Trayectorias de dolor y resistencia I

Trayectorias de dolor y resistencia
I
Despertar la conciencia y construir la
Trayectoria de vida
Para morir nacimos
Yo estoy mamado, yo estoy mamado de esta
situación, de verme solo, quedé sin hogar, quedé
sin nada, viviendo toda la puta vida como si yo
hubiera matado a cuántos, cuando yo lo único
que hice fue ayudarle a mucha gente de la que
mataron, yo no tengo nada que ver en esto1.
Entrevista No 5
Cierto día de febrero del año 1968, en un pueblo del Magdalena Medio
santandereano nace la protagonista de esta historia. Siendo la menor de diez
hermanos, es la última hija de la pareja conformada por sus padres que se habían
casado años atrás a pesar de la considerable diferencia de edades.
[...] mi mamá se casó de veintiún años con mi papá que tenía cincuenta años, es
que mi papá era bueno [risas] imagínese que a mí me engendró de casi sesenta
y nueve años, sí, y era la menor, imagínese usted, tuvo diez hijos y mi mamá se
casó muy joven con él, mi madre cuenta que ella se casó casi que también por
aburrida porque ella llegó al pueblo y no había trabajo, trabajaban era recogiendo
café y ella dice que ella le lavaba a los policías y trabajaba en panaderías y en
las panaderías le regalaban por ahí cosas, pero que cierto día se conoció con él,
un día domingo, en el mercado y con el abuelo, el abuelo ya era viudo, tenía
cinco hijos y las dos fincas, y entonces se la llevó de muchacha, mi mamá entró a
la finca como muchacha de servicio de mi papá y estando ahí se enamoró, mi
papá se enamoró de mi mamá, mi mamá era joven, veintiún años.
1
Palabras del esposo de la entrevistada poco antes de ser asesinado por paramilitares
Bueno, ¿usted se va o se queda?
Junto con sus padres y sus nueve hermanos viven sus primeros años de
infancia como cualquier niña campesina, en medio de juegos y en compañía de su
familia. Sin embargo, la muerte de su papá afecta fuertemente su entorno y su
vida cambia para siempre. A partir de ese momento, su hermano mayor toma la
dirección de la finca y su mamá, desolada por su viudez, encuentra pronto
compañía sentimental en uno de los obreros que trabaja para ellos. Esta situación
desencadena un grave conflicto entre la madre y el hijo mayor y lleva finalmente a
la desintegración de la familia.
[...] mi padre murió por muerte natural, desde ese momento pues puedo decirlo
que prácticamente el hogar de nosotros se descompuso, eh, pues lógicamente
quedamos huérfanos, diez hijos al lado de mi madre, yo era la menor de esos
diez hijos, en esa época, imagínate contaba como con siete años, quizás menos,
y seguimos viviendo un tiempo en la finca, mi hermano mayor... él tomó como la
batuta del hogar, el hogar de nosotros, eh, pues era una finca siempre grande,
café, cacao, árboles frutales, pero pues él era lógicamente un adolescente para
hacerse cargo de esa finca,... mi madre tuvo en esa época obreros para esa finca
para que recogieran el cacao y el café y pues mi mamá tenía sus diez hijos y uno
de esos hombres que llegó a la casa se enamoró de mi mamá, entonces mi
mamá tomó la determinación de irse de la casa, mi mamá nos reunió a los hijos y
pidió opinión que quien de los hijos quería irse con ella porque mi hermano mayor
no permitía que mi madre continuara en la finca con ese señor, entonces yo
recuerdo que, eso es algo que no olvida uno, yo recuerdo que a pesar de mi
edad yo estaba al lado de mi hermano y miré a mi mamá y mi mamá me decía
“bueno, ¿usted se va o se queda?” yo amaba a mi mamá pero igual le tenía
miedo a ese señor, no sé, le tenía mucho miedo, entonces yo le decía a mi mamá
que no, que yo prefería quedarme con mi hermano en la finca pero que con él yo
no me iba y mi hermano me acuerdo que me anunciaba, me decía “es que si
usted se va con mamá usted nunca tendrá la oportunidad de salir adelante
porque usted no va a tener la posibilidad de estudiar y sabrá dios que le va a
hacer ese tipo, mientras que si se queda con nosotros yo sí le voy dar la
oportunidad de que estudie”, entonces yo recuerdo que entre llanto y todo el
cuento, decidí quedarme con mi hermano, mi mamá recogió su ropa delante de
todos y se fue con el tipo, mi mamá tenía cuarenta y dos años y el tipo tenía
veinticuatro.
Siendo una niña, de no más de siete años, la muerte de su padre y la
separación de su madre la deja en estado de abandono. Queda al cuidado de sus
hermanos mayores que para la época son apenas unos adolescentes. Los días
felices quedan en el pasado y pronto nota las consecuencias de quedar huérfana.
La situación familiar despierta, de vez en cuando, la solidaridad entre los vecinos
quienes se sienten conmovidos por la realidad de este grupo de hermanos que
muchas veces pasa días sin comer.
Para la profesora de la escuela tampoco pasa desapercibida la penuria de la
niña, ya que observa cómo transcurren los días sin acudir a clases y cómo se
encuentra sumida en el descuido y la desatención. Es por esta razón que,
motivada por la compasión y el aprecio que la niña le despierta, decide adoptarla y
trata de cambiar en algo su vida y, por ende, su futuro. Sin que los hermanos
opusieran resistencia, la profesora se lleva la niña al municipio más cercano y se
asegura que estudie y lleve una vida normal.
Después de casi cuatro años de vivir con la profesora, su madre regresa al
pueblo y ella acepta vivir de nuevo con su progenitora, una decisión de la que
después se arrepiente. “Decidí como darme unas vacaciones a ver qué pasaba,
estando allí el tipo intentó como violarme entonces yo decidí no vivir nunca más
con ella”. A pesar de que en ese momento, ella denuncia esta situación a su
mamá, ésta decide no creerle, actitud que deteriora definitivamente la ya débil
relación madre e hija.
[...] por eso es que yo hoy en día peleo mucha esa parte porque mi mamá nunca
me creyó, mi mamá como sabía que yo al tipo no se lo quería, siempre pensaba
que yo lo acusaba al tipo para que mis hermanos hicieran algo contra el tipo o yo
meterlo a la cárcel ¿sí? Mi mamá nuca me creyó, yo recuerdo que yo llegaba y le
decía “mamá mire que el tipo me toca, que el tipo me hace esto y mi mamá me
pagaba por la cara y me decía que era mentirosa, que yo porque tenía que decir
cosas que no eran reales” y me decía “córrale y cuéntele a sus hermanos para
que vengan y se traguen a mi marido”
Tal vez motivada por esta amarga experiencia, decide entonces buscar una
nueva vida en la ciudad. Viaja a Bucaramanga con su hermano y la esposa de
éste, en donde, a cambio de cuidar de los hijos de la pareja, le pagan el estudio y
cubren sus gastos. Para esta época, su carácter emprendedor y sus ganas de vivir
afloran y participa con entusiasmo en las diversas actividades del colegio. Hoy
recuerda esta época con alegría a pesar de las restricciones:
[...] allí fue donde prácticamente yo crecí, en ese barrio, alrededor de mi
hermano, yo ingresé a estudiar a la Nacional de Comercio,... un hermoso
huequito allá pero muy querido y allá me dieron a mí la oportunidad de estudiar
pero a cambio del estudio a mí me tocaba ver dos sobrinos, dos de los hijos ya
que nacieron de mi hermano, entonces ya prácticamente yo era la niñera de
ellos, es decir a cambio de, usted vive conmigo y se le da estudio pero a cambio
usted tiene que ver los niños, bueno, yo me sometí al cuento y pues en esa
época las cosas eran como no sé, no sé cómo asimilarlas hoy porque yo
recuerdo que uno no tuvo como esa juventud, pues como la adolescencia era
como tan, como tan cerrada, que todo le corrían a uno, le prohibían y me gustaba
de pronto que yo era muy rumbera, muy alegre, en el colegio armaba grupos, me
encantaba la poesía, me encantaba escribir, participar en los centros literarios,
siempre ganaba, siempre porque me encantaba.
