UNIDAD 1 EL GRIEGO, LENGUA INDOEUROPEA. LAS LENGUAS INDOEUROPEAS Las lenguas indoeuropeas Toda lengua sufre cambios a lo largo del tiempo. Cuando los hablantes de una lengua se han separado en varios grupos, muchos de los cambios que se producen en la lengua que habla un grupo son distintos de los que se producen en la que hablan otros grupos. De este modo, al ir acumulándose en la forma de hablar de cada grupo cambios que solo se dan en él, con el paso de los siglos los individuos que pertenecen a grupos distintos ya no se comprenden entre sí: hablan lenguas distintas. Cuanto más tiempo hace que se ha producido la separación, las diferencias son mayores. Los cambios se producen poco a poco (por eso, hablando con propiedad, no puede decirse que una lengua ha nacido en un momento determinado). Esto es lo que ocurrió con el latín: al desaparecer el Imperio Romano, la forma de hablar el latín en unos lugares y la forma de hablarlo en otros fueron diferenciándose cada vez más, hasta dar lugar a las lenguas llamadas romances (castellano, francés, italiano...). A finales del siglo XVIII y principios del XIX ciertos estudiosos de las lenguas, que sabían lo que ocurrió con el latín, al observar coincidencias entre el latín, el griego antiguo y otras lenguas antiguas, sobre todo el sánscrito (lengua de la antigua India), pensaron que estas coincidencias tenían que deberse a que estas lenguas, junto con otras, procedían de una lengua más antigua, que se había dividido, igual que había ocurrido con el latín. El conocimiento del sánscrito fue fundamental: al estar sus hablantes muy alejados de los hablantes de latín y de griego, no es posible que las coincidencias con estas lenguas se deban a la influencia de una lengua en otra. Por otro lado, como las coincidencias son muchas, no pueden ser debidas a la casualidad. A esa lengua antigua se la llamó indoeuropeo, porque las lenguas que derivan de ella se hablan desde la India a Europa (realmente, también se hablan en otros lugares, como América, pero allí han sido llevadas en época reciente por los europeos). Hoy se conocen muchas lenguas indoeuropeas, tanto habladas en el pasado como actualmente. En algunos casos conocemos una lengua antigua derivada del indoeuropeo y la lengua o lenguas modernas que proceden de ella; en otros casos sólo conocemos la lengua o lenguas modernas; otras veces conocemos una lengua antigua que desapareció sin dar origen a ninguna lengua (por ejemplo, el hitita); también conocemos algunas lenguas indoeuropeas modernas que han dejado de hablarse recientemente (por ejemplo, el dálmata, una lengua romance hablada en Croacia que desapareció a finales del siglo XIX). Las lenguas indoeuropeas se clasifican en familias (a veces se habla de subfamilias, y la palabra «familia» se reserva para el conjunto de lenguas indoeuropeas). Pertenecen a una familia (o subfamilia) las lenguas relacionadas entre sí más estrechamente que con otras. Cada familia está formada por la lengua antigua, si se conoce, y la lengua o lenguas derivadas de ella, o bien por la lengua o lenguas procedentes de una lengua antigua desaparecida. Las familias de lenguas indoeuropeas habladas hoy en día son las siguientes: • Familia india. Está formada por muchas lenguas habladas sobre todo en la India, Pakistán, Bangladesh, Nepal y Sri Lanka (países que forman lo que podemos llamar la región cultural india). Podemos destacar el hindi y el urdu (son realmente la misma lengua, pero usan una forma de escritura distinta). Son la lengua oficial (no la única) de la India (el hindi) y de Pakistán y Bangladesh (el urdu). Otras lenguas indias son el nepalí (en Nepal), el cingalés (en Sri Lanka [Ceilán]) o el bengalí (en Bengala, región dividida entre la India y Bangladesh). También es una lengua india el romaní, la lengua de los gitanos. La lengua antigua de que proceden las lenguas indias es el sánscrito, que sigue usándose como lengua sagrada del hinduismo. • Familia irania. Podemos destacar el farsi o persa (en Irán), el pasto o pastú (en Afganistán y algunas partes de Pakistán), el curdo (en Irán, en Irak, en Turquía, en Siria) y el osetio (en Osetia del Norte, región del Cáucaso perteneciente a Rusia, y Osetia del Sur, que pertenecía a Georgia pero que en 2008 se separó de este país con ayuda de Rusia). • Familia romance. Está formada por las lenguas procedentes del latín. Son lenguas romances el rumano (en 1 Rumanía y Moldavia), el francés (en Francia y sus antiguas colonias, en Suiza, en Bélgica y sus antiguas colonias), italiano (en Italia, en Suiza, en la isla francesa de Córcega), castellano (en España y sus antiguas colonias), portugués (en Portugal y sus antiguas colonias), gallego (en España), catalán (en España, en la región francesa del Rosellón, en Andorra) y algunas otras. • Familia germánica. Pertenecen a ella el alemán (en Alemania, en Austria, en Suiza), el neerlandés, en sus formas holandesa (en Holanda) y flamenca (en la región belga de Flandes), el afrikaans (una forma de neerlandés hablada en Sudáfrica), el inglés (en Gran Bretaña y sus antiguas colonias –entre ellas destaca Estados Unidos de América–, en Irlanda), las lenguas nórdicas (danés – en Dinamarca–, noruego –en Noruega–, sueco –en Suecia y Finlandia–, islandés –en Islandia–). • Familia eslava. Forman parte de ella el ruso (en Rusia y otros lugares de la antigua Unión Soviética), el polaco (en Polonia), el ucraniano (en Ucrania), el checo (en la República Checa), el eslovaco (en Eslovaquia), el esloveno (en Eslovenia), el serbo-croata (en Serbia, en Croacia, en Bosnia-Herzegovina), el búlgaro (en Bulgaria) y algunas otras. Las lenguas eslavas se escriben con dos alfabetos: las habladas en lugares de tradición cristiana ortodoxa (por ej., el ruso) emplean el alfabeto cirílico, las demás (por ej., el polaco o el checo) el alfabeto latino. • Familia celta. Antiguamente el celta estuvo muy extendido (Islas Británicas, actuales Francia, Bélgica y Suiza, parte de la Península Ibérica, zona norte de Italia, una región del centro de Asia Menor), pero hoy quedan pocas lenguas celtas, que además se encuentran en una situación bastante precaria. Son lenguas celtas el bretón (en la región francesa de Bretaña), el galés (en el País de Gales) y el gaélico, en sus formas escocesa (en Escocia) e irlandesa (en la isla de Irlanda). • Familia báltica. Formada por el lituano (en Lituania) y el letón (en Letonia). • Familia albanesa. Formada por una sola lengua, el albanés (en Albania y en algunas regiones de países vecinos, como Kosovo). • Familia armenia. Formada por una sola lengua, el armenio (en Armenia, en algunas partes de Turquía). • Familia griega. Está formada sólo por el griego (en Grecia y Chipre). El griego moderno es bastante distinto del griego antiguo. El griego antiguo ha proporcionado y sigue proporcionando gran cantidad de palabras a otras lenguas, sobre todo del vocabulario científico y técnico, si bien muchas han pasado a la lengua corriente (televisión, teléfono, metro, autonomía, política...). Hemos podido ver que casi todas las lenguas de Europa son indoeuropeas. Pero en Europa también se hablan algunas lenguas no indoeuropeas. Podemos destacar las siguientes: S Vasco o euskera Se habla en el norte de España (País Vasco y Navarra) y en el sur de Francia. S Turco. Se habla en Turquía (realmente en su mayor parte es un país de Asia, pero de hecho se suele considerar europeo) y en el norte de Chipre (a pesar del lugar donde está situado se considera un país de Europa). S Maltés. Se habla en Malta. Es una variedad de árabe, que se escribe con alfabeto latino. S Lenguas caucásicas. Se hablan en lugares situados en la cordillera del Cáucaso. Además de en Georgia, se hablan en las regiones del sur de Rusia situadas en el norte del Cáucaso, como Chechenia o Daguestán. Podemos destacar el georgiano o kartvélico (en Georgia), lengua cáucasica con mayor número de hablantes. Otras lenguas son, por ejemplo, el checheno (en Chechenia, una república autónoma de Rusia), o el abjaso (en Abjasia, una república autónoma de Georgia). S Lenguas fino-ugrias (familia urálica): el húngaro (hablada en Hungría y en algunas regiones de los países vecinos), el estonio (hablado en Estonia), el finés (hablado en Finlandia y en algunas regiones de los países vecinos), el saamí (hablado por los lapones, en Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia) y algunas otras lenguas habladas en Rusia. [En la página www.proel.org puede encontrarse bastante información en español sobre las lenguas del mundo. Si se maneja uno en inglés, son muy interesantes las páginas www.sil.org (página del Instituto Lingüístico de Verano –SIL son sus siglas en inglés–) y www.ethnologue.com.] 2 El griego El griego es una de las lenguas indoeuropeas de las que tenemos textos más antiguos. Más o menos entre los siglos XV y XII a.C. los griegos utilizaron para escribir una escritura silábica. [En la escritura silábica cada signo representa una sílaba.] Luego esta escritura dejó de emplearse (un tipo de escritura silábica se utilizó posteriormente en Chipre, pero bastante distinta de la empleada anteriormente en otras partes de Grecia). En el siglo IX o en el siglo VIII a.C. se comenzó a escribir otra vez el griego, en este caso con un alfabeto, basado en la escritura fenicia. [En la escritura alfabética cada signo representa –en principio– un sonido, o, mejor dicho un fonema, es decir, un sonido que el hablante identifica como distinto a otros.] El griego que nosotros estudiamos es, en términos generales, el griego hablado en Atenas en los siglos V y IV a.C., es decir, el dialecto ático en la Época Clásica. Entendemos por «dialecto» (del griego διάλgκτος, ‘modo de hablar’) cada una de las diferentes formas que presenta una lengua en las distintas zonas donde se habla. Las diferencias entre los dialectos pueden ser mayores o menores, pero sus hablantes se entienden entre sí (a veces con cierta dificultad) y tienen conciencia de hablar una misma lengua. De todas formas, no siempre está claro si dos formas distintas de hablar son dos lenguas distintas o dos variedades (dialectos) de la misma lengua. Ello se debe en parte a que a menudo no se da la posibilidad total o la imposibilidad total de entenderse, sino que dos personas que tienen dos formas distintas de hablar se comprenden en un grado mayor o menor (por ej., los hablantes de español y de italiano se entienden en parte, a pesar de que está claro que son dos lenguas distintas). Además, en todo lo relacionado con la lengua hay un componente político y emocional. Por otro lado, la palabra «dialecto» se usa con frecuencia con un sentido distinto al que propiamente tiene en lingüística. Así, por ejemplo, a veces se usa para referirse a lenguas de pueblos primitivos, a lenguas sin cultivo literario o a lenguas distintas de la lengua nacional (a menudo con sentido despectivo). En griego antiguo había muchos dialectos. Su mantenimiento se vio favorecido por el hecho de que hubiera muchos pequeños estados, que normalmente eran ciudades estado (para simplificar hablaremos de ciudades sin más), pues cada una de estas ciudades usaba como lengua oficial su propia forma de hablar. Entre los dialectos destacó el ático, que acabó convirtiéndose en el principal dialecto griego debido sin duda a la destacada posición que ocupó Atenas desde el siglo V a.C., cuando se convirtió en la ciudad griega más poderosa, y también en el principal centro cultural de Grecia. Aunque desde finales del siglo V perdió parte de su poder entre las ciudades griegas, siguió destacando en el campo cultural durante mucho tiempo. En el siglo IV a.C. el dialecto ático se había convertido en la lengua de la prosa literaria griega. En el siglo IV a.C. comienza a desarrollarse una lengua común (κοινή διάλgκτος, o simplemente κοινή), basada sobre todo en el ático, con algunos elementos jonios. Esta lengua común, que es de la que procede el griego moderno, se fue imponiendo en toda Grecia, en algunos lugares rápidamente, en otros lentamente. ********* Texto 1 En el año 1786 un juez inglés, sir William Jones, de servicio en el Tribunal Supremo de Calcuta1, hizo un descubrimiento extraordinario. Orientalista aficionado antes de iniciar sus estudios de Derecho, desde su llegada a Calcuta en 1783 había reanudado sus estudios de sánscrito, la lengua de los textos literarios y religiosos más antiguos de la India, muchos de ellos del siglo IV al VI d.C., cuando el sánscrito había dejado de ser una lengua hablada para convertirse meramente en una lengua académica y culta, como el latín en Occidente durante el Renacimiento. En su «Discurso con ocasión del tercer aniversario» pronunciado en la Sociedad Asiática de Bengala, hizo una breve referencia a algo que él había observado y que puede considerarse el punto de partida de todos los estudios de lingüística histórica, y especialmente de los indoeuropeos: La lengua sánscrita, sea cual fuere su antigüedad, posee una estructura maravillosa; más 1 Calcuta: Ciudad india situada en el Golfo de Bengala. En tiempos de Jones era la capital de los territorios indios sometidos a Gran Bretaña. [En esa época el control de esos territorios lo ejercía la Compañía de las Indias Orientales. Eso fue así desde comienzos del siglo XVII, cuando la presencia británica en la India se limitaba a unos puestos comerciales, hasta 1858, cuando toda la India estaba en manos de Gran Bretaña. El gobierno británico asumió el control de la India después de la Rebelión de los Cipayos, que comenzó en 1857 y duró más de un año. Los cipayos eran soldados indios al servicio de los británicos.] 3 perfecta que el griego, más rica que el latín, y más exquisitamente refinada que ambos, pero mantiene al mismo tiempo con ambas lenguas, tanto por lo que se refiere a las raíces de los verbos como a las formas gramaticales, una afinidad más fuerte que la que se hubiera podido quizá producir por mero accidente. Tan fuerte que ningún filólogo podría analizar las tres lenguas sin llegar a la convicción de que proceden de una misma fuente, que quizá ya no exista. Por idéntica razón, aunque menos convincente, cabe suponer que tanto el gótico como el celta, aunque mezclados con un idioma muy diferente, tuvieron el mismo origen que el sánscrito; y también el antiguo persa podría incluirse en la misma familia, si este fuera el lugar para discutir cuestiones relativas a la antigua Persia. Las generaciones posteriores de investigadores desarrollaron y analizaron esta brillante observación en múltiples trabajos, y se hizo evidente que sir William Jones tenía razón y que había comprendido que a la hora de comparar dos lenguas, los elementos de semejanza de sus respectivas estructuras gramaticales eran tan importantes como las semejanzas entre las palabras del vocabulario. En efecto, Jones procedió a comparar el sánscrito, el latín y el griego antiguo, todas ellas lenguas muertas por aquel entonces pero que habían florecido por la misma época, e introdujo en el análisis dos lenguas del norte de Europa, la gótica (la predecesora del alemán) y la celta, que comparó, correctamente, con el antiguo iranio (persa), la lengua en que están escritos los himnos del Avesta1, las antiguas Escrituras iraníes. Sir William Jones vio que estas semejanzas eran tan impresionantes que forzosamente tenían que ser algo más que fortuitas. Estas distintas lenguas están todas relacionadas entre sí de alguna forma. La explicación más evidente (aunque, como veremos, no la única posible) es que todas ellas tienen un origen común. La idea de que las lenguas podían estar relacionadas entre sí no era nueva. Desde hacía tiempo se sabía que muchas de las lenguas de la Europa contemporánea -por ejemplo, el italiano, el francés, el español y el portuguésestaban emparentadas, tanto en su vocabulario como en su estructura gramatical. Claro que la explicación no era difícil. La «fuente común» en este caso era el latín, que existe todavía hoy en forma escrita, y que en tiempos de sir William Jones aún se utilizaba de forma activa en algunos escritos académicos y en la liturgia de la Iglesia católica. Algunos estudiosos, muy pocos, ya habían detectado semejanzas entre el latín y el sánscrito, pero vincular todas estas lenguas tan diversas entre sí fue realmente un golpe audaz. Se consideraba sin excesivas reticencias que el gótico era la «fuente común» de algunas lenguas, como el alemán y el neerlandés, que hoy llamaríamos «germánicas». Y ya se reconocía que el sánscrito era el antecesor del hindi (con el urdu) y de muchas de las lenguas de la India, incluyendo el sindi, el nepalí, el bengalí y el cingalés. [RENFREW, Colin: Arqueología y lenguaje. La cuestión de los orígenes indoeuropeos, Barcelona, Crítica, 1990; p. 17-18] Texto 2 Tú, que has comenzado a leer estas líneas movido quizá por la curiosidad de conocer quiénes son los indoeuropeos y aprender algo de su historia, probablemente no sepas que tú mismo eres uno de ellos. Independientemente de que seas alto o bajo, rubio o moreno; de que tengas los ojos azules o negros; de que hables gallego o castellano, bable o catalán, tú, aunque no lo sepas, eres seguramente un indoeuropeo. Porque la condición de indoeuropeo no consiste en otra cosa que en tener como lengua materna una lengua indoeuropea. Nada más. Y nada menos. Nada más, porque no parece existir ningún rasgo físico asociado permanentemente desde antiguo a ese pueblo –excepto ser de raza blanca–. Y nada menos, porque la lengua, que constituye el único requisito esencial de la indoeuropeidad, no es precisamente una característica menor. Probablemente la revolución más decisiva en la historia de la Humanidad no fue ni la francesa ni la neolítica2;ni 1 Avesta: Libro sagrado del mazdeísmo o zoroastrismo, religión aparecida en el antiguo Irán y que ha llegado a nuestros días. Su fundación se atribuye a Zoroastro (conocido también como Zaratustra), que vivió en los siglos VII y VI a.C. A él se le atribuye la composición del Avesta, si bien la obra conservada procede de una recopilación de textos realizada entre los siglos IV y VI d.C.. Se dice que la obra original fue quemada en el 330 a.C. cuando Alejandro Magno destruyó Persépolis, la capital del Imperio Persa. 2 revolución neolítica: se da este nombre al conjunto de cambios que se produjeron en cierto momento de la prehistoria. A la etapa posterior a esos cambios los historiadores la llaman «Neolítico» («Nueva Edad de Piedra»). El más importante de esos cambios fue el que el hombre pasó de alimentarse únicamente de lo que la naturaleza le ofrecía, mediante la caza y la recolección de frutos y vegetales silvestres, a producir sus alimentos, mediante la agricultura y la ganadería (caza y recolección no desaparecieron pero dejaron de ser la única forma de conseguir alimentos). Los hombres –sólo una parte de ellos, realmente– se hacen sedentarios y aparecen los poblados permanentes. Es ahora también cuando aparece la cerámica. El nombre de esta etapa procede de que los útiles de piedra dejan de ser tallados (trabajados a golpes) y pasan a estar pulimentados (con un acabado fino, logrado mediante frotación). 4 su avance más decisivo la invención de la rueda o de la imprenta. Tal vez el paso crucial en la historia del hombre, el logro que marcó su destino, alejándolo para siempre de las restantes especies animales, fue el desarrollo de un lenguaje articulado1. Probablemente nuestro antepasado el homínido sólo se convirtió en hombre cuando consiguió desarrollarlo. El proceso de humanización es sinónimo de instauración del lenguaje que caracteriza a nuestra especie. La lengua es el logro más insigne de la humanidad. Con más matices que cualquier obra de arte. Más versátil que cualquier instrumento. Más complejo y sutil que cualquier otro sistema, es capaz de convertirse en seña de identidad por la que la gente está dispuesta a matar y a morir. Porque cada pueblo tiene su peculiar forma de hablar, que le confiere su identidad y lo diferencia de otros pueblos. La lengua es el rasgo primero, el más evidente, de entre los que otorgan a otra persona la condición de miembro de nuestra propia comunidad o ajeno a ella. Probablemente ningún otro factor colabora tanto a crear conciencia de comunidad diferente como el hablar una lengua distinta. Casi todos los nacionalismos modernos, de dentro y de fuera de nuestras fronteras, tienen como substrato –aunque no necesariamente exclusivo– una minoría hablante de una lengua distinta de la que habla la mayoría. [VILLAR, F.: Los indoeuropeos y los orígenes de Europa. Lenguaje e historia, Madrid, Gredos, 1991; p. 7-8] Texto 3 A. En lo que a los indoeuropeos se refiere, desconocemos tanto la forma en que ellos se llamaban a sí mismos, como el nombre o los nombres que les dieron sus vecinos cuando eran todavía un pequeño pueblo unitario. Como tal, los indoeuropeos vivieron en una época prehistórica y ningún resto escrito por ellos ha podido llegar hasta nosotros para informarnos directamente sobre ese y otros aspectos. Todo lo que sabemos sobre aquellos remotos antepasados nuestros lo conocemos a partir de los elementos que han sobrevivido en la lengua de los pueblos históricos que de ellos descienden, mediante un proceso deductivo que se parece en muchos aspectos a la solución de un problema policial. Pues bien, hay quienes creen que existen determinados indicios que podrían revelarnos el nombre que ellos se daban a sí mismos. En el extremo oriental del ámbito ocupado históricamente por los pueblos indoeuropeos encontramos un grupo de ellos que se llamaban a sí mismos ary2a s. Se trata de los habitantes de la India, Pakistán, Afganistán y Persia. Desde la más antigua literatura de la India, el libro sagrado del Rig-Veda2, hay constancia de que se designaban a sí mismos con ese nombre. Siglos más tarde, durante el Imperio Aqueménida3 (s. V a. C.) los habitantes de Persia se daban a sí mismos idéntica denominación; y de algunos personajes se decía que eran ariya-cica «de origen ario». Esa designación se encuentra también en el nombre propio del bisabuelo de Darío4, Ariyaramna (Ariaramnes). Y por lo demás, con las naturales modificaciones que las lenguas experimentan con el trascurso del tiempo, el término ha quedado en el nombre moderno del Irán y sus habitantes los iraníes o iranios. Si su presencia se limitara a ese grupo de pueblos no habría razón alguna para suponer que tal era el nombre con que los indoeuropeos se llamaban a sí mismos. Si ha habido especialistas que así lo han pensado se debe a que han creído encontrar en el extremo occidental del mundo indoeuropeo un conjunto de hechos muy similar. Como elemento integrante de antropónimos encontramos Ariomano entre los celtas y Ariovisto entre los germanos (aunque este último es el nombre del célebre caudillo de los suevos5 que tan en contacto estuvo con las tribus celtas de secuanos y eduos, a quienes sometió en época de César). Y como nombre que un pueblo se da a sí mismo y a su país, se aduce irlandés, Irlanda (Eire), que en su forma medieval es Ériu en lengua irlandesa. Al estar testimoniado el mismo hecho a la vez en los más orientales y en los más occidentales de entre los pueblos indoeuropeos, debe concluirse que ésa era la denominación originaria del pueblo indoeuropeo, que han conservado en herencia celtas, indios o iranios. Si no fuera así, habría que admitir el hecho improbable de que dos 1 lenguaje articulado: se da este nombre al lenguaje humano porque está formado por elementos distintos, separables y que pueden combinarse entre sí (los sonidos, por ejemplo). Se suele decir que es doblemente articulado: por un lado están las unidades de pronunciación, por otro lado las unidades de significado. 2 Rig-Veda: obra de la antigua India formada por un conjunto de himnos a distintos dioses. Están compuestos en una forma arcaica de sánscrito, y al menos una parte de los himnos son de época muy antigua (parece que algunos se remontan al siglo XV a.C.). Durante muchos siglos se trasmitieron oralmente. 3 Imperio Aqueménida: imperio persa que se desarrolló entre mediados del siglo VI a.C. y el último tercio del IV a.C. 4 Darío: es de suponer que se refiere a Darío I, el tercer rey del Imperio Aqueménida, que reinó entre el 522 y el 486 a.C. Durante su reinado tuvo lugar el enfrentamiento con los griegos conocido como Primera Guerra Médica. 5 suevos: pueblo germano. En el 58 a.C. penetraron en la Galia. Fueron derrotados por Julio César. 5 pueblos tan alejados entre sí en el tiempo y en el espacio, sin ponerse de acuerdo, ni tomar contacto, habrían coincidido casualmente en llamarse cada uno de ellos a sí mismo con idéntico nombre. Basados en la equiparación Arya/Ériu, esos mismos especialistas concluyeron que los indoeuropeos se llamaban a sí mismos *ariōs, palabra común de la que derivarían las formas históricas de uno y otro rincón de Eurasia. Pero sucede, por otro lado, que aparte del nombre que se dan esos pueblos, el término subsiste como palabra de uso común en sánscrito, donde arya- significa «señor», «persona perteneciente a la nobleza o a las castas superiores». Y eso disparó la imaginación de muchos, que se creyeron descendientes de un pueblo de «señores», pueblo superior a otros pueblos, que ya en sus raíces se sabía destinado a dominarlos y a señorear el mundo. B [El autor continúa diciendo que, cuando más seguros estaban los estudiosos de que ese era el nombre que se daban a sí mismos los indoeuropeos, Julius Pokorny demostró que la palabra Ériu no tiene nada que ver con la palabra ario, sino que procede por evolución fonética regular de la palabra celta primitiva *epiwerion, que significaba «La isla».] No hay razón, pues, para pensar que los celtas se llamaran a sí mismos con el nombre de *ariōs. Y por lo tanto, de los datos que se aducían para demostrar que los indoeuropeos se llamaban a sí mismos *ariōs, tan solo quedan en pie dos: 1) la presencia de ese término en antropónimos celtas y germanos como los arriba citados, y 2) que los habitantes de la India y el Irán se daban a sí mismos ese nombre. Pero la única conclusión correcta que de ellos cabría inferir es que en indoeuropeo había un adjetivo *ario que significaba «señor», o algo similar; que se utilizaba en la onomástica personal, y que uno de los grupos de pueblos indoeuropeos históricos (los indios e iranios) eligieron ese antiguo adjetivo como denominación nacional. La historia tiene a veces amargas ironías. Hace unos pocos años O. Szemerényi encontró que en ugarítico1 existe el término ary- con el significado de «pariente, miembro de la propia familia, compañero», que estaría relacionado a su vez con egipcio iry «compañero». De donde resulta que el término ario, que en su momento fue usado como bandera para el exterminio de la raza judía, tiene precisamente una procedencia semita2 y en las lenguas indoeuropeas es tan sólo un préstamo. [VILLAR, F.: Los indoeuropeos y los orígenes de Europa. Lenguaje e historia, Madrid, Gredos, 1991; p. 13-16] Texto 4 Las lenguas, en tanto que estructuras vivas habladas por individuos, van sufriendo pequeñas y sucesivas alteraciones que se acumulan progresivamente con el paso del tiempo. Y a medida que los contactos escasean, bien por razones geográficas –dificultades de comunicación–, bien por cuestiones histórico-políticas –fijación de fronteras nacionales–, o incluso por motivos religiosos o raciales, van surgiendo en una comunidad determinadas modalidades específicas del habla que, finalmente, acabarán siendo transmitidas a las generaciones siguientes. Por otro lado, cuando una comunidad logra el poder político y económico sobre las demás de su esfera lingüística, su dialecto se convierte en modelo; al utilizarlo los literatos con preferencia, va quedando fijado en su forma escrita, y con la aparición de diccionarios y gramáticas el prestigio de que goza lo termina por transformar definitivamente en la lengua nacional. [WULF, E.: Lenguaje y lenguas, Barcelona, Salvat, 1984] 1 ugarítico: lengua de la ciudad de Ugarit, situada en la costa norte de Siria. El ugarítico era una antigua lengua semítica. 