La resurrección del amor

“Familias al servicio de la Familia”
Cartilla N
353
Junio de 2015
La resurrección del amor
Jesús, quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Llegó Jesús a casa de sus amigos y Marta le
dice: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”… Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará…
Yo soy la resurrección. ¿Dónde lo han puesto?” Le contestaron, “Señor ven a ver”. Y Jesús lloró. Decían:
“Miren cómo lo amaba”. Jesús ordenó: “Quiten la piedra”. “Huele mal”, le dijo Marta. Y quitaron la
piedra… Exclamó Jesús, después de orar: “Lázaro, sal fuera. Desátenlo y déjenlo caminar”
(Cfr. Jn 11,1-44).
P. Ricardo Facci
Cuánto dolor genera la muerte de quienes queremos. Pero no sólo la muerte física produce
sentimientos desagradables, sino también muchas realidades que pueden morir en uno. De todos modos, el
nacimiento y la muerte se suben al escenario de la vida en cada minuto. La experiencia de “este momento”
nació porque el “anterior instante” ha muerto. Así, es el devenir de la vida.
Hoy quisiera enfocar una experiencia que es triste, muy triste diría, cuando en un matrimonio ambos
o alguno de los dos, experimenta que el amor ha muerto. Generalmente, cuando escucho esta expresión
pienso que es posible correr la piedra y aunque haya cosas que huelen mal, resurgirá la vida, el amor. En
muchas ocasiones, creo que si se experimenta que el amor ha muerto, tal vez es porque nunca existió. Es
que se confunden tantas cosas por amor. Como les dije con anterioridad, muchos en la actualidad son
analfabetos de la afectividad, entonces no pueden leer lo que verdaderamente pasa a la hora de los
sentimientos, de los movimientos interiores del corazón. Por eso, hay dificultades en definir lo que es amor.
Pero vamos a quedarnos con la posibilidad de que “un amor haya muerto”. ¿Será posible correr la piedra?
¿Por qué puede morir un amor?
La expresión de Machado “removí las cenizas y me quemé las manos”, creyendo que el fuego del
hogar, la fuerza del amor, se habían apagado, sostiene la certeza de que todo amor que se cree muerto, tal
vez, sólo esté durmiendo, o enfermo… es necesario correr la piedra, para que resucite…
La piedra se conforma con egoísmos, actitudes egocéntricas, individualismo, con el creer que el
amor se identifica con el placer, el dejar penetrar la rutina en el corazón del matrimonio, el sinsabor del
encuentro con el otro, los malos gestos, las palabras agresivas, la incapacidad de comunicarse y de
escuchar, la pérdida del cariño, la falta de ayuda mutua, el postergar la vida matrimonial detrás de la
dedicación al trabajo, las amistades, los acontecimientos superfluos sin trascendencias. Más tiempo pasa en
esta situación, más se suman estas realidades, más grande y dura la piedra. Pero es necesario correrla.
Como somos humanos, si no se cuida el amor, puede enfermarse o morir.
Correr la piedra implica creer que detrás es posible encontrar vida, resurrección, en este caso, del
amor.
En general, cuando entra el amor matrimonial en una fase crítica, no se da del mismo modo en
ambos, siempre hay uno que está de pie (aunque pueda costarle mucho). Es desde allí donde debe buscarse
la posibilidad de correr la piedra. Pero, ¿cómo?
Para que resucite el amor, es necesario amar primero. No hay otro camino. Es el modo de que
resucite el otro y cuando resucita la persona, renace el amor. Cueste lo que cueste, para poder mover la
piedra es necesario servir en el amor. Como iluminación quisiera compartirles una experiencia de la novela
Crimen y Castigo de Fiódor Dostoiewski. Hay allí dos personajes interesantes. Uno de ellos es Sonia
Marmeládova que desinteresada de sí misma, arriesgó y equivocó su vida en la prostitución para servir a su
familia que tenía enormes necesidades económicas, pero el pecado la enfermó y mataba interiormente Por
otro lado, Rodión Raskolnikof, llamado Rodia que había asesinado a dos personas, transformándose así en
un criminal, muerto en vida... Cuando confiesa su crimen es enviado a la cárcel en la Siberia. Sonia lo siguió,
lo sirvió, sin ningún interés, a pesar de que él la trató siempre mal, muy duro e indiferente. De pronto resucitó
la persona de Rodia y surgió el amor.
“… Durante la enfermedad de Rodia, Sonia le había podido ver dos veces, se necesitaba una
autorización difícil de obtener. Pero había ido muchos días, al patio del hospital para verlo desde lejos, a
través de las rejas. Una tarde, cuando ya estaba casi curado, Rodia se durmió. Al despertar se acercó a la
ventana y vio a Sonia de pie junto al portal. Parecía esperar algo. Raskolnikof se estremeció: había sentido
una dolorosa punzada en el corazón. Al día siguiente Sonia no apareció; al otro, tampoco. Rodia la esperaba
ansiosamente. Ya en el presidio, le informaron de que Sonia estaba enferma. Inquieto, envió a preguntar por
ella. Sonia, al saber que su estado preocupaba a Rodia, le escribió una carta, donde le prometía ir a verlo lo
antes posible. El corazón de Raskolnikof empezó a latir con violencia. En el ámbito de su trabajo… de pronto
vio a Sonia a su lado. Se había acercado en silencio y sentada junto a él. Sonia tenía su cara, delgada y
pálida. Sonrió al preso con expresión amable y feliz y, como de costumbre, le tendió tímidamente la mano. A
veces, se abstenía de hacerlo, por temor a que él rechazara su mano. En algunas visitas, Rodia daba
muestras de enojo y no abría la boca. Había días en que la joven temblaba ante su amigo y se separaba de
él muy afligida. Esta vez, sus manos permanecieron largo rato enlazadas. Rodia le dirigió una rápida mirada
y bajó los ojos sin pronunciar palabra. Estaban solos. Nadie podía verlos. De súbito, sin darse cuenta
Raskolnikof se arrojó a los pies de la joven, se abrazó a sus rodillas y rompió a llorar. Sonia se asustó.