La muerte ya era como tan amiga de cada uno de nosotros
La alegría de estar en el colegio y la vida que empieza a tomar forma en la
ciudad, son interrumpidas por su embarazo. Este hecho provoca su expulsión y el
punto final de esta etapa educativa, ya que para el rector de la institución, permitir
que ella siga estudiando se convierte en un mal ejemplo para las demás alumnas
de la escuela. A pesar de sus buenas calificaciones y de contar con el apoyo de
varios profesores, el rector se mantiene firme en su decisión y no le permite
continuar el año académico. Resuelve entonces regresar al pueblo del que había
salido años atrás, para tratar una vez más, de sostenerse. En el pueblo consigue
trabajo como maestra suplente, en un escenario atravesado por la dureza del
conflicto armado interno.
[...] regresé... aún sin terminar mi bachillerato, eh, ahí... pues llegué y gracias a
Dios tuve la oportunidad de una vez que había un concejal en ese municipio... y
él me colaboró para ingresar allí por el municipio pero entonces no hubo
nombramiento yo iba a hacer reemplazos, reemplazos en veredas, que las
maestras que estaban por licencia de maternidad, que por enfermedades, que
por amenazas, porque en esas épocas ya empezó a ver las amenazas, se
encontraba ahí en el pueblo muchísima guerrilla.
Debido a su trabajo, tiene que viajar constantemente a cubrir profesoras en
las veredas del municipio, labor riesgosa si se tiene en cuenta que la localidad
está sumergida en el conflicto armado y sus efectos se perciben a diario. Para ella
es algo cotidiano encontrar cadáveres en su camino al trabajo y ser testigo del
tránsito y del control que ejercen lo hombres armados en las distintas veredas del
lugar.
[...] ya llegó un momento que nosotros para ir a las veredas era terrible, en las
veredas me tocó a mí vivir... por ejemplo muertes de personas alrededor de la
escuela,
eh,
nosotros
viajábamos
en
esas
épocas
en
buses
de
Cootrasmagdalena y para llegar de las veredas al pueblo recuerdo que
encontrábamos a tres, cuatro, cinco muertos, es decir, la muerte ya era como
tan amiga de cada uno de nosotros que encontrar los muertos en la vía no era
nada raro para nosotros, yo recuerdo que nos bajábamos del bus y... yo
recuerdo que yo era una de las que me bajaba y cogíamos hojas y tirábamos a
las personas de un brazo o de las piernas y las hacíamos a un lado y las
dejábamos para nosotros poder pasar en el bus, entonces eso fue creándole
algo ya como familiar con la violencia y la muerte...
Con él empezamos pues una vida bonita
La necesidad de mantener su trabajo le da la fuerza necesaria para soportar
esta situación y para hacer frente a la violencia. En el pueblo se ve obligada a vivir
nuevamente con su mamá a pesar de los problemas del pasado. Una vez más, su
vida junto a ella se convierte en una pesadilla. El acoso y maltrato de su padrastro
la hacen desear, más que nunca, irse y formar su propio hogar al lado de una
persona que la quiera y acepte con su hija. Afortunadamente para ella esta
persona aparece y le da la oportunidad de tener, por primera vez en su vida, un
verdadero hogar.
[...] viví con mi mamá un poco de tiempo pero fue una vida terrible... yo lo hacía
porque no había de pronto como la medida de cómo hacerlo más, pero a pesar
que yo tenía mi niña y ya la edad que yo tenía y todo el cuento y aún mi
padrastro me asediaba, el tipo decía que vivía enamorado de mí, entonces eso
nos causaba problemas alrededor de mi mamá, yo recuerdo, el tipo llegaba
borracho, nos sacaba a correr a mi mamá y a mí, eso era terrible la vida que yo
vivía ahí, entonces de pronto en esa situación yo tomé la determinación de irme a
vivir con ese muchacho... bueno, ya me organicé con él, definitivamente me voy
de la casa, nos organizamos, con él empezamos pues una vida bonita ¿no? Algo
chévere.
Debido a su trabajo como profesora, cada vez es más cercana a las
comunidades en cada vereda, ve de cerca las consecuencias del conflicto y cómo
ejercen el poder los actores armados. El control que estos ejercen sobre el
territorio y la población se ve reflejado en el relato de la maestra, cuando recuerda
que cierta vez su presencia genera suspicacia entre los guerrilleros que controlan
la zona. Por esa razón, la retienen durante casi un día, hasta que afortunadamente
una persona la reconoce.
[...] recuerdo que iba yo para una vereda en un bus que salía del pueblo desde
las ocho de la mañana... me bajaron del bus, recuerdo que me sentaron sobre
una piedra... y me dijeron que si yo tenía familia o alguien que me conociera en
esa zona, entonces yo les dije que sí, que yo iba para una escuelita a hacer un
reemplazo, que yo estaba allí hacía treinta y dos meses y que estaba haciendo
un reemplazo allá en esa vereda y que iba para allá y entonces me dijeron que
no me dejaban mover hasta que alguien no viniera y dijera si efectivamente a
usted la conocían, yo recuerdo que duré casi veinticuatro horas ahí sentada...
hasta que llegó una señora de la comunidad a buscarme y dijo que sí, dijo “sí
efectivamente yo la conozco, es una maestra, ella va para la escuela, yo sé quién
es ella”, entonces le dijeron a la señora “si usted la conoce, entonces usted
responde por ella” entonces sí me dejaron pasar, después de todo ese tiempo me
dejaron pasar, no me dio miedo y continué, continué la docencia que tenía que
cumplirla.
El conflicto toca finalmente a su puerta por la época de la entrada paramilitar
en el pueblo. Un día su padrastro le comunica la amenaza del paramilitar conocido
con el alias de “Rayo”. “Una vez le dijo a mi padrastro que me dijera a mí que era
mejor que dejara al tipo o que me fuera con él, porque ellos no respondían por lo
que me pudiera pasar”. Sin entender la razón de la amenaza y ya con una niña y
un par de mellizos producto de su relación, es difícil separarse de su esposo y
quedarse sola con sus hijos, mientras él se aleja con el propósito de proteger su
vida. “... yo lo ayudé a salir hasta acá una vez, una noche a la una y media de la
mañana, lo sacamos por un camino que yo conocía, porque yo sabía que lo
estaban esperando, a mí ya me habían dicho, entonces yo traté de sacarlo por
otro lado, lo sacamos en el bus”. Mucho tiempo después, ella relaciona los hechos
con los celos y acoso de su padrastro y piensa que posiblemente él tiene que ver
con las amenazas hacia su esposo. Meses después, ella también deja el municipio
y viaja hacia Bogotá dejando los mellizos a cargo de su madre y llevándose
solamente a su hija.
En Bogotá se ubica en casa de su hermana y con el paso de los meses logra
cierta estabilidad, pero el recuerdo de su esposo y sus hijos, no le permiten estar
completamente tranquila. Tras varios intentos de contactarlo y saber cómo se
encuentran, llegan las restricciones impuestas por su propia familia, quienes
piensan que el reencuentro de la pareja solo ha de traer problemas.
