Cárdenas Monroy C, González Andrade M, Guevara Flores A, Lara Lemus R, Matuz Mares D, Molina Jijón E, Torres Durán PV. Mensaje Bioquímico, Vol. XL, 167-184, Depto. de Bioquímica, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México. Cd. Universitaria, CDMX.,MÉXICO.,(2016). (http://bioq9c1.fmedic.unam.mx/TAB) (ISSN-0188-137X) MICROBIOTA INTESTINAL Y OBESIDAD INFANTIL GUT MICROBIOTA AND CHILDHOOD OBESITY Sofía Morán-Ramos, Blanca E López-Contreras, Ricardo Villarruel-Vázquez y Samuel Canizales-Quinteros. Unidad de Genómica de Poblaciones Aplicada a la Salud, Instituto Nacional de Medicina Genómica-Facultad de Química, UNAM. Periférico Sur 4809, Arenal Tepepan, Ciudad de México, 14610. [email protected] Resumen La obesidad infantil es un grave problema de salud a nivel mundial en donde México ocupa unos de los primeros lugares. La obesidad es uno de los mayores factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2 y el hígado graso no alcohólico, de tal modo que es de gran interés entender su fisiopatología, así como los factores que la desencadenan. En la última década la microbiota intestinal ha emergido como un factor clave en el desarrollo de la obesidad y alteraciones metabólicas. La microbiota intestinal evoluciona desde el nacimiento y está influenciada por múltiples factores a lo largo de la vida como la dieta, el genotipo y el uso de antibióticos entre otros. En la edad adulta la microbiota intestinal es relativamente estable, sin embargo, en población infantil parece ser más susceptible a los factores ambientales y por lo tanto más propensa a la disbiosis. Hasta el momento diversos estudios han caracterizado cambios en la microbiota intestinal en obesidad en adultos, sin embargo, los resultados son muy variables, por lo que aún no existe un consenso de las 167 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) bacterias posiblemente causales de esta enfermedad. Esta variabilidad se ha atribuido a diferencias entre poblaciones, a la dieta y otros factores ambientales. Estudios de obesidad infantil y microbiota intestinal aún son escasos y más en países en desarrollo como México. Por ello el propósito del nuestra línea de investigación es caracterizar las diferencias en la composición y funcionalidad de la microbiota intestinal en población infantil mexicana y determinar la asociación con el desarrollo de alteraciones metabólicas. Palabras claves: dieta, disbiosis, endotoxemia metabolica, higado graso, alteraciones metabólicas Abstract Childhood obesity is a global burden of disease and Mexico occupies one of the first places worldwide. Given that obesity is a major risk factor for the development of metabolic diseases, such as type 2 diabetes and non-alcoholic fatty liver it is of great interest to understand the nature behind this complex disease. In the last decade the gut microbiota has emerged as an important factor contributing to obesity and metabolic diseases. Gut microbiota evolves since birth and it is influenced by multiple factors throughout life such as diet, genotype and antibiotic use among others. Although in adulthood gut microbiota seems to be quite stable, during childhood it is more susceptible to environmental changes and thus prone to dysbiosis. To date there are a paucity of studies that have studied the gut microbiota in adult obesity, however, there results are contrasting likely driven by other environmental factors such geographic region, and diet among others. In children studies are still scarce, specifically in developing countries like Mexico. Therefore, the aim of our research area is to investigate changes in gut microbiota composition and functionality in Mexican obese children and its association with metabolic abnormalities. Keywords: diet, dysbiosis, metabolic endotoxemia, fatty liver, metabolic disorders Obesidad La obesidad es un grave problema de salud en México ya que de acuerdo con la ENSANUT 2012, 73% de los mexicanos en edad adulta sufren de sobrepeso y obesidad. Esta tendencia se extiende a la población infantil, ya que presenta una prevalencia nacional de sobre peso y obesidad del 34%. Estos números colocan a México dentro de los primeros lugares en obesidad infantil en el mundo. Adicionalmente dado que la obesidad está asociada con alteraciones metabólicas y endocrinas, como el desarrollo de diabetes tipo 2, estos hallazgos 168 