Trayectorias de dolor y resistencia XXXVI

Trayectorias de dolor y resistencia
XXXVI
Despertar la conciencia y construir la
Trayectoria de vida
Sobreviviendo a dos violencias defiende el derecho a la vida
Trayectoria de vida de un líder social que tras haber sufrido la violencia de
1950 y ser víctima de desplazamiento forzado del actual conflicto armado
interno colombiano, sigue comprometido en la defensa de los derechos de
las comunidades
[...] la gente se quedó acostumbrada de ver
muertos y a matar, los pocos que quedaron se
mataban por cualquier cosa, por un tabaco, por lo
que fuera, recuerdo que a veces habían hasta
cinco
muertos
en
una
pelea,
y
uno
ya
acostumbrado que el día domingo decía la gente:
‘hoy no ‘tuvo bueno, este domingo no estuvo
bueno el mercado’, no habían habido muertos.
Cuando se conversa con el hombre cuya vida relataremos a continuación, es
inevitable no dejarse contagiar del ánimo de su narración: una locuacidad
campesina, de palabras a veces incompletas y a veces mal dichas, a veces
maldicientes y groseras, pero siempre punzantes, pensadas y vigorosas. Sin duda
es un viejo, no de otra manera pudiera hablar de las dos guerras que, según él, ha
tenido que sufrir. Sin embargo su vitalidad es envidiable para los que somos
algunas generaciones menores que él. Si la biología se lo permitiera viviría otros
tantos años más como los que ahorita tiene, y no lo haría en balde o para sí, sino
que seguiría invirtiendo cada uno de sus esfuerzos, como todavía hoy lo hace a
pesar de sus setenta y pico de años, en la infancia, en los destechados, en las
víctimas y en la comunidad en general. Al parecer, hace parte de aquel grupo de
colombianos venidos de abajo, que desechan la resignación como su última
opción y siguen luchando para que el país sea cada día mejor.
En su memoria carga el asesinato de su papá a manos de los chulavitas en
los años de 1950, el ajusticiamiento de un compañero por parte de las FARC en la
década de 1980, los tres desplazamientos forzados a los que él y su familia se ven
obligados por los abusos de militares y paramilitares, la muerte de uno de sus
hijos, el rompimiento del tejido social de su comunidad y la vida de necesidades
que le ha significado vivir en la ciudad. No obstante, se ríe, es dicharachero y
servicial, desconfiado pero amable. La última vez que hablamos dijo que ha
estado enfermo, que le ha dado una “depresión arrecha”, pero que ya está
saliendo de eso gracias a unos medicamentos; sin embargo, nos cuenta dicha
situación como si se tratara de una simple gripe y no de una enfermedad como tal.
A continuación trataremos de esbozar las principales etapas de la vida de
este personaje, quien hace parte de esa serie de hombres y mujeres que con su
trabajo han labrado una historia que todavía se mantiene al margen en este país,
a saber, la historia de las clases subalternas.
“Uno ni sabía qué era liberal y qué era conservador”: la primera violencia
Él nace en 1944. Los primeros recuerdos que tiene de su infancia
lastimosamente corresponden a los abusos de un cuerpo policial que él denomina
la chulavita, cuyos hombres visten de caqui y según su narración:
[...] llegaban de noche a la casa y sacudían a mi papá y le quitaban hasta los
cuchillos de la cocina, lo trataban muy mal... nos acobardaban mucho, mejor
dicho nos trataban muy mal y entonces uno, desde esa época, que no tenía sino
cinco años, ya empezaba a sentir como ese miedo con humillación.
La mentada chulavita, según el entrevistado, ataca familias y mata
campesinos por ser liberales, se les lleva las vacas y las cabras y quema sus
casas. En una de esas arremetidas matan a su padre, un líder de la vereda que en
varias ocasiones ha organizado a los pobladores para defenderse de los ataques
de los conservadores de la zona, aprovechando su experiencia como exsoldado,
pues en los años más lozanos ha prestado sus servicios al Ejército Nacional. Sin
embargo, en el año 1952, la guerra no le deja vivir más. El entrevistado no
recuerda muy bien este suceso, sabe que tiene más o menos siete años de edad
cuando la muerte de su padre acontece y no obstante, rememora con mucho
detalle lo que pasa al día siguiente de esta muerte:
[...] al otro día llegó la chulavita y nos sacó de las mechas y nos tiró a un patio y
nos iba a matar, la salvación fue de un bobito que se nombraba [nombre
omitido], era bobito y no tan bobito, uno lo veía así como todo harapiento, yo
‘taba de siete años, porque eso fue al otro día de haber matado a mi papá y la
chulavita nos agarra a plomo, y me acuerdo que de en medio de los pies, nos
arrancaban las piedras con las balas, y yo iba con mi mamá y con una tía, y
parte de eso, espolvoriaban las piedras así, al pie de dónde íbamos con los tiros
de jusil... llegamos a la casa de los abuelos, los papás de mi mamá, y nos
metimos a una cocina que tenían, y ahí tenían otro poco de pelaos de otras
casas, ento’es cuando al ratico comienza a asomar la chulavita por entre unas
matas de fique y al entrar al patio de la casa y entraron a la cocina y nos sacaron
pa’ matarnos en el patio, rompieron las ollas con las bayonetas... una carne que
tenían en una olla la botaron, ahí en el patio, y toda esa cuestión y nos iban a
matar, iban a quemar la casa, cuando en esas sale el bobito [nombre omitido], se
asustó mucho y salió dentro de un bojote, que había por ahí al pie ‘e la casa, y
‘taba metido allá entre el bojote y el salió corriendo, ento’es se le plantaron a
echándole plomo, y él cruzó un filo y la chulavita a la pata echándole plomo, y
llegó y se metió entre un zanjón de esos que hace el agua, y que queda el pasto
por encima y él llegó y se metió por entre el zanjón ese y llegó la chulavita y
pasó por encima, y no lo vieron, y nos salvó la vida, no nos mataron por ir a
perseguirlo a él, y, ento’es siguieron derecho, pero eso mejor dicho, la situación
de uno ha sido tan tremenda.