Yo viví un poco de tiempo con ella, y estando allí... a mí no me dejaban
comunicarme, el hecho era que yo no podía volver a Santander, no por
amenazas ni nada, sino porque mi familia no estuvieron de acuerdo que yo
estuviera con ese señor, es decir, porque ellos veían de pronto peligro que... más
sin embargo después de un tiempo el tipo dio conmigo, yo nunca más volví a
saber, ni yo de él, ni él de mí, yo no sé... pero resulta que ya en esa época un
sobrino mío se había ido a prestar el ejército... le tocó por allá en esa zona y
estando en esa zona un domingo que él salió a patrullar lo encontró en una
tienda, entonces él tan pronto lo vio, él se fue y le dijo que él que sabía de mí,
porque nunca más, entonces él le dijo que sí que él sabía dónde estaba esa tía
pero que él no podía contarle porque ya había pasado tiempo y la familia no
quería volver a saber de él, entonces él le rogó y le dijo que no, que le ayudara,
que él me estaba buscando a mí por cielo y tierra... entonces el chino de pronto
por ese lado... y le dio mi número telefónico donde vivía en Bogotá, entonces así
fue que él volvió y nos encontramos, él me llamó, yo le dije a mi mamá... yo le
dije “en quince días me voy para Santander pase lo que pase”, porque yo quería
recuperar los mellos... prácticamente... yo pensaba regresarme y llevarme mis
niños para Bogotá porque yo más o menos ya me había ubicado y resulta que
no, cuando él me llamó yo decidí venirme, yo me voy para Santander tóqueme lo
que me toque, faltándome como dos días yo le comenté a mi hermana, le dije “yo
me voy para Santander nuevamente” me dijo “¿qué?” le dije “sí, es que él me
volvió a llamar y yo me voy a volver a ir con él, páseme lo que me pase” entonces
me dijo, ella se puso a llorar y me dijo “eso es cuestión suya pero lo que pasa es
que yo pienso que mi mamá no está de acuerdo, mi mamá no está de acuerdo en
que usted se vaya nuevamente para Santander, usted sabe que usted debe
quedarse acá, terminar de estudiar y sacar sus hijos adelante o que más quiere,
y ese tipo no es lo que usted debe tener”
¿Y ahora qué? ¿Para dónde nos vamos?
A pesar de la advertencia y negativa de su hermana, el deseo de recuperar a
su familia y volver a su tierra es más poderoso. Finalmente logra hablar con su
esposo y juntos acuerdan el reencuentro en Bucaramanga y el viaje hacia el que
sería su nuevo hogar. Aún en la actualidad recuerda los pormenores del viaje: el
arribo al terminal de Bucaramanga y las horas previas a partir hacia su destino
definitivo. Recuerda las palabras de su esposo, las advertencias respecto a la
zona donde se van a vivir: una vereda alejada en una zona rural que para la época
carece de vías y comunicaciones. Nada importa, solo quiere irse y empezar una
nueva vida junto a él.
Yo recuerdo que yo le dije “bueno, ¿y ahora qué? ¿Para dónde nos vamos? Ah
porque antes de ir, él cuando me llamó me dijo “yo creo que cojo una hacienda,
pero allá no hay teléfono, allá no hay vías, allá no hay tipo de comunicación ni
nada nada, allá no hay nada, así que usted tiene que estar muy segura de
aceptarme... allá el único medio de comunicación son los caballos y las canoas,
entonces yo le dije “no, a mí no me importa, yo me voy” cuando llegamos allá yo
le dije “bueno,¿ y ahora qué? ¿Para dónde nos vamos?” entonces me dijo “yo ya
tengo todo arreglado, hoy nos quedamos acá y mañana a las 3 de la mañana nos
recoge un lechero... y él nos lleva a zona me dijo “prepárese porque son ocho
horas de camino por carretera destapada” y bueno yo le dije “bueno, de todas
maneras yo ya estoy aquí, que le voy a hacer”
A medida que avanza hacia su nuevo hogar, empieza a comprender la
magnitud de su decisión. Se adentra en zona “roja” de presencia y disputa de
grupos armados. Para los mismos actores del relato, su presencia y las razones
de su llegada eran incomprensibles.
Yo vi mucha guerrilla ahí ya, ahí en el caserío yo recuerdo que allá donde yo
estaba por allá en esa época se veía EPL, FARC y elenos y este, yo recuerdo
que llegaron a donde yo estaba, ellos, y me dijo “¿usted quién es?” entonces yo
le dije, yo me le presenté, ¿para dónde va? Y yo le dije “no sé, no conozco,
vengo con mi marido que va a administrar una hacienda... pero no sé dónde
queda, no conozco la zona, no sé dónde queda” y hasta me dijo “usted sí es
boba, ¿no, china?” porque yo era joven en esas épocas “usted sí es boba, ¿no
china? ¿Venirse por acá a qué?” entonces yo le dije “no, pues es decisión que
tomé” me dijo “¿o es que tiene algo más que eso? Yo le dije “no... yo nunca he
estado por acá”
Además de la presencia del conflicto armado, a ella le impacta la terrible
pobreza y abandono que padece la gente de la vereda:
Era un caserío... las casas eran forradas en bareque, tierra pisada o solo caña,
caña brava, recuerdo que la primera impresión que me llevé del caserío fue
tenaz, cuando llegamos a ese caserío salían unos niños todos desnudos, niños y
niñas, y chicos casi de seis, siete años y no los vestían, no, cuando yo llegué yo
le dije al chofer... “bueno, ¿y esto qué? ¿Esto es una tribu o que es esto?” y él
me decía “no, ¿por qué?” “porque esos niños desnudos ya tan grandes, y las
niñas desnudas” me decía “no, esa es la cultura por acá, aquí ni las niñas ni los
niños se visten a esa edad” yo decía “me parece terrible y descalzos y felices en
todo el caserío.
Finalmente, llega a la hacienda donde su esposo empieza a desempeñarse
como administrador. Durante las primeras semanas el proceso de adaptación es
difícil, en especial porque una de sus hijas se enferma gravemente y la falta de
vías dificulta acceder a la atención médica. Pese a los inconvenientes, se
mantienen firmes en su decisión de permanecer allí. Con el paso de los días, la
mujer adquiere mayor sensibilidad frente a las problemáticas de la vereda y
empieza a sentir verdadero aprecio por sus habitantes, renaciendo en ella la
vocación de liderazgo y las ganas de trabajar por la comunidad. Esta actitud no
pasa desapercibida para los guerrilleros que operan en la zona y quienes en
reiteradas ocasiones intentan hablar con ella sobre dichos problemas y sus
estrategias de trabajo con la comunidad. Para ese momento, ella ha observado la
dinámica del conflicto en la zona, la forma como la guerrilla interactúa con la
población y la relación existente entre unos y otros.
Uno veía que la guerrilla llegaba, se llevaba los caballos, daba órdenes que
tocaba cocinarles, diez, quince, veinte hombres que llegaban, se quedaban ahí,
guardaban armas, yo decía “Dios mío ¿y todo esto qué?” y ni modo de uno decir
nada.... En esa época en la zona era ganadera pero también existía minería,
trabajaban el oro, trabajaban mucho la mina, allá casi todos eran mineros,
mineros y pescadores y ganadería, pero casi nadie tenía tierras ni nadie tiene a
la fecha, sino que eran las haciendas los emporios y ellos les daban trabajo y la
misma guerrilla tomaba parte de la hacienda y las haciendas y las cultivaba de
maíz, extensiones grandísimas de maíz, y le daban a la gente para que trabajara
y partían y ellos cogían una parte y ellos otra, y las minas lo mismo.
Poco a poco su interés y compromiso con las necesidades de la población de
la vereda gana reconocimiento. Se convierte en presidenta de la junta de acción
comunal, en un proceso que la lleva a entablar comunicación con todas las
personas de la localidad, incluso con los guerrilleros, sacerdotes, funcionarios
públicos y empleados de Ecopetrol, quienes también son convocados por ella, en
procura de buscar alternativas que mitiguen la difícil situación de la comunidad.
