El fenómeno de la creencia: herramienta diagnóstica freudiana del

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El fenómeno de la creencia: herramienta diagnóstica freudiana del sujeto y la sociedad
Prof. Asociada Mag. Marcela Bianchi
Partamos de aclarar un poco nuestros términos.
Decir “el fenómeno de la creencia” señala ya ciertas coordenadas. Un “fenómeno” se
define como “Toda apariencia o manifestación, así del orden material como del espiritual”
(Salvat, 1999, primera acepción); lo que implica tanto poseer un aspecto como lograr una
expresión. No hablamos entonces de algo oculto o a inferir, sino de aquello que se evidencia,
que es indubitable y forma parte de nuestra experiencia: está allí. A su vez, que ese
fenómeno sea de creencia implica que es un fenómeno de conciencia. La particularidad de la
creencia es que ella especifica un tipo de vínculo del hombre con otros hombres, consigo
mismo y con su mundo. En ese escenario es donde un sujeto cree, duda, descree, es
crédulo, incrédulo, etc.
Desde nuestra perspectiva, calificamos a la creencia como “testimonio de la posición
subjetiva”, pues nos permite tanto situar el que allí se encuentra presente un sujeto (su “made
in”, su “hecho en humano”), como indicar su ubicación: dónde se halla posicionado; lo que a
su vez destaca otro rasgo de la creencia, y es que ella requiere que el sujeto se implique. Un
sujeto que cree, por el solo hecho de creer, ya no es inocente: eso le concierne. Ahora, con
esto último nos hemos deslizado desde lo verificable o comprobable de la creencia a su
eficacia u operatoriedad: la creencia opera sobre el sujeto; no reduciéndose entonces su
trascendencia a ser un espectáculo o una expresión.
Cosa curiosa, el padre del psicoanálisis, aquel que caracterizó con tanta precisión al
inconsciente, fue también quien nos legó tan rica enseñanza. No en artículos específicos
sobre el tema, pero sí en explicaciones y definiciones brindadas a lo largo de toda su obra.
Freud lee en el fenómeno de la creencia, principalmente, dos cuestiones: por un lado,
un vínculo con la realidad que él denominó “creencia en la realidad”; y por otro, un universo
de otras posiciones: unas, al servicio de rechazar, negar, denegar, desestimar ó repudiar,
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desmentir ó renegar, etc., la realidad, incluidas la duda, la desautorización y la incredulidad;
todas señalando la posición lograda por el sujeto en torno del conflicto en juego; otras, las
versiones que, por distintos motivos, permiten que comande el deseo y, por ese camino, se
deshacen de la realidad: la creencia en la realidad onírica e ilusionarse con una realidad de
ensueño. Y por fin, la creencia nacida de la libido: la credulidad (sugestionabilidad) ante la
palabra oída, que establece como realidad lo que diga la palabra de la autoridad.
Hagamos un breve alto aquí para dar algunas precisiones lingüísticas y de traducción.
Para empezar, no existen en alemán vocablos distintos para nuestros castellanos
“creencia” y “fe”. El uso es der Glaube para “la fe” y das glauben (infinitivo sustantivado) para
el verbo “creer”. Así, cuando leemos en Freud sobre la creencia, debemos poder conjugar las
expresiones “creencia” y “fe”, teniendo a su vez muy presentes sus definiciones.
Siguiendo, a diferencia de la lengua castellana, la lengua germana cuenta con dos
términos para nombrar la realidad: son Wirklichkeit y Realität. Sin dejar de ser sinónimos,
Wirklichkeit habla de la realidad efectiva, substancial y veraz; mientras que Realität apunta
más a la realidad en sentido filosófico, la realidad pensada. Las significaciones castellanas de
“realidad”, por lo demás, coinciden más con el vocablo Wirklichkeit.
Finalmente, las expresiones que comúnmente utiliza Freud cuando habla de “creencia
en la realidad” son Glaube an die Realität y Realitätsglauben; pero también nos llega a hablar
de Glaube an die Wirklichkeit; y es importante que lleguemos a situar qué sanciona allí.
Ahora sí avancemos en el planteo freudiano.