Un año después de este suceso, estando su mamá criando los cuatro hijos
que han quedado de aquella primera familia: “dos muchachas y dos varones, el
menor quedó de cinco meses, yo era el mayor”,, la violencia vuelve a reaparecer
de manera estrepitosa en el pueblo del entrevistado:
[...] ya como no se podía meter la chusma sola, entonces dentraron con la
chulavita o el Ejército, por donde iban dentrando iban quemando las casas, y el
que se dejaba pescar pues lo mataban también. Las mismas fuerzas militares
con la chusma, y hasta que llegaron al pueblo y quemaron todo el pueblo, lo
quemaron eso sí, que no quedó pero, no quedó ni una casa... Entonces, queman
el pueblo y nosotros nos toca que meternos en una quebrada, como unos cinco
días, debajo de unas peñas, dormíamos debajo de unas peñas y de noche
goteriaba el agua de la peña ¿sí? como que sudaba la peña, y nos caían esos
chorros de agua allá ‘ende dormíamos, y era montaña. Me acuerdo que el día
que tal, dijeron que podíamos salir, salimos y me fui yo pa’l pueblo, pero yo era
un pela’o, y al llegar al pueblo, había una cerca de alambre, y lo primero que
encuentro es que habían matado unas vacas que estaban para parir, las habían
raja‘o, les habían saca’o los becerros y los habían colgado en las cuerdas de
alambre, becerros ahí en las cuerdas de alambre y las vacas, ahí abiertas, unas
vacototas, y uno aguantando el hambre allá debajo de una peña y ento’es yo me
acuerdo que me dijo una tía: ‘esa carne ‘tá envenenada nos toca no tocarla’. Y
echamos a seguir, ya cuando llegamos al caserío, eso apenas humiaban las
vigas que habían quedado encima de las paredes... habían unas piezas grandes
llenas de trigo y alverja y frijol y café, eso lo habían revuelto, todo ese grano, y
ahí hacían del cuerpo, en todo ese grano.
Es en esta época cuando él afirma que la gente se acostumbra tanto a matar
como a ver morir, no se puede transitar por los caminos tradicionales ni siquiera
para comprar la sal que según el entrevistado, tienen que ir a buscar a pueblos
distantes, cruzando pasos de montaña, o preparar las comidas sin ella.
[...] pa’ cocinar tocaba que llevar era sal de mar y meterla en unos cotes y eso a
veces tocaba comer sin sal porque se acababa la sal y tocaba venir a [nombre
de pueblo omitido] a llevarla y tocaba a pie, y tocaba por una montaña, porque si
nos veníamos por donde eran los caminos más antes, nos mataban, y entonces
tocaba por una montaña como un día y una noche pa’ salir a [omitido] y llegar a
[omitido], comprar lo que se iba a llevar y en un punto que llaman [omitido]
tocaba que venir un grupo de hombres a pasar las cargas para que no salieran
ahí a atracarlos y a llevarse las cargas y a matar la gente... eso nos gritaban: ‘ya
pueden pasar, ya se inspeccionó y no hay nada, pueden pasar’. Y ahí sí
pasábamos [risas], pasaba uno y entonces, pues uno le parecía como que vivía
dentro de esa… uno le parecía que eso era normal ya, y ya acostumbraba que a
ver los muertos y toda esa cuestión, porque como eso era permanente, muertos
por un lado y por otro”.
Sostiene que la cesación de este desorden social empieza con el arribo al
poder del General Gustavo Rojas Pinilla, sin embargo, al interior de su casa, las
cosas no marchan bien. Pasado algún tiempo, después de la muerte de su padre,
su madre vuelve a contraer matrimonio y su padrastro, contrario a lo que podía
esperarse, hace de su ya difícil vida una carga aún más pesada. El excesivo
trabajo, el poco apoyo para estudiar y los malos tratos, aunado a unas inmensas
ilusiones de conocer las tierras que están más allá de su pueblo, hacen que a la
edad de diecisiete años él decida partir de su casa materna y de su municipio
natal hacia un largo viaje cuyo retorno definitivo dura más de diez años.
[...] yo no estudié sino seis meses de primaria, un año día por medio... el
padrastro era el que lo ‘taba criando a uno, to’es no había interés en que uno
fuera a estudiar, y eso era una profesora ahí que la nombraba el alcalde, una
profesora ahí le enseñaba a uno, y habían mandado era una profesora contraria
en política, entonces, eso era mejor dicho, más castigo que enseñanza
“aprendí muy poquito en la escuela, yo creo que he aprendido andando”:
travesías y trabajos
Después de cruzar el filo de la montaña más próxima, hasta donde para él
llega el mundo, arriba a lugares cada vez más poblados y urbanizados, o por lo
menos muy distantes de su terruño original. En lo primero que trabaja, incluso
estando en el pueblo, además de la agricultura, es en el ramo de la construcción.
Con lo que sabe de ello se va abriendo camino donde quiera que llegue, con su
buen comportamiento y su diligencia para el trabajo, le facilitan empleos cada vez
mejor remunerados y recomendaciones sociales que le abren puertas, según él,
ante gente muy prestante. Estando muy lejos, específicamente en Venezuela,
decide volver a Colombia y se dedica a la recolección de café, oficio que ya ha
desempeñado en algunos parajes cuando recién ha salido de la casa. Sin
embargo, en esta ocasión, dicha labor le permite conocer un sinnúmero de
personas y de sitios de la geografía nacional: Tolima, Eje Cafetero, los
santanderes, la Sierra Nevada de Santa Marta, Cesar, Cundinamarca, entre otros.
Más tarde pasa de la recolección de café a la de algodón y entonces conoce más
lugares y hace otra gran cantidad de amigos
[...] donde me decían que era bueno o malo allá iba, a darme cuenta si era
verdad que las cosas eran así, y toda esa cuestión, y yo prácticamente andé
tanto, tanto, que lo que hice fue amigos en to’a parte... yo estoy por ahí parado
cuando me saludan por el nombre, me voy pa’onde sea y es lo mismo, en to’a
parte me conocen.
Recogiendo café “fui un campeón”, dice sí mismo, pero no se trata de un
concurso formal sino de un reconocimiento que los demás recolectores conceden
al que acopia la mayor cantidad de granos: “llegué a recoletar hasta treinta latas
de treinta libras”. En la recolección de algodón admite que no es un campeón, sin
embargo, no por eso deja de jactarse de los resultados de su trabajo: “lo más que
cogí de algodón fue diecisiete arrobas, pero es que pa’ coger diecisiete arrobas
tiene usted que moverla”.
Tiempo después compra el negocio de un cuñado suyo y se radica en un
pueblo de Santander. La primera experiencia que percibe es que la gente de aquel
pueblo es “sectarista” y que por él venir de otro lado lo quieren sacar y es
entonces cuando ingresa a la Junta de Acción Comunal del sitio. Tras un desastre
natural ocurrido en el pueblo, se dedica a organizar la gente para auto gestionar
soluciones, una actitud habitual en él durante toda su vida, pues acciones
similares lleva a cabo cuando es recolector de café y algodón, así como
posteriormente en su rol de líder comunitario y de víctimas.