Más adelante, ella tiene que salir forzosamente debido a las amenazas de
las que es víctima su esposo. Ante la necesidad de una nueva maestra y
conociendo su experiencia en este campo, alguien la propone para designarla
como nueva maestra. En este nuevo escenario ella encuentra la oportunidad de
ayudar a la comunidad desde otro ámbito: la formación de los niños y niñas. A
partir de ese momento pone todo su empeño en hacer de la escuelita un lugar
bonito y agradable.
Entonces ya me vine, encontré la escuela en un acabose tenaz, era un nido de
palomas, era nido de gatos, las tejas totalmente podridas, yo vine y recibí la
escuela y de una vez el fin de semana... ya vine a organizar la escuela y ya dije
que yo me quería venir para la escuela porque yo veía que era como mucho peso
que estaba haciendo allá, entonces me vine para [nombre de municipio] hablé
con Ecopetrol, Ecopetrol subió, hicimos dos, tres bazares seguidos, Ecopetrol me
dio una parte eso fue como en dos meses salió eso, que la paré totalmente,
arreglamos lavaderos, baños, techos, eso mejor dicho la escuela quedó... era la
mejor en esas épocas.
La gente que ustedes tenían amarrada son campesinos
Debido al cariño que toma a la escuelita, decide irse a vivir allí, además
porque se siente más segura en este lugar que en la hacienda. A finales de 1996,
comienza la arremetida paramilitar en un territorio que hasta el momento había
sido controlado por las guerrillas, las cuales habían sido combatidas solo por el
ejército. Lo anterior provoca un recrudecimiento del conflicto y un deterioro de las
condiciones de vida de la población que queda en medio de todos los actores
armados. Una mañana cualquiera ella despierta y al notar que su esposo no llega
de ordeñar, empieza a preocuparse.
Yo recuerdo que estando allí una madrugada él se fue a ordeñar las vacas y no
volvió, eran como las siete, siete y media de la mañana y él tenía la costumbre
que cuando él ordeñaba las vacas y sacaban las cantinas, a veces sacaban diez,
quince, veinte cantinas de leche y las sacaban al carro y una parte se cuajaba y
resulta que yo esperaba la leche para el desayuno y no llegó, entonces a mí me
empezó como a dar “¿y esto qué?”... y yo me empecé a angustiar, más sin
embargo yo metí los niños al salón y me fui a mirar, cuando llegué a la primera
casa subiendo me dijeron “profe, no pase” entonces yo le dije “pero ¿por qué?”
“porque no profe” entonces cuando sentí fue un fusil al lado mío “¿usted para
dónde va?” yo le dije “yo voy a buscar a mi marido que no llega” claro, era el
ejército, entonces yo recuerdo que yo le decía “bueno,¿ por qué?, ¿qué pasó o
qué?” entonces yo empecé a pensar que lo mataron, lo echaron al río y nadie
hizo nada y entonces yo me regresé para la escuela y me puse cómoda, me puse
unas botas así como estilo pantaneras, entonces yo iba en zapatos, en tenis y
me regresé, me vestí y me fui. Entonces el tipo me dijo que él no me permitía
continuar “le dije “no, usted no tiene por qué prohibirme el paso, yo voy a buscar
a mi marido” y me llevé a la otra señora... con el difunto [nombre suprimido] que
también lo desaparecieron y ella estaba embarazada y me la llevé y me llevé a la
siguiente señora y los tipos necios “les dije no, yo voy a buscar a mi marido” y yo
llegué a orilla del río y no me dejaron pasar, estaba el puente, no me dejaron
pasar, entonces yo les decía “bueno, entonces entréguenme a mi marido,
¿dónde está mi marido? si el salió esta mañana a las cuatro de la mañana de la
escuela, fue a ordeñar las vacas” no, que ellos no sabían nada y que no sabían
nada y al otro lado a la gente de la hacienda tampoco la dejaban pasar, entonces
yo dije “no, yo voy a ir a la hacienda, déjenme ir a la hacienda, ¿qué pasa en la
hacienda? ¿Por qué no me dejan ir? Entonces que no, que la hacienda no sé
qué, entonces ya como que vieron que yo empecé como a revolcar las cosas y la
gente empezó a salir y yo empecé con la comunidad que nosotros no nos íbamos
a dejar que nos mataran como miserables, que ellos nos tenían que explicar por
qué estaban ellos ahí y que estaban haciendo ahí, estaba [nombre suprimido] mi
marido y el señor que era obrero también de allá, entonces ya dejaron pasar al
muchacho el vaquero y ya me dijo “no, profe a ellos se los llevaron,... se llevaron
a tres, se los llevaron... ” yo buscaba por la orilla del río y todo me imaginaba,
llegué a [nombre suprimido] y dije “no” ya me devolví y dije “me voy para [nombre
suprimido] a poner el denuncio allá” resulta que ir allá casi llegando de [nombre
suprimido] hacia abajo, cuando sentí que piedras rodaron y miré hacia arriba y lo
vi lleno así, pura matarratones y ropa ahí descolgada y yo dije “mierda, ahí está
el campamento” entonces yo iba con varia gente de la comunidad y yo recuerdo
que dije “al tipo lo tienen por ese lado” y yo me fui porque tocaba dar la vuelta
bastante para uno llegar allá a donde los tenían y yo me fui por ese desecho ya
casi una montaña y entonces yo le dije a la señora embarazada “usted no sigue
conmigo, usted se queda” y me llevé tres señores más, a unos compadres de la
vereda y dije “¿Quién me sigue?” o si no quédense y no, ellos me continuaron
conmigo y llegamos allá a un portillo y el tipo llegó y me puso así el fusil y dijo
“usted de aquí no me pasa” yo le dije “yo vengo a buscar a mi marido que
ustedes lo tienen y si ustedes lo mataron o ustedes lo van a matar me tienen que
decir por qué y esto ya lo saben en”, pero mentiras yo no había avisado nada, “y
esto lo saben ya en [nombre suprimido]” yo le dije “a mí me pasa algo y ustedes
responden ante la fiscalía, si quieren mátenme, si quieren maten a la gente que
está acá pero... así es que si a mí me llega a pasar algo ustedes responden” a lo
que al tipo yo le dije así el otro con rabia le dio la orden de dejarme pasar y llegue
hasta donde un tipo que estaba en una hamaca que era el puro comandante, yo
llegué y me presenté y me dijo “¿usted que viene a hacer aquí?” le dije “yo vengo
a buscar a mi marido que ustedes lo tienen” “¿cómo así que yo lo tengo?” yo le
dije “sí señor, ustedes lo tienen, él salió a las dos de la mañana y no ha
regresado y a la hacienda no ha llegado tampoco, así es que ustedes me hacen
el favor y me lo entregan, vivo o muerto pero me dicen dónde está” entonces me
dijo “y si no qué” entonces le dije “ya está en [nombre suprimido] así es que usted
verá que hace con nosotros” le dije “esto está puesto en [nombre suprimido]”
pero mentiras, nosotros en... no habíamos puesto nada “yo le dije ya subieron en
una motocanoa,... y yo mandé un papel a la fiscalía de allá”... estábamos ahí y el
tipo llamó por radio a otro y le dijo que me dejara pasar y entonces llegué hasta
allá y el tipo dijo que de ahí para allá no me dejaba pasar y yo que estaba ahí
cuando el perro, nosotros teníamos un perro pastor alemán y yo recuerdo que
cuando el perro me saltó casi me hace caer y yo de una vez dije “aquí está él, él
soltó el perro” el perro al escuchar mi voz, él sabía dónde yo estaba y el perro me
ladraba y como que me decía “allí” entonces él se daba la vuelta y se iba, se fue
para el palo donde lo tenían, lo tenían atrás de un caracolí inmenso amarrado,
amordazado, a todos y ahí les habían dado como desayuno algo ahí y yo
recuerdo que yo me fui, yo me metí y el tipo me dijo “que no se meta” y dije
“usted verá que hace conmigo” yo me fui detrás del perro y llegué allá y los
enfrenté. De una llegué y lo solté y el tipo llegó allá y me dijo “venga señora,
venga, esto, usted que piensa hacer, ¿usted ha ido a la Fiscalía?” yo le dije “ya
está el caso en la Fiscalía” entonces ya me llamó el comandante aquí de la
Quinta Brigada, llamó y me dijo “no señora mire no haga eso, a nosotros nos
embala, nosotros no sé qué” “imagínese ¿dónde están los derechos humanos?,
ustedes no tienen por qué amordazar a la gente, él no es guerrillero, él es un
campesino como cualquier campesino de la zona y la gente que ustedes tenían
amarrada son campesinos, busquen la guerrilla donde la tienen que buscar pero
por qué tienen que venir a hacer esto con los campesinos” entonces recuerdo
que el tipo me decía a mí, me pedía que no lo fuera a acusar, que no lo fuera,
porque a ellos los envainaban, ese es otro episodio que no olvido porque yo
recuerdo que llegué con valentía o si no los habían matado.