En el Proyecto de psicología, Parte I, Capítulo [18] bajo el título “Pensar y realidad”,
Freud dirá: “[…] Si, luego de concluido el acto de pensar, el signo de realidad se suma a la
percepción, se habrá obtenido el juicio de realidad -Realitätsurteil-, la creencia -der Glaube-,
alcanzándose así la meta de todo el trabajo”. (Freud, [1950 {1895}] (1986), p. 378)
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Freud no está definiendo aquí ninguna patología, sino un transcurrir esperable de la
vida anímica. Y afirma que de la articulación entre el acto de pensar, la percepción y el signo
de realidad (lo que años más tarde llamará examen de realidad) nacerá el juicio, la fe en la
realidad, meta de todo ese trabajo psíquico. La creencia no es otra cosa que ese juicio, su
manifestación fenoménica. El sistema juzga, cree haber hallado en el mundo lo que su trabajo
de pensar había conjugado. No el objeto deseado, sino la satisfacción real, por ejemplo.
Ahora bien, dado este funcionamiento ¿el sujeto siempre e invariablemente cree en la
realidad? En Estudios sobre la histeria, Capítulo IV “Sobre la psicoterapia de la histeria”,
Freud nos enseña que la clínica le mostró rápidamente que en el tratamiento de sus
pacientes era necesario superar “[…] una fuerza que contrariaba el devenir-conciente
(recordar) de las representaciones patógenas.” (Freud [1893-95] (1985), Volumen II, pp. 275276) Se trataba de representaciones penosas, vergonzantes, que suscitaban reproches y
dolor psíquico, que se preferían olvidar. Él hablaba aun de representaciones de escenas
efectivamente vivenciadas, tal como las pensó en su teoría del trauma. Describe:
[…] la admisión de una nueva representación (admisión en el sentido de la creencia,
atribución de realidad) depende de la índole y de la dirección de las representaciones
ya reunidas en el interior del yo […]. Ante el yo del enfermo se había propuesto una
representación que demostró ser inconciliable {unverträglich}, que convocó una fuerza
de repulsión {Abstossung} del lado del yo cuyo fin era la defensa frente a esa
representación inconciliable. […] (p. 276)
O sea: el “creer” no va de suyo. El yo puede negarle, hasta sustraerle creencia a una
representación, al tiempo que la desaloja de la conciencia y luego hacer pesar esto sobre
cualquier representación que la haya suplantado y se encuentre por eso ligada a ella. En este
caso hablamos de no admitirla, no tratarla como “realidad”. Y esto es lo que Freud dice en su
Manuscrito N (Freud [1897a] (1986)), bajo el título “Traslado de creencia”:
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Creer (dudar) es un fenómeno que pertenece por entero al sistema del yo (Cc) y no
tiene contraparte alguna en el Icc. En las neurosis, la creencia es desplazada, se la
rehúsa a lo reprimido, cuando eso se conquista una reproducción, y como a modo de
castigo es trasladada a lo defensor. […] (Volumen I, p. 297.)
Vale decir, el sistema del yo (Cc) en las neurosis hace uso de la creencia conforme a
las representaciones que quiera o no alojar, y en acuerdo con la defensa que despliegue.
Esto implica un trabajo de dislocación de la labor mancomunada de percepción, signo de
realidad y pensamiento. La fe en la realidad, ese milagro, ya no es suscitado por el juicio de
realidad. La creencia pasa a tener aquí un valor diferente.
Reparemos asimismo en: 1º) Cómo, en la esfera no neurótica, “creer” aparece en dupla
con “dudar”. Para Freud, el fenómeno de la creencia guarda gran relación con el fenómeno de
la duda; 2º) La rotunda afirmación de que la creencia no tiene contraparte alguna en el Icc; y
3º) La cualidad que Freud señala de este fenómeno: ser desplazable, trasladable. No
permanece “invariablemente unida” a nada, puede ser sustraída y llevada a otra
representación, pasando a ser parte de una defensa, incluso de una especie de engaño.