La gente era muy sectarista, el que no era de ahí era a correrlo, y bueno me tocó
que hacerme respetar y ahí fue donde fui por segunda vez miembro de una
Junta de Ación Comunal porque la primera vez que fui miembro de una Junta de
Ación Comunal, fue a los quince años, en [nombre de pueblo omitido], fui fiscal
de la Junta de Ación Comunal de allá, después en [omitido] tuve que ser otra vez
miembro de la Junta de Ación Comunal. Cuando [nombre de pueblo omitido] se
fue, se lo llevó la creciente, entonces, yo hice colectas para los damnificados y
tuve que meterme en el cuento de trabajar por los damnificados... hasta posada
mejor dicho a muchos damnificados... y fui uno de los primeros que llegué hacer
la primer casa cuando pa’ los que habían quedado sin casa, porque yo trabajaba
en construcción y pero eso era barato y yo les hacía… yo hice una casa allá pa’
un muchacho y luego entonces llegó un Instituto y hizo unos barrios, pero eso
siempre la política y la corrupción es fregada, entonces la mayoría de personas
que quedaron en esos barrios que hizo el Instituto no eran damnificados sino que
fueron de otros pueblos... ¡ah vivos¡, a hacesen a las casas que estaba haciendo
el Instituto, y los damnificados propios quedaron volando... me dicen el
sacristán... tiene una señora que está vendiendo una tierra buena pa’ hacer un
hogar, un barrio, es una tierra, está plana y todo me dijeron cómo era, entonces
me fui a hablar con la dicha señora que era la esposa del sacristán, pues yo no
tenía plata pero dije, organizando se puede comprar la tierra y se puede hacer
un barrio para los que no tienen, para los que de verdad eran damnificados.
Entonces fui y miré la tierra y me pidió ochenta mil o ochocientos mil pesos,
como que fue, cuando eso... entonces me conseguí, me puse y organicé cien
destechados, cien personas vítimas de la cuestión del río... les dije: ‘bueno, cada
uno vamos a poner de a ochenta pesos como que era, en todo caso con los cien
reunía los ochocientos... y sí, le compramos a la dicha señora, yo fui y hice el
negocio con otros dos compañeros, y creamos un comité que se llamó Pro
Destechados... Le sacamos personería jurídica y se hizo el barrio... Hicimos cien
lotes, un lote pa’ un colegio y parquecito y se hizo un tanque pa’ distribuir, pa’ el
agua porque el agua quedó propia en esa época, y conseguí el alcantarillado
con un político, y la eletrificación con otro político.
Después de todo este recorrido se le presenta, la idea de volver otra vez a su
pueblo natal y lo hace, cuando ha pasado casi una quincena de años desde que
se ha por primera vez de su casa.
El retorno: entre el liderazgo y la violencia
Cuando tiene un poco más de treinta años, regresa a vivir otra vez al pueblo
en que ha nacido. Para la época está casado con una paisana que ha conocido en
los viajes que de vez en cuando hace al pueblo en las temporadas vacacionales.
La iniciativa de volver se la siembra un político de la región quien le propone que
le ayudara en dicho municipio y él a cambio le apoyaría en lo que necesitara. Fiel
a su compromiso del bien comunitario por encima del personal, retorna a aquel
caserío que, según su descripción, está bastante arruinado: sin carretera, sin
colegio y sin luz eléctrica. Así, el pacto con el político es trazado en los siguientes
términos:
[...] entonces me dijo [el político]: ‘yo quiero que usted me colabore aquí o en
[nombre de pueblo omitido]’. Yo dije: ‘pues yo me voy pa’ allá’... Dijo: ‘usted me
colabora y diga en que le quiere que le ayude’. Le dije: ‘¿en qué quiere que le
ayude? en llevar carretera allá’. Me dijo: ‘yo le colaboro en lo que sea posible y
vamos a hacerle a la vaina de la carretera’. Entonces yo me fui... ya me había
casado [risas], entonces me llevé a mi mujer, nos fuimos.
Con el ánimo de construir la carretera aborda a la Junta de Acción Comunal
del lugar, presidida en aquel entonces por un primo suyo; sin embargo, la idea no
cala entre los miembros de dicho organismo, quienes también están pensando el
asunto de la carretera pero trazándola por un lado distinto al que el entrevistado
propone. De este modo, como los de la Junta no le pararon bolas, decidie
emprender la tarea de manera autónoma:
[...] entonces nos fuimos y llegué allá, con esa idea de llevar la carretera porque
eso era lejísimos, y eran unas lomas mejor dicho que pa’ uno llegar allá tenía
que llegar pero sudándola... ya había conseguido en la gobernación la comisión
de topografía para trazar la carretera, to’es llego y había una reunión de Junta de
Ación Comunal allá, y el presidente era un primo mío, yo dije: pues siendo
primo... Pero resulta que él llevaba la carretera por [nombre de pueblo omitido]...
pero yo iba con la idea de llevarla por [omitido], entonces le dije yo: ‘oiga tengo la
solución de fotografía para trazar la carretera... ’, apenas se miró con los otros
miembros de la Junta y no me pararon bolas. Dije yo: ‘aquí está arrecho porque
la Junta no colabora’. Entonces me fui para la casa y me puse a pensar así largo
como ¿qué hacer? Entonces le digo yo a la mujer, ella tenía un hermano que
tenía un negocio y había un cuñado mío que tenía otro negocio, y había un
enfermero que era muy colaborador, así muy trabajador con la juventud, con los
jóvenes y toda esa cuestión, ento’es le dije yo a la mujer: ‘vaya y me llama a
[nombres omitidos]... Me convida a esos tres señores que vengan aquí a la
casa’. Y sí, ella se fue, como ella tenía bastante familia allá. Y llegó y al rato, al
ratico me llegaron los tres pacientes, y los mandé seguir y les puse a cada uno
un asiento y les dije, ‘¿sabe por qué los mandé a llamar?’. Entonces dijeron ‘para
qué’, les dije: ‘necesito que ustedes y yo, vamos a conformar un comité para
poder traer la carretera de por debajo aquí al pueblo y el comité lo vamos a
llamar: comité pro desarrollo de la región, pro carretera y desarrollo de la región,
pero nos toca sacarle personería jurídica para poder esto pedir ayudas’. Me
dijeron ‘claro’ y ento’es le dije: ‘usted va a ser el presidente’... ‘usted va a ser el,
el fiscal y [nombre omitido] va ser el tesorero, y yo voy a ser el vicepresidente’,
dije yo, [risas]... les dije, ‘bueno y eso es lo que va a ser ahora, lo que tenemos
que es, recoger tantas firmas, para la personería jurídica’. Y fui y saqué una
mesita prestaa por allá en la calle y la puse ahí en la mitad de la calle, y el que
iba llegando: ‘me puede colaborar con una firmita es para tal, tal cosa’, y de una
vez iban y me firmaban, recogí sesenta firmas y me vine pa’ la gobernación [a
sacar la personería jurídica] yo conseguí la personería jurídica y quedó por
encima de todas las Juntas de Ación Comunal del municipio... yo podía adelantar
cualquier obra... donde fuera, podía hacer obras y dije: ‘bueno, aquí lo principal
es llevar la carretera’. Y me puse entonces, yo me organicé un documento, frente
a eso la letra mía es, no era así como la que, escribo ahora... eso era una letra
pero tremendamente fea [risas]... le mandé un documento al Presidente que era
el papá de Pastrana... Misael, el Ministro era Gómez Gómez, un Ministro de
gobierno... el Ministro de obras públicas, no me acuerdo el nombre pero yo me lo
conseguí y lo puse. Era una carta, fea, fea... y se la mandé al Presidente, cuando
eso era por correo. Entonces, bueno, a los quince días me llama la del telégrafo
y me dice: ‘le llegó un telegrama’. Dije, ‘¿a mí?’. Dijo: ‘si, viene de Bogotá’. Dije:
‘ah listo, échelo pa’cá’, y me fui y lo leí, me decía: ‘Se le ordena al Distrito
Quince, construir la carretera del [nombre de puntos omitidos]’. ¡Fueputa!, eso yo
mejor dicho fue como que [risas], eso pa’ mi fue un… eso era el triunfo, ¡claro!”.