Es más, hasta en estos mismos platos y cucharas donde ustedes están
comiendo llega la guerrilla y come y llega el ejército y come
Poco después de este episodio, se produce el primer encuentro directo entre
ella y los paramilitares que operan en la zona. Un día llegan a la escuela y tratan
de intimidarla describiéndole los métodos de los que se valdrían para acabar con
los supuestos colaboradores de la guerrilla.
[...] allá llegaron casi a finales del 96 comienzos del 97, es la primera vez que yo
vi a esos tipos cuando llegaron a la escuela, a mí me llegaron un día, yo me
levanté a las cinco y media de la mañana, cuando yo me di cuenta estaba
rodeada, me estaban apuntando y yo me levanté y dije “¿esto qué?” me acuerdo
que vestían todos como de negro y era un tipo negro altísimo con unas
expresiones terribles, recuerdo que llevaba una motosierra pequeña y cuando ya
me sentaron a mí ahí me dijeron “bueno, ¿quién es usted?” “no, yo soy la
profesora de la vereda” que ellos iban por la guerrilla y que necesitaban mirar
quienes estaban ahí “ahí están mi marido y mis hijos si quiere vaya mire”, me
esculcaron toda la escuela, me alzaron debajo dela cama, miraron todo y que
ellos sabían que ahí llegaba la guerrilla, le dije “claro, ellos vienen por toda la
vereda, es más aquí la guerrilla llega y aquí llega el ejército y los platos y todo lo
que tengo del restaurante aquí ellos nos obligan a cocinarles, ellos nos obligan a
servirles, esa es la vivencia de nosotros acá, yo no lo estoy mintiendo porque por
acá la guerrilla sí baja, por acá pasa continuamente pero nosotros que podemos
hacer, así como ustedes llegan y yo no les puedo decir váyanse yo tampoco
puedo hacerlo con ellos y aquí llega el ejército continuamente y uno no puede
hacer absolutamente nada... recuerdo que le tipo me dijo “esta es mi arma” me
dijo el tipo “y aquí la gente que no colabore y la gente que no colabore y la gente
que esté con la guerrilla se muere y sabe cómo se muere, se muere viva porque
con esto la matamos” con la motosierra y yo le dije “la verdad a mí eso no me
asusta” yo le dije “porque para morir nacimos y si nos toca morirnos de alguna
manera nos tocará morirnos” le dije yo, entonces me dijo el tipo “está como muy
alzada” “no, es que no soy alzada lo que pasa es que usted no tiene por qué
venir a mandar a uno” le dije... “y trabajo como maestra y para eso estoy yo acá”
Ese mismo día los paramilitares pasan de nuevo por la escuela y le piden
platos y ollas para preparar un sancocho. Esta situación le da la oportunidad de
hacerles notar las contrariedades que vive en medio de la violencia producto del
conflicto.
[...] ya como a las once de la mañana llegaron que si yo les prestaba trastes,
ollas y todo eso para hacer un sancocho y que si yo les ayudaba entonces yo les
dije “pues yo estoy en clase pero hay señoras que le colaboran” y yo les dije “ se
dan cuenta yo esta mañana les decía así cuando llega la guerrilla y llega el
ejército y nos ponen a hacer todo esto, así como ustedes también” y le dije “es
más hasta en estos mismos platos y cucharas donde ustedes están comiendo
llega la guerrilla y come y llega el ejército y come, yo no le estoy mintiendo que
no haya guerrilla, yo no le estoy mintiendo que no pase el ejército”
Con los paramilitares llega el terror a la vereda y a toda la región. La
población se ve de pronto sumergida en la angustia y el acoso permanente. Son
los paramilitares, quienes les hacen vivir situaciones atroces que nunca antes se
habían dado y quienes llevan la violencia a límites insoportables, dejando como
consecuencia cientos de víctimas civiles. Con los paramilitares llegan también
civiles que empiezan a comerciar y trabajar en la zona, algo que les sorprende
pero que después pueden entender: estos “civiles” son también paramilitares que
actúan como infiltrados ganándose la confianza de los campesinos y
adentrándose en su vida cotidiana.
[...] cuando ya llegaron ellos a empezar y empezaron a llevarse a gente de la
vereda, a maltratarla, ya empezaron por allá con unos señores que tenían una
tienda y a adueñarse de todo lo que tenían en la tienda, a comerse lo que
tenían en la tienda y a que los muchachos se fueran, ya empezamos a ver
gente, pues desde antes, desde antes de eso, esto, entraba gente, nosotros ya
casi habíamos arreglado la carretera, en esa época ya había carretera, ya usted
podía ingresar hasta cierta parte, eh recuerdo que empezaron a gente en
motos, a bajar a vender pollos, a vender verduras inclusive yo tengo la cedula
de una señora que convivió conmigo alrededor casi de cinco años, a donde yo
le daba hospedaje, comida y era del ejército.... ellos llegaron a la escuela un día
como a las seis de la tarde vendiendo verduras y yo por humanamente no
dejarlos en la calle yo les ofrecí ayuda, los entré a mi escuela y mucho después
de yo haber salido, muchos años después de haberme venido y haberme
pasado lo que me pasó, inclusive yo ya era casada, me llamaron para apadrinar
un chinito de por allá de la zona y era en la quinta brigada y fue donde descubrí
tantas de las vainas que yo no había descubierto, cuando me di cuenta de toda
la gente que uno tenía alrededor, que no era la gente que uno creía y esa
gente, toda esa gente que le cuento fue mucha de la gente que llegó a la zona,
hasta inclusive yo creo que de eso que llegó fueron los que mataron a mi
marido.
Vaya recójalo y usted verá si lo entierra o deja que se lo coman los chulos
Rodeados de desconocidos y llenos de temor, el conflicto se agudiza y llega
a su máxima expresión. Incrementan los combates, explosiones, desapariciones,
torturas, amenazas, desplazamientos forzados, etc. Para ella esta situación es aún
más difícil, teniendo en cuenta que al ser la maestra de la vereda tiene decenas de
niños a su cargo. Además, por su papel de líder y maestra, los grupos armados
dejan en sus manos muchas veces la responsabilidad de encontrar los cadáveres
y darles sepultura, así como el deber de informar a los familiares el paradero de
sus seres queridos. Como ella misma dice, termina convertida en la sepulturera de
la vereda.
