sobre la oración contemplativa

LA CONTEMPLACIÓN, OBJETO FINAL DE LA ORACIÓN
“Nuestra primera y principal ocupación, es dedicarnos a la oración y a la
contemplación de Dios. Este oficio debe ocupar siempre el primer lugar en el
orden de prioridades. “... y los llamó para que estuvieran con Él” (Mc 3,14).
(CONSTITUCIONES)
SOBRE LA ORACIÓN CONTEMPLATIVA
(del libro “Para formar orantes” de Nicolás Caballero)
“La actividad más importante es orar”. Orar debe ser un hábito, por eso hay
que entrenarnos.
La oración comienza cuando tomamos conciencia de esta presencia de Dios.
En esa Presencia tengo consistencia. No es sólo pensar en Dios ¡Él está
presente! No es un pensamiento, es una realidad. No es necesario
imaginarnos, sino darme cuenta de su presencia, que está ahí para amarme,
para llenarme, para darme su ser.
DIOS, SU PRESENCIA ES UNA CONVICCIÓN, AUNQUE NO LO SIENTA.
En nuestro claustro interior DIOS ESTÁ EN MÍ y ahí debo estar, aunque ande
en la actividad. La actitud fundamental de un contemplativo es encontrar a
Dios en nuestro interior. Es llevar la fe a nuestro entendimiento. No vengo a
Él por emociones, no vengo a Él para que me resuelva problemas, sino por Él
mismo, porque le amo. “Los que miran hacia Él refulgirán, no habrá sonrojo
en su semblante” (Sal. 34,6).
“Déjame que abrace tu basura”… Jesús
“Perfecto amor que abraza lo peor de mí”
Maneras de entrar en contemplación:
• Una imagen me puede llevar a Él por fuera
• Una frase repetida o palabra.
• Un pensamiento, o hacer conciencia de su presencia.
• Cuando haya ruidos, platicarlos con el Señor o desecharlos.
• Evitar la distracción.
• Tener la firme convicción de que Él está y cuando clamó a Él, me escucha.
• Decir una oración y quedarnos en la frase que nos atrape.
• Hacer la oración del corazón: repetir una palabra o frase al ritmo del
corazón.
No es por esfuerzo del intelecto, sólo se alcanza por la fe. Ésto es algo al
alcance de todos. Hay que vaciar y despojar, desocupar nuestro interior de
temores, egoísmo, preocupaciones. Que mi corazón sea lugar de su
Presencia. A esa profunda interioridad retorna el hombre cuando entra a su
corazón donde Dios lo espera. El Corazón es el centro de la persona
¡No necesito hablar, ni ir al cielo, ni gritarle, sino ser consciente de su
presencia, que me ama!
¿CÓMO HACERLO?
1. HÁBLALE. Necesitamos iniciar hablando a Dios. Hablar es la primera
necesidad de un corazón que ama.
2. LEE SU PALABRA. La fe se nutre de la Palabra de Dios. Orar con la Palabra
da seguridad al creyente, es protección. Orar con la palabra es necesario para
el que inicia y nuestro corazón al ser tocado responde con la oración. Hay
que relacionarme con Dios en las palabras. Dejar que Él me hable y
responderle.
3. DECIR FRASES REPETIDAS. Esto es un preámbulo para el diálogo amoroso.
Nos ayuda a centrarnos en Dios, a desligarnos. Las muchas palabras o ideas
nos dejan en la superficie. Repetir frases simplifica y favorece el silencio, nos
lleva a profundizar en la verdad (inteligencia) y el corazón (voluntad) pero no
debe llevarnos a la reflexión, sino para contemplarlo.
Características de estas frases: cortas, espontáneas, afectuosas. Repetir tiene
que ver con el corazón, más que con la cabeza. Los sencillos buscan esta
oración, es la oración del pobre.
Es ser pobre porque:
Pobreza es: no ser = humildad
no tener = desapego
no poder = debilidad
no saber = docta ignorancia.
En la renuncia de tu frase no hay que analizar nada, sin asociar, ni aferrarte a
nada. Dirige la voluntad no en lo que dices, sino a quién se lo dices: a una
presencia infinita. Sólo la oración con pobreza puede ser profunda, una
mente adquisitiva que todo lo cuestiona no es capaz de una oración
profunda. Repite hasta que vayas uniéndote cada vez más a Dios mismo.
Evita asociar ideas, no analices.
Ama el silencio y quédate repitiendo “Padre, hágase tu voluntad” y ésto nos
irá liberando.
4. CON CALMA: Sin prisa, al inicio te parecerá difícil. Sin ningún sentido de
obligación, con tu propio ritmo.
5.
CON ATENCIÓN: Pero sin tratar de atrapar nada. Hay 2 clases de
distracción: Voluntarias (detectarlas y corregirlas). Involuntarias (Dejarlas
pasar, no resistirlas), la oración misma las irá desechando.
6. CON SINCERIDAD: Que lo que dices sea verdad para ti. Crees que todo lo
que dices es verdad, aunque no sientas.
7. CON ESPONTANEIDAD: La disciplina es necesaria pero la reprensión no.
No pongas estructuras
a la expresión de tu corazón, deja que sea espontáneo, amoroso y libre. Sé
espontáneo para ser alegre, para llorar, cantar, quejarte, callar delante de
Dios. Es mejor tener un corazón sin palabras, que palabras sin corazón.
8. CON FE: Sin querer ver ni sentirse nada, la oración es silencio, es fe. No
importa que no pase nada, todo el amor de Dios te está abrazando. Hay que
cimentarse en Él, en su palabra, amor, misericordia, fidelidad, en su
inmutabilidad (Él no cambia) y no en nuestros sentimientos.