2 semita: relativo a ciertos pueblos del oeste de Asia y norte de África, y a las lenguas habladas por ellos. Se les da este nombre porque, según la tradición bíblica, descienden de Sem, uno de los hijos de Noé. Actualmente pueblos semíticos son los árabes y los judíos. Pueblos semitas antiguos son los fenicios, los sirios o los asirios. El egipcio es una lengua emparentada con las lenguas semitas. [Hoy día tanto las lenguas semíticas como el egipcio y otras lenguas de África se incluyen en el grupo de lenguas afroasiáticas; hace años el egipcio y otras lenguas de África se incluían en el grupo de lenguas camíticas (por Cam, otro hijo de Noé).] 6 UNIDAD 2 ESPACIO GEOGRÁFICO DE LA CIVILIZACIÓN GRIEGA El territorio habitado por los griegos antiguos no se corresponde con ningún país moderno. Además, nunca existió Grecia como nación unificada políticamente, sino multitud de estados independientes. Podemos dividir los lugares habitados por los griegos antiguos en tres tipos: A) Lugares habitados originariamente por los griegos Son los lugares donde ya habitaban los griegos cuando aparecen en la historia como pueblo, a comienzos del primer milenio a.C. Estos lugares eran: • Grecia continental (la parte más al sur de la Península Balcánica). • Islas próximas a la Grecia continental y situadas entre ésta y la costa de Asia Menor, de las que la mayor y situada más al sur es Creta. [Asia Menor es más o menos la actual Turquía asiática.] • Costa oeste de Asia Menor. • Parte de la isla de Chipre. • Panfilia (una región del sur de Asia Menor). En algunas de estas zonas los griegos llevaban más tiempo que en otras. Las últimas pobladas por los griegos fueron al parecer las costas de Asia Menor y algunas de las islas. Se trata en general de zonas montañosas, aunque las montañas no suelen alcanzar grandes alturas (sólo unas pocas sobrepasan los 2.000 metros). Este carácter montañoso de las tierras griegas dificultaba las comunicaciones por tierra. Las costas son muy recortadas, por lo que hay buenos puertos naturales. Esto favoreció las comunicaciones marítimas. El clima es en la mayor parte del territorio el propio de las regiones mediterráneas: veranos calurosos, inviernos suaves, lluvias poco abundantes e irregulares. El suelo es, salvo en algunas regiones, poco fértil. Los cultivos más importantes –aunque no únicos– eran el cereal, la vid y el olivo. Parece que en las costas la pesca tenía gran importancia económica y que los griegos consumían bastante pescado. Los griegos criaban animales, que se empleaban como animales de labor y de tiro, en la guerra (los caballos), y también, evidentemente, como fuente de alimento (leche, parte de la cual se convertía en queso, carne), pero en la mayoría de los sitios la ganadería tenía una importancia secundaria (con relación a la agricultura), y los griegos, al parecer, comían poca carne. En general, los recursos minerales eran escasos, aunque no faltaban del todo (por ej., en Atenas había unas importantes minas de plata). Había arcillas de buena calidad, y por ello la producción de cerámica fue una importante actividad económica. En algunos lugares (por ej., la isla de Paros) había mármol de gran calidad, por lo que este material se empleó mucho en edificios públicos y en esculturas. B) Lugares ocupados durante la colonización Son los asentamientos griegos surgidos como consecuencia del proceso de colonización que tuvo lugar principalmente entre mediados del siglo VIII y mediados del VI a.C. Se extendieron por muchos lugares: • Costas del norte del mar Egeo y estrechos situados entre el mar Egeo y el mar Negro. • Costas del mar Negro. • Costa de la actual Libia (Cirene). • Sicilia y sur de Italia (a esta zona de Italia se la conocía como Magna Grecia). 7 • Costa sur de la actual Francia (Marsella). • Costa mediterránea de la Península Ibérica. Aquí, la competencia de los fenicios y, posteriormente, de los cartagineses hizo que la presencia quedara al final reducida a pequeños asentamientos en la costa de la actual Gerona (Ampurias y Rosas). En estos lugares los griegos establecieron ciudades estado, independientes por lo general de las ciudades madre. En algunas de ellas, como por ej. Siracusa (en Sicilia), la civilización griega alcanzó gran brillantez. Estas colonias estaban establecidas en lugares fértiles (por ej., Sicilia), o a veces en lugares adecuados para el comercio (por ej., Bizancio). Hubo incluso una colonia griega en el Delta del Nilo, Náucratis, establecida con permiso de los egipcios (desde el siglo VI a.C. era el único lugar de Egipto donde se permitía comerciar a los griegos). También hubo algunos asentamientos en Siria, seguramente asentamientos comerciales que no llegaron a ser estados independientes. De ellos el más importante parece que fue el de Al Mina (en la desembocadura del río Orontes, en una región de la Siria histórica que hoy forma parte de Turquía). De todas formas, la presencia griega en estos lugares seguramente es anterior a la época de las colonizaciones. C) Lugares ocupados en época de Alejandro y posteriormente Son las ciudades griegas surgidas en los territorios conquistados por Alejandro Magno a comienzos del último tercio del siglo IV a.C. Entre ellas destacan Alejandría (Egipto), Antioquía (en la región de la Siria histórica que hoy forma parte de Turquía) y Pérgamo (Asia Menor). Estas ciudades igualaron y superaron en riqueza y como centros de cultura a las viejas ciudades griegas. Estaban dentro de unos reinos cuya clase dirigente era griega o estaba helenizada, pero cuya población era mayoritariamente no griega. ******** Texto 1 [El texto pertenece a la obra Critias de Platón. En esta obra intervienen varios personajes que dialogan con Sócrates (las obras de Platón suelen tener la forma de diálogos). Uno de los personajes, Critias, narra el mito de la Atlántida, una isla situada más allá de las Columnas de Heracles (el Estrecho de Gibraltar). Dice Critias que en una ocasión los atlantes lucharon contra los pueblos que habitaban más acá de las columnas de Heracles, dirigidos por los atenienses. Los atenienses y sus aliados derrotaron a los atlantes. Está claro que en esta obra se pretende defender la bondad del sistema político y social preconizado por Platón, tanto en esta obra como en la República. Si los atenienses pudieron derrotar a un pueblo tan poderoso como los atlantes, es porque tenían un régimen de ese tipo. Platón considera que los que defiendan y gobiernen las ciudades –estamos hablando siempre de ciudades estado– deben formar un grupo diferenciado del resto de los ciudadanos. Los hombres dotados de las mejores cualidades formarán el grupo de los guardianes o guerreros, y de entre ellos los mejores serán los encargados de gobernar. Los que pertenezcan a este grupo no tendrán bienes propios, y ni siquiera una familia propia. Recibirán los alimentos y las demás cosas necesarias para la vida del resto de los ciudadanos. Los demás ciudadanos se dedicarán a la agricultura y a la artesanía, y no participarán en la defensa de la ciudad ni en su gobierno. Dice además Critias que en aquellos tiempos el Ática (el territorio de Atenas) era mucho más fértil que en su época. El texto nos interesa aquí porque, al poner en boca de Critias una comparación del Ática en el pasado y en su época, Platón nos informa de cómo era el territorio de Atenas en los siglos V y IV a.C.] En aquel tiempo, los restantes ciudadanos1 habitaban en esta región dedicados a la artesanía y al cultivo de la tierra, y los guerreros, a los que desde el principio habían separado hombres divinos2, vivían aparte, con todo lo necesario para la alimentación y la educación, sin que ninguno poseyera nada propio, ya que consideraban que todo era común a todos y no pretendían que debieran recibir de los otros ciudadanos más que la alimentación necesaria, dedicados a la práctica de todas las costumbres e instituciones que ayer mencionamos con relación a los guardianes que habíamos supuesto teóricamente. También se contaba de manera fidedigna y verdadera lo relativo a nuestra región: en primer lugar, que entonces tenía unas fronteras que se extendían hasta el Istmo3 y, en el resto 1 restantes ciudadanos: los que no pertenecían al grupo de los guerreros. 2 hombres divinos: los gobernantes filósofos. 3 Istmo: el Istmo de Corinto. Une la península del Peloponeso con el resto de Grecia continental. En la época de Platón el territorio del Istmo de Corinto pertenecía a las ciudades estado de Corinto y de Mégara. Parece que en el texto se quiere decir que en el pasado el territorio ateniense era más amplio en esta zona (es de suponer que por ocupar parte o todo el territorio que en tiempos de Platón pertenecía a Mégara). 8 de la tierra firme, hasta las cimas del Citerón y el Parnes1 y que el límite bajaba con la Oropía2 a la derecha y a la izquierda bordeando el Asopo desde el mar y que esta región superaba en calidad a toda la tierra. Por ello entonces era también capaz de alimentar a un gran ejército exento de las actividades agrícolas. Una prueba contundente de su calidad: lo que ahora queda de ella puede competir con cualquier otra región por la variedad y bondad de su producción agrícola y por poseer buenos pastos para todo tipo de animales. Entonces, además de la calidad, también producía todo esto en abundancia. ¿Cómo puede ser esto plausible y en qué sentido podría afirmarse con razón que es un resto el suelo de entonces? Toda la región que se interna profundamente en el mar a partir de la tierra firme es como un cabo. El mar que la rodea es profundo cerca de la costa en todas partes. Como se produjeron muchas y grandes inundaciones en los nueve mil años – pues todos estos años transcurrieron desde esa época hasta hoy– lo que se desliza desde las alturas en los procesos que tienen lugar en estos tiempos no se apila, como en otros lugares, en un montículo digno de mención, sino que fluye siempre en círculo y desaparece en la profundidad. En comparación con lo que había entonces, lo de ahora ha quedado – tal como sucede en las pequeñas islas– semejante a los huesos de un cuerpo enfermo, ya que se ha erosionado la parte gorda y débil de la tierra y ha quedado sólo el cuerpo pelado de la región. Entonces, cuando aún no se había desgastado, tenía montañas coronadas de tierra y las llanuras que ahora se dicen de suelo rocoso estaban cubiertas de tierra fértil. En sus montañas había grandes bosques de los que persisten signos visibles, pues en las montañas que ahora sólo tienen alimento para las abejas se talaban árboles no hace mucho tiempo para techar las construcciones más importantes cuyos techos todavía se conservan. Había otros muchos árboles útiles y la zona producía mucho pienso para el ganado. Además, gozaba anualmente del agua de Zeus3 sin perderla, como sucede en el presente que fluye del suelo desnudo al mar; sino que, al tener mucha tierra y albergar el agua en ella, almacenándola en diversos lugares con la tierra arcillosa que servía de retén y enviando el agua absorbida de las alturas a las cavidades, proporcionaba abundantes fuentes de manantiales y ríos, de las que los lugares sagrados4 que perduran hoy en las fuentes de antaño son signos de que nuestras afirmaciones actuales son verdaderas. [PLATÓN: Critias, Madrid, Gredos, 1992] Texto 2 [El autor trata de los principales rasgos geográficos de la Grecia propiamente dicha (donde se formó la civilización griega). Relaciona estos rasgos con algunas características de la civilización griega. El libro se publicó en 1951, por lo que lo que dice sobre la Grecia actual se refiere a algunos años antes.] A) Grecia es hoy un país pobre; en la antigüedad era más rico y sustentaba a una mayor población, pero carecía de lujo. Un acemilero5 griego actual puede aguantar días enteros con una hogaza de pan y unas pocas aceitunas; su antepasado de la época clásica era igualmente frugal. Pan de cebada, aceitunas, un poco de vino, pescado como un regalo, carne solamente en los feriados importantes; esa era la dieta habitual. Como ha dicho Zimmer6, la comida ática corriente constaba de dos platos, el primero una especie de potaje, y el segundo, también una especie de potaje. Era una dieta bastante escasa, aunque debidamente interrumpida por libaciones, pero que, unida a la vida al aire libre del griego común, nutrió una vigorosa raza de hombres. B) No debemos abandonar este punto referente al clima griego, sin considerar sus efectos sobre la vida griega y en especial sobre la vida ateniense. En primer término, esa forma de existencia capacitaba al griego para reducir al mínimo sus complicaciones. En Grecia se puede llevar una vida activa con mucho menos alimento que el que se necesita en los climas más rigurosos; pero, además, el griego –el hombre griego7– podía pasarse y se pasaba la mayor parte de sus horas de ocio fuera de su casa. Esto significa que tenía más tiempo libre; no necesitaba trabajar para comprar sillones y carbón. 1 Citerón... Parnes: son dos montes situados al norte del territorio ateniense. 2 Oropía: región en torno a la ciudad de la ciudad de Oropo, recorrida por el río Asopo. Esta región fue disputada por atenienses y beocios. 3 agua de Zeus: Zeus era, entre otras cosas, el dios del cielo, y, por tanto, él enviaba la lluvia y los rayos. 4 lugares sagrados: los manantiales se consideraban lugares sagrados porque se creía que junto a ellos vivían las Náyades, unas Ninfas. Las Ninfas eran unas diosas, unas divinidades secundarias (y un poco especiales, pues al menos parte de ellas no eran inmortales). Se consideraba que las Ninfas estaban vinculadas a algunos elementos de la naturaleza: montes, árboles, fuentes y lagos, el mar. 5 acemilero: arriero, persona que se dedicaba a trasportar mercancías en animales de carga (normalmente mulas). 6 Zimmer: debe de ser un historiador o filólogo, pero no puedo identificarlo. 7 el hombre griego: se refiere a los varones, frente a las mujeres. 9 Después de todo, la razón por que nosotros los ingleses hemos inventado le confort anglais reside en que solo podemos sentirnos cómodos y tibios dentro de las casas. El ocio que disfrutaban los atenienses suele atribuirse popularmente a la existencia de la esclavitud. La esclavitud tenía algo que ver con ello, pero no tanto como el hecho de que los griegos pudieran prescindir de las tres cuartas partes de las cosas cuya obtención nos quita el tiempo. De esta manera, al emplear fuera de su casa el ocio que en buena parte había obtenido gracias a esa facilidad de prescindir de tantas superficialidades que nosotros juzgamos necesarias, o las consideramos así, el griego, ya en la ciudad o en la villa, logró afinar su ingenio y depurar sus formas de convivencia mediante la asidua comunicación con el prójimo. Pocos pueblos han sido tan plenamente sociables. KITTO, H.D.F.: Los griegos, Buenos Aires, EUDEBA, 1982 [le edición original es de 1951]; p. 45-49 10 UNIDAD 3 HISTORIA DE GRECIA (I) Como Grecia nunca formó una unidad política, más que hablar de Grecia habría que hablar de los griegos, que estaban unidos por lengua y cultura. Los griegos tenían conciencia de ser un pueblo distinto de otros pueblos, y se daban un nombre común, ~Ελληνgς (propiamente ‘helenos’, pues la palabra «griego» es de origen latino –de «Graecus»–). A los demás pueblos, independientemente del nombre concreto que dieran a cada uno, en conjunto los llamaban βάρβαροι (‘bárbaros’, que hace referencia a que no hablan griego). Edad de Bronce Durante la Edad de Bronce (milenio II a.C.) se desarrollaron en el sur de la Península Balcánica e islas cercanas dos grandes civilizaciones: la minoica y la micénica. La civilización minoica o cretense floreció en Creta entre los siglos XX y XV a.C. Fue una civilización marítima, que, según parece, controlaba los mares cercanos. Uno de sus rasgos más destacados era la existencia de grandes palacios. Al parecer, desde ellos se dirigía la economía y eran centros políticos y religiosos. Los cretenses emplearon una escritura, a la que se da el nombre de Lineal A, que no ha sido descifrada. Entre los siglos XVI y XII a.C. se desarrolla en Grecia continental la civilización micénica (este nombre procede de que la ciudad de Micenas era uno de sus centros principales). Los micénicos recibieron una gran influencia de la civilización cretense, a la que acabaron por dominar. De los cretenses tomaron la organización económica y social en torno a grandes palacios. Tomaron también el sistema de escritura y lo adaptaron a su lengua. Esta escritura, a la que se le da el nombre de Lineal B, ha sido descifrada, y se ha descubierto que la lengua que se escribe con ella es una forma arcaica de griego, de donde se deduce que los micénicos eran griegos. A partir del siglo XII a.C. la civilización micénica va desapareciendo, parece ser que debido a la llegada de otros griegos, los dorios, y aparece otra civilización, la griega propiamente dicha. ******** Texto 1 [Los antiguos griegos no conocían realmente la historia de la época que nosotros llamamos «Edad de Bronce»; pero es en esos siglos donde situaban los mitos en los que intervenían sus héroes. Los historiadores griegos del siglo V a.C. consideraban los relatos míticos ciertos en lo esencial, aunque adornados por los poetas. En ellos se basaban para intentar reconstruir la historia primitiva de los griegos. En esos mitos posiblemente se trasmitieran noticias ciertas, como el que Creta –personificada en el rey cretense Minos– dominaba el mar.] Minos es el más antiguo de los que por oídas sabemos que poseyó una flota y dominó en una gran extensión el mar actualmente helénico, ejerció su poder en las Cícladas1 y fue el primer colonizador de muchísimas de ellas, tras expulsar a los carios2 e imponer como jefes a sus hijos. Como era de esperar, eliminó del mar la piratería, en la medida en que pudo para que afluyesen más los recursos a él. Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, I, 4 [TUCÍDIDES: Historia de la Guerra del Peloponeso, Madrid, Cátedra, 1988; p. 52; edición y traducción de Francisco Romero Cruz] Texto 2 [ La tradición, trasmitida sobre todo por los poetas épicos, había hecho llegar a los griegos de siglos posteriores la fama de Micenas como una poderosa ciudad. Sin embargo, en el siglo V a.C. (cuando está escrita la obra a la que pertenece este texto) Micenas era una pequeña ciudad, lo que sin duda llevaba a muchos a dudar de que Micenas hubiera sido tan 1 Cícladas: islas situadas en el mar Egeo (en el norte de la mitad sur de este mar). 2 carios: antiguo pueblo de lengua indoeuropea. En la época en que se desarrolló la civilización griega los carios habitaban en el suroeste de Asia Menor. Parece que antes de que los griegos las ocuparan las islas del Egeo los carios vivían al menos en algunas de ellas. 11 poderosa en el pasado como decía la tradición.] Por otra parte, no tendría uno un buen indicio para desconfiar de que la expedición no fue tan grande como dicen los poetas y mantiene la fama, si se basara en que Micenas era pequeña o en que tal ciudad de las de entonces ahora parece de poca importancia; pues si se despoblara la ciudad de los lacedemonios y quedaran los templos y las plantas de las construcciones, me imagino que andando el tiempo los venideros dudarían mucho de su fuerza comparándola con su fama –y, sin embargo, habitan las dos quintas partes del Peloponeso y tienen la hegemonía de todo él y de muchos aliados de fuera; pero como la ciudad no está construida formando unidad, ni tiene templos ni edificios lujosos, sino que está constituida por aldeas a la manera antigua de Grecia, aparecería inferior–; mientras que si les pasara eso mismo a los atenienses, los venideros conjeturarían, apoyándose en el aspecto de la ciudad, que su fuerza era doble de la real. No es por tanto lógico desconfiar ni mirar más la apariencia de las ciudades que su fuerza, sino que hay que pensar que aquella expedición fue mayor que todas las anteriores, pero inferior a las de ahora, si también en esto hemos de creer al poema de Homero, que es natural que, como poeta, la adornara engrandeciéndola, y, sin embargo, aparece aun así como inferior. Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, I, 10 [TUCÍDIDES: Historia de la Guerra del Peloponeso, I, Madrid, Ed. Hernando, 1984; p.93-94; traducción de Francisco Rodríguez Adrados] ********* Época Oscura La Época Oscura (llamada así porque se sabe muy poco de ella) va del siglo XI al VIII a.C. Lo que podemos decir de esta época procede en buena medida de lo que podemos deducir de las obras de Homero. Homero fue un poeta griego que vivió entre finales de esta época y comienzos de la siguiente, pero sus obras (la Ilíada y la Odisea) reflejan en parte la sociedad griega de la Época Oscura (en parte reflejan también el mundo griego de la Edad de Bronce). Por eso, a esta etapa de la historia de los griegos se le da también a veces el nombre de Época Homérica. La Época Oscura es el comienzo de la Edad de Hierro en Grecia. En esta época tuvieron lugar dos hechos muy importantes en la historia del pueblo griego. Por un lado, los griegos, que hasta entonces habitaban en el sur de la Península Balcánica y en las islas cercanas, se establecieron en las costas de Asia Menor. Por otro, los griegos tomaron el alfabeto de los fenicios y lo adaptaron a su propia lengua. La economía se basaba en la agricultura y la ganadería, con una industria y un comercio al parecer poco desarrollados. Según parece, la sociedad estaba dividida en unos grupos bien diferenciados: 1. Familias nobles, que eran grandes propietarias de tierras. 2. Pequeños propietarios de tierras. 3. Un grupo formado por artesanos, comerciantes y personas con oficios diversos, como médicos, adivinos o poetas. 4. Jornaleros. Trabajaban para otros y su situación económica y social parece que era bastante mala. 5. Esclavos. Se dedicaban al servicio doméstico y a la agricultura. Aún poco numerosos, en su mayor parte eran, al parecer, prisioneros de guerra. Estos grupos sociales permanecerán a lo largo de toda la historia de Grecia, aunque naturalmente sufrirán cambios. El sistema político de la época oscura es la monarquía. No es una monarquía absoluta, sino que el poder del rey está limitado por los aristócratas, que forman parte del consejo, órgano que tiene gran poder y al que el rey debe consultar antes de tomar decisiones importantes. El máximo órgano de decisión es la asamblea, formada por todos los hombres libres con plenitud de derechos; pero parece que realmente tenía poco poder, limitándose a corroborar lo decidido por el consejo. Los aristócratas irán restando poder a los reyes, y sus funciones las irán asumiendo distintos magistrados, pertenecientes a la aristocracia. En la mayoría de los sitios 12 los reyes acabaron por desaparecer. Asamblea, consejo y magistrados serán tres elementos presentes en los distintos sistemas políticos de los griegos a lo largo de sus historia. ******** Texto 3 [Aunque no puede afirmarse que la sociedad reflejada en las obras de Homero corresponda a la Época Oscura, seguramente las escenas referidas a la vida cotidiana reflejan en buena medida la sociedad de esta época, puesto que Homero vivió entre finales de la Época Oscura y comienzos de la Época Arcaica. En este texto se describen las escenas con las que el dios Hefesto decora el escudo que fabrica para el guerrero griego Aquiles. Para representar estas figuras emplea oro, plata y estaño. Las escenas de la vida cotidiana que se describen corresponden al trabajo en el campo. Evidentemente, están idealizadas.] También representó un mullido barbecho, fértil campiña, ancho, que exigía tres vueltas. En él muchos agricultores guiaban las parejas acá y allá, girando como torbellinos. Cada vez que daban media vuelta al llegar al cabo del labrantío, un hombre con una copa de vino, dulce como la miel, se les acercaba y se la ofrecía en las manos; y ellos giraban en cada surco, ávidos por llegar al término del profundo barbecho, que tras sus pasos ennegrecía y parecía tierra arada a pesar de ser de oro, ¡singular maravilla de artificio! Representó también un dominio real. En él había jornaleros que segaban con afiladas hoces en las manos. Unas brazadas caían al suelo en hileras a lo largo del surco, y otras las iban atando los agavilladores en hatos con paja. Tres agavilladores había de pie, y detrás había chicos que recogían las brazadas, las cargaban en brazos y se las facilitaban sin demora. Entre ellos el rey se erguía silencioso sobre un surco con el cetro, feliz en su corazón. Los heraldos se afanaban en el banquete aparte bajo una encina y se ocupaban del gran buey sacrificado; y las mujeres copiosa harina blanca espolvoreaban para la comida de los jornaleros. Representó también una viña muy cargada de uvas, bella, áurea, de la que pendían negros racimos y que de un extremo a otro sostenían argénteas horquillas. Alrededor trazó un foso de esmalte y un vallado de estaño; un solo sendero guiaba hasta ella, por donde regresaban los porteadores tras la vendimia. Doncellas y mozos, llenos de joviales sentimientos, transportaban el fruto, dulce como miel, en trenzadas cestas. En medio de ellos un muchacho con una sonora fórminge1 tañía deliciosos sones y cantaba una bella canción de cosecha con tenue voz. Los demás, marcando el compás al unísono, le acompañaban con bailes y gritos al ritmo de sus brincos. Homero, Ilíada, XVIII, 541-572 [ HOMERO: Ilíada, Madrid, 1991; p. 483-484; traducción de Emilio Crespo Güemes] 1 fórminge: instrumento de cuerda. Era del tipo de la lira o la cítara, pero con menos cuerdas (parece que sólo cuatro). 