A los quince días de senda noticia lo llaman del referido Distrito para hacerle
entrega de la maquinaria: “Yo dije: ‘fueputa eso es que viene quién sabe cuántas
máquinas... pues me vine y me habían llevado un buldócer de esos de cuatro,
mejor dicho más escarracao que yo [risas], mejor dicho lo más malo que había me
lo llevaron ahí”.
La emoción inicial se va tornando todavía más agria cuando los ingenieros
del Distrito le informan que él tiene que correr con los gastos de alimentación del
operador, colocarle ayudante y además poner el combustible de la máquina:
“ento’es yo dije: aquí se torció la puerca el rabo porque no tenía yo ni un solo
peso, ese día me había tocado que sacar fiado dos pollos pa’ hacerles el almuerzo
a los ingenieros que iban, to’es yo dije, ‘tá tremendo”.
Ante semejante situación acude al político que le ha prometido apoyarlo, lo
llama desde un Telecom y éste le envía de inmediato cuatro toneles de ACPM y
otro listado de cosas que se necesitan de manera presta. El mismo político lo
anima a que viaje a la capital del departamento y le gestiona una entrevista con el
director del mentado Distrito 15.
Sí, yo me organicé y me vine... con el telegrama que me había llegado de
Bogotá, y llego y llamo al director del Distrito Quince y le dije: ‘necesito que me
regale una entrevista’. Llegué y le dije: ‘vea señor, yo me toca que darle la
comida al operador, colocarle el ayudante, comprar el combustible y qué más me
toca que colocarle’. Dijo: ‘es cumbre, eso le toca a usted con la comunidad’. Le
dije: ‘listo y qué más’. Dijo: ‘no, eso, y ‘tar ahí pendientes de la máquina y que si
se vara, pues tiene que llevar un mecánico y arreglarla’. Le dije: ‘ah bueno’, y le
dije: ‘y entonces este telegrama que traigo aquí, que me lo envía el señor
ministro de obras públicas y el señor presidente de la república, ¿esto pa’ qué
es? aquí le ordenan a usted construir esa carretera de tal a tal parte, y vuste’ es
del Estado, usted tiene que hacer esto... no soy yo el que tengo que hacerla’, le
dije: ‘porque usted es el de la plata del Estado’. ¡Fuepuchica! Y ahí mismo le tocó
que ordenar una volqueta, cargarla de toneles y pa’ rriba, y se puso a trabajar.
El siguiente problema es el mantenimiento de la máquina.
[...] la máquina como era una máquina vieja, cada ratico se varaba y el operador
le tocaba que venirse, pa’ reclamar un tornillo demoraba quince días, entonces
yo me puse y hice el primer bazar, de tres días y tres noches... llegó cerveza,
gaseosa y de todo, fiado, pero llevé, y ¿sí? conseguí cabros y marranos y
gallinas y de todo y venda comida y bailes y venda bebida y de todo, tuve, mejor
dicho cuando me fui me quedaba dormido caminando [risas] del trasnocho, del
trabajo [risas], pero hice buena plata, muy buena plata, y yo era el que recibía
todo, y bueno aquí dije: ‘aquí voy a hacer esto, si se vara la máquina, mando
llevar la pieza que sea, el repuesto que sea’, y me puse... cuando llegué con la
carretera... la máquina iba casi nueva porque le cambié hasta la pala, la
entregué casi nueva y entregué la carretera”.
Pero no basta con un solo bazar, son necesarios cuatro bazares más para
poder sostener los problemas mecánicos y de repuestos de la máquina. Sin
embargo, junto con el comité que le acompaña, logran terminar al fin toda la
carretera, y tal suceso, que sin duda ha tenido mucha satisfacción para su vida,
merece otra celebración:
[...] yo dije bueno, ahora toca entregársela a la comunidad para que reciba la
carretera, entonces hice esto, me regalaron una novilla pa’ la llanera y...
regalaron unas cajas de champaña y to’esa joda pa’ darle a la gente, puse la
fecha de entrega y eso llegó gente hasta de un solo ojo, eso mejor dicho [risas]”.
No obstante, tanta alegría que les proporciona la construcción de la
carretera, por ser sobre todo un logro colectivo, pronto empieza a desdibujarse
con la incursión de grupos armados en la zona, especialmente de estructuras
guerrilleras:
[...] ya cuando estaba yo terminando la carretera, llegó las FARC, pero conmigo
no se hicieron amigos, ni un carajo, sino que me miraban así como con ese
recelo... eso fue en el 85, en el 84 por ahí así... nunca me llegaban a decir fulano
de tal venga charlamos ni nada, sino me miraban así como allá el oveja negra.
Entonces yo seguí ya la cuestión fue que yo entregué la carretera pero ya había
ese trompicón ahí, que era las FARC. A los poquitos días me mataron el
presidente del comité... llegaron y lo mataron una mañanita, y llego yo y miro los
sesos allá en el techo, le pegaron el tiro por aquí le quedaron los sesos allá en el
techo, y le partieron las dos piernas... en ese momento yo dije, yo cuando me
dijeron que habían matado a [nombre omitido], yo tenía un revólver, y yo me
eché el revólver y yo me fui con la intención de darles plomo también, dije yo,
pues porque eso era muy verraco pa’ un compañero de trabajo que había metido
tanto, el esfuerzo que había hecho tan terrible pa’ colaborarnos con las obras...
era muy servicial con la comunidad, y pa’ mí fue arrecho que me hubieran
matado ese cliente, el presidente... yo intenté de ir a darles plomo, pero yo que
cargaba revólver me fui y cuando llegué allá se habían ido, al ratico me dicen,
mataron a fulano en tal parte y a fulano en tal parte y a fulano en tal parte, ese
día mataron en diferentes partes todos, a la misma hora.
