Revista de comunión sacerdotal, caridad pastoral y formación permanente FAMILIA Y VIDA AFECTIVA Mtra. Psic. Claudia Tarasco AÑO XXIII NO. 119 SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2015 ¿QUÉ NOS DEJA SAN JUAN PABLO II? Óscar Perdiz Figueroa DEBILIDADES Y FORTALEZAS DEL SACERDOTE Mons. Miguel Romano EDITORIAL “Pastores con la ternura de Dios” P. Rafael Jácome, L.C. Director del Centro Sacerdotal Logos El pasado mes de junio el Papa Francisco tuvo un encuentro con sacerdotes dentro del tercer retiro mundial sacerdotal. En esa ocasión les pidió a los sacerdotes que fueran pastores con la ternura de Dios: “que sean pastores con ternura de Dios, que dejen el látigo colgado en la sacristía y sean pastores con ternura, incluso con los que le traen más problemas. Es una gracia, es una gracia divina”. Creo que a muchos de nosotros sacerdotes nos hace mucha falta pedirle al Señor esta gracia para nuestra vida pastoral. En esencia se trata de tener el mismo corazón de Jesús, Buen Pastor, para salir en búsqueda de la oveja perdida y ponerla sobre nuestros hombros para llevarla al redil. Con la claridad y estilo directo que le caracteriza al Papa nos interpela y pregunta: “¿Haces lo mismo con tus feligreses, cuando notas que no hay uno en el rebaño o nos hemos acostumbrado a ser una Iglesia que tiene una sola oveja en el rebaño y dejamos que noventa y nueve se pierdan en el monte? ¿Tus entrañas de ternura se conmueven? ¿Eres pastor de ovejas o te has convertido en un peinador, en un peluquero de una sola oveja exquisita …?” Cuanta aplicación tiene este agudo cuestionamiento al constatar que nuestras iglesias se van quedando cada vez más vacías y existen muchas ovejas que vagan perdidas por la mundanidad de la cultura actual llenas de heridas y problemáticas personales y familiares. Esa misma ternura de Dios que hemos personalmente experimentado a lo largo de nuestra vida sacerdotal al enseñarnos a caminar por la vida del espíritu, al levantarnos de nuestras caídas y miserias humanas, es la que tenemos que expresar a las ovejas que Dios pone en el camino de la vida. Para ello nos invita el Papa a leer y meditar en el silencio de nuestra oración y contemplación el pasaje del profeta Oseas 11 y redescubrir la ternura de Dios en nuestra historia. Se trata de seguir el consejo que Pablo dirigía a los Tesalonicenses: “como apóstoles de Cristo, sin embargo los tratamos con la misma ternura con la que una madre estrecha en su regazo a sus pequeños” Por último aprovecho la oportunidad para agradecer a nuestros lectores la oportunidad de haberles servido en la dirección del Centro Sacerdotal Logos. La obediencia me ha destinado a otro servicio ministerial en la ciudad de Mérida. Un abrazo y bendición. CONTENIDO 3 ACTUALIDAD Pbro. Dr. Armando de León Rodríguez Aquidiócesis de Monterrey Pbro. Lic. Francisco Ramírez Yañez Rector de la UNIVA 14 FORMACIÓN PERMANENTE 20 PASTORAL CATEQUETICA NUEROSIS: PROPENSIÓN A LOS TRANSTORNOS MENTALES CON SUFICIENTE CONSERVACIÓN DEL JUICIO DE LA REALIDAD (PARTE IV) 8 PASTORAL FAMILIAR EL CONTEXTO SOCIOCULTURAL DE LA FAMILIA ACTUALIDAD LAS DEBILIDADES Y FORTALEZAS DEL SACERDOTE (PARTE 1) Mons. Miguel Romano Gómez ¿QÚE NOS DEJA SAN JUAN PABLO II? Óscar Perdiz Figueroa 26EVANGELIZACIÓN CUARTO MANDAMIENTO DE LA PREDICACIÓN SAGRADA P. Antonio Rivero, L.C. 35 Pastoral FAMILIAR FAMILIA Y VIDA AFECTIVA Nuerosis: propensión a los transtornos mentales con suficiente conservación del juicio de la realidad (parte iii) Pbro. Dr. Armando de León Rodríguez Mtra. Psic. Claudia Tarasco Aquidiócesis de Monterrey 41 FORMACIÓN PERMANENTE LA IDENTIDAD SACERDOTAL (PARTE II) Pbro. Dr. Armando de León Rodríguez Obispo Emérito de Guadalajara REDACCIÓN Director P. Rafael Jácome, L.C. Editor Responsable P. Rafael Jácome, L.C. Coordinación gráfica Mariana Hernández Ambriz Colaboradores P. Fernando Pascual, L.C., P. Juan Pablo Ledesma, L.C., Jorge Enrique Mújica, L.C., P. Antonio Rivero, L.C., P. José María Antón, L.C., P. Gonzalo Miranda, L.C., Erika Mondragón 1. L as obsesiones. “Son ideas, pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que vienen experimentadas como algo de lo que la persona no se puede desprender”.1 1 POLIZZI V., L’identità dell’homo sapiens. Parte II: Psicopatologia generale, Roma, LAS, 1998, 99. septiembre - octubre 2015 3 Se manifiestan asediando la mente del individuo y no lo dejan en paz. El sacerdote experimenta que estas ideas están presentes en gran parte del día o en momentos o eventos específicos; se esfuerza por superarlas, pero el esfuerzo que hace por desprenderse de ellas es insuficiente. El conflicto interno en ocasiones es leve y moderado; pero otras veces es verdaderamente angustiante. Estas obsesiones pueden ser un signo de la presencia de un conflicto intrapsíquico o del inicio de un trastorno mental. El sacerdote que empieza a desarrollar una obsesión, advierte con frecuencia ideas o sentimientos absurdos, violentos, destructivos, desea golpear a una persona o matarla a veces sin un motivo concreto, a veces por motivos que son netamente desproporcionados. Por fortuna, estos sentimientos agresivos aparecen sólo como tentaciones a cometer delitos graves que no vienen actuados, y prevalece siempre una fuerza interna que se opone a la ejecución del deseo agresivo. Pueden ser ideas, pensamientos o imágenes sobre una persona, el sacerdote se involucra con una muchacha o muchacho, se aficiona a dicha persona y su imagen viene a la mente en diferentes momentos del día, quiere verla o verlo, se inquieta, se resiste y empieza a obsesionarse. También se pueden generar obsesiones como deseos incontrolados de recibir mensajes en el teléfono celular; el sacerdote siente necesidad de saber qué está haciendo la otra persona en diferentes momentos del día, saber cómo amaneció, o con quién está, si llegó con bien a su destino. Puede ser que el sacerdote tenga necesidad de estar en contacto mediante 4 www.centrologos.org mensajes continuos y permanentes con alguna o varias personas, como si eso lo tranquilizara y le diera seguridad. Puede manifestarse también como obsesión por ciertas temáticas o conductas. Por ejemplo: hablar continuamente de la sexualidad o en doble sentido; manifestar repetidas veces coraje o resentimiento en contra de alguien, enojo o malestar si la gente mastica chicle, si las mujeres van vestidas con ciertas prendas, o si algún niño está inquieto en una celebración litúrgica; adoctrinar a los fieles permanentemente en la lucha contra los opresores; realizar continuas agresiones o pleitos con los fotógrafos de las ceremonias litúrgicas o con los vendedores ambulantes que se colocan fuera del templo; pensar repetidas veces que el obispo, el párroco o el vicario no lo toman en cuenta o están contra él; o pensar en una sola persona y sentir necesidad de ayudarla y sacarla adelante. El sacerdote tiende a manifestarse como alguien demasiado minucioso, escrupuloso y exageradamente preciso en sus operaciones, de tal manera que cansa a sí mismo y a los otros con la búsqueda exacerbada de exactitud no necesaria, no requerida y fuera de lugar. Si faltan dos centavos, quiere saber dónde están, aunque no haya monedas de dos centavos. 2. Las compulsiones son actos repetitivos que una persona realiza sin necesidad, se trata por lo general de repeticiones o rituales ordinarios, la persona tiende a ser indecisa, duda de que haya hecho bien las cosas y las repite una y otra vez, tiende a ser obstinada, hiperescrupulosa. La conducta tiene el objetivo de neutralizar o prevenir algún evento o situación temida. Las compulsiones más comunes incluyen: cerrar la puerta y sentir la necesidad de volver “Cuando empiezan a aparecer algunos actos compulsivos es necesario que el sacerdote ventile la situación con alguna persona y reflexione para constatar si hay algún evento o situación que lo esté desencadenando” a revisar si la cerró, por lo que vuelve a hacerlo una tercera vez o más. La persona hace cosas que no hacía antes. Antes cerraba la puerta y tras la primera vez estaba segura de haberla cerrado bien. Es probable que haya inseguridad porque tiene temor a ser descubierto en algo que está haciendo ocultamente, por ello se cerciora una y otra vez de que cerró bien. Otra compulsión común consiste en lavarse las manos y sentir necesidad de volverlas a lavar para quedar realmente limpio; la persona puede sentirse sucia o impura y por ello vuelve a lavarse las manos. También pude tocar una superficie y volverla a tocar en repetidas ocasiones, o manifestarse correcto exageradamente, más de lo ordinario. Cuando empiezan a aparecer algunos actos compulsivos es necesario que el sacerdote ventile la situación con alguna persona y reflexione para constatar si hay algún evento o situación que lo esté desencadenando. 