13 UNIDAD 4 HISTORIA DE GRECIA (II) Época Arcaica La época arcaica (de mediados del siglo VIII a comienzos del V a.C.) fue una época de grandes tensiones económicas, sociales y políticas. Muchos pequeños propietarios de tierras se endeudaron y, si no podían pagar sus deudas, perdían las tierras o tenían que entregar una parte de las cosechas; incluso perdían la libertad, si habían avalado los préstamos con su persona. Ante esta situación, los pequeños propietarios reclaman el perdón de deudas y la prohibición de esclavizar por deudas. Además, se reclaman repartos de tierras. El problema se agrava por un aumento demográfico, que el sistema económico no puede absorber. La escasez de tierras o su mal reparto fue al parecer una de las causas de la colonización, que es uno de los hechos más destacados en la historia del pueblo griego y que tuvo lugar en la Época Arcaica. La colonización consistía en establecer a parte de la población en otro lugar, fundando una ciudad. Estas nuevas ciudades eran en general independientes y sólo les unía a la ciudad madre lazos religiosos. El proceso de colonización (de mediados del siglo VIII a mediados del VI a.C.) dio lugar a la aparición de ciudades griegas en muchas partes del litoral del mar Mediterráneo y del mar Negro. [A la colonización de esta época se le da a veces el nombre de «segunda colonización», para distinguirla del establecimiento de griegos en Asia Menor que tuvo lugar en la Época Oscura.] La colonización fue fundamentalmente agrícola (se buscan tierras para cultivar), pero contribuyó al desarrollo del comercio, que a su vez favoreció el de la artesanía, pues se comerciaba, entre otros, con productos de artesanía (por ej., se vendía cerámica y se compraba grano). El desarrollo del comercio y la artesanía hace que aparezcan personas enriquecidas con estas actividades, con lo que ya los ricos no son sólo los miembros de las antiguas familias nobles. Por otro lado, fue también en esta época cuando se introdujo la moneda (parece que los griegos comenzaron a acuñar moneda en el siglo VI a.C., imitando a los lidios, pueblo de Asia Menor que sometió a algunas ciudades griegas). La moneda facilitó el comercio e hizo que la riqueza no se midiera ya sólo en tierras o ganado. Debido a la colonización y al desarrollo del comercio los cultivos de cereales se vieron perjudicados en muchas de las antiguas ciudades griegas: al ser con frecuencia las tierras de Grecia poco fértiles, el grano producido en ellas resultaba caro en comparación con el producido en algunas colonias (por ej., Sicilia) o en zonas con las que se comerciaba (por ej., Egipto o la costa norte del mar Negro). En cambio, los cultivos de la vid y el olivo se vieron favorecidos, pues se daban bien en Grecia. En el campo político, en la época arcaica el dominio que venía ejerciendo la vieja aristocracia encuentra, en muchos sitios, una fuerte oposición. Por una parte, los nuevos ricos desean intervenir en la vida política en condiciones similares a los nobles. Por otra parte, el resto de la población quiere tener una participación real en el gobierno. Los ciudadanos pertenecientes a lo que podemos llamar clase media desempeñaban un importante papel en la defensa de la ciudad estado, puesto que el cuerpo principal de los ejércitos griegos era la infantería pesada (los hoplitas), que estaba integrada por ciudadanos de esa clase media. En cambio, la caballería, que estaba integrada por los ciudadanos de la clase más alta, tenía en esos momentos una importancia secundaria. Este hecho daba fuerza a las demandas de los ciudadanos de clase media de tener una participación en el gobierno de la ciudad estado: al darse cuenta de que son importantes en la defensa de la ciudad, piden que se les tenga en cuenta al tomar las decisiones importantes. En esta situación de inestabilidad social y política aparecen los legisladores y los tiranos. Los legisladores son personajes a los que sus conciudadanos encargan que promulguen leyes, con el fin de acabar con las tensiones y los enfrentamientos entre los ciudadanos. Estas leyes se escriben, para que todos puedan conocerlas y evitar así que los que ocupan cargos públicos las incumplan o las apliquen de forma arbitraria. En ocasiones parece que el legislador lo que hizo es escribir leyes trasmitidas hasta entonces de forma oral; en otros casos se introducían cambios en las leyes, y otras veces se establecían leyes nuevas. Entre los legisladores destaca Solón de Atenas (comienzos del siglo VI a.C.). Solón prohibió la esclavitud por deudas, y parece que llevó a cabo una cancelación de las deudas que había en ese momento (algunos 14 historiadores creen que seguramente no se cancelaron todas las deudas, pues eso habría sido una medida demasiado radical, que no parece propia de un personaje moderado como Solón). Por otro lado, dividió a los ciudadanos atenienses en cuatro clases, de acuerdo con sus ingresos anuales. Así, los nuevos ricos se igualaban con la nobleza de sangre. Se establece cuál es la participación de cada clase en el gobierno y sus obligaciones: a mayores ingresos, mayor participación y mayores obligaciones. En todo caso, todos los ciudadanos tienen alguna participación, pues pertenecen a la Asamblea, a la que se dotó de poderes reales. [Como ocurrió siempre, los esclavos, que van haciéndose cada vez más numerosos, no contaban para nada.] Las leyes de Solón supusieron el principio de la democratización de Atenas. Los tiranos eran personajes, generalmente aristócratas, que se hacen con el poder aprovechándose de la inestabilidad social y política. Para alcanzar el poder y mantenerse en él suelen servirse de la fuerza, pero además se atraen el apoyo del pueblo con diversas medidas: hacen préstamos en buenas condiciones a los pequeños propietarios de tierras, llevan a cabo obras públicas para dar trabajo a los jornaleros, reparten tierras o favorecen la cultura o la religiosidad popular. Uno de los tiranos griegos más destacados fue Pisístrato, en Atenas. Era un noble que gozaba de gran popularidad por haberse distinguido en la guerra contra Megara. Las reformas de Solón no habían logrado traer la estabilidad social y política a Atenas. Se habían formado dos bandos o «partidos»: el partido de las llanuras y el partido de la costa. Pisístrato formó en torno a él otro «partido», el de la montaña. Entre los partidos había continuos enfrentamientos. Pisístrato se hizo con el poder en tres ocasiones (la primera h. 560). Las dos primeras veces debió abandonarlo al poco tiempo, pero cuando se hizo con el poder por tercera vez (h. 546) se mantuvo en él hasta su muerte (528/527 a.C.). Parece que ejerció el poder con moderación. A su muerte le sucedieron sus hijos Hiparco e Hipias, y tras el asesinato de Hiparco (514 a.C.) queda Hipias como tirano. Finalmente, en el 510 a.C. Hipias es derrocado con la ayuda del ejército espartano. Durante la tiranía, Atenas alcanzó un gran desarrollo económico. Prosperan los pequeños campesinos y se desarrollan la artesanía y el comercio. La moneda ateniense tiene un gran prestigio en el mundo griego. Las cerámicas atenienses se venden por todo el Mediterráneo. Se produce también un desarrollo cultural (de esta época son los inicios del teatro, por ejemplo), y se levantan grandes templos. Así, al final de la Época Arcaica Atenas es una de las ciudades estado más importantes de Grecia. En Atenas a finales de la Época Arcaica se llevaron a cabo una serie de reformas que dieron lugar a que se estableciera la democracia como forma de gobierno. El principal promotor de estas reformas fue Clístenes. Un rasgo fundamental de este régimen era la isonomía, es decir, la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos. Los ciudadanos gozaban de igualdad en los asuntos privados, y, si bien no todos los ciudadanos podían ocupar todos los cargos públicos (para ocupar algunos había que tener determinadas rentas mínimas), todos podían hablar en la Asamblea, y todos votaban, y el voto de todos valía lo mismo. Tengamos en cuenta, en todo caso, que sólo los ciudadanos varones podían intervenir en los asuntos públicos (ni extranjeros ni mujeres ni esclavos tienen ningún derecho político). ******** Texto 4 [En el 593/594 Solón es elegido arconte con plenos poderes para reformar las leyes. El cargo de arconte era el cargo público más elevado.] Colocado, pues, Solón al frente de los negocios, libertó al pueblo para el presente y para el futuro con la prohibición de préstamos sobre la persona, y puso leyes e hizo una cancelación de las deudas privadas y públicas, que llaman «descarga», pues fue como si se hubieran quitado de encima un peso. En esto intentan algunos calumniarle, pues aconteció que cuando Solón iba a realizar la «descarga» se lo dijo a alguno de los nobles, y después, como los populares dicen, maniobraron los amigos a costa de él, o, según los que prefieren calumniar, él mismo tomó parte. Pues tomaron aquéllos a préstamo y compraron muchas tierras, y al poco, al llegar la cancelación de las deudas, se enriquecieron, de lo cual dicen que resultaron los que después fueron tenidos por «ricos antiguos». Y ahora bien, más creíble es lo que dicen los populares, pues no es verosímil que habiendo sido en lo demás tan moderado y llano que, pudiendo, con someter a los demás, hacerse tirano de la ciudad, se dejó tomar odio por unos y por otros y tuvo en más lo justo y la salvación de la ciudad que su propia codicia, fuese a mancharse en cosas tan pequeñas e indignas. Aristóteles, La constitución de Atenas, 6 [ARISTÓTELES: La constitución de Atenas, Madrid, IEP, 1970; p.55 y 57; edición y traducción de Antonio Tovar] 15 Texto 5 [Los atenienses otorgan a Solón mucho poder. En esta situación, si hubiera querido, podría haberse hecho tirano fácilmente, pero no era esa su intención. Solón, que era poeta, habla en varios de sus poemas de lo que hizo.] Y yo, ¿por qué me retiré antes de conseguir aquello a lo que había convocado al pueblo? De eso podría atestiguar en el juicio del tiempo la madre suprema de los dioses olímpicos muy bien, la negra Tierra, a la que entonces yo le arranqué los mojones1 hincados por doquier. Antes era esclava, y ahora es libre. Y reconduje a Atenas, que por patria les dieron los dioses, a muchos ya vendidos, uno justa y otro injustamente, y a otros exiliados por urgente pobreza que ya no hablaban la lengua del Ática, de tanto andar errantes. Y a otros que aquí mismo infame esclavitud ya sufrían, temerosos siempre de sus amos, los hice libres. Eso con mi autoridad, combinando la fuerza y la justicia, lo realicé, y llevé a cabo lo que prometí. Leyes a un tiempo para el rico y el pobre, encajando a cada uno una recta sentencia, escribí. Si otro, en mi lugar, tiene la vara, un tipo malévolo y codicioso de bienes, no hubiera contenido al pueblo. Si yo decido un día lo que a los unos les gustaba entonces, y al otro lo que planteaban los contrarios, esta ciudad habría quedado viuda de muchos hombres. Frente a eso, sacando vigor de todos lados me revolví como un lobo acosado por perros. Solón, 24D [Antología de la poesía lírica griega (Siglos VII-IV a.C.),Madrid , Alianza Editorial, 1983; p. 46-47.; selección, prólogo y traducción de Carlos García Gual] Texto 6 [Las reformas de Solón no lograron acabar con las discordias y luchas en Atenas. Aprovechándose de esta situación, Pisístrato se hace con el poder, convirtiéndose en tirano. Tres veces se hizo con el poder. Aquí se habla de la primera vez.] Continuaban con malas voluntades, unos teniendo como motivo y pretexto la abolición de las deudas (pues éstos se habían convertido en pobres), otros estaban disgustados con la constitución por el gran cambio, algunos por la mutua discordia. Eran los bandos tres: uno el de los costeros, que dirigía Megacles, hijo de Alcmeón, los cuales parecía procuraban, sobre todo, una constitución moderada; otro el de los del llano, que defendían la oligarquía, y era su jefe Licurgo; la tercera facción era la de los de las alturas, a cuyo frente estaba Pisístrato, que era tenido por el más popular. Formaban entre estos últimos los que habían sido privados de sus créditos, por falta de recursos, y los que no eran de estirpe pura, por miedo; y la prueba es que cuando después de la caída de los tiranos se hizo un recuento de ciudadanos, no les resultó éste favorable a muchos que disfrutaban de la ciudadanía. Cada bando tenía su nombre por los lugares en que labraban el campo. Tenido Pisístrato como el más popular, y habiéndose distinguido mucho en la guerra contra Mégara, se hizo él mismo heridas y convenció al pueblo de que como esto le había pasado por obra de sus enemigos de facción, se le concediese una guardia para su persona, siendo Aristión el que propuso el decreto. Y habiendo tomado a los que se llamaron maceros, se levantó con ellos contra el pueblo y se apoderó de la Acrópolis en el año trigésimo segundo después de la promulgación de las leyes, siendo arconte Comeas2. Aristóteles, La constitución de Atenas, 13-14 [ARISTÓTELES: La constitución de Atenas, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1970; p. 73-75; edición y traducción de Antonio Tovar] 1 mojones: parece que se trata de señales que se ponían en las tierras de los deudores, o quizá sólo en las de los que debían entregar parte de la cosecha a los que les habían hecho préstamos que no habían podido devolver. 2 siendo arconte Comeas: corresponde al año 561/60 a.C. 16 UNIDAD 5 HISTORIA DE GRECIA (III) Época Clásica El paso de la época arcaica a la época clásica se sitúa en las Guerras Médicas (490 y 480 a.C.). En ellas los griegos se enfrentaron con el Imperio Persa. [Se les da este nombre porque los griegos de la época no distinguían bien a los persas de los medos, un pueblo cercano, también iranio.] Los griegos derrotaron al Imperio Persa. Para defenderse, buena parte de los griegos se aliaron. Esta alianza estaba dirigida por Esparta, la mayor potencia militar por tierra, al tiempo que Atenas, que tenía una potente flota de guerra, era la segunda ciudad en importancia. Tras las Guerras Médicas, Atenas ejerce sobre gran parte de los griegos su hegemonía. Lo hace a través de la Liga Délica. Ésta era una alianza entre Atenas y otras ciudades griegas que surge cuando Esparta y sus aliados rompen con Atenas. Dirigía la Liga Atenas, que ponía la mayor parte de los medios militares mientras que la mayoría de las ciudades sólo aportaban dinero. [Se le da este nombre porque en un principio Delos era el lugar de reunión y el lugar donde se guardaba el tesoro. Posteriormente, tras una derrota de los atenienses frente a los persas en Egipto, el tesoro y el lugar de reunión se trasladaron a Atenas. Delos era una pequeña isla donde había un famosos santuario del dios Apolo, y que por eso era considerada sagrada, pero, en caso de ataque persa, era muy vulnerable.] Esta liga tenía como finalidad continuar la lucha contra los persas, pero acabó convirtiéndose en un imperio ateniense. Los atenienses administraban como querían el tesoro de la Liga (lo usaron, por ej., para construir edificios públicos en Atenas) y las ciudades supuestamente aliadas estaban subordinadas a Atenas. Algunas ciudades no estaban de acuerdo con esta situación sobre todo después de la firma de la paz con los persas, pero Atenas no permitía que se salieran de la Liga, usando para impedirlo, si era preciso, la fuerza. Uno de los principales promotores de este imperialismo ateniense fue Pericles, que ocupó durante muchos años altos cargos militares. Aunque pertenecía a una familia noble, fue uno de los principales defensores de la democracia radical. En esta democracia el pueblo –entendido como el conjunto de ciudadanos varones mayores de edad y no privados de sus derechos políticos– tenía todo el poder, que ejercía reunido en la Asamblea (¦κκλησία). En estos momentos Atenas alcanzó un gran desarrollo económico. Al tiempo, también otras ciudades vieron favorecida su economía por la estabilidad y seguridad de las rutas marítimas que proporcionaba la hegemonía ateniense. Tal esplendor económico va acompañado de un esplendor cultural. Atenas atrae a las más importantes figuras de la cultura griega del momento, y en esta ciudad el arte y la literatura alcanzan un altísimo nivel (es, por ej., la época del escultor Fidias y del poeta Sófocles). A partir de ahora el dialecto ático será el más usado en la literatura, sobre todo en la prosa. La creación de un imperio por parte de Atenas hizo que las relaciones con Esparta empeoraran. Atenas y Esparta se enfrentaron en varias ocasiones. Hacia 451 a.C. Atenas y Esparta firman una paz que debía durar 30 años, pero en el 431 estalla la Guerra del Peloponeso. Atenas y sus aliados lucharon contra Esparta y sus aliados en una larga guerra (del 431 al 404, con un periodo de paz entre el 421 y el 415). La guerra acabó con la derrota de Atenas, que perdió su imperio y ya nunca recobraría su antiguo poder. La derrota de Atenas incluso puso en peligro la continuidad del régimen democrático, al que muchos atenienses consideraban responsable de ésta, porque creían que permitía que la ciudad fuera gobernada por los peores ciudadanos. En el 404 a.C., poco después de la rendición ateniense, el gobierno de Atenas se puso en manos de treinta ciudadanos, a los que se conoce como los Treinta Tiranos, o los Treinta. Los Treinta establecieron un régimen de terror. Muchos ciudadanos y metecos (extranjeros residentes en Atenas) fueron ejecutados –se habla de unos 1.500–, y otros muchos tuvieron que huir. Al poco tiempo, un pequeño ejército de demócratas entró en Atenas. Finalmente, en 403, se restableció la democracia, y para facilitar la reconciliación se decretó una amnistía para la mayoría de los que habían participado en el régimen de los Treinta. La Guerra del Peloponeso causó un enorme daño a la economía de Grecia, debido a las devastaciones, a 17 las dificultades para el comercio y a la pérdida de población que causó. Durante el siglo IV a.C. tendrá lugar una concentración de la riqueza: pequeños grupos de personas se enriquecen, al tiempo que parte de la población se empobrece. Por otro lado, el número de esclavos crece y éstos desempeñan un papel cada vez más importante en la economía. A pesar de los problemas económicos, el siglo IV a.C. sigue siendo una época de esplendor cultural. Sigue produciéndose un arte y una literatura de gran calidad. Es también la época de los grandes filósofos griegos Platón y Aristóteles. Con el fin de la Guerra del Peloponeso no acabaron los enfrentamientos entre las ciudades griegas, sino que las guerras fueron continuas. La hegemonía fue ejercida primero por Esparta (tras su victoria frente a Atenas), luego de nuevo por Atenas (constituye un nuevo imperio marítimo, aunque no llega a ser tan importante como la Liga Délica) y después por Tebas. Los enfrentamientos entre las ciudades griegas son aprovechados por Filipo, el rey de Macedonia, para intervenir en los asuntos griegos y hacerse con el control de Grecia. [Los macedonios no eran griegos, pero la influencia de la cultura griega en Macedonia era muy grande.] Filipo, en general, no estableció un dominio directo sobre las ciudades griegas, sino que las controlaba favoreciendo a los grupos políticos partidarios suyos. Reunió a buena parte de los estados griegos en una alianza que él dirigía. Entre las finalidades de esta alianza estaba la lucha contra los persas, que se retomó de nuevo como elemento de unión de los griegos (los persas, al final de la Guerra del Peloponeso, habían vuelto a conquistar las ciudades griegas de Asia Menor que habían recuperado su independencia tras la victoria griega en las Guerras Médicas). ********* Texto 7 Después de rechazar unidos al bárbaro, sin tardar mucho se pusieron del lado de los atenienses o del de los lacedemonios quienes habían hecho defección del rey persa y habían colaborado en la guerra contra él. Ésos sobresalían como las mayores potencias, los unos terrestre, los otros marítima. Durante un corto lapso de tiempo se mantuvo la alianza, pero después, tras separarse, lacedemonios y atenienses se enzarzaron en una guerra ayudados por sus aliados; y respecto a los demás griegos, en cuanto alguno tenía diferencias con otro, enseguida se aliaba a ésos. En consecuencia, por el hecho de estar en guerra permanente desde las Guerras Médicas hasta ésta, unas veces con treguas, otras en guerra abierta, ya entre sí, ya contra sus propios aliados que intentaban separarse, contaban con una excelente preparación militar y se habían vuelto más experimentados gracias al adiestramiento en empresas peligrosas. Los lacedemonios ejercían el liderazgo sobre sus aliados sin someterlos a tributo, aunque, de modo conveniente para sus intereses, se cuidaban de que se rigiesen por un sistema oligárquico. En cambio, los atenienses con el trascurso del tiempo acabaron adueñándose de las naves de las ciudades aliadas, salvo las de Quíos y Lesbos, e imponiendo tributo a todas; su equipamiento para esta guerra fue superior al que tuvieran en cualquier otro momento, en el que por contar con todos los efectivos aliados intactos hubieran alcanzado la plenitud de sus fuerzas. Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, I, 18-19 [TUCÍDIDES: Historia de la Guerra del Peloponeso, Madrid, Cátedra, 1988; p.63-64; traducción de Francisco Romero Cruz] Texto 8 [La familia de Lisias fue una de las que sufrieron los ataques de los Treinta Tiranos. Lisias, que era un meteco perteneciente a un familia rica, dice que fue debido a su riqueza, pues considera que los Treinta mataban a los ricos para quedarse con sus bienes. Quizá fue así, pero posiblemente la causa principal fuera que Lisias y sus familiares eran considerados partidarios de la democracia: el padre de Lisias, Céfalo, era amigo de Pericles, el más destacado partidario de la democracia al comienzo de la Guerra del Peloponeso. En este discurso Lisias acusa de ser responsable de la muerte de su hermano Polemarco a Eratóstenes, uno de los Treinta Tiranos, si bien era uno de los más moderados y se separó de ellos en cuanto los demócratas llegaron a Atenas. No se sabe cuál fue el resultado del juicio, pero parece seguramente Eratóstenes fue absuelto, al estar amparado por la amnistía (no mató él a Eratóstenes sino que fue el que lo detuvo).] A mí me encontraron convidando a unos huéspedes, echaron a éstos y me entregaron a Pisón; en tanto, los 18 demás penetraron en el taller1 y se pusieron a hacer una lista de los esclavos. Yo pregunté a Pisón si estaría dispuesto a libertarme mediante dinero, él dijo que si era mucho, y yo le respondí que estaba en condiciones de darle un talento2 de plata; entonces, él convino en hacerlo así. Y aunque yo sabía que él no respetaba ni a dioses ni a hombres, sin embargo, en aquellas condiciones me pareció obligado tomarle juramento; y una vez que hubo jurado, imprecando la maldición para sí y para sus hijos si, después de tomar el talento, no me salvaba, entré en el dormitorio y abrí el cofre. Pisón, al darse cuenta de ello, penetró también y, al ver lo que allí había, llamó a dos de los subalternos y les ordenó que cogieran todo lo del arca; y después que tomó no sólo lo que había convenido en darle, ¡oh jueces!, sino tres talentos de plata y cuatrocientos cicicenos3 y cien daricos4 y cuatro copas argénteas, le pedí que me diera un viático, pero él respondió que me contentara con salvar la vida. Y cuando salía yo con Pisón, nos salen al paso Melobio y Mnesitides, que venían del taller, y, encontrándonos en la puerta misma, nos preguntan adónde íbamos. Él dijo que a lo de mi hermano, para registrar también aquella casa, y entonces le dijeron que fuera él, y a mí, que siguiera con ellos a casa de Damnipo; pero Pisón, acercándose a mí, me aconsejó que me callara y que estuviera tranquilo, que él iría hacia allá. Y en aquel lugar encontramos a Teognis, que estaba vigilando a otros; me entregaron a él y se volvieron a marchar. Estando yo en tal situación, me pareció que había peligro y que mi muerte estaba próxima ya; y entonces llamé a Damnipo y le dije lo siguiente: “Resulta que eres amigo mío, y he venido a tu casa, y no te he hecho ningún mal, y voy a morir por culpa de mi dinero. Tú, pues, ya que me veo en tal situación, emplea celosamente tu influencia para salvarme”. Él prometió que así lo haría, y le pareció que lo mejor era hablarle a Teognis, pues creía que este haría cualquier cosa con tal de que se le diera dinero. Y mientras aquél hablaba con Teognis, como se daba la circunstancia de que yo conocía la casa y sabía que era de dos puertas, me pareció bien intentar escaparme por allí; pensaba, en efecto, que de no ser advertido me salvaría, y que, de ser atrapado, si Damnipo movía a Teognis a recibir el dinero, no por haberme escapado dejarían de soltarme, y si no, moriría de todas maneras. Con esta idea me escapé mientras aquéllos hacían guardia junto a la puerta del patio; y siendo tres puertas las que yo tenía que atravesar, dio la casualidad de que todas estaban abiertas. Llegué pues a casa de Arquéneo, el armador, y le envié a la ciudad para que se enterara de lo de mi hermano; y al regreso dijo que Eratóstenes le había detenido en la calle y llevado a la cárcel. Y yo, al enterarme de aquello, me embarqué aquella noche para Mégara5, mientras que a Polemarco le dieron los Treinta la orden acostumbrada en su tiempo de que bebiera la cicuta6, sin decirle la causa por la que iba a morir: tan lejos estuvieron de juzgarle y dejarle que se defendiera. Y después que lo trajeron muerto de la prisión, a pesar de que nosotros tenemos tres casas, no permitieron que saliera el entierro de ninguna de ellas, sino que alquilaron un cobertizo y lo expusieron allí. Y habiendo muchos vestidos, no dieron ninguno para el sepelio a quienes se lo pedían, sino que fueron los amigos quienes aportaron, para el entierro de aquél, el uno un manto, el otro un cojín, y cada cual lo que tenía a mano. Y aunque teníamos setecientos escudos de los nuestros, y teníamos también tanta plata y oro y bronce y ornamentos y mobiliario y vestiduras femeninas cuantas jamás pudieron haber soñado con tener, y ciento veinte esclavos, de los cuales se llevaron los mejores y entregaron al común los demás, a tal grado de insaciabilidad y de codicia llegaron y de tal modo dejaron demostrado cuál era su modo de ser, que a la mujer de Polemarco, unos zarcillos dorados que tenía cuando entró por primera vez en casa, Melobio se los quitó de las mismas orejas. Y no nos perdonaron por compasión ni la más mínima parte de nuestros bienes, sino que nos perjudicaron de tal modo, a causa de las riquezas, como lo habrían hecho otros que estuvieran encolerizados a consecuencia de un gran delito, y eso que no era aquello lo que merecíamos con respecto a la ciudad; antes bien, aunque habíamos desempeñado toda clases de coregías7, y aportado multitud de contribuciones, y actuado decorosamente, cumpliendo todo lo ordenado, no teniendo ningún enemigo y rescatando de manos de los contrarios a muchos de los atenienses, tal fue el trato que tuvieron a bien darnos a quienes nos habíamos comportado como metecos de manera muy distinta que ellos como ciudadanos. Porque ellos hicieron marchar a tierras enemigas a muchos de sus compatriotas, y dejaron sin sepultar a muchos a quienes habían matado injustamente, y a muchos que gozaban de plenos derechos les privaron de sus 1 taller: la familia de Lisias tenía un taller donde fabricaban escudos. Los trabajadores del taller eran esclavos. 2 talento: unidad de peso, que se usa también como unidad monetaria. Como unidad de peso equivale a algo menos de 36 kg (según el Dictionnaire Grec-Français, de Bailly). Como unidad monetaria son 6.000 dracmas. 3 cicicenos: monedas de oro emitidas por Cícico (ciudad situada en la Propóntide –hoy Mar de Mármara–). Equivalía a 28 dracmas de plata de Atenas. 