Bueno de ahí para acá se acabó la tranquilidad en la zona, ya los
enfrentamientos eran continuos entre la guerrilla y los paramilitares se daban
plomo, me tocó muchas veces en la escuela yo botar mis hijos debajo de camas
para protegerlos porque se agarraban tenaz, la gente se empezó a ir de la
vereda, empezaron entonces a desaparecer, yo empecé a ser como la
sepulturera de la vereda porque mataban guerrilla o mataban... gente de la
vereda y pasaban ellos y me decían, cuando no eran los unos eran los otros,
porque empezó el enfrentamiento entre la comunidad pero el enfrentamiento era
de guerrilla contra la comunidad y los paramilitares con la comunidad, por
ejemplo ellos empezaban a acusarse “que usted le colabora a los paramilitares
entonces se muere o se va” y la guerrilla “si usted le colabora a los paramilitares
se muere o se va” entonces empezaban a matar de lado y lado, eso llegaba la
guerrilla y acababa la misma gente de la comunidad y llegaban los paramilitares y
mataban la misma gente de la comunidad ¿sí? Y yo recuerdo que eran los unos,
eran los otros y pasaban y me decían “profesora allá le dejamos el chulo ese
vaya recójalo y usted verá si lo entierra o deja que se lo coman los chulos” es
decir, cosas así y nosotros hacíamos, yo hacía eso, yo me iba con mi difunto
marido y los señores de la junta y a veces hasta desenterrarlos de donde estaban
y traerlos y arreglarlos y yo los perfilaba y los arreglaba y les dábamos sepultura
en la vereda, ahí en el mismo caserío.
En el año 1996, las amenazas paramilitares llegan nuevamente hasta su
puerta. Ellos la amenazan con asesinar a su esposo si no se va de inmediato.
“Entonces cuando nosotros empezamos ya como a recibir las amenazas ya a
partir de ese año 96 fue cuando ya empezaron que ya traían el listado y que
dentro del listado venía mi marido, muchas veces llegaban a la escuela a
buscarlo... ”. En una ocasión, uno de los paramilitares que llega a cometer el
asesinato de su esposo, resulta ser uno de los infiltrados que en el pasado ha
recibido la ayuda y atención de la maestra. Al parecer, en señal de
agradecimiento, en último momento la alerta de la situación y evita el cumplimiento
de la sentencia de muerte.
[...] una noche que llegaron como a las siete de la noche a buscarlo, ya
estábamos listos, ya sabíamos que lo traían y que todo y yo recuerdo que
llegaron como a las siete, siete y media de la noche a la escuela, nosotros
estábamos viendo, yo tenía la salita en un salón y estábamos todos en la sala,
en una silla mecedora, yo con los niños, cuando sentí fue el perro ladraliar y
sentí, yo no me paré porque sentí las armas, cuando ellos caminaban y sentí
cuando golpearon el [incomprensible] yo dije “no, llegaron” yo no me moví, sentí
que entraron a la escuela y el tipo llegó y me encañonó a mí, yo fui la que salí,
mi marido quedó adentro, yo si salí y yo dije “buenas noches” me encañonaron
y me dijeron “¿dónde está su marido?” yo le dije “está aquí en la sala ¿por
qué?” “es que venimos a llevárnoslo, es que lo estamos buscando a él” yo le
dije “¿y para qué lo buscan?” dijo “porque él viene en lista” él que dice así y
recuerdo que en ese momento uno de los muchachos él saltó rapidito y le dijo al
zorro, le dijo “zorro tengo lista en la mano, mírela” y le dijo “yo lo necesito para
que me de los documentos, permítame los documentos de él” entonces el tipo,
yo vi cuando el muchacho saltó y le dijo “zorro, permítame la hoja” él se la largo
y le dijo “no mano, él no es” dijo “él no es” dijo “¿usted cómo sabe?” le dijo “es
que yo estoy seguro este muchacho no está en eso, él no se mete con nadie,
yo lo conozco” yo inmediatamente reconocí la persona que era, él iba vendado,
él iba con pasamontaña y todo pero yo lo recordé, yo me di cuenta, yo dije “no,
aquí como que Dios mío” más sin embargo el tipo llegó se miró, lo miró de pies
a cabeza, entró y dijo “que hubo mano” le largó la mano, y él estaba que no
respiraba y le largó la mano y pues salieron otra vez y él tenía guarapo por allá
en una cantina y le dijo el muchacho “mano usted tiene guarapo” porque él
sabía qué hacía “usted tiene guarapo o regálenos agua” entonces él me dijo
“no, prepárenos limonada” yo recuerdo que yo me fui para la cocina pero él era
como para decirme a mí que pasaba, entonces yo me fui y cogí unas panelas,
las lavé, las metí en una bolsa y empecé a machacarlas sobre el mesón, pero
yo en ese momento pensaba a qué momento lo sacan de allá, pero ya el otro le
había dicho que no, cuando yo estaba machacando las panelas en la cocina
pequeña el chino se me hizo por la parte de atrás y me dijo aquí en el oído
“espere que todavía me recuerde profesora” y de una vez claro al chino lo
reconocí, entonces llegó el otro y le dijo “usted que hace aquí en la cocina
guevón” le dijo “no yo aquí diciéndole a la profesora que le eche hielo a la
limonada” entonces yo le dije “a propósito, hágame el favor vaya allá a la
nevera” que quedaba todo en el salón, “vaya al salón y tráigame el hielo” el
chino fue y me trajo el hielo y me ayudó a picar y me dijo “yo le aconsejo, yo la
quiero muchísimo y la estimo muchísimo a usted” dijo “por el bien suyo,
váyanse” y yo le dije “¿sí es él?” dijo “sí, es él, efectivamente es a su marido al
que buscamos, pero yo no quiero hacerle daño, váyanse”.
... así como esos perros quedaron allá, pueden quedar ustedes
A pesar de la advertencia y de las acciones de amedrentamiento, tanto ella
como su esposo se resisten a irse. El sentido de pertenencia generado en la
vereda y el cariño hacia la comunidad, así como todas las cosas logradas en esas
tierras, les hacen muy difícil irse para empezar de cero en otro lugar. Pensada
como medida temporal, su esposo se va a trabajar a otra finca mientras ella se
mantiene como maestra en la escuelita de la vereda. El conflicto sigue
empeorando, dejando a su paso muerte y desolación. Por esos días tiene lugar
uno de los sucesos que más recuerda: el asesinato de un pescador, una persona
cercana a la vereda y conocido suyo quien después de ser desaparecido, es
asesinado por paramilitares.
En esa semana anterior, ese jueves habían matado a un pescador que se
llamaba [nombre suprimido] lo mataron a las diez de la noche, ya entraba allí ya
nosotros teníamos la carreterita y ya entraba allí la primera ruta que hizo la línea
por ese lado de [nombre suprimido] y ya entraban jeeps pequeños a la zona y
recuerdo que, que nosotros, al señor [nombre suprimido] lo habían bajado del
jeep y lo desaparecieron desde el miércoles y a él lo mataron el sábado... a ellos
los mataron al otro lado del río bien acá... bueno llegó la gente de ese lado con el
cuento de que habían escuchado unos tiros y que los habían matado, eso fue el
jueves, al vienes en la tarde me llegaron a mí a la escuela, los paramilitares, y me
dijeron “profesora, en la ribera del río, por el lado de piedras amarillas, en la
rivera del río frente a la platanera... allá le dejamos un entierrito, vaya sáquelo,
sáquelo y entréguelo a la familia, le estamos dando la orden, allá quedaron en
medio del punto de referencia, vaya sáquelos y entréguelos a las familias esos
perros no sé qué y tómese el ejemplo que así como esos perros quedaron allá,
pueden quedar ustedes”
Frente al sufrimiento de los familiares del pescador, ella decide convocar a la
gente de la vereda y encargar a un grupo de personas la misión de buscar los
cuerpos para desenterrarlos y entregarlos a sus familiares. Entre quienes
emprenden esta difícil tarea está su esposo; en tanto, ella se queda con la
comunidad esperando el regreso con los cadáveres. La espera se hace
interminable, pasan las horas y aún no tienen información de quienes han salido.
Solo al final del día, cuando ya está muy avanzada la noche, una fantasmagórica
aparición es la señal de que la misión ha culminado.
