Taller de Expresión I Cátedra Cortés Códigos del escritor y del

Taller de Expresión I
Cátedra Cortés
Códigos del escritor y del lector
Umberto Eco en Apostillas a El Nombre de la rosa1, sostiene:
Nada consuela más al novelista que descubrir lecturas que no se le habían
ocurrido y que los lectores le sugieren.(…) No digo que el autor deba aceptar
cualquier lectura, pero, si alguna le parece aberrante, tampoco debe salir a la
palestra: en todo caso, que otros cojan el texto y la refuten. Por lo demás, la
inmensa mayoría de las lecturas permiten descubrir efectos de sentido en los
que no se había pensado.
Pero ¡ojo! ,,, si seguimos leyendo vamos a ver que cuando Eco da ejemplos de esas
lecturas que al novelista “no se le habían ocurrido” comprobamos que en todos los
casos refiere a interpretaciones y “hallazgos” presentes en reseñas sobre la novela
cuyos autores son críticos, es decir, lectores expertos, lectores cuyos conocimientos
les permiten realizar variadas interpretaciones y fundamentarlas. Del mismo modo,
cuando Eco relata y explica su propio proceso de escritura también se refiere a un
conjunto de conocimientos que se ponen en juego en la producción de textos.
Nos podemos entonces preguntar: ¿Qué conocimientos ponemos en juego a la hora
de interpretar y producir textos? y a medida que los vayamos definiendo la pregunta
que me parece interesante mantener viva es: ¿En qué medida ampliar estos
conocimientos (y reflexionar sobre ellos) colabora con nuestra formación como
lectores y escritores cada vez más lúcidos, más críticos?
Estos conocimientos/códigos se clasifican en cuatro tipos, haciendo la salvedad de
que los vamos a distinguir con el propósito de describirlos, pero que en verdad son
interdependientes. Se trata de conocimientos enciclopédicos, lingüísticos, retóricos
e ideológicos
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En Apostillas a “El nombre de la rosa”, Eco cuenta el proceso de escritura de la novela, los
puntos de partida, las decisiones que fue tomando y los motivos de esas decisiones. Es un
texto que envié por mail, cuya lectura es obligatoria.
1
El conocimiento enciclopédico se conforma con las informaciones que “archivamos” en
nuestra memoria y que provienen tanto de nuestras experiencias de vida, como de las
experiencias de pensamiento que propician las lecturas.
“Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma”, dice una canción de Serrat
refiriéndose a los niños… Ciertamente, al llegar a este mundo somos compelidos a
insertarnos en un diálogo que nos precede, en una trama de enunciados que no
inventamos, sino que “inventariamos”. Bajtin dice:
Él (todo hablante) no es un primer hablante, quien haya interrumpido por vez
primera el eterno silencio del universo
y él no únicamente presupone la
existencia de un sistema de la lengua que utiliza, sino que cuenta con la
presencia de ciertos enunciados anteriores, suyos y ajenos, con los cuales su
enunciado determinado establece toda suerte de relaciones (…) Todo
enunciado es un eslabón en una cadena, muy complejamente organizada, de
otros enunciados. 2
Pensemos que, en el caso de la lectura, las posibilidades de realizar interpretaciones
dependen en gran medida de estos saberes que poseemos por formar parte de un
mundo, de una cultura que nos precede y nos circunda, y por “participar” de los
diálogos que establecen entre sí los textos de esa cultura. Porque, como sabemos,
todo texto remite, de diversas maneras y a distintos niveles, a otros textos; por eso
hablamos de relaciones de intertextualidad al referirnos a estas remisiones que se
establecen entre textos por medio de citas o de alusiones.3
Por ejemplo, en el cuadernillo de narración hay dos cuentos en los que este diálogo
con otros textos es explícito: “Circe “, Cortázar y “El fin” de Borges. En el primer caso,
el intertexto es La Odisea, de Homero donde la diosa y hechicera Circe envenena con
una de sus pócimas a los marineros y los convierte en cerdo. En “El fin”, Borges
retoma el Martín Fierro y crea un final...le da “fin”. Otro caso muy evidente es la
novela de Ariel Idez, cuyo título, La última de César Aira, es por demás explícito al
respecto.