3. Episodios depresivos. Son trastornos del humor, la persona se presenta afectada, desanimada y con temores, no se siente capaz de afrontar las dificultades comunes de la vida y tiende a retirarse de los ambientes de socialización. Se presentan síntomas físicos como la inapetencia, el insomnio, cefaleas, cansancio, desaliento y dolores en varias partes del cuerpo. Por lo general se trata de experiencias de desvalorización reales o percibidas, que han desalentado gradualmente al sacerdote, como el cambio de una parroquia, lo cual considera injusto, pues no se siente tomado en cuenta para algún proyecto pastoral importante o para tomar algún curso o para realizar estudios de especialización, de tal manera que no sabe contar con sus propias fuerzas, no se fía de los demás, está resentido, se siente como abandonado, percibe peligros en muchas personas o acontecimientos, no prueba atracción por su vocación o por su vida, la cual se presenta sin gozo y sólo le aporta sufrimientos. Cuando un sacerdote sufre la pérdida de un ser querido, si no lo resuelve en un periodo de tres a seis meses, este sufrimiento se estructura y entonces la persona tiene un conflicto intrapsíquico no resuelto, se convierte en un trastorno mental con suficiente conservación del juicio de la realidad. Es decir, trae un conflicto septiembre - octubre 2015 5 no resuelto y sin embargo continúa realizando adecuadamente su trabajo pastoral. Si no lo resuelve, la situación de dolor tenderá a comprometer el análisis de la realidad, que se manifestará en apatía, sinsentido, incumplimiento de sus responsabilidades pastorales y problemas en su ministerio sacerdotal. Este hermano sacerdote necesita apoyo y ayuda para salir adelante. “Aprender a observarnos y contar siempre con alguien a quien podamos platicar lo que pensamos o lo que sentimos” 6 www.centrologos.org Por ello, si observo a un hermano sacerdote triste, desalentado o sufriente por la pérdida de un ser querido, que viene a consultarme y después de escucharlo ampliamente le digo: “Me da la impresión de que la muerte de su mamá le dolió mucho y esto lo ha desorientado un poco y le ha hecho sentir mal, además veo que le ha disminuido el ánimo para realizar su trabajo y responsabilidades pastorales”, seguramente el sacerdote dirá: “Así me siento”. Y éste puede ser el inicio de un proceso que lo ayude a salir de esta situación. En cambio, si le digo: “Usted tiene un trastorno mental porque está deprimido”, la persona tenderá a defenderse y probablemente se molestará y me dirá: “Yo no estoy loco”. Y realmente no lo está, sólo tiene un conflicto intrapsíquico que no logra resolver por sí mismo y, por lo tanto, necesita el soporte de alguien que lo impulse a salir adelante. Hay sacerdotes que han perdido el sentido de su vocación por un acontecimiento injusto real o percibido, por un cambio de parroquia o por haberles quitado un cargo que ellos consideraban importante; hay quienes han perdido amistades por un mal entendido o por un comentario sin fundamento. Pero todas estas dificultades se podrían resolver de manera distinta, y mejor si se cuenta con alguien que nos ayude a descifrar las situaciones difíciles confusas que vivimos. o Por lo dicho anteriormente, considero que es importante aprender a observarnos y contar siempre con alguien a quien podamos platicar lo que pensamos o lo que sentimos, o aquello que nos está sucediendo, porque si no lo hacemos el conflicto intrapsíquico se desarrolla y se estructura y compromete nuestra salud mental. septiembre - octubre 2015 7 PASTORAL FAMILIAR El contexto sociocultural de la familia Pbro. Lic. Francisco Ramírez Yáñez Rector de la UNIVA Al hablar de todo lo que rodea a la familia actual, tal como su forma de vida, costumbres, educación, valores, religión, etcétera, nos encontramos con una realidad tal vez inimaginable para nuestros padres y abuelos: históricamente, la familia ha venido afrontando diferentes cambios sociales y culturales, tanto en nuestro país como en Latinoamérica, desde la lucha de los géneros, en donde en ocasiones el padre trata de dignificar su rol mientras que la madre empieza a sentir la carga de la igualdad, y en donde el rol de los hijos parece entrelazar la responsabilidad filial con la autoridad parental, pretendiendo en ocasiones incluso retar a los padres, hasta las dificultades económicas, culturales y sociales. Si bien este desarrollo y esta evolución también tienen sus fortalezas, como la libertad de expresión de cada uno de sus miembros y el reconocimiento más amplio de los derechos de la mujer y de los niños, no hay que perder de vista la delgada línea entre la libertad, que une y fortalece el vínculo familiar (cimentado en altos valores con Cristo como Maestro), y el individualismo, al asumir sus propios deseos, en los que cada miembro empieza a visualizarse individualmente en su desarrollo social, profesional y económico, sin considerar el efecto en el resto de los miembros de la familia, y acabando por ser miembros periféricos del sistema familiar, sin límites claros ni jerarquías respetadas. “Ayudad a vuestros hijos a salir al encuentro de Jesús, para conocerlo mejor y para seguirlo, entre las tentaciones a las que están continuamente expuestos, sobre el camino que lleva a la auténtica felicidad…” San Juan Pablo II 8 www.centrologos.org Si a lo anterior añadimos la crisis de la fe, con el pretexto de muchos católicos de que no hay tiempo para orar o acudir a la Iglesia, ni para hablar de valores o practicarlos (lo cual vuelve a las familias más vulnerables al contexto), con la crisis del matrimonio, se propicia la orfandad temprana, las familias monoparentales y/o las familias compuestas, que no siempre son nutrientes para los hijos, pues ellos son motivo de contienda entre los padres, provocando además que a menudo los papás estén ausentes, cubriendo -en el mejor de los casos- sólo las necesidades económicas. Tal parece que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el sentido de que la familia es un elemento natural y fundamental de la sociedad, se pierde de vista por un gran número de personas. Y, a veces, en el mismo interior de la familia, en donde se olvida fortalecer los lazos de integración, amor y comunicación entre los hijos y entre la misma pareja. Hoy en día se está eligiendo la convivencia que precede al matrimonio, y en ocasiones se descarta por completo el hecho de validar civil y religiosamente esta unión, perdiendo de vista su importancia para el desarrollo del hombre, ya que es ahí donde se forjan el carácter y la personalidad de cada uno de los individuos, quienes a su vez integrarán la sociedad. Desde la perspectiva espiritual y psicoemocional, la familia debiera ser el contenedor de las angustias de la vida diaria, el nutriente emocional y espiritual de todo individuo que afirma la diferenciación y aceptación de los géneros a natura, la lealtad, el apoyo en las alegrías y en las dificultades, puesto que la grandeza de la vida familiar incentiva el ideal cristiano de comunión conyugal y fortalece la cercanía con Dios. Desde la época prehistórica hasta nuestros días han surgido transformaciones en las familias; aun cuando el concepto se mantiene, la estructura va cambiando de acuerdo con el tiempo y la complejidad de la sociedad,desde septiembre - octubre 2015 9 culturas, también es cierto que en muchas familias se empieza a visualizar como una gran área de oportunidad la maravillosa complementariedad parental, la cual puede darse a través de la diferencia de género, donde cada cabeza de la familia aporte la parte que proporcionalmente corresponda a cada uno, en el difícil y hermoso arte de guiar a los hijos. “la familia está llamada a ser templo o casa de oración” Sin duda, los aspectos sociales, tecnológicos y económicos son un reto que puede significar peligro, pero también oportunidad, ya que los miembros de la familia están más expuestos a los medios de comunicación cibernética y a todo lo que conlleva la tecnología, siendo su arma y defensa la comunicación, los limites bien definidos y la presencia de calidad de los padres. Por otro lado, existe la dificultad económica que muchas veces lleva a la necesidad de que todos sus miembros aporten bienes económicos y salgan a trabajar, además de continuar con sus estudios y otras actividades que pudieran restar tiempo para la integración y el diálogo familiar. la poligamia y endogamia, cayendo a veces en una falsa monogamia. Surge inicialmente como una preocupación biológica por la conservación de la especie, por la necesidad de proteger a las madres y por los cuidados que requieren los niños en los primeros años, así como por el sentido de asegurar la transmisión de una cultura de generación en generación; todo eso es por muchos tomado a la ligera. Conocer la evolución de la familia facilita comprender sus fracturas, variaciones, y también sus logros, así como visualizar elementos que faciliten redignificar su sentido y su vital importancia. No podemos ver a la familia aisladamente en cada uno de los factores expuestos, sino de manera integral y resonante; ya desde los años 40, Bateson, científico anglo-estadounidense, señalaba que la mente, el espíritu, el pensamiento y la comunicación se conjugan y llegan a constituirse como las principales formas de cohesión psicológica y social de los seres humanos, y en este sentido, Salvador Minuchin, médico psiquiatra, pediatra y terapeuta familiar argentino (1974), agrega que cada familia es un sistema y a su vez un subsistema dentro de la sociedad, y que cada uno de sus integrantes es de igual manera un subsistema de esa familia. Me gustaría tomar las palabras de san Juan Pablo II, en el sentido de que “… la familia está llamada a ser templo o casa de oración…”, una oración tan sencilla como encomendar las acciones y pensamientos del día a Cristo, entregarle el bienestar de los hijos y de la familia en sus manos, así como los problemas y retos cotidianos (¿quién mejor que Él para guiarnos?) y agradecerle hasta por las más imperceptibles cosas, como amanecer cada día. Si bien es preciso defender y promover la dignidad de la mujer, que todavía en algunas zonas es objeto de violencia, de discriminación, de penalización hacia el don de ser madre, y de la grave y difundida mutilación genital en algunas 10 www.centrologos.org marzo - abril 2015 10 mayo - junio 2015 11 La resonancia, entonces, es de doble vía: por una parte, interna entre todos los integrantes de la familia y de ésta hacia afuera, así como del contexto hacia el interior de la misma. De manera tal que la responsabilidad de preservarla corresponde a todo ser humano, cada uno desde su hacer, pues los hijos que más adelante serán jefes de familia y que pueden aportar una nueva perspectiva de interacciones al seno de la familia y a la sociedad, son las verdaderas víctimas de la desestabilización, e incluso de la fractura familiar, habiendo en muchos de los casos una mirada esperanzadora de reconstrucción que, lamentablemente, en el momento de la crisis no se ve, o no se sabe cómo verla. Además de la desintegración o falta de comunicación, las sociedades se ven