Julián López - La libertad de pensamiento y de expresión como

Exposición
“La libertad de pensamiento y de expresión
como principios orientadores de la Universidad de Chile”1.
Julián López Masle2
1. Gracias por la invitación que me han extendido para participar en
esta jornada.
2. Quiero comenzar por advertir que, probablemente, voy a
decepcionar a los que se hayan generado expectativas sobre el contenido de
esta presentación a partir del título que se le ha asignado. La verdad es que lo
que voy a decirles no pretende ser una exposición de la historia de la libertad
de expresión o de la posición de la Universidad de Chile en esta materia. Ese
es un tema que excede mis competencias. Lo que yo puedo hacer, en
relación con este tema es, simplemente, dar un testimonio. Pienso que
contarles esta historia puede servirles porque yo me siento un producto de
esta Universidad y creo que, de alguna manera, los encuentros que yo he
tenido a lo largo de mi vida con la libertad de expresión -y que incluyen mi
experiencia como estudiante y profesor de esta Facultad- pueden ayudar a
provocar el tipo de reflexión que esta jornada pretende. A partir de esa
historia personal quiero hacer, luego, con ustedes, algunas reflexiones sobre
la forma en que yo entiendo la libertad de expresión y las razones por las que
creo importante que ella sea vivida en un recinto universitario.
A) MI EXPERIENCIA PERSONAL
3. Ingresé a esta Escuela en el año 1984, es decir, hace ya más de 30
años. Era un estudiante de provincia, nacido en Punta Arenas, tercera
generación de una familia de inmigrantes por mis cuatro ramas familiares.
Había realizado toda mi enseñanza básica y media, entre los años 1972 y
1983, en el “Liceo Salesiano San José”, un colegio particular subvencionado
que los curas salesianos, que llegaron como misioneros a la Patagonia,
fundaron en Punta Arenas para entregar enseñanza científico-humanista. Era
un colegio de hombres, católico, dirigido por sacerdotes que predicaban la
doctrina social de la iglesia y, pese a todo, formaron a mi generación en
valores democráticos, en una época difícil. El Golpe de Estado de la Junta
Militar se produjo en el año 1973, cuando yo cursaba Segundo Básico y tenía
7 años de edad.
1
Esta exposición fue realizada durante la apertura de la Jornada de reflexión
triestamental: “Libertad de pensamiento y de expresión”, llevada a cabo en el Aula Magna
de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, el 11 de noviembre de 2015.
2
Profesor del Departamento de Derecho Procesal, Facultad de Derecho, Universidad de
Chile.
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4. Mi colegio era un lugar donde existía una diversidad social
importante. Algunos de mis compañeros de curso pertenecían a familias
“ricas” de Punta Arenas (aunque se reirían, por comparación, si ustedes
supieran lo que significaba ser “rico” en esa época). Pero estaban también
muchos que se consideraban pobres. En nuestro colegio existía el “arancel
diferenciado”: tres valores distintos para la matrícula y gratuidad para los que
no podían pagar en absoluto. Nuestro curso semanalmente desarrollaba
“acción social”, que los curas hacían llegar a las parroquias de Punta Arenas
y, en ocasiones, a nuestros propios compañeros de curso.
5. Mi colegio no era un lugar de segregación y tampoco lo eran los
barrios de la ciudad donde yo vivía. En la misma calle, la casa grande que
pertenecía a un pequeño empresario o a un profesor, tenía al lado la casa
pequeña, que pertenecía a un trabajador o un mecánico. En mi barrio, mi
grupo de amigos estaba repartido en una misma cuadra de una calle del
Barrio Sur de Punta Arenas. No había segregación social pero tampoco
ideológica. Mi padre y mis abuelos, que habían votado por Eduardo Frei
Montalva en las elecciones de 1964, eran para entonces opositores al
gobierno de Salvador Allende. Pero en las casas del frente, los padres de los
amigos con los que yo jugaba eran casi todos socialistas y comunistas, y mis
padres tenían, también, una relación cordial con ellos. Sabiendo, como
sabían, que pensaban distinto.
