Antonio Moneo Laín LA DESINTEGRACIÓN DEL RÉGIMEN TITISTA (1986-1989) Antonio Moneo Laín El giro que se produjo en la política yugoslava entre 1986 y 1989 es esencial para entender el proceso de desintegración del Estado que se consuma en 1991. Teóricamente podría enmarcarse como una coyuntura por la forma en que se produjo y por sus consecuencias. De nuevo, convergieron en un mismo momento un proceso de redefinición institucional del régimen y un cambio de ritmo en la dinámica de la Guerra Fría que alteraron definitivamente la naturaleza de la política en Yugoslavia. El proceso de redefinición interna se articuló en torno al debate constitucional y a la crisis económica, y generó nuevos disensos entre las posibles alternativas de futuro y la persona o nacionalidad que debía liderar ese proceso. A diferencia de las coyunturas críticas anteriores, a mediados de los ochenta, el abanico de oportunidades era radicalmente distinto puesto que con la muerte de Kardelj (1979), de Tito (1980), de Bakarić (1983) y otros líderes políticos que habían fundado la Yugoslavia comunista, el régimen había completado el relevo generacional dando por finalizado un ciclo histórico. Entre 1968 y 1971 ya se había demostrado la incapacidad del régimen por alcanzar una solución definitiva a la cuestión de la sucesión. Sin embargo, entonces Tito estaba presente y tenía la suficiente autoridad para, por lo menos, crear una solución transitoria – la de la Presidencia rotatoria –, pero tras su muerte en 1980 la solución del problema de la sucesión se hizo del todo inaplazable. En otro orden de cosas, los cambios en el contexto internacional marcados por la segunda crisis del petróleo (1979), la llegada de Reagan al poder (1982) y el cambio de actitud de EE UU hacia los países comunistas, la llegada de Gorbachov al poder y el comienzo de la Perestroika, la intensificación de las protestas en Europa Central y Oriental y el surgimiento de la Comunidad Económica Europea como un verdadero actor regional redefinieron las nuevas oportunidades y amenazas para Yugoslavia, sus repúblicas y sus líderes. Algunos de los factores que explican esta coyuntura estaban también presentes en los otros países de Europa Central y Oriental, pero solo en Yugoslavia tuvieron unas consecuencias tan nefastas. A pesar de las diferencias que habían distinguido la posición de Yugoslavia de la de Europa del Este durante las anteriores décadas, a lo largo de los setenta se produjo una convergencia entre el modelo yugoslavo y las democracias populares. Sin embargo, la falta de cohesión de la élite tras la muerte de Tito y la aparición de tensiones regionales añadieron en el caso yugoslavo unas tensiones que no estarían presentes en otros regímenes. 86 Balkania Entre las similitudes, podría destacarse que a pesar de la larga trayectoria de independencia de Yugoslavia, el comunismo nunca dejó de formar el núcleo ideológico del régimen. Es más, tras los años de la tecnocracia a lo largo de la década de los sesenta, en los que se había producido un desplazamiento de la ideología, el comunismo volvió a ocupar un lugar central, hasta tal punto que, por ejemplo, se introdujo el marxismo como enseñanza obligatoria en la universidad, cuando nunca antes había formado parte de la enseñanza universitaria (Dimitrijević, 2003). Las diferencias económica y social entre Yugoslavia con los otros países de Europa Central y Oriental también se habían reducido de manera considerable a principios de la década de 1980, y aunque Yugoslavia hubiera iniciado su proceso de industrialización y de modernización con anterioridad al resto, lo cierto es que a finales de los años setenta, las democracias populares habían avanzado mucho, tanto en nivel de vida como en ritmo de producción. Incluso, una de las mayores diferencias que había experimentado Yugoslavia –la inexistencia de un sistema de planificación central como en Polonia, Rumanía o Hungría– se había atenuado significativamente entre 1960 y 1980 cuando los países de Europa Central y Oriental fueron aceptando mayor medidas de liberalización económica. Mientras Yugoslavia abandonaba su trayectoria de liberalización económica y reintroducía algunos elementos de planificación centralizada1, países como Hungría o Polonia se encontraban en plena fase de liberalización. Ni siquiera ahora la mayor integración de Yugoslavia en los organismos internacionales financieros supuso una gran diferencia respecto a los demás países socialistas europeos. Tras la primera crisis del petróleo en 1973, algunos de estos países, como Polonia, Hungría o Rumanía, entablaron también negociaciones con el FMI para conseguir créditos aun cuando, al contrario que Yugoslavia, no pertenecían ni habían pertenecido nunca a tal organización. Por eso, a pesar de la convergencia que se había producido durante los últimos años, la especial relación con la URSS generó en Yugoslavia unas dinámicas algo distintas. En primer lugar, el hecho de no haber pertenecido nunca al Pacto de Varsovia haría que la decisión de la URSS de 1985 de no intervenir en los procesos internos de las democracias populares –la conocida Doctrina Sinatra– tendría el efecto contrario en Yugoslavia, puesto que mientras que para Europa Central y Oriental supuso el fin de la dominación soviética, para Yugoslavia supuso el fin de la amenaza soviética, que había contribuido a forjar el 1 Estrin explica que ante la amenaza que suponía el avance de la economía para la conservación de la autoridad, Tito detuvo personalmente la liberalización de la economía para reintroducir medidas de control político de la economía, por lo que, a pesar de no ser formalmente una economía planificada, desde entonces, Yugoslavia se encontraba más cerca de este modelo que en las décadas anteriores. Y por su parte, las economías planificadas de Europa Central y Oriental, habían comenzado una apertura económica desde los años setenta que les había hecho converger con el modelo yugoslavo; en Estrin, S. 1983. Self-Management: Economic Theory and Yugoslav Practice. Cambridge University Press. 87 Antonio Moneo Laín lema de la hermandad y la unidad. Acaso Rumanía sería el otro único ejemplo que se vería dominado por una situación similar. La omnipresencia soviética sobre de las democracias populares facilitó la aparición de un sentimiento antirruso en muchos de estos países que sirvió como elemento aglutinador para la clase política y la sociedad (Kuran, 1991). Así, la transición a la democracia fue también una redefinición geopolítica importante cuyo objetivo era volver a Europa. En el caso de Yugoslavia, la desintegración de la URSS puso fin a su «otro» imaginario que había servido siempre como elemento aglutinador del nacionalismo yugoslavo y del movimiento partisano. Nadie más, aparte de la URSS, había amenazado la integridad territorial y la independencia política de Yugoslavia desde 1948 y, por eso, con la desaparición de la URSS, se desvanecieron las posibilidades de una invasión soviética y, por lo tanto, la necesidad de mantener una unidad entre los pueblos yugoslavos. Aun es más, un similar sentimiento de rechazo hacia el comunismo se iría abriendo paso en Yugoslavia de manera similar a lo que estaba ocurriendo en Europa Central y Oriental, pero mientras en los otros países Moscú era el objeto de las críticas, en el caso yugoslavo era Belgrado a quien se le atribuyó la responsabilidad de las atrocidades del comunismo (Jović, 2009). En tercer lugar, el comunismo profesado por Tito gozaba de una legitimidad que no había conseguido en otras partes. La liberalización política y cultural del régimen yugoslavo fue todavía mayor que en las décadas anteriores (Vladisavljević, 2008) y, además, el comunismo yugoslavo tenía un carácter autóctono del que carecía en otros lugares. La presencia soviética en el resto de países de Europa Central y Oriental facilitó la identificación del comunismo con «lo ruso» y, de la misma manera que se rechazó la herencia soviética, se rechazó el comunismo. En Yugoslavia, el comunismo no representaba a la URSS ni la dominación rusa, sino una ideología gestada y desarrollada desde dentro que, por otro lado, le había permitido a Yugoslavia experimentar un crecimiento económico más temprano y más dinámico que el de los otros países centroeuropeos. A principios de la década de los ochenta, igual que en otros sitios, en Yugoslavia se produjeron muchas movilizaciones populares que no siempre traspasaron la frontera de lo estrictamente laboral, habida excepción de la revuelta de Kosovo de 1981, al contrario de lo que estaba ocurriendo en otros sitios como Polonia (Vladisavljević, 2010). Finalmente, como Estado federal y plurinacional que era, en Yugoslavia, como en la URSS y Checoslovaquia, además del debate económico y político se produjo una tensión regional que contribuyó a la fragmentación regional del régimen y del Estado. Sin embargo, en Yugoslavia, el factor regional se había visto especialmente reforzado desde la introducción de la Constitución de 1974, que había fortalecido enormemente el papel de los líderes regionales en la Federación yugoslava a los líderes regionales a aprobar determinadas medidas por consenso. 