[...] me acuerdo que unos fumaban tabaco, otros cigarrillo y yo hacía las
jarradas de tinto y nos sentábamos en los rieles a esperar, ya iban a ser las
once y media de la noche, es que yo lo recuerdo como una película y
estábamos todos sentados en la carrilera frente ahí a los casinos y yo estaba
ahí sentada con los niños míos, con los mellizos y la niña, la mayor ya se había
acostado, y la pequeña, cuando sentí de la carrilera empecé a sentir que hacían
así como caballos, yo decía una de dos o caballos, o yo esperaba que llegaban
y venían a matarnos a todos los que estábamos ahí, es más yo hasta le decía a
los chinitos míos “váyanse para la escuela y acuéstense” porque yo decía pues
si llegan me matan es a mí pero los chinos quedan y ellos decían que no, jum,
yo recuerdo que entre la oscuridad, entre ese camino entre la oscuridad
empecé a ver mi yegua, o sea el primero que se asomó fue el de la funeraria,
salió el muchacho de la yegua y él venía así solo, enseguida seguía mi marido y
él venía montado en otro caballo que no era el de nosotros, venía en una mula
y venía y lo traían atravesado en el caballo, el caballito donde lo habían
amarrado se llamaba palomo, era un caballo muy querido, uno de los que yo
tenía, y yo dije “Pero este tipo porque me amarró un muerto entre el caballo”
pensaba yo, bueno, y yo lo vi salir como de la penumbra, Salió el de la funeraria
y detrás mi marido tirando de ese caballo con el muerto atravesado... y llegaron
al caserío con el muerto, que les había tocado cruzar el río y ese río iba súper
aguatero y mi marido llegó contando pero llegaron cansados, con hambre
imagínese... Cuando ya llegaron ahí al caserío yo recuerdo que el tipo de la
funeraria llegó y se botó de ese caballo y se botó allá como para morirse y le
dijo al señor de la tienda “regáleme una cerveza mano, agua, de lo que tenga
regáleme, yo ya no me siento capaz” y ese olor tan terrible que traía ese señor,
Dios mío, podrido totalmente allá. Yo recuerdo que [nombre suprimido] llegó,
cogió el caballo y lo amarró en un poste de la luz que había al pie de una pila de
agua, el caballito tomaba agua, le quitamos el freno y él dijo “bueno, ¿y ahora
quien se le mide a bajarlo?” y recuerdo que ningún tipo de los que había fue
capaz, saltó una comadre que ya es muerta también... saltó una hija de ella,
saltamos cuatro mujeres entonces le dije “yo le ayudo a bajarlo” y nos paramos
nosotras y lo ayudamos a bajar yo lo ayudé soltar, me acuerdo que escurría,
porque claro a la pasada del río lo habían mojado y lo bajamos del caballo y lo
botamos al piso, lo bajamos del caballo al piso y llegó el de la funeraria y lo
abrió, cuando él se paró allá lo abrió y terrible, son cosas que uno dice “Dios
mío” y uno fijo en ese momento no se da cuenta, pero el mellizo mío, el niño
mío y claro al abrirlo estaba totalmente podrido, llenísimo de gusanos, ya no
tenía nariz, ojitos ya no tenía, ya no tenía orejas, parte de la boca se la habían
comido y yo recuerdo que la camisa aún la tenía puesta pero con los botones
así ya pa estallarse y sobre los botones y todo hervían los gusanos y ese olor
tan terrible yo recuerdo que a él lo abrieron para echarle cal y cambiarlo
nuevamente de esa bolsa que lo echan y me acuerdo que mi hijo estaba ahí
mirando.
Poco después de este suceso y al notar de nuevo la presencia de su esposo
en la vereda, los paramilitares insisten en las amenazas. Un día llegan de nuevo
hasta la escuela buscándolo.
[...] yo estaba ahí cuando me llegaron, estaba en clase, cuando profesora, eso
fue, él se vino ese jueves, era un 16 de octubre... esto... me llegaron, yo estaba
en el salón de clases y me dijeron “¿Dónde está su marido?” yo le dije “él no
está, él se madrugó a ir” “¿para dónde?” yo le dije “no sé, él cogió el caballo y
se fue, no me dijo para donde, me imagino que a ver las vacas” dijo “¿Dónde
tienen el ganado ustedes”? yo le dije “nosotros lo tenemos de la magdalena
hacia acá... allá está el ganado” “¿usted me asegura que está allá?” Le dije
“pues no le puedo asegurar, él se fue a echarle sal al ganado y esto a mirar el
agua pero la verdad no se mas nada” pero mentiras. Entonces se fueron a
buscarlo.
Ante el peligro inminente, su suegra y su cuñada llegan de visita a la casa,
alarmadas porque algún conocido también les advierte sobre las amenazas contra
su hijo y hermano. En medio de lágrimas, la madre de él le suplica no darle más
largas al asunto y abandonar definitivamente la vereda, pero las angustiosas
palabras de la madre no tienen ningún efecto. Finalmente, ante su testarudez, un
anciano vecino hace un último intento por convencerlo.
[...] entonces ya había un abuelito ahí y el abuelito lo llamó y le dijo “no mire
mijo no haga eso, no haga eso porque mire que llegan y joden a la profesora y
los niños no tienen nada que ver en el cuento, ella pues tampoco, ella es una
mujer que ha trabajado en la vereda y que lo que ha hecho es porque le ha
tocado, pero no haga lo que está haciendo porque por eso la matan a ella y a
los pelados” y él, recuerdo que él lloraba y me decía “¿pero qué ropa me llevo?”
yo le alisté como una o dos mudas de ropa , no quiso traerse más.
Sentía algo interno que me decía “váyase”
Con la premura propia del desplazamiento forzado, el esposo parte con
rumbo a Bucaramanga, dejando atrás a su familia y todo lo construido con tanto
esfuerzo. Allá encuentra nuevamente trabajo y vivienda temporal, pero también
allá llegan las amenazas de los paramilitares. Al parecer no contentos con su
desplazamiento, buscan acabar totalmente con su tranquilidad y alejarlo cada vez
más de sus seres queridos. A la escuela llegan también preguntando por él,
queriendo saber a dónde se ha ido.
A mi llegaban a la escuela y me decían y yo “no, él se fue ¿ustedes no lo
sacaron? Él se fue y yo no sé nada, yo cómo sé si no tengo teléfono aquí,
¿ustedes no han visto?” ah porque si yo salía a una casa a mí me tocaba decirles
para donde iba, es decir, a mí me tenían por todos lados custodiada, a mí no me
permitían que por ejemplo yo me voy para provincia de pronto o... que me voy a
llamar, eso no me lo permitían, no me permitían comunicación con nadie y si yo
salía de la escuela me decían “¿usted para dónde estaba? ¿A dónde fue?” eso
me tenían mejor dicho y ahí yo no sé cómo se enterarían, más sin embargo le
llegaron, ya cuando, para salir yo de la zona para que no me mataran a mí,
porque yo empecé a soñar que a él lo mataban y lo mataban con los pelados,
antes de eso yo ya había soñado, yo veía que a él lo paraban contra la pared en
plena ruta y que lo mataban a él con todos los niños que estaban alrededor, mis
cuatro hijos, pero a mí no, yo nunca me veía ahí en los sueños sino que yo lo
veía a él y a los cuatro niños, yo veía que lo mataban a él y veía caer la sangre y
a todos ellos menos a mí, no, y ya después empecé que en el salón de clases
por los calaos yo veía una sombra y sentía algo interno que me decía “váyase”.
La situación en este punto es insostenible y al miedo se le suman la rabia y
profunda tristeza que la muerte de su amiga y comadre le generan. Al parecer,
acusada de colaboradora de la guerrilla, los paramilitares la asesinaron junto a dos
de sus hijas. Para ella, la maestra, que tiene que recoger los cadáveres y
presenciar la escena del crimen se trata de algo que jamás olvida. Este hecho
constituye uno de los motivos decisivos en su desplazamiento.