6. Entonces vino el Golpe de Estado. Y me tocó ver cómo los papás de
mi amigos, los que vivían en las casas del otro lado de la calle, eran sacados y
llevados al campo de concentración de Isla Dawson. Los vi ir y,
afortunadamente, los vi volver mucho tiempo después, siempre durante la
dictadura.
7. Yo sé que a muchos de ustedes, a los estudiantes de hoy, que
nacieron en democracia a mediados de los años 90, hablarles de la dictadura
de Pinochet suena tan lejano como me sonaba a mí, por esa época, que me
hablaran de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo. Pero les pido que
comprendan que todo lo que yo pienso sobre la libertad de expresión tiene
que ver con mi experiencia bajo ese régimen. La invocación de la “libertad de
expresión” no era entonces algo que sonara, como ahora, una cosa obvia y
algo trillada, sino que estaba teñida de contenido ideológico. Hablar de
“libertad de expresión” era en sí mismo, un acto subversivo.
8. Vivir en un régimen sin libertad de expresión consiste, por supuesto,
en sufrir el control de los medios de comunicación. Pero no significa sólo eso.
Significa vivir en un mundo en el que todas las expresiones de la cultura: la
literatura, el cine y, en general, el conocimiento, están férreamente
limitadas, en términos tales que entre los ciudadanos surge una inhibición
natural a decir cosas inapropiadas, que es lo que se conoce como
“autocensura”. Recuerdo, teniendo 7 años, cuando un amigo de mi misma
edad me contó un chiste negro, contingente, tras el golpe. El chiste consistía
en una pregunta: “Supiste que Allende murió de un ataque?” Y ante la cara
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de sorpresa del interlocutor, el otro continuaba: “…de un ataque aéreo”. Ese
chiste de mal gusto probablemente no lo habría recordado nunca si no fuera
por la impresión que me produjo la reacción de mi abuelo cuando se lo repetí
luego a él. Me dio un discurso, algo alterado, acerca del tipo de cosas y
chistes que no se podían andar diciendo en público por esos días. Y fue así
como la política dejó de ser un tema del que yo pudiera hablar con mis
vecinos, y dejó de ser un tema del que ellos mismos quisieran conversar
conmigo.
9. La libertad de expresión se transformó así, para mí, en un ejercicio
privado. En el Colegio teníamos varios medios de comunicación. Filmábamos
ceremonias, editábamos videos, publicábamos diarios murales y revistas. Yo
llegué a ser el encargado de prensa del Centro de Alumnos del Colegio.
Publicábamos un periódico en el que se nos permitía criticar y reírnos de
nuestros profesores, pasando sólo por la censura previa, (que, debo admitir,
era benevolente y mínima) del cura amigo encargado de estos asuntos.
10. Pero en lo público, la cuestión era distinta: existía una “Verdad
Oficial” contra la cual no se podían plantear versiones alternativas. Para
mostrarles lo que es una “Verdad Oficial” creo que no hay mejor ejemplo que
éste que les exhibo a continuación. Se trata de la “Fe de Erratas” del
Diccionario Enciclopédico Ilustrado SOPENA, publicado en España en el año
1977, que me regaló mi padre ese mismo año. Al entrar a Chile, esa
Enciclopedia fue revisada por el gobierno.
Miren, por favor, lo que se lee en la Fe de Erratas sobre “Allende;
Salvador”:
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11. Pero no solo en política interna pueden existir verdades oficiales.