88 Balkania El principal legado de esta coyuntura fue la transformación de la política en Yugoslavia tanto a nivel de sus actores, como de sus discursos y sus estrategias para conquistar el poder que, refugiándose en los mensajes nacionalistas, comenzaron a hacer de las movilizaciones populares su principal herramienta. Durante esta coyuntura se abre el camino a la desintegración de manera explícita a partir de 1988, cuando la pugna entre unos y otros líderes llega a sus máximos niveles. En primer lugar, la llegada de una nueva generación de políticos nacida en la época de la Segunda Guerra Mundial, pero que no habían participado en ella, influyó decisivamente en el abandono del discurso yugoslavista tradicional del titismo. En el contexto de la crisis económica galopante de los años ochenta y del final de la Guerra Fría, este cambio de actores y discurso se produce en un momento de una gran agitación social, de manera que, progresivamente, la política deja de ser una política de élites para convertirse en una política de masas en lo que primaría la movilización popular constante a favor de una u otra causa (Vladisavljević, 2010). Dentro de este contexto se genera uno de los rasgos más característicos de la política yugoslava de finales de la década de los ochenta y noventa, que es la restitución, o revitalización2, como lo llama Ramet, de mitos hasta entonces denostados, como la simbología chetnik y religioso-ortodoxa. Gráfico 1. La coyuntura de 1986 Fuente: Elaboración propia. Para Ramet, la «revitalización» se define como «un esfuerzo deliberado, organizado y consciente de unos miembros de una sociedad por construir una cultura más satisfactoria». Ramet distingue dos pilares en este proceso. Por una parte, desde el ámbito histórico, cultural y filosófico destaca el papel del intelectual Dobrica Cosic; y por otra, desde la dimensión ejecutora, pone a Milošević como el principal responsable del desarrollo de este esfuerzo. Ramet, S. P., ‘Research Team 2 the Dissolution of Yugoslavia’, sla.purdue.edu, 2000), 1-80. p. 56. 2 89 Antonio Moneo Laín Antecedentes: las crisis del petróleo y el fin de la Guerra Fría La segunda crisis del petróleo La década de 1970 fue la etapa económicamente más próspera para Yugoslavia de toda su historia. Las reformas económicas de 1965, aunque parcialmente infructuosas en un principio y parcialmente corregidas en 1972, inauguraron una década de crecimiento económico sostenido que elevaron la renta per cápita de los 39 dólares a los 150 dólares en menos de diez años. Gran parte de este crecimiento podría explicarse por los programas de industrialización y de apertura al turismo y al comercio internacional que el régimen puso en marcha en la década anterior, pero también tuvo mucho que ver con los créditos proporcionados por el Fondo Monetario Internacional, la OCDE, la CEE y la propia Administración norteamericana a lo largo de esa década. Tan solo entre 1978 y 1988 la deuda de Yugoslavia con el extranjero se duplicó, pasando de 11.832 millones de dólares a 21.961 millones en 1987.3 Mezclado el aumento de la deuda con sucesivas depreciaciones del dinar, el peso de la deuda externa se iría haciendo cada vez más difícil de soportar. Después de 1979, el contexto cambió radicalmente.4 Otros países de la Europa Central y Oriental, como Polonia, Hungría y Rumanía, habían comenzado también en la década de los setenta una política de industrialización masiva y liberalización económica cuyas consecuencias serían determinantes para Yugoslavia. La segunda crisis del petróleo se propagó por Europa Central y Oriental con rapidez. Polonia fue el primer país de la región en demostrar su incapacidad de hacer frente a la deuda contraída con el FMI.5 El temor al impago de la deuda en Polonia llevó al FMI a endurecer las condiciones para reestructurar las correspondientes deudas, que pasó a diseñar las denominadas “estrategias de choque”, y a los bancos privados que estaban prestando el dinero a tratar de retirar sus activos de estas economías en la medida de lo posible (Tyson, 1986:260). La crisis yugoslava siguió un esquema similar a las de Polonia, Hungría y Rumanía, pero fue algo más tardía.6 Tras la reexaminación de la crisis en Polonia y México, Grupković, Jugoslavija 1918-1988: Statistički Godišnjak. p. 147. Sobre las estrategias de Yugoslavia en ambas crisis pueden revisarse los artículos de Balassa y Boughton. Balassa, B., 1986. “Policy Responses to Exogenous Shocks in Developing Countries”, The American Economic Review, 76), 75-78.; Boughton, J. 2001. “The Crisis Erupts”. Silent Revolution. The International Monetary Fund, 1979–1989. Washington: Internacional Monetary Fund. 5 Paradójicamente, aunque Polonia no formaba parte del FMI, había suscrito un acuerdo en 1979 que le permitía acceder a créditos de manera similar a otros países miembros. 6 Boughton describe la secuencia internacional de la crisis y vincula los acontecimientos en Europa Central y Oriental con las crisis económicas en Latinoamérica y con la crisis en el resto de países en vías de desarrollo. El problema, explica Boughton, era que en 1980 Polonia se encontraba ya con una deuda acumulada 3 4 90 Balkania que se había mostrado igualmente incapaz de hacer frente a su deuda, las instituciones financieras internacionales cuestionaran la capacidad de Yugoslavia para responder a sus compromisos crediticios y le impidieron volver a reestructurar su deuda internacional.7 Aunque para otros, estas restricciones tuvieron más que ver con la propia capacid ad de los acreedores e instituciones financieras internacionales de seguir financiando la deuda yugoslava después de haber invertido gran parte de sus recursos en la estabilización polaca y mexicana (Brought 2001:571). Sin embargo, la crisis yugoslava tuvo mucho que ver con su propia estructura económica y política. A las crisis del petróleo se le podría achacar en todo caso el aumento de los precios del petróleo y la complejización del contexto internacional, pero la situación de Yugoslavia a principios de la década de 1980 tuvo también mucho que ver con la política económica que el régimen había seguido desde finales de los setenta: al fin y al cabo, el recurso a los créditos internacionales, la depreciación del dinar y la política migratoria8, que fueron las tres herramientas principales de la política económica del régimen durante los sesenta, explican que Yugoslavia se encontrara en 1980 profundamente endeudada, con altas tasas de inflación y con una tasa de desempleo superior al 15 por ciento. Reagan y Gorbachov. El final de la Guerra Fría Además de las dos crisis del petróleo, el contexto internacional, y especialmente el de Europa Central y Oriental, cambió drásticamente a principios de los ochenta con la Presidencia de Reagan y la llegada de Gorbachov al poder en la URSS en 1985. de unos 25.000 millones de dólares a la que no podía hacer frente y que estaba financiada por otros gobiernos y hasta unos 500 bancos comerciales de todo el mundo. En marzo de 1981, tras los primeros síntomas de la imposibilidad de Polonia de hacer frente a los pagos pendientes, trató de llegar a un nuevo acuerdo con el FMI para reestructurar su deuda que debió posponerse por la declaración de la Ley marcial impuesta por Jaruzelski en 1981. El miedo de los acreedores extranjeros condicionó, para Boughton, la política sobre Rumanía y Hungría, puesto que los acreedores actuaron de manera similar, retirando todo lo rápido que fue posible sus prestamos de estos países. Boughton, J. M. 2001. “Revolutions in Managing International Debt”, Silent Revolution: The International Monetary Fund, 1979-1989 (Washington D.C.: International Monetary Fund,). 