Morán-Ramos S, López-Contreras BE, Villarruel-Vázquez R y CanizalesQuinteros S destacan que en años futuros la prevalencia de complicaciones metabólicas asociadas a la obesidad incrementará, impactando en gran manera los costos de salud [1]. Por esto se ha establecido como prioritario entender la naturaleza de esta enfermedad en la población mexicana, con el fin de implementar políticas para su prevención y tratamiento desde edades tempranas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la obesidad se entiende como un exceso de tejido adiposo que conlleva a problemas de salud. Esta patología tradicionalmente se ha asociado a una ingesta excesiva de calorías e inactividad física. Sin embargo, actualmente se sabe que esta enfermedad es mucho más compleja y multifactorial. De tal manera que se ha sugerido la implicación de otros factores ambientales tanto para su desarrollo como para la aparición de complicaciones metabólicas, como dislipidemias y resistencia a la insulina entre otras. La microbiota intestinal ha emergido como uno de estos factores ambientales, pues la evidencia científica la sugiere como un factor biológico clave en la interface entre la genética humana y la nutrición [2]. Obesidad infantil La infancia abarca desde el primer año de vida hasta la llegada de la adolescencia y comprende dos etapas. La etapa preescolar que va desde el año hasta los seis años y la etapa escolar que continúa de los seis a los diez años en niñas y de los seis a los doce años en niños. Durante la etapa preescolar la velocidad de crecimiento y el apetito del niño disminuyen con respecto al primer año de vida y no se observan diferencias importantes de peso y estatura entre ambos sexos. Durante la etapa escolar la tasa de crecimiento es estable y los cambios corporales se ocurren de forma gradual. A esta edad la actividad física adquiere gran importancia en el gasto energético del niño, lo cual se traduce en una enorme variabilidad de requerimientos energéticos y de los distintos nutrientes [3]. Si bien la obesidad se define como el incremento de tejido adiposo, no existe consenso sobre el punto de corte que defina exceso de tejido adiposo durante toda la etapa infantil. En adultos el uso del Índice de Masa Corporal (IMC) puede utilizarse para definir sobrepeso y obesidad. Sin embargo, en población infantil su uso directo es limitado debido a los cambios corporales ocasionados por la tasa normal de crecimiento. Por ello, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés), ha propuesto el 169 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) uso de tablas percentilares del IMC por edad y sexo para definir sobrepeso y obesidad en población infantil (Tabla I) [4]. Tabla I. Clasificación del estado de nutrición por percentila de IMC. Clasificación de Estado de Nutrición por Percentila de IMC Categoría de Peso Rango percentilar Bajo peso < percentil 5 Peso Normal o Saludable ≥ percentil 5 y < percentil 85 Sobrepeso ≥ percentil 85 y < percentil 95 Obesidad ≥ percentil 95 La obesidad infantil incrementa el riesgo de padecer otras enfermedades durante la niñez. Algunos estudios reportan que 50% de los casos nuevos de diabetes tipo 2 ocurren en sujetos en edad escolar o adolescente [5]. Asimismo se ha reportado que 61% de niños con sobrepeso tiene al menos un factor de riesgo adicional para enfermedad cardiaca como concentraciones altas de colesterol o presión sanguínea elevada [6]. El sobrepeso en la niñez además se asocia con problemas psicológicos y sociales, tales como la discriminación o baja autoestima [7]. Los niños con sobrepeso, son más propensos a ser adultos obesos. Y aunque la aparición de la obesidad en la niñez contribuye al 25% de la obesidad adulta, los adultos obesos que fueron niños obesos tienden a presentar grados de obesidad más severos que aquéllos que desarrollaron la obesidad siendo adultos [8]. Por ello es importante continuar y profundizar en el conocimiento del mecanismo de acción de factores de reciente asociación con el desarrollo de esta enfermedad, como es el caso de la microbiota intestinal. Microbiota intestinal La microbiota intestinal está compuesta por trillones de bacterias cuyos genes en conjunto, conocidos como microbioma, exceden en dos órdenes de magnitud al genoma humano e impactan de forma importante la fisiología del hospedero [9]. De esta manera en la última