golpeadas por la pobreza, la desinformación, la violencia, el terrorismo, el crimen organizado, la confusión de géneros, contribuyendo a situaciones familiares deterioradas, y hasta a la lamentable realidad de los niños de la calle. Las migraciones, por su parte, representan otro signo de este tiempo que hay que 12 www.centrologos.org afrontar y comprender, con toda la carga de consecuencias sobre la vida personal, familiar y social. Por todo ello, en el contexto posmoderno, vemos cómo la familia afronta varios riesgos de orden psicoemocional y espiritual, en los que es prioritario fortalecer la conciencia de que el futuro de estos niños depende de los padres y, de igual manera, el futuro de la sociedad en gran medida depende de las familias, pues es ahí donde el ser humano aprende a comunicarse y a interactuar con el mundo; los valores adquiridos en la familia cimientan su personalidad, y serán los que ésta lleve consigo al integrarse a la sociedad. Quisiera concluir con este mensaje para todas las familias: es de vital importancia, para cambiar el entorno y contexto de la familia actual, que cada una lo haga desde su propio rol, con la fuerza de los valores cristianos, y que recuerden que no están solos, pedir ayuda a tiempo puede hacer la diferencia en las personas, las familias y las organizaciones. FORMACIÓN PERMANENTE Las debilidades y fortalezas del Sacerdote S.E.R. Mons. Miguel Romano Gómez Obispo Emérito de Guadalajara Con estas palabras, el apóstol san Pablo reconoce su debilidad como apóstol y ministro, algo propio de su condición humana; pero igualmente reconoce que si vive sostenido por la gracia de Dios, entonces se puede ser fiel. La imagen del barro del alfarero, utilizada ya por otros escritores sagrados (cf. Jer. 18,6), refleja plásticamente la fragilidad del apóstol y la riqueza de su misión. La gracia recibida por el sacramento del Orden, la cual constituye el precioso tesoro que llevamos cada uno de los ministros consagrados, nos configura con Cristo, Cabeza y Pastor, haciéndonos partícipes de su Sacerdocio Eterno. Sin embargo, hemos experimentado que esta gracia tan singular, recibida por la ordenación, requiere de nuestra correspondencia, pues la gracia no viene a suplantar lo humano, sino a perfeccionarlo y salvarlo. Quizá nosotros nos hemos quedado con la primera parte de la conocida afirmación de santo Tomás de Aquino, en la que señala que la gracia supone la naturaleza; pero, posiblemente, no hemos prestado tanta atención a otra sentencia que él mismo señala: la gracia no sólo supone la naturaleza, sino que la perfecciona. La gracia supone la naturaleza “Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Apretados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados mas no aniquilados” (2 Co. 4, 7-8). 14 www.centrologos.org Si nos quedamos con la primera parte de la afirmación, parecería que estamos destinados a cargar con nuestros defectos, y que la gracia recibida en el sacramento del Orden simplemente nos reviste exteriormente. Por el contrario, si tomamos en cuenta que, además, la gracia perfecciona nuestra naturaleza, entonces podremos emprender entusiastamente un camino de santificación personal, pese a las debilidades que brotan de nuestra condición humana. En realidad, Cristo nos hace los principales destinatarios de la gracia que hemos recibido y por el sacramento del Orden, la cual permite perfeccionar nuestra personalidad humana “de manera que sirva de puente y no de obstáculo a los demás en el encuentro con Jesucristo Redentor del hombre”. Cristo ha querido depositar en nosotros sus más grandes tesoros porque somos, ante todo, sus amigos. Como señalaba el Papa Juan Pablo II en la carta dirigida desde el Cenáculo a todos los sacerdotes del mundo, Cristo cuenta con nuestros defectos para llevar a cabo su obra: “Es verdad. En la historia del sacerdocio, no menos que en la de todo el pueblo de Dios, se advierte también la oscura presencia del pecado. Tantas veces la fragilidad humana de los ministros ha ofuscado en ellos el rostro de Cristo. Y ¿cómo sorprenderse, precisamente aquí, en el Cenáculo? Aquí, no sólo se consumó la traición de Judas, sino que el mismo Pedro tuvo que vérselas con su debilidad, recibiendo la amarga profecía de la negación. Al elegir a hombres como los Doce, Cristo no se hacía ilusiones: en esta debilidad humana fue donde puso el sello sacramental de su presencia. La razón nos la señala Pablo: “Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros” (2 Co. 4, 7). Por eso, a pesar de todas las fragilidades de sus sacerdotes, el pueblo de Dios ha seguido creyendo en la fuerza de Cristo, que actúa a través de su ministerio”. Sí, Cristo y el pueblo de Dios creen en nosotros, pero ambos esperan nuestra más fiel correspondencia. El sacerdote, hombre tomado de entre los hombres, debe serena y objetivamente conocer cuáles son las septiembre - octubre 2015 15 debilidades y fortalezas que continuamente lo acompañan en el ministerio, pues en la medida que las reconozca, mejores herramientas tendrá para forjarse una personalidad y espiritualidad más maduras y coherentes con su vocación. Con el paso de los años, podemos fácilmente acostumbrarnos e “instalarnos” cómodamente en nuestra propia realidad, dejando a un lado la vigilancia, la cual debe ser una actitud permanente del discípulo. Entonces, podría aparecer la tentación de querer vivir de la “inercia”, intentando seguir este camino de una forma pasiva, repitiendo siempre lo mismo y rehuyendo todo compromiso, aunque las circunstancias hayan cambiado. En tal caso dejaríamos de esforzarnos por conocernos verdadera y profundamente para confrontar nuestra vida con el Evangelio, y emergerían entonces aquellos defectos que traíamos latentes en nuestra condición humana, la cual, habiendo sido redimida, aún ha quedado herida por el pecado. Si descuidamos la vigilancia dejaremos fácilmente abierta la puerta a esas sutiles, y a veces imperceptibles, trampas del Maligno. Como seña la Pastores dabo vobis: “es necesario que, a ejemplo de Jesús, que “conocía lo que hay en el hombre” (Jn. 2, 25; cf. 8, 3-11), el sacerdote sea capaz de conocer a profundidad el alma humana, intuir dificultades y problemas, facilitar el encuentro y el diálogo, obtener la confianza y colaboración, expresar juicios serenos y objetivos” (PDV 43). Por ello, el sacerdote, discípulo y misionero de Cristo Buen Pastor, debe estar vigilante en la oración, para reconocer tanto las oportunidades como las amenazas que se le presentan en su vida espiritual y pastoral. Por su parte, si bien la naturaleza humana es la misma, el sacerdote, en los albores del tercer milenio, vive una situación histórica muy diferente a la que vivieron nuestros antepasados hace unas décadas. Vivimos tiempos recios en los que se multiplican tanto las oportunidades como los retos que nos urgen a encontrar medios más propicios para una evangelización más adecuada y actual. Esta urgencia de renovación pastoral debe ir precedida por una urgencia de renovación interior, de lo contrario, lo exterior sucumbiría. El sacerdote no únicamente debe prestar atención a los cambios 16 www.centrologos.org “Es necesario que, el sacerdote sea capaz de conocer a profundidad el alma humana, intuir dificultades y problemas, facilitar el encuentro y el diálogo, obtener la confianza y colaboración, expresar juicios serenos y objetivos” ” que suceden en su exterior, sino que debe estar muy atento a los cambios que sufre en su núcleo más íntimo. Debemos recordar que vivimos una etapa de cambios, no solamente tecnológicos, sino también en el mundo de los valores. Esta mutación axiológica influye, directa o indirectamente, en el sacerdote, pues no es alguien que viva ajeno a la suerte de los demás hombres. Como advertía hace casi un siglo el filósofo español Ortega y Gasset: “yo soy yo, y mis circunstancias”, lo cual indica que la historia personal del sacerdote, como la de cualquier otro hombre, se ve influida, positiva o negativamente, por el ambiente que le rodea. ¿Cuáles son las debilidades que con más frecuencia puede experimentar hoy en día el sacerdote?, ¿cuáles son las tentaciones más frecuentes en el ámbito pastoral y en la vida del pastor? Y, sobre todo, ¿cuáles son las oportunidades que el Señor Jesús le ofrece para crecer integralmente? A lo largo de las siguientes páginas, procuraremos analizar, someramente, algunas de las principales tentaciones, debilidades y fortalezas del sacerdote en este cambio de época. Debilidades y fortalezas en el campo de los apetitos sensibles En el hombre encontramos dos tendencias naturales evidentes: la tendencia al placer y la tendencia a evitar lo difícil. Como parte de nuestra naturaleza, todos tenemos una estructuración biológica orientada al placer, que debe ser regulada a través de la templanza o el autodominio. A su vez, también tendemos a evitar aquello que presenta dificultad, y para ello es necesaria la fortaleza, la virtud de acometer, de ser audaz y de soportar la dificultad. Junto con el cambio de época que estamos viviendo aparece, como una de sus características, un nuevo tipo de individualismo de corte estético-emotivo, que también influye en la vida de algunos consagrados. Se busca vivir cada vez más por y para la imagen que presentamos a los demás, pues hoy, con más fuerza que antes, es más importante el parecer que el ser. Además, no obstante los adelantos en materia de comunicaciones, da la impresión que el sacerdote vive más solo y aislado que antes, pues vive tan atareado en diversos asuntos que fácilmente pierde contacto afectivo con los demás miembros del presbiterio y de su comunidad. Quien vive en “su mundo”, manifiesta poco interés por las necesidades de los demás, y rehúye sistemáticamente todo compromiso que le conceda un beneficio para su persona o sus intereses. A este nuevo tipo de individualismo debemos añadir la presencia, desde hace décadas, de una exaltación cada vez mayor de los sentidos, que