7 Esta es la posición de Balassa, 2001 8 La emigración laboral de Yugoslavia se dirigió principalmente a la República Federal Alemana. El fenómenos de la migración laboral se suele resumir con la palabra germana gastarbeiter –persona invitada a una comida o cena- porque, en un principio, era una migración temporal. Baučić, cifraba el número total de emigrantes yugoslavos en 660.000, de los cuales 436.000 residían en la RFA. Aunque muchos de ellos permanecieron en Alemania después incluso de las crisis del petróleo, otros muchos volvieron a Yugoslavia a lo largo de los años setenta. Baučić, I., 1972. The Effects of Emigration from Yugoslavia and the Problems of Returning Emigrant Workers (The Hague: Martinus Nijhoff, 1972); en Northwestern University School of Law & Business, p. 181. 91 Antonio Moneo Laín La doctrina Reagan supuso un cambio sustancial en la política exterior de EE UU hacia la URSS porque definió como objetivo prioritario desestabilizar a los países comunistas desde el interior, aumentando la propaganda americana a través de la denuncia de la violación de los derechos humanos en los países comunistas.9 Sobre Europa del Este concretamente, la doctrina Reagan apostó por una diferenciación entre los países que mostraran una clara voluntad de independizarse de la URSS de los que no. Sin embargo, en la misma Directiva 75 en la que se definió la estrategia estadounidense sobre Europa del Este Yugoslavia continuó recibiendo un trato diferenciado y acorde con la tradicional posición americana de «apoyar la independencia política, la integridad territorial y la unidad nacional de Yugoslavia».10 En marzo de 1984, en la Directiva Nacional de Seguridad número 133 centrada en la política exterior americana hacia Yugoslavia se especificó en qué consistiría la nueva estrategia americana. Dado que EE UU había apostado por un endurecimiento de la actitud hacia la URSS, era fundamental que Yugoslavia siguiera siendo capaz de contrarrestar la influencia soviética en Europa del Este11, y para ello la Directiva definió tres mecanismos: «El aumento de las relaciones comerciales con Yugoslavia y la cooperación con otras potencias industriales para solucionar los problemas financieros de Yugoslavia. El incremento de las visitas oficiales de Estado para garantizar la independencia política de Yugoslavia y tratar de fomentar un rol más moderado en el seno del Movimiento de No Alineados. El incremento de la transferencia de armamento con EE UU, pero también a través de los países de Europa Occidental, para asegurar la independencia militar de Yugoslavia».12 En la URSS, el inicio de la llegada de Gorbachov y el inicio de la Perestroika supusieron un cambio profundo en el escenario europeo e internacional. En lo económi9 La doctrina Reagan se materializó en la Directiva Nacional de Seguridad número 75 y decía expresamente «La política de EEUU hacia la URSS consistirá en tres elementos: la resistencia externa al imperialismo soviético, la presión interna sobre la Unión Soviética para limitar los recursos del imperialismo soviético y las negociaciones para eliminar, sobre la base de una estricta reciprocidad, desacuerdos» NSC, “National Security Directive Decision 75: Us Relations with the USSR”. 10 “Los EEUU apoyarán la independencia, la integridad territorial y la unidad nacional de Yugoslavia. Las actuales dificultades de Yugoslavia para hacer frente a su deuda han aumentado su vulnerabilidad a la presión soviética. El gobierno yugoslavo, consciente de esta vulnerabilidad quiere reducir su dependencia comercial de la Unión Soviética. Está en nuestro interés impedir el deterioro de la situación económica de Yugoslavia que pueda debilitar su capacidad para resistir a la presión soviética” Ibídem. p. 5 11 NSC, “National Security Decision Directive 133. United States Policy toward Yugoslavia”. http://www. fas.org/irp/offdocs/nsdd/nsdd-133.htm. 12 Ibídem. 92 Balkania co, la Perestroika fue una revolución por las reformas económicas que implicaba, y porque en el fondo suponía un reconocimiento explícito de la crisis del sistema soviético. En lo político, la reestructuración y la racionalización económica requerían una mayor transparencia –glasnost– en el funcionamiento del sistema que suponía, en definitiva, desmontar las redes corruptas del sistema y el desplazamiento de aquellos que las manejaban. Por eso, a pesar de que el diagnóstico de Gorbachov sobre la situación económica de la URSS fuera rápido, sus reformas se encontraron en repetidas ocasiones con la oposición de otros miembros y facciones del régimen soviético. En lo militar, la Perestroika también tuvo unas consecuencias directas, aunque el fracaso en la renovación del acuerdo SALT II en 198613 y el mantenimiento del esfuerzo soviético en Afganistán hicieran ver que el cambio de doctrina sería más complicado de implementar.14 En lo que se refiere a la actitud de la URSS sobre Europa del Este, Tusell distinguió dos periodos diferenciados entre 1985 y 1989. Durante el primero la URSS permaneció inmóvil a los cambios y estallidos revolucionarios en Europa del Este, y en el segundo, a partir de 1988, Gorbachov concentró toda su atención en las relaciones con EE UU, ignorando por completo los acontecimientos y dinámicas en las democracias populares (Tussell, 2001). Para Yugoslavia, la Perestroika tuvo también algunas consecuencias directas e indirectas para Yugoslavia, si bien distintas a las que tuvo sobre Europa Central y Oriental. Por un lado, el fin de la Doctrina Brezhnev y la pasividad de la URSS ante las revueltas en Polonia y Checoslovaquia dejarían claro que no había razones para pensar que bajo ninguna circunstancia intervendría militarmente en Yugoslavia, lo que suponía el fin de una amenaza que llevaba en pie desde 1948 y que había servido como una de las claves del nacionalismo yugoslavo (Ramet, 2006:185). El cambio de contexto y de periodo quedó todavía más claro cuando Gorbachov quiso revisar los acuerdos de Belgrado (1955) y de Moscú (1956) que habían definido las relaciones diplomáticas entre los dos Estados durante los últimos treinta años. Para Yugoslavia, sin embargo, la desaparición de la amenaza militar y la revisión de estos acuerdos suponía una amenaza clara porque, de cara al interior, sería más complicado seguir justificando su discurso –que tan útil se había mostrado en 1968–, y de cara al exterior porque cuestionaba completamente su posición geopolítica en Europa. Con motivo de la guerra en Afganistán, en 1986 EEUU decidió suspender de forma unilateral la renovación del acuerdo SALT II. 14 Una descripción interesante sobre la capacidad de Gorbachov para realizar los cambios que quería la refleja Kalinovsky en su análisis de la retirada soviética de Afganistán en 1989. Kalinovsky argumenta que, a pesar de que Grobachov se mostró desde muy pronto convencido de la necesidad de retirarse de Afganistán, la persistencia de algunos miembros del politburó hizo imposible que la retirada se planteara como una verdadera posibilidad hasta 1987. Aún así, el ejército soviético no se retiró hasta 1989. 