" PREGÓN DE LAS FIESTAS DE PINOS GENIL, AÑO 2016” Mi agradecimiento a todas las personas que habéis acudido a esta hora con la curiosidad de oír lo que os pueda decir, interrumpiendo lo que estabais haciendo, deseosos de que termine, hacer la elección de la reina de las fiestas y que empiece la música y el baile. ¿Quién soy yo para recibir la honorable tarea de actuar como pregonero?. Yo no nací en Pinos, pero me siento pinero de corazón. Desde un principio me mostrasteis ese lado de calor humano, ese acogimiento sincero y sencillo, que enamora y engancha. Algo que solo gente buena, con mayúsculas, sabe dar. Así, aunque lo normal es que a alguien lo nombren hijo adoptivo de la localidad, en este caso fui yo quien adopté al pueblo de Pinos como mío, como un pinero más. Podéis imaginar el orgullo que para mí representa poder hablaros esta noche y lo agradecido que estoy a la Comisión de Fiestas por su indulgente invitación. Sois herederos de una rica historia, maravillosamente recogida en el libro “Apuntes sobre la historia de Pinos Genil, Pinillos” publicada en 2006, firmado por Ángel Baena Muñoz y vuestro alcalde, Gabriel Gómez Mesa. El primero, con motivo del pregón del año pasado resumió magistralmente la historia y el devenir de Pinos hasta nuestros días. Leyéndolo me preguntaba estos días qué puedo aportar y decir esta noche, sin repetir, y sin aburriros. Intentaré seguir los consejos del filósofo francés Voltaire que decía: "El secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo" que en mi caso es fácil porque no puedo decir todo y claramente no soy ningún erudito en historia. Así que siguiendo el dicho de “zapatero a tus zapatos”, me centraré de forma especial en el río. Mis primeros recuerdos del nombre de Pinos Genil están relacionados con el tranvía de Sierra Nevada que tristemente y de forma tan desafortunada se dejó perder y que ojalá algún día vuelva a ser una realidad. Yo, con apenas 10 años dentro del grupo conocido como “los estanislaos”, con el querido jesuita, Manuel Ferrer (“el padre Ferrer”) al frente, tomábamos el tranvía los domingos para desplazarnos a la casa del Charcón como base de actividades de baja montaña. Entonces para mi mente de niño “Pinos Genil” era tan solo una estación en el camino (por cierto la mejor conservada). No fui consciente del entorno natural, y en especial de los cursos de agua del municipio hasta que a mediados de los años 70 del pasado siglo comencé a dedicarme al estudio de la fauna de los ríos, de su ecología y contaminación. Mis primeros inicios investigadores comenzaron en vuestros ríos, el Genil y el Aguas Blancas. Y desde entonces he seguido su evolución, los efectos de los vertidos urbanos, y el efecto de los embalses. Vivís y habéis crecido al lado del río, un sistema natural, fuente de vida y solaz. Pero también de pasadas inundaciones desastrosas. Aguas que transmitieron epidemias. Pero en definitiva centro de la actividad del pueblo y de la riqueza industrial pasada. El río, los ríos, no son solo canales de agua. Al igual que los vasos sanguíneos no son solo tuberías. Estos últimos son como sabemos los que mantienen la vida en cada rincón de nuestro cuerpo. Llevan el oxígeno, los nutrientes, y retiran los productos residuales del metabolismo, transportando las células y elementos de nuestro sistema inmune para mantenernos libres de infecciones. Es por ello que la sangre que transportan no solo contiene agua sino otros muchos elementos. Del mismo modo si miramos con detenimiento cualquier río y miramos por debajo de la superficie, además de peces o anfibios, si levantamos una piedra veremos multitud de pequeños organismos, que para mantenerse necesitan que existan toda una serie de factores ambientales para que se desarrollen. A grandes rasgos: regímenes de caudal y velocidades de corriente apropiados, con ciclos de crecidas y de aguas bajas, temperaturas cambiantes (en acordancia con las estaciones del año), existencia de pozas y rápidos, y muy importante el mantenimiento de una vegetación de ribera que con su sombra impida que en verano la temperatura del agua se eleve en exceso. Además