2
3
Bajtín, M., Estética de la creación verbal, Buenos Aires, Siglo XXI (pág. 258)
.Actualmente, la web ha “materializado” esta noción de intertextualidad. Pensemos,
justamente, cómo una enciclopedia –por ejemplo, Wikipedia- nos permite acceder a ciertas
informaciones no secuenciales que se relacionan de modos diversos con ciertos conceptos que
presenta la superficie del texto en pantalla. O los enlaces ¿infinitos? que podemos establecer al
entrar en las páginas de la red virtual.
2
Si nuestra enciclopedia o, usando la metáfora computacional, “nuestro disco rígido”
tiene “cargadas” esas lecturas (el mito de Circe, el Martín Fierro, algunas producciones
de Aira), seguramente nuestra interpretación disfrute va a ser más rica que si no las
tenemos…y por supuesto vamos a divertirnos más al leerlos. Pensemos que de algún
modo los textos prevén un lector cuyo conocimiento le permita establecer esas
relaciones. Y un conocimiento enciclopédico “flaco”, nos deja “fuera de juego” cuando
nos enfrentamos a las lecturas propias del nivel universitario.
A la vez, “tener qué decir” a la hora de escribir va a depender en gran medida de esta
clase de conocimiento. Volviendo a las Apostillas, Eco dice: “Considero que para
contar lo primero que hace falta es construirse un mundo lo más amueblado posible,
hasta los últimos detalles”. No era difícil para él “amueblar” el mundo en el que
transcurre la historia –que como saben está situada en la Edad Media-, ya que sus
conocimientos sobre ese mundo eran vastos por ser además de semiólogo,
medievalista. “…puesto que el Medioevo –dice- era mi imaginario cotidiano, más valía
escribir una novela que se desarrollase directamente en ese Medioevo.”. Y cuenta
cómo hizo para actualizar esa enciclopedia: “Me puse a leer, o a releer, a los cronistas
medievales, para asimilar su ritmo, su candor. Hablarían por mí y yo quedaría libre de
sospechas. Libre de sospechas, pero no de los ecos de la intertextualidad. Así volví a
descubrir lo que los escritores siempre han sabido (y que tantas veces nos han dicho):
los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se
ha contado.”.
Otro es el caso de Annie Proulx, autora de Secreto en la montaña, libro que dio origen
a una película que muchos deben haber visto. La escritora estuvo hace unos años en
Buenos Aires porque vino a hacer una presentación en la Feria del libro. En una
entrevista le preguntaron si al escribir sobre el mundo rural del sur de los Estados
Unidos, investigaba o si elegía el tema porque lo conocía. Ella respondió algo bien
interesante: “No, yo investigo…Nunca me gustó el consejo que le dio esa profesora a
Hemingway, cuando le dijo que hay que escribir siempre sobre lo que se conoce. Para
mi tiene que ser al revés: hay que conocer sobre lo que se escribe.” Entonces le piden
que explique en qué consiste “investigar”, si eso implica viajar a los lugares sobre los
que escribe. Proulx responde: “Si. Cuando quiero escribir sobre un lugar, voy y me
quedo un tiempo. En general es un lugar que visité antes. Por ejemplo, en ´Un as en la
manga´ yo había estado viajando por el país y había cruzado esa zona de Texas. Me
interesó que hubiera muchas casas viejas medio derruidas, muchos árboles rotos,
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maquinaria agrícola abandonada…, y también molinos abandonados. Decidí que
quería escribir una historia sobre ese lugar, alquilé un rancho y me quedé unos seis
meses.” Y explica que además estudia el dialecto local y que hasta hace mapas del
área!!! Un verdadero trabajo de campo... ¿no? Podríamos decir que su enciclopedia
se nutre de la investigación directa, bien empírica… Procede como los escritores
naturalistas del siglo XIX, como por ejemplo Emile Zola, quien sostiene que el
novelista debe ser un observador y un experimentador. La relación entre conocimiento
enciclopédico y literatura es mucho más complejo de lo que aquí sintetizo, pero esa
profundización la dejamos para los estudiantes de Letras...ja, ja...