13 93 Antonio Moneo Laín Si la amenaza soviética ya no existía, ¿seguiría siendo necesario que EE UU apoyara la independencia de Yugoslavia? ¿Independencia de quién, si parecía que la URSS no iba a intervenir en los asuntos internos de las democracias populares? Al contrario que en otros casos, además, la intensificación de los intercambios comerciales entre la URSS y Yugoslavia que se había producido durante la década de los setenta hacía de la crisis soviética y sus ansias de reestructuración una nueva fuente de preocupaciones. En 1985, el peor año de la crisis económica en Yugoslavia, un 31,8 por ciento de las exportaciones de Yugoslavia eran adquiridas por la URSS, y alrededor del 11 por ciento de las importaciones provenían de ese Estado, y, por lo tanto, la posibilidad de que la URSS dejara de ser capaz de comprar productos yugoslavos suponía una verdadera amenaza para una economía como la yugoslava. El cambio de contexto en Europa estuvo enormemente dominado por la retracción de la URSS, pero cabría considerar, aunque sea de manera muy puntual, el proceso de construcción europea como un tercer elemento que alteraría también el cálculo de oportunidades de los líderes yugoslavos y el resto de democracias populares. La firma del Acta Única Europea (1987) supuso un auténtico estímulo para el proceso de construcción europea, que firmaría solo cinco años más tarde el Tratado de la Unión Europea en Maastricht (1992) y que alimentaría la perspectiva europea de las democracias populares. Sin embargo, la perspectiva europea era algo germinal a mediados de los años ochenta, puesto que aunque la URSS estaba efectivamente concediendo mayor libertad y autonomía a las democracias populares, no estaba del todo claro que fuera a ser posible una total independencia y un cambio de alianzas a favor de Europa. Fracturas políticas y territoriales Con la muerte de Tito (1980) y de los principales dirigentes que habían liderado Yugoslavia durante la Segunda Guerra Mundial15 se produjo un cambio generacional completo en Yugoslavia cuyas consecuencias se dejarían ver con toda claridad a partir de 1983. El relevo generacional había comenzado durante las crisis de 1968 y 1971, en el IX y X Congreso de la LCY, cuando se produjo una importante purga de aquellos líderes relacionados con las facciones más liberales y más nacionalistas del régimen. Después de la purga, Tito apostó por un modelo político basado en el consenso entre los líderes regionales que permitiera regular el problema de su sucesión asegurando que el pilar interior de la hermandad y la unidad se mantuviera, es decir, que ninguna República pudiera imponerse a las demás. La fórmula de la sucesión, institucionalizada en la Constitución de 1974, otorgó una similar cuota de poder a todas las entidades federales en la Jefatura del Estado al crear una Presidencia colectiva y rotatoria que ase15 Kardelj murió en 1979, Tito en 1980, Bakarić en 1983. 94 Balkania guraría el consenso y la representación igualitaria de todas las nacionalidades. Sin embargo, a pesar de todo el poder que esta fórmula había depositado en los líderes regionales, Tito había sustituido a aquellos líderes que no representaban el proyecto originario de 1948 por una nueva generación desposeída de las viejas rencillas nacionalistas, plenamente identificadas con la idea de Yugoslavia, contraria a una liberalización de la economía y más fiel a los principios del marxismo (Cohen, 1990). Los resultados de la reforma de 1974 parecieron funcionar y durante los últimos años de Tito el clima político pareció relajarse y el crecimiento económico se aceleró y generó un aumento considerable de las condiciones de vida del ciudadano medio. Para los especialistas sobre Yugoslavia, durante los primeros momentos después de la muerte de Tito la fórmula de 1974 parecía estar dando buenos resultados16 y el consenso en el interior régimen parecía mantenerse intacto. Tras la muerte de Tito, las medidas del gobierno encabezado por Veselin Djuranović demostraban que nada iba a cambiar en Yugoslavia: ni el diseño de sus fronteras interiores, ni su sistema económico, ni su sistema político. Y así se vio ante las primeras protestas tras la desaparición de Tito en Kosovo (1981) cuando, por ejemplo, el régimen envió al ejército para reprimir a los manifestantes y sustituyó a los principales líderes de la provincia dejando claro que no permitiría ninguna amenaza a la integridad territorial de Yugoslavia (Vladisavljević, 2010). En lo económico, el régimen siguió apostando por la tradicional descentralización. Kraigher afirmó que aunque el mercado yugoslavo estaba fragmentado, la centralización de la Federación no era aconsejable y que la autogestión era la mejor solución para la cuestión nacional y el socialismo.17 Políticamente, el régimen se mostró implacable ante las crecientes demandas de liberalización política e incrementó la presión sobre los intelectuales para acallar sus críticas (Burg, 1986). Sin embargo, la estabilidad del régimen no tardaría mucho en quebrarse. El XII Congreso de la LCY dejó ver que ese consenso se reducía en todo caso a la identificación de los problemas que asolaban a Yugoslavia, pero no sobre la forma de solucionarlos, y a raíz de la represión de las protestas en Kosovo, los líderes de Vojvodina comenzaron a temer que Belgrado quisiera aprovechar la situación para reducir su autonomía.18 Más explícito fue el desacuerdo en torno a la cuestión económica, puesto que la crisis era un Burg decía en 1983 que el sistema estaba dando buenos resultados. Burg, S., L. 1983. Conflict and Cohesion in Socialist Yugoslavia. Political Decision Making since 1966. Princeton University Press. p. 5. 17 Jović recoge fragmentos de sus conversaciones con Kraigher extraídos literalmente de sus entrevistas. Jović, D. 2009. Yugoslavia: A State That Withered Away. West Lafayette, Indiana, US : Purdue University Press, 2009 (monografija). p. 160. 18 Aparentemente, la sesión del Comité Central de la LCS estuvo dominada por una atmósfera de tensión y desconfianza entre las facciones más conservadoras y las procedentes de Vojvodina. Ibídem (Burg. 1983: 181), tomado de NIN, 3 de enero de 1982, p.24. 16 95 Antonio Moneo Laín problema que afectaba de manera más generalizada a toda Yugoslavia y no solo a una región, y que requería una respuesta rápida, radical y estructural. El plan de estabilización macroeconómica elaborado por la Comisión Krajger fue adoptado como programa político del Partido en el XII Congreso, poniendo de manifiesto la momentánea recuperación del poder del ala más liberal del Partido. Sin embargo, la implementación de las reformas no daría los resultados esperados y renovaría las reticencias de los sectores más inmovilistas en el XIII Congreso de la LCY en 1986. A pesar de que el diagnóstico de Krajger fue compartido por todo el régimen, los resultados económicos no avalaban en ningún caso la política del gobierno de Planinc, de manera que, a medida que la crisis avanzaba, las fisuras del régimen se fueron acrecentando. Pero ya no solo entre las distintas facciones, sino también del régimen con la sociedad. Tanto Ramet como Burg coinciden al identificar una fractura política e ideológica en la élite, surgida a raíz de la crisis económica. En el centro del debate se encontraban dos cuestiones: hasta qué punto era conveniente liberalizar el mercado y hasta qué punto era la descentralización conveniente para un buen funcionamiento del sistema. En lo que hace referencia a la primera fractura, la división estaba clara entre aquellos que como Krajger o Planinc defendían que Yugoslavia debía acomodarse a las exigencias del FMI y liberalizar más la economía para poder superar la crisis, y aquellos que se oponían a someter a Yugoslavia a las demandas de los mercados internacionales. En lo que hace referencia a la descentralización, para algunos la solución a la crisis sería solo posible recentralizando las instituciones económicas y políticas como forma de incrementar la coordinación en la implementación de las reformas, mientras que para otros la solución pasaba por conservar e incluso incrementar la autonomía y la independencia de las repúblicas. La tensión se haría patente ante las primeras señales de estancamiento económico en Croacia y el cuestionamiento de la viabilidad del Fondo de Compensación Interterritorial.19 La fractura política: reformistas y conservadores El debate en torno a la liberalización del mercado no era nuevo en Yugoslavia, y ya se había manifestado anteriormente, pero durante la década de los ochenta esta brecha se hizo más evidente a medida que empeoraba la situación económica (Burg, 1986). El Fondo Federal para el Desarrollo Económico de las Repúblicas y Provincias Autónomas Subdesarrolladas (Sredstva Fonda Federacije za Kreditiranje Razvoja Privredno Nedovoljno Razvijenih Republika i Autonomnih Pokrajina) fue acordado en 1964, aprobado por ley en 1965 y puesto en marcha a partir de 1966. Hasta 1970 sin embargo, la aportación de capital al fondo se hacía desde el presupuesto general de la Federación. A partir de 1970 fueron las repúblicas las que deberían financiar el Fondo, teniendo en cuenta eso sí su nivel de ingresos. 