Lección 6 para el 6 de febrero de 2016 ¿Qué significan los nombres que le fueron dados al Salvador según Mateo 1:20-23? Los nombres JESÚS («Jehová salva») y EMANUEL («Con nosotros Dios») muestran la doble misión del Salvador: rescatar al hombre de su pecado y restaurarle a la plena comunión con Dios. Busca y salva a los perdidos (Lucas 19:10) Salva del pecado Quita el pecado (Juan 1:29) JESÚS Intercede por nosotros (Hebreos 2:17) Restaura el dominio que Adán perdió (Romanos 5:12, 15) Repara lo que el pecado estropeó Sana la enfermedad (Mateo 9:35) Domina la naturaleza (Mateo 8:27) ¿Qué significan los nombres que le fueron dados al Salvador según Mateo 1:20-23? Los nombres JESÚS («Jehová salva») y EMANUEL («Con nosotros Dios») muestran la doble misión del Salvador: rescatar al hombre de su pecado y restaurarle a la plena comunión con Dios. EMANUEL Expulsa a los demonios (Marcos 1:27) Nos libra de Satanás Hace juicio (Juan 9:39) Destruye las obras del diablo (1ª de Juan 3:8) Nos muestra a Dios En su vida y ministerio, podemos ver el verdadero carácter de Dios: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9) «Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Mateo 3:11) A través de vivas imágenes, Juan el bautista presentó la obra de Jesús como una obra de juicio: La ira venidera (Mateo 3:7). El hacha preparada para talar los árboles (Mateo 3:10). El aventador para limpiar la era (Mateo 3:12). Juan allanaba el terreno para que todos estuviesen La paja quemada por preparados para fuego inextinguible aceptar al Salvador (Mateo 3:12). (Isaías 40:1-5). Para ello, debía poner delante de ellos su pecado y su necesidad de arrepentimiento ante la inminencia del juicio venidero. «Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo» (Mateo 4:1) «Cuando Jesús fue llevado al desierto para ser tentado, fue llevado por el Espíritu de Dios. Él no invitó a la tentación. Fue al desierto para estar solo, para contemplar su misión y su obra. Por el ayuno y la oración, debía fortalecerse para andar en la senda manchada de sangre que iba a recorrer. Pero Satanás sabía que el Salvador había ido al desierto, y pensó que ésa era la mejor ocasión para atacarle» E.G.W. (El Deseado de todas las gentes, pg. 89) «Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan» (Mateo 4:3) Aquí vemos frente a frente a los dos protagonistas del Gran Conflicto. Satanás, aparentando querer «echar una mano» a Jesús, le ofrece una solución para aliviar su hambre. Jesús asimiló su propia situación con la citada en Deuteronomio 8:2-3. 40 años de desierto para Israel = 40 días de desierto para Jesús. Se les probó para saber si habrían de guardar o no sus mandamientos. Se les hizo tener hambre. Reconoció que no debía proveerse Él mismo el pan para alimentarse, sino que debía esperar que Dios le proveyese en su momento. Porque «no sólo de pan vivirá el hombre, más de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre» «Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra» (Mateo 4:5-6) Se le propuso a Jesús que demostrase si era o no Hijo de Dios, y si confiaba o no en las promesas divinas (tergiversadas). Nuevamente, Jesús recurrió a la experiencia de Israel en el desierto: «No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah» (Deuteronomio 6:16). En Masah el pueblo preguntó: «¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?» (Éxodo 17:7). Jesús, al contrario que Israel, estaba seguro de que Dios estaba con Él. No necesitaba demostrarlo. «Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás» (Mateo 4:10) Imitando la forma en que Dios le mostró a Moisés la Tierra Prometida desde la cumbre del Pisga, Satanás presentó ante Jesús la «gloria» de los reinos del mundo (ocultándole todas sus miserias). Colocándose en el lugar de Dios, pretendió tener dominio absoluto sobre este mundo. A cambio de un pequeño gesto de adoración, todo esto sería de Jesús. En Edén, la primera pareja rindió pleitesía a la serpiente, entregándole la lealtad debida al Creador. En el desierto, Jesús le entregó toda su lealtad a Dios. Jesús vino a este mundo para restaurar el dominio usurpado a Satanás, destruir las obras del mal, salvar a los pecadores y revelar a Dios ante el universo. Cuando fue tentado, usó las mismas armas que están a nuestro alcance hoy: la espada del Espíritu, la Palabra de Dios (Efesios 6:17). «La Palabra de Dios es un canal de comunicación con el Dios vivo. El que se alimenta de la Palabra será fructífero en toda buena obra. Descubrirá ricas minas de verdad en las cuales hallará el tesoro escondido. Cuando se halle acosado por las tentaciones, el Espíritu Santo traerá a su mente las palabras exactas con las cuales podrá hacer frente a la tentación en el momento preciso en que más las necesite y las podrá usar eficientemente» E.G.W. (La fe por la cual vivo, 2 de enero)
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