“Te mira con pasión”. Todos somos llamados Queridos Diocesanos: Este domingo 17 de abril concluye la semana de oración por las vocaciones, que tiene por lema: Te mira con pasión. En su mensaje el Papa Francisco expresa su deseo de que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados experimenten el gozo de pertenecer a la Iglesia. Ojalá descubran que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares, nacen en el seno del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La primera vocación, por tanto, es la de pertenecer a la Iglesia, ser hijos de Dios. Todos somos llamados. La Iglesia es madre de vocaciones porque toda vocación tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús. Esa mirada es la que enciende en el corazón de una persona una respuesta que se plasma en una vocación particular. Para lo cual es necesario que ese encuentro personal con Jesús se produzca. Y ese encuentro se produce por mediación de la Iglesia. La llamada de Dios -afirma el Papa- se realiza por la Comunidad. Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su seno, nos concede una vocación específica. El camino vocacional se hace al lado de otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala: es una convocación. En esta jornada, dedicada a la oración por las vocaciones, somos invitados todos a asumir nuestra responsabilidad en el cuidado y el discernimiento vocacional. El Papa lo hace con tres breves reflexiones: Primera: la vocación nace en la Iglesia. Una vocación nace cuando tenemos un «sentido» de Iglesia. Nadie es llamado exclusivamente para una región, ni para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo. Respondiendo a la llamada de Dios, el joven puede considerar los diferentes carismas y vocaciones y alcanzar así un discernimiento más objetivo. La comunidad se convierte de este modo en el hogar y la familia en la que nace la vocación. Segunda: la vocación crece en la Iglesia. Durante el proceso formativo, los candidatos a las distintas vocaciones conocen mejor la comunidad eclesial, superando las percepciones limitadas que todos tenemos al principio. Para ello realizan experiencias apostólicas junto a otros miembros de la comunidad. La comunidad se convierte así en una “escuela vocacional”. Por último: la vocación está sostenida por la Iglesia. Después del compromiso definitivo, el camino vocacional en la Iglesia no termina, continúa en la disponibilidad para el servicio, en la perseverancia y en la formación permanente. Quien ha consagrado su vida al Señor está dispuesto a servir a la Iglesia donde esta le necesite. Queridos diocesanos, todos estamos llamados a tomar conciencia de ser llamados, para que las comunidades de fe lleguen a ser, a ejemplo de la Virgen María, seno materno que engendra las diversas vocaciones. La maternidad de la Iglesia se expresa a través de la oración perseverante por las vocaciones, de su acción educativa y del acompañamiento que brinda a quienes perciben la llamada de Dios. Por favor, rezad cada día para que el Señor suscite vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Orad por nuestros seminaristas y por los jóvenes que se preparan en los noviciados para consagrar su vida a Dios. Con mi afecto para todos, Jesús, Obispo de Ávila
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