década se ha reconocido al cuerpo humano como un superorganismo, compuesto de células humanas y células 170 Morán-Ramos S, López-Contreras BE, Villarruel-Vázquez R y CanizalesQuinteros S microbianas [10]. Se sugiere que la microbiota intestinal tiene una capacidad metabólica equivalente a la del hígado y que aporta un gran número de funciones que el humano carece, impactando de manera importante múltiples procesos metabólicos que van desde la extracción de energía de la dieta, la deposición de grasa en el tejido adiposo, la función inmune e incluso la comunicación entre el intestino y el cerebro. Actualmente se han identificado 10 phyla de bacterias en la microbiota intestinal humana. Firmicutes y Bacteroidetes conforman aproximadamente el 90% de ésta mientras que el resto está conformado por Proteobacterias, Actinobacterias, Fusobacterias y Verrucomicrobia entre otras. A nivel de género, los más predominantes se consideran Prevotella y Bacteroides [11]. La microbiota intestinal evoluciona a lo largo de la vida en donde se verá influenciada por múltiples factores como se muestra en la Figura 1 [12]. En los primeros días de vida, la forma de nacimiento (parto ó cesárea) influencia el tipo de microorganismos que se establecen en el intestino [13]. Posteriormente se ha observado que la alimentación con leche materna o fórmulas lácteas determinará la diversidad de la microbiota intestinal, mientras que a partir de la edad infantil la dieta y el uso de antibióticos entre otros serán los mayores determinantes [14]. En este sentido Arumugam y colaboradores propusieron que la microbiota intestinal humana podría clasificarse en tres enterotipos, nombrados a partir de los géneros que los dominan; Bacteroides, Prevotella y Ruminococcus [15]. Esta clasificación se ha confirmado en múltiples estudios en adultos incluyendo el Human Microbiome Project [16]. Incluso estudios longitudinales han mostrado que los enterotipos se mantienen por un periodo de hasta 2 años, sugiriendo que esta composición es bastante estable a lo largo del tiempo, por lo menos en la edad adulta [17,18]. La presencia de los enterotipos parece estar asociada principalmente a la alimentación, en donde el enterotipo Bacteroides está relacionado con mayor consumo de proteína y grasa, mientras que Prevotella se asocia con un enriquecimiento en el consumo de carbohidratos y fibra [18,19]. De manera interesante se ha sugerido que la respuesta metabólica a una intervención dietaria, por ejemplo una dieta alta en fibra, es mayor en aquellos sujetos con el enterotipo Prevotella [17]. 171 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) Figura 1. Factores determinantes de la microbiota intestinal a lo largo de la vida. Microbiota intestinal en población infantil La edad es un determinante importante de la microbiota intestinal, de manera general se cree que la microbiota de la población infantil es mucho más inestable que en la eda d adulta, y por lo tanto más susceptible a cambios por factores ambientales. Algunos estudios han mostrado que aunque la microbiota de niños sanos alberga características de la microbiota de los adultos, también tiene firmas específicas en términos de composición y funcionalidad [20]. En general los niños presentan mayor abundancia de los géneros Bifidobacterium y Faecalibacterium así como un enriquecimiento de genes involucrados en la síntesis de novo de folatos y del metabolismo de aminoácidos como tirosina, lisina, cisteína y metionina [21]. También se ha encontrado mayor diversidad sugiriendo que la microbiota aún está en desarrollo. Por otro lado, en algunos estudios se observa que al igual que en los adultos, la microbiota de la población infantil puede ser estratificada por enterotipos. Incluso en diferentes regiones de Asia se ha mostrado que las mayores diferencias de la microbiota intestinal entre poblaciones están dadas por lo enterotipos y que el enterotipo Prevotella presenta mayor diversidad [22]. Sin embargo en contraste con los hallazgos en adultos, los enterotipos en población infantil no parecen influenciar la respuesta a una intervención dietaria e incluso parecen ser menos estables, ya que puede haber conversión de un enterotipo a otro a lo largo de una intervención dietaria de tan solo un mes [23]. 