Miren ésta, de otro tomo del mismo diccionario:
12. Fue en este mundo de “verdades oficiales”, donde no vale lo que se
“DICE” sino lo que se “DEBE DECIR”, en el que yo llegué en el año 1984, a la
Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Era un adolescente, partidario
por insistencia de la doctrina social de la Iglesia. No había leído a Marx
porque mis vecinos habían tenido que quemar sus libros en piras instaladas
en los patios de sus casas (me tocó personalmente ver una de esas) pero
había leído la “Síntesis Crítica del Marxismo Leninismo” escrita por José
Miguel Ibáñez Langlois. (Se podía saber de marxismo no desde la explicación,
sino desde la crítica). Era un católico convencido y traía colgando de mi cuello
una cruz enorme. Y me encontré, en esta Escuela, con un mundo
completamente distinto. Mis interlocutores no eran, ya, jóvenes católicos
como yo, de manera que tenía que empezar mis argumentos desde cero. La
cita bíblica ya no resolvía la discusión: por el contrario, era un problema:
¡había que explicar por qué se estaba haciendo una cita bíblica!
13. Y aquí sí que había socialistas, comunistas, trotskistas,
democratacristianos, socialdemócratas, liberales, gremialistas, nacionalistas.
Y aquí sí que todos querían manifestarse, discutir y conversar. La libertad de
expresión estaba en juego todo el tiempo. Un día, a uno de nuestros
compañeros lo detenía la CNI, el Director de Escuela tenía que interceder
para que lo liberaran y nosotros armábamos marchas de protesta; otro día, el
Rector delegado elegía a dedo un decano y nosotros organizábamos una
marcha en su contra. Pero también se manifestaba la extrema derecha: cada
21 de mayo, un puñado de nacionalistas hacía una ceremonia frente al
monumento a Arturo Prat durante la cual extendían su brazo en ángulo de
40° sobre la horizontal y levemente inclinado a la derecha, como manda el
estricto protocolo del saludo fascista. Los nacionalistas llegaron a ser,
durante esos años, la segunda fuerza política de la facultad. Con un
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gremialismo menor y una derecha liberal mínima, ellos representaban la real
competencia a lo que para entonces era el germen de lo que luego sería la
Concertación de Partidos por la Democracia. Y, sin embargo, no recuerdo
haber visto una agresión entre estudiantes por este motivo.
14. Afuera, sin embargo, todo era distinto. Los medios de
comunicación opositores sufrían severas restricciones, que a veces caían en
el ridículo. Miren ustedes, esta imagen de la revista Cauce de la semana del
12 al 18 de septiembre de 1984. El problema lo explica este cuadro, en su
cuarta página.
(Los días 4 y 5 de septiembre de ese año se habían producido
manifestaciones en la Plaza Italia durante las cuales la prensa había tomado
numerosas fotografías de manifestantes siendo golpeados por la policía, y el
gobierno quería evitar que se publicaran. Para lograrlo, se dictó este bando
que le prohibía a ciertos medios publicar todo tipo de imágenes).
15. La Revista Cauce reaccionó, con ingenio, publicando esta portada
en blanco.
5
Abajo se lee: “S.E. Capitán General Augusto Pinochet Ugarte, que
cumple 11 años en el mando del país. (Nota: Su imagen desaparece por orden
expresa del Jefe de Zona en Estado de Emergencia Región Metropolitana…”)
16. Así, el gobierno quería que nos acostumbráramos a encontrar, en la
prensa, tan solo la verdad oficial. Y la verdad oficial casi siempre era, en los
casos que nosotros habíamos visto con nuestros propios ojos, una mentira.
17. Todo esto siguió más o menos igual, hasta el año 1988. Ese fue el
año de mi egreso y el año del plebiscito. Pero, para ese entonces, yo ya no
era el mismo. En esta Escuela, había tenido incontables debates y
discusiones. Ya no quedaba casi nada de mis creencias religiosas y muy poco
de mis certezas políticas. Había adquirido, tal vez, una única convicción: la
convicción de que mi falta de certeza era un valor. La convicción de que la
discrepancia y el rechazo del otro a mis propias ideas era algo que había que
proteger porque en eso se basaba la construcción de mi personalidad y
porque esa tarea no estaba concluida, era algo que me iba a acompañar de
por vida.