conducen a la búsqueda recurrente de nuevas y excitantes experiencias que se pueden llegar a presentar como necesidades. Muchos de nuestros hermanos, tanto laicos como sacerdotes, se ven “saturados” ante el ofrecimiento de tantos placeres, los cuales adormecen una parte de nosotros, haciéndonos vivir de manera aletargada. En el caso del sacerdote, este aletargamiento se traduce en una seria dificultad para orar – o incluso en el abandono de la oración –, en la rutina espiritual y pastoral, al igual que en una medianía en la actividad pastoral que lo lleva a hacer lo mínimo, procurándose otras compensaciones que buscan llenar el vacío que se tiene. septiembre - octubre 2015 17 La búsqueda del placer se puede volver una adicción La búsqueda del placer, tan natural en el ser humano, si no se modera, controla y regula por la templanza, puede originar conductas adictivas o al menos una cierta dependencia. Sabemos que, salvo en el amor a Dios, los excesos no son benéficos para el hombre, y si éstos tienen por objeto una materia que se considera moralmente grave, terminan destruyéndolo, incluso a nivel biológico. Es cierto que confluyen muchos factores para determinar si alguien presenta una conducta adictiva, pues es necesario considerar tanto aspectos bioquímicos como psicosociales; sin embargo, se advierte que los casos de adicción se han incrementado significativamente en las últimas décadas. Tan sólo basta considerar la demanda que tienen los centros de recuperación, los grupos de apoyo y los consultorios que tratan diversos tipos de adicciones. La palabra adicción proviene del latín addictio, que significa “no dicción”. Con ella se designaba a quien seguía ciegamente al líder, sin emitir juicio alguno ni dialogar. Esta palabra, en su uso cotidiano, se aplica a quien se convierte en alguien que se entrega por completo a algo, rompiendo la comunicación con el mundo y viviendo como un esclavo. Dicha palabra, que anteriormente se aplicaba generalmente para las personas que hacían depender su vida del consumo de sustancias psicotrópicas, actualmente se extiende a otros ámbitos como el juego, la pornografía, el internet, el trabajo, e incluso a ciertas personas y sus problemas. consigo mismo y con el entorno que lo rodea, por ello busca en la adicción una evasión de su realidad. Cuando se vive sin moderación es fácil caer en alguna adicción, pues la línea entre el disfrute y la adicción es tan sutil, que no se sabe cuándo se cruza, y se pierde la libertad interior. “Sabemos que, salvo en el amor a Dios, los excesos no son benéficos para el hombre, y si éstos tienen por objeto una materia que se considera moralmente grave, terminan destruyéndolo, incluso a nivel biológico” Ante la proliferación de las conductas adictivas, también entre los sacerdotes, es necesario desarrollar una personalidad lo suficientemente madura y templada que le permita disfrutar y gozar de lo que lo rodea, sin que por ello pierda su libertad. El ministro ordenado, como los demás bautizados, está llamado a vivir libre de cualquier atadura o dependencia, pues en la medida en que él viva sin ataduras, su ministerio será evangélicamente fecundo. Cuando una persona presenta comportamientos obsesivos (donde no es posible dejar de pensar en algo o en alguien), y compulsivos (pues le es imposible detenerse ante algo que le provoca placer), y éstos se presentan, además, con la pérdida del control, porque la persona deja de controlarse a sí misma para ser controlada, entonces se trata de un adicto. Los adictos se caracterizan por preferir recompensas de corto plazo, que les producen un gozo inmediato, en lugar de buscar recompensas de mediano o largo plazo. Ellos simplemente viven el presente, sin importarles las consecuencias que se enfrentarán en el futuro. Lo anterior está motivado por una insatisfacción 18 www.centrologos.org mayo - junio 2015 19 PASTORAL CATEQUETICA ¿Qué nos deja San Juan Pablo II? Óscar Perdiz Figueroa Doctor en Teología. fondo renuncian a la riqueza de vida y herencia dejada por este hombre excepcional, pues, en uno y otro caso, se limitan a los sentimientos, los cuales pasan y no dejan nada. Ciertamente, Juan Pablo II, como todo hombre, habrá tenido sus defectos; se pueden criticar su intransigencia ante algunas teologías de la liberación o frente al caso de los grupos integristas, pero su vida y su enseñanza van mucho más allá. El santo Papa polaco se caracterizó por buscar sincera y tenazmente la perfección cristiana, motivo fundamental de su canonización. Ahora se trata de crecer aprovechando la herencia de uno de los grandes líderes morales del siglo XX. ¿QUÉ NOS DEJA SAN JUAN PABLO II? Nos deja su visión trascendente del dolor. El dolor tocó a su puerta desde la infancia; en la foto de su primera comunión, aparece un Karol lacerado y reflexivo por la reciente muerte de su madre. Poco después moriría su hermano mayor que estudiaba medicina. Karol conservará toda la vida su estetoscopio en el escritorio de trabajo. En plena invasión nazi y soviética de Polonia, muere su Padre, cuando Karol alternaba su actividad de picapedrero y estudiante de teatro. Siendo Papa, no se bajó de la cruz en sus últimos años, en medio de una lenta y punzante agonía que rompía su capacidad de comunicación. La carta Salvifici doloris testimonia que el sufrimiento humano es redención en Cristo. L a figura de San Juan Pablo II no es para quedarse indiferente, de hecho, la mayoría vivió su canonización con gran entusiasmo, y una minoría con indignación, si no con desprecio, quizá influida por una cierta propaganda. Pero ambas reacciones, la del entusiasmo exagerado y la del rechazo por sistema, en el 20 www.centrologos.org Nos deja la convicción de que el trabajo, cualquiera que sea, es una participación en el poder creador de Dios y perfecciona a la persona, esta verdad lo acompañó en una vida de esfuerzo infatigable, como obrero, actor o profesor; ya después, siendo sacerdote y obispo, nunca se ahorró un solo esfuerzo por llegar a la gente y ayudarla a dar sentido a su vida. Siendo profesor de Ética en la Universidad de Cracovia, donaba por completo su salario para ayudar a los estudiantes más necesitados. Nos deja también su sentido de la oración, su vida estaba sostenida y alimentada por el más allá, por una relación casi natural con Dios y con María; oraba con el cuerpo tendido en el suelo y pasaba horas diarias de contemplación en la capilla. Además, meditaba a diario todos los misterios del Rosario. La mística que caracterizó su vida está íntimamente tejida con los acontecimientos de Fátima y del Señor de la Misericordia. Por eso, es un extraordinario testimonio de una vida profunda y con sentido. El Papa de la Familia Poco antes de morir, expresó su deseo de ser recordado como el “Papa de la familia”; quizá ésta sea su mayor herencia, apenas explotada, y en el fondo su mayor preocupación, por lo que le dedicó sus mejores esfuerzos. Desde su ordenación sacerdotal, formó grupos de jóvenes católicos en medio de la persecución de su país, estos chicos fueron creciendo, adentrándose en el amor y formando familias, y eso empujaba a Karol a formarse lo mejor posible para ayudarles a encontrar la vocación al Amor. La Teología del Amor se fue fraguando desde entonces con una gran sinceridad intelectual, plasmada en escritos de una profundidad teológica y filosófica excepcionales. Ésta consiste en preguntarse por el significado y sentido de la sexualidad humana, a partir de la contemplación del cuerpo, cuya vocación parece ser el Amor. En esto el hombre no está septiembre - octubre 2015 21 solo, sino que responde a un proyecto amoroso de Dios sobre él. La sexualidad, imagen de Dios en el hombre Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, esto también, y principalmente, se expresa en la sexualidad, que es la participación del hombre en algo que es propio de Dios: el Amor desinteresado y su capacidad de crear o procrear. Para Él el Amor y la sexualidad no son realidades que hay que condenar, sino que reflejan la vocación última del hombre. Por ello, cada persona está llamada a descubrir en el propio cuerpo este proyecto amoroso; y por ello, el Matrimonio es una cosa grandiosa y una participación por sí mismo en el misterio de Dios. Todo esto dentro de una meditación bellísima de los textos sobre los orígenes que encontramos en el Libro del Génesis y, a la vez, apelando a la experiencia y no a las normas. San Juan Pablo II nos recuerda en su obra que todo hombre que realmente quiera vivir en plenitud debe reflexionar sobre su Principio, sobre el proyecto original de Dios sobre sí, pero también al fin último 22 www.centrologos.org y a la vida eterna, y a la vez bajar al fondo de su corazón necesitado de redención. No hay que olvidar que el hombre está impregnado por el mal, en eso consiste el pecado original, en que nuestras acciones están divididas y corremos el riesgo de usar a los otros. El Amor es, en este sentido, fuente de redención, y el Matrimonio, se convierten, en un camino de redención mutua. Gracias a la obra de Cristo, el esposo está llamado a amar a su esposa como Cristo a la Iglesia, y viceversa, y así se apoyan mutuamente en un camino de perfección. Vistos así, la fidelidad no es una carga sino una forma de manifestar el Amor por el otro, y la castidad se convierte en un Amor en plenitud. escuchar el cuerpo de la mujer, y viceversa, para no imponerse ni caer en el riesgo de usarse, sobre todo el hombre a la mujer. Algo de su legado Como Papa, Juan Pablo II nos dejó un gran legado todavía por explorar y aprovechar: dedicó los primeros años de Pontificado a estos temas totalmente nuevos y les dedicó nada menos que 129 audiencias públicas de los miércoles, conocidas como Catequesis. A través de las Catequesis, se entienden desde dentro los principios cristianos sobre el amor y la sexualidad, como hemos señalado, no como una imposición desde fuera sino como un fruto del Amor. “Cada persona está llamada