172 Morán-Ramos S, López-Contreras BE, Villarruel-Vázquez R y CanizalesQuinteros S Microbiota intestinal y obesidad Hace una década, el grupo del Dr. Gordon en Washington, mostró que los ratones gnotobióticos (ratones libres de microbiota/estériles) tenían mucho menor capacidad de extracción de energía de la dieta y por lo tanto el aumento de peso con una dieta alta en grasa era mucho menor que los ratones convencionales [24]. Este hallazgo resaltó por primera vez el papel de la microbiota intestinal en el desarrollo de obesidad. Análisis posteriores demostraron que la composición de la microbiota de sujetos obesos y modelos murinos de obesidad era diferente de su contraparte delgada [25,26]. De manera interesante el trasplante de microbiota de un gemelo obeso a un ratón gnotobiótico indujo mayor adiposidad en comparación con el trasplante del gemelo delgado, y esto fue independiente de la ingesta calórica [27]. Este hallazgo destacó el papel causal de la microbiota intestinal en el desarrollo de obesidad. A partir de entonces múltiples estudios han reportado tanto en humanos como en modelos animales diferencias entre estos fenotipos, principalmente a nivel de composición y diversidad. De manera general la obesidad se acompaña de una menor diversidad de la microbiota intestinal, entendida como el número de especies diferentes y la proporción en la que se encuentran. Sin embargo se ha mostrado que esta menor diversidad también se refleja en el número de genes presentes en el microbioma de los obesos y que esto correlaciona con una menor salud metabólica [28]. Por otro lado, aunque existe una gran variabilidad en los resultados de composición, algunos de los hallazgos más reportados en obesidad han sido cambios en las proporciones Firmicutes/Bacteroidetes, reducciones en Bifidobacterium y Methanobrevibacter smithii [29,30], así como incrementos en algunas especies de Lactobacillus [31]. Aunque aún no ha sido elucidado del todo, se ha sugerido que la razón en la variabilidad en los resultados responde a diferencias en la región geográfica, el genotipo, la dieta y la edad de las poblaciones estudiadas, entre otros factores [32,33]. Los mecanismos por los cuales los cambios en la microbiota intestinal pueden llevar a la obesidad aún no han sido del todo elucidados, sin embargo, diversos estudios principalmente en modelos animales han permitido proponer algunos, los cuales se enlistan en la tabla II. La microbiota intestinal es capaz de hidrolizar y metabolizar los polisacáridos de la dieta no digeribles por las enzimas del intestino humano [34]. Los metabolitos obtenidos a partir de estos procesos, principalmente ácidos grasos de cadena corta (AGCC), son entonces absorbidos por el hospedero y utilizados como fuente de energía. De hecho se considera que los 173 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) AGCC aportan hasta el 10% de la energía proveniente de la dieta [35]. Otro mecanismo es a través de la modulación de la deposición de triacilgliceroles en el tejido adiposo. La microbiota intestinal por medio de la inhibición de FIAF (por sus siglas en inglés Fasting-induced adipocyte factor) incrementa la actividad de la lipasa de lipoproteínas, la cual es la enzima reguladora de la captura de triacilgliceroles en el tejido adiposo. Otros mecanismos menos estudiados incluyen la modulación del tono endocanabinoide [36] y de las señales de saciedad asociadas al eje intestino-cerebro. Tabla II. Mecanismos propuestos del papel de la microbiota en el desarrollo de obesidad Mecanismos propuestos del papel de la microbiota en el desarrollo de obesidad Mayor obtención de energía de la dieta por la fermentación de polisacáridos no digeribles a ácidos grasos de cadena corta. Incremento en la deposición de triacilgliceroles por la inhibición de FIAF Incremento en el tono endocanabionoide Modulación de las señales de saciedad a través del eje intestino cerebro Microbiota intestinal y alteraciones metabólicas En los últimos años se ha observado que la composición de la microbiota intestinal, también se asocia con el desarrollo de complicaciones metabólicas. Algunos de los cambios observados en hígado graso no alcohólico (NAFLD por sus siglas en inglés Non-alcohollic Fatty Liver Disease) y diabetes tipo 2, incluyen diferencias en la abundancia de géneros como Bifidobacterium, Akkermansia, Faecalibacterium, Roseburia y Escherichia [11,37]. Algunos mecanismos propuestos para explicar cómo los cambios