4 daricos: monedas de oro acuñada en el Imperio Persa. Equivalía a 20 dracmas de plata de Atenas. 5 Mégara: ciudad vecina de Atenas, en la parte norte del Istmo de Corinto. 6 cicuta: con esta planta venenosa los griegos elaboraban un veneno que se usaba para causar la muerte de condenados a muerte. 7 coregías: servicios prestados por ciudadanos ricos –o, como aquí, metecos ricos– consistentes en pagar los gastos de coros que actuaban en ciertas festividades, o los gastos de representaciones teatrales. 19 ciudadanía, y a las hijas casaderas de muchos les impidieron contraer matrimonio. Y a tal grado de audacia han llegado, que se han presentado aquí para defenderse, y sostienen no haber hecho nada malo ni vergonzoso. Yo, por mi parte, quisiera que ellos dijesen verdad; pues también a mí me tocaría en suerte una no pequeña porción de este bien. Pero lo cierto es que no les ocurre tal cosa ni en relación con la ciudad ni conmigo; porque a mi hermano, como antes dije, le mató Eratóstenes, que ni había sido privadamente ofendido por él, ni le veía cometer ningún delito contra la ciudad, ni hacía otra cosa sino dar con ello diligente satisfacción a su afán de crimen. (Lisias, Contra Eratóstenes, 8-23) [LISIAS: Discursos. I-XII. Volumen I, Madrid, C.S.I.C., 1992; p. 228-231] Texto 9 [Demóstenes es un destacado político y gran orador ateniense del siglo IV a.C. Se había mostrado siempre partidario de que Atenas se opusiera al rey macedonio Filipo, al que consideraba una amenaza para Atenas y para toda Grecia. Esta oposición a Filipo lo convierte en enemigo de otros políticos atenienses, partidarios de un entendimiento con el rey de Macedonia (Demóstenes considera que Filipo los había sobornado). Entre ellos destaca Esquines. Para enfrentarse a Filipo, Atenas se une a Tebas, pero el ejército de estas ciudades es derrotado en la batalla de Queronea (338 a.C.), y Filipo ocupa Tebas. Temiendo que haga lo mismo con Atenas, los atenienses deciden reparar sus murallas. A Demóstenes se le encarga supervisar la reparación de una parte de las murallas, y para mejorar las fortificaciones emplea dinero propio. Por esto y por los servicios prestados a Atenas a lo largo de su vida Ctesifonte propone que los atenienses le otorguen una corona de oro (era algo así como una condecoración). Ante esta propuesta, Esquines acusa a Ctesifonte de ilegalidad, entre otras cosas porque considera que Demóstenes no ha hecho ningún bien a Atenas. Dado que, aunque acusa a Ctesifonte, es realmente un ataque a Demóstenes, es éste el que pronuncia el discurso de defensa. El discurso se pronuncia en el 330 a.C., años después de que Alejandro hubiera sucedido a su padre (336 a.C.) y después de que Tebas fuera destruida por Alejandro (335 a.C.). ] Pues cuando estalló la guerra focidia1, no por culpa mía (pues por entonces yo, al menos, no intervenía todavía en la administración pública), en primer lugar vosotros estabais en una disposición de ánimo por la que deseabais que los focidios resultaran incólumes2, aunque veíais que no estaban obrando de acuerdo a derecho, y por la que os alegraríais, en cambio, de que a los tebanos les ocurriera lo que fuese, irritados contra ellos no sin razón ni injustamente, pues no habían hecho moderado uso de sus éxitos en Leuctra3. Además, el Peloponeso entero se encontraba sumido en la disensión y ni los que odiaban a los lacedemonios tenían fuerza suficiente como para eliminarlos, ni quienes anteriormente por mediación de ellos gobernaban eran dueños de las ciudades, sino que tanto entre éstos como entre todos los demás reinaba una insoluble rivalidad y confusión. Y Filipo, al ver esto (que no estaba oculto), gastando dinero en pagar a los traidores de cada una de las ciudades, iba promoviendo conflictos entre todas ellas y embrollos mutuos; luego, en medio de los errores y faltas que otros cometían, él se iba preparando y crecía por encima de todas sus cabezas. Y cuando era evidente que los tebanos, agresivos entonces y desventurados ahora, llegando al agotamiento por la larga duración de la guerra, se iban a ver forzados a buscar refugio en vosotros, para que eso no ocurriera ni entrasen a formar coalición las dos ciudades, Filipo os prometió a vosotros paz y a ellos ayuda. ¿Y qué fue lo que le favoreció para que os cogiera casi voluntariamente engañados? La disposición de los demás griegos (llámesela bajeza, estupidez o ambas cosas al mismo tiempo), que mientras vosotros luchabais en una incesante y larga guerra y lo hacíais en defensa de los intereses comunes, como ha quedado claro por los hechos, no os prestaban colaboración ni con dinero, ni con hombres ni con ningún otro medio; irritados contra ello justamente y como correspondía, atendisteis a Filipo con presteza. Por tanto, la paz entonces convenida se realizó por esas circunstancias y no por intervención mía, como maliciosamente declaraba ése; en cambio, los desmanes y corrupciones de esa gente en el período en que fue concluida, si alguien los examina honradamente, encontrará que han sido las causas de la actual situación. Demóstenes, Sobre la corona, 18-20 [DEMÓSTENES: Discursos políticos, I, Madrid, Gredos, 1980; p. 384-387; traducción de A. López Eire] 1 guerra focidia: guerra (355-352 a.C.) que enfrentó a los focidios y a los estados miembros de la anfictonía (consejo) que administraba el santuario de Delfos, dirigidos por Tebas. Los focidios habían labrado tierras pertenecientes al santuario de Delfos. Por ello, los miembros de la anfictonía les ordenaron abandonar esos campos y les impusieron una multa. Los focidios no obedecieron sino que ocuparon la ciudad de Delfos. A pesar de la ayuda ateniense, los focidios fueron derrotados por los miembros de la anfictonía, que contaron con la ayuda de Filipo de Macedonia. 2 incólumes: ‘sanos’, ‘sin daño’. 3 Leuctra: población de Beocia en la que en el 371 a.C. tuvo lugar una batalla. En ella los tebanos, bajo el mando de Epaminondas, derrotaron a los espartanos. Esto supuso el comienzo de la hegemonía de Tebas. 20 UNIDAD 6 HISTORIA DE GRECIA (IV) Época Helenística En el 336 a.C. muere Filipo y le sucede su hijo Alejandro, que domina la sublevación de las ciudades griegas y se lanza de lleno a la guerra contra los persas. Entre el 334 y el 325 Alejandro, con un ejército de griegos y macedonios, conquista el Imperio Persa y penetra incluso en el valle del Indo. En el 323 muere, sin haber podido consolidar su imperio. Tras la muerte de Alejandro se produjo una lucha por el poder entre sus generales. Finalmente, el imperio que había creado se dividió en tres reinos: Macedonia, que ejerce un control más o menos disimulado sobre la mayor parte de Grecia, Asia, que tiene su centro en Siria y que pronto perderá las zonas más orientales, y Egipto, que incorpora la colonia griega de Cirene (en Libia). Posteriormente en el oeste de Asia Menor aparecerá el reino de Pérgamo. Estos reinos se enfrentarán entre sí muy a menudo. La conquista de Oriente por Alejandro y la aparición de los reinos helenísticos supuso la ampliación del espacio de la civilización griega. En los territorios conquistados se fundan ciudades griegas. Algunas de ellas se desarrollarán mucho, hasta convertirse en importantes centros económicos y culturales. Destacan Alejandría (en Egipto), Antioquía (en Siria) y Pérgamo. Mientras, las antiguas ciudades griegas sufren en general un empobrecimiento, que va acompañado de un descenso de población. Es, por otra parte, una época de grandes fortunas, debido fundamentalmente al comercio, que alcanza proporciones no conocidas hasta entonces, y a la existencia de grandes propiedades agrícolas trabajadas por esclavos, cuyo número es ahora muy grande. Al mismo tiempo, hay grandes masas de población pobre. Desde el punto de vista cultural, el periodo helenístico es una época de esplendor artístico (de esta época es, por ej., la Venus de Milo), aunque sin llegar al nivel de la época clásica. Las ciencias experimentan un gran avance (es la época de Arquímedes, por ej.) y se desarrollan corrientes filosóficas como el estoicismo. Los principales centros culturales son las nuevas ciudades situadas en los reinos helenísticos, pero Atenas sigue teniendo un gran prestigio (y lo seguirá teniendo durante siglos). Aparecen ahora, por otro lado, grandes bibliotecas, como la de Alejandría o Pérgamo, en las que se intenta recoger y estudiar toda la producción literaria anterior. En esta época aparece una nueva potencia en el Mediterráneo: Roma. Entre comienzos del siglo III a.C. y el año 30 a.C. las ciudades y reinos griegos irán cayendo bajo su poder. Primero fueron las ciudades griegas del sur de Italia y de Sicilia (Tarento en el 272, Siracusa en el 212). Después, durante los siglos II y I a.C., Roma se va apoderando del resto de las ciudades y reinos, siendo Egipto el último (tras la muerte de Cleopatra), en el 30 a.C. El dominio de los griegos por parte de los romanos tuvo como contrapartida un gran influjo cultural griego en Roma. ********* Texto 10 [En este texto se narra lo que ocurrió después de que Alejandro derrotara al rey indio Poro. El autor es Arriano (Flavius Arrianus). Este autor nació a finales del siglo I d.C. y murió el 175. Fue oficial del ejército romano y ocupó diversos cargos públicos. Escribió, entre otras obras, Anábasis de Alejandro e Historia de la India. La palabra «anábasis» (en griego •νάβασις) quiere decir «subida», «marcha desde la costa al interior», y aquí hace referencia a la marcha de Alejandro desde la costa de Asia Menor hasta el interior de Asia en sus conquistas.] Al tener noticias Alejandro de que traían a Poro1 a su presencia, se adelantó él mismo a caballo con algunos de los Compañeros2 a la vanguardia de su ejército, saliendo al encuentro de Poro. Detuvo su caballo y quedó admirado por la estatura de Poro (medía más de cinco codos3), por su hermosura y porte, pues en nada daba la impresión 1 Poro: rey de un reino situado en el oeste de la India, junto al río Hidaspes (el Jhelum), en el actual Pakistán. 2 Compañeros: eran un cuerpo de élite formado por soldados de caballería ligados estrechamente al rey. Lo acompañaban en la batalla, y el rey elegía a sus consejeros de entre ellos. 3 cinco codos: cada codo (πηχύς) ateniense medía 0'444 m. (según el Dictionnaire Grec-Français de Bailly). 21 de estar allí en calidad de prisionero, sino que su aspecto era el de un hombre de noble espíritu que se entrevista con un igual que ha luchado valientemente por su reino, contra otro rey. Dirigióle la palabra Alejandro, que le rogó le dijera qué quería que hiciera con él. Poro le contestó: «Trátame, Alejandro, como rey que soy». Agradó a Alejandro la contestación, por lo que a su vez le dijo: «Así se hará por mi parte, Poro; mas tú, por tu parte, di qué deseas.» Poro dijo que en lo dicho estaba todo. Aún más alegró a Alejandro esto, hasta el punto que otorgó a Poro el mando sobre su región, y aún añadióle nuevos territorios, más extensos que sus primitivas posesiones. Así Alejandro había tratadocomo rey a un valiente y desde entonces contó con él como persona absolutamente leal. Éste fue el desenlace de la batalla que por entonces mantuvo Alejandro con Poro y los indios que habitaban aquella orilla del río Hidaspes, siendo arconte1 de Atenas Hegemón durante el mes muniquio2. Alejandro fundó varias ciudades, una en el lugar exacto donde se desarrolló el combate, y otra en el lugar desde donde partió la expedición que cruzó el río Hidaspes. A la primera la llamó Victoria3, en recuerdo de la victoria obtenida sobre los indios; a la segunda la denominó Bucéfala, en memoria de su caballo Bucéfalo, que había muerto allí, de agotamiento y de viejo, no herido por nadie. (Arriano, Anábasis de Alejandro Magno , V, 19, 1-4) [ARRIANO: Anábasis de Alejandro Magno. Libros IV-VIII (India), Madrid, Gredos, 1982; p. 111-112; traducción y notas de Antonio Guzmán Guerra] Texto 11 [La memoria de Alejandro ha permanecido también en Oriente. Se habla de él en algunos libros, e incluso aparece mencionado en el Corán (XVIII, 83-98). En la tradición oriental se le da el sobrenombre de «Bicorne», que seguramente procede de ciertas representaciones de Alejandro como Amón (dios egipcio), en las que aparece con cuernos de carnero. Los textos que aparecen a continuación pertenecen a Calila y Dimna. Esta obra fue escrita en árabe por el persa Abdalá Benalmocaffa, si bien no fue una obra original, sino que es una versión de una obra anterior (la versión original se atribuye en la misma obra al brahmán indio Paybeda), y además algunas pequeñas partes se le añadieron después. La versión que se da de la victoria de Alejandro sobre el rey indio Poro no coincide con la que aparece en la obra de Arriano. Tengamos en cuenta que se trata de una narración de tipo novelesco, no histórico.] Es que Alejandro el Bicorne, griego, al concluir con los reyes del Occidente empezó a querer lo de los reyes del Oriente, de Persia y demás. Porque guerrear estaba en su ser y pelear era su naturaleza, y sólo quedaba en paz con quienes se le sometían: de los reyes de Persia –que eran la casta superior hasta que él los venció– subyugó a los que se le enfrentaron, prevaleciendo sobre todo aquel que le combatió, dejándolos dispersos y deshechos. Mas luego lanzó a sus soldados contra el país de China4, no sin –de camino– intimar al rey de la India a sometérsele y a darse como vasallo a su poderío y su credo5. Por entonces reinaba en la India un hombre belicoso y sañudo6, fuerte y decidido que se llamaba Poro. De modo que en cuanto supo que el Bicorne avanzaba hacia él con ánimo guerrero, se dispuso a hacerle frente: aprestó a sus leales, caviló su estrategia contra aquél y aparejó con la mayor celeridad una falange de elefantes adiestrados para la guerra y de fieras entrenadas en el asalto; por no hablar de los corceles aparejados, las espadas tajantes y los dardos resplandecientes. [Αlejandro considera que si se enfrenta en ese momento a Poro será derrotado. Por ello decide servirse de la astucia. Cava un foso en torno a su campamento y consulta a unos astrólogos sobre qué día será mejor para enfrentarse con Poro. En tanto llega ese momento, hace construir unos caballos, con sus jinetes, de cobre. Estos caballos, que estaban huecos, son rellenados con nafta –petróleo– y azufre. Al empezar la batalla, les prenden fuego. Cuando los elefantes del ejército de Poro los cogen con las trompas, se queman y, aterrorizados, causan grandes destrozos en su propio ejército. Entonces, Alejandro le propone a Poro que se enfrente con él en un combate singular.] Cuando Poro oyó la proposición del Bicorne, aceptó de buena gana el encuentro e incluso lo juzgó oportunidad. Entabló con él, con Alejandro, combate singular, y durante muchas horas de aquel día se acometieron a lomo 1 siendo arconte: para fechar los acontecimientos en Atenas se empleaba el nombre de quien ocupaba el cargo público de arconte epónimo (o simplemente «arconte», –ρχων [propiamente ‘el que manda’]). Esta forma de fechar se extendió al resto de Grecia. 2 muniquio: mes del calendario ateniense que corresponde más o menos a abril. 3 Victoria: en griego Νίκη. 4 China: realmente Alejandro no pasó de la India. 5 su credo: esta referencia a la religión encaja bien en la época y la visión del mundo del autor (721-757), pero no parece que Alejandro tuviera ninguna motivación religiosa en sus conquistas. 6 sañudo: ‘propenso a dejarse llevar por la ira’. 22 de sus caballos sin que ninguno de los dos hallara ocasión de acabar con el adversario. Así combatieron y combatieron sin tregua hasta que Alejandro dio muestra de agotarse sin encontrar oportunidad ni treta. Ello causó que el ejército del Bicorne prorrumpiera en grita1 tan enorme que tembló la tierra y temblaron las tropas. Poro, al oír el clamor, se volvió suponiendo que su ejército había caído en una celada2; entonces el Bicorne le descargó un mandoble3 que le hizo torcerse en la silla, y luego otro que dio con él en tierra. Cuando los indúes4 vieron lo que se les había venido encima y lo que había sido de su rey, se pasaron a Alejandro y combatieron a su lado, arrostrando la muerte junto a él, que les prometió de corazón ser benévolo, ya que Dios los había puesto en sus manos5 y le había hecho dueño de su país. Les puso como gobernador a un hombre de su confianza y permaneció en la India hasta cerciorarse a su sabor de cómo se comportaban y de que respetaban la palabra que le habían dado. Entonces partió de la India y fue a cumplir lo que tenía decidido dejando a aquel hombre encargado de ellos. Pero una vez lejos de la India el Bicorne y sus ejércitos, los indúes trocaron la actitud sumisa frente al hombre que había dejado como sustituto con ellos y dijeron: –No gobierna bien, no tiene contentos a los nobles ni al común, porque está sobre todos sin ser suyo ni de sus casas, y eso los humilla y hace de menos. Y acordaron que los gobernase alguno que descendiera de sus reyes y eligieron a Dibxalim, desposeyendo al hombre que Alejandro había dejado como representante suyo. Calila y Dimna [A. BENALMOCAFFA: Calila y Dimna, Madrid, Alianza Editorial, 2008; trad. de Marcelino Villegas; p.36- 38] Texto 12 [ Arriano narra la muerte de Alejandro. El autor ha dicho que Alejandro llevaba unos días con fiebre.] Ordenó a los generales que le aguardaran en el patio, y a los quiliarcos y pentacosiarcos6 que lo hicieran a la puerta. Encontrándose ahora gravemente enfermo, fue conducido desde su residencia del jardín a su palacio. Entraron sus generales y pudo aún reconocerles a todos, aunque no les pudo dirigir la palabra, porque sus facultades ya no se lo permitían, por haber quedado sin voz. Toda esta noche la pasó con fiebre, así como el día, y, al igual, la noche y el día siguientes. Éste es el relato que se conserva en las Efemérides7 del rey. Se dice, además, que sus soldados estaban ansiosos por verlo; unos, porque querían encontrarlo con vida; y otros, porque (como se había divulgado la noticia de que ya había muerto) sospechaban que su guardia personal ocultara su muerte; esto es lo que a mí al menos me parece. Lo cierto es que la mayoría de sus hombres, llevados de la pena y la añoranza por su rey, presionaban para poder ver a Alejandro. Decían que cuando el ejército había desfilado ante él, estaba ya sin voz y que saludaba a cada uno de sus hombres alzando la cabeza con dificultad, fijando en cada uno de ellos sus ojos en señal de reconocimiento. Narran también las Efemérides Reales que Pitón, Átalo, Demofonte, Peucestas y Cleómenes, Menidas y Seleuco estuvieron de guardia toda la noche en el templo de Serapis8 para preguntar al dios si era conveniente y mejor traer a Alejandro al templo de la divinidad y suplicar su curación al dios. La respuesta, sin embargo, del dios había sido que no le trasladaran al templo, sino que lo «mejor» era que se quedara donde estaba. Esto es lo que los Compañeros dieron a conocer, y Alejandro poco después murió, pues esto era ya «lo mejor». Después de esto, ni Aristobulo ni Tolomeo continúan su relato, aunque otros historiadores añaden que los Compañeros le preguntaron a Alejandro a quién dejaba su reino, a lo que él había contestado: «Al más capaz». Aún 1 grita: ‘griterío’, ‘confusión de voces altas y desentonadas’. 2 celada: ‘engaño dispuesto con arte y disimulo’. 3 mandoble: golpe que se da con la espada sujetándola con las dos manos. 4 indúes: el traductor prefiere usar la forma «indú» a «indio» o «hindú». 5 Dios los había puesto en sus manos: es un claro anacronismo. Decir esto es propio de un musulmán o un cristiano, pero no de un macedonio o griego antiguo. quiliarcos y pentacosiarcos: altos oficiales del ejército. Los quiliarcos mandan sobre mil hombres (χίλιοι, ‘mil’, –ρχω, ‘mandar’) y los pentacosiarcos sobre quinientos (πgντακόσιοι, ‘quinientos’). 6 7 Efemérides: las Efemérides reales son los supuestos diarios oficiales de Alejandro. [La mayoría de los estudiosos consideran que seguramente se compusieron después de la muerte de Alejandro.] 8 Serapis: nuevo dios introducido en Egipto en los primeros tiempos del dominio grecomacedonio. Se convirtió en el dios principal de Alejandría. Entre otras cosa, se le consideraba un dios sanador. 23 otros dicen que añadió a estas palabras que veía que se iba a celebrar un gran certamen fúnebre1 a su muerte. Arriano, Anábasis de Alejandro Magno VII, 25-26 [ARRIANO: Anábasis de Alejandro Magno. Libros IV-VIII (India), Madrid, Gredos, 1982; p. 249-251] Texto 13 [A finales del siglo III a.C. Cleneas, uno de los embajadores de los etolios, pide a los espartanos que se sumen a la alianza que tienen con los romanos y el rey Atalo de Pérgamo para luchar contra los macedonios. Les ha recordado los males que los macedonios han causado desde hace tiempo a los griegos en general y a los espartanos en particular. Les recuerda igualmente que los espartanos han sido recientemente aliados de los etolios, y que tienen firmados pactos con ellos. Cuando Cleneas acaba su discurso, toma la palabra Licisco, embajador de los acarnanios, aliados de los macedonios, y les pide que se alíen con los macedonios, o, si no, que al menos permanezcan neutrales, puesto que los romanos son para los griegos un peligro mucho más grande que los macedonios. ]2 Me limitaré, pues, al problema estricto que éstos plantean, que si las cosas estuvieran tal como estaban cuando cerrasteis la alianza, vosotros debéis permanecer en vuestra actitud de siempre; es cuestión de principios. Pero si ha variado totalmente, es justo que os planteéis nuevamente el problema de qué es lo que se solicita de vosotros. De modo que os pregunto, Cleónico y Cleneas, qué aliados teníais cuando pedisteis a los espartanos su colaboración. ¿No eran todos los griegos? Y ahora, ¿con quién compartís los ideales? ¿Con quién exigís de éstos que hagan una alianza? ¿No es con los bárbaros3? ¿Y os parece que las cosas están como antes? ¿No es exactamente lo contrario? Antes disputabais la hegemonía a aqueos y a macedonios, que son linaje vuestro, concretamente a su caudillo, Filipo, pero en la guerra de ahora unos hombres bárbaros, extranjeros, pretenden esclavizar a Grecia entera. Vosotros creéis que os aguijonean contra Filipo, y no os apercibís de que os empujan contra vosotros mismos y contra toda Grecia. Ahora los etolios se comportan como aquellos que están en guerra e introducen dentro de sus ciudades guarniciones más potentes que su mismo ejército para asegurarse y para disipar el pánico que les infunden sus enemigos. Pero con ello se convierten en súbditos de este ejército amigo. En su intento de derrotar a Filipo y de humillar a Macedonia, les pasa desapercibido el nubarrón que nos viene de Occidente, el cual, quizás sí, primero oscurecerá Macedonia, pero inmediatamente después causará un estrago general en Grecia. Polibio, Historias, IX, 37, 2-10 POLIBIO: Historias. Libros V-XV, Madrid, Gredos, 1981; p. 338-339 ; traducción y notas de Manuel Balasch Recort] ******** De la conquista romana a la aparición de la Grecia moderna A partir de la incorporación al imperio de Roma, la historia de Grecia es una parte de la historia de este imperio. Al parecer, las ciudades griegas conservaban en un principio bastante autonomía en sus asuntos internos, pero en la época del Imperio va reduciéndose cada vez más. Los griegos tenían conciencia de pertenecer a un pueblo bien diferenciado de otros pueblos del Imperio Romano, y consideraban en general que su cultura era superior a la de esos otros pueblos. Esto limitó la influencia de la cultura romana en la griega. La cultura griega, por su parte, tuvo gran influencia en la romana, ya desde mucho antes de que los territorios griegos fueran incorporados al imperio de Roma. Por otro lado, los emperadores romanos consideraban que los griegos ocupaban una posición especial entre los pueblos del Imperio, como demuestra el hecho de que los decretos imperiales fueran acompañados en general en el mundo griego de una traducción oficial al griego. Por todo ello, en la mayor parte del mundo griego la lengua latina no sustituyó a la griega, al contrario de lo que ocurrió, por ejemplo, con las lenguas de Galia o Hispania (solo sobrevivió el vasco). Cuando en el siglo IV d.C. se divide el Imperio Romano, aparece en los antiguos territorios griegos una 1 certamen fúnebre: se está haciendo referencia a las luchas que enfrentaron a algunos generales de Alejandro después de la muerte de éste. En ciertas culturas antiguas era costumbre honrar a los difuntos distinguidos mediante competiciones de diverso tipo (poéticas, deportivas...) e incluso mediante combates. [Parece que las luchas de gladiadores, antes de que los romanos las convirtieran en un sangriento espectáculo popular, eran, entre los etruscos, ritos funerarios en honor de difuntos distinguidos.] 2 etolios – Atalo de Pérgamo – romanos 3 » espartanos º bárbaros: se refiere a los romanos. 