a descubrir en el propio cuerpo este proyecto amoroso; y por ello, el Matrimonio es una cosa grandiosa y una participación por sí mismo en el misterio de Dios.” Karol Wojtyla, antes de ser elegido Papa, ya había escrito dos grandes obras que repiensan el amor humano: Amor y responsabilidad y Persona y acción, ésta última, de lectura un poco difícil, promovió una verdadera revolución sexual, afrontando el tema de la sexualidad, no desde la obligación, sino desde el Amor y el descubrimiento mutuo, por tanto, a través del diálogo, en el que el hombre debe marzo - abril 2015 22 septiembre - octubre 2015 23 Igualmente tenemos que entender desde sus enseñanzas la virginidad y el celibato, como una vocación de algunos a ser testigos de la vida eterna, iluminada por el Matrimonio, y que a la vez ilumina al Matrimonio. Fue tal su preocupación por la Familia y el Matrimonio, que quiso fundar un Pontificio Instituto en el que se estudiaran estas realidades, quizá las más trascendentales en el mundo de hoy: el Pontificio Instituto Juan Pablo II los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia con su Sede Central en la Universidad Lateranense de Roma y con presencia también en México, en sus Sedes de México D.F., Guadalajara, Monterrey, León, Mérida y Puebla. Dios nos pone a los Santos como ejemplos de la Santidad que nos acercan a Cristo, modelo del hombre por excelencia. Frente a este hombre, algo en nuestra vida tiene que cambiar, comencemos por conocerlo. San Pablo México y el Pontificio Instituto Juan Pablo II para la Familia han publicado recientemente las Catequesis de San Juan Pablo II sobre el Amor y el Matrimonio. Te invitamos a conocer más a nuestro Santo Papa a través de esta obra en tres volúmenes. De venta en todas las librerías San Pablo de México y EE.UU. 24 www.centrologos.org septiembre - octubre 2015 25 EVANGELIZACIÓN Cuarto mandamiento De la predicación sagrada P. Antonio Rivero, L.C. Esa idea tiene que estar presentada con alguna metáfora, imagen, novedad, un hecho o anécdota… Sólo así se graba más fácilmente en el alma del oyente, pues sonará a novedad y originalidad. No ser aburridos con ideas ya trilladas y sin mordiente. Hay que ser atractivos. Esto no se logra con excentricidades ni con cuentitos ni haciendo reír, ¡no! Esto se logra habiendo meditado mucho y con profundidad en la Palabra de Dios. Y observando mucho el devenir humano. ¿De dónde sacar esa originalidad y novedad en la predicación? Primero, meditando y rumiando el texto sagrado, pues así el Espíritu Santo nos inspirará las palabras más justas, precisas y con pizca de originalidad. El Espíritu Santo es novedad. ¡Lo ha demostrado impulsando tantas congregaciones y movimientos, tan distintos y originales, aunque todos conduzcan a la misma meta: el cielo! Pero, ¡por mil caminos diferentes e inéditos! Orígenes dirá: “Aprender de Dios leyendo las Escrituras divinas y meditándolas muy a menudo y enseñar al pueblo. Pero que enseñe lo que ha aprendido de Dios, no de su propio corazón o en un sentido humano, sino lo que enseña el Espíritu” (In Num hom., 16, 9). “Sé ingenioso y con cierta novedad a la hora de exponer esa única idea ¡Gracias! Las ideas trilladas sin el toque “mágico” de la originalidad y novedad en el modo de presentar esa idea de ayer, de hoy y de siempre… aburren y cansan. 26 www.centrologos.org También se aconseja, como dijimos, leer a los Santos Padres, pues son ejemplo en esto. Siempre nos sorprenden con alguna novedad. Léelos y verás cómo poco a poco tus ideas, tus predicaciones estarán revestidas, curiosamente, de ese toque atrayente, pues ellos nos ofrecen la Palabra de Dios con imágenes brillantes, comparaciones y antítesis desconcertantes, juegos de palabras, sin dejar la hondura teológica y la espiritualidad vivencial. Hace años di un congreso en Los Ángeles y hablé del matrimonio. Manejé la idea-imagen del edificio matrimonial para que tuviese originalidad y novedad. Les hago partícipe de mi conferencia. Queridos matrimonios: Quiero comparar el matrimonio a un gran edificio que se va construyendo día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. El día del casamiento se pone el primer ladrillo. Y el día de la muerte, el último. Del esposo y de la esposa, junto con los hijos, depende: • La solidez de ese edificio. • La belleza de ese edificio. • La luminosidad de ese edificio. • La limpieza de ese edificio. • La altura de ese edificio. 1. Solidez del edificio ¿De qué depende la solidez del edificio matrimonial? De los cimientos y columnas. La solidez de una casa no depende de los cuadros que colgamos en la pared, ni de la antena parabólica, ni de la bella chimenea que hermosea y calienta el rincón de nuestra casa. Para que un matrimonio sea sólido, resistente a todos los vientos, huracanes y sismos, es necesario que tenga unos cimientos bien sólidos, graníticos, macizos. ¿Cuáles son esos cimientos y columnas sólidos septiembre - octubre 2015 27 y macizos en el matrimonio? La piedad, esa virtud hermosa que reúne a toda la familia en torno a Dios todos los domingos, que junta todos los días a padres e hijos junto a un cuadro o una imagen de la Virgen a quien rezan un poco. La piedad es la que mueve a esa familia a bendecir los alimentos antes de las comidas. La fe es otro cimiento y columna sólida en el matrimonio. La fe que les permite ver todas las cosas que les ocurren a la luz de Dios, es más, ven la mano de Dios en todo. La fe les hace superar las crisis y posibles vaivenes de la vida. El amor es una columna sin la cual el edificio del matrimonio se derrumba. El amor como entrega, sacrificio, donación, capacidad de comprensión y bondad. La fidelidad no puede faltar como cimiento que sostiene toda la casa matrimonial. La fidelidad a la palabra dada. La fidelidad al otro cónyuge. Fidelidad a los deberes del propio estado. Fidelidad en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad. 28 www.centrologos.org Y sacrificio, como cimiento macizo del edificio matrimonial. ¿Qué es el sacrificio? Es ese saber sufrir, soportar, aguantar todos los contratiempos de la vida. Ese poner buena cara a lo que nos cuesta o nos desagrada. La vida matrimonial y cualquier vida humana está llena de sacrificio, porque el sacrificio es ingrediente del devenir humano. Es el sacrificio el que nos hace madurar y va quitando de nosotros esas actitudes egoístas y caprichosas. Si éstos son los buenos y sólidos cimientos, ¿cuáles serían los cimientos débiles, de paja, de barro? Los gustos, los caprichos, el egoísmo, la indiferencia religiosa. 2. Belleza del edificio La belleza de una casa depende del buen gusto en las dimensiones, proporciones, simetría. Y la belleza de un matrimonio, ¿de qué depende? Del amor. El amor es el que embellece al matrimonio, le da sus perfiles hermosos, permite la serenidad en cada rincón de casa, hace sonreír a padres e hijos. “La vida matrimonial y cualquier vida humana está llena de sacrificio, porque el sacrificio es ingrediente del devenir humano. Es el sacrificio el que nos hace madurar y va quitando de nosotros esas actitudes egoístas y caprichosas” ¿Qué es el amor? Es difícil definir el amor, pues el amor no es para explicar. El amor es para vivir, para dar, para recibir. El amor es esa fuerza interior que me hace salir de mí mismo para darme a los demás, para entregarme a mi amado, sin buscar compensaciones, sin obligarle ni forzarle a que me ame. El amor es saber callar los defectos del otro, salir al encuentro del otro cuando lo necesita, es ofrecerme al otro, perdonar al otro, comprender al otro, ofrecerle limpiamente mi cariño. El amor exige una buena cuota de desprendimiento personal, de sacrificio y de renuncias por la persona a quien amo. ¿Por qué el amor embellece el edificio matrimonial? Porque va quitando aristas que sobran, puliendo superficies rugosas, limpiando azulejos sucios, empapelando con buen gusto paredes descarapeladas o en mal estado. El amor se fija en el detalle bello del ramo de flores para la esposa, en ese dejar la ropa olorosa al esposo. El amor es el perfume del hogar. El amor es afecto, es decir, ternura, acercamiento cariñoso al estado anímico del otro. El amor es amistad, es decir, quiere el bien del otro y une a las personas. El amor no se empolva. El amor verdadero embellece el hogar. El amor hace crecer sanos física y psicológicamente a los hijos. El amor rejuvenece al matrimonio. La falta de amor afea el matrimonio, desteje el paño familiar, raya las escaleras que hermosean la casa, quiebra las lámparas colgantes, ensucia las alfombras de los recibidores y exhala un mal olor en toda la casa. La falta de amor provoca las discusiones, hace subir el tono, hiere los sentimientos de las personas a quien más deberíamos amar. La septiembre - octubre 2015 29 falta de amor distancia los corazones, las almas y los cuerpos. La falta de amor descuida los detalles y le hace a uno ser grosero. La falta de amor envejece al matrimonio. El amor es fuego que calienta esa casa. La primera que lo enciende es la madre, que es el corazón de la familia y es la primera en levantarse. El amor es ese fuego que el marido, el papá, debe mantener a lo largo del día, desde su trabajo, llamando por teléfono a su mujer, trayendo a casa siempre y todos los días, algo de leña para alimentar ese fuego del amor en el hogar. ¡Que no traiga el cubo de agua de sus disgustos, para echarlo encima y apagar ese fuego! Ese fuego del que se alimentan los hijos, les hace crecer sanos, física, psicológica y espiritualmente. Este fuego hay que colocarlo en el centro del hogar y desde ahí se irradiará a todos los rincones. Ese fuego se alimenta cada día con la piedad, el rezo en familia, la devoción mariana. Que no pase un día sin alimentar y acrecentar ese fuego con la oración en familia. A veces cuesta encender ese fuego en los hogares, sobre todo, si se dejan todas las puertas y ventanas abiertas a todos los aires, o se cuela el hielo del invierno y de la