigaciones realizadas hasta entonces en América Latina, se produjeron obras compilaciones como las realizadas por Jorge Rivera en Argentina, José Marques de Melo en Brasil, Luis Peirano en Perú, Giselle Munizaga en Chile, el propio Beltrán en Bolivia, que parcialmente, en algunos países, daban cuenta de trayectorias temáticas y metodológicas. Sin embargo, esas obras no abordaron suficientemente las razones sustantivas – incluyendo los fundamentos teóricos y las constricciones académico-administrativas – por las cuales, como indican Vasallo y Fuentes, se producen los procesos de elección de los “objetos de investigación”. En el mismo volumen colectivo, una ponencia de Luiz Martino, profesor de la Universidad de Brasilia, alude a la “fuerte demanda social” que estaría en la base del desarrollo del campo de estudios de la comunicación – más que en la consistencia de sus fundamentos teóricos – y reafirma esa apreciación destacando que en la actualidad, “más que nunca, tanto el estado como la sociedad organizada, pasando por las propias aprehensiones individuales, esperan respuestas más precisas acerca de lo que viene a ser al fin el ‘efecto’ de los medios de comunicación y cómo posicionarse en relación con las prácticas comunicacionales abiertas por los nuevos dispositivos tecnológicos”, algo que – a su entender – no puede realizarse sin establecer los “fundamentos de la comunicación pues ellos proporcionan la medida de las limitaciones y de las posibilidades de ese conocimiento”. (2001, p. 76). El recurso a los textos que he mencionado tiene una finalidad precisa. Situar uno de los problemas que considero más acuciantes hoy, en el campo de estudios de la comunicación; y cuando aludo a ese campo estoy reconociendo como parte del mismo tanto las construcciones teóricas que lo constituyen y que se expresan en prácticas de investigación y enseñanza, como esas mismas prácticas académicas. 14 Mata, Maria Cristina. Los medios masivos en el estudio de la comunicación/cultura El problema al que me refiero podría casi considerarse como un problema topológico, porque lo que me inquieta es el lugar que ocupan en el campo los medios de comunicación; los medios clásicos o tradicionales – esos objetos consustanciales al surgimiento de las sociedades modernas – y también los denominados nuevos medios y tecnologías de información y comunicación consustanciales al nuevo estadio que podemos reconocer como sociedad postindustrial. Sin la pretensión de realizar aquí un rastreo histórico de la cuestión que por otro lado ya forma parte de nuestro saber acumulado, no puedo dejar de aludir a ese momento teórico que, durante la década del 80 fisuró, desde diversos lugares conceptuales, disciplinarios y políticos, esa suerte de “unidad” o “mismidad” – tal vez sería mejor decir – entre los medios masivos y la cultura masiva que ellos parecían totalizar con sus estrategias de producción – incluyendo en ellas sus dimensiones técnicas y económicas – y sus productos. Fue un momento en que sin negar la creciente centralidad de los medios masivos en las esferas públicas y privadas como fuentes de información y entretenimiento, como fuentes de la construcción de imaginarios colectivos e identidades nacionales, epocales, generacionales, como espacios de legitimación discursiva, como espacios privilegiados de difusión de ideas y valores, lo que se puso en cuestión fueron dos estatutos contradictorios entre sí que habían alcanzado rango de verdades adquiridas: por un lado el estatuto de los medios y sus mensajes como instancias superestructurales “derivadas” de peculiares condiciones materiales de producción típicas de las sociedades capitalistas; por otro, el estatuto de causas eficientes “per se” de los procesos de dominación inherente a dichas sociedades. Esos cuestionamientos fueron parte de procesos reflexivos que, entre otras cosas, redefinieron las concepciones en torno a la cultura masiva pensada como repertorio de objetos producidos industrialmente y consumidos con efectos unidimensionalmente previsibles; que recusaron las potencialidades estructurantes de los mensajes abriendo interrogantes hacia la compleja zona de la producción de sentidos en recepción; que permitieron revisar las concepciones instrumentales desde las cuales los artefactos técnicos eran pensados como meros transportadores de contenidos. A partir de entonces pudieron producirse casi en el mismo momento textos como Pensar sobre los medios, de Armand y Michèle Mattelart, publicado en 1986 y De los medios a las mediaciones de Jesús Martín Barbero, editado en 1987. Digo que pudieron producirse esos textos y en realidad podría cuestionarse esa afirmación porque en cierto sentido podría asegurarse que fueron textos como ésos los que expresaron los cuestionamientos a los que me referí. Y sin embargo insisto en lo dicho. Si los Mattelart pudieron titular “pensar sobre los medios”, con el subtítulo “comunicación y crítica social”, un texto en el cual no se dedican a estudiar esos objetos empíricos que son la prensa, la radio, la televisión, el cine y algunas otras Conexão – Comunicação e