19 96 Balkania El empeoramiento de la crisis en toda Europa del Este, y sobre todo después de la crisis en Polonia, obligó al FMI a reconsiderar la reestructuración de la deuda de algunos países, entre ellos Yugoslavia. Aunque el FMI concediera a Yugoslavia una nueva moratoria de pagos en 1981 para un periodo de tres años (hasta 1983), valorado en 1.900 millones de dólares americanos, el FMI exigió la restricción del gasto público y el control de la tasa de cambio como forma de controlar la creciente inflación. Sin embargo, en Yugoslavia no todas las facciones estaban dispuestas a aceptar la implementación de unas medidas orientadas a transformar la economía yugoslava en una verdadera economía de mercado que, probablemente, acarrearía el fin de muchos de los privilegios de las élites económicas regionales que se habían desarrollado con la profundización de la autogestión. Además, la agresividad de las reformas implicaba que probablemente solo en el largo plazo pudieran ser visibles los resultados de estas políticas, por lo que en un momento de crisis y cambio como el de principios de la década de los ochenta, sería difícil para cualquier líder sostener una reforma que iba a empobrecer aún más a los ciudadanos yugoslavos (Boughton, 2001). La crisis económica redujo en menos de cinco años (1979-1984) el 80 por ciento del poder adquisitivo de los yugoslavos20, mientras el gobierno daba muestras de su incapacidad para poner en práctica sus reformas. La situación se hizo evidente en el XII Congreso de la LCY (junio de 1982), celebrado un mes después de la llegada de Milka Planinc al gobierno. Allí quedó claro que era necesario introducir reformas en la economía, pero que «nadie estaba dispuesto a implementar» (Jović, 2009:155). La fractura territorial: el distanciamiento norte-sur Otra de las fracturas más evidentes en esta época fue la que se produjo de nuevo entre federalistas y confederalistas, aunque en este caso se presentó además como una fractura entre regiones y entre repúblicas. Como consecuencia de la reforma económica planeada en los sesenta y de la reforma constitucional de 197421, las repúblicas habían conseguido una mayor autonomía económica para administrar sus propios asuntos. Las medidas trataron de incentivar el desarrollo económico de Yugoslavia, pero, aunque lo hicieran, sus resultados fueron algo distintos de lo esperado porque, al menos en términos de renta, la distancia entre las repúblicas aumentó hasta niveles desconocidos. 20 Medido en “capacidad de poder adquisitivo”, la renta per capita de los yugoslavos había descendido desde los 102,9$ en 1979, a los 28,7$ en 1983. Después de 1983, la economía yugoslava resurgió temporalmente hasta los 42,8$ per capita en 1985, para volver a descender hasta los 28,5$ en 1986. 21 Se toma como referencia la constitución de 1974 aunque muchas de las cláusulas que contiene habían sido aprobadas ya entre 1968 y 1971. 97 Antonio Moneo Laín La fractura territorial había comenzado a sentirse en 1964. Fue entonces, al menos, cuando el asunto de la cohesión territorial se identificó como un problema y, para tratar de solucionarlo, se creó un Fondo de Cohesión Territorial (FADURK) que reservaría fondos para dinamizar las regiones más desfavorecidas. Entre 1966 y 1970 el Fondo se financió solo desde el presupuesto federal, pero, a partir de 1970, la financiación comenzó a correr a cargo de las distintas repúblicas, que aportarían un porcentaje proporcional a su producto interior bruto. Finalmente, el despegue económico de Yugoslavia se produjo, pero con él aumentó todavía más el distanciamiento entre las regiones más dinámicas y las más atrasadas, de manera que en 1988 la renta eslovena prácticamente duplicaba a la de Kosovo o la de Macedonia, cuya renta se situaba en torno al 66 por ciento de la renta media nacional. El progresivo distanciamiento entre las regiones de Yugoslavia tuvo que ver con varios factores, pero la influencia de los créditos internacionales sobre el desigual desarrollo de las distintas repúblicas no debería menospreciarse. Entre las reformas que se habían adoptado a principio de los setenta se incluyeron algunas que permitían a las repúblicas administrar sus propios bancos nacionales y acceder de manera independiente a créditos internacionales. Una muestra clara de ese desigual endeudamiento entre las repúblicas haría que a principios de 1980 Croacia fuera la primera República en reconocer las dificultades financieras en 1982. Según relata Jović, el político croata Jure Bilić en la sesión del Comité Central de la LCY en octubre de 1982 declaró: «Si el resto de las repúblicas no ayudan a Croacia, no conseguirá salir de la presente crisis económica […] y se verá obligada a recurrir a nuevos créditos para evitar la posibilidad de un estancamiento económico total» (Jović, 2009:155). 98 Balkania Gráfico 2. Crecimiento comparado de las repúblicas Fuente: Grupković, Dragutin, Statisticki Godisnjak. Con el avance de la crisis económica, el distanciamiento entre unas y otras regiones se transformaría también en una cuestión política porque, dados los malos resultados obtenidos hasta el momento, no quedaba claro si una mayor descentralización podría contribuir a resolver el problema o si, por el contrario, se debían centralizar más los recursos para distribuirlos en función de las necesidades de la Federación. Las posiciones comenzaron a quedar claras a finales de 1978 cuando Eslovenia y Croacia comenzaron a plantear la posibilidad de reformar la estructura del FADURK para intentar dejar solo a Kosovo como potencial receptor de ayuda económica (Ramet, 2006:277) dejando fuera, por tanto, a Macedonia y Bosnia y Herzegovina, principalmente. Legados: la etnomovilización El legado más claro de esta coyuntura fue la aparición de una nueva forma de hacer política basada en el recurso continuo de mensajes populistas de corte nacionalista y a la movilización de las masas que algunos han venido a denominar como «etnomovilización» (Abazović, 2007). 99 Antonio Moneo Laín Para poder explicar el surgimiento de la etnomovilización en Yugoslavia, conviene recordar las dos principales ideas sobre las que se asentaba la yugoslava: la resistencia contra el invasor, es decir, la URSS durante toda la Guerra Fría, y la autonomía de los pueblos yugoslavos. En la década de los ochenta, ambos elementos sufrieron una importante transformación. En el contexto internacional, la llegada de Gorbachov a la Secretaría General del PCUS puso fin a la Doctrina Brezhnev y, con ella, la supuesta amenaza soviética sobre Yugoslavia, que había forjado el primer pilar de la idea yugoslava. Paralelamente, en Europa Occidental se estaba produciendo una aceleración del proceso de construcción europeo, especialmente desde 1987, tras la firma del Acta Única Europea22, que contribuiría decisivamente a la aparición de la perspectiva europea en el este europeo y a una intensificación de las manifestaciones para derrocar a los regímenes comunistas. En el interior, el agravamiento de la crisis favoreció la movilización popular y facilitó la aparición de un nuevo discurso político nacionalista, mesiánico y cortoplacista, cuyo máximo exponente sería Milošević, cuya propuesta básica se centró en la condena del sistema gestado en 1974 y en la recuperación del orden político anterior a la Constitución promulgada en ese año. La etnomovilización podría entenderse como un tipo específico de movilización popular basado en un discurso étnico. Dentro de la definición hay que diferenciar el hecho de la movilización de la motivación que la estructura, puesto que puede haber movilización sin motivación étnica, y puede haber diferenciación étnica sin movilización. Por lo tanto, al hablar de etnomovilización es necesario decir que para que esta se produzca debe existir un clima de movilización social que explique que la sociedad esté dispuesta a salir de manera masiva a la calle y que los líderes políticos acepten que esa es la forma de hacer política. A lo anterior hay que añadir que la etnomovilización es una movilización basada en un discurso étnico y mesiánico cuya estructura básica se centra en culpar a otros colectivos sociales por la mala situación dentro de un contexto postotalitario: «La etnomovilización es un proceso (emocional, cultural y político) de homogeneización social sobre la base de la diferenciación étnica. Su intensidad depende de la aparición de un líder político o de una élite (partidos políticos), líderes religiosos e intelectuales y su pro22 El Acta Única Europea supuso un paso fundamental en el proceso de construcción europea porque, además de que unificaba muchos de los tratados y acuerdos europeos firmados hasta la fecha, estaba concebido como la antesala del Tratado de la Unión Europea firmado en 1992 en Maastricht. El AUE entró en vigor el 