indiferencia. ¡Familias, enciendan el fuego del amor durante su vida, poniendo cada uno la leña del sacrificio que han ido consiguiendo a base de esfuerzo y trabajo! ¡Defiendan ese fuego, aunque tengan que quemarse las manos y el corazón! Sin el fuego del corazón, se destruye el hogar, la familia, los matrimonios, todo. 3. Luminosidad del edificio ¿De qué depende la luminosidad de una casa? De los ventanales. Una casa sin ventanas al exterior se convierte en una casa lúgubre, oscura y propensa a la humedad. Lo mismo en el matrimonio. La luminosidad en el matrimonio depende de los grandes ventanales. ¿Para qué los grandes ventanales? Los grandes ventanales permiten airearse todos los rincones de la casa, para que no se acumulen los malos olores. Los grandes ventanales permiten la entrada de luz al hogar... y entrando la luz mueren las bacterias, la humedad, los 30 www.centrologos.org hongos. Entrando la luz, se puede percibir mejor el polvo y las cosas sucias, para así poder limpiarlas y barrer bien todo. Los grandes ventanales permiten descansar la vista y alargarla hacia los anchos horizontes, ver las necesidades del mundo y de los hombres. ¡Familias, construyan en sus hogares grandes ventanales! No para que dejen meter los malos aires que hoy soplan por ahí: el aire del egoísmo que quiere limitar los nacimientos por medios ilícitos, artificiales, porque –según dicen– “familia pequeña, vive mejor”; ¡esto es egoísmo!; el aire del hedonismo, que busca el placer por el placer mismo; el aire del consumismo, que prefiere una heladera o un nuevo apartamento, a un nuevo hijo; los aires de la emancipación y liberación de la mujer, a quien se le obliga a trabajar fuera de casa todo el día “porque así se realiza mejor, profesionalmente”, pero nunca está en casa para educar a sus hijos, para convivir con sus hijos; los aires de matrimonios a prueba, mientras tanto, a ver si funciona; los aires divorcistas, separatistas, para hacerse un nuevo amigo sentimental. ¡Grandes ventanales para que entre el aire renovado del Espíritu que sopla donde quiere y trae aromas del cielo! ¡Grandes ventanales para que la brisa suave de la oración matutina y vespertina consuele a toda la familia! ¡Grandes ventanales para poder ver la Iglesia de nuestra zona y acordarnos de ir a misa en familia y rezar antes de las comidas, o ante una imagen de la Virgencita! ¡Grandes ventanales para ver lo mucho que sufren nuestros hermanos, los hombres, y poder echarles una mano! ¡Grandes ventanales como los de la casa de la Sagrada Familia, que era todo ventanal, donde tanto María, como José y el Niño miraban a todos los hombres y se compadecían o los ayudaban! ¡Que no haya recovecos en nuestros hogares, puertas secretas y oscuras, teléfonos escondidos desde donde llamar a piratas que quieren destruir nuestro hogar, nuestra familia, nuestros hijos! Luminosidad en el matrimonio, y no mentira, falsedad, apariencia, infidelidad. septiembre - octubre 2015 31 4. Limpieza del edificio ¿De qué depende la limpieza del matrimonio? De los mil detalles de cada día. De quitar cada día lo que ensucie, ese polvo que cae casi sin percibirlo. De no dejar acumulada la ropa sucia, ni arrinconada la basura. ¡Fuera! Limpieza en el dormitorio. Nada debe haber ahí que manche la intimidad del matrimonio. Limpieza de palabras, de gestos, de miradas. ¡Qué conversaciones tan limpias deberían hablarse ahí! La oración común en el dormitorio va limpiando a la pareja cada noche y la va fortaleciendo en sus vínculos. Limpieza en la mesa del comedor. Es la mesa la que va a unir varias veces al día a los miembros de la familia, para compartir el pan, las alegrías, las lágrimas, los proyectos. En la mesa se da el banquete familiar. Por eso, ahí debe haber limpieza suma. Allí, en la mesa, nos miramos mutuamente, sonreímos, charlamos, disfrutamos de ese gozo de sabernos amados, queridos. En la mesa tenemos la oportunidad de practicar y crecer en muchas virtudes: apertura, respeto, servicialidad, moderación, generosidad. Sobre la mesa se pone el pan, las flores y el cariño. El pan que se parte, se reparte, se comparte. Las flores que adornan y embellecen la mesa familiar. Ahí se ofrece el cariño, que es esa corriente cordial que electrifica a todos los miembros y les permite el darse mutuamente, el abrirse, el comprenderse, el perdonarse. En la mesa hay que evitar el discutir, el pelearnos, el encerrarnos en nosotros mismos...., pues todo esto ensuciaría el amor del matrimonio e impediría una buena digestión, creando un clima de crispación y rivalidad. En la mesa hay que evitar el querer comer a solas, en un rincón, o después de todos... como islas; así simplemente se corta con esa corriente afectiva y familiar, y se convierte uno, en su misma casa, en un huésped extraño que entra y sale. Ha convertido su casa en un hotel, o posada, donde se va a comer, a dormir, a tomar una ducha o a cambiarse de traje, cuando se quiere. Limpieza en la sala de estar. No permitir hablar mal de nadie, 32 www.centrologos.org cuando vienen huéspedes o amigos. La sala de estar debe estar limpia de envidias, maledicencias, calumnias. La sala de estar debe tener siempre el florero lleno de flores olorosas: el buen humor, la benedicencia, el respeto, la jovialidad, la alegría. En la sala de estar no debe acumularse el humo de cigarrillos de la frivolidad y de la chabacanería. La sala de estar debe tener vista al patio o al jardín, para que allí se vea lo que se hace sin intenciones torcidas. Limpieza en el patio, porque ahí deben jugar los niños. Que haya árboles y columpios y jardín. Pero todo limpio. La limpieza ayuda a los hijos a oxigenarse, airearse y crecer sanos. 5. Altura del edificio La altura del edificio matrimonial depende de la generosidad en el amor fecundo, abierto a la vida. Dios dijo a la primera pareja de la historia, Adán y Eva: “Creced y multiplicaos”. Así como Dios es generoso con nosotros, así también los matrimonios deben ser generosos en transmitir la vida. ¡Qué hermoso es ver esas familias numerosas, septiembre - octubre 2015 33 PASTORAL FAMILIAR donde los hijos alegran cada rincón de la casa! ¡Cómo se ejercitan en el cariño, en la donación, en la preocupación de unos por otros... cuando son muchos hermanos! Comparten todo, juegan juntos; las cosas pasan de hermano a hermano y de hermana a hermana; ¡qué lindo! También a veces se pelean, pero después se reconcilian. Si sólo hay un hijo en casa, ¿con quién juega, con quién comparte sus cosas, a quién sonríe, con quién se pelea, con quién hace las paces? No tiene hermanos. El niño que no tiene hermanitos es más propenso a la tristeza, al egoísmo, al aislamiento. Se le acorta el crecimiento afectivo y psicológico. Familia y vida afectiva Mtra. Psic. Claudia Tarasco M. Familias, sean generosas. ¡Amen, sean portadoras de amor, defiendan el amor, protejan el amor, den amor! La familia es el lugar físico y existencial en el que,deseablemente, un ser humano recibe y aprende todo lo necesario para llegar a ser la persona que está llamada a ser (en los planes de Dios). Incluye los medios para asegurar su desarrollo en las áreas física, intelectual, emocional, social y espiritual. 34 www.centrologos.org septiembre - octubre 2015 35 El ser humano, además de tener una inteligencia y capacidad de lenguaje más altas, posee otras cualidades superiores al resto de los animales, tales como la voluntad, la conciencia de sí mismo, y las capacidades emocionales y afectivas (que van más allá de los impulsos). Todo ello, por una simple razón: ¡el inmerecido don de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios mismo! Entonces, el don de la vida de un ser humano ha de ser valorado y custodiado con el mismo valor y dignidad con el que Dios lo ha hecho. Y el lugar por excelencia (también concebido y deseado por Dios Nuestro Señor), es la familia. La Vida Afectiva La capacidad afectiva es uno de los distintivos del ser humano, un don de Dios. Como cualquier don, está destinado para dar gloria a Dios, para potenciar a quien posee ese don, y enriquecer a aquellos con quienes lo comparta. Por ello resulta importante buscar alcanzar la madurez en el área emocional y afectiva. ¿Qué son las emociones? Las emociones son estados de ánimo producidos por los sentidos, ideas, recuerdos, impulsos, etc. Son mecanismos que nos ayudan: 1) A reaccionar con rapidez; 2) A tomar decisiones con eficiencia; y 3) A comunicarnos de forma no verbal. El reconocimiento de las emociones es la clave para el equilibrio emocional, y para la autorregulación. Pensar y sentir forman una unidad inseparable (Dra. Helena López de Mézerville). ¿Qué es la” madurez afectiva”? Es la capacidad de poder manejar la afectividad 36 www.centrologos.org de manera armónica y responsable. Ello implica 3 aspectos: conocer los afectos; aceptarlos (no negarlos, ni reprimirlos); y valorarlos en su medida objetiva. De esta manera, la persona sabe manejar su afectividad cuando se necesite, en la forma, cantidad, momento y circunstancia apropiados. No se trata de expresar la emotividad de una manera explosiva, intensa y exagerada, pero tampoco de caer en el extremo opuesto del estoicismo, que impida cualquier expresión emotiva por considerarla negativa o perniciosa. ¿Cómo lograr un desarrollo balanceado? El ser humano tiene conciencia de sí mismo y del otro. Más allá de la mera función instintiva, logra vincularse a través de facultades superiores como son su inteligencia, su voluntad y su afectividad. El equilibrio entre estas tres capacidades es lo que le permite lograr esa madurez. De esta forma alcanza solidez, congruencia, discernimiento, capacidad de comprensión y empatía… lo que le permite “cambiar su corazón de piedra, por un corazón de carne” (Ez. 11:19). Captar con el corazón verdades que permanecen ocultas a la razón… “te doy gracias Padre por ocultar estas cosas a sabios y entendidos, y revelarlas a la gente sencilla” (Mt. 11:25). Juan Pablo II afirma: Pastore dabo vobis, (n. 44) “La madurez afectiva supone ser consciente del puesto central del amor en la existencia humana. El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprendido; su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no septiembre - octubre 2015 37 participa en él vivamente.” Se requiere una madurez afectiva que capacite: a la prudencia, a la renuncia, a todo lo que pueda ponerla en peligro; a la vigilancia sobre el cuerpo y el espíritu; a la estima y respeto en las relaciones interpersonales con hombres y mujeres. “La madurez humana, en particular la afectiva, exige una formación clara y sólida para una libertad que se presenta como obediencia convencida y cordial a la “verdad” del propio ser, al significado de la propia existencia. Entendida como camino y contenido fundamental de la auténtica realización personal, la libertad exige que la persona sea verdaderamente dueña de sí misma, decidida a combatir y superar las diversas formas de egoísmo e individualismo que acechan a la vida de cada uno, dispuesta a abrirse a los demás, generosa en la entrega y en el servicio al prójimo.” La madurez afectiva exige, por tanto, cultivar los sentimientos, la inteligencia y la voluntad, con la gracia de Dios y el esfuerzo personal. Para ello, es importante tomar en cuenta cuatro componentes: 1) Autonomía personal: surge de la conciencia y del conocimiento de sí mismo. 