07 SIN MALDAD_9 MALDAD.qxd 07/04/16 22:13 Página 7 SIN MALDAD Por José García Abad [email protected] Panamá, el mejor canal para el dinero sucio E ra el paraíso perfecto, entre otras razones porque oficialmente no existía tal paraíso. Era el mejor para quienes buscaban la invisibilidad; lo más apropiado para las maniobras de ocultación del dinero por el que no se quería tributar. El gobierno panameño puso todos los medios a su alcance para que se reconociera internacionalmente la inexistencia del refugio. Y triunfó plenamente en el empeño a pesar de que a todo el mundo medianamente informado le constara que allí estaba el formidable refugio para cumplir religiosamente con el derecho de asilo. Un sagrado derecho que se regatea a las personas pero no al movimiento de capitales. Se reverenciaba a una institución ejemplar, al muy discreto despacho de abogados, Mossack-Fonseca, virtuoso de la opacidad y de la más sutil de las ingenerías financieras, El gobierno panameño hizo magia. Triunfó con sobresaliente en su alarde de ilusionismo gracias a la complicidad de los grandes señores de la Tierra, desde los gobernantes a la crema de la intelectualidad pasando por los grandes del deporte y del mundo empresarial. Incluido José Luis Rodríguez Zapatero, quien con las mejores intenciones, las de apoyar a que una empresa española consiguiera un formidable contrato para la ampliación del canal, aceptó proclamar que Panamá no era un paraíso fiscal. La realpolitik de los negocios. Gracias a esa tupida red de intereses Panamá logró ser excluida de la infamante lista negra de paraísos fiscales. Ese acuerdo tácito de no ver lo evidente se ha roto gracias a las filtraciones que nos han servido el diario alemán Süddeutsche Zeitung y el Era el paraíso perfecto, entre otras razones porque oficialmente no existía tal paraíso. Los MossackFonseca garantizaron el derecho de asilo financiero. Un sagrado derecho que se regatea a las personas pero no al movimiento de capitales Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. Nada menos que once millones de documentos, la mayor filtración que vieron los tiempos. En todas las filtraciones se adivina una mano invisible, a veces altruista y con frecuencia interesada, pero el interés de lo revelado, sea quien fuere el artista que lo rescató para el mundo, justifica los procedimientos usados. Perdonémoslos, pues han hecho un gran servicio al mundo. En realidad merecen la Gran Medalla a la Transparencia Informativa. Predomina la teoría, quizás interesada, del hacker, un personaje ambiguo entre el moderno héroe romántico y el delincuente de las nuevas tecnologías. Pero bien pudiera ser un empleado resentido de Mossack–Fonseca, como ocurrió en la denuncia de Filesa, o un cliente chantajista; o el producto de una operación justiciera como la de Wikileaks, una organización sin ánimo de lucro que nos mostró sorprendentes secretos de Estado. Incluso se atribuye la fuga al interés de otros paraísos fiscales molestos por una competencia desleal. Se señala a un despacho de Reno, en el Estado de Nevada, en los mismísimos Estados Unidos. El presidente Obama clama contra los paraísos fiscales que facilitan el tráfico de drogas o la actividad terrorista. Pero no hay quien ponga puertas al dinero. Se supone que el paraíso de Reno haría una excepción al régimen de opacidad informando al Gobierno de las mayores amenazas. Son paraísos para delincuentes respetables a los que quizás se pida un certificado de buena conducta del párroco del lugar. En todo caso, por encima de la in- tencionalidad de estas y de otras filtraciones, hay que felicitarse de que se produzcan. Gracias a ellas salimos de la inopia y nos enteramos de lo que pasa y no de lo que pretenden que veamos. Gracias a ellas se retira el velo de la hipocresía de un capitalismo que se resiste a someterse a imperativos éticos y comprobamos lo iluso de quienes, como Sarkozy, propugnaron una refundación del sistema. Afortunadamente, en este mundo globalizado donde se ha generalizado la comunicación con altísimos niveles de sofisticación los secretos, tarde o temprano, salen a la luz. La lista de los refugiados en Panamá es impresionante. Sus clientes no son los delincuentes habituales, sino gente de las mejores familias: presidentes de Gobierno como el primer ministro islandés Sigmundur David Gunnlaugsson; el presidente argentino, Mauricio Macri; los entornos de Vladimir Putin; la élite del Partido Comunista Chino; Los Le Pen; Micaela Domecq, esposa del comisario europeo de Clima y Energía y exministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete; Oleguer Pujol; David Cameron; dueños de empresas impecables como Demetrio Carceller; propietarios de grandes hoteles; escritores que fustigan incansablemente las corrupciones como Mario Vargas Llosa; cineastas como Pedro y Agustín Almodóvar e Imanol Arias; futbolistas como Leo Messi… Y la lista sigue creciendo. Quizás el caso más feo es el de Pilar de Borbón, la tía del rey de España, que tras tratar de negar la evidencia justifica la ocultación de sus dineros porque su esposo, Luis Gómez-Acebo, quien fuera dirigente de Banesto, pretendía huir de la amenaza de ETA. l nº 1150. 11–17 de abril de 2016 7
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