Tal situación le lleva a cesar todos los proyectos comunitarios que tiene y a
no volver a involucrarse en actividades sociales durante casi dos años.
[...] entonces yo me puse a pensar, si yo sigo esto, porque ya había hecho las
primeras gestiones para un colegio... sigo haciendo esto me matan también,
entonces yo me, arrecogí, me puse ahí a trabajar en la finquita que tenía y toda
la vaina, y claro que yo sí hacía producir eso, a sembrar de todo. Ya hacía como
dos años que yo no movía absolutamente nada, no participaba en nada, las
FARC pa’ allá y pa’ acá, ya comenzaron a llegar los elenos, tu’ esa cuestión, y la
cosa estaba ya tremendo, ya muertos por un lado y por otro, entonces, una parte
llega un primo... que vaya pa’l caserío porque llegó un viejito y allá lo necesitan a
usted, en el quiosco... Ento’es yo llegué y dije: ‘para qué me necesitan’... ‘No,
que es que lo mandamos llamar porque hay que conformar alguna organización
aquí pa’ hacer alguna vaina que productiva’. Me dijeron que un comité, dije: ‘no,
un comité acabo de dejar perder, un comité que tenía ya la personería jurídica y
todas las cuestiones y por esta cuestión de la violencia pues yo me ‘tuve quieto y
deje perder eso’, ‘toes me dicen: ‘No pero, o sea, aquí se puede trabajar’... le
dije: ‘listo pues hagamos alguna joda’, le dije: ‘pero un comité no, no quiero yo’.
Le dije: ‘yo quiero algo que sea más llamativo’.
Ahí nace otra de las grandes experiencias colectivas que marca
significativamente su vida, a saber, una agrupación de campesinos que deciden
apostarle a la agricultura orgánica. Tal apuesta es conocida no solamente en la
región, sino también a nivel nacional e internacional. Sin embargo, todo ese
renombre, que significa la afluencia de numerosas personas a la zona, interesadas
en conocer más sobre este proyecto comunitario, implica también problemas con
las guerrillas.
Y entonces en esa época ya había colaborado... para que llegara la otra
carretera también, ento’es quedó [nombre de pueblo omitido] con dos carreteras,
y comienza esa romería pa’ [omitido] y comienza la problemática con las
guerrillas, ‘que usté están traendo los informantes’... nos hicieron tres juicios
políticos, de tenernos que el día y por allá hasta la una, o dos de la mañana,
mejor dicho acusando y nosotros defendiéndonos... eso lo hacían a veces entre
los dos grupos, entre las dos organizaciones, ¡era que era arrecho! Y poderse
uno defender era cosa tremenda también, teníamos que era mostrar que lo que
estábamos haciendo era un bien que le estábamos haciendo a la humanidad,
que no era una cuestión política, que no era algo que fuera en contra del bien
común de la comunidá o de los mismos guerrilleros.
Pero no solamente las guerrillas malician acerca de este tipo de
organizaciones comunitarias; la contraparte, el Ejército Nacional, también elabora
sus conjeturas y utiliza sus métodos:
[...] trabajos de toda la gente en una sola finca pa’ ayudale al dueño de la finca,
estábamos en eso trabajando, cuando en la hora del almuerzo me manda la
mujer la razón que llegó el Ejército a la casa a preguntarme, y toda esa cuestión
y yo como no debía nada pues por la tarde me fui y como a las siete de la noche
en una oscurana de esas tremendas, me llegaron y me encapucharon y me
sacaron pa’ matarme... sí, el Ejército, la Brigada [omitido], me llevaron, me
metieron a un potrero, pero entonces los pelaos míos se fueron y avisaron en el
pueblo y se botó to’o el mundo y se fue, y los clientes me habían aparta‘o de la
carretera, aparecí al pie de un roble y me pensaban era desgollar, con un
cuchillo, pero entonces cuando yo sentí que iba a venir un montón de gente, los
tipos se me botaron encima a taparme la boca pa’ que yo no fuera a hablar,
entonces yo, to’ esas cosas tan raras que yo ya les había puesto el salmo 91 y
los había como acobardado, y cuando ellos me botan los dos a tenerme y a
taparme la boca pa’ que no pudiera ir a hacer escama, apenas hice los brazos
así, y mandé el uno allá como a unos tres metros y el otro pa’l otro lao y me paré
y les dije, y les pegué el grito: ‘¡Aquí me tienen!’. Y entonces se metió la gente
con unos… como por lo menos cincuenta personas, y le tocó que los del Ejército
ahí mismo hágale, y yo de puro machete volví y me metí al pueblo, al peligro,
otra vez, na cosa que uno no debe un carajo, pero ento’es yo llegué y me puse a
pensar, dije: ‘si yo sigo acá, me matan’, cualquier momento me matan estos,
porque ya vi que querían matarme.
Este episodio termina al otro día, cuando huyendo de tal situación, él decide
irse para donde una hermana que vive en la misma región, pero diciéndole a los
que encuentra por el camino que va para otro lado. La conclusión es que al día
siguiente el Ejército llega allí donde él dice que va a estar, usando el mismo
modus operandi revuelca la casa y todo lo demás y amedranta a los habitantes del
lugar.
El momento más duro, sin embargo, es cuando la complicidad del Ejército se
aúna a la estrategia paramilitar. En palabras del entrevistado, el Ejército amenaza
a los lugareños con las siguientes expresiones: “es que si no los matamos
nosotros los matan los otros”, refiriéndose a los grupos paramilitares que
empiezan a hacer su arribo a la zona. Esta unidad operativa entre militares y
paramilitares se propone combatir la progresiva conciencia que este grupo de
campesinos, interesados en los cultivos orgánicos, va adquiriendo en torno a la
importancia de la defensa del agua, siendo su organización una de las primeras en
denunciar los impactos negativos que sobre el ecosistema van a ejercer los
megaproyectos mineros de las grandes multinacionales. Por su férrea oposición a
la extracción de minerales de la región, especialmente por parte de estas
compañías extranjeras, esta organización de campesinos, de la cual el narrador
de esta trayectoria era uno de sus dirigentes, vuelve a sufrir los embates de
violencia del conflicto armado interno colombiano, esta vez directamente de
manos de los paramilitares que, según cuenta el entrevistado, reciben apoyo de
estas compañías mineras.