1 de julio de 1987 y supuso un paso importante para salir del estancamiento en la construcción comunitaria. Entre sus principales objetivos cabe destacar la intención de construir un verdadero mercado interior y único, definido como un espacio sin fronteras interiores en el que estuviera garantizada la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales. 100 Balkania pagación a través de los medios y de las comunidades religiosas y se centra en la evocación de experiencias colectivas traumáticas tanto del presente como del pasado. Esto conduce al progresivo aislamiento recíproco de los otros grupos étnicos, a quienes se pasa a percibir como enemigos» (Baltić, 2007) En líneas generales, la aparición y la generalización de la etnomovilización favorecieron que la política se realizara fuera de las instituciones cada vez con mayor frecuencia. Ejemplos de ello son las protestas en Kosovo de 1986 que Milošević se encargó de sofocar, la campaña de la radiotelevisión serbia por enmarcar al residente esloveno Kučan como un secesionista, las revoluciones en Vojvodina y Montenegro (1988) y las manifestaciones en Belgrado para presionar al Parlamento Federal para que enviara al ejército a Kosovo (1988).23 Todos estos ejemplos fueron convirtiendo la etnomovilización en un fenómeno cotidiano y generalizado que poco a poco se iría reproduciendo en las demás repúblicas yugoslavas en forma de discursos cada vez más xenófobos que harían posible, tiempo más tarde, la conversión del enfrentamiento bélico. La generalización de la etnomovilización o la movilización masiva basada en principios nacionalistas podría explicarse como el producto de la combinación de una situación de movilización popular previa con la aparición de un líder o una élite que aprovecha la inercia de la agitación social para llevar a cabo su propio programa. Tabla 1. Número de huelgas y participantes en Serbia entre 1980 y 1988 Año 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 Número de manifestaciones 253 216 174 336 393 696 851 1.685 1.851 Número de manifestantes 13.504 13.507 10.997 21.776 29.031 60.062 88.860 288.686 386.123 Fuente: Vladisavljević (2008) Serbia’s Antibureaucratic Revolution: Milošević, the Fall of Communism and Nationalist Mobilization p.112. 23 Para un análisis en detalle de la secuencia y forma de estas protestas ver Silber and Little. 1996. The Death of Yugoslavia. BBC Children’s Books. 101 Antonio Moneo Laín En Yugoslavia, la generalización de la etnomovilización podría situarse de manera simbólica entre 1985 y 1986, cuando se filtró a la prensa el Memorándum de la Academia de Ciencias y de las Artes de Serbia (SANU)24 y se produjo la visita de Milošević a Kosovo para escuchar las demandas de la población serbia. Por un lado, aunque desde el inicio de la década se habían producido numerosas manifestaciones y algunos enfrentamientos de corte nacionalista y étnico entre serbios y albaneses en Kosovo principalmente (1981)25, las protestas, aunque numerosas, no estaban todavía conectadas entre sí (Vladisavljević, 2008:5). Y, por otro, aunque pueda cuestionarse si Milošević fue causa o consecuencia de la degradación política en Yugoslavia, a partir de 1986 las protestas adquirieron un tono y un vigor especial que se debió en gran medida a la figura de este. La tabla 1 muestra el número de manifestaciones en Serbia durante la década de los ochenta y la clara diferencia que se produce a partir de 1986. Volviendo a los dos factores que generaron la aparición y generalización de la etnomovilización, habría que decir que, en primer lugar, la publicación del Memorándum de la SANU supuso un revés para los esfuerzos del régimen de ocultar o mantener a raya las reivindicaciones nacionalistas serbias. Aunque su publicación se produjo como una consecuencia de una filtración a la prensa cuando todavía no estaba finalizado, su publicación en los periódicos contribuyó definitivamente a enmarcar la situación en Kosovo como un enfrentamiento étnico entre serbios y albaneses. La Academia de Ciencias de Serbia se esforzó después por demostrar que la filtración había sido algo involuntario, que la segunda parte del texto –en la que se hacía una denuncia sobre la situación de la población serbia en Kosovo– no estaba consensuada y no representaba la opinión de todos los académicos y que, al contrario de lo que se piensa, ese Memorándum nunca había perseguido la intención de convertirse en un programa político para Milošević.26 Pero, aun así, en 1986 el texto fue publicado, reproducido y vendido a un ritmo vertiginoso, extendiendo frases como: «La persistente persecución y expulsión de muchos serbios de Kosovo es un ejemplo drástico que muestra que esos principios que protegen la autonomía de una minoría (los al- Srpska Akademija Nauke i Umetnosti. En 1981 estalló una revuelta en Kosovo entre la comunidad albanesa y serbia con motivo del asesinato de varias personas de nacionalidad serbia. El ejéricto yugoslavo intervino para sofocar la rebelión pero las revueltas y el clima de desconfianza continuó aumentando. La política yugoslava cambió radicalmente cuando en 1986 Milošević acudió a Kosovo a intervenir en un nuevo conflicto y, en vez de interponerse entre ambas comunidades prometió públicamente a la comunidad serbia que “nunca más nadie volvería a hacerles daño; en Silber and Little. 1996. The Death of Yugoslavia. BBC Children’s Books. 26 SANU, “Memorandum of the Serbian Academy of Sciences and Arts. Answers to the Criticisms”. p.80 24 25 102 Balkania baneses étnicos) no se aplican a las otras minorías (serbios, montenegrinos, turcos, romaníes) en Kosovo».27 El Memorándum tenía dos partes diferenciadas: una primera que explicaba la crisis del sistema yugoslavo, y una segunda que describía la situación de inferioridad del pueblo serbio, no solo durante la época comunista, sino también históricamente. En la primera parte del Memorándum de la SANU, la que analiza la crisis del sistema político de Yugoslavia, se identificaban dos causas principales: la crisis producida por el fracaso de las reformas de 196528 y la falta de democratización del sistema producida como consecuencia de la persistencia de una cultura estalinista en la élite política yugoslava.29 La crisis económica había causado un profundo deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos yugoslavos en los años ochenta y la persistencia de la cultura estalinista en la élite política, una forma de hacer política que no era en absoluto liberal y que se había provocado la total enajenación del ciudadano respecto de la política. La confluencia de estas dos secuencias habría terminado por provocar una crisis moral y ética en la población yugoslava de los años ochenta, que se podría traducir como una «ruralización» de la ciudadanía que le habría llevado a dejar de plantearse objetivos a largo plazo para buscar soluciones a corto plazo.30 En la segunda parte, el Memorándum hacía una intensa recapitulación de las situación de menoscabo a la que Serbia se había visto sometida históricamente. La segunda parte del Memorándum recorría en sentido cronológico inverso las causas que explicaban el atraso económico de Serbia y su limitada capacidad política como una consecuencia de la voluntad de dominio de Eslovenia y Croacia por controlar la Federación, que sería, en última instancia, la que habría dado lugar a la Constitución de 1974 y que habría nacido tras la Segunda Guerra Mundial.31 El Memorándum se centraba luego en el asunto de los serbios de Kosovo, estableciendo paralelismos históricos con el periodo de la lucha por la independencia de Serbia a finales del siglo XIX. Finalmente, las dos últimas subpartes del Memorándum contenían una crítica generalizada a la progresiva pérdida del legado cultural serbio, como consecuencia de un débil sistema educativo, una crítica encarnizada hacia el sistema comunista y una llamada a la movilización democrática y renovadora. Ibidem. p.118. Ibid. p. 102 29 Ibid. p. 108 30 Ibid. p. 112 31 El alegato contra Eslovenia y Croacia ocupa prácticamente diez páginas de las casi cincuenta que ocupa todo el Memorandum 27 28 103 Antonio Moneo Laín El otro mecanismo que puso en marcha la etnomovilización fue la intervención de Milošević en las revueltas en Kosovo de 1986. Ya desde 1981, la provincia serbia se encontraba en una situación económica y socialmente crítica, caracterizada por una fuerte