Cultura, UCS, Caxias do Sul, v. 4, n. 8, p. 13-21, jul./dez. 2005 15 tecnologías utilizadas para la producción y difusión de mensajes, si Martín Barbero pudo postular desde el título de su libro que debía abandonarse el estudio de los medios para pasar al estudio de las mediaciones y, sin embargo, producir algunas de las más productivas lecturas acerca de los medios masivos en la constitución de la peculiar modernidad latinoamericana, fue justamente porque aún sin consensos plenos ni miradas definitivas, los medios habían ido encontrando un lugar compartido con otras instancias institucionales, técnicas y discursivas, en la producción de la cultura. Y fue además porque ese lugar compartido hablaba del reconocimiento de la comunicación (y no de los medios) como un lugar estratégico tanto a nivel económico y simbólico para el diseño del orden social. Fue sin duda ese reconocimiento el que habilitó, en la década del 90, la emergencia de una noción que tenía la pretensión de proveer un nuevo principio de comprensión de los procesos de producción colectiva de sentido en las sociedades postindustriales, una capacidad comprensiva que anteriores categorías – como las de cultura masiva o industria cultural – parecían haber perdido. Me refiero a la noción de cultura mediática, o sociedad mediatizada. Aún reconociendo variaciones en los diferentes pensadores que han contribuido a su desarrollo categorial – me refiero a autores tales como Eliseo Verón, Muniz Sodré, Manuel Castells, Anthony Giddens, Armand Mattelart, Albino Rubim, entre otros –, la noción implica la imposibilidad de pensar los procesos sociales con independencia de los medios técnicos de producción simbólica, en tanto son las prácticas sociales las que se reconfiguran por la existencia de esos medios. Una reconfiguración ineludible en tanto, como ha precisado Muniz Sodré, la mediatización es “un dispositivo cultural históricamente emergente en un momento en el que el proceso de comunicación es de manera técnica y mercadológica redefinido por la información, esto es, por un producto al servicio de la ley estructural del valor, también conocida como capital”. (2001, p.150-151). Sin embargo, esa reconfiguración ineludible no avanza al mismo ritmo en las diferentes áreas de la sociedad, porque no es único el modo de articulación de las múltiples prácticas e instituciones sociales con las muy diversas organizaciones de medios, es decir, con los modos en que las tecnologías y la información, el entretenimiento y la producción de conocimiento convergen mercantilmente.1 De ahí la complejidad de la cultura de nuestra época y la imposibilidad de explicar la totalidad de su funcionamiento a partir de la identificación de una única matriz de estructuración. Pero de ahí también la necesidad de postular como objeto de conocimiento privilegiado los peculiares modos de articulación – es decir, los ○ 1 ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ “La mediatización opera a través de distintos mecanismos según los sectores de la práctica social que interese, y produce en cada sector distintas conse-cuen-cias” ha indicado Eliseo Verón (1992). 16 Mata, Maria Cristina. Los medios masivos en el estudio de la comunicación/cultura procesos peculiares de mediatización de diferentes campos de lo social. O, para decirlo apelando nuevamente a Muniz Sodré, de lo que se trata inicialmente es de saber como actúa esa nueva y particular cualificación de la vida – ese nuevo modo de presencia del sujeto en el mundo – en términos de influencia o de poder en la construcción de la realidad social, entendiendo por ella tanto los procesos perceptuales y cognitivos como la constitución de subjetividades e identidades y la configuración de las redes de poder material y simbólico. Una cualificación nueva de la vida, un nuevo bios del que participan tanto los medios tradicionales como los llamados nuevos medios y tecnologías, basados en las potencialidades de interacción en tiempo real y de creación de espacios virtuales. Sin embargo, y de ello da cuenta una buena cantidad de literatura ensayística y de investigaciones, un débil trabajo conceptual y metodológico convirtió la noción de mediatización en un nuevo fetiche. Resurgieron así dos tipos de perspectivas. Una, de carácter determinista, confiere a los medios técnicos la capacidad de modelar por sí el todo social y a todos los sujetos. Es una perspectiva que me atrevo a calificar de regresiva en tanto, por ejemplo, inhabilita las discusiones políticas y técnicas acerca de los sistemas tecnológicos que una comunidad determinada debe y puede desear, diseñar, rechazar y en tanto encubre nuevamente, bajo el determinismo de las estructuras, la indeterminación siempre contradictoria, tensionada y relativa de los procesos subjetivos e históricos. La otra perspectiva resulta igualmente regresiva. Es la que reconociendo las insoslayables transformaciones operadas por la creciente incidencia y articulación de medios y tecnologías de la información en la producción de la subjetividad y las interacciones colectivas, debilita al límite el carácter matricial de