Lección 13 para el 27 de junio de 2015 «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22:42) En el jardín de Edén, Adán y Eva cedieron a las tentaciones de Satanás. Decidieron hacer su propia voluntad en lugar de la voluntad divina. En el jardín de Getsemaní, el «segundo Adán» (1Co. 15:45) decidió someterse a la voluntad de Padre y rechazar las tentaciones del enemigo. A través de la oración y la completa sumisión a la voluntad de Dios, Jesús ganó para nosotros la victoria completa sobre el mal. Esas mismas herramientas están hoy a nuestra disposición para vencer toda tentación en el nombre de Jesús. «Muchos se ven abandonados en la tentación porque no han tenido la vista siempre fija en el Señor. Al permitir que nuestra comunión con Dios se interrumpa, perdemos nuestra defensa. Ni aun todos vuestros buenos propósitos e intenciones os capacitarán para resistir al mal. Tenéis que ser hombres y mujeres de oración. Vuestras peticiones no deben ser lánguidas, ocasionales, ni caprichosas, sino ardientes, perseverantes y constantes. No siempre es necesario arrodillarse para orar. Cultivad la costumbre de conversar con el Salvador cuando estéis solos, cuando andéis o estéis ocupados en vuestro trabajo cotidiano. Elévese el corazón de continuo en silenciosa petición de ayuda, de luz, de fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración una oración» E.G.W. (El ministerio de curación, pg. 408) «Judas era tenido en alta estima por los discípulos, y ejercía gran influencia sobre ellos. Tenía alta opinión de sus propias cualidades y consideraba a sus hermanos muy inferiores a él en juicio y capacidad… Judas se consideraba como el único capaz, aquel a quien no podía aventajársele en los negocios. En su propia estima, reportaba honra a la causa, y como tal se representaba siempre. Judas estaba ciego en cuanto a su propia debilidad de carácter, y Cristo le colocó donde tuviese oportunidad de verla y corregirla» E.G.W. (El Deseado de todas las gentes, pg. 664) Cegado por el dinero y el ansia de poder, puso precio a Jesús —el don gratuito— y perdió su alma y su vida. «Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce» (Lucas 22:3) El sanedrín (22:52-54, 66-71) «Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?» (Lucas 23:39-40) Lucas nos presenta a varios personajes que, ante la sombra de la cruz, tomaron decisiones para vida o para muerte. • Teniendo la evidencia de que Jesús era el Mesías, decidieron rechazarlo. Pilato (23:1-7, 13-25) • Teniendo la evidencia de la inocencia de Jesús, decidió castigarlo. Herodes (23:6-12) • Conociendo el poder de Jesús, decidió burlarse de Él. El buen ladrón (26:39-43) Mirando a la cruz, ¿cuál será tu decisión? • Reconociendo su propia indignidad, decidió ponerse en las manos de su Salvador. «Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús» (Lucas 24:2-3) Ante las atónitas mujeres, los ángeles exclamaron: «ha resucitado» (Lucas 24:6). ¿Cuán importante es la resurrección en el plan de Redención? Sin la resurrección, no hay esperanza (1ª de Corintios 15:14). Sin la resurrección, no hay intercesión (Hebreos 7:25). Sin la resurrección, no hay victoria sobre la muerte (1ª de Corintios 15:21). «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1ª de Pedro 1:3) «Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían» (Lucas 24:25-27) Jesús les dio a sus discípulos pruebas físicas de su resurrección (partió el pan, comió pescado, dejó que le tocasen). Pero no quiso que basasen su fe únicamente en su experiencia, sino que les dirigió al estudio de las Escrituras. Además, les indicó que «fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento» (Lucas 24:46-47), uniendo así la resurrección con la predicación del evangelio. «Después de su resurrección, Jesús apareció a sus discípulos en el camino de Emaús… Deseaba que la verdad se arraigase firmemente en su mente, no sólo porque era sostenida por su testimonio personal sino por causa de las evidencias incuestionables presentadas por medio de los símbolos y sombras de la ley típica y las profecías del Antiguo Testamento. Era necesario que los seguidores de Cristo tuviesen una fe inteligente, no sólo en beneficio propio, sino para que pudieran comunicar al mundo el conocimiento de Cristo. Y como primer paso en la comunicación de este conocimiento, Jesús dirigió a sus discípulos a “Moisés y todos los profetas”. Tal fue el testimonio dado por el Salvador resucitado en cuanto al valor y la importancia de las Escrituras del Antiguo Testamento» E.G.W. (Cristo en su santuario, pg. 73)
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