en la abundancia de estos géneros pueden llevar a anormalidades metabólicas radica en la contribución de la microbiota intestinal a la inflamación de bajo grado característica de la obesidad [38]. Aunque inicialmente se propuso al tejido adiposo como la principal fuente de esta inflamación [39], Cani y colaboradores mostraron que un desbalance en la estructura o funcionalidad de la microbiota intestinal, conocido como disbiosis, puede contribuir a través de la endotoxemia 174 Morán-Ramos S, López-Contreras BE, Villarruel-Vázquez R y CanizalesQuinteros S metabólica. Específicamente la disbiosis puede inducir un incremento en la permeabilidad intestinal, lo cual favorece el paso a la circulación de metabolitos de origen bacteriano que son tóxicos para el hospedero (Figura 2). Tal es el caso de los lipopolisacáridos (LPS), una endotoxina de las bacterias Gram negativas que al ser absorbida a la circulación, puede inducir la activación de una respuesta proinflamatoria, a través del receptor tipo toll 4 (TLR4) tanto en tejidos periféricos como en el hígado. En los tejidos las citocinas pro-inflamatorias además pueden contribuir a la desensibilización del receptor de insulina, mientras que en hígado, en el contexto de obesidad, pueden contribuir en la progresión de NAFLD a esteatohepatitis [40,41]. Figura 2. Contribución de la disbiosis a la inflamación de bajo grado conocida como endotoxemia metabólica. El microbioma intestinal aporta una gran cantidad de genes complementarios al hospedero que a su vez extienden sus capacidades 175 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) metabólicas, por lo que se ha visto que algunos metabolitos bacterianos pueden influir significativamente en la fisiología humana. Tal es el caso del óxido de trimetilamina (por sus siglas en ingles TMAO). Wang y colaboradores demostraron que la microbiota intestinal es capaz de sintetizar trimetilamina a partir de componentes dietarios como la fosfatidilcolina y la carnitina, los cuales están presentes principalmente en productos de origen animal como la carne y huevos entre otros [42]. La trimetilamina se absorbe entonces a la circulación portal y en el hígado es transformada a TMAO. De manera interesante se encontró que las personas con mayores niveles en sangre de este último metabolito presentan mayor riesgo cardiovascular [43–45]. Estudios en modelos animales mostraron que el TMAO disminuye el transporte reverso de colesterol en macrófagos así como la síntesis de ácidos biliares en hígado, lo cual disminuye el catabolismo de colesterol y en conjunto explica el mayor riesgo cardiovascular (Figura 3). Recientemente un estudio en población asiática demostró que los niveles de TMAO también correlacionan con la presencia y severidad de NAFLD en población adulta [46], resaltando la importancia del metabolismo bacteriano en el desarrollo de anormalidades metabólicas. Por su parte Zhu y colaboradores observaron mayores niveles de etanol en el plasma de niños obesos con hígado graso no alcohólico en comparación con niños obesos sin esta complicación. El análisis de la microbiota intestinal en estos niños reveló que los niños con NAFLD presentaban en paralelo una mayor abundancia de la familia Enterobacteriaceae. Dado que esta familia tiene la capacidad de producir etanol se sugirió que el sobre crecimiento de estas bacterias, incrementa los niveles de etanol que al ser absorbido a la circulación y por lo tanto al hígado, puede contribuir al desarrollo de la enfermedad [47]. Figura 3. Mecanismo de formación de TMAO a partir de componentes dietarios. (adaptado de [48]) 176 Morán-Ramos S, López-Contreras BE, Villarruel-Vázquez R y CanizalesQuinteros S Los ejemplos anteriores son sólo algunos de los metabolitos bacterianos que pueden influir la salud metabólica del hospedero, en la tabla III se muestran algunos estudios que se han enfocado en metabolitos bacterianos como mediadores de las alteraciones metabólicas. Dentro de estos cabe resaltar el papel de la microbiota intestinal en el metabolismo de los ácidos biliares, los cuales se han propuesto como los nuevos integradores del metabolismo energético [49]. Algunos estudios han observado un disminución de los ácidos biliares primarios en el suero de pacientes con sobrepeso y diabetes tipo 2 [50], lo cual se le atribuye a una mayor conversión de metabolitos secundarios por