Este camino lo siguen también escritores y directores de cine que indagan (a través de
un trabajo de campo, de la recolección y análisis de documentación, de la consulta de
bibliografía, etc.) algún hecho y lo relatan dentro del género que más se adecue a sus
intereses y propósitos (relato de los hechos o non fiction, cine documentar, etc.).
Otro ejemplo interesante, en este sentido, es la novela de Alejandro López, La asesina
de Lady Di (yo dejé dos capítulos en la fotocopiadora). Fíjense que la subjetividad y el
discurso del personaje principal, Esperanza, están construidos a partir de los
conocimientos que le han brindado
la televisión, las revistas de chimentos y del
corazón. Sus códigos ideológicos, enciclopédicos y lingüísticos se han “alimentado”,
casi únicamente, de esas fuentes. Ese mundo banal que, en un punto, nos resulta
divertido se vuelve muy oscuro cuando pensamos el lado trágico del personaje.
La próxima clase, cuando les lea qué responden los escritores cuando se les pregunta
sobre cómo trabajan, vamos a ver que todos hablan de lo que leen o han leído antes
de escribir y también mientras escriben. Y, algunos dicen algo muy interesante, y es
que evitan leer cuando están escribiendo para encontrar su propia voz, para apartarse,
por ejemplo, de la influencia que podría ejercer
el estilo de los escritores que
“admiran” en su propia escritura.
Ahora vamos a centrarnos en el conocimiento lingüístico
Este conocimiento se vincula con los saberes que los hablantes tenemos acerca de la lengua, desde
el léxico hasta el conocimiento gramatical y de las convenciones ortográficas. Los usuarios de una
lengua tenemos organizado en nuestra memoria un lexicón conformado por todas las palabras que
conocemos. Resulta una obviedad señalar que la escasez de léxico perturba tanto la interpretación
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como la producción de textos orales y escritos; y que la falta de conocimientos acerca de las normas
ortográficas gramaticales afectan la legibilidad de las producciones escritas.
Muchas veces, por ejemplo, al leer textos teóricos – “chocamos” con términos disciplinares cuya
referencia se nos escapa, conceptos
que, además, pueden significar cosas diferentes según la
disciplina que las enuncie. Y en estos casos, no basta con la consulta al diccionario, ya en muchos
casos dan definiciones generales que, frecuentemente, no alcanzan para comprender realmente el
significado del término en el marco de un texto especializado; habrá que rastrear cómo se lo va
definiendo, explicando, etc. en ese y otros textos en los que se reitera..
La reflexión sobre la sintaxis también se encuadra en este conocimiento. Digo reflexión, porque
muchas veces la enseñanza de la gramática en las escuelas –ustedes tienen seguramente una
experiencia cercana sobre este asunto- se limita a hacer análisis sintáctico de una manera un tanto
mecanicista, es decir sin que medie una reflexión acerca de la importancia fundamental que tiene
este saber cuando resolvemos tareas de escritura.
Al recorrer las lecturas en los talleres y en el teórico, vemos que el estilo de ciertos autores se juega
en este plano. Fíjense cómo Saer en “La tardecita” construye la frase. Y como en el fragmento de
Molly Bloon que les mandé por correo se Y, por otra parte, las sugerencias que en este sentido
hacemos en los talleres para orientar la reescritura de los textos que ustedes van escribiendo
conlleva la reflexión sobre importancia de este conocimiento en relación con la escritura.
Con respecto a la ortografía, hay que admitir la relevancia que socialmente se le da a este
conocimiento para evitar discusiones bizantinas, ya que como ustedes bien saben, se evalúa muy
negativamente un escrito que presenta errores ortográficos... y esa evaluación negativa recae
directamente sobre el que lo ha escrito. Es así... ¿no? Además hay razones concretas: los errores
ortográficos pueden atentar contra la comprensión, porque instalan, por ejemplo la ambigüedad, y
contra la legilibilidad: el lector siempre se frena ante el error y esto le impide la lectura fluída.
Entonces, se enoja...