2) Sentido del otro: nos dispone a acoger, escuchar y respetar el pensamiento y los deseos del otro; y también a aceptar su influencia. 3) La capacidad de discernir, juzgar, decidir, y de reaccionar desde el centro de las situaciones, así como de adaptarse u oponerse a ellas. 4) La capacidad de asumir los conflictos y los fracasos, como parte natural de la vulnerabilidad y falibilidad personal, y de la de los otros. 38 www.centrologos.org “La libertad exige que la persona sea verdaderamente dueña de sí misma, decidida a combatir y superar las diversas formas de egoísmo e individualismo que acechan a la vida de cada uno, dispuesta a abrirse a los demás, generosa en la entrega y en el servicio al prójimo” La madurez afectiva y sexual implica desarrollar nuestra capacidad de amar y de ser amados Para poder amar a los demás, necesitamos tener una correcta autoestima; esto implica primero aprender a conocernos y aceptarnos a nosotros mismos en todas las áreas: con nuestras fortalezas y nuestras limitaciones. a) Auto-concepto, es la imagen del yo que tiene cada ser humano. Es la construcción mental de cómo se percibe a sí mismo: desde la apariencia física hasta las habilidades para su desempeño social. Si este concepto es positivo, mejorará la autoestima. b) Auto-estima: Es la capacidad que tiene la persona de valorarse, amarse, apreciarse y aceptarse a sí mismo. Los papás transmiten a su hijo la vida física y emocional, dotando los elementos que ayudarán al niño a construir su personalidad y su autoestima. Le dicen de manera verbal y no-verbal lo valioso que es como persona, las cualidades que tiene, las áreas que debe fortalecer, los defectos que debe dominar… Es en el amor de la familia donde cada individuo ha de encontrar la motivación y los ingredientes que conforman su personalidad, que le dan seguridad en sí mismo, además del aprecio y la valoración de su dignidad como persona. Es a través del amor parental que puede captar el Amor de Dios… “el Primer y Mayor Amor”. Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, tuvo una plena conciencia de sí mismo, así como de sus facultades intelectuales, emocionales y volitivas. Mostraba Su Inteligencia, Su Voluntad y un manejo armónico de su Capacidad Afectiva: mostró compasión ante las necesidades físicas y espirituales de la gente; cariño y amistad hacia sus apóstoles; ternura y misericordia ante la fragilidad humana y el pecador; enojo ante el mal uso de la casa de Su Padre; tristeza y llanto ante la muerte de su amigo; angustia ante el dolor extremo físico, emocional y espiritual de la cruz… profundo amor y comunicación con Su Madre… La vida de familia es la escuela de amor natural planeada por Dios Nuestro Señor, donde se aprende a ser amado por el sólo hecho de existir, a recibir atención, cuidado y cariño, motivación y disciplina para creer y crecer en todas sus potencialidades… donde cada miembro de la familia es importante y donde todos, de manera armónica, participan y comparten el gozo y la penuria de cada uno… La familia es la septiembre - octubre 2015 39 FORMACIÓN PERMANENTE célula de la sociedad, y la cuna del ser humano. Es la escuela vivencial para el manejo de las emociones. Cristo viene a enseñar al hombre quién es el hombre mismo… y elige hacerlo, también desde una familia: “la de Nazaret”… Mi auto-conocimiento y autoestima se anclan en encontrarme a mí mismo como creatura de Dios, hecha por Amor a imagen y semejanza Suya, y redimida por ese mismo Amor Misericordioso. Reconocerme único e irrepetible, y a la vez, hermanado con toda la humanidad… polvo vulnerable, trascendido por la redención para la eternidad! La Identidad Sacerdotal (Parte II) Pbro. Dr. Armando de León Rodríguez P rofundizaremos en esta sección: la naturaleza y las dimensiones de Ia identidad sacerdotal. Tomando en consideración que la naturaleza hace referencia a la esencia de la identidad sacerdotal, y las dimensiones a los pilares que Ia sostienen. 40 www.centrologos.org septiembre - octubre 2015 41 1. Naturaleza de la identidad Sacerdotal El Directorio para la vida y ministerio de los presbíteros señala que el sacerdocio ministerial encuentra su razón de ser en Ia unión vital y operativa de la Iglesia con Cristo.1 El Señor, mediante el ministerio sacerdotal, continúa ejercitando en medio de su Pueblo aquella actividad que solo a Él pertenece, en cuanto Cabeza de su Cuerpo. Por lo tanto, el sacerdocio ministerial hace palpable la acción propia de Cristo Cabeza y testimonia que Cristo no se ha alejado de su Iglesia, sino que continúa vivificándola con su sacerdocio permanente. La identidad del sacerdote deriva de la participación específica en el Sacerdocio de Cristo, por lo que el ordenado se transforma en la Iglesia y para la Iglesia, en imagen real, viva y transparente de Cristo Sacerdote: «una representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor».2 Por medio de la consagración, el sacerdote «recibe como don un poder espiritual, que es participación de Ia autoridad con que Jesús, mediante su Espíritu, guía a Ia Iglesia».3 Se trata de un vínculo ontológico específico, que une al sacerdote con Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor.4 Podemos decir, entonces, que Ia vida y el ministerio del sacerdote son continuación de Ia vida y de la acción del mismo Cristo. Ésta es nuestra identidad, nuestra verdadera 1 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Roma, Librería Editrice Vaticana, 31 de enero de 1994, 1. 2 PDV. 15. 3 PDV. 21; PO. 2.12. 4 PDV. 11. Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Roma, Librería Editrice Vaticana, 31 de enero de 1994, 1-2. 42 www.centrologos.org dignidad, Ia fuente de nuestra alegría, la certeza de nuestra vida».5 Esta identificación sacramental con el Sumo y Eterno Sacerdote inserta específicamente al presbítero en el misterio trinitario y, a través del misterio de Cristo, en la comunión ministerial de la Iglesia para servir al Pueblo de Dios.6 II.Dimensión Trinitaria Si es verdad que todo cristiano, por medio del Bautismo, está en comunión con Dios Uno y Trino, es también cierto que, a causa de Ia consagración recibida con el sacramento del Orden, el sacerdote es constituido en una relación particular y especifica con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo. Por ello, Ia característica esencialmente relacional (cf. Jn. 17,11-21) de la identidad del sacerdote lo pone en una relación personal e íntima con la Trinidad, en un diálogo de adoración y de amor con las Tres Personas divinas, sabiendo que el don recibido le fue otorgado para el servicio de todos.7 III. Dimensión Cristológica Podemos decir que el sacerdote, en su identidad específica, por el sacramento queda configurado ontológicamente con Cristo Sacerdote, 2 Maestro, Santificador y Pastor de su Pueblo.8 Es decir, afecta no sólo al quehacer sino al ser del sacerdote.9 5 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Roma, Librería Editrice Vaticana, 31 de enero de 1994, 3-4; PDV. 18. 6 Ibidem, 1-2; PDV 12Cf. Paulus VI PP., Litterae encyclicae sacerdotalis caelibatus de sacerdotali caelibatu, 23 iunii 1967: AAS 59 (1967), 657-693. 7 Ibidem, 3-5. 8 Ibidem, 6; Cf. LG. 18-31; PO. 2; CIC 1008. 9 Cf. V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento de Aparecida, Discípulos y A este propósito se debe recordar que el presbítero es portador de una consagración ontológica que se extiende a tiempo completo. Su identidad de fondo hay que buscarla en el carácter conferido por el sacramento del Orden, por el cual se desarrolla fecundamente la gracia pastoral. Por tanto, el presbítero debe actuar siempre en cuanto sacerdote. Él, como decía San Juan Bosco, es sacerdote tanto en el altar y en el confesionario como en Ia escuela o por Ia calle: en cualquier sitio. Alguna vez, los mismos sacerdotes son inducidos, por circunstancias actuales, a pensar que su ministerio se encuentra en la periferia de la vida, cuando en realidad se encuentra en el corazón mismo de ellos, puesto que tiene la capacidad de iluminar, reconciliar y renovar todas las cosas.10 Es una participación indeleble al mismo y único sacerdocio de Cristo, en la dimensión pública de Ia mediación y de Ia autoridad, en lo que se refiere a la santificación, a la enseñanza y a Ia guía de todo el Pueblo de Dios.11 En su peculiar identidad cristológica, el sacerdote ha de tener conciencia de que su vida es un misterio insertado totalmente en el misterio de Cristo, de un modo nuevo y específico.12 Actuando in persona Christi Capitis, el presbítero Ilega a ser el ministro de las acciones salvíficas esenciales; transmite las verdades necesarias para la salvación y apacienta al Pueblo de Dios, conduciéndolo hacia Ia santidad.13 IV. Dimensión Pneumatológica En la ordenación presbiteral, el sacerdote ha recibido el sello del Espíritu Santo, que ha hecho de él un hombre signado por el carácter sacramental para ser, por siempre, ministro de Cristo y de la Iglesia. El sacerdote sabe que nunca perderá la presencia ni el poder Misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida, Jn. 14,6, Venezuela, Paulinas, 2007, 198-199. 