9. PARA DISCERNIR LA ARIDEZ:
1.- Pedir al Espíritu Santo conocer la causa de mi vacío, ejemplo: mi
infidelidad, mi pecado y prueba de Dios para crecer.
2.- Apoyarnos del consejo de los hermanos. El hombre de oración no debe
desistir, hay que tener paciencia de esperar. Si cuando oro estoy con Dios
¿qué más quiero? pero tenemos una mente utilitaria que buscamos
resultados, basta con orar para estar con Él.
Hay que dejarle ser, dejarle hacer, dejarse mirar y transformar. Los
resultados llegan más pronto si no los persigues. “Estoy seguro, Él me mira,
¿qué más quiero por ahora?” dice el contemplativo.
10. DESCANSANDO EN SU QUERER, EN SU VOLUNTAD. Dile tu frase y
abandónate, descansa en Él. El orante que avanza va perdiendo
protagonismo, se pone en manos de Dios para que haga como quiera y
cuando quiera. Es una ofrenda que espera ser tomada. La palabra dicha a
Dios es una forma de entregar nuestro corazón. Sin un SÍ permanente a Dios,
sin ésto nada puede madurar en la vida. Si una vida es estéril, la causa es la
falta de entrega perseverante.
11. LOS ACTOS REFLEJOS. Cuando oramos y sentimos una voz paralela, no
debemos entretenernos para evitar centrarnos en nosotros. Estamos con
Dios desatiéndete de todo, estás aquí con Él aquí y ahora. Piérdete de ti
misma.
Cuando observas fallas, regresa atrás:
1.- En las distracciones = afloja, suéltalas, déjalas que se vayan.
2.- Si la mente está distraída, es decir que discurre, que se cuestiona, que
razona. Deja que se centre en Dios, acállala, que contemple, ora en lenguas,
cuando ésto haces, la mente se somete, se anula, se calla.
3.- Si nos aferramos a decir una frase, no importa, lo importante es que yo
estoy bien en la presencia de Dios. Decir algo es un medio, lo que importa es
la comunicación inmediata con Dios.
4.- Si buscas resultados inmediatos, sé paciente, la paciencia todo lo alcanza.
5.- Si se carece de pobreza, contempla a Cristo despojado y empieza a
renunciar tú también.
6.- Si no quieres lo que dices, date cuenta que estás amando a Dios.
7.- Si pierdes su presencia, recuerda Él está y eso no depende de ti.
8.- Si la oración se va superficializando. Inicia con nuevo esfuerzo.
Recuerda: la oración avanza en la medida que muere el yo.
El
anonadamiento nos lleva a configurarnos con Dios. Si avanzamos por el
camino de la oración llegaremos al momento de no necesitar las palabras. Es
entrar en una manera distinta de oración, aquí ya no hay referencia, ni
camino, no sabemos a dónde vamos. No hay ganas de pensar, ni hablar sobre
algo especial.
Se entra en soledad, en silencio, no hay que detenernos, sigamos en el
misterio. No hay apoyo de imágenes, palabras o pensamientos, no nos sirven,
ni tenemos ganas de que nos sirvan. A muchos puede asustarles porque
rompe el protagonismo de la persona en la oración, aquí Dios es el que lleva
la batuta. “Hay que poner las potencias del alma en silencio para escuchar a
Dios” San Juan de la Cruz.
El lenguaje es un instrumento de superficie, la necesidad de palabras en la
oración es propia de almas que no han profundizado en la oración. Las
palabras carecen de profundidad.
1. IR MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS
El intelectualismo es ineficaz para transformar a las personas desde dentro y
en la profundidad. Significa predominio de las palabras. Aplicado a la
creación es sólo cuando usamos las palabras para orar de forma única.
Nuestra cultura ha hecho de las palabras un predominio de poder de
comunicación, un mecanismo de seguridad personal. Pero lo que de verdad
nos hace crecer, es pasar de la palabra al acontecimiento.
Práctica:
1.- Cierra los ojos.
2.- Deja las palabras
3.- Advierte la presencia de Dios.
4.- Permanece ahí con Él.
“NO DECIR”, ES LA MÁS BELLA DE LAS EXPRESIONES
PORQUE EL SILENCIO DICE MÁS QUE LAS PALABRAS
2. APRENDIENDO A NO HABLAR.
Cuando queremos llegar más allá de la superficie, el lenguaje es una
limitación, las palabras y las imágenes crean barreras y deforman las
relaciones profundas al estilo de Dios. Cuando toda la relación se reduce a las
palabras, muere toda posibilidad de transformación.
Cuanto más se mantenga en una oración verbal sin profundizar al silencio, es
más inmadura. La simplicidad nos lleva a ello. A mayor pobreza de
contenidos, mayor riqueza de presencia.
3. PASOS PARA LA ORACIÓN
Después de la oración discursiva o meditativa, viene luego la afectiva y ésta
prepara a la oración de simplicidad, para llegar así a la oración contemplativa.
1.- En la discursiva: hay pensamientos, ideas, imágenes, que son muchas y
variadas.
2.- En la afectiva: hay afectos, muchos afectos, se experimentan variados e
intensos.
3.- En la oración de simplicidad: los afectos se hacen uno, el mismo, se
experimenta suave y es uno solo, el deseo de amarle.
4.- En la oración de contemplación: No hay nada, sólo silencio y paz.
La característica principal para la oración profunda y contemplativa es la
limpieza de corazón, por su sencillez. Las palabras explican, pero también
limitan y matan la comprensión profunda. El camino de la sencillez y silencio
llevan a la revelación interior y vital en Dios. Así toda la persona es imbuida
en Dios.
¡DAD GLORIA AL SEÑOR!
¡AHORA Y POR SIEMPRE!
Discípulas de Jesús