[...] comenzamos a meternos en el cuento de comenzar a sensibilizar a la
humanidá en que el páramo... había que defenderlo, que [nombre de compañía]
ya estaba envenenando el agua... logramos hacer una reunión con gran parte de
los sacerdotes de [nombre de lugares omitidos] para podeles decir que desde el
púlpito ellos favor ayudaran a convencer a la gente que eso era un daño enorme
que se le estaba haciendo, no solamente allá a la zona sino... a otros pueblos,
porque es que el envenenamiento no iba a ser solamente allá pa’ la zona... y
prácticamente la gente creía que era que nosotros no nos gustaba el desarrollo,
que eso era desarrollo lo que se estaba haciendo así, dijimos no, el desarrollo es
que se ‘tán robando la riqueza y nos están dejando un desierto, lleno de veneno,
y eso fue algo que repercutió para que hubiera desplazamiento, porque las
multinacionales
fueron
las
principales
responsables
de
mantener
el
paramilitarismo en la zona... y ahí fue que vino ya el desplazamiento”.
El desplazamiento y los infortunios en la ciudad
La incursión de los paramilitares en la zona se sucede a lo largo de toda
década de 1990 y debido a ello el protagonista de este relato se ve obligado a
desplazarse junto con su familia a otro municipio del mismo departamento,
abandonando su finca y enseres. En el nuevo sitio, que es mucho más urbano que
rural, él se desempeña como capacitador en una institución de programas
agrícolas y tiene asiento en el consejo de una entidad oficial que decide sobre
temas afines en la región. Estando allí se entera que, a pesar de haber salido del
pueblo, los paramilitares lo están buscando y lo han declarado objetivo militar:
[...] yo me tocaba que capacitar gente que me llevaba [nombre de institución
omitido] allá, a que la capacitara, y resulta que un día un amigo, porque yo tenía
mucho conocido ya en [nombre de entidad omitido], o sea que nosotros llegamos
a tener asiento en el concejo de [entidad omitida]... entonces, había cuando eso,
allá la política estaba arrechamente corrompida, pa’ elegir el director de [entidad
omitida], tenían que ir a hablar con el paramilitarismo y ellos eran los que decían
a quién querían como director, y entonces fue un amigo que quería ser candidato
a ser director, se fue a hablar con los paras, y el comandante era [nombre
omitido], y dijeron mi nombre, me nombraron allá, y resulta que era objetivo
militar por parte del paramilitarismo, ento’es llega el amigo que había ido, que
quería ser director de [entidad omitida] y me dice: ‘usté tiene que perdese,
mándese pintar el pelo, haga lo que sea, quítese ese bigote, haga lo que sea
pero usted tiene que irse de aquí’.
Esta situación lo obliga a desplazarse de nuevo. Esta vez se dirige hacia un
municipio cercano, a la casa de una hermana, pues diferencias con algunos
miembros de la organización que representa lo dejan sin ingresos por cerca de
nueve meses. Su hermana le procura un cuarto para que se acomode
momentáneamente junto con su esposa e hijos. No pasados muchos días una
cuñada le ofrece tres millones de pesos en préstamo para que monte un negocio.
Establece una sociedad con un allegado y compran un supermercado pequeño.
Lleva un mes en esta nueva actividad cuando gente sospechosa empieza a visitar
el negocio.
[...] me dijo la mujer: ‘Hay un tipo que llega y escuelga el teléfono’, tenía un
teléfono público ahí, ‘El tipo llega y hace que va a llamar y eso es corra pa’ allá y
corra pa’ acá y ya sabe’. Dije: ‘yo sí sé, un tipo, un espía, que más puede ser’...
cuando en esas... me mandaron llamar para una reunión... to’es yo me vine pa’
la reunión... y me tuve hasta por la tarde, cuando llego, me dice la mujer: ‘Venga
[el tono de la voz disminuye considerablemente] aquí le tengo el maletín listo pa’
que se… toca que se vaya porque a usted ya lo tienen ubica‘o los paramilitares y
lo van a desaparecer’. A mí me había llegado la razón de un cuña‘o que había
queda‘o en la granja y ya habían ido a buscarme allá, ento’es yo agarré ese
maleto y con dos mudas de ropa, no conversaba ni [risas] y me vine.
En esa ocasión otra hermana le da posada por un par de días, mientras
consigue un dinero para irse a Bogotá. Sin embargo en Bogotá la vida se torna
muy dura y de todo lo que emprende nada le resulta.
[...] me fui pa’ Bogotá una noche y llegué allá a Bogotá, yo llegué a donde una
cuñada y me convida una noche por allá pa’ pagar unos recibos y me ataca un
perro de esos negros que cargan los celadores, y yo me fui de pa’ atrás y se me
partió este brazo, pa’ más piedra y con todo el platero que yo llevaba ahí, y sin
un seguro de salud, ni un carajo, y bueno ento’es yo llevé del bulto, se me puso
ese brazo que era así, eso era, mejor dicho, no me podía mandar sobar porque
hinchadísimo... me duré como más de tres meses que yo no podía hacer nada
con esta mano y entonces en [municipio omitido] seguía verraco, mataban
chinas que estaban estudiando, que eran desplazadas, gente que estaba por ahí
haciendo su cambuchito pa’ vivir, porque le habían tocado que venirsen, llegaron
y los asesinaron y toda esa cuestión, entonces yo dije: pues pa’ que siga allá mi
mujer y la china, tan expuestas a que las maten, to’es las llamé que se fueran pa’
Bogotá, to’es se fueron pa’ Bogotá y resulta que en Bogotá nosotros no pudimos
hacer algo que dijera ganamos tal cosa, fuepuchica, lo que hiciéramos no daba
resultado, muy arrecho pa’ vivir allá, nos aguantamos como seis meses.
Entonces, un día me llama una amiga, decía que también ‘taban en la misma
situación, y me dijo: ‘mire, hagamos cualquier vaina y vámonos’... ‘Tonces les
dije: ‘pues cuadren allá más que sea un camión y nos vamos, pa’ los cutes que
tenemos los cargamos entre una media’ [risas], y sí, ento’es un señor de esos
que llevaba fruta, pa’ vender allá en un depósito dijo que nos traía, y sí, llegué...
prácticamente, quince pesos como que traía, ah, quince mil pesos, sí quince mil
pesos, volví a llegar a donde la hermana y le pedí posada, y dijo la mujer que
ella se ponía hacer más que fuera empanadas pa’ vender. Dije: ‘listo, yo me voy
pa’ [nombre de pueblo omitido] a rescatar mi finca, mi granja’.
De esta manera retorna por segunda vez al lugar que lo había visto nacer.