Había hecho mía una cita de Voltaire que se publicaba todas las
semanas en la sección de Cartas al Director de la Revista HOY en una versión
que decía: “Estoy en completo desacuerdo con tus ideas, pero daría mi vida
por defender tu derecho a expresarlas”.
18. Me fui a hacer mi postgrado a Harvard, en el año 1995. La imagen
que existía en Chile de esa universidad, estaba pegada en los años cincuenta,
cuando era una universidad conservadora, de hombres sajones blancos. Pero
lo que yo me encontré allá fue algo completamente distinto. Si en la
Universidad de Chile había conocido la diversidad religiosa, ideológica y
social, allá conocí la diversidad racial, cultural y de orientación sexual.
19. En el año 1995, se anunció la visita a la universidad de Yaseer
Arafat. Harvard es una universidad con enorme presencia judía, y aunque
Arafat había recibido el premio Nobel de la Paz, el año anterior, era
considerado todavía, por muchos de mis compañeros, como un terrorista. No
recuerdo, sin embargo, haber sabido de una sola manifestación de protesta
de los estudiantes por la presencia de Arafat en la Universidad. Sí recuerdo,
en cambio, que el interés de los estudiantes por asistir a su charla, por
sentarse adelante y poder hacer las preguntas difíciles era tan grande, que
obligó a la Universidad a hacer una lotería para sortear las entradas. Tiempo
después, se anunció la visita a la Facultad de Isaac Rabin, el entonces Primer
Ministro de Israel. A dos semanas del evento, se tuvo que suspender, porque
Rabin había sido asesinado por un extremista israelí cuando bajaba por las
escaleras del escenario desde el cual había encabezado un multitudinario
mitin por la paz.
20. A mi regreso a Chile, la libertad de expresión seguía siendo una
cuenta pendiente de los nuevos gobiernos democráticos. Entre ellas, la
Constitución Política de la República, en su art. 19 N° 12, establecía que en
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Chile existiría un sistema de censura para la exhibición y publicidad de la
producción cinematográfica. El 20 de enero de 1997, la Corte de Apelaciones
de Santiago acogió un recurso de protección presentado en contra del
Consejo de Calificación Cinematográfica, por haber autorizado la exhibición
de la película “La Última Tentación de Cristo”, recurso que había sido
presentado por un grupo de personas actuando “en nombre de Jesucristo, la
Iglesia Católica y por sí mismos”. Nuestra indignación por esta decisión fue
tal que, el 29 de abril de 1997, para combatirla, constituimos, con 35
miembros, una asociación gremial de abogados: “Libertades Públicas”. De
ellos, 15 éramos profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Chile. Los nombro, en orden alfabético: Fernando Atria, Antonio Bascuñán
Rodríguez, Jorge Bofill, Jorge Ferdman, Ximena Fuentes, María Inés Horvitz,
Andrés Jana, Lucas Sierra, Claudio Moraga, Pablo Ruiz-Tagle, Macarena Sáez,
Miguel Soto, Paulina Veloso, Nancy Yáñez. Y entre ellos, yo.
21. Participamos en el recurso de protección ante la Corte Suprema
presentando un informe en derecho y nos fue mal: la Corte Suprema rechazó
la apelación con fecha 17 de junio de 1997. El 3 de septiembre de ese mismo
año, un grupo de estudiantes de esta facultad, entre ellos el hoy profesor
Matías Insunza, presentó una denuncia contra el Estado de Chile por la
censura de “La Última Tentación de Cristo”. La denuncia fue patrocinada por
“Libertades Públicas” y nos fue bien. El caso fue acogido por la Comisión y
llevado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la cual condenó al
Estado de Chile y le impuso el deber de “modificar su ordenamiento jurídico
interno, en un plazo razonable, con el fin de suprimir la censura previa de la
película…” El 10 de julio de 2001, cumpliendo la sentencia, Chile modificó su
constitución poniendo término a la censura cinematográfica previa.