24 macedonios – acarnanios nueva entidad, que, por tener su capital en Bizancio (o Constantinopla, la actual Estambul), es conocida como Imperio Bizantino (o simplemente Bizancio, como la capital). [Esta es una denominación moderna; los bizantinos siempre se llamaron a sí mismos «romanos» (en griego, {ΡωμαÃοι), pues el Imperio Bizantino fue la continuación, en el este, del Imperio Romano.] Este imperio aguanta el empuje de los pueblos bárbaros, e incluso, con Justiniano (siglo VI), incorpora parte del antiguo Imperio de Occidente (Italia, parte del norte de África, sur de Hispania). A partir de ese momento irá perdiendo territorios, presionado por diversos pueblos (visigodos en Hispania, lombardos en Italia, eslavos en el norte, persas, árabes y turcos en Oriente). A principios del siglo XIII los cruzados ocuparon parte de lo que entonces era el Imperio Bizantino, incluida Constantinopla (Bizancio). Entonces, otras partes del Imperio se convirtieron en reinos independientes: Epiro (región del NO de la actual Grecia y Albania), Morea (el Peloponeso), Trebisonda (región del NE de Asia Menor, la actual Turquía), Nicea (región en el NO de Asia Menor). A mediados del siglo XIII se restableció en parte el antiguo Imperio Bizantino, pero ya nunca se recuperó como gran potencia. Algunos territorios estaban en manos de los europeos occidentales (por ejemplo, Creta estaba en manos de los venecianos). Finalmente, a mediados del siglo XV el Imperio Bizantino desaparece, cuando los turcos otomanos conquistan Constantinopla y la mayor parte del resto del antiguo Imperio. La mayor parte de los griegos de la Grecia propiamente dicha (Grecia continental e islas griegas) mantuvo su identidad durante el tiempo en el que no gozaron de independencia. Había también grandes grupos de población griega en Constantinopla (con el nombre es Estambul, pasó a ser la capital del Imperio Otomano), en la isla de Chipre y en otros lugares que habían formado parte del Imperio Bizantino, sobre todo en el oeste y norte de Asia Menor (por ej., en Esmirna y en Trebisonda). Estos griegos, que se seguían llamando a sí mismos «romanos», mantuvieron su religión, el cristianismo ortodoxo, y su lengua, el griego, que fue evolucionando hasta el griego moderno, bastante distinto del griego clásico. En 1830 Grecia continental y parte de las islas obtienen la independencia. Durante el resto del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX Grecia incorpora zonas situadas al norte y noreste y el resto de las islas del Egeo y del Jonio, así como Creta, hasta llegar a ser lo que hoy es Grecia. El último territorio incorporado fue el Dodecaneso (grupo de islas situadas entre Creta y Turquía, de las que la principal es Rodas). Este grupo de islas había estado bajo soberanía italiana desde el fin de la Primera Guerra Mundial y se integraron en Grecia en 1948. En el proceso de su independencia y crecimiento Grecia contó en general con el apoyo de las principales potencias europeas: Gran Bretaña, Rusia, Francia, Alemania. Como manifestación de este apoyo, en 1864 Gran Bretaña entregó a Grecia las Islas Jonias (estaban bajo soberanía británica desde 1815). A menudo ese apoyo se convirtió en tutela, y esas potencias a veces intervinieron en los asuntos internos griegos. Entre 1920 y 1923 Grecia ocupó la actual Turquía europea (menos la ciudad de Estambul) y la región de Esmirna (en el oeste de Turquía), pero la derrota griega ante Turquía obligó a Grecia a devolverle estas regiones. Esta guerra trajo como resultado también que se produjera un intercambio de población entre Grecia y Turquía: de acuerdo con las cifras oficiales, 1.100.000 griegos tuvieron que abandonar Turquía e ir a Grecia, y 380.000 turcos tuvieron que abandonar Grecia e ir a Turquía. A pesar de que intentó mantener la neutralidad, Grecia se vio envuelta en la Segunda Guerra Mundial, al ser atacada primero por Italia y después por Alemania. Grecia fue ocupada por alemanes, italianos y búlgaros. La ocupación fue muy dura, sobre todo en la zona alemana (por ejemplo, en el invierno de 1941-42 murieron de hambre unos 100.000 griegos, debido entre otras cosas a las requisas de alimentos llevadas a cabo por los alemanes). Después de acabada esta guerra, Grecia sufrió una guerra civil (1946-1949), en la que se enfrentaron el gobierno (se había establecido con apoyo británico) y los comunistas, que habían desempeñado un importante papel en la lucha contra la ocupación y que ahora deseaban hacerse con el poder. Aparte de los daños humanos y materiales que causó, la guerra civil retrasó la recuperación y el desarrollo de Grecia. [Entre la ocupación y la guerra civil, los años cuarenta fueron posiblemente los peores años que vivieron los griegos desde su independencia.] Desde su independencia hasta finales del siglo XX Grecia sufrió una gran inestabilidad política y social y una precaria situación económica. A finales de 1974, tras la «Dictadura de los Coroneles», se estableció un régimen democrático, que finalmente le dio estabilidad política. En 1980 Grecia entra en la Comunidad Económica Europea (hoy, Unión Europea). Desde ese momento experimentó un gran desarrollo económico, pero en los últimos años (desde el 2008, pero sobre todo desde el 2010) su situación económica ha empeorado mucho. 25 Por su parte, Chipre, que desde principios del siglo XX estaba bajo dominio británico, se independizó en 1960. En Chipre la mayor parte de la población era griega, pero había una importante minoría turca. Se produjeron enfrentamientos entre grecochipriotas y turcochipriotas. En buena medida fueron debidos a los deseos de la población grecochipriota (al menos de parte de ella) de unirse a Grecia (lo que se llama la «enosis»), algo totalmente rechazado por la población turcochipriota. Turquía, ante lo que considera indefensión de la población turcochipriota, ocupa en 1974 el norte de Chipre (más o menos una tercera parte de la isla). Desde entonces la isla permanece dividida, y en 1983 la parte que había ocupado Turquía se proclamó independiente. Este estado turcochipriota no ha sido reconocido por la ONU ni por la mayoría de los países. En 2004 la parte griega de Chipre se integra en la Unión Europea. Texto 14 [En agosto de 1071 el emperador bizantino Romano IV Diógenes se enfrenta con Alp Arslán1. El autor, Pselo, acompañó al emperador a la campaña contra Alp Arslán (pero no luchó ni estaba en primera línea).] Hubo un hecho que aunque a él2 le pasó inadvertido, yo sí advertí entonces: que el sultán en persona, el rey de los persas y los curdos3, estaba allí con su ejército y era el responsable de la mayoría de sus éxitos. Pero si alguien le hubiese advertido de su presencia, el emperador no habría creído en sus palabras, pues no quería la paz, sino que creía que podría tomar al primer asalto el campamento enemigo. Su desconocimiento de la estrategia le llevó a dividir nuestras fuerzas y así mantuvo a una parte junto a él y envió al resto a otro lugar. Y cuando más bien habría sido preciso hacer frente a los enemigos con todo el grueso del ejército, él en cambio los afrontó con el contingente más pequeño. Lo que ocurrió después es algo que no puedo alabar, pero que soy también incapaz de censurar. El emperador asumió en persona todo el peligro. En torno a este hecho se originó una controversia. En efecto, si alguien valorase al emperador por ser un guerrero intrépido y arrojado, tendría en ello material suficiente para un encomio. Pero si, por el contrario, considerase que él se expuso a los peligros de manera irreflexiva, a pesar de que habría sido preciso que se mantuviese apartado del frente de acuerdo con la estricta lógica militar por su condición de comandante en jefe del ejército, para dar las oportunas órdenes a sus tropas, encontraría entonces mucho que censurar en su comportamiento. Yo por mi parte estoy con los que lo alaban, no con los que lo censuran. Así pues, se puso toda su armadura de guerrero y desenvainó su espada contra los enemigos. Diré, tal como se lo oí a muchos, que a muchos mató de nuestros enemigos y obligó a los otros a huir. Pero luego, cuando los que le hacían frente se dieron cuenta de quién era, se vio rodeado por un círculo de enemigos, cayó del caballo al ser herido y fue capturado. Entonces, mientras el emperador de los romanos4 es conducido hacia el campo enemigo como un prisionero de guerra, nuestro ejército se dispersa. Sólo una pequeña parte escapó, mientras que la mayoría, o bien fueron hechos prisioneros, o bien cayeron bajo las espadas rivales. Pselo, Vida de los emperadores de Bizancio, VIIb, 20-22 [ M. PSELO: Vidas de los emperadores de Bizancio, Madrid, Gredos, 2005; edición, traducción y notas de Juan Signes Codoñer; p. 447-448] Texto 15 Constantinopla –la «Ciudad», tal y como era conocida en el mundo griego– se rindió a los turcos otomanos el 29 de mayo de 1453, tras un largo asedio. La fecha cayó en martes, día de la semana que todavía es considerado de mal presagio por los griegos. La toma de este gran baluarte5 de la civilización cristiana contra 1 Alp Arslán: segundo sultán selyucí, nacido en el 1028 y muerto en el 1072. Los selyucidas o selyucíes eran un pueblo turco originario de Asia Central; pero en el siglo X se establecieron en la región de Irán, donde se mezclaron con la población local y tomaron la lengua persa. Crearon un gran imperio, que llegaba desde Irán hasta el Mediterráneo. Tras derrotar al emperador bizantino, Alp Arslán incorporó Armenia, Georgia y Azerbaiyán a su imperio. 2 a él: se refiere al emperador. 3 rey de los persas y los curdos: se habla de dos de los pueblos sobre los que mandaba Alp Arslán. Quizá el autor menciona como ejemplo a dos de los pueblos que le son más conocidos, o quizá no conocía la gran variedad de pueblos que había en su imperio. 4 emperador de los romanos: los romanos son aquí los bizantinos, que se consideran a sí mismos romanos, a pesar de que no hablan latín (ni una lengua derivada del latín) sino griego. Recordemos que el Imperio Bizantino es la continuación del Imperio Romano de Oriente. 5 baluarte: propiamente es una obra de fortificación que sobresale y que está situada en el encuentro de dos lienzos de muralla. Aquí está en sentido figurado. 26 el empuje del Islam produjo una enorme conmoción, que se dejó sentir en todos los rincones de la Cristiandad, pero los habitantes de los tristes restos del una vez poderoso imperio reaccionaron con ambigüedad ante los hechos. La mayoría de las poblaciones ortodoxas1 del Mediterráneo oriental hacía ya tiempo que se habían rendido al poder otomano. Es más, en las postrimerías del Imperio bizantino, el gran duque2 Lucas Notaras había dicho que prefería que imperara en la «Ciudad» el turbante turco que la mitra del prelado católico. Con ello reflejaba los sentimientos de muchos de sus correligionarios ortodoxos, ofendidos por los intentos de la Cristiandad occidental de imponer con intimidaciones la supremacía papal, a cambio de la ayuda militar ofrecida para hacer frente a la amenaza turca. Además, aún se recordaba con amargura el saqueo de Constantinopla de 1204, resultado del cambio de ruta de la Cuarta Cruzada3. En esta época, por lo menos, como estricta seguidora de su propio «libro santo», la Biblia, la grey ortodoxa (pliroma4) podía esperar que, bajo el gobierno de los turcos otomanos, se le permitiera practicar su fe sin ser constreñida ni presionada para que se sometiera a la autoridad de los odiados latinos. De hecho la caída del Imperio bizantino se percibió, en gran medida, como parte de un designio divino destinado a castigar los muchos y variados pecados de los ortodoxos. En cualquier caso, no se creía que el yugo otomano fuese a durar mucho. Existía la creencia, muy extendida, de que el fin del mundo llegaría al fin del séptimo milenio a partir de la Creación, lo que, de acuerdo con los cálculos, caía en el año 1492. Después de 1453, los otomanos consolidaron poco a poco su poder sobre las pocas zonas del mundo griego que aún no estaban bajo su ámbito de influencia. El pequeño y aislado imperio de Trebisonda, situado en las tierras de la orilla sureste del Mar Negro y establecido a consecuencia de la Cuarta Cruzada, fue invadido en 1461. Rodas fue capturada en 1522, Quíos y Naxos en 1566, Chipre en 1571 y Creta, conocida como la «Gran Isla», cayó en 1669, tras un asedio de veinte años. Las Islas Jónicas (con la excepción de Léucade) se libraron en gran medida del yugo otomano. Corfú, la mayor de todas, jamás cayó en manos del poder turco. Las islas quedaron subordinadas al poder veneciano hasta 1797, cuando fueron ocupadas por Francia y posteriormente por Rusia y Gran Bretaña, constituyendo un protectorado británico entre 1815 y 1864. [R. CLOGG: Historia de Grecia, Madrid, Cambrigde University Press, 1998; p. 21-24] Texto 16 [El aristócrata británico Lord Byron (1788-1824) apoyó en los últimos años de su vida la independencia de Grecia. En 1823 se unió a los insurgentes griegos que se habían rebelado contra los turcos. Aportó dinero y los griegos le dieron un alto cargo en el ejército rebelde. Murió de enfermedad en 1824 sin haber intervenido en ninguna operación militar de importancia, en la ciudad de Missolonghi (o Mesolongi –pronunciado «Mesolonyi»), una ciudad griega situada en la costa norte de la entrada del golfo de Corinto. En las estrofas que ponemos a continuación –pertenecientes a su obra Don Juan– se recuerda el pasado glorioso de Grecia y su lucha por la libertad en ese pasado, y se lamenta la situación presente 1 poblaciones ortodoxas: seguidores de una variante del cristianismo que se había separado de la iglesia de Roma (la Iglesia Católica), variante a la que se conoce como Iglesia Ortodoxa (de Ïρhός, ‘recto’, y δόξα, ‘opinión’). Las disputas y la rivalidad entre la Iglesia de Roma y la de Constantinopla (Bizancio), o sea, entre la iglesia latina y la griega, se originaron en época muy antigua, al menos desde la división del Imperio Romano (Roma era la capital de la parte occidental, Constantinopla de la oriental). En el Primer Concilio de Constantinopla (381) se estableció que el Papa estaba por encima del patriarca de Constantinopla, pero esto no fue totalmente aceptado por la iglesia bizantina. Durante los siglos siguientes hubo divergencias y disputas entre la iglesia de Roma y la de Constantinopla, hasta que en el siglo XI (1054) se produce la separación definitiva. No sólo se separaron los bizantinos, sino también los eslavos, que habían sido evangelizados por los bizantinos. 2 gran duque: alto cargo del Imperio Bizantino. En un principio era el comandante de la flota. En los últimos tiempos de Bizancio, era una especie de primer ministro. 3 Cuarta Cruzada: los cruzados, que se suponía que iban a Palestina a luchar contra los musulmanes, atacaron Constantinopla. El emperador bizantino Isaac II Ángel había sido derrocado. Su hija estaba casada con el rey alemán Felipe de Suabia. Felipe de Suabia y su cuñado Alejo, el hijo de Isaac II, pidieron a los cruzados que intervinieran en Bizancio para reponer en el trono a Isaac II. Los cruzados se comprometieron a hacerlo a cambio de una gran cantidad de dinero (200.000 marcos de plata). Cuando los cruzados sitiaron Constantinopla, para evitar que la ciudad fuera conquistada, los nobles de Bizancio repusieron en el trono a Isaac II, que nombró coemperador a su hijo Alejo (Alejo IV). Los cruzados pidieron la recompensa prometida. Los emperadores sólo pudieron conseguir la mitad, y a costa de impuestos y confiscaciones, que dieron lugar a un gran descontento popular. Entonces los nobles depusieron a Alejo IV y mataron a Isaac II, y nombraron un nuevo emperador. Ante este hecho, los cruzados conquistaron Constantinopla. Saquearon la ciudad y establecieron un reino franco (cruzado) en una parte del Imperio Bizantino. Detrás de la conquista de Constantinopla estaban, al parecer, los intereses de los venecianos, a los que los bizantinos habían quitado los privilegios comerciales de los que gozaban. 4 pliroma: en griego clásico es πλήρωμα, ‘muchedumbre’. 27 y se incita a los griegos a luchar para conseguir la libertad. En varias ocasiones, después de pedir que se luche por la libertad, parece que se da marcha atrás y se pide que en vez de pensar en la libertad se piense en beber, pero después se vuelve a pedir la lucha por la libertad, que es lo que al final prevalece.] ¡Las islas de Grecia, las islas de Grecia! ¡Donde la ardiente Safo1 cantó y amó, donde nacieron las artes de la paz y de la guerra, donde se levantaba Delos2, y surgió Febo3! Eterno estío aún las embellece, aunque todo, salvo su sol, haya desaparecido. [...] Las montañas contemplan a Maratón4, y Maratón contempla el mar; y meditando allí sólo una hora, soñé que Grecia aún podría ser libre, pues al estar sobre la tumba de los persas, no podía considerarme a mí mismo esclavo. [...] ¿Y dónde están todos? ¿Y dónde estás tú, país mío? En tu costa silenciosa el lay5 heroico ya no tiene melodía, ¡y ya no palpita el heroico pecho! Y tu lira, tanto tiempo divina, ¿tiene que degenerar en manos como las mías? [...] ¿No tendremos sino que llorar los días más felices? ¿No tendremos sino que ruborizarnos? Nuestros padres sangraron. ¡Tierra! ¡Devuelve desde tu pecho un vestigio de nuestros muertos espartanos! ¡De los trescientos6 no concedas más que tres, para hacer una nueva Termópilas! [...] Aún te queda la pírrica danza7, pero, ¿dónde está la falange pírrica8? 1 Safo: famosa poetisa griega (siglo VII a.C.). Era de la isla de Lesbos. Destaca sobre todo por sus poemas amorosos referidos a otras mujeres. 2 Delos: pequeña isla griega (menos de 5 km2), situada en el mar Egeo, en el archipiélago de las Cícladas. Era una isla sagrada, consagrada a Apolo. Según el mito, allí nacieron Apolo y su hermana Ártemis. Allí tuvo su sede en un principio la liga formada por Atenas y otros estados griegos a raíz de la segunda Guerra Médica (de ahí el nombre de Liga Délica). 3 Febo: sobrenombre de Apolo. En griego es ΦοÃβος, ‘brillante’. Apolo es dios de la belleza y de la luz (de ahí que se acabara identificando con el sol). Es asimismo el dios de la profecía, y también el dios de la música y la poesía. 4 Maratón: población («demo», δ−μος) situada al noroeste del Ática, cerca del mar, junto a una gran llanura. En el 490 a.C. un ejército ateniense, mandado por Milcíades, y en el que había también plateenses (de la ciudad beocia de Platea, vecina y aliada de Atenas), derrotó al ejército persa, que había desembarcado en la bahía de Maratón. 5 lay: un lay es un breve poema medieval, para ser cantado, escrito en francés o en provenzal, que relata una leyenda o una historia de amores. Aquí parece que simplemente tiene el sentido de «poema» o «canto». 6 trescientos: se refiere a los trescientos espartanos que se enfrentaron al ejército persa en las Termópilas y que murieron en la batalla. 7 pírrica danza: antigua danza griega que imitaba un combate. 8 falange pírrica: la falange era el cuerpo de infantería pesada de la antigua Grecia. En general era la parte más importante del ejército de tierra (la caballería y la infantería ligera tenían un papel secundario, aunque a veces importante). La «falange pírrica» es, entonces, el ejército de Pirro, rey del Epiro. Pirro (319-272 a.C.) intervino contra los romanos y los cartagineses en favor de 28 De dos lecciones tales, ¿por qué olvidar la más noble y la más viril? Tienes los edictos que Cadmo1 te dio, ¿crees que los pensó para un esclavo? [...] ¡Llena hasta el borde el cuenco con vino de Samos! En la roca de Suli2, en la orilla de Parga3, existe el vestigio de una estirpe como la que parían las madres dóricas4; y ahí quizá haya sembradas algunas semillas, y a lo mejor pertenezcan a la sangre heracleidiana5. [...] Para la libertad no confíes en los francos6: tienen un rey que compra y vende: en las nativas espadas, en las filas nativas, habita la única esperanza del valor, pero la fuerza turca y el fraude latino7, quebrarían tu escudo, por muy ancho que fuese. [...] Colocadme en la pendiente marmórea de Sunio8, donde nada, salvo las olas y yo, oigamos pasar nuestros mutuos murmullos; allí, como el cisne, dejadme cantar y morir: los griegos del sur de Italia y Sicilia. 1 Cadmo: fundador mítico de la ciudad de Tebas. Según el mito, era hijo de Agenor, rey de Tiro, y hermano de Europa, a la que había raptado Zeus. Agenor lo envió a buscarla. El oráculo de Delfos le ordenó que dejara de buscarla, y que siguiera a una vaca con la que se encontraría hasta que ésta se tumbara. Allí debía fundar una ciudad. La vaca se tumbó donde luego estaría Tebas. Cadmo había enviado a sus compañeros a buscar agua. Un dragón los mató. Cadmo lo mató. Siguiendo lo que le mandó la diosa Atenea, sembró la mitad de los dientes del dragón (los otros se los guardó Atenea). De los dientes nacieron hombres armados, que se pelearon entre sí. Quedaron sólo cinco, los Espartos (de σπαρτός, ‘sembrado’). Estos cinco le ayudaron a construir la Cadmea, la ciudadela de Tebas. [Los nobles tebanos se consideraban descendientes de ellos.] 2 Suli: pequeña comarca montañosa (por eso lo de «roca») situada en el noroeste de Grecia (en la provincia de Tesprotia, en la región del Epiro). Los suliotas, pueblo en un principio de lengua albanesa, mantuvieron de hecho la independencia frente a los otomanos cuando toda Grecia cayó en su poder. En el siglo XVIII los otomanos intentaron dominarlos. Lo consiguieron finalmente en 1803, después de una dura resistencia. La mayor parte de los suliotas supervivientes fueron dispersados por distintas partes de Grecia. Muchos de ellos desempeñaron un importante papel en la Guerra de Independencia de Grecia. 3 Parga: localidad griega situada en la orilla del mar Jonio, frente a las Islas Jonias, en la provincia de Preveza (región del Epiro). Estuvo en poder de los venecianos desde el siglo XV hasta el XVIII, momento en que cae en poder de Napoleón, que la entregó a los austríacos. Luego pasará a poder de los británicos. En 1815 los británicos la entregan al Imperio Otomano. Los habitantes de Parga no están de acuerdo on esto, y en 1819 la mayoría se marcha a Corfú, entonces en manos de Gran Bretaña. 4 madres dóricas: nueva referencia a los espartanos, que eran dorios. 5 sangre heracleidiana: los griegos antiguos consideraban a los dorios, entre los que estaban los espartanos, descendientes de los hijos de Heracles. 6 francos: en Oriente a los cruzados se les llama «francos», porque buena parte de ellos procedían de Francia. Se les da también el nombre de «latinos». 7 fraude latino: no está claro a qué se refiere. Quizá se refiera a lo ocurrido en 1815, cuando los europeos reconocieron las fronteras del Imperio Otomano, y por tanto el dominio turco sobre Grecia. O quizá, dado que habla de «francos» y «latino», haga referencia al comportamiento de los europeos occidentales con el Imperio Bizantino. En la Cuarta Cruzada, los cruzados (los «francos»), al no recibir el dinero que les habían prometido por restaurar en el trono al emperador Isaac II, conquistaron y saquearon Constantinopla, y establecieron un reino franco (cruzado), lo que a la larga favoreció la conquista turca, pues Bizancio ya nunca recuperará su antiguo poder. Después, cuando el Imperio Bizantino estaba a punto de caer totalmente en poder de los turcos otomanos, la ayuda de los europeos occidentales a los bizantinos fue escasa. 8 Sunio: cabo que forma la punta más meridional del Ática. 29 una tierra de esclavos nunca será la mía: ¡haced añicos lejos la copa de vino de Samos! Tomado de la obra: BYRON(Lord): Poemas escogidos, Barcelona, Ed.Orbis, 1997 (selección y traducción de José María Martín Triana); p. 78-83. Texto 17 [El autor, en una obra que trata sobre la violencia en Europa tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se ocupa en este texto de ciertos hechos violentos que tuvieron lugar en Grecia. Realmente las luchas entre griegos comenzaron mucho antes del fin de la ocupación que llevaban a cabo alemanes, italianos y búlgaros. De las organizaciones que surgieron para luchar contra los ocupantes, la mayor era el EAM (Frente Nacional de Liberación), que tenía como brazo armado el ELAS (Ejército de Liberación del Pueblo Griego). En el EAM/ELAS había resistentes de diversas ideologías, pero de hecho lo dominaban los comunistas. El EAM/ELAS no sólo luchó contra los ocupantes sino que también se enfrentó con otros grupos de resistencia, pues pretendía ser el único y obligar a todos los resistentes a unirse a él. Por su parte, diversos grupos anticomunistas, entre los que destacaban los Batallones de Seguridad y que estaban apoyados por los ocupantes, mantuvieron una dura lucha con el EAM/ELAS. En esa lucha ambos bandos se comportaban de forma muy violenta y a menudo con gran crueldad, no sólo con los combatientes rivales sino también con la población civil. La liberación de Grecia fue llevada a cabo por los británicos, y en ella el EAM/ELAS desempeñó un papel importante. Cuando Grecia fue liberada, se formó un gobierno de unidad nacional, en el que participaban miembros del EAM. Ante la persecución a la que se sometía a los comunistas, el EAM abandonó pronto el gobierno, que entonces intensificó esa persecución. Comenzó una auténtica guerra civil entre el gobierno y los comunistas. El gobierno fue apoyado por Gran Bretaña, y luego por los Estados Unidos. La Unión Soviética apoyaba a los comunistas, pero el apoyo era limitado, porque Stalin y Churchill habían acordado que Grecia fuera zona de influencia británica. Su mayor apoyo provenía de los comunistas yugoslavos, pero cuando Stalin y Tito rompieron, los comunistas griegos mantuvieron su fidelidad a la Unión Soviética, y por ello perdieron el apoyo yugoslavo. La guerra terminó en 1949 con la derrota de los comunistas. En los años siguientes los comunistas y sus partidarios sufrieron una dura represión, que se mantuvo, con mayor o menor intensidad, hasta el fin de la Dictadura de los Coroneles (1974).] Existen innumerables ejemplos de cómo la influencia de las fuerzas políticas dejó que las meras rencillas personales se fueran de las manos. Sólo daré uno, el de la disputa familiar entre las familias Doris y Papadimitriu, tal como la aclara el historiador Stathis N. Kalyvas. En 1942 un joven pastor llamado Vassilis Doris se enamoró de Vassiliki Papadimitriu, una chica que vivía en el pueblo de Douka en las montañas al oeste de Argos. Por desgracia, ella no le correspondía, y en cambio se enamoró de su hermano Sotiris. Amargado, Doris decidió vengarse de ella. Les contó a algunos militares italianos de la localidad que Vassiliki escondía armas, y en consecuencia los soldados fueron a su casa y le dieron una buena paliza. Al año siguiente, cuando el EAM llegó a la zona, la familia de Vassiliki se convirtió en un apoyo muy destacado. Ellos a su vez deseaban vengarse por lo que había hecho Doris, así que le denunciaron varias veces por traidor a los oficiales del EAM. Al final, una de sus denuncias llegó al comité provincial del EAM. Para entonces era julio de 1944, y el comité regional comunista había empezado su programa de limpieza de reaccionarios en la zona. En consecuencia, Vassilis Doris y su hermano Sotiris fueron arrestados y conducidos a una cárcel del EAM en el monasterio de San Jorge en Feneos. Una semana después, un guardia entró en las celdas y gritó 20 nombres, incluidos los de Doris y su hermano. Les dijeron que iban a trasladarles al cuartel general de ELAS, pero en realidad les harían marchar a la montaña hasta una cueva donde les degollarían. Doris no era tonto, e imaginó lo que iba a pasarle. Mientras los componentes del grupo eran conducidos fuera de la cueva de dos en dos, se las arregló para desatar sus manos, de modo que cuando le llevaron frente a sus ejecutores pudo golpear a su guardián y echar a correr. A pesar de los disparos escapó montaña abajo y se encaminó hacia Argos. Al día siguiente de su huida, el ELAS ejecutó a su otro hermano, Nikos, en represalia. Varios meses después, tras la liberación, Doris cogió un arma y regresó a la zona con el propósito de vengarse de Vassiliki Papadimitriu y su familia de una vez por todas. El 12 de abril de 1945 él y un grupo de amigos y familiares mataron a Panayotis Kostakis, un pariente de la familia Papadimitriu que Doris creía que había participado en su denuncia al EAM. En respuesta , ese junio, dos hermanos Papadimitriu mataron al cuñado de Doris. En febrero del año siguiente Doris y su grupo atacaron la casa de Papadimitriu y mataron a la madre de Vassiliki y a su hijo pequeño Yorgos –y tres meses después también dieron caza y mataron a tiros a uno de los hermanos de Vassiliki, a su cuñado y a su sobrina de tres años. En palabras de uno de los habitantes del pueblo, «Vassilis [Doris] y Vasso [Papadimitriu] comenzaron todo el asunto; ellos sobrevivieron, pero todos los demás a su alrededor fueron asesinados.» Esta historia tan triste es un ejemplo perfecto de cómo la guerra y las fuerzas políticas que se impusieron en un pequeño pueblo del Peloponeso, convirtieron un problema personal menor en un ciclo de violencia y asesinato. 