Lección 1 para el 4 de abril de 2015 Se conocen como «sinópticos» (o relacionados) a los tres primeros evangelios, cuyo contenido es muy similar. Cada uno de los evangelistas redactó su evangelio –bajo al inspiración del Espíritu Santo– pensando en distintas audiencias. ¿Quién fue Lucas (Colosenses 4:14)? Un médico gentil que acompañó a Pablo en varios de sus viajes misioneros. Es el único autor no judío que escribió un libro de la Biblia. ¿A quién escribió su evangelio (Lucas 1:1-3)? A Teófilo, un gentil distinguido. También le escribió un segundo libro, «Hechos de los Apóstoles» (Hechos 1:1). ¿Cómo preparó el material para escribir el evangelio (Lucas 1:1-3)? Investigando con diligencia e interrogando a testigos presenciales. ¿Con qué motivo lo escribió (Lucas 1:4)? Para afianzar la verdad en sus lectores. El evangelio de Lucas comienza con el anuncio de dos nacimientos milagrosos vinculados entre sí y, en muchos aspectos, similares. Comparemos Lucas 1:5-25 con Lucas 1:26-38. • Su madre no podía tener hijos. Era demasiado anciana. • Gabriel anunció su nacimiento. • El anuncio fue recibido con asombro. • Zacarías interrogó al ángel con duda. • Gabriel indicó su nombre. • Sería grande. • Preparó el camino del Mesías. • Su madre no podía tener hijos. Era virgen. • Gabriel anunció su nacimiento. • El anuncio fue recibido con asombro. • María interrogó al ángel con fe. • Gabriel indicó su nombre. • Sería grande. • Él era el Mesías, el Hijo de Dios. «Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lucas 1:16-17) Después de 400 años de silencio, aparecía un profeta de nuevo en medio de Israel. La principal misión de Juan era «preparar… un pueblo bien dispuesto» para que aceptase al Mesías, al Salvador. «Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS» (Lucas 1:30-31) ¿Cómo reaccionó María ante al anuncio de su maternidad? Ella sabía que era humanamente imposible que fuera madre, pues era virgen. Aceptó con fe las palabras de Gabriel: «nada hay imposible para Dios» (Lucas 1:37); y se sometió a la voluntad divina (Lucas 1:38). No importan las dudas que podamos tener, Dios tiene respuesta para ellas. Él puede hacer realidad aquello que para la lógica humana es imposible. «Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón» (Lucas 2:7) El capítulo 2 de Lucas presenta el nacimiento de Jesús dentro del marco de la historia. Jesús no es un mito o un personaje ficticio, es una persona real que vivió en un momento histórico concreto. El año 8 a.C., Augusto César decretó un censo en todo el imperio romano (v. 1). El cumplimiento de este censo requería que cada cual viajase al lugar de su nacimiento (v. 3). José (en algún momento anterior al 4 a.C.) descendió a Belén para ser empadronado (v. 4) y llevó consigo a María (v. 5). Allí, María dio a luz a Jesús (v. 6-7). «Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor» (Lucas 2:10-11) El anuncio del ángel a los pastores está cargado de significado para los creyentes: 1. «Gran gozo… para todo el pueblo»: Las buenas nuevas del evangelio son para todos. 2. «Os ha nacido… un Salvador»: Jesús es el Salvador del mundo. 3. «Es CRISTO el Señor»: Jesús es el Señor, Dios Omnipotente. Dios mismo condescendió a hacerse hombre, y nacer en la condición más humilde. «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:5-8) «Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido. Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor» (Lucas 2:21-22) Como fieles devotos, José y María cumplieron las normas marcadas por «la ley de Moisés»: a) Circuncidar al niño a los ocho días de su nacimiento. «Y al octavo día se circuncidará al niño» (Levítico 12:3). b) A los 40 días de su nacimiento, presentarlo ante el Señor. «Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación; y el sacerdote hará expiación por ella, y será limpia» (Levítico 12:8). «Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación» (Lucas 2:29-30) En el templo, Simeón tomó al niño en brazos y profetizó sobre él. En su profecía se destacan varias verdades importantes (Lucas 2:29-35) 1. La salvación es mediante Jesús: «han visto mis ojos tu salvación» (v. 30) 2. La salvación viene de Dios: «La cual has preparado» (v. 31) 3. La salvación es para todos: «Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel» (v. 32) 4. La salvación exige una decisión: «está puesto para caída y para levantamiento de muchos» (v. 34) 5. La salvación pasa por la cruz: «una espada traspasará tu misma alma» (v. 35) «Al contemplar la encarnación de Cristo en la humanidad, quedamos atónitos frente a un misterio insondable que la mente humana no puede comprender. Mientras más reflexionamos acerca de él, más extraordinario nos parece. ¡Cuán vasto es el contraste entre la divinidad de Cristo y el impotente bebecito del pesebre de Belén! ¿Cómo se puede medir la diferencia que hay entre el Dios todopoderoso y un niño impotente? Sin embargo el Creador de los mundos, Aquel en quien moraba la plenitud de la Deidad corporalmente, se manifestó en el desvalido bebé del pesebre. ¡Incomparablemente más elevado que todos los ángeles, igual al Padre en dignidad y gloria, y sin embargo vestido con la ropa de la humanidad! La divinidad y la humanidad se hallaban combinadas misteriosamente, y el hombre y Dios fueron uno solo. En esta unión es donde encontramos la esperanza de la raza caída» E.G.W. (Exaltad a Jesús, 2 de marzo)
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