las hojas al caer proporcionan alimento, y las raicillas que afloran en el río buscando el agua dan refugio a muchos organismos acuáticos. Es más actúan de filtro frente a la llamada contaminación difusa que les llega a los ríos procedente de los abonos y plaguicidas que con tanta “alegría” se esparcen en los campos. Ya nadie trabaja desyerbando, simplemente se rocía con herbicidas sin pensar a donde van a parar y el efecto que tienen sobre el ambiente y nuestra salud. Teniendo en cuenta todo lo anterior podemos entender que un río no puede funcionar como un sistema natural si se alteran los parámetros naturales, algunos de los cuales acabo de mencionar. Y que no basta con mantener un caudal mínimo constante como si se tratase de un “caudal ecológico”. Y no me extiendo más en esto, pero quería que vosotros que vivís al lado del río observéis lo que os acabo de comentar y los más mayores seguro que sois conscientes de la diferencia entre lo que ahora encontráis en él, y como era antes de la construcción del embalse, que aunque muy necesario, hemos de ser conscientes del coste ambiental de las actuaciones humanas. Estaréis de acuerdo conmigo que el murmullo de las aguas al discurrir produce una inmediata relajación y sensación de bienestar. Sin embargo lo que nos relaja no es el sonido si no un fenómeno físico que hace que el discurrir del agua ionice el aire, lo llene de cargas eléctricas de signo negativo que tienen un efecto relajante sobre nuestro sistema nervioso. Es lo contrario que ocurre cuando hay un aire tormentoso. Entonces, el aire se ioniza con carga eléctrica positiva que hace que nos sintamos pesados, incluso de mal humor. Y está comprobado que en esa situación hay más denuncias por peleas, más accidentes de tráfico etc… Así, a lo largo de la evolución, a los humanos se nos ha grabado en el acervo de conocimientos ancestrales, la relación existente entre el sonido del agua y la sensación de bienestar. De modo que basta con el estímulo del sonido del agua para desencadenar el efecto de bienestar. Saco a colación este hecho porque, pensando en cómo sois, en cómo os comportáis, estoy convencido que en vuestro caso el efecto beneficioso de vivir durante siglos junto al río, se ha grabado en vuestro acervo genético, transcendiendo de vuestros yos individuales para proyectarse hacia los demás, acogiendo al visitante como solo vosotros sabéis hacerlo y contagiándole “ese algo”, difícil de describir, pero fácil de sentir, y que engancha. De ahí la atracción que Pinos, y sus habitantes ejerce sobre los de fuera. El río os ha unido históricamente a las diferentes poblaciones que atraviesa, desde Güéjar hasta Granada. Y si como dice el refranero español: “cuando el río suena agua lleva”, a pesar de los tópicos, y yo diría que simpáticas rivalidades entre pueblos, no conozco a nadie que hable mal de la gente de Pinos…. ¡por algo será!. Tenéis la suerte de haber sabido conservar lo bueno de la esencia de “ser pueblo”, estando muy cerca de la capital. Por eso tenéis que llevar con mucha honra el ser de pueblo, del pueblo de Pinos Genil, de ser pineros. Pero, permitirme deciros que de igual modo, tenéis la obligación de mantener vuestro rico patrimonio natural. Y las nuevas generaciones debéis aprender de vuestros mayores las artes milenarias del cuidado del patrimonio agrícola que estáis perdiendo a un ritmo tan veloz que si no reaccionáis pronto será tarde. Y para no cansaros más termino, agradeciéndoos de nuevo vuestra acogida y cariño, deseándoos disfrutéis estos días de fiesta y que San Roque que fue nombrado patrón del pueblo en 1885 para pedir su protección con ocasión de una fuerte epidemia (sustituyendo a San Antón y la Virgen de la Candelaria que hasta entonces eran los patrones), ayude a inspirar a los políticos, empresarios, gente responsable, y a vosotros mismos, a ver si de una vez termina la actual epidemia de la crisis y del paro. Muchas gracias por vuestra atención. ¡A DISFRUTAR DE LAS FIESTAS! ¡VIVA SAN ROQUE!, ¡VIVA PINOS GENIL! " Javier Alba-Tercedor (5 de Agosto de 2016)
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