esos medios y tecnologías, depositando en su uso y en los contextos y situaciones particulares, la clave de comprensión del orden dominante e incluso la posibilidad de su transformación. Se trata de una perspectiva a la que bien le cabe lo que Eduardo Grünner denomina la fetichización de los particularismos – que como señala es algo bien diferente a su reconocimiento teórico y político –, es decir, “la sustitución de un intento de puesta en crisis de las hegemonías culturales en su conjunto por la observación etnográfica de las dispersiones y fragmentaciones político-sociales y discursivas producidas por el capitalismo tardío”. (1998). Esto provoca en nuestro campo (como en muchos otros), un efecto que podría resultar paradójico si no fuera altamente congruente: en una época en que el ordenamiento tecno-financiero del capital trabaja en el sentido de totalizar las representaciones del mundo, el carácter fuertemente articulado de medios y tecnologías de comunicación se niega o se diluye: la pregnancia de las matrices es sustituida por la labilidad de los usos, las prácticas se desprenden de sus localizaciones y condiciones específicas para insertarse en comunidades hermenéuticas y Conexão – Comunicação e Cultura, UCS, Caxias do Sul, v. 4, n. 8, p. 13-21, jul./dez. 2005 17 nomadismos de toda índole, o en nociones – como las de consumo, resistencia y otras – que, despojadas de sus referencias teóricas complejas, impiden comprender el estratégico papel de los medios y tecnologías en el diseño del orden social. Frente a estas tendencias, y aquí retomo mi planteo inicial, la pregunta por el lugar de los medios y tecnologías en los estudios de comunicación, adquiere singular relevancia. Y quiero recordar – para sustentarlo – aquella afirmación de Armand Mattelart cuando plantea que “cada época histórica y cada tipo de sociedad tienen la configuración comunicacional que se merecen. Esta configuración, con sus distintos niveles, ya sean de carácter económico, social, técnico o mental, y sus distintas escalas, local nacional regional o internacional, produce un concepto hegemónico de comunicación”. (1995, p.12). Es ese concepto hegemónico el que creo debe ponerse en juego en las investigaciones comunicativas si realmente se aspira a que ellas puedan ser espacios de elaboración teórica dando, al mismo tiempo cuenta de la índole de mundo en el que vivimos y de las fuerzas que trabajan y pugnan entre sí para que él sea como es. Y es en relación con ese concepto donde con el recurso a la noción de mediatización, los medios y tecnologías pueden adquirir su máxima expresividad sin transformarse en centro de la escena. Y eso, que considero aplicable a todos los medios de comunicación en general, se me ocurre especialmente pertinente en relación con los denominados “nuevos medios” y “nuevas tecnologías”. Al menos que se opere con una concepción estática y sustancialista de la hegemonía, ella siempre remite a procesos históricos y conflictivos de constitución. Ese concepto hegemónico de comunicación, que no es fruto de los medios sino de complejas transformaciones económicas, técnicas, políticas y culturales que los producen y en las que ellos se insertan productivamente requiere, para su comprensión acabada, un trabajo de historización que permita tanto la articulación en presencia de esas transformaciones, como su despliegue diacrónico. En ese sentido, lo nuevo en términos de tecnologías, medios, formatos, géneros, pero también en términos de usos, consumos, lecturas, y mucho más todavía, lo nuevo en términos de remodelación de las prácticas y sus representaciones, no sólo debe ser percibido en vinculación con lo anterior – procedimiento usual para adjudicar el carácter de novedad – sino que requiere ser interrogado en términos genealógicos para, de nuevo, no atribuir a un artefacto, cualquiera que sea, la demiúrgica potencia de creación de realidades originales. En otras palabras, lo nuevo debe ser interrogado rastreando las condiciones materiales y las configuraciones culturales que han posibilitado su emergencia. Si no queremos totalizar en los nuevos medios y tecnologías la posibilidad de comprender las nuevas condiciones sociales de producción de la cultura pero, si al mismo tiempo, no queremos invisibilizarlos de manera instrumental, es necesario abordarlos desde lo que retomando el pensamiento de Martín Barbero podemos 18 Mata, Maria Cristina. Los medios masivos en el estudio de la comunicación/cultura denominar “las mediaciones históricas del comunicar”, es decir, el conjunto de instituciones, prácticas y artefactos situados que han modelado las nociones de la comunicación y de medios y a los propios actores sociales entendidos como sujetos en comunicación. Es ese sentido, lo que quisiera postular es que se impone un trabajo sistemático de re-lectura de la producción conceptual y empírica contenida en las investigaciones que se realizan en el campo de estudios de la comunicación, para poder leer en ellas cuál es el lugar que estamos confiriendo a los medios masivos y tecnologías de información y comunicación. Para precisar mi