30 Si los ocupantes italianos de la región no hubieran actuado ante el malicioso chivatazo de Doris, es posible que con el tiempo su resentimiento al verse rechazado por Vassiliki se hubiera diluido sin causar daño. Asimismo, si el EAM no hubiera sobreactuado ante la denuncia igual de maliciosa de la familia de Vassiliki, la situación no hubiera llegado a ser mortal. Y finalmente, si las autoridades locales hubieran arrestado a Doris después de la guerra en lugar de darle carta blanca para cazar a sus enemigos, el ciclo de violencia podría haber parado en seco. Cuando Doris y sus socios fueron por fin arrestados y juzgados, pretendieron alegremente que habían actuado por puro patriotismo contra una familia de violentos revolucionarios del EAM. Esto es señal de lo exhaustiva que llegó a ser la respuesta anticomunista en 1947 ya que, a pesar del evidente carácter personal de sus crímenes, Doris y sus cómplices fueron absueltos. LOWE, Keith: Continente salvaje. Europa después de la Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Galaxia Gutemberg/Círculo de Lectores, 2013; trad. de Irene Cifuentes; p.356-357. Texto 18 [La UNESCO, a través de la revista El correo de la Unesco, hace un llamamiento para ayudar a los griegos que, debido a la guerra civil, deben vivir en campamentos de refugiados, y especialmente a los niños. La UNESCO es la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (en inglés, United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization). Fue fundada el 16 de noviembre de 1945 con el objetivo de contribuir a la paz y a la seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones.] Dentro del trágico cuadro general que ofrece Grecia, no hay, sin duda, espectáculo más lamentable que el que ofrecen los niños refugiados, muchos de los cuales no han conocido siquiera otra forma de vida que la guerra y el hambre. Según el informe del Profesor Carneiro, 338.000 niños y niñas, la tercera parte de los cuales tiene menos de seis años de edad, han emigrado de las provincias del Norte. «Casi todos esos niños, con sus familias, están refugiados en campamentos o viviendas colectivas,» dice el Profesor Carneiro. « El contacto personal que con ellos he tenido, así como otros datos, me han permitido ... apreciar toda la profundidad de su miseria física y moral.» « Su alimentación consiste únicamente en una pequeña ración de leche por las mañanas, y en sopa y pan durante el día. Debido a la falta de espacio, viven apiñados con los adultos, en tiendas o habitaciones que alojan de 6 a 10 personas cada una.» « Su extrema demacración, sus rostros pálidos y su expresión de terror producen una impresión terrible. Desde la mañana hasta la noche, esos niños fantasmas vagan hambrientos, descalzos, alrededor de sus campamentos, vestidos de harapos, y las personas mayores les dirigen impotentes miradas llenas de compasión. » Los huerfanitos y niños abandonados son recogidos por la Organización de S.M. la Reina de Grecia, encargada de su asistencia. Esta Organización se ocupa de 18.000 niños, que están instalados en 52 colonias (Paidópolis). «Se siente uno conmovido », añade el profesor Carneiro, « al ver la transformación física y mental de los niños que ingresan en esas colonias.» Hablando en general del problema de los refugiados y de sus repercusiones, el Profesor Carneiro señala la extraordinaria dificultad de las condiciones económicas con que tropieza el Gobierno griego. «El número total de hombres, mujeres y niños refugiados... asciende a unos 700.000, o sea el 10% de la población », declara. «El resultado inmediato de su éxodo ha sido una profunda depresión económica... que ha empobrecido en la totalidad del país aproximadamente a 1.000.000 de habitantes.» «En conjunto, el 34 % de la población vive hoy a cargo del presupuesto nacional... lo cual hace evidente la imposibilidad de que Grecia resuelva por sí sola este problema con sus propios recursos financieros.» «El mantenimiento de esos 700.000 refugiados ha costado hasta ahora al gobierno griego una suma equivalente a 85.000.000 de dólares1. Si esta situación hubiera de continuar, cabrían escasas esperanzas de asegurar una asistencia internacional que pudiera salvar a Grecia de una catástrofe irreparable.» «La situación política permite esperar que los refugiados podrán poco a poco volver a sus campos y a sus aldeas. Pero este proceso habrá de ser en extremo costoso. En general, los refugiados volverán a “tierras devastadas”, y habrá que darles nuevos hogares, ganado, dependencias en las granjas, ropa y aperos agrícolas. Hasta la próxima cosecha, el Estado tendrá que alimentarles.» « Para llevar a cabo la reinstalación se requiere en total una cantidad de 138.000.000 de dólares. Tales son las proporciones del problema económico y financiero que ha de resolver el Gobierno griego, que tiene, ademas, que darle la más rápida solución posible para no encontrarse ante una situación todavía más grave. Los fondos del Plan Marshall comprenden ya una suma de 50.000.000 de dólares como reserva para este objeto, pero faltan aún 93.000.000 de dólares.» « Sería vano que se intentase mejorar la situación actual en Grecia desde el punto de vista cultural y educativo antes de que se haya producido un resurgimiento material del conjunto del país », dice el Profesor Carneiro. « Si la Unesco quiere hacer algo útil 1 85.000.000 de dólares: tengamos en cuenta que un dolar de 1949 equivale más o menos a 10 dólares en 2015. 31 tiene que obtener ante todo de las Naciones Unidas y de sus Instituciones Especializadas la asistencia necesaria para equipar de nuevo técnicamente y reorganizar la producción agrícola e industrial en Grecia. » «La crisis griega, debida a los acontecimientos internacionales que han afectado trágicamente la vida política y económica del país desde 1940, no se resolverá sin la asistencia de un mundo consciente de sus deberes. » « En nombre de la cultura, la Unesco debe lanzar ese llamamiento al mundo entero, pidiendo que se ayude a los niños griegos », concluye el Profesor Carneiro. « La Unesco es una organización cultural, y no necesita, por tanto, mejores patronos para esa empresa que el glorioso recuerdo de las grandes figuras que dieron en Grecia vivo impulso al arte, a la filosofía y a la ciencia.» « La Unesco ha de recordar a los niños del mundo entero, que todos los días se deleitan leyendo los cantos de la Ilíada y de la Odisea, o contemplando la belleza de la escultura griega, que aprenden sus primeras lecciones de geometría o de astronomía, o que reviven los debates de la Academia o del Liceo, que la fuente en que apagan su sed es esa misma Grecia que ahora les pide un ademán de gratitud y de amistad. » «Hay que ayudar a los refugiados griegos antes del invierno», El Correo de la Unesco. Nº 9. Octubre 1949, París, UNESCO; p. 11. 32 UNIDAD 7 ATENAS Y ESPARTA: SOCIEDAD Y POLÍTICA Tradicionalmente, Atenas y Esparta, al menos desde la época clásica, son consideradas dos modelos distintos de sociedad. En el caso de Atenas, la sociedad abierta, donde el individuo puede desarrollar su vida con libertad; en el caso de Esparta, por el contrario, la sociedad cerrada en la que el individuo encuentra grandes limitaciones a su libertad. Evidentemente, las cosas no son tan sencillas y caben matizaciones, pero es así en buena medida. Sin duda, los enfrentamientos que hubo entre estas dos ciudades desde el fin de la guerra contra los persas responden, además de al deseo de ambas de ejercer la hegemonía sobre los griegos, al choque entre dos modelos de sociedad. Dado que durante una parte importante de la historia de la Grecia antigua –sobre todo durante la época clásica– Atenas y Esparta fueron los estados griegos más poderosos, sus sistemas políticos y sociales se convirtieron en modelos para los demás griegos. Así, admiraban a Atenas los que defendían una sociedad en la que todos los ciudadanos pudieran intervenir en el gobierno de la ciudad y en la que gozaran de una gran libertad en sus asuntos particulares. En cambio admiraban a Esparta los que creían que el gobierno de la ciudad debía estar en manos de «los mejores ciudadanos» y que el Estado debía regular en gran medida la vida de los ciudadanos. Esparta En primer lugar, debemos hacer algunas precisiones sobre el nombre de Esparta y el de sus habitantes. Cuando hablamos de «Esparta» nos referimos a un estado griego al que los griegos antiguos llamaban habitualmente «Lacedemonia » (Λακεδαίμων). [En este caso preferimos hablar de «estado» mejor que de «ciudad» o «ciudad estado», debido a su tamaño y a su organización.] A los habitantes en general de ese estado se les daba el nombre de «lacedemonios» (Λακεδαιμόνιοι). Tengamos en cuenta, por otro lado, que los griegos antiguos –al menos en la Época Clásica–, cuando hacen referencia a un estado en cuanto que entidad política (no al territorio) hablan de los habitantes. Así, por ejemplo, dicen «los atenienses» (οÊ zΑhηναÃοι) en casos en los que nosotros decimos «Atenas». Esparta presentaba ciertas peculiaridades que la diferenciaban de otros estados griegos. Una de las más destacadas era que no estaba organizada en torno a un núcleo urbano importante, como, por ej., Atenas en torno a la ciudad de Atenas propiamente dicha (en griego se diferenciaba entre la ciudad-estado en cuanto que entidad política independiente, πόλις, de la ciudad en cuanto que entidad urbana, –στυ). Los habitantes de Esparta habitaban en distintas poblaciones de las que ninguna era el centro del estado o capital. La constitución política y la organización social de Esparta se atribuían a Licurgo, un legislador legendario del que no sabemos nada con seguridad, ni siquiera si existió realmente o no. La población de Esparta (propiamente, de Lacedemonia) estaba dividida en tres grupos: 1. Espartanos propiamente dichos (Σπαρτιται). Eran los únicos que tenían el derecho de ciudadanía y, por tanto, los únicos con derechos políticos. Su número era pequeño (en la época en que eran más numerosos parece que no pasaban de 9.000), pero dominaban a los otros grupos. Poseían tierras, de las que obtenían su sustento. Esas tierras habían sido distribuidas por el Estado entre sus antepasados. No trabajaban ellos las tierras y no podían dedicarse al comercio ni a la artesanía. Durante la mayor parte de su vida eran soldados en activo al servicio del Estado. Cuando hablamos de «espartanos» nos referimos a ellos. 2. Periecos (περίοικοι, «los que habitan alrededor»). Estaban organizados en ciudades con sus propias instituciones políticas y con actividades económicas libres y variadas (agricultura, artesanía, comercio). Estaban subordinados a los espartanos: debían servir en el ejército espartano en unidades auxiliares y los espartanos controlaban su política exterior. Parece que ese dominio espartano no era muy pesado (no se conocen rebeliones). 3. Hilotas (εËλωτες). Eran esclavos públicos, o, mejor dicho, una especie de siervos adscritos a la tierra, que pertenecían al Estado pero trabajaban las tierras de los ciudadanos espartanos. Sus condiciones de vida eran muy duras, lo que ocasionaba frecuentes revueltas. Para controlarlos, los espartanos ejercían una 33 represión durísima. Debido a que los espartanos tenían sometido a un número muy grande de personas, la sociedad espartana era una sociedad militarizada, en la que los ciudadanos dedicaban la mayor parte de su vida a servir como soldados al Estado. Para hacer buenos soldados, el Estado se ocupaba de la educación de los niños desde pequeños. Nada más nacer, se examinaba a los niños y se mataba a los que tenían defectos graves. Hasta los siete años vivían con sus madres. A esa edad el Estado se hacía cargo de los niños varones y comenzaba su educación. La educación era muy dura, y se aplicaban fuertes castigos corporales. A los niños se les enseñaba a obedecer, a llevar una vida austera y a soportar la fatiga y el dolor. A los veinte años ingresaban en el ejército. A los treinta se convertían en ciudadanos de plenos derechos. A partir de entonces podían dormir en su propia casa y formar una familia. Continuarán prestando servicio militar hasta la edad de sesenta años. La forma de vida de los espartanos de la época clásica se caracterizaba por la austeridad, hasta en el hablar (de ahí el sentido que tienen entre nosotros las palabras «espartano» o «lacónico»). En Esparta no se acuñaba moneda de plata ni de oro, y estaba prohibido todo lujo. Para evitar que la influencia externa minara esta austeridad, cada cierto tiempo se expulsaba a los extranjeros y, a no ser en las campañas militares, a los espartanos no les estaba permitido salir de Esparta. Tenían prohibido, también, participar en celebraciones como los Juegos Olímpicos. El sistema político espartano era peculiar. Tenía los siguientes elementos: 1. Dos reyes. Pertenecen a dos dinastías diferentes y reinan al mismo tiempo. Tienen funciones religiosas y son los jefes militares supremos, que dirigen las expediciones en el extranjero. 2. Éforos. Eran cinco, elegidos por la asamblea de ciudadanos. Su cargo duraba un año. Ejercían la inspección general de la moral y la disciplina públicas (§nορος está relacionado con ¦nοράω, ‘mirar’, ‘vigilar’), y controlaban la conducta de los demás magistrados y de los reyes. Tenían también competencias en política exterior: conducían las negociaciones con los demás estados y recibían a los embajadores extranjeros. 3. Consejo de Ancianos o Gerusía (Γερουσία, de γέρων, ‘anciano’). Estaba formado por los dos reyes y 28 ancianos. Estos 28 ancianos eran elegidos entre los mayores de 60 años y su cargo era vitalicio. El Consejo se encargaba de preparar las propuestas que se presentaban a la Asamblea, sobre cuyas decisiones tenía, además, derecho de veto. Era, pues, un órgano con gran poder. 4. Asamblea de Ciudadanos o Apela (zΑπέλλα). Estaba integrada por todos los ciudadanos varones mayores de 30 años. Legalmente era el máximo órgano de decisión, pero de hecho su poder estaba bastante limitado, pues no podía hacer propuestas ni discutir las que se le presentaban, sino solo aprobar o rechazar lo que se le proponía. Elegía a los éforos y a los miembros electos (todos menos los reyes) de la Gerusía. Según parece, se pronunciaba por aclamación (la propuesta se aprueba si los gritos a favor son más que los gritos en contra). Este sistema político, es de hecho una oligarquía , aunque pudiera parecer otra cosa por ser el máximo órgano de decisión la Apela, de la que forman parte todos los ciudadanos. Es un régimen oligárquico (un régimen en el que el poder está en manos de una minoría), debido al control que la Gerusía ejerce sobre las decisiones de la Asamblea y al gran poder de los éforos. Texto 1 La segunda de las medidas políticas de Licurgo y la más atrevida fue la redistribución de la tierra. Pues, como la desigualdad era terrible y muchos pobres e indigentes se acogían a la ciudad, en tanto que el dinero se había concentrado exclusivamente en unos pocos, decidido a desterrar el abuso, la envidia, la delincuencia, el lujo y las dos enfermedades del Estado que eran todavía más antiguas e importantes que éstas, la riqueza y la pobreza, los persuadió para que, puesto en común todo el país, lo redistribuyeran desde la base y convivieran haciéndose absolutamente todos semejantes y de igual patrimonio respecto a sus medios de vida, pero aspirando al primer puesto en virtud, a sabiendas de que, entre uno y otro, no 34 existe mayor diferencia ni desigualdad que la que establece la censura de sus defectos y el elogio de sus cualidades. Plutarco, «Licurgo», 8, Vidas paralelas [PLUTARCO: «Licurgo», Vidas paralelas I, Madrid, Gredos, 1985; p. 293; introducción, traducción y notas de Aurelio Pérez Jiménez] Texto 2 A su vez, Licurgo estableció en Esparta las siguientes normas legales contrarias al resto de los griegos. Por supuesto, en las demás ciudades, todos se enriquecen cuanto pueden: uno trabaja la tierra, otro es armador, éste se dedica al comercio, aquéllos viven de sus oficios de artesanos. En cambio, en Esparta, Licurgo prohibió a los ciudadanos libres tocar nada que se relacionase con el lucro y, al contrario, ordenó que sólo considerasen actividades propias todas las que procuran libertad a las ciudades. Realmente, ¿cómo se van a afanar por las riquezas allí donde, con la misma aportación obligatoria para cubrir las necesidades y el mismo sistema de vida impuesto, consiguió que no aspirasen a ellas movidos por la vida cómoda que proporcionan? Pero, ellos tampoco se tienen que enriquecer a causa del vestido; pues no se atavían con vestidos suntuosos, sino con el perfecto estado físico de su cuerpo. Por supuesto, tampoco tienen que amontonar dinero para gastarlo con sus compañeros de tienda, puesto que se sentó como de más prestigio ayudar a sus compañeros con el trabajo personal que con el pago de sus gastos; y demostró que aquello es producto del alma, y esto, de la riqueza. Jenofonte, La república de los lacedemonios, 7 [JENOFONTE: «La república de los lacedemonios», Obras menores, Madrid, Gredos, 1984; p.115; introducción, traducción y notas de Orlando Guntiñas Tuñón] Texto 3 35. A otro muchacho le sucedió que, cuando llegó el momento en que era costumbre que los muchachos libres robaran lo que pudieran y era vergonzoso no hacerlo inadvertidamente, como los chicos que iban con él robaran un zorrillo vivo y se lo dieran para guardarlo, al presentarse en su búsqueda quienes lo habían perdido, se metió el zorro bajo su manto. Y aunque la fiera se enfureció y le mordió todo el costado hasta las entrañas, el muchacho no se movió para no ser descubierto. Después, cuando aquéllos se marcharon, los muchachos vieron lo sucedido y le reprendieron, diciéndole que hubiera sido mejor dejar el zorrillo al descubierto antes que ocultarlo hasta la muerte. Pero él dijo: «No, sino que es mejor morir sin ceder a los dolores, que adoptar una vida vergonzosa al ser descubierto por debilidad de espíritu». [...] 42. Otro, como llevaran una lira a un banquete, dijo: «No es espartano el gastar el tiempo en tonterías». [...] 51. Tínico, cuando murió su hijo Trasibulo, lo llevó con fortaleza, y le hizo el siguiente epigrama: Sin vida, sobre su escudo ha llegado Trasibulo a Pitana1, después de haber recibido siete heridas de los argivos2; las siete aparecían de frente; el anciano Tínico puso su ensangrentado cuerpo sobre la pira y dijo así: Lloren los cobardes, pero yo a ti, hijo, te enterraré sin lágrimas, a ti que eres hijo mío y también espartano. Plutarco, «Máximas de espartanos», Moralia, 234-235 [PLUTARCO: «Máximas de espartanos», Obras morales y de costumbres III, Madrid, Gredos, 1987; p. 222- 225; traducción de Mercedes López Salvá] 1 Pitana: es una de las poblaciones (κäμαι) en las que habitaban los espartanos. 2 argivos: habitantes de Argos, ciudad-estado situada en el noreste del Peloponeso. Los lacedemonios se enfrentaron con los argivos en bastantes ocasiones. 35 Texto 4 4. Aprendían las letras por necesidad; pero desterraban todo tipo de educación: de libros no menos que de hombres. Toda su educación estaba dirigida a obedecer bien, a esforzarse en ser fuertes y a vencer o morir combatiendo. [...] 11. Cuando un niño era castigado por alguien, si se lo decía a su padre, resultaba vergonzoso para el padre, al oírlo, no darle otra paliza, pues tenían mutua confianza por la instrucción tradicional de que nadie ordenaría nada vergonzoso a sus hijos. [...] 34. Arquíloco, el poeta, cuando llegó a Esparta, al punto lo expulsaron, porque descubrieron que había escrito en sus versos que era mejor arrojar las armas que morir. Algún sayo1 se ufana con mi escudo, arma excelente que abandoné mal de mi grado junto a un matorral. Pero salvé mi vida: ¿qué me importa aquel escudo? Váyase enhoramala; ya me procuraré otro que no sea peor. [...] 37. Mataron a uno que llevaba una túnica de tela basta, por hacer un bordado en la túnica. [...] 40. En Esparta los niños, azotados con látigos durante el día entero en el altar de Ártemis Ortia, muchas veces hasta la muerte, lo resisten contentos y orgullosos, y compiten entre ellos por la victoria consistente en quién de ellos puede resistir más golpes y durante más tiempo. El que vence goza de máxima reputación. La competición se llama «flagelación». Se celebra anualmente. 41. Una de las cosas más nobles y felices que Licurgo proporcionó a los ciudadanos fue la abundancia de tiempo libre. No les estaba permitido en absoluto dedicarse a ningún oficio manual. Tampoco les era necesario ni un tipo de lucro que implicara acumulación trabajosa, ni una trabajosa ocupación activa, dado que habían convertido la riqueza en algo no envidiable e inmerecedor de honores. Los hilotas trabajaban la tierra para ellos y pagaban un tributo establecido de antemano. Estaba prohibido bajo maldición pagar a alguno de más, para que los hilotas tuvieran una ganancia y trabajaran con agrado, y aquéllos no desearan más. PLUTARCO: «Antiguas costumbres de los espartanos», Moralia, 236, 237, 239 [PLUTARCO: «Antiguas costumbres de los espartanos», Obras morales y de costumbres III, Madrid, Gredos, 1987; p. 236, 237, 243, 244.; traducción de Mercedes López Salva] Atenas Frente al sistema político espartano, atribuido a un personaje legendario y que se nos presenta ya establecido y sin cambios a lo largo de los siglos, conocemos con detalle la evolución del sistema político ateniense y a los autores o promotores de los cambios. Aquí vamos a ver el sistema político tal como era hacia mediados del siglo V a.C., en la época de Pericles, que es la época de mayor esplendor de Atenas. El sistema político de Atenas es una democracia (de δ−μος, ‘pueblo’, y κράτος, ‘poder’), es decir, un régimen en el que el poder está en manos del pueblo. No se trata de una democracia representativa, como la nuestra, en la que cada cierto tiempo los ciudadanos eligen a sus representantes o gobernantes, que son los que toman las decisiones. En Atenas, aunque había también cargos públicos e instituciones políticas, las decisiones importantes las tomaba directamente el pueblo por votación. Sólo podían participar en la vida política los ciudadanos varones mayores de edad que no hubieran sido privados de sus derechos políticos. Ni mujeres ni extranjeros, ni, por supuesto, esclavos, tenían participación en los asuntos públicos. Por otro lado, si bien todos los ciudadanos en plenitud de derechos políticos podían tomar parte en la política, no todos lo podían hacer igual, pues para ciertos cargos había que pertenecer a las clases más altas. Los ciudadanos atenienses estaban divididos, desde los tiempos de Solón, en cuatro clases, de 1 sayo: los sayos eran una de las tribus tracias. Los tracios habitaban más o menos en lo que hoy es Turquía europea, Bulgaria y noreste de Grecia 36 acuerdo con su riqueza. La participación en los asuntos públicos, así como las obligaciones hacia el Estado, dependían de la clase a la que se perteneciera: a clase más alta, mayores obligaciones y mayor participación. Esas clases eran las siguientes: 1ª. Pentacosiomedimnos (πεντακοσιομέδιμνοι de πgντακόσιοι, ‘quinientos’, y μέδιμνος, ‘medimno’ [medida de capacidad de unos 52 litros y medio]). Eran los que tenían unos ingresos de 500 ó más medimnos de grano, o su equivalente. 2ª. Caballeros (ÊππgÃς). Tenían unos ingresos de entre trescientos y quinientos medimnos. Se les da este nombre, al parecer, porque sus ingresos les permitían mantener un caballo para servir en el ejército en la caballería. [A veces se les da el nombre de triacosiomedimnos, en griego τριακοσιομέδιμνοι, de τριακόσιοι, ‘trescientos’.] 3ª. Zeugitas (ζευγÃται). Tenían unos ingresos de entre doscientos y trescientos medimnos. 