22. En el año 1999, comenzó a anunciarse la celebración de un
Congreso Nazi en Chile. La Revista Mensaje me pidió una opinión que se
publicó en formato de artículo en agosto de ese año. Mi respuesta era
predecible y me pareció inevitable: la realización de ese congreso no podía
ser impedida sobre pronósticos acerca de lo que en ellos se iba a decir y que
no se había dicho todavía. El congreso se realizó en el año 2000 pero fue
interrumpido por la policía, quien finalmente detuvo a su organizador contra
quien se había despachado una orden por giro doloso de cheques.
¿Por qué les cuento todo esto?
23. Porque creo que es la única manera de transmitirles la importancia
que, en mi historia personal, ha tenido la libertad de expresión. Fue el debate
privado, en un ambiente protegido como el de mi colegio, el que me permitió
desarrollarme, de niño y adolescente, incluso dentro de un marco conceptual
todavía rígido como el de la educación católica; fue el encuentro con otras
miradas del mundo, radicalmente distintas a la mía, entre las paredes de esta
Facultad, la que modificó totalmente mi percepción del mundo; fue mi
encuentro con las verdades oficiales lo que me llevó a detestarlas; y fue la
adhesión a estas ideas la que me ha convertido, ocasionalmente, en un
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activista de la libertad de expresión, cuestión por la cual, supongo, se le ha
ocurrido a alguien invitarme a hablarles hoy en esta jornada.
B) LO QUE SÉ DE LA LIBERTAD DE EXPRESION
24. Pero no soy un teórico de la libertad de expresión. Simplemente he
vivido marcado por ella en mi biografía. Y lo que puedo decirles, para aportar
al debate, es que hay tres cosas que yo he aprendido sobre ella y que
frecuentemente se olvidan3:
1) La PRIMERA ES QUE LA libertad de expresión comprende el
derecho a expresar ideas ofensivas e informaciones falsas.
25. Una idea frecuentemente planteada en los debates sobre la
libertad de expresión en Chile, es que este derecho no puede ser utilizado
para proteger la expresión de ideas que resultan “ofensivas”. Así, quienes
propugnan restringir la libertad de expresión suelen ser quienes se declaran
ofendidos por esas ideas, que a veces forman parte de un grupo religioso
(como en La Última Tentación de Cristo), de un poder político (como en El
Libro Negro de la Justicia Chilena”), o de un grupo étnico (como en el caso del
congreso nazi en Chile). Cuando esta idea es llevada al campo de la libertad
de información, se transforma en la pretensión de impedir que ésta pueda
ser invocada para difundir noticias falsas.
26. Una expresión clara de esta posición se puede encontrar, por
ejemplo, en el considerando 18º de la sentencia de primera instancia
pronunciada por la Corte de Apelaciones de Santiago en el caso de la Última
Tentación de Cristo. Allí, se sostuvo que: “Cuidar la necesidad de información
o de expresión tiene una estrechísima relación con la veracidad de los hechos
y por eso deja de ser información o expresión la deformación histórica de un
hecho o de una persona. Por esto es que los sentenciadores creen que el
derecho de emitir opinión es el derecho a calificar una realidad pero nunca el
deformarla haciéndola pasar por otra”[4].
27. Lo cierto, sin embargo, es que desde esta perspectiva resulta difícil
reconocer algún sentido jurídico relevante al derecho humano de la libertad
de expresión.