propuesta recurriré a algunas preguntas: – ¿En qué series se insertan las crecientes indagaciones sobre los contenidos y usos de Internet? ¿En las series que analizan los procesos de individuación sistemática iniciadas a partir de los procedimientos de lectura silenciosa y de apropiación individual del objeto libro y sostenidos en el tiempo por la constitución de comunidades en ausencia – como la de públicos? ¿ O en las series construidas a partir de interrogaciones en torno a las limitaciones que una determinada moralidad debía y debe fijar para la difusión de contenidos que pueden generar conductas reñidas con las pautas de comportamiento legitimadas en un momento dado? En otras palabras, ¿cuál es el objeto de esas investigaciones y con qué objetos anteriores se articulan? ¿Se trata de comprender lo que hoy nombra la información, el dato, la búsqueda y las posibilidades de interactuar en ausencia? ¿O el análisis de los amenazadores contenidos pornográficos que circulan por la red sin posibilidades de control son una simple actualización del tipo de problemática que suscitó antes la irrestricta exposición de los menores a los programas condicionados de la televisión por cable? – ¿En qué series se insertan los reiterados estudios sobre las representaciones de actores y prácticas sociales que brindan hoy los medios masivos, y especial la televisión? ¿Son una actualización – a veces meras ejercitaciones – de estrategias de lectura semiótica de los discursos informativos o de opinión que desnudarían lo que no se revela en la lectura inmediata y el consumo que cotidianamente los miembros de una sociedad realizan de esos mensajes? ¿O son parte de las series que asumiendo la discursividad social como recursos sustantivo en la producción de la hegemonía concibe las representaciones como aspectos productivos de los sujetos y sus prácticas? Podría formular otra serie de interrogantes de ese tipo. Pero espero que las formuladas hasta aquí hayan sido suficientes para fundar mi proposición. Casi no existen estudios de comunicación en los cuales los medios – en algunas de sus manifestaciones y dimensiones – no estén involucrados. Ciertamente, las diferentes disciplinas que convergen en nuestro campo construyen de modo diferenciado el objeto medios: los medios no se piensan del mismo modo desde la economía política de la comunicación, desde la sociología de la cultura, o desde la socioseConexão – Comunicação e Cultura, UCS, Caxias do Sul, v. 4, n. 8, p. 13-21, jul./dez. 2005 19 miótica. Pero independientemente de esas miradas legítima y fundadamente específicas por la naturaleza de las interrogaciones que se formulan, lo que deberíamos poder leer, en todos los tipos de investigaciones, son las convergencias o contradicciones referidas al lugar que les conferimos a los medios – en tanto dispositivos institucionales, económicos, técnicos, discursivos e interactivos – en los procesos de producción de la cultura y la hegemonía. En el mismo sentido podríamos leer los vacíos y las redundancias. Interrogarnos y respondernos acerca del significado político cultural que adquiere la reiteración de estudios idénticos frente a zonas carentes de toda reflexión e indagación empírica. Sin un ejercicio de esa naturaleza, los avances que se realizan desde diversas zonas de los estudios de comunicación, correrán siempre el riesgo de soslayar dos prácticas que considero imprescindibles para la producción de un saber teóricamente fundado y que, al mismo tiempo, sea un saber socialmente productivo: la acumulación de evidencia conceptual y empírica que permita unir y separar, fecundar las ideas semejantes y confrontarlas con las ideas distintas, propiciando así los debates imprescindibles sobre el carácter de estas sociedades nuestras estructuradas y “ambientadas” hoy por la comunicación; carácter que no es ajeno, y muy por el contrario, es consustancial diría yo, con los nuevos modos en que se procesan las diferencias, las desigualdades, las injusticias y también con los nuevos modos en que podemos pensar su transformación. Si nos diéramos esa tarea, creo que estaríamos modificando radicalmente una suerte de escenario institucional de los estudios de comunicación que usualmente reconocemos y rechazamos pero que casi invariablemente reproducimos: un escenario donde la yuxtaposición no acumula; donde la igualación debilita; donde la creatividad y el riesgo del pensar son cubiertos por la monocorde declinación de tópicos autolegitimadores. REFERÊNCIAS GRUNER, Eduardo. El retorno de la teoría crítica de la cultura: una introducción alegórica a Jameson y Zizek. In: JAMESON, Fredric y ZIZEK, Slavoj. Estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo. Buenos Aires: Paidós, 1998. MARTÍN BARBERO, Jesús. De los medios a las mediaciones, Comunicación, cultura y hegemonía. México: Gustavo Gilli, 1987. MARTINO, Luiz C. Elementos para una epistemología de la comunicación. In: VASALLO DE LOPES, M I y FUENTES NAVARRO, R. (comps), Comunicación. Campo y objeto de estudio. Perspectivas reflexivas latinoamericanas. 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