la microbiota intestinal, sin embargo las bacterias específicas responsables de este efecto aún se desconocen [51]. Tabla 3 Metabolitos bacterianos como mediadores de alteraciones metabólicas (adaptado de [49]). Clase Metabolito Enfermedad Efecto Taxa Referencia relacionad o Ácidos DT2 incrementa la Desoxicolato Obesidad y DT2 Glicoquenodesoxicol Obesidad y pre-DT2 [50] conversión de ac. biliares Acido hipúrico [52] Biliares primarios a ato Fitoquímicos Firmicutes secundarios Disminución Obesidad y pre-DT2 pacientes obesidad en Firmicutes [53] con que revierte se con metformina Vitaminas Colina/Betaina Obesidad, DT2 e HGNA Disminución en Firmicutes, pacientes con DT2 Proteobacter e HGNA ia y Actinobacteri a Los estudios anteriores resaltan el potencial del estudio de la microbiota intestinal con el fin de poder diseñar estrategias dirigidas a ella y con ello ayudar a combatir la obesidad. En México los estudios de la composición y funcionalidad de 177 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) la microbiota intestinal aún son muy escasos. Murugesan reportó en un cohorte de la Ciudad de México cambios muy sutiles en niños con sobrepeso y obesidad. Los hallazgos más relevantes son un incremento en Lachonsopiraceae, una familia que en modelos animales de obesidad contribuye al desarrollo de diabetes, así como un incremento en el género Roseburia, el cual se ha asociado con mayor extracción de energía de la dieta [54]. Ignacio y colaboradores mostraron en población infantil brasileña que al igual que en adultos los niños con sobrepeso y obesidad presentaron mayores niveles de Lactobacillus. De manera interesante encontraron también una mayor abundancia del grupo B fragilis, el cual es un comensal que comúnmente se encuentra en infecciones peritoneales [55]. Recientemente nuestro grupo de investigación realizó la caracterización de la microbiota intestinal de niños obesos en comparación con niños delgados, seleccionados a partir de una cohorte de la Ciudad de México. De manera interesante encontramos que ciertas bacterias están asociadas a la presencia de obesidad mas no necesariamente a las complicaciones metabólicas. Sin embargo, la diversidad de la microbiota parece correlacionar con algunas anormalidades metabólicas (López-Contreras, manuscrito en preparación). Los hallazgos anteriores nos permiten entender como la microbiota intestinal influencia la presencia de obesidad en población mexicana lo que nos ayuda a generar bases para desarrollar estrategias que ayuden a combatir esta enfermedad. Referencias 1. K. Rtveladze, T. Marsh, S. Barquera, L.M. Sanchez Romero, D. Levy, G. Melendez, L. Webber, F. Kilpi, K. McPherson, M. Brown, Public Health Nutr. 17 (2014) 233–9. 2. A. Everard, P.D. Cani, Best Pract. Res. Clin. Gastroenterol. 27 (2013) 73–83. 3. M. Hernandez-Rodriguez, Pediatria, 2nd ed., Diaz de Santos, Madrid, 1994. 4. R.J. Kuczmarski, C.L. Ogden, S.S. Guo, L.M. Grummer-Strawn, K.M. Flegal, Z. Mei, R. Wei, L.R. Curtin, A.F. Roche, C.L. Johnson, Vital Health Stat. 11. (2002) 1–190. 5. H. Wechsler, M. McKenna, S. Lee, W.H. 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Realizó la maestría en Nutrición Humana y Ciencia de Alimentos en la Universidad de Reading, en Inglaterra y el doctorado en Ciencias Biomédicas de la UNAM en el laboratorio de Fisiología de la Nutrición en el INCMNSZ. Realizó una estancia doctoral en la Universidad de California, Davis y la estancia postdoctoral en el Instituto de Investigaciones Biomédicas, bajo la dirección del Dr. Ruud Buijs y la Dra. Carolina Escobar. Actualmente es del grupo de catedráticos CONACYT y realiza su investigación en la Unidad de Genómica de Poblaciones aplicada a la salud, unidad conjunta de la Facultad de Química de la UNAM y el Instituto Nacional de Medicina Genómica. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (candidato) y ha recibido diversas distinciones en el campo de la Obesidad de la American Society of Nutrition. Su principal línea de investigación radica en entender la contribución de la microbiota intestinal a la obesidad y su impacto en el desarrollo de complicaciones metabólicas. Así como la interacción de la microbiota intestinal con componentes dietarios como probióticos para prevención de estas anormalidades. 183 MENSAJE BIOQUÍMICO, VOL. XL (2016) 184
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