28. En efecto, esta garantía no surgió ni existe actualmente para
asegurar a los ciudadanos el derecho de pronunciar opiniones agradables
sobre sus gobernantes o los demás grupos mayoritarios o minoritarios
existentes en una sociedad. Menos aún, existe para la difusión de
informaciones incuestionablemente verdaderas, si es que alguna información
de este tipo es posible en la vida social. Para tales propósitos, no resultaba
3
En esta parte reproduzco varios párrafos de mi artículo: “Algunas ideas olvidadas sobre la
Libertad de Expresión. De la Ultima Tentación de Cristo al Congreso Nazi” publicado por Revista
Mensaje, vol. 48, N° 481, (ago. 1999), p.20-14.
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necesario darse siquiera el trabajo de incorporar una garantía específica en el
catálogo de los derechos humanos. Como ha dicho la Corte Europea, la
libertad de expresión no sólo protege la información y las ideas favorables,
sino aquellas que “ofenden, resultan chocantes o perturban”, porque “tales
son exigencias del pluralismo, la tolerancia y apertura mental sin las cuales
no existe una sociedad democrática”[5].
29. Aceptar que la libertad de expresión conlleva tolerar la expresión
de ideas ofensivas y de noticias falsas resultará, sin duda, un costo que no
estarán dispuestos a asumir quienes tienen una visión de la sociedad
estructurada sobre valores no democráticos. Sin embargo, para quienes
compartan esos valores, resultará un costo mucho más alto aceptar que
alguien se arrogue el derecho de decidir cuáles son las ideas “aceptables” y
las noticias “verdaderas”, sintiéndose así autorizado para interferir en la libre
circulación de las ideas e informaciones.
30. Existen, sin embargo, quienes creen que, en nombre del propio
sistema democrático, el Estado debería impedir la circulación de ideas que
resultan “peligrosas” para la estabilidad de esa forma de gobierno. Quienes
así piensan revelan, sin embargo, mayor fe en la capacidad discrecional del
Estado que en la de los individuos, lo que desde luego resulta contradictorio
con los fundamentos mismos de la democracia, que descansa en la
razonabilidad de las decisiones de los ciudadanos. Tener fe en el sistema
democrático supone considerar que son éstos quienes, libremente
informados, dan las mayores garantías de que serán rechazadas las ideas
antidemocráticas que puedan surgir dentro de una sociedad.
2) La libertad de expresión no supone irresponsabilidad por la
expresión de ideas ofensivas e informaciones falsas.
31. Una segunda idea frecuentemente repetida en el debate sobre la
libertad de expresión en Chile, propone oponer a este derecho otros de
similar valor como si el solo reconocimiento del conflicto condujera
inevitablemente al sacrificio de la libertad de expresión a través de
mecanismos de censura previa, que quedarían, de ese modo,
automáticamente legitimados. Así, por ejemplo, el derecho a la honra es
frecuentemente enarbolado como justificativo de limitaciones al derecho a la
libertad de expresión.
32. Esta posición se enfrenta, desde luego, a la dificultad práctica de
que los mecanismos de censura previa impiden las expresiones
supuestamente atentatorias contra los intereses que se pretende proteger,
con lo cual resulta que, necesariamente, la violación de la libertad de
expresión se construye así sobre un prejuicio. Impedir que se exprese a
alguien que se presume utilizará ese derecho para atentar contra ciertos
bienes jurídicos lo priva también, desde luego, de la posibilidad de utilizarlo
para otros fines entre los cuales se encuentra -por qué no- el de retractarse
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de los atentados que contra esos mismos bienes pueda haber realizado en el
pasado.
33. No obstante, la idea frecuentemente olvidada en relación con este
punto es que la defensa de la libertad de expresión no conlleva desconocer
que el ejercicio de este derecho puede entrar en conflicto con otros
derechos, incluidos aquellos que tienen el mismo rango constitucional, ni
afirma la irresponsabilidad ante posibles conculcaciones a ellos. La defensa
de la libertad de expresión sólo supone aceptar que este conflicto no puede
resolverse a través de mecanismos de censura previa, pero no se opone al
establecimiento de un adecuado sistema de responsabilidades ulteriores
cuando el ejercicio del mismo entre en conflicto con otros intereses
jurídicamente relevantes u ocasiona daños a terceros.