Conocimiento retórico
Este conocimiento conjuga un conjunto de saberes acerca de los géneros discursivos mediante
los cuales se realizan variados intercambios comunicativos en un determinado mundo social. Me
refiero del repertorio de enunciados, más o menos estables, que circulan en las distintas esferas del
quehacer humano y que comparten características temáticas, estilísticas y estructurales. Este
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conocimiento se relaciona con la capacidad para analizar las formas en que se organizan los
contenidos en las diferentes clases de textos que circulan dentro de un determinado ámbito
sociocultural. Esos esquemas globales pueden presentar formas altamente estandarizadas en ciertas
esferas comunicativas, como es el caso de los textos que circulan en el ámbito administrativo,
comercial, judicial y periodístico. Estos esquemas se mantienen fijos por razones prácticas, es decir
porque demuestran ser operativos para transmitir cierto tipo de información. Desde el punto de vista
de la recepción, son textos que cooperan con la compresión puesto que presentan el contenido
organizado de un modo que el lector ya tiene internalizado, y esto hace que tenga que invertir menos
esfuerzo en desentrañar tanto el tema como la función de esos textos. Sin embargo, no todos los
textos que circulan socialmente responden a esquemas tan fijos; es más, se podría argumentar que
la mayoría no lo hace. Lo que sí puede decirse es que en todo texto subyace un plan que, si bien
puede estar más o menos orientado por un modelo de género, es el resultado de un conjunto de
elecciones llevadas a cabo por quien lo produce. Cuando tenemos que resolver un problema de
escritura -como hemos visto- solemos leer para ampliar nuestro conocimiento enciclopédico, pero
también el retórico, cuando nuestra lectura tiene como propósito desentrañar el plan del texto, es
decir, investigar cómo está organizado el contenido para dar cuenta de un tema: cómo lo presenta, lo
desarrolla y de qué modo lo cierra; cuáles son las reglas propias de cada género, etc. Este tipo de
análisis nos permite desarrollar un conocimiento que va a colaborar sustancialmente cuando
enfrentamos la tarea de escribir.
El conocimiento acerca de los géneros discursivos incluye la interpretación de las funciones
que cumplen. En este sentido, la interpretación de los propósitos de los textos requiere, en muchos
caso, investigar el contexto en que esos textos fueron producidos, ya que las funciones varían según
las culturas en que se hallan inscriptos y según la época. Por ejemplo, cuando se dice que las fábulas
tenían entre sus propósitos disciplinar la conducta humana, los datos que fundamentan esa hipótesis
interpretativa no surgen sólo de explorar los textos sino también los contextos en que fueron
producidos: los sistemas de creencias, las relaciones de poder, los códigos culturales.
Por otra parte, no todos los sujetos, aún cuando compartan el mismo contexto, coinciden en asignar
la misma función a los textos; muchos suelen generar una variedad de interpretaciones que a veces
llegan a posiciones de confrontación. En este sentido, son interesantes las discusiones en los talleres
sobre la interpretación de las funciones de los textos, acompañada de una fundamentación que –
obviamente- también puede ser sometida a discusión. Son discusiones que libramos cuando
sostenemos –frente a opiniones contrarias-, por ejemplo, que la proliferación de noticias sobre
hechos violentos no tienen como única intención informar…
El conocimiento acerca de estos aspectos retóricos, a la hora de escribir, no permite optar por el
género más conveniente para lograr un equis propósito (por ejemplo, si queremos elevar una protesta
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podemos elegir hacerlo por medio de una carta de lectores, graffitis, volantes callejeros, pancartas o
una solicitada en los diarios), decidir seguir las convenciones propias de cada género o subvertir las
pautas de esos modelos. Por ejemplo, planificar un ordenamiento del contenido que no obedezca a
los esquemas canónicos de la clase de texto seleccionada; usar un registro que no es habitual;
mezclar distintos géneros, etc. La búsqueda de originalidad y el interés por lograr un estilo propio
pueden también formar parte de estas decisiones.