Mortalmente pálida, se puso en pie de un salto y le miró, temblorosa. Pero al punto lo comprendió todo y una
felicidad infinita centelleó en sus ojos. Sonia se dio cuenta de que Rodia la amaba: sí, no cabía duda. La
amaba con amor infinito. El instante tan esperado había llegado. Querían hablar, pero no pudieron pronunciar
una sola palabra. Las lágrimas brillaban en sus ojos. En aquellos rostros ajados brillaba el alba de una nueva
vida, la aurora de una resurrección. El amor los resucitaba. El corazón de cada uno de ellos era un manantial
de vida inagotable para el otro. Decidieron esperar con paciencia. Tenían que pasar siete años en Siberia.
¡Qué crueles sufrimientos, y también qué profunda felicidad, llenaría aquellos siete años! Sonia, sólo vivía
para él. Rodia experimentaba que había cambiado todo en su vida. Pensaba en Sonia. Se decía que la había
hecho sufrir mucho. Recordaba su pálida y delgada carita. Pero estos recuerdos no despertaban en él ningún
remordimiento, pues sabía que a fuerza de amor compensaría largamente los sufrimientos que le había
causado. Por otra parte, ¿qué importaban ya todas estas penas del pasado, incluso su crimen? No podía
pensar, sólo sentir. Al razonamiento se había impuesto la vida. La regeneración alcanzaba también a su
mente. En su cabecera había un Evangelio. Lo tomó. El libro pertenecía a Sonia. Era el mismo en que ella le
había leído una vez la resurrección de Lázaro. Se dijo a sí mismo: ¿Acaso su fe, o por lo menos sus
sentimientos y sus tendencias, pueden ser ahora distintos de los míos? Sonia se sentía tan feliz y había
recibido esta dicha de un modo tan inesperado, que experimentaba incluso cierto terror. ¡Siete años
quedaban en Siberia! En la embriaguez de los primeros momentos, poco faltó para que los dos considerasen
aquellos siete años como siete días. Raskolnikof ignoraba que no podría obtener esta nueva vida sin dar
nada por su parte, sino que tendría que adquirirla al precio de largos y heroicos esfuerzos...
Aquí empieza otra historia, la de la lenta renovación de un hombre, la de su regeneración progresiva,
su paso gradual de un mundo a otro y su conocimiento escalonado de una realidad totalmente ignorada”.
Sonia había comenzado a servir a Rodia sin necesidad de prostituirse, le ayudó a resucitar saliendo
de la negrura, se descubre capaz de amar, descubre a Dios, al mismo Dios de Sonia que resucita a Lázaro...
No es necesario el extremo horrible por el que pasan estas vidas... el pecado, el egoísmo, el individualismo,
el cerrarse en sí mismo, la incapacidad de encontrarse con el otro, también mata en vida.
¡Cuántos matrimonios he visto resucitar! Al resucitar uno de los dos o ambos en el encuentro con
Cristo, ha resucitado el amor. No hay que tener miedo a correr la piedra, aunque huela mal, un amor
agusanado por el egoísmo siempre huele mal, pero correr la piedra permitió la resurrección de Lázaro, la de
Rodia, la de miles de matrimonios que decidieron correr la piedra. El amor resucita personas, que renacen
para amar. Anímense a correr la piedra, orar y gritar: “Amor, sal fuera. Desátenlo y déjenlo caminar”. Es la
resurrección del matrimonio.
Oración
Señor Jesús,
tú que resucitaste a Lázaro,
cuando nuestro amor enferme o duerma o muera,
danos la gracia para poder correr la piedra que conformó el ego,
el individualismo, la búsqueda de sí,
para que resucite el amor, para que viva en plenitud nuestro matrimonio.
Señor, Tú que eres la resurrección y la vida,
ayúdanos a mantener siempre vivo nuestro amor,
y así brille nuestro matrimonio y familia. Amén.
Trabajo Alianza
1.- ¿Encontramos en nuestro matrimonio signos de enfermedad o de muerte?
2.- ¿Qué riesgos tenemos que pueden generar una piedra que oculte el amor? ¿Cómo combatirlos?
3.- Si hay una piedra que correr, ¿cómo comenzaremos a hacerlo?
Trabajo Bastón
1.- ¿Cuáles son las causas que matan actualmente a los matrimonios?
2.- ¿Creemos que Hogares Nuevos es un instrumento con la gracia de la resurrección matrimonial? ¿En qué lo
notamos?
3.- ¿Nos comprometemos a llevar hasta Hogares Nuevos a muchos matrimonios heridos, a amores muertos, como
el samaritano con el herido del camino?
4.- ¿Hemos ayudado a otros matrimonios a correr la piedra para que resucite su amor?
ÚLTIMA LLAMADA A LOS PASAJEROS DE LA 2ª PEREGRINACIÓN ROMA-JERUSALÉN. 26 de octubre al 8 de
noviembre de 2015. Deseamos volver a vivir profundamente esta experiencia, pero ahora con ustedes…
Informes: Cintia Costa –[email protected]– 03546 420572; 421130; 421308 – celular: 03546
15416085. Para México, Centroamérica y Caribe: Lili Ávila [email protected] Cupos limitados.
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