IdZ Septiembre | 47 Perón y la Triple A, de Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó Bs. As., Sudamericana, 2015. Eduardo Castilla En mayo de este año se publicó Perón y la Triple A1, escrito por Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó2. El libro es útil para volver a reflexionar sobre la dinámica del período estudiado aunque, desde una perspectiva de izquierda, resulta imposible acordar con sus conclusiones políticas. 20 advertencias El libro da cuenta, exhaustivamente, del accionar de la Triple A así como de la responsabilidad de Perón en su formación, algo minimizado en la historiografía dedicada al tema. La narración recorre distintos momentos desde el retorno de Perón a la Argentina hasta su muerte. En cada uno de ellos, los autores localizan una “advertencia” hacia la izquierda peronista, destinada a subordinarla a su política de pacificación del país. La primera de las advertencias tronará el 21 de junio de 1973, al día siguiente de la Masacre de Ezeiza. En cadena nacional, escoltado por López Rega e Isabel, Perón dirá, entre otras cosas: … los peronistas tenemos que retornar a la conducción de nuestro movimiento (…) neutralizar a quienes pretenden deformarlo desde abajo o desde arriba (…) somos justicialistas (…) No hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina y nuestra ideología (…) Somos lo que las veinte verdades peronistas dicen (pp. 60/1). Un mensaje directo a quienes pretendían luchar por la “patria socialista” desde el interior de ese movimiento. La última advertencia se hará el 17 de junio de 1974, quince días antes de la muerte de Perón. Reunido con la cúpula de la CGT, dirá que: … la descomposición del hombre argentino (…) nos ha llevado a esto (…) tenemos que erradicarlo de una u otra manera. Intentamos hacerlo pacíficamente con la ley. Pero si eso no fuera suficiente, tendríamos que emplear una represión un poco más fuerte y más violenta también (p. 362). Hacía tiempo ya que las “advertencias” se cumplían rigurosamente. La Triple A, las bandas de la burocracia sindical y las fuerzas policiales actuaban en todo el país, atacando a las organizaciones combativas del movimiento obrero, la juventud y la izquierda, contando decenas de muertos. Las amenazas “a futuro” reafirmaban una política en curso. Mientras se intentaba contener al conjunto de la clase trabajadora mediante el Pacto Social3, desde el Estado se desplegaba una política que, globalmente, puede ser definida como de guerra civil acotada a la vanguardia obrera y popular surgida a partir del Cordobazo. Dentro de la misma, por su peso, Montoneros y la Tendencia revolucionaria del peronismo eran un objetivo central de los ataques. Dos demonios El libro está orientado a demostrar que Perón “cometió un error” al apelar a grupos paramilitares; y que Montoneros, al continuar con las acciones armadas, contribuyó a la escalada de violencia y a convertir al Estado “en una banda” (p.19). Los autores afirman –mencionando la última advertencia de Perón– que el pedido de mayor represión … no lo hacía frente a los jefes de las fuerzas de seguridad, autorizados por la Constitución Nacional para reprimir (…) sino ante jefes de sindicatos que habían convertido sus sedes en verdaderos arsenales (p.18). Ilustrando más esta idea, Bufano y Teixidó se preguntan si Perón “¿podría haber hecho otra cosa?”. Responden: Claro que sí. Pero la elección de su sucesora, de sus funcionarios y la autorización implícita a la actuación de la pandilla enquistada en su gobierno fueron determinantes para ese final de sangre (…) No fue una víctima (…) eligió un camino que no correspondía (…) más allá de sus propias decisiones equivocadas nadie lo ayudó. Ni los Montoneros que no acallaron sus armas, ni la izquierda armada marxista que soñaba con ocupar la Casa Rosada (…) ni la dirigencia sindical con su recalcitrante macartismo que no toleraba perder la elección en ningún gremio. Tampoco el empresariado, siempre codicioso y de escasa conciencia democrática (p. 365). Resulta ineludible emparentar esta definición con la teoría de los dos demonios4 que presenta a la violencia estatal como correspondida y alimentada por la que ejercieron las organizaciones armadas. Los autores afirman, explícitamente, que la violencia que “correspondía” era la ejercida en un marco legal. Se trata, hay que decirlo, de las Fuerzas Armadas que ejecutarán el golpe genocida en marzo de 1976; o la policía que, con Villar y Margaride a la cabeza, era parte esencial de las Tres A. Revolución y contrarrevolución Lo que el peronismo en el poder se proponía era frenar el ascenso revolucionario abierto en Argentina a partir del Cordobazo. Para eso se hacía imperioso liquidar a la vanguardia de ese proceso. El enorme desprestigio que padecían las Fuerzas Armadas impedía recurrir a ellas abiertamente. De allí la formación de organizaciones paramilitares y la creciente violencia estatal. Frente a esa escalada, la estrategia desplegada por Montoneros y la guerrilla de conjunto era impotente. Su política de presión sobre Perón –que se mantuvo hasta la muerte de éste– obturaba la posibilidad de un desarrollo político independiente de la vanguardia obrera y juvenil. En el terreno militar, su objetivo se reducía a una “guerra de bolsillo” entre su propio aparato y las fuerzas represivas5. Perón y la Triple A ilustra claramente la política represiva del último gobierno del viejo líder. Sin embargo, sus conclusiones lejos están de permitir una preparación estratégica para futuros escenarios convulsivos en la lucha de clases. 1. Las referencias a las páginas se harán entre paréntesis. Los resaltados en las citas pertenecen a los autores. 2. Bufano es codirector de la revista Lucha Armada en la Argentina. Ambos militaron en la izquierda en los años ‘70. 3. Ver Alejandro Schneider, “El Pacto Social de 1973”, IdZ 19. 4. Véase el prólogo a Insurgencia obrera en Argentina de Ruth Werner y Facundo Aguirre, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2007. 5. Para una discusión de conjunto sobre la estrategia de la izquierda en los años ’70, véase Insurgencia obrera en la Argentina, ibídem, capítulo XIV.
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