Tiene la esperanza de recuperar algo de las seis mil matas de café que ha dejado
sembradas, o de los cultivos de tomate de árbol, mora y hortalizas que también
están produciendo cuando los paramilitares lo obligan a desplazarse. Sin
embargo, cuando llega, avista que todo ha sido comido por la maleza, que el café
estaba palotiado y que casi todo lo que ha emprendido se ha dañado. No
obstante, su idea era “volver a organizar”.
En el tiempo que él no está en el pueblo, el ejército incursiona por aire y
tierra dejando una estela de muertos y daños que hasta el presente no han sido
reconocidos. De ahí que al cabo de veinte días, cuando su esposa le pregunta
“¿qué tal está pu’ allá?”, él respondiese: “’No, pues aquí prácticamente parece que
no pasa nada’, no se veía ni guerrilla, ni nada, ya había pasado [incursión del
Ejército] y había habido una matazón pero muchísima”. Ante este parte de
tranquilidad ella decide irse a la finca a acompañarlo. Sin embargo, a los diez días
de estar ella allá, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) vuelven a hacer su
aparición.
[...] el día que cumplía yo el mes de ‘tar allá, y ella diez días, ella se levantó pa’
hacer el tinto, cuando yo escuché que mucha charla, mucha voces y toda esa
joda, ‘toes me paré y entreabrí la puerta, y habían como treinta bichos, con AUC,
con insignia, brazalete de la AUC, y dije yo: ‘Pues hasta aquí llegué’, porque yo
sabía que me andaban buscando, entonces me regresé pa’ dentro y recé el
salmo 91 y me encomendé a Dios, dije: ‘Usted es el que tiene que tomar la
decisión si me muero o sigo viviendo’, y salí y apenas me vieron me dijeron:
‘Usted se va con nosotros’. Le dije: ‘como quiera’. Y me echaron por delante, era
pa’ llevarnos pa’l caserío porque ‘taban arrecogiendo toda la gente y la ‘taban
amontonando allá en el parquecito, en un recoveco que había allá, al pie de un
colegio, y llegué y me metieron pa’ allá, eso no se veía sino paracos por todo
lado, bien armados, y entonces la gente estaba mucho asustada, asustadísima,
eso le temblaba los trapos así a la gente del miedo, ento’es yo lo que llegué y les
dije: ‘bueno muchachos... aquí lo que tenemos que hacer es, vamos todos
mudos y no nos pasa nada’, dije: ‘pregunten lo que pregunten, digan lo que diga,
insulten lo que sea y nadie contesta nada’. Dije: ‘y no nos va a pasar nada’...
porque les dije, ‘ahorita nos meten a alguna parte y nos van a pegar la sacudida
de cachilas, si nosotros hablamos, nos van matando’, y sí, entonces la gente me
hizo caso. Al ratico nos mandaron a entrar en fila para un patio que hay en la
casa cural, un patio grandote y entonces nos sentamos en lo redondo del patio,
en un corredor, y sale el comandante de los bichos esos y comienza a
insultarnos y a tratarnos como mejor dicho y como ninguno contestamos, duró
como una hora casi ahí garlando, hablando de todo y insultándonos que éramos
cómplices de la guerrilla, que esto y que’l otro, como nadie contestó nada, se
aburrió de hablar o se cansó, él sólo sin nadie que le contestara, y dijo: ‘Bueno,
se van a trabajar, hoy no voy a matar ninguno pero muertos van haber’.
Sin embargo, cuando regresan a las casas es que empieza la plomacera.
En‘toes salimos y nos fuimos, y yo llegué a la casa y habían como diez allá. Dije
yo: mejor dicho no sé cómo me voy a trabajar, me toca estarme ahí, haciendo
guevonaditas ahí al pie de la casa, y sí eso pasaban pa’ la‘o y la‘o y entraron a la
cocina y volvían y salían y… entonces yo llegué, como eran como las nueve, o
nueve y media y ella me sirvió ahí un caldito y me puse a tomarme el caldito,
cuando se jorma la plomacera, se jorma es que esa plomacera mejor dicho, que
eso totiaba de todo, así pa’ arriba de los caseríos, pa’ arriba, dije: ‘hora si fue la
verraca; ‘to’es los que estaban ahí les tocó que mejor dicho, hágale pa’ irsen a
peliar y se fueron; al otro día amaneció... eso duró el resto de día y hasta las dos
de la mañana, que totiaba por tu’ esa vaina.
Se trata de un supuesto enfrentamiento entre paramilitares y guerrilleros.
Según el entrevistado, los primeros traen los muertos y heridos al pueblo, mientras
que los segundos se replegan hacia la montaña. Pasados tres días de este
acontecimiento, el presidente de la Junta de Acción Comunal pasa frente a la casa
del narrador de este relato y le asegura que el peligro ya ha pasado, a lo cual él le
replica:
Le dije: ‘no señor, el peligro ahora es, cuando vuelvan a llegar acá al caserío, ya
vienen es a matarnos, porque ahora si vienen es bravos’, le dije yo: ‘lo mejor es
que nos salgamos’, dijo: ‘no, yo no me vuelvo a ir desplazado’. Porque él ya
había ‘tado un poco ‘e tiempo desplazado, entonces le dije yo: ‘pues, tenemos
que correr… si nos quedamos tenemos que correr el riesgo de que nos maten’.
Al día siguiente sus premoniciones se hacen reales y la primera víctima es
aquel presidente de la Junta que no quiere volver a pasar por otro desplazamiento.
[...] yo había recogido un poquito de café que había por ahí maduro y lo había
espulpa’o y entonces me levanté a lavarlo y ella a hacer el tinto, el desayuno,
cuando veo venir la fila de paracos, ese día fue que… sí habían vuelto otra vez,
iban como treinta pa’ allá pa’ la casa y llegaron y eso rodiaron toda la casa y yo
apenas los vi, otra vez volví y les puse el Salmo 91 [risas], me quité una gorrita
que tenía y la puse encima de un lavadero y les puse el Salmo 91; llegaron y yo
pasaba por medio de todos y vusté cree que me volteaban ni a mirar, o sea que
tal vez no me vieron, y entraron insultando a la patrona pero eso sí cosa
tremenda allá en la cocina, eso le decían, mejor dicho hasta de que mal se iba a
morir, y yo pa’ allá y pa’ acá, se sentó el comandante, sacó un asiento y se sentó
en la mitad del patio y se puso a hablar por radio, y yo me di cuenta que estaba
hablando con un comandante del Ejército porque cuando le decía: ‘y ustedes,
¿vienen para acá verdad?’, entonces el tipo le contestaba por allá... cuando ya
terminó la charla les dijo: ‘cárguense los equipos y vámonos porque el Ejército ya
viene pa’ acá’. Y se fueron y el presidente de la junta lo sacan, le pegan un tiro
en la boca y listo, al que yo le había dicho que nos saliéramos... estropiaron un
poco de campesinos que habían por ahí macaneando y toda esa cuestión,
entonces yo dije: ‘pues nos acabamos de salvar, porque venían era a matarnos y
nos acabamos de salvar, entonces no esperemos más’, me cargué un maleto
que tenía ya listo y los que salen a caminar por esa carretera.