3) La libertad de expresión se rige por las normas contenidas en los
tratados internacionales sobre derechos humanos vigentes en
Chile.
34. La tercera y última consideración que no debería estar ausente del
debate en torno a la libertad de expresión, es que nuestro país tiene ya una
definición básica en materia de los alcances y límites de este derecho, de
cuyos márgenes no puede salirse: éstos son los principios consagrados en los
tratados internacionales sobre derechos humanos, entre ellos el Pacto
internacional de Derechos Civiles y Políticos y, especialmente, la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, también conocida como “Pacto de San
José de Costa Rica”, cuyos alcances han sido materia de la exposición previa
del profesor Claudio Nash.
35. La importancia de esta consideración es que ella permite
establecer un “piso” para la discusión, en el sentido que el debate sobre los
alcances y límites de la libertad de expresión no podrá considerar la
incorporación de normas menos garantistas que las contenidas en dichos
tratados internacionales y habrá de atenerse a dichas normas en la solución
de los casos difíciles.
C) MIS TEMORES
36. Pues bien, ahora que les he dicho lo que pienso, debo terminar
contándoles mis temores.
37. Hace algunos días, con motivo de un incidente ocurrido en esta
Escuela en torno al derecho de un representante del Estado de Israel de dar
aquí una charla sobre el conflicto israelí-palestino, quise conversar este tema
con mis estudiantes contándoles algunas de las cosas de las que les he
hablado a ustedes hoy día.
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Y cuando afirmé que la Universidad de Chile es el lugar para la
pluralidad y el encuentro de todas las opiniones, uno de mis estudiantes más
destacados levantó la mano para decirme que lo que yo afirmaba era
también una opinión, y que él pensaba lo contrario: esto es, que la
universidad debía “tomar posición” y no podía ser un lugar “neutral” donde
tuvieran cabida todas las opiniones.
Él tenía toda la razón en cuanto a que lo que yo decía era sólo mi
opinión, pero la diferencia entre su opinión y la mía era que sólo esta última
garantizaba realmente que el otro pudiera expresar la suya.
38. Vivimos en una sociedad segregada. Antes los católicos tenían una
universidad, pero ahora la tienen los Legionarios de Cristo, el Opus Dei y los
jesuitas; también las tienen, por cierto, los masones y los liberales; y los de
izquierda y los de derecha. Cada vez se hace más fácil educarse en un
ambiente en el que todos piensen más o menos parecido.
Y lo que yo temo es que esta idea de que la Universidad de Chile debe
“tomar posición” la arrastre a esa corriente de la segregación, convirtiéndola
sólo en la universidad de algunos. Debemos evitar que eso ocurra. La
Universidad de Chile debe seguir siendo el lugar donde nos encontramos
todos, donde deben estudiar los católicos, los protestantes y los ateos; los
judíos y los palestinos; los de izquierda, centro y derecha. Que cualquiera de
ellos se siente excluido de este lugar, nos empobrece.
39. Cada año se me acerca el hijo de algún amigo a preguntarme por
qué debería ir él a la Universidad de Chile. Y palabras más, palabras menos,
yo repito siempre lo mismo: “porque aquí vas a romper la burbuja, porque
aquí vas a encontrarte con gente que vive y piensa distinto, y vas a poder
modelar tu propia vida a partir de ese encuentro”.
40. Yo no creo que debamos protegernos de las ideas del resto. Yo
quiero escuchar las opiniones que me violentan, quiero saber las razones que
tuvo el asesino de Isaac Rabin y las de los que promueven el odio racial,
porque sólo conociendo y comprendiendo esas ideas sabré como
combatirlas.
Y creo que la función de la Universidad de Chile es mantener abierto el
espacio para que eso ocurra.
Pero esa, claro, es sólo mi opinión.
Y les agradezco que me hayan permitido expresarla.
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