[...] lo más terrible para mí en esa semana fue cuando mataron a una
comadre... y la mataron con tres hijos, dos niños y la otra se voló... y salió al rio,
la comadre sí la mataron en la cocina, la una niña en el lavadero y la otra en la
sala, era una niña de nueve y trece años y la comadre, era una señora, el
problema de ella era que si estaba la guerrilla le ayudaba a la guerrilla y si
estaba el ejército le ayudaba al ejército, y si llegaban los paramilitares, ella sí
era de esas personas y muchas veces se le había dicho pero ella nunca corrigió
esa vaina y ahí sí llegaron los paramilitares y le encontraron un poco de carne
en unas mulas listas para ir a entregarle a la guerrilla, entonces ahí la mataron,
la mataron, pero para mí esa muerte fue todo, es decir, eso sí créame que de
todas las muertes y de todas las personas que yo recogí y de todo lo que yo
hice... y entonces ya de todo lo que hice y todo yo decía “no me dolió como me
dolió la muerte de esa señora” tenaz porque yo decía “¿por qué una niña de
nueve años y por qué una de trece?, cuando era mis alumnas, cuando eran las
niñas que yo las vi crecer, fueron las niñas que me llegaban a la escuela
descalzas a veces con hambre” ¡No! Para mí eso fue, psicológicamente eso fue
mi afectación y ahí fue cuando yo dije “no, yo definitivamente me voy, yo me
voy” y ahí esa muerte eso fue terrible, yo las ayudé a sacar, estuve con ellos,
¡no! Me enfermé, psicológicamente yo empecé también como a desquiciarme y
yo dije “no puedo quedarme en eso”
Yo me meto, yo a mis hijos los saco, como me dé lugar yo los saco
Días después y con la idea de buscar asistencia médica en Bucaramanga,
debido a una infección que desarrolla en una de sus piernas, deja a sus hijos en la
vereda y emprende el difícil camino hacia la ciudad. Sin embargo, cuando el bus
apenas arribaba a su destino, recibe una llamada decisiva:
[...] profesora si usted quiere tanto su vida y quiere tanto sus hijos
[incomprensible]” yo le dije “¿por qué?” y me dijo “esta semana se bombardea la
zona, así sea el putas el que esté se bombardea así es que si usted quiere
quedarse quédese, pero no respondemos por nada” yo le dije “¿pero quién la va
a bombardear?” y dijo “una de dos, o nos bombardean a nosotros o nosotros
bombardeamos, pero se va a bombardear la zona” dijo “porque toda esa zona
donde usted está todo está minado, allá están los paramilitares, hicieron cama
alrededor suyo, alrededor de la escuela, en todo el caserío,... todas esas
haciendas están minada, si quiere quédese”.
No son necesarias más advertencias. Inmediatamente toma un bus y
olvidando la necesidad de su cita médica, se dirige de nuevo a la vereda en busca
de sus hijos. El tiempo corre en su contra y en cualquier momento se puede
producir el bombardeo.
[...] y llegué allá y estaba el viejito [nombre suprimido] que me cuidaba la
escuela, yo me acuerdo, créame, yo me acuerdo que yo me bajé de ese lechero
y lo primero que, como estaban los pelados, yo me importó si estaban
descalzos, si llevaban chancletas, si estaban sucios, si estaban en pantaloneta,
como estuvieran. Yo los agarré, me acuerdo que yo los abrazaba y eso yo me
parecía mentira que estuvieran vivos, yo los agarré, recogí lo que pude en un
maletín grande que todavía lo cargo, grandote, lo que pude recogí y bajé de la
cuerda, empaqué, metí ahí y le dije al viejito “¿usted se va o se queda?” y me
dijo “profesora yo me quedo” yo le dije “bueno mi viejo ahí le queda mercado,
cómase todo lo que quiera, ahí queda bastante mercado, las vacas todo que
quedó, coja ese ganado, cuando tenga que vaya cerque, mire la cerca, si no
tiene plata coja vaca de esas, véndala, observe lo que quedó de nosotros,
hágase, mejor dicho, como sea suyo, si tiene alguna necesidad coja algún
animal de esos, pague obreros para que allá el maíz y plátano le dije, “no lo
deje acabar” un viejito que yo tenía en la escuela, me dijo, “bueno profesora, yo
hago lo que esté a mi alcance” me dijo “yo cuido lo que usted deje” le dije “sí,
cuídeme lo que yo deje” y ya salí.
Así tiene que dejar atrás su vida en la vereda: su escuela, sus amigos, sus
alumnos, sus vecinos, sus propiedades. Con lo poco que lleva consigo, llegan a la
ciudad en busca de su hermano. Se instala en casa de él, mientras intenta
conseguir trabajo en un municipio cercano. Por ese entonces, ante las reiteradas
amenazas de los paramilitares, su esposo viaja a una ciudad alejada y trata de
comenzar también una nueva vida.
Alejados el uno del otro, él en una ciudad distante tratando de ganarse la
vida y evitando sumirse en la tristeza por los recuerdos en su esposa y sus hijos,
de quienes finalmente habían logrado separarlo. Ella con los niños a su cargo,
trabajando duro y tratando de olvidar los horrores vividos, suplicando que las
angustias y el dolor que hasta ahora han tenido que pasar no regresen a sus
vidas.
¿De qué sirve que la gente huya?
Pasan algunos años, su esposo, lleno de desconsuelo por la soledad y la
distancia, decide regresar nuevamente en busca de su familia y de la motivación
para vivir, a recupera la vida que le obligan a dejar atrás pero que él se resiste a
perder.
[...] él lo que manifestaba ya era como cansancio ya de la vida, porque yo
recuerdo que cuando yo hablaba con él, la última vez que hablé él me dijo que
estaba cansado, me dijo “yo estoy mamado, yo estoy mamado de esta situación,
de verme solo, quedé sin hogar, quedé sin nada, viviendo toda la puta vida como
si yo hubiera matado a cuantos, cuando yo lo único que hice fue ayudarle a
mucha gente de la que mataron, yo no tengo nada que ver en esto”.
La convicción en sus propias palabras no bastaba. En su intento por regresar
a los brazos de su esposa es asesinado en el parque central de un municipio
santandereano, hasta donde los paramilitares lo persiguen y con siete disparos
dan fin a su vida.
[...] yo digo “bueno, si él realmente hubiera estado vinculado con la guerrilla o
algo, él se hubiese ido con ellos, porque a él le decían, muchas veces la guerrilla
misma le decía allá “mijo y por qué no se va con nosotros” y él decía “yo no,
jamás” decía “si yo hubiese querido irme para la guerrilla... lo hubiese hecho pero
ahora no por qué me tengo que ir por allá, entonces son situaciones que uno
dice, bueno, y se quedan muchas cosas de las que uno vivió, pero de todas
maneras son cosas que uno vivió y que uno no quisiera que, como que, como
que volvieran a pasar las cosas, de todas formas son historias que uno dice,
bueno y eso que uno no es como tan, tan, fue traumática en cierto momento para
otras personas que lo vivieron al lado de uno y que les tocó vivirla con muerto
acompañado en esas épocas y todo, los que torturaban, las personas que yo
veía que llegaban y torturaban en las zonas
Este fatal suceso la afecta profundamente. Las incesantes persecuciones y
amenazas terminan, finalmente, con la muerte de su esposo. Los acontecimientos
que viven, la llevan a reflexionar al punto de que en su mente se amontonan las
preguntas y reclamos. Aún hoy no entiende por qué tanto empeño en separarlos,
en destruir a su familia, en despojarlos de su vida y sacarlos de su tierra. Su vida
toma, a partir de entonces, un rumbo distinto pero con la marca y secuelas del
conflicto para siempre en su mente. Entonces es como cuando uno dice, bueno
después de tantos años y esto, es decir, ¿de qué sirve que la gente huya, se
escape o haga cosas...?