10 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial, instrucción, en http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/documents/rc_con_cclergy_doc_20020 804_istruzione-presbítero_sp.html (23.11.2001). 11 Cf. LG. 10; PO. 2. 12 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Roma, Librería Editrice Vaticana, 31 de enero de 1994, 7; PDV. 13-14; OC, 677-679; Juan Pablo II PP. Catequesis en la Audiencia General del 31 marzo 1993, L’Ossetvatore Romano, 1- abril 1993. 13 Ibidem, 6; PDV. 18; OC. 684-686. septiembre - octubre 2015 43 eficaz del Espíritu Santo para poder ejercitar su ministerio y vivir Ia caridad pastoral como don total de sí mismo, para la salvación de los propios hermanos. (Jn. 14, 16-17). Es también el Espíritu Santo quien en la Ordenación confiere al sacerdote la misión profética de anunciar y explicar, con autoridad, la Palabra de Dios. En cada sacramento, es Cristo, en efecto, quien actúa en favor de la Iglesia, por medio del Espíritu Santo, que ha sido invocado con el poder eficaz del sacerdote, que celebra in persona Christi.14 Mediante el carácter sacramental e identificando su intención con la de la Iglesia, el sacerdote está siempre en comunión con el Espíritu Santo en la celebración de Ia liturgia, sobre todo de la Eucaristía y de los demás sacramentos. Es, en definitiva, en la comunión con el Espíritu Santo, donde el sacerdote encuentra la fuerza para guiar a la comunidad que le fue confiada y para mantenerla en la unidad querida por el Señor.15 14 Ibidem,13; PDV. 16. 15 Cf. PO 6. 44 www.centrologos.org V. DIMENSIÓN ECLESIOLÓGICA 1. Relación esponsal El sacramento del Orden, en efecto, no sólo hace partícipe al sacerdote del misterio de Cristo a Sacerdote, Maestro, Cabeza y Pastor, sino -en cierto modo- también de Cristo «Siervo y Esposo de la Iglesia».16 Los presbíteros -colaboradores del Orden Episcopal- , que constituyen con su Obispo un único presbiterio, y participan, en grado subordinado, del único sacerdocio de Cristo, también participan, en cierto modo -a semejanza del Obispo- de aquella dimensión esponsal respecto de la Iglesia, que está bien significada en el rito de la ordenación episcopal con la entrega del anillo.17 Los presbíteros deberán ser fieles a la Esposa y, como viva imagen que son de Cristo Esposo, han de hacer operativa la multiforme donación de Cristo a su Iglesia. Por ello, el sacerdote debe amar a la Iglesia como Cristo la ha amado, consagrando a ella todas sus energías, y donándose con caridad pastoral hasta dar cotidianamente la propia vida.18 2.Universalidad del sacerdocio El mandamiento del Señor de ir a todas las gentes (Mt. 28, 18-20) constituye otra modalidad del estar el sacerdote ante la Iglesia. El sacerdote pertenece «de modo inmediato» a Ia Iglesia universal, que tiene la misión de anunciar Ia Buena Noticia hasta los «últimos confines de Ia tierra» (Hch. 1, 8). «El don Espiritual, que los presbíteros han recibido en la ordenación, los prepara a una vastísima y universal misión de salvación.» [Falta fuente] Por lo tanto, todos los sacerdotes deben tener corazón y mentalidad misioneros, estando abiertos a las necesidades de la Iglesia y del mundo.19 16 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Roma, Librería Editrice Vaticana, 31 de enero de 1994, 8-10. 17 Cf. LG. 28 18 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Roma, Librería Editrice Vaticana, 31 de enero de 1994, 13 19 Ibidem, 14 3. Índole misionera del sacerdocio Es importante que el presbítero tenga plena conciencia y viva profundamente esta realidad misionera de su sacerdocio, en plena sintonía con la Iglesia que, hoy como ayer, siente la necesidad de enviar a sus ministros a los lugares donde es más urgente la misión sacerdotal. Nunca como hoy, por tanto, el clero debe sentirse apostólicamente comprometido en Ia unión de todos los hombres en Cristo, en su Iglesia, e ir por los mas alejados.20 4. La autoridad como amoris officium El sacerdote, en el ejercicio de su autoridad, debe ser guía que conduce a Ia santificación de los fieles confiados a su ministerio. Esta realidad, que ha de vivirse con humildad y coherencia, puede estar sujeta a dos tentaciones opuestas. 4.1. Primera tentación: tiranizar La primera consiste en ejercer el propio ministerio tiranizando a su grey (cf. Lc. 22, 24-27; 1 Pe. 5, 1-4), mientras Ia segunda es Ia que Ileva a hacer inútil -en nombre de una incorrecta noción de comunidad- Ia propia configuración con Cristo Cabeza y Pastor. La primera tentación ha sido fuerte también para los mismos discípulos, y recibe de Jesús una puntual y reiterada corrección: toda autoridad ha de ejercitarse con Espíritu de servicio, como amoris officium y dedicación desinteresada al bien del rebaño (cf. Jn. 13, 14; 10, 11). El sacerdote deberá siempre recordar que el Señor y Maestro «no ha venido para ser servido sino para servir» (cf. Mc. 10, 45); que se inclinó para lavar los pies a sus discípulos (cf. Jn. 13, 5) antes de morir en Ia Cruz y de enviarlos por todo el mundo (cf. Jn. 20, 21).21 “Todos los sacerdotes deben tener corazón y mentalidad misioneros, estando abiertos a las necesidades de la Iglesia y del mundo” 20 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Roma, Librería Editrice Vaticana, 31 de enero de 1994, 15; JUAN PABLO II PP., Enciclica redemptoris missio, AAS 83 (1991), 269; PO 10; PDV. 32; Cf. V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento de Aparecida, Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida, Jn. 14,6, Venezuela, Paulinas, 2007, 201.173. 21 Cf. CONGREGACION PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Roma, Libreria Editrice Vaticana, 31 de Enero de 1994, 16; PDV. 21; V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento de Aparecida, Discípulos y Misióneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en El tengan vida. septiembre - octubre 2015 45 46 www.centrologos.org 4.2. Segunda tentación: democraticismo La segunda tentación es el democraticismo. A menudo sucede que para evitar esta primera desviación se cae en Ia segunda, y se tiende a eliminar toda diferencia de función entre los miembros de Ia Iglesia, negando en Ia práctica Ia doctrina cierta de Ia misma, acerca de la distinción entre el sacerdocio común y el ministerial.22 En consecuencia, no es admisible en Ia Iglesia cierta mentalidad, que tiende a confundir las tareas de los presbíteros y de los fieles laicos, o a no distinguir la autoridad propia del Obispo de las funciones de los presbíteros como colaboradores de los Obispos, o a negar la especificidad del ministerio petrino en el Colegio Episcopal.23 Un modo de no caer en Ia tentación «democraticista» consiste en evitar la así Ilamada «clericalizacion» del laicado: esta actitud tiende a disminuir el sacerdocio ministerial del presbítero; de hecho, sólo al presbítero, después del Obispo, se puede atribuir de manera propia y univoca el término «pastor», y esto en virtud del ministerio sacerdotal recibido con Ia ordenación. El adjetivo «pastoral», pues, se refiere tanto a Ia potestas docendi et sanctificandi, como a Ia potestas regendi.24 Terminemos este segundo segmento formativo recordando que Ia identidad del sacerdote deriva de Ia participación específica en el Sacerdocio de Cristo, por lo que el ordenado se transforma en Ia Iglesia y para Ia Iglesia, en imagen real, viva y transparente de Cristo Sacerdote: «una representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor».24 Si es verdad que todo cristiano, por medio del Bautismo, está en comunión con Dios Uno y Trino, es también cierto que, a causa de la consagración recibida con el sacramento del Orden, el sacerdote es constituido en una relación particular y específica con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo. 25 En este sentido es necesario recordar que el presbiterio y el Consejo Presbiteral no son expresión del derecho de asociación de los clérigos, ni mucho menos pueden ser entendidos desde una perspectiva sindicalista, que comportan reivindicaciones e intereses de parte, ajenos a la comunión eclesial. Yo soy el camino, la verdad y la vida, Jn. 14,6, Venezuela, Paulinas, 2007, 198. 22 Cf. LG. 10; PO 7; V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Documento de Aparecida, Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida, Jn. 14,6, Venezuela, Paulinas, 2007, 193. 23 En este sentido es necesario recordar que el presbiterio y el Consejo Presbiteral no son expresión del derecho de asociación de los clérigos, ni mucho menos pueden ser entendidos desde una perspectiva sindicalista, que comportan reivindicaciones e intereses de parte, ajenos a la comunión eclesial. 24 Cf. JUAN PABLO II PP, Discurso a los participantes en el Simposio Internacional sobre «El sacerdote hoy»: «L’Osservatore Romano», 29 mayo 1993. 25 PDV. 15. 26 JUAN PABLO II., Carta apostólica Novo Millennio ineunte, en http://www.vatican.va/holyjather/ john_paul_ii/apost lettersidocuments/hfjp-ii_apl_20010106_novo-millennio-ineunte_ sp.html(06-.01.2000) 43. Por ello, antes de programar iniciativas pastorales concretas, hace falta promover una relación íntima y profunda con Dios, que lo dirija al encuentro con el hermano; una espiritualidad de la comunión como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y eI cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales.26 septiembre - octubre 2015 47
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