4ª. Tetes (h−τες). Tenían unos ingresos inferiores a doscientos medimnos. El territorio de Atenas estaba dividido en una serie de unidades menores. La unidad más pequeña era el demo (δ−μος), algo así como nuestros municipios. Cada demo tiene sus instituciones y sus cargos públicos. El demo es el marco donde se desarrolla la vida cotidiana del ciudadano. Por otro lado, el territorio y su población estaba dividido en diez tribus (nυλαί). Cada tribu estaba integrada por tres partes: un distrito (τριττύς) de la capital, otro de la costa y otro de la zona interior del Ática. Cada distrito de cada tribu comprendía uno o varios demos. Los cargos públicos y órganos de gobierno principales de Atenas eran los siguientes: • Magistrados supremos o arcontes. En la época en la que nos estamos fijando no tenían ya mucho poder. Se ocupaban de asuntos judiciales y religiosos. Podían imponer multas hasta cierta cuantía e intervenían en la instrucción de los procesos (no eran ellos los que juzgaban). Eran elegidos por sorteo entre los candidatos y debían pertenecer a las tres primeras clases. Ocupaban su cargo durante un año y no podían ser reelegidos. Eran los siguientes: - Arconte en jefe o arconte epónimo, llamado en general simplemente «el arconte» (Ò –ρχων, literalmente «el que manda»). Igual que ocurría con los cónsules en Roma, su nombre se usaba para fechar, indicando el arconte del año en que se situaban los hechos (se decía, por ej., Λυκούργου –ρχοντος, «siendo arconte Licurgo»). Aparte de funciones religiosas (por ej., a su cargo estaba la dirección de las Grandes Dionisiacas, las principales fiestas en honor de Dioniso), se ocupaba de asuntos judiciales relacionados con la administración de la ley familiar. - Arconte rey, o simplemente «rey» (Ò βασιλεύς). Era la máxima autoridad religiosa, y tiene a su cargo distintas festividades y celebraciones (por ej., los Misterios). En el campo judicial, interviene en los procesos de carácter religioso y en los procesos por homicidio. - Arconte polemarco, o simplemente «polemarco» (Ò πολέμαρχος). En un principio era el comandante en jefe del ejército, pero en la época de la que nos estamos ocupando tenía a su cargo algunos asuntos religiosos y ciertos asuntos judiciales referidos a los no ciudadanos. - Tesmotetas (οÊ hεσμοhέται). Eran seis y contaban con un secretario (Ò γραμματεύς) que les ayudaba. Se ocupaban de diversos asuntos judiciales y legales: vigilaban la marcha de los tribunales, presidían ciertos procesos, conservaban y revisaban las leyes. • Magistrados militares o estrategos (οÊ στρατηγοί). Eran diez y de entre ellos se nombraba al que ejercía el mando supremo. Eran elegidos por votación entre los miembros de las dos primeras clases para un año, pero podían ser reelegidos indefinidamente (por eso, algunos que ocuparon muchas veces el cargo, como Pericles, ejercieron una gran influencia en el pueblo ateniense). Ahora bien, si el pueblo consideraba que desempeñaban mal su cargo, podía destituirlos antes de acabar su mandato. No sólo se ocupaban de dirigir las operaciones militares sino que además tenían competencias en todos los asuntos relacionados con el ejército y la flota. • Consejo de los Quinientos, o simplemente «Consejo» (º βουλή, o οÊ πεντακόσιοι, o º βουλή οÊ πεντακόσιοι). Estaba formado por quinientos ciudadanos, cincuenta por tribu, mayores de 30 años. Eran elegidos por sorteo entre los ciudadanos de las cuatro clases para un año. Podía ocuparse el cargo de consejero dos veces en la vida. Tenía competencias prácticamente en toda la administración pública: 37 preparaba los asuntos que iban a tratarse en la Asamblea, se ocupaba de la ejecución de las decisiones de la Asamblea cuando ésta se lo encargaba, controlaba las finanzas públicas y vigilaba a los funcionarios que manejaban fondos públicos, recibía a los embajadores extranjeros. Para facilitar el funcionamiento del Consejo, durante una décima parte del año los cincuenta consejeros de una tribu formaban una comisión permanente del Consejo, según un orden establecido por sorteo. Estos cincuenta consejeros eran llamados «prítanes» (πρυτάνεις), y la décima parte del año en que ejercían esa función era una «pritanía» (πρυτανεία). Preparaban los asuntos que debían tratarse en el Consejo y convocaban las reuniones del Consejo y la Asamblea. Cada día elegían por sorteo un presidente (Ò ¦πιστάτης), quien durante un día venía a ser una especie de jefe de estado (presidía el Consejo y la Asamblea, tenía las llaves del Tesoro y el sello del Estado). • Consejo del Areópago, o simplemente «Areópago» (Ò }Αρειος πάγος, «la colina de Ares», o º ¦ν zΑρείå πάγå βουλή, «el consejo de la colina de Ares»). Se le daba este nombre por el lugar donde se reunía. Estaba formado por los antiguos arcontes, que pertenecían a él de forma vitalicia. Este consejo era el más antiguo. En tiempos primitivos tenía grandes poderes, pero en la época de la que nos ocupamos tenía competencias en asuntos religiosos y era el tribunal que juzgaba los delitos de sangre. • Asamblea (º ¦κκλησία). Era la suprema institución política de Atenas. Estaba formada por todos los ciudadanos atenienses en plenitud de derechos. Era el máximo órgano de decisión. Se reunía en unas fechas establecidas (cuatro veces en cada pritanía o décima parte del año), y también cuando la situación lo requería. La asistencia de los ciudadanos a sus reuniones no era obligatoria, y, en general, no se requería un mínimo de asistentes para que sus acuerdos fueran válidos. En Atenas no existía el concepto de división de poderes, por lo que la Asamblea tenía competencias en el campo legislativo (aprobaba normas de carácter general o leyes, νόμοι) y en el campo ejecutivo (aprobaba resoluciones sobre casos concretos o decretos, ψηnίσματα), e incluso a veces en el judicial (en casos especiales podía constituirse en gran tribunal de justicia). Entre sus competencias estaba el ostracismo. El ostracismo fue instituido por Clístenes (el que suele ser considerado el auténtico creador de la democracia ateniense) después de la caída de la tiranía, con el fin de evitar que pudiera volver a surgir un tirano. Consistía en desterrar a un ciudadano durante diez años, no porque hubiera cometido algún delito sino porque los ciudadanos consideraban que podía tener intención de hacerse tirano. Este destierro se diferenciaba de los otros destierros en que el desterrado no sufría confiscación de bienes ni deshonor con privación de derechos políticos (•τιμία). En primer lugar, en una reunión de la asamblea se decidía si se iba a llevar a cabo una votación de ostracismo. En el caso de que se decidiera que sí, un tiempo después tenía lugar la votación. Cada ciudadano presente en la Asamblea escribía en un trozo de cerámica (Ðστρακον, propiamente ‘concha’) el nombre del ciudadano que consideraba peligroso para la ciudad y que, por tanto, quería que fuera desterrado; si el número de fragmentos depositados era de 6.000 ó más, se desterraba a aquel cuyo nombre aparecía más veces. Había además en la democracia ateniense, una institución judicial fundamental: la Heliea (º {Ηλιαία). Era un cuerpo integrado por 6.000 ciudadanos. De entre ellos se tomaban los integrantes de los tribunales que se encargaban de juzgar los casos civiles (asuntos de herencias, propiedades...) y la mayor parte de los casos penales (no los asesinatos, que eran juzgados por el Areópago, ni algunos otros delitos, juzgados por tribunales especiales). Para evitar sobornos o intimidaciones, los componentes de estos tribunales se elegían, de entre los miembros de la Heliea, mediante un complicado sistema de sorteo. Una vez elegidos, se llevaba a cabo el juicio, que se desarrollaba en una única sesión: hablaba una parte (el que acusaba), luego la otra (el que se defendía), y a continuación los miembros del tribunal votaban. En los procesos penales primero se decidía si el acusado era culpable o no; si se le declaraba culpable, el acusador proponía una pena y el condenado otra, y el tribunal elegía una de las dos. Estos tribunales o jurados populares estaban formados por un número muy grande de miembros (llamados δικασταί, ‘jueces’ en general, pero especialmente los de estos tribunales, o, más específicamente, ºλιασταί), y su número era siempre impar (para evitar empates): 201, 401, 1.001, según los casos. Este cuerpo suponía que era el pueblo el que administraba la justicia (cualquier ciudadano podía formar parte de él) y no los aristócratas o los ricos, que es lo que ocurría en otros lugares y había ocurrido antiguamente en Atenas. Ya hemos dicho que sólo podían participar en la vida pública los ciudadanos varones. Las mujeres no tenían ninguna participación en la política. [Esto no debe sorprendernos: en Europa no consiguieron el dere38 cho al voto hasta el siglo XX, y en España en concreto hasta 1931]. Pero las mujeres no sólo estaban apartadas de la vida política, sino que su presencia en la vida social era mínima: el lugar de una mujer era la casa, de la que, a no ser en ciertas festividades religiosas, apenas salía (la compra en el mercado era realizada normalmente por los hombres, o por los esclavos). Únicamente algunas mujeres, de clase baja, trabajaban fuera de casa (se sabe, por ejemplo, que en el mercado había mujeres vendiendo). Incluso en la casa había una zona reservada a las mujeres, el gineceo, donde permanecían la mayor parte del tiempo y donde se quedaban cuando, por ejemplo, su marido celebraba un banquete en casa. Además, parece ser que las mujeres no recibían apenas educación (fundamentalmente aprendían las labores que se consideraban propias de la mujer, como hilar o tejer). Además de ciudadanos, había en Atenas dos grupos de personas que no tenían derechos políticos: • Esclavos (δοØλοι). No sólo no tenían derechos políticos sino tampoco casi ningún otro derecho: eran simples instrumentos de trabajo, que se compraban y vendían como los animales o las cosas. Con todo, los esclavos atenienses estaban protegidos por algunas normas frente a la brutalidad de sus amos: podían acogerse al asilo de los lugares sagrados, de donde no podían ser sacados a la fuerza, y tenían entonces el derecho a ser vendidos a otro amo. • Metecos (μέτοικοι, literalmente «los que viven con»). Eran extranjeros que se habían establecido en Atenas, o esclavos liberados, o hijos de metecos. En Atenas, al contrario de lo que ocurre hoy en día en cualquier país, los extranjeros podían establecerse sin impedimento. Ahora bien, al contrario también de lo que ocurre en la mayoría de los países, no se conseguía la ciudadanía por haber vivido una serie de años o haber nacido allí, sino que era preciso ser hijo de ciudadanos (entre el 451 y el 338 a.C. era preciso que los dos padres fueran ciudadanos casados legalmente, en otras épocas las condiciones no eran tan duras y bastaba con que el padre fuera ciudadano). Los metecos no tenían derechos políticos pero sí otro tipo de derechos (por ej., podían tener propiedades, aunque no tierras). Debían pagar al estado ateniense anualmente un pequeño impuesto (el μετοίκιον) y servían en el ejército en unidades formadas por metecos. Los metecos tenían una gran importancia económica en Atenas, pues una parte considerable de la artesanía y el comercio estaba en sus manos. Por servicios prestados a la ciudad podían ser recompensados con la igualdad en tributación (zΙσοτέλεια), no debiendo pagar entonces el impuesto de los metecos, o, mucho más raramente, con la concesión de la ciudadanía ateniense. Texto 5 [Estamos al comienzo de la Guerra del Peloponeso. Los corintios se dirigen a los lacedemonios. Les dicen que deben luchar contra Atenas, que está haciéndose muy fuerte. Quieren que se den cuenta de cómo son los atenienses.] 70. Y al mismo tiempo, creemos que si hay alguien que tenga derecho a hacer censuras al vecino somos nosotros1, sobre todo cuando son grandes los intereses puestos en juego, acerca de los cuales nos parece que no os dais cuenta ni habéis calculado nunca qué clase de hombres son los atenienses, contra los que tendréis que enfrentaros, y cuán diferentes por completo de vosotros. Ellos son, en efecto, amigos de lo novedoso y vivos para imaginar y llevar a cabo lo que planean; de vosotros, en cambio, es propio conservar lo que tenéis, no inventar nada, y no llevar a la práctica ni lo más indispensable. Además, son osados más alla de sus fuerzas, aman el peligro en contra de lo que la prudencia aconseja, y son optimistas ante situaciones de riesgo; lo vuestro en cambio es hacer cosas inferiores a las que podéis, no confiar ni en las más seguras reflexiones, y creer que nunca saldréis airosos de las situaciones de peligro. Todavía más, ellos son decididos, frente a vosotros, indecisos; viajeros, frente a unos sedentarios: pues piensan ellos que al ir fuera podrían adquirir algo nuevo; vosotros, en cambio, que, al salir, seríais perjudicados incluso en lo vuestro. Si vencen a sus enemigos, explotan el éxito al máximo, y si son vencidos, lo mínimo se abaten. Aún más, usan sus cuerpos en la defensa de su patria como si fueran de extraños, mientras que se sirven de su inteligencia de la forma más individual si hay que hacer algo por ella. Y si han planeado algo y no lo 1 nosotros: son los corintios. Aunque Corinto no limita con Atenas, está muy cerca. Corinto y Atenas eran ciudades rivales. Esta rivalidad será una de las causas que desencadene la Guerra del Peloponeso. Los atenienses han atacado la ciudad de Potidea, un ciudad que formaba parte de su imperio y que se había querido separar. Como era una colonia de los corintios, Potidea les pide ayuda. Los corintios se reúnen con los lacedemonios y otros aliados. 39 logran, se consideran frustrados en algo propio; y en cambio, si adquieren algo después de haberlo perseguido, lo estiman en poco comparado con sus logros futuros. Y si en alguna ocasión fracasan en su intento, conciben nuevas esperanzas para compensar esta pérdida. Pues son los únicos para quienes es lo mismo tener que esperar lo que proyectan, en razón de que ponen rápidamente en práctica sus planes. Y se esfuerzan en todo esto a lo largo de toda su vida, entre esfuerzos y peligros; y disfrutan poquísimo de lo que poseen, por el afán de adquirir continuamente más; y no consideran día festivo sino a hacer lo que deben; y desgracia es para ellos no menos la inactividad ociosa que la laboriosa actividad. De suerte que sería correcto decir, resumiendo, que ellos han nacido para ni tener tranquilidad ellos mismos, ni permitírsela a los demás hombres. Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, I 70 [TUCÍDIDES: Historia de la Guerra del Peloponeso, Madrid, Alianza Editorial, 2008; p. 96-98; introducción, traducción y notas de Antonio Guzmán Guerra] Texto 6 [Tucídides pone en boca de Pericles un discurso en el que, con ocasión de los funerales por los caídos en la guerra, ensalza el sistema político y la forma de vivir de los atenienses.] A) Tenemos un sistema político que no imita las leyes de otros sino que servimos más de modelos para unos que imitadores de otros. En cuanto a su nombre, al no ser objetivo de su administración los intereses de unos pocos sino los de la mayoría, se denomina democracia y, de acuerdo con las leyes, todos tienen derechos iguales en sus pleitos privados; en lo que hace a la valoración de cada uno, en la medida en que se goza de prestigio en algún aspecto, no es preferido para intervenir en los asuntos públicos más en razón de pertenecer a un grupo determinado que por sus méritos, ni tampoco, en lo que hace a la pobreza, es un obstáculo lo obscuro de su reputación, si puede beneficiar a la ciudad. Actuamos libremente no solo en las actividades públicas, sino que incluso en los recelos mutuos que se originan con el trato cotidiano, no nos enfadamos con el prójimo si hace su gusto, ni ponemos mala cara, lo que si no es un castigo, sí es penoso de ver. Si en nuestras relaciones privadas se evita el agravio, en lo público no faltamos a la ley sobre todo por temor, obedeciendo a los que en cada momento desempeñan los cargos así como a las leyes, especialmente a aquellas que existen para socorro de los agraviados y a cuantas sin estar escritas proporcionan una vergüenza indiscutible. [...] B) Respecto a los ejercicios militares destacamos de los enemigos por lo siguiente: ofrecemos una ciudad abierta a todos y nunca impedimos, expulsando a los extranjeros, que sepan o vean –con lo que al no ocultarlo se beneficiaría de su vista el enemigo– por confiar no tanto en las medidas preventivas y engaños cuanto en nuestro propio arrojo a la hora de actuar; en cuanto a los sistemas educativos, mientras unos desde la temprana juventud intentan conseguir el valor con un fatigoso ejercicio, nosotros con un modo de vida despreocupado no somos más remisos en ir a peligros similares. Una prueba: los lacedemonios nunca hicieron una expedición contra nuestra tierra solos, sino con todos, y en cambio nosotros, al invadir la de otros, sin dificultad vencemos las más de las veces en tierra ajena, aunque luchemos con gente que combate por sus posesiones; ningún enemigo se enfrentó todavía contra todos nuestros efectivos reunidos por tener que preocuparnos por la flota y además enviar nuestras tropas de tierra a múltiples objetivos; pero en el caso de que traben contacto con una parte de nosotros, si vencen, se jactan de haber rechazado a todos, y vencidos, de serlo por todos. Con todo, si queremos arrostrar los peligros con más despreocupación que tras un ejercicio fatigoso y no con una valentía impuesta por las leyes más que por nuestra forma de ser, queda a nuestro favor no afligirnos antes de tiempo por penalidades futuras, y cuando nos enfrentamos a ellas, no tener menos atrevimiento que los que continuamente se están esforzando. [...] 40 C) En las mismas personas es posible el interés por los asuntos públicos y privados, y el que, a pesar de dedicarse a distintas ocupaciones, no conozcan de un modo deficiente los públicos, pues somos los únicos que a quien no participa en ninguno de esos le consideramos no despreocupado, sino inútil, y lo cierto es que sólo nosotros decidimos o examinamos con rectitud los asuntos, sin considerar un daño para la acción las palabras, sino más bien el no informarse mediante debate antes de emprender lo que se debe ejecutar. También en eso nos comportamos de manera distinta, hasta el punto de mostrar la máxima osadía y además reflexionar sobre lo que vamos a emprender; en este caso, en los demás la ignorancia produce osadía, la reflexión vacilación. Con justicia serían considerados de corazón más fuerte quienes a pesar de conocer clarísimamente lo peligroso y lo agradable, no por eso evitan los riesgos. Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso, I, 37/39/40 [TUCÍDIDES: Historia de la Guerra del Peloponeso, Madrid, Cátedra,1988; p.182-185; traducción de Francisco Romero Cruz] Texto 7 [El autor describe la democracia ateniense. No se sabe quién es, pero, por lo que dice, debe de ser uno de los ricos contrarios a la democracia. Como su obra se ha trasmitido entre las de Jenofonte, se le llama «Pseudo-Jenofonte».] Sobre la república de los atenienses, no alabo el hecho de elegir este sistema, porque, al elegirlo, eligieron también el que las personas de baja condición estén en mejor situación que las personas importantes. Así pues, no lo alabo por eso. Mas como ellos lo han decidido así, voy a mostrar lo bien que mantienen su régimen y llevan las demás cuestiones que al resto de los griegos les parecen un fracaso. En primer lugar diré, pues, que allí constituye un derecho el que los pobres y el pueblo tengan más poder que los nobles y los ricos por lo siguiente: porque el pueblo es el que hace que las naves funcionen y el que rodea de fuerza a la ciudad, y también los pilotos, y los cómitres1, y los comandantes segundos, y los timoneles y los constructores de naves. Ellos son los que rodean a la ciudad de mucha más fuerza que los hoplitas2, los nobles y las personas importantes. Puesto que así es realmente, parece justo que todos participen de los cargos por sorteo y por votación a mano alzada y que cualquier ciudadano pueda hablar. Además, el pueblo no exige, en absoluto, participar de todos aquellos cargos de los que depende la seguridad o son un peligro para todos según que estén bien o mal desempeñados –no creen que deban participar en el sorteo de los cargos de estratego ni de jefe de la caballería–. Efectivamente, el pueblo opina que es mucho más ventajoso para él no desempeñar esos cargos, sino dejar que los desempeñen los más poderosos. Mas el pueblo busca todos aquellos cargos que aportan un sueldo y beneficio para su casa. Asimismo, los verás manteniendo la democracia en eso mismo que sorprende a algunos, que otorga, en toda ocasión, más poder a los de baja condición, a los pobres y a los partidarios del pueblo que a las personas importantes. Pues, lógicamente, si se favorece a los pobres, a los partidarios del pueblo y a las personas más débiles, como son muchos los favorecidos de esa forma, engrandecen la democracia. Mas si se favorece a los ricos y a las personas importantes, los partidarios fomentan una fuerte oposición contra ellos mismos. PSEUDO-JENOFONTE: La República de los atenienses, 1-4 JENOFONTE: Obras menores -PSEUDO-JENOFONTE: La república de los atenienses, Madrid, Gredos, 1984; p.297-299; traducción de Orlando Guntiñas Tuñón] 1 cómitres: encargados de dirigir a los remeros. 2 hoplitas: soldados de infantería. Eran en general los soldados más importantes de los ejércitos griegos y pertenecían a las clases medias. 41 UNIDAD 8 INTRODUCCIÓN A LA RELIGIÓN Y A LA MITOLOGÍA GRIEGAS Orígenes y rasgos generales de la religión griega Parece ser que en la religión griega hay elementos de diverso origen. Por un lado, hay un componente indoeuropeo, que se ve en las coincidencias con la religión de otros pueblos indoeuropeos. Por otro lado, según parece, en la formación de la religión griega tuvo un papel importante la religión de los pueblos que encontraron los griegos cuando llegaron a lo que luego sería Grecia (es lo que se llama «elemento mediterráneo» o «egeo»). Además, la religión griega se vio influida por el mundo oriental, fundamentalmente Asia Menor. Uno de los rasgos más importantes de la religión griega es el politeísmo, es decir, la creencia en la existencia de muchos dioses. En general, cada campo de la Naturaleza y cada aspecto de la vida humana se coloca bajo la protección de una divinidad o se identifica con ella. Propio de la religión griega es también el antropomorfismo: los griegos atribuían a los dioses, en general, forma y cualidades humanas, incluso vicios y defectos propios de los hombres (algunos griegos, como el poeta Píndaro1, sin embargo, consideraban que lo malo que se contaba sobre los dioses era falso). Los dioses se diferencian de los hombres en que son mucho más poderosos y en que son inmortales y eternamente jóvenes. Por eso, para referirse a los dioses, aparte de las palabras que propiamente los designaban (hεοί, a veces δαίμονες), los griegos usaban otras como μάκαρες [‘felices’] o •hάνατοι [‘inmortales’]. En la religión griega no existían dogmas ni libros revelados. No existía tampoco una clase sacerdotal guardiana de la tradición religiosa, o que fijara lo que había que creer, cómo comportarse o cómo llevar a cabo el culto. Por un lado, en estos asuntos los griegos se guiaban por la costumbre; por otro, la religión era competencia del Estado, si bien en cosas de gran importancia, como la introducción de nuevos cultos, se solía consultar al oráculo de Delfos, que funcionaba como una especie de autoridad religiosa. Entre los griegos no existía el concepto de «separación entre Iglesia y Estado». El Estado se ocupa de los asuntos religiosos igual que de cualquier otra cosa que afecta a la sociedad. No existía tampoco el concepto de libertad religiosa: todo ciudadano está obligado a dar culto a los dioses, y esta obligación no se distingue de las otras obligaciones del ciudadano (tomar las armas en defensa de la ciudad o pagar impuestos, por ej.). Se considera que, si se da culto a los dioses, éstos ayudarán a la ciudad, mientras que, si se olvidan las obligaciones hacia ellos, se enojarán con ella. Para los griegos, entonces, la impiedad es un delito contra la ciudad. Por este motivo, el Estado intenta contrarrestar la influencia de las críticas a la religión y lleva a cabo procesos por impiedad (el caso más famoso es el de Sócrates). Ahora bien, lo que le interesa al Estado es el culto, las manifestaciones externas, no la vivencia interna de la religión ni la moralidad particular en lo que no afecta a la sociedad. Además del culto a los dioses, en la religión griega era muy importante el culto a los héroes. Los héroes (»ρωες), o semidioses (ºμίhεοι), eran hombres que se habían distinguido de entre el resto de los mortales. La mayoría eran personajes legendarios, de los que en general se creía que eran hijos o descendientes de los dioses, y de los que se contaban grandes hazañas, inalcanzables para los hombres corrientes. Estos héroes son, junto con los dioses, los personajes de los mitos. Además, eran considerados héroes algunas personas que en vida se habían destacado de forma especial, como los fundadores de ciudades, o quienes se habían distinguido por su valor en defensa de su patria. A los héroes se les rendía culto en sus tumbas, y se creía que desde ellas protegían al pueblo que habitaba el lugar donde estaban éstas. 1 Píndaro: en su poema «Olímpica 1» dice: «¡Cuán numerosos son los prodigios! Pero sin duda, también/ a la tradición de los humanos por encima del verídico relato/ la engañan leyendas engalanadas con variopintos embustes./ La gracia, que hace dulces todas las cosas a los mortales,/ al acrecentar el prestigio llega incluso a hacer creíble/ lo que es increíble muchas veces./ Pero los días por venir/ son los más sabios testigos (de la verdad)./ Y le es conveniente a un hombre hablar/ bien de los dioses. Pues será menor su culpa./ [...] Pero para mí es imposible llamar «loco voraz» a uno cualquiera/ de los dioses felices. Me niego./ Los blasfemos no tardan en recibir sus penas. [Antología de la poesía lírica griega (Siglos VII-IV a.C.), Madrid , Alianza Editorial, 1983; p. 104-105; selección, prólogo y traducción de Carlos García Gual] 42 Los dioses griegos No podemos ver todas las divinidades griegas. Por ello, vamos a ocuparnos brevemente de las más destacadas. 1. Dioses olímpicos Entre todos los dioses griegos hay algunos que destacan sobre los demás. Se los suele llamar «dioses olímpicos» (por el Olimpo, lugar donde residen). Se suele hablar de doce dioses olímpicos, pero, como con este número se deja fuera a divinidades importantes, vamos a ver las quince principales divinidades y luego explicaremos a cuáles hay que considerar propiamente olímpicos. Esas quince divinidades principales son las siguientes: < Zeus (Ζεύς). En Roma se identificó con Júpiter (Iuppiter). Es hijo de Crono y Rea. Es el dios supremo. Provoca la lluvia y lanza el rayo y el relámpago, pero es ante todo el dios que mantiene el orden y la justicia en el mundo. Vela por el mantenimiento de los juramentos y por el respeto debido a los huéspedes. A menudo se le representa con un rayo en la mano. < Hera ( ~Ηρα). En Roma se identificó con Juno (Iuno). Hija de Crono y Rea, es a la vez hermana y esposa de Zeus. Es protectora del matrimonio y de las mujeres casadas en cuanto que esposas (no en cuanto que madres). Se la suele presentar como celosa, violenta y vengativa. < Atenea, o Atena, o Palas Atenea, o Palas (zΑhηναία, zΑhην, Παλλάς). En Roma se identificó con Minerva (Minerva). Hija de Zeus y de Metis (Prudencia), nació como una joven armada de la cabeza de Zeus, tras haberse tragado éste a Metis, pues se le había revelado que si Metis tenía una hija luego tendría un hijo que le arrebataría el trono. Se mantiene virgen (πάρhgνος). Es una diosa guerrera, y siempre se la representa armada con casco, escudo y lanza. Es además la diosa de la razón y protege el artesanado, sobre todo del arte de hilar y tejer. Muchas ciudades la tomaron como diosa protectora, entre ellas Atenas. < Apolo, también llamado Febo Apolo, o solo Febo (zΑπόλλων, ΦοÃβος). Los romanos lo tomaron de los griegos, con el nombre griego (Apollo, Phoebus). Hijo de Zeus y Leto, es el dios de la belleza y las bellas artes, sobre todo la música. Dios de los vaticinios, hace conocer a los hombres su futuro mediante los oráculos. Μaneja hábilmente el arco, con el que dispara las flechas que causan una muerte rápida y dulce. Con sus flechas también castiga a los que le ofenden, y puede enviar la peste. Es también el dios de la medicina (es uno de los dioses que aparece en el juramento hipocrático), aunque en esta función fue prácticamente sustituido por su hijo Asclepio (el Esculapio latino). Es, además, el dios de la pureza religiosa y de la purificación. < Ártemis (}Αρτgμις). [En español se le da frecuentemente el nombre de «Artemisa».] En Roma se identificó con Diana (Diana). Es hermana melliza de Apolo, y, por tanto, hija de Zeus y de Leto. El nacimiento de Apolo y Ártemis fue dificultoso, pues Hera, irritada por la infidelidad de Zeus, intentó evitarlo. Había prohibido a todos los lugares de la tierra acoger a Leto. Finalmente Ortigia, una isla errante y estéril, y que por ello no tenía nada que temer de Hera, la acogió. Como recompensa quedó fijada al fondo del mar, y a partir de entonces tomó el nombre de Delos, es decir, la Brillante (de δ−λος, ‘claro’). [Delos era una isla sagrada, dedicada a Apolo, que tenía allí un famoso santuario.] Cuando le llegó el momento del parto, fueron a asistir a Leto todas las diosas menos Hera y su hija Ilitía, la diosa de los partos. Al faltar la diosa de los partos, Leto no podía dar a luz. Nueve días estuvo con dolores de parto, hasta que acudió Ilitía, a cambio de un regalo que le ofrecieron las otras diosas (un collar de oro y ámbar de nueve codos [un codo era 0'444 m.]). Diosa virgen, Ártemis es diosa de los bosques, las fieras salvajes y la caza. Igual que Apolo, maneja hábilmente el arco, que utiliza para cazar y también contra los humanos. Es ella quien envía la muerte a las mujeres que mueren en el parto. Asimismo, junto a Apolo, se le atribuyen las muertes repentinas, sobre todo las indoloras. Es una diosa vengativa, que castiga cruelmente las ofensas recibidas. < Hermes ({Ερμ−ς). En Roma se identificó con Mercurio (Mercurius). Hijo de Zeus y Maya, es el mensajero de los dioses. Guía a los viajeros por los caminos y conduce las almas de los muertos hasta el otro mundo. Es protector del comercio y los comerciantes, y también de la astucia, la picardía e incluso el robo. Velaba por los pastores. De él vienen las ganancias inesperadas y lo obtenido por azar. Inventor de la lira, comparte con Apolo el reino de la música. También se encarga de proteger los gimnasios y los certámenes 43 atléticos en que compiten los jóvenes. Se suele representar a Hermes