movilización popular, aunque hasta la aparición de Milošević las protestas mantuvieron una doble naturaleza no siempre conectada: por una parte, estaban directamente motivadas por la crisis económica y, por otra, estaban relacionadas con una creciente tensión entre la comunidad serbia y la albanesa. En 1986 Ivan Stamobolić delegó en Milošević la búsqueda de una solución para la situación en Kosovo, de manera que fue enviado personalmente a Kosovo para corregir la situación. Contra todo pronóstico, Milošević enfrentó el problema prometiendo a los manifestantes serbios, en público y ante las cámaras, que “nadie volvería a hacerles daño”, refiriéndose naturalmente a la comunidad albanesa de Kosovo. Después de la visita a Kosovo, el clima político en la LC Serbia entró en una nueva fase cuyo clímax se alcanzó durante la VIII Sesión del Comité Central –septiembre de 1987–, en la que Milošević acusó a su predecesor y mentor político, Ivan Stambolić, de no haber sabido proteger adecuadamente los intereses de serbia en la Federación yugoslava. Así, se produjo una alineación ideológica entre los protestantes serbios y el entorno de Milošević, que tomó muchos de los elementos contenidos en el propio Memorándum de la SANU. Con la instauración del nuevo discurso de Milošević, la dinámica política en Yugoslavia sufrió un drástico cambio, al quedar claro que su intención principal sería, a partir de ese momento, cambiar el equilibrio de poderes entre serbios, croatas y eslovenos, cuestionando, por tanto, la validez del segundo pilar de la hermandad y la unidad: la igualdad de todos los pueblos yugoslavos. Su discurso se basó en la recuperación de una Presidencia fuerte al frente del Estado yugoslavo y la vuelta a la fórmula constitucional anterior a 1974, en la que ni Kosovo ni Vojvodina tuvieran la capacidad de influir en los asuntos de la Federación. Su estrategia se podría resumirse en dos ejes básicos: la recuperación del poder a nivel del partido para poder reconquistar el poder a nivel federal y la movilización de las masas como medio para conseguirlo32, que podría explicar por qué la etnomovilización se extendió por las otras repúblicas yugoslavas. Entre los mecanismos que explican la generalización de la etnomovilización como estrategia de los líderes regionales de las repúblicas, más allá incluso de la propia desintegración del régimen, podrían nombrarse al menos tres: el continuo empeoramiento de la situación económica de Yugoslavia, la propagación de un sentimiento de amenaza sobre las élites regionales y la ausencia de una intervención exterior decidida. Para profundizar en la personalidad y la estrategia de Milošević es muy orientativo el texto de Ramet, S. P. and V. Pavlaković. 2005. Serbia since 1989: Politics and Society under Milos-Ević and After. University of Washington Press. 32 104 Balkania El continuo empeoramiento de la situación multiplicó el número de movilizaciones sociales, huelgas y manifestaciones, trasladando la inestabilidad política y económica a la calle. En un clima de ese tipo, el surgimiento de los discursos más milenaristas, y especialmente los nacionalistas, tendría una especial facilidad para expandirse dada su simplicidad y la situación de inseguridad en la que se encontraba una población desempleada en su mayoría y empobrecida. De manera casi más importante, el sentimiento de inseguridad se propagó también entre la clase política y las élites regionales cuando Milošević dio comienzo a su particular “revolución antiburocrática”. Episodios como la conocida “Revolución del Yogur”33, que terminó con la sustitución de Šogorov en Vojvodina, y dos días más tarde los acontecimientos en Novi Sad, el 7 de octubre 1988, una nueva protesta masiva en Montenegro, terminarían con la dimisión de los políticos regionales y con la llegada de Momir Bulatović al poder. En una estructura federal de ocho unidades, Serbia, Vojvodina, Montenegro y Kosovo formarían la mitad aritmética de la Federación y, por lo tanto, Milošević podría implementar las resoluciones que fueran necesarias o, por lo menos, evitar el veto de sus propias provincias. De esta manera, el 20 de octubre de 1988, Milošević llevaría al Comité Central del Partido una nueva demanda para suprimir la autonomía de las dos provincias autónomas de Serbia con el objetivo de restablecer el papel de Serbia en la Federación, pero el Comité Central, encabezado por la delegación eslovena, rechazó la propuesta de Milošević, incrementando el clima de enfrentamiento entre los líderes regionales. A partir de noviembre, Milošević declaró un boicot comercial sobre los productos eslovenos e intensificó el nivel de movilización popular. El 19 de noviembre de 1988 Milošević propondría a las masas “ir más allá” (idemo dalje!) en una multitudinaria manifestación, y, poco más tarde, a raíz de una huelga de mineros en Kosovo, la rivalidad entre las repúblicas empeoraría todavía más. Milošević, tratando de tomar el control sobre la provincia, había solicitado la intervención del ejército yugoslavo en Kosovo, pero Kučan, tratando de evitar fortalecer la posición de Milošević, había decidido apoyar a toda costa a los mineros kosovares y declaró públicamente su oposición a Milošević. La retransmisión de las declaraciones de Kučan solo sirvió de excusa a los seguidores de Milošević para manifestarse de nuevo en Belgrado y volver a reclamar la supresión de la autonomía. Ante la presión popular, que en ocasiones se estima en hasta un millón de personas, el Parlamento federal yugoslavo terminaría aprobando el envío 33 Una comida típica en los Balcanes es el burek –un hojaldre frito con carne, o espinacas o queso- que se suele acompañar con yogur líquido. Los organizadores de la protesta habían repartido ese día comida para los manifestantes, y estos utilizaron los yogures para manifestar su oposición y su enfado contra los líderes regionales. 105 Antonio Moneo Laín de tropas a Kosovo y, un día más tarde, Vllasi sería depuesto, procesado y encarcelado por traición al Estado. Kučan trató de moverse rápidamente y reformar la Constitución eslovena para evitar una mayor ingerencia de Serbia en los asuntos internos de Eslovenia, pero las declaraciones de Kučan fueron de nuevo interpretadas por Milošević como una traición al Estado. La comunidad serbia de Kosovo se puso en marcha a Ljubljana para tratar de derrocar a Kučan como ya lo había hecho en Vojvodina y Montenegro. Sin embargo, la multitudinaria marcha de serbios a Eslovenia, conocida como el “Mitin de la Verdad”, fue detenida por Croacia, quien veía llegar cerca su destino de sumisión a Milošević. Croacia declaró oficialmente su apoyo a Eslovenia al tiempo que esta publicaba un borrador para reafirmar constitucionalmente su derecho a la autodeterminación. Como consecuencia, el boicot comercial a Eslovenia se incrementó y, como respuesta, Eslovenia cortó su aportación al Fondo de Ayuda Regional, que suponía más de un 15 por ciento sobre el total. Eslovenia pretendía llevar algunas reformas drásticas a la estructura del partido en el XIV Congreso de la Liga de Comunistas de Yugoslavia (20 de enero 1990), pero gracias al papel de Bulatović, las enmiendas eslovenas fueron rechazadas en su totalidad y, sin llegar a clausurar el congreso, la delegación eslovena primero, y la croata después, abandonaron la Liga de Comunistas de Yugoslavia. El tercer mecanismo que intervino en la reproducción de la expansión de la etnomovilización fue la falta de una decidida presión internacional sobre la evolución del clima político en Yugoslavia, que solo comenzada la guerra en Yugoslavia, en abril de 1991, fue capaz de elaborar un primer plan de paz encabezado por lord Carrington34 y que preveía el derecho de las repúblicas federadas a la autodeterminación. Eslovenia, de facto fuera ya de la Federación, y Croacia, muy cerca de obtenerla, firmaron junto con Bosnia Herzegovina y Macedonia el plan de lord Carrington, que estipulaba la soberanía total de las repúblicas para decidir su futuro. Para Serbia, el plan significaba una disolución total y automática de la Federación yugoslava y, por tanto, la frustración completa e irreversible de los planes de Milošević, pero para Montenegro era una alternativa atractiva.35 Bulatović se decantó en un primer momento por la aceptación del plan, pero después de una dura campaña de desprestigio mediático orquesta34 Lord Carrington presidió las conversaciones de paz tras el estallido de las guerras entre Serbia y Eslovenia y entre Serbia y Croacia en 1991. Su plan de paz consistía en el reconocimiento de las seis repúblicas de Yugoslavia a decidir su propio futuro. Anteriormente había ocupado el puesto de Secretario General de la OTAN (1984-1988) y como ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido (1979 -1982). 