La huida lo arroja, una vez más, a las marginaciones de la ciudad, ahora con
menos de treinta mil pesos. Los primeros días paga una posada para él y su
familia, luego toma en arriendo un negocio de comida rápida en el que a la postre
también fracasa. No obstante, recién sucedida esta nueva frustración un amigo le
comunica que ha salido favorecido en un subsidio de vivienda: $8’950’000. Sin
embargo, como es bien sabido, ese dinero no alcanzaba para la adquisición de
una vivienda digna. La solución que prevé es pedirle ayuda a los entes territoriales
para que le den el dinero faltante, pero como sucede en este país, la buena
voluntad de las administraciones solo se manifiesta por la obligatoriedad de las
tutelas que él coloca y gana, las cuales le cuestan días enteros de caminata, al
punto que los zapatos se le rompen y tiene que colocarles cartón para que no le
asienten.
[...] y con eso tocaba era pura… no había pa’l bus, tocaba, si yo me iba de aquí...
era a pie y venir a pie, ir po’ allá... donde tocara que ir, y hacer la vuelta y venirse
uno a pie, y sin poder comprar ni una gaseosa, ni nada, porque apenas había
por ahí pa’ comprar la papa y un arroz... ento’es me dijeron: ‘no, aquí toca que
pedirle al municipio y al departamento’, me fui a pedirle al municipio, no me
paraban bolas, ento’es yo hice una tutela y la pasé, tutelando al municipio y la
gobernación pa’ que me dieran lo complementario, ‘to’es sí, ‘to’es fue cuando...
se me rompieron los zapatos, andando, buscando vivienda, o sea me tocaba
ponerles cartón [risas], pa’ que no me jodieran las piedras, y dele, caminé todo.
La cuestión de encontrar una casa que pudiese pagarse con papeles de
promesa que emite el Estado es otro calvario. Por fin encuentra una vivienda en
uno de los barrios periféricos de la ciudad, esos que en décadas anteriores
también se han levantado al son de las luchas de destechados iracundos que
exigen su derecho a una vivienda. En esa casa vive hoy. Su esposa y un hijo le
acompañan. De su finca tuvo que salir vendiéndola a un precio muy barato, pues
la imposibilidad de volver, las acuciantes necesidades de la vida en la ciudad y los
reclamos de un hermano, no dan espera para una mejor oferta.
[...] la finca pues se acabó porque yo no pude volver, se acabó y hace por ahí
como un año y medio, llegó un vecino de allá, porque eso me decían: ‘ah, es que
allá en su finca botan las pieles de las reses que matan, todos los residuos, los
‘tán votando allá, todo mejor dicho ya, eso que un hediondez, que una
chulamenta, que todos sueltan ganado allá, que bestias y que todo’. Y todos
cortaban madera, entonces, por fin llegó un vecino, ahí y dijo: ‘yo le compro eso’,
ento’es había un hermano que decía que tenía parte allá y to’ esa vaina, ‘toes le
dije: ‘pues busque comprador entonces’, le dije, ‘no voy a comer tierra, si hay
que repartir eso, repártalo’, ento’es negocié, me traje el comprador, le dije:
‘bueno, baratísimo, dieciocho millones’, me tocó dalo, ocho hetarias, allá, ya no
había sino, ya, prácticamente ya no había… lo de granja se acabó.
A este luchador social, estando vivo, los paramilitares lo declaran asesinado
Sin duda alguna abarcar más de medio siglo de vida de un personaje como
el que aquí estamos abordando no es nada fácil. Además, la vigencia del conflicto
armado interno colombiano, especialmente en áreas rurales donde la violencia ha
sido una constante histórica, ha hecho todavía más difícil poner a consideración
todos los detalles que puedan hacer de esta trayectoria un recurso mucho más
completo en términos sociológicos. Sin embargo, hemos esbozado la vida del que,
a nuestro parecer, con todos sus defectos, ha sido un hombre admirable. En la
última sesión nos cuenta cómo el Estado lo ha dado por muerto tras la confesión
que un desmovilizado ha hecho en Justicia y Paz, en la que acepta el homicidio de
él y cuatro sujetos más. Esta situación, al parecer, no le es tan ignominiosa, toda
vez que el hallarse muerto en los registros oficiales le salva, según él, de caer
muerto realmente, pues gracias a ello los paramilitares dejan de buscarlo.
Nos relata del mismo modo, cómo lidera la construcción de otra carretera en
su pueblo y cómo la comunidad le agradece la obra. La sala de su casa galantea
casi una veintena de certificados, diplomas, placas y demás reconocimientos, que
dan cuenta de su afán por educarse, de su capacidad de liderazgo y trabajo en
equipo, así como de su preocupación por participar en las discusiones que han
abordado las problemáticas de las víctimas, como por ejemplo, la elaboración de
la Ley 1448, de la cual afirma lo siguiente:
[...] me ha tocado que ir a hacer representaciones a... una parte y otra, a
representar las vítimas, he tenido que hacer parte de las Mesas de que hicieron
el trabajo pa’ la ley de vítimas, hacer aportes, durar de a tres días haciendo
trabajos pa’ presentar, para que la ley de vítimas… porque es que la ley de
vítimas la presentamos fue las vítimas y el gobierno lo que hizo fue aprobarla,
pero Uribe nos la tumbó en dos ocasiones... y el que vino a aprobarla fue...
Santos, Juan Manuel, pero eso no fue porque él tenía esa gana de hacer algo
por la vítima, sino que le tocó, porque es que práticamente la presión a nivel
nacional y internacional era tremenda, porque la violación de los Derechos
Humanos en Colombia ha sio tremendo, entonces prácticamente mi vida ha sido
un como liderando toda la cuestión, porque donde quiera que he ido ha sido…
pero me ha tocao cosas tremendísimas.
No le gusta hablar de la muerte de su hijo, a cambio, manifiesta un
compromiso decidido por la protección de la infancia y hace parte de programas
nacionales e internacionales que promueven lo mismo. Es el fundador de varias
asociaciones de víctimas y aunque está de acuerdo con las negociaciones para
cesar el actual conflicto colombiano, duda mucho de que la paz pueda acaecer sin
resolverse problemáticas sociales estructurales que han caracterizado la sociedad
colombiana.