calzado con unas sandalias aladas. Habitualmente aparecía también con un sombrero de ala ancha (petaso), como el que llevaban los caminantes, si bien a veces aparece con un gorro con alas. En las manos a menudo lleva el caduceo, por su función de heraldo de los dioses. [Un caduceo era en principio una vara con cintas que solían llevar los heraldos. En el caso de Hermes suele ser una vara con serpientes enroscadas en lo alto.] < Hefesto (~Ηnαιστος). En Roma se identificó con Vulcano (Volcanus o Vulcanus). Según unos era hijo de Zeus y Hera, según otros lo concibió Hera sola, sin intervención masculina (se había enfadado con Zeus por haber traído éste al mundo sin intervención femenina a Atenea). Era cojo (cosa rara en un dios, pues los dioses se caracterizaban por su belleza). Esa cojera se debe a que, en una ocasión en que Hera y Zeus disputaban, Hefesto salió en defensa de su madre y Zeus, irritado, lo cogió por un pie y lo arrojó fuera del Olimpo, yendo a caer en la isla de Lemnos. A pesar de su deformidad Zeus le dio en matrimonio a Afrodita. Era el dios del fuego y del trabajo de los metales. Reina en los volcanes. < Ares (}Αρης). En Roma se identificó con Marte (Mars). Hijo de Zeus y de Hera, es el dios de la guerra y los combates violentos. Representa la guerra en su aspecto de violencia sin empleo de la inteligencia ni la táctica, frente a Atenea, que representa la guerra que las emplea. < Afrodita (zΑnροδίτη). En Roma se identificó con Venus (Venus). Según una tradición, es hija de Zeus y Dione. Según otra, nació de la espuma del mar cuando, al destronar Crono a su padre Urano, le cortó los genitales y estos cayeron al mar. Como salió del mar en Chipre, a menudo se le da el sobrenombre de «Cipria» (esto es, «Chipriota»). A veces se habla incluso de dos Afroditas distintas (es lo que se dice en el Banquete de Platón). Esposa de Hefesto, es la diosa del amor (propiamente, del impulso sexual) y de la fecundidad, pero no del matrimonio, y diosa también de la belleza, los jardines y las flores. Tanto los hombres como los dioses ceden a su poder. < Deméter (Δημήτηρ). En Roma se identificó con Ceres (Ceres). Hija de Crono y Rea, es la divinidad de la tierra cultivada. Es ella quien da la fertilidad a la tierra y, sobre todo, quien hace crecer los cereales. Aparece estrechamente vinculada a Perséfone, su hija, y en honor a ellas se celebraban en la localidad ateniense de Eleusis unos ritos secretos (los Misterios de Eleusis). < Posidón, o Poseidón (Ποσgιδäν). En Roma se identificó con Neptuno (Neptunus). Hijo de Crono y Rea, es fundamentalmente el dios del mar, pero también de las fuentes y lagos (no de los ríos). Puede desatar tempestades, arrancar las rocas de la costa y hacer brotar manantiales. También se le atribuían los terremotos. Se le suele representar con un tridente en las manos y montado en un carro tirado por unos seres mitad caballo y mitad serpiente. < Hades (~Αιδης), o Plutón (Πλούτων). En Roma se identificó con el Padre de las Riquezas (Dis Pater) y se le llama normalmente Plutón (Pluto). Hijo de Crono y Rea, es el dios de los muertos. Está casado con Perséfone. Después de destronar a Crono, su padre, los hermanos Zeus, Poseidón y Hades se repartieron el mundo: para Zeus el cielo y la tierra, para Poseidón el mar y para Hades el mundo subterráneo de los muertos, pero ejerciendo Zeus la autoridad suprema sobre sus hermanos. Hades, cuyo nombre se aplica por extensión al mundo de los muertos, es un dios triste y sombrío, pero no malo. No permite que ninguno de sus súbditos vuelva a la tierra, ni que los vivos entren en su reino, si bien algunos héroes famosos (Heracles, Teseo, Orfeo, Ulises) lograron entrar y salir. Los griegos temían mencionar el nombre de Hades y se solían referir a él llamándole Plutón (palabra derivada de πλοØτος, ‘riqueza’), en referencia quizá a las riquezas de la tierra, en cuyas profundidades reina él. < Hestia ({Εστία). Corresponde a la diosa romana Vesta (Vesta). Hija de Crono y Rea, es la diosa del hogar y personifica el fuego del hogar. Permanecía inmóvil en el Olimpo. Obtuvo de Zeus la gracia de guardar eternamente la virginidad y de que se le rindiera culto en todas las casas de los hombres y en los templos de todos los dioses. < Perséfone (Πgρσgnόνη), conocida también como Core (Κόρη), es decir, Muchacha. En Roma era llamada Proserpina (Proserpina). Hija de Zeus y Deméter, es la esposa de Hades, y en consecuencia es, junto con él, diosa del reino de los muertos. Permanece junto a Hades una parte del año, y otra la pasa en la tierra. Representa, por ello, la renovación anual de la naturaleza: el tiempo en que está junto a Hades es el invierno, la época en la que la naturaleza está «dormida». Según el mito, Hades la raptó para casarse con ella. Deméter logró que Zeus obligara a Hades a devolvérsela, pero Perséfone había comido unos granos 44 de granada, con lo que quedó unida para siempre al mundo de los muertos, y por eso debe pasar una parte del año en él. < Dioniso (Διόνυσος), llamado también Baco (Βάκχος), y a veces Yaco (}Ιακχος). En Roma se identificó con el dios Líber (Liber), si bien lo más corriente para referirse a él era usar el sobrenombre de Baco (Bacchus). Es hijo de Zeus y de la mortal Sémele. Cuando Sémele estaba encinta, pidió a Zeus verle en todo su esplendor (cuando un dios se aparecía a un mortal, lo hacía siempre bajo apariencia humana). Zeus se lo concedió (le había prometido que le concedería lo que pidiese, y una vez Zeus hacía una promesa, no podía dejar de cumplirla). Ella no pudo resistir la visión de Zeus y murió. Entonces, Zeus tomó al hijo que Sémele llevaba en su seno y lo introdujo en su muslo hasta el momento de su nacimiento. Es el dios del vino y de lo que éste representa de exaltación y liberación de las ataduras habituales. Se complace en el tumulto y la alegría. Su símbolo es el tirso, una vara que tiene en su extremo un manojo de hojas de vid o de hiedra. Suele acompañarle un leopardo. Se le festeja con procesiones tumultuosas. En las celebraciones en su honor surgieron las representaciones teatrales. De estos dioses, propiamente no son olímpicos Hades y Perséfone, pues, aunque están emparentados con los demás, habitan en el mundo tenebroso de los muertos (Perséfone solo una parte del año), lejos de la luz del Olimpo. En un principio tampoco estaba entre los doce olímpicos Dioniso, pues, aunque la mitología lo considera hijo de Zeus, parece que es de origen extranjero, en concreto oriental. Ahora bien, como Dioniso llegó a adquirir mucha importancia, acabó por ser considerado uno de los doce olímpicos, desplazando de este grupo a Hestia, diosa que no interviene en ningún relato mitológico. Algunos dioses recibían culto de forma especial en ciertas ciudades, de las que se los consideraba protectores. Así ocurría con Atenea en Atenas, con Posidón en Corinto o Hera en Samos. 2. Otros dioses griegos Aparte de los olímpicos hay otros muchos dioses. Vamos a fijarnos sólo en algunos de ellos: • Gea (ΓαÃα) y Urano (ΟÛρανός). Gea es la Tierra, elemento primordial del que surgieron los linajes divinos. Según Hesíodo, surgió después de Caos (Χαός), que es el vacío primordial, anterior al establecimiento del orden en el mundo. Sin intervención masculina, Gea engendró a Urano, el Cielo, que luego se convirtió en su esposo. Entre los hijos que tuvieron están los seis Titanes y las seis Titánides. Urano odiaba a sus hijos y los mantenía hundidos en las profundidades de Gea, hasta que Crono, el más joven de los Titanes, con una hoz de acero que le dio su madre, castró a su padre y ocupó su lugar como señor del universo. • Crono (Κρόνος) y Rea ({Ρgία). Crono, después de destronar a su padre Urano, se casó con su hermana Rea, una de las Titánides. Con ella tuvo a Hestia, Deméter, Hera, Hades, Poseidón y Zeus. Informado por Urano y Gea de que sería destronado por uno de sus hijos, los iba devorando a medida que nacían. Cuando nació Zeus, el menor, Rea engañó a Crono dándole una piedra envuelta en un pañal, que Crono se tragó sin darse cuenta del engaño. Ya mayor, Zeus logró que Crono bebiera una droga que le hizo vomitar a sus hijos (y la piedra, que, según se decía, era una piedra que había en el santuario de Delfos). Con ayuda de sus hermanos y de los Hecatonquiros (gigantes de cien brazos), hijos de Urano y Gea a los que Crono había encerrado en el Tártaro, Zeus luchó contra su padre, que contaba con la ayuda de sus hermanos los Titanes (por eso, esta lucha es llamada Titanomaquia). Finalmente venció Zeus, que encerró en el Tártaro a Crono y a los demás Titanes. Es en ese momento cuando los hijos de Crono (los Cronidas) se reparten el mundo, ostentando la autoridad suprema Zeus. Más adelante Zeus lo liberó del Tártaro y lo llevó a las Islas de los Bienaventurados, donde reinaba sobre los héroes que, tras morir, residían allí. En Roma Crono fue identificado con Saturno (Saturnus). Los mitos latinos cuentan que reinó en el Lacio, donde se estableció tras ser destronado, y enseñó a los hombres el cultivo de la tierra. Su reinado fue la Edad de Oro. En cuanto a Rea, acabó siendo identificada con Cibeles, diosa de origen asiático (Cibeles era llamada Madre de los Dioses o Gran Madre, por lo que fue fácil identificarla con Rea, madre de los dioses más importantes). • Helio (~Ηλιος), el Sol. Es hijo del titán Hiperión y de la titánide Tía. Helio es representado como un joven de gran belleza, con la cabeza rodeada de rayos. Recorre el cielo montado en un carro tirado por cuatro veloces caballos. Todas las mañanas, partiendo del este, desde el país de los indios, recorre el camino que pasa por el centro del cielo, hasta llegar, al anochecer, al Océano, donde se bañan sus fatiga45 dos caballos. Luego vuelve al oriente (según unos por debajo de la tierra, según otros por el Océano en una gran copa), en mucho menos tiempo del que tarda en recorrer la bóveda celeste por el día, retirándose a descansar a su palacio de oro hasta la mañana siguiente. En la tradición clásica Helio acabó por perder su personalidad y fue identificado con Apolo (así es en el Renacimiento y posteriormente), debido a que este dios tiene un carácter luminoso y, por tanto, de alguna manera relacionado con el sol. • Selene (Σgλήνη), la Luna. Suele ser considerada hija de Hiperión y Tía, y hermana, por tanto, de Helio (hay, sin embargo, otras versiones sobre su origen). Es presentada como una joven hermosa que recorre el cielo montada en un carro de plata tirado por dos caballos. Igual que sucedió con Helio, en la tradición clásica perdió su personalidad y acabó por ser identificada con Diana (la diosa romana con la que se había identificado a Ártemis). • Erinias (zΕρινύgς). Identificadas por los romanos con las Furias (Furiae), son tres diosas que nacieron de las gotas de sangre que cayeron a la tierra cuando Urano fue mutilado. Son, por tanto, divinidades muy antiguas, anteriores a los dioses olímpicos. No se someten a los dioses de la generación joven y ni siquiera Zeus tiene autoridad sobre ellas. Su misión esencial es la venganza de los crímenes, especialmente los cometidos contra miembros de la familia. Castigan también a los perjuros y a los que violan las leyes de la hospitalidad. Se las representa como divinidades aladas, con serpientes entrelazadas en su cabellera y con antorchas o látigos en las manos. Cuando se apoderan de la persona a la que quieren castigar, la enloquecen y atormentan. Los griegos temían referirse a ellas por su nombre, por lo que solían llamarlas Euménides (ΕÛμgνίδgς), es decir, Bondadosas, nombre con que trataban de adularlas. • Moiras (ΜοÃραι). Identificadas por los romanos con las Parcas (Parcae), representan el destino de cada cual, la «parte» que le toca (μοÃρα significa ‘parte’). Son tres diosas, llamadas Átropo (}Ατροπος), Cloto (Κλωhώ) y Láquesis (Λάχgσις). Suelen ser consideradas hijas de Zeus y Temis (Θέμις, ‘Ley’), aunque otra genealogía las hace hijas de la Noche y, por tanto, divinidades anteriores a los dioses olímpicos. Son presentadas como hilanderas que, con la ayuda de un hilo, regulaban la duración de la vida de cada mortal: Átropo lo hilaba (representa el nacimiento), Cloto lo enrollaba (es el desarrollo de la vida) y Láquesis lo cortaba (la muerte). Son inflexibles y los demás dioses no tienen autoridad sobre ellas. • Musas (ΜοØσαι). Pasaron a Roma con el mismo nombre (Musae). En general son consideradas hijas de Zeus y Mnemósine (Μνημοσύνη, ‘Memoria’). Son las cantoras divinas, que deleitan a Zeus y los demás dioses, y diosas, además, de lo que se origina en el pensamiento, en todas sus formas: elocuencia, persuasión, sabiduría, literatura, ciencia. En general se habla de ellas como las diosas de las artes y las ciencias. Están dirigidas por Apolo, dios, entre otras cosas, de la belleza y la sabiduría. Sobre su número hay variantes, pero desde la época clásica en general se considera que son nueve, atribuyéndose a cada una el patronazgo sobre una de las artes o ciencias. En esto no hay coincidencia entre todos los autores, por lo que la atribución que damos es solo una de las que se hacían: Calíope (Καλλιόπη) se ocupa de la poesía épica, Clío (Κλgιώ) de la historia, Polimnia (Πολύμνια) de la pantomima, Euterpe (ΕÛτέρπη) de la flauta, Terpsícora (Τgρψιχόρα) de la danza, Erato (zΕρατώ) de la lírica coral, Melpómene (Μgλπομένη) de la tragedia, Talía (Θάλgια) de la comedia y Urania (ΟÛρανία) de la astronomía. [Evidentemente, estas atribuciones son tardías, pues parte de los géneros literarios a que hace referencia no aparecen hasta finales de la época arcaica o comienzos de la clásica.] La morada de las Musas se solía colocar en el monte Helicón (en Beocia). • Eros (zΕρως), el Amor (entendiendo por tal el impulso sexual). Era llamado por los romanos Cupido (Cupido). Hay distintas versiones sobre su origen. Una de ellas, la que da Hesíodo, dice que surgió del Caos primigenio. Según esta versión es uno de los dioses más antiguos, lo que va muy bien con su carácter de fuerza fundamental que mueve el mundo: Eros asegura no solo la continuidad de las especies sino también la cohesión interna del cosmos. De las otras versiones sobre su origen, la más extendida dice que es hijo de Afrodita y Hermes (es la versión que recoge la tradición clásica, en la que Eros/Cupido es hijo de Afrodita/Venus). Ante esta diversidad de versiones, a veces se habla, igual que ocurría con Afrodita, de que hay varios Eros (es lo que aparece en el Banquete de Platón). Eros suele ser presentado, sobre todo por los poetas, como un niño alado, que hiere los corazones con sus flechas. Acomete tanto a los hombres como a los dioses, incluida Afrodita. • Ninfas (Nύμnαι). Son diosas que pueblan los campos, los bosques y las aguas. Son divinidades secunda46 rias, a las que se dirigen plegarias y que pueden resultar temibles. Hay distintos tipos de ninfas, que se distinguen por el lugar donde habitan. Muchas –pero no todas– pasan por ser hijas de Zeus. Además, parece que al menos parte de ellas ni siquiera son inmortales sino únicamente muy longevas. • Tique (Τύχη), la Fortuna, la Casualidad, el Azar. Es uno de esos conceptos abstractos que los griegos divinizaban. No tiene genealogía ni interviene en ningún mito. Tuvo gran importancia sobre todo desde la época helenística: la inestabilidad de la época lleva a considerar que el mundo es regido por el azar, por lo que los hombres buscan estabilidad atrayéndose los favores de la divinidad que lo controla. Los misterios En la religión griega había unos cultos un poco especiales que ofrecían a los que participaban en ellos una vida feliz después de la muerte (la creencia tradicional griega era que las almas de la mayoría de los hombres llevaban tras la muerte una existencia oscura, como sombras). Esos cultos eran los misterios. En los misterios sólo podían participar los que estaban iniciados, es decir, los que habían participado previamente en unas determinadas ceremonias, tras las que pasaban a ser «iniciados en los misterios» (μύσται). Los ritos que se llevaban a cabo en los misterios eran secretos (μυστήριον viene de μύω, ‘cerrarse’), y estaba prohibido contar a los no iniciados en qué consistían (en Atenas era un delito castigado por la ley). Vamos a ver brevemente los principales cultos mistéricos: Misterios eleusinos Eran unos de los misterios más famosos, y posiblemente los más antiguos. Se celebraban en honor de las diosas Deméter y Perséfone (su hija). Tenían lugar en el santuario de estas diosas en Eleusis, una localidad del Ática. En estos misterios era admitido todo tipo de personas, tanto hombres como mujeres (incluso prostitutas, excluidas de otros cultos), libres y esclavos, atenienses y extranjeros. En este santuario, al parecer, se realizaban unos ritos relacionados con la fertilidad, pues Deméter era la diosa de la tierra cultivada y de la fertilidad de la tierra, y Perséfone la diosa de la renovación anual de la naturaleza. A partir de la idea de la renovación anual de la naturaleza se llegaba a la idea de la inmortalidad: de igual manera que la naturaleza revive cada año tras su «muerte» en el invierno, las almas de los iniciados en los misterios «revivirán» tras la muerte y llevarán una vida feliz en el más allá. Dionisismo Eran otros misterios muy importantes. Se celebraban en honor al dios Dioniso, dios del vino, que representaba la exaltación y la liberación. El dionisismo se manifestó especialmente en las bacanales (de «Baco», sobrenombre de Dioniso), que eran unos ritos (Ðργια) celebrados en honor del dios. Se celebraban de noche y, como es habitual en los misterios, sólo podían participar en ellos los iniciados. En ellos las mujeres tenían un papel predominante. Las mujeres que participaban en ellos, llamadas «ménades» (μαινάδgς) o «bacantes», conducidas por un joven sacerdote (se creía que estaba poseído por el dios), ejecutaban por las montañas una danza desenfrenada, al son de la flauta y el tímpano (una especie de tambor que se tocaba con las manos). Los gritos, el vino ingerido y la excitación de la música y la danza las llevaba a un frenesí, hasta que alcanzaban la §κστασις, la salida de sí mismas, y el ¦νhουσιασμός, la posesión espiritual –se creía– por el dios. En tal estado tenían visiones, y despedazaban un animal, cuya carne cruda comían en una especie de comunión (éμοnαγία). La situación en que entraban los que participaban en estos ritos se identificaba con la liberación de la existencia sombría que esperaba a las almas tras la muerte, liberación que alcanzarían los iniciados en los misterios. Orfismo Eran una corriente religiosa cuya fundación era atribuida al músico mítico Orfeo. Este movimiento religioso no fue aceptado oficialmente en las ciudades griegas, por lo que quedó convertido en una especie de secta secreta. El orfismo se caracterizaba por no tener culto ni templos. Además –y esto es algo insólito en la religión griega– su doctrina fue recogida en libros sagrados (no se han conservado). Según el orfismo, el hombre está formado por dos partes opuestas, el cuerpo y el alma. El hombre debe soltarse de las ataduras que lo unen al cuerpo, en el que el alma está como en una tumba (σäμα σ−μα [«el cuerpo es una tumba»] dicen los órficos). Esta liberación llevará al hombre a unirse con la divinidad. Estas creencias son extrañas a la mayor parte del pensamiento religioso griego, pues habitualmente los griegos consideran que el hombre no 47 debe pensar en nada que no sea humano. Para conseguir la liberación del alma, los órficos tenían que cumplir unas normas estrictas, entre las que la prohibición de comer carne y usar ropas de lana son las más conocidas. Pitagorismo El pitagorismo es una corriente filosófico-religiosa cuyo origen se atribuye a Pitágoras. Tiene muchos puntos en común con el orfismo, del que quizá no es más que una rama. El pitagorismo defiende la trasmigración de las almas (μgτgμψύχωσις, de μgτά, ‘después de’, ¦ν, ‘en’, ‘dentro’, y ψυχή, ‘alma’). Después de la muerte las almas estarán un tiempo (mil años entre la vida y ese tiempo) en el Hades, donde las de los malvados reciben un castigo. Pasado ese tiempo, las que no han alcanzado la purificación vuelven a nacer. Las que la han alcanzado van a unirse con la divinidad. El número de reencarnaciones necesarias es menor para los iniciados que para los no iniciados. Algunos especialmente malvados, considerados incurables, son confinados para toda la eternidad en el Tártaro. No se sabe si estas creencias sobre la reencarnación eran comunes a todo el orfismo o sólo eran propias del pitagorismo. Además, no tenemos datos suficientes sobre las creencias de estas corrientes religiosas, pues las conocemos sólo por algunas referencias de ciertos autores antiguos. Misterios orientales A partir de la Época Helenística se extendieron por Grecia cultos de procedencia oriental (realmente, la influencia oriental siempre estuvo presente en la religión griega, pero ahora se hizo mayor). La entrada en Grecia de estos cultos fue fruto en buena medida de las conquistas de Alejandro y del consiguiente aumento de las relaciones de los griegos con las culturas orientales. Estos cultos orientales adoptaron en general la forma de misterios. Entre estos cultos podemos destacar los misterios de Isis. Isis era una diosa egipcia (según la mitología egipcia, es esposa de Osiris y madre del dios Horus, representa la fidelidad conyugal y el amor maternal y es protectora de las madres, de los niños y de la familia). Su culto alcanzaría un gran desarrollo en la época del Imperio Romano, extendiéndose por todo el imperio. Como en todos los misterios, era necesaria una iniciación, que era entendida como un renacimiento (el día de la iniciación era considerado como el día del nacimiento). Antes había que prepararse mediante unas purificaciones que tenían por objeto borrar la mancha que tenía el que iba a ser iniciado. A los iniciados se les aseguraba una vida venturosa en el más allá. Crítica de las concepciones religiosas En la Época Arcaica tuvieron lugar algunos ataques a la religión tradicional. Entre los pensadores que llevaron a cabo este tipo de ataques destaca Jenófanes de Colofón (siglo VI a. C.). Este poeta y pensador realiza ataques demoledores contra los dioses de Homero y Hesíodo: «Homero y Hesíodo han atribuido a los dioses todas las cosas que son objeto de vergüenza y de censura entre los hombres: hurtos, adulterios y engaños recíprocos». Considera que la divinidad no puede presentarse como un hombre: su figura es distinta y está libre de defectos humanos. Además, defiende que hay un solo dios, que no se asemeja a los hombres ni por el cuerpo ni por el pensamiento. Prueba de la falsedad de las representaciones tradicionales de los dioses es que cada pueblo los representa de una manera: «Y los etíopes representan a sus dioses chatos y negros, y los tracios dicen que tienen los ojos azules y los cabellos rojos. Pero si los bueyes, los caballos y los leones tuviesen manos y con ellas pudiesen dibujar y realizar obras como los hombres, los caballos dibujarían figuras de dioses semejantes a caballos y los bueyes a los bueyes, y formarían sus cuerpos a imitación del propio.» En la Época Clásica la religión tradicional sufre fuertes ataques. La democracia ateniense fue defensora de la fe tradicional, pero fue en Atenas donde tuvieron lugar los ataques más importantes contra ella. Tras las Guerras Médicas Atenas atrajo a pensadores de toda Grecia. La razón (λόγος) había empezado a ganar terreno al mito (μØhος), y los pensadores realizaron una reflexión crítica sobre el mundo y el hombre, sin excluir las tradiciones, creencias o instituciones más sagradas, tanto políticas como religiosas. La libertad de expresión (παρρησία) es aprovechada para exponer públicamente sus ideas. Entre esos pensadores destacan los sofistas. Los sofistas no eran por sí enemigos de la religión, pero al someter a crítica las costumbres, también llevaron a cabo una crítica de la religión. En el siglo V a.C. tiene lugar en Atenas una polémica en torno a las nociones de νόμος, ‘costumbre’, ‘ley’, y nύσις, ‘naturaleza’. Todo lo que existe según la naturaleza (nύσgι), dicen los sofistas, debe ser considerado incuestionable y ser aceptado, mientras que a lo que existe por costumbre (νόμå) puede el individuo no sentirse ligado si no lo encuentra aceptable. Al considerar los sofistas que la religión pertenece al terreno de las costumbres, cuestionan gravemente su validez. Ante ello, reacciona48 rá el Estado, pues si bien no puede hablarse de intolerancia religiosa en Atenas, esto ha de entenderse en el sentido de que, si se siguen las pautas establecidas oficialmente, todo lo demás no merece atención por parte del Estado. Ahora bien, para éste la conservación de las creencias y cultos oficiales era cuestión de ser o no ser; de ahí el empeño en mantener a los ciudadanos dentro del marco de la religión oficial. Por ello hubo algunos procesos religiosos. El caso más famoso, pero no el único, es del Sócrates (estaba muy alejado de los sofistas, pero era confundido con uno de ellos por mucha gente). El principal de los sofistas fue Protágoras de Abdera. Amigo de Pericles, pasó largas temporadas en Atenas. De él es la frase «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son». O sea, lo que a uno le parece justo a otro puede parecerle injusto. En su obra Acerca de los dioses se enfrenta a la religión al decir: «No puedo decir de los dioses ni si existen ni cuál es su forma y naturaleza. Pues hay muchos obstáculos en esta investigación: tanto la oscuridad de la cosa como la brevedad de la vida humana». Así pues, es un agnóstico, que, aunque respetó a los dioses tradicionales, los eliminó de sus escritos. Para él, nada seguro puede decirse de los dioses, y todo aquello que se les ha atribuido es obra humana (prueba de ello es que cada pueblo presenta a los dioses de una forma). Pródico de Ceos se ocupa del origen de la religión. Según él, la religión está basada en el agradecimiento del hombre por los dones de la naturaleza. Así, lo primero que fue objeto de veneración fueron aquellas cosas por las que el hombre conservaba la vida: el sol, los ríos, el agua, el fuego... Después, el hombre consideró dioses a los inventores de cosas útiles, como Deméter del pan o Dioniso del vino. Por estas ideas Pródico fue considerado ateo. También Critias da una teoría sobre el origen de la religión. Considera que un hombre astuto y prudente inventó para los mortales el temor a los dioses. Tenía que haber un terror para el malvado, aunque la acción, la palabra y el pensamiento fueran secretos. Ese hombre dijo que hay unos seres felices e inmortales, llenos de sabiduría, que oyen todas las palabras de los hombres, observan todas sus acciones e incluso se enteran si se piensa el mal solo en silencio. Luego indicó como vivienda de estos seres (los dioses) el cielo, pues de allí llega lo que más asusta a los hombres (el rayo, el trueno) y también allí está y de allí viene lo que le favorece (las estrellas, el sol, la lluvia). Con estos temores pudo imponerse la ley y los débiles pudieron estar a salvo de los poderosos. 49
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