Ejemplifiquemos. En su Manuscrito K Las neurosis de defensa (Un cuento de Navidad)
-anexo a la Carta 39 a Fliess del 1º de Enero de 1896- (Freud, [1896a] (1986)) Freud habla, al
pensar tanto la neurosis obsesiva como la paranoia, de denegación de creencia: Versagen
des Glaubens; y en la Carta 46, fechada en Viena el 30 de mayo de 1896 (Freud, [1896b]
(1986)) habla, en relación a la paranoia, de descreimiento: Unglauben.
La neurosis obsesiva deniega creencia al autorreproche nacido del placer ocasionado
por la vivencia primaria, mientras cree en la representación contraria, en el síntoma primario:
la escrupulosidad de la conciencia moral. El sujeto desplaza, traslada la creencia desde la
representación obsesiva a la representación de defensa.
En la paranoia, en cambio, Freud no logra rastrear la vivencia primaria, aunque deduce
que ella también es placentera; solo que, a diferencia del obsesivo, el sujeto atribuye el
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reproche al prójimo; y así cree que el otro lo atormenta, lo injuria, lo deshonra; y halla en ello
fundamento para su desconfianza o susceptibilidad hacia los otros. Freud lo llama
“desautorización de la creencia en el reproche” (Volumen I, p. 268); nombrando a esta
defensa como incredulidad (Unglauben). (Volumen I, p. 271)
La sucesión de ejemplos que podríamos sumar a estos son tantos y tan diversos que
se hace imposible desarrollarlos a todos aquí. Mencionamos, entonces: 1º) la ablehnen,
traducida por Etcheverry como desautorización, indicando: “[…] El significado es no prestar
creencia a la realidad de algo. Un descreer que parece insertarse en una relación
interhumana. […]” (Etcheverry, (1985) pp. 71-72). Presente tanto en la histeria como en la
histeria de angustia en calidad de descreimiento de una realidad sexual; en el sexo masculino
en tanto descreimiento al padre, en la paranoia como descreimiento al reproche; etc.; 2º) La
Zweifel o duda incrédula de la que nos habla Freud (la que nos llevaría a decir “Lo dudo
mucho, no lo creo”, y que se diferencia de la Unschlüssigkeit, la duda como indecisión, de la
que Freud no se ocupa), se halla presente como mecanismo en la neurosis obsesiva, pero
también forma parte de las defensas del hombre común; algo maravillosamente relatado por
Freud en “Carta a Romain Rolland. (Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis)” (Freud,
[1936] (1986)); 3º) La creencia llamada ilusión, definida por Freud en El porvenir de una
ilusión (Freud, [1927] (1986)) del siguiente modo: “[…] llamamos ilusión a una creencia
cuando en su motivación esfuerza sobre todo el cumplimiento de deseo; y en esto
prescindimos de su nexo con la realidad [Wirklichkeit] efectiva, tal como la ilusión misma
renuncia a sus testimonios.” (Volumen XXI, p. 31) Creencia presente en esa enigmática
estructura a la que él denomina psicosis alucinatoria o amentia de Meynert, lo mismo que en
la religión; 4º) La creencia delirante; genialmente dicha en Puntualizaciones psicoanalíticas
sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente. (Freud,
[1911 {1910}] (1986)); etc.
Ahora bien, ¿qué uso le dio Freud a la creencia en todos estos casos? Al igual que si
se tratase de un juego de figura y fondo, él infiere a partir de lo que el sujeto cree, aquello que
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no se manifiesta. Partiendo de esa finalidad a la que tanto apela el humano de no querer
saber ni creer nada de eso, Freud lee desde la creencia lo que el sujeto se niega a asumir; y
así, lo mismo que el humano usa para ocultarse algo o alejarse de algo, Freud lo usa a la
inversa. Por tanto la creencia, a la postre, resulta ser una excelente herramienta diagnóstica.
Tenemos así ante nosotros dos modalidades de funcionamiento de la creencia: una a
los fines de construir la realidad: la creencia en la realidad; y otra al servicio de la defensa,
que niega o rechaza la realidad. El sujeto entonces no siempre se detiene y concluye donde
sancionó realidad, sometiéndose a ella, sino que puede avanzar, “hacer” con su realidad,
“hacer” realidad; creyendo realidad o no algo en función de otros intereses o motivaciones.