35 Una de las razones que había llevado a Montenegro a aceptar el plan de Lord Carrington en 1991 era la posibilidad que le había brindado el ministro de Asuntos Exteriores italiano para acelerar el camino de Montenegro hacia la por entonces Comunidad Económica Europea; en Silber and Little. 1996. The Death of Yugoslavia. BBC Children’s Books. 106 Balkania do desde Belgrado, Montenegro acabaría firmando en contra del plan de lord Carrington, haciéndolo fracasar y dando paso a un nuevo capítulo en la guerra de Yugoslavia. Estos tres elementos caracterizan una secuencia de acontecimientos de tipo reactivo, en la que cada decisión adoptada por uno de los actores involucrados se veía correspondida por un nuevo movimiento de los demás que, normalmente, suponía un avance en la profundización de la crisis. Cronológicamente, podría entenderse de la siguiente manera: Milošević desplazó del poder a Ivan Stambolić en Serbia (1987), a Milan Šogorov en Vojvodina (octubre de 1988), a Božina Ivanović en Montenegro (octubre de 1988). Eslovenia reformó su Constitución para evitar que con una mayoría federal pudiera modificarse su estatuto dentro de la República. Milošević criminalizó la actitud eslovena y amenazó con extender la Revolución Antiburocrática a Eslovenia. Croacia, ante los movimientos de Serbia, se decantó por la posición de Eslovenia y se encaró con Serbia. En el XIV Congreso de la LCY el partido se dividió por completo tras la salida de las delegaciones croata y eslovena. Interpretaciones alternativas: conflicto de élites o conflicto nacional Las interpretaciones sobre la década de la evolución de Yugoslavia en la década de los ochenta varían según se ponga el acento en la importancia del rol de los actores políticos, las instituciones, el contexto temporal o los discursos existentes en esos momentos. La desintegración del régimen podría verse como un conflicto de élites si se afirmara que unas personalidades políticas distintas hubieran podido evitar la desintegración del régimen y el recurso a la guerra, o, al contrario, que otros políticos hubieran hecho posible que Yugoslavia adoptara una trayectoria distinta tras la muerte de Tito. El debate no es sencillo pero conduce a plantear otras cuestiones de máximo interés. A menudo se ha planteado la aparición de Milošević como una de las causas de la desintegración de Yugoslavia puesto que fue él quien hizo posible la expansión del discurso nacionalista y cuestionó las bases del régimen, pero también podría considerarse su aparición como una consecuencia de la situación política más que como una causa de su degradación. En los anteriores apartados se ha tratado de exponer por qué Milošević resultó decisivo para la generación y expansión de la etnomovilización en Yugoslavia, pero no es menos cierto que Milošević no hubiera podido hacerse con el poder si las condiciones económicas y políticas no se hubieran degradado tanto a mediados de los años ochenta. Si se toma a Milošević como un líder populista surgido de un contexto de degradación política de un régimen autoritario, podría plantearse también que la decidida apuesta de la generación de políticos, surgida de las reformas de 1974, por mantener el régimen después de Tito fue decisiva para generar ese clima de degradación políti- 107 Antonio Moneo Laín ca pues, al tratar de prolongar un régimen cuya estabilidad se encontraba severamente afectada en los primeros años tras la muerte de Tito, impidieron que la animosidad de la población se pudiera canalizar en el contexto de una transición a la democracia. Desde esta perspectiva, cabría preguntarse si una voluntad de realizar una verdadera transición a la democracia, como la que habían hecho otros países en el sur de Europa, como Grecia, España y Portugal, o como la que estaba comenzando a gestarse en el entorno centroeuropeo, hubiera podido contribuir a aplacar las ansias de los manifestantes y de sus líderes. Sin embargo, la alternativa de la democratización no lo fue nunca para los líderes yugoslavos hasta que la crisis de la URSS comenzó a hacerse visible en torno a 1988 y otros países de Europa Central y Oriental comenzaron a dar pasos decididos hacia la democracia. En cualquier caso, cuando eso ocurrió, en Yugoslavia se generaron muchas dudas entre las élites sobre la forma de hacerlo y ni siquiera cuando la convocatoria de elecciones libres y democráticas se planteó seriamente pudo templarse la fuerza del nacionalismo. Cuando la convocatoria de unas elecciones libres comenzó a hacerse posible, Milošević se convirtió en uno de los mayores defensores de un sistema basado en “un hombre, un voto”, puesto que sabía que movilizada como se encontraba la población en Yugoslavia, una representación directamente proporcional probablemente le daría la victoria a quien mejor representara el interés de la población serbia, que representaba alrededor de un 35 por ciento de la población total de Yugoslavia. En este sentido, es interesante destacar que las primeras elecciones democráticas se celebraron primero en cada una de las repúblicas por separado y no a nivel nacional, como una supuesta pretendida transición a la democracia hubiera requerido. Este argumento fue utilizado como una hipótesis de trabajo por Linz para comparar el éxito de la transición española a la democracia y el fracaso yugoslavo y decir que, tal vez, si las elecciones en Yugoslavia se hubieran celebrado a nivel nacional se hubieran atemperado los ánimos nacionalistas. Hay quien va más allá y achaca el éxito del discurso nacionalista a la falta de cultura democrática de la sociedad y de las élites, diciendo que tal vez la degeneración política que explica la llegada de Milošević no se hubiera producido si hubiera existido una verdadera voluntad de los líderes de democratizar el Estado. Pero en este punto convendría tener en cuenta también que en el contexto internacional de principios de los años ochenta, en el que las tensiones entre EE UU y la URSS seguían generando una total incertidumbre sobre el futuro inmediato del mundo, la transición desde un comunismo de carácter nacional como el yugoslavo a un sistema democrático era altamente problemático. Desde el interior, a pesar de todas las injusticias que el régimen comunista hubiera podido representar, la vía yugoslava hacia el socialismo encarnó hasta el final de sus días una alternativa original y humanista al comunismo soviético que le había permitido 108 Balkania a Yugoslavia experimentar la mayor transformación en toda su historia. Y desde el exterior, dada la tensión existente entre EE UU y la URSS, y teniendo en cuenta la posición de bisagra que Yugoslavia había venido jugando durante las últimas décadas, la lucha por la democratización no supuso para EE UU la misma prioridad que en países como Polonia, Checoslovaquia o Hungría. En el otro extremo de este argumento podría llegar a afirmarse que la degradación de Yugoslavia se debió, precisamente, al hecho de que con el fin de la Guerra Fría, el apoyo de EE UU decreciera y dejara a Yugoslavia sola frente a la crisis. Sin embargo, aunque pueda ser verdad que EE UU no puso el mismo énfasis en la lucha por la democratización de Yugoslavia, hasta los últimos años EE UU apoyó a Yugoslavia en las negociaciones para el pago de la deuda externa e invirtió en nuevos proyectos como la construcción de nuevas centrales nucleares destinadas a la venta de energía a los países vecinos. En último lugar, cabría preguntarse hasta qué punto la degeneración del régimen tuvo que ver con la particular configuración institucional de 1974, dado que gran parte del debate y del discurso de Milošević y de la SANU se centró básicamente en la denuncia del desequilibrio que esta Constitución había generado en la estructura política del país. Desde esta perspectiva cabría preguntarse si otra Constitución hubiera podido evitar la degeneración política que el régimen sufrió en la década de los ochenta y plantear si acaso otra Constitución que hubiera mantenido el mismo balance