Conocimiento ideológico
Este conocimiento se relaciona con los sistemas de creencias y de valores (que manejan tanto los
productores de los textos como los lectores y que se proyectan en los textos que leen o escriben), así
como con las teorías, es decir, con los sistemas interpretativos procedentes de los campos de estudio
especializado, que discuten entre sí acerca de un determinado objeto. Un ejemplo, es la
confrontación que aún persiste entre las teorías creacionistas y teorías evolucionistas acerca del
origen del hombre (la teoría creacionista basada en el libro del Génesis de la Biblia (Adán y Eva) y la
teoría evolucionista de Charles Darwin basada en el Origen de las Especies ). Digo persisten, porque
como ustedes saben en la era Bush, en ciertos estados norteamericanos (no sé si aún se mantiene
en estos tiempos de Obama...) se prohibía la enseñanza de la teoría de la evolución de Darwin… Es
una discusión eminentemente ideológica que persiste en el siglo XXI en un país del “primer mundo”.
Del mismo modo, podemos confrontar el racismo con el relativismo cultural, una ideología políticosocial que, en oposición al etnocentrismo, defiende la validez y riqueza de todo sistema cultural y
niega cualquier valoración absolutista moral o ética de los mismos.
Reflexionar sobre estas cuestiones es importante cuando nos enfrentamos con textos complejos, ya
que tener conocimiento acerca de las teorías en que se enmarcan las temáticas que se abordan
habilita interpretaciones más lúcidas. También es interesante como trabajo de lectura cotejar cómo
está enfocado el mismo tema desde otras perspectivas teóricas (este tipo de lecturas ocupan un lugar
central en la formación universitaria que ustedes están comenzando a transitar). Esto es, poner en
relación las teorías y sus contextos de producción, para analizar la incidencia que en su formulación
pueden haber tenido las ideas que predominaban, los sistemas de creencias, los valores, los
paradigmas científicos dominantes en la época, etc. Esta estrategia de análisis se aplica no sólo a los
textos teóricos, sino a todos los textos, como dijimos al explicar competencia enciclopédica. Repito:
analizar la relación entre texto y contexto, en este caso, con el propósito de reponer la cosmovisión
(filosófica, científica, política, religiosa, etc.) reinante en la época en que fueron producidos, es
sustancial a la hora de interpretar textos.
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Me parece interesante también analizar aquellos casos en los que desde un nuevo paradigma, un
nuevo marco teórico, una nueva perspectiva filosófica se “revisitan” textos producidos en contextos
muy alejados en el tiempo para interrogarlos desde nuevas teorías, enfoques, perspectivas. Es lo que
hace, por ejemplo, Michel Foucault en La verdad y las formas jurídicas (les mandé por correo un
fragmento) que lee en Edipo rey, la tragedia escrita por Sófocles en el siglo V antes de Cristo, el
primer testimonio de las prácticas judiciales griegas, donde se pone de manifiesto la relación entre
poder y saber de la que – según Foucault- no nos hemos librado nunca más. Otro es el caso de
Freud, quien interpela la misma tragedia, pero desde la teoría psicoanalítica, lo que le permite
desarrollar uno de los conceptos más conocidos de su teoría: el complejo de Edipo.
Por último, a modo de ejemplo, les pido que lean “Shakespeare en la selva” (lo envié por correo). Es
un texto muy interesante y muy divertido, que ilustra muy claramente las dificultades para llegar a
acuerdos que tienen las personas cuyos marcos ideológicos son muy diferentes. La antropóloga
francesa, Laura Bohan, da cuenta en este ensayo de una experiencia de lectura compartida con
miembros de una tribu nigeriana, los Tiv. La obra que les lee es Hamlet, de Shakespeare. Bohan se
ve sorprendida por las interpretaciones e interpelaciones de sus oyentes, sustentadas en creencias,
valores y teorías propias de una cosmovisión tan diferente a la suya.
Otro texto interesante (queda a cargo de ustedes explicar en qué sentido se relaciona
con el tema que estamos viendo...), es el cuento de Mark Twain “El romance de la
doncella esquimal”, que también envié por mail.
Lecturas obligatorias:
•
Obviamente, esta clase,
•
Apostillas a El nombre de la rosa
•
“Circe “, de Cortázar y “El fin” de Borges.
•
“Shakespeare en la selva”, de L. Bohan
•
“El romance de la doncella esquimal”, de Mark Twain
•
El fragmento de La verdad y sus formas jurídicas, de Faulcaut
•
Los dos capítulos de La asesina de Lady Di
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