Tal como lo enseñó en el Manuscrito N, Freud fue deduciendo de la dislocación, falla o
ausencia de alguno/s de los componentes que producen creencia en la realidad, otros tantos
usos de la creencia para la defensa. Ejemplifiquemos esto último con la creencia en la
realidad onírica, creencia que -dijimos-, permite que comande el deseo y por ese camino se
deshace de la realidad. El fenómeno onírico para el soñante es sorprendente en cuanto a la
creencia: el sujeto cree en la realidad de lo soñado, cree en la alucinación onírica; no
diferenciando experiencia de percepción. Pero esta creencia en la realidad va a producirse
gracias a tres fallas o fracasos del juicio de realidad: a) del pensamiento; b) de la percepción;
c) del examen de realidad. Así, para empezar, hallamos un pensamiento mudado en
percepción; de modo que el sujeto al soñar no piensa sino que cree vivenciar; ó también cree
porque ve. Y además, el examen de realidad, dispositivo que distingue percepción de
representación (así sea una representación muy intensa) y percepción desiderativa de su
cumplimiento real, facilitando en el sujeto la operación de orientarse en el mundo pues
diferencia un adentro y un afuera, no consigue en el sueño cumplir su función: es saltado,
puesto fuera de acción, gracias al extrañamiento de la realidad, que permite que fantasías de
deseo -no reprimidas, por entero concientes-, sean admitidas en el sistema como una
realidad [Realität] mejor. Ese extrañamiento lo produce el dormir mismo. ¿Y de qué se
defiende el soñante? De despertar.
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Veamos ahora qué ocurre con los sujetos que creen realidad por sumisión a una
autoridad, creencia nacida de la libido que Freud llama credulidad ó sugestionabilidad.
Reparemos en los significados de los términos. Moliner define credulidad como: “Facilidad
excesiva para creer las cosas. Calidad de crédulo.” (Moliner (1966), Vol. I, p. 799) Y de
crédulo anota: “Se aplica a la persona que cree lo que se le dice con excesiva facilidad”.
(Moliner (1966), Vol. I, p. 799). El Diccionario Enciclopédico Vox Larousse (2009), dice de
credulidad: “s. f. Facilidad que tiene una persona para creer lo que otros le cuentan”.
(http://www.diccionarios.com/diccionarioenciclopedico); y la Enciclopedia Salvat indica como
sinónimos de credulidad: inexperiencia, bobería, ingenuidad, candidez, candor, confianza,
inocencia, sencillez, simpleza; y como antónimos: desconfianza, incredulidad, suspicacia.
(Salvat en CD-R, (1999)).
Ya vimos en el vivenciar del sueño la preponderancia de los nexos entre creencia y
percepción. Sin embargo, lo distintivo perceptual era lo visual; incluso lo visual en su vínculo
con lo motor. Así el ejemplo de Freud: “Tocamos la rosa vista”. La credulidad, en cambio,
privilegia otro tipo de percepción: la palabra oída. En las definiciones dadas aquí se lee con
claridad que debe haber alguien que “le diga”, que “le cuente”, para que el sujeto se torne
crédulo. Y sus sinónimos descubren un vínculo particular con lo infantil: inexperiencia,
ingenuidad, inocencia, etc.; posiciones que motivan la ligereza o facilidad en el creer.
Y esas palabras que el sujeto cree con facilidad y que llega a obedecer, brotan de una
figura privilegiada a quien se le asignó un lugar de autoridad, se le posibilitó encarnar ese
sitio, se le creyó que ocupara esa posición ante el sujeto. Recordemos los propios ejemplos
de Freud: el hipnotizador, los padres, el objeto de amor, el conductor de masas.
El crédulo toma esa percepción del otro que le llega por lo oído y… la hace realidad.
Este sujeto elige no pensar. Tampoco su creencia juzga algo como realidad, sino que
establece algo como realidad en virtud del lugar de autoridad conferido al otro. Si hasta aquí
con Freud pudimos estar bastante cerca del dicho popular “Ver para creer”, con la credulidad
nos hallamos con un contundente “Escuchar para creer”. Pero atención: si bien en la
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credulidad el sujeto puede suponer no estar solo ante la realidad; a cambio toma la riesgosa
posición de hacer depender la realidad de la palabra de un semejante. Su estrategia lo lleva a
“depositar” en un prójimo el examen de realidad, a que este otro le haga de “polo perceptual”,
y que además piense y juzgue por él, produciéndose así el eclipsamiento del sujeto en el otro.
Por último, a la pregunta de si posee la creencia importancia en la dirección de la cura,
respondemos muy brevemente: 1º) Ya hemos destacado su lugar central en la ubicación de la
posición subjetiva de un sujeto o una sociedad; 2º) Freud asimismo particulariza a la
experiencia psicoanalítica transcurriendo en el marco de un entramado de creencias al que
llamó fenómeno transferencial. Ese es el escenario analítico de las creencias; con el que
convivimos en todo el recorrido de un análisis. Su presencia delinea dos grandes grupos: a)
las creencias que permiten a un tercero conducir, donde se apela al analista como sujetoautoridad. En este grupo (el de la transferencia positiva) hallamos a la credulidad; b) las
creencias que no dejan conducir a un tercero, donde el analista es tomado como objeto. 3º) Y
por fin, cualquier idea de solución de conflicto freudiana implica a un sujeto asignándole
pertenencia, reconociendo, asumiendo eso desalojado; vale decir, restituyéndole creencia.
Para pensar una cura como exitosa Freud espera escuchar el convencimiento del sujeto. Esta
meta freudiana se sostiene en la primera modalidad de creencia traída, la creencia en la
realidad, presente en lo que fuera premisa del psicoanálisis: “Hacer conciente lo inconciente”;
y que no es otra cosa que: “Poder dar crédito a aquello a lo que se le negaba creencia”.
Y con esto entonces arribamos a que la creencia en su valor diagnóstico se halla en
todo el trayecto de un análisis: al inicio, en el desarrollo y al final; siendo imprescindible así
que deje de ser para nosotros solo un dato subjetivo que nos brinda el acontecimiento, para
pasar a ser comprensible en su valor de coordenada y herramienta de trabajo.
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Referencias
Diccionario Enciclopédico Vox Larousse (2009) http://www.diccionarios.com/diccionarioenciclopedico
Enciclopedia Textual Permanente Salvat en CD-R. (1999). Salvat Multimedia. Salvat.
Etcheverry, J. L. (1985), Sobre la versión castellana. Obras Completas, (2ª ed.) Bs. As.,
Amorrortu.
Freud, S. [1950 {1895}] (1986) Proyecto de psicología. Obras Completas, Volumen I, (2ª ed.).
Bs. As., Amorrortu.
[1896a] (1986) Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Manuscrito K. Las
neurosis de defensa (Un cuento de Navidad) (anexo a la Carta 39 del 1º de
Enero de 1896). Obras Completas, Volumen I, (2ª ed.). Bs. As., Amorrortu.
[1896b] (1986) Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Carta 46. Obras
Completas, Volumen I, (2ª ed.). Traducción de J. L. Etcheverry, Bs. As.,
Amorrortu.
[1897] Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Manuscrito N. [Anotaciones
III]. Obras Completas, Volumen I, (2ª ed.). Bs. As., Amorrortu.
[1893-95] (1985) Estudios sobre la histeria. Obras Completas, Volumen II, (2ª ed.).
Bs. As., Amorrortu.
[1911 {1910}] Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia
(Dementia paranoides) descrito autobiográficamente. Obras Completas,
Volumen XII, (2ª ed.). Bs. As., Amorrortu.
[1927] (1986) El porvenir de una ilusión Obras Completas, Volumen XXI, (2ª ed.).
Bs. As., Amorrortu.
[1936] (1986) Carta a Romain Rolland. (Una perturbación del recuerdo en la
Acrópolis). Obras Completas, Volumen XXII, (2ª ed.) Bs. As., Amorrortu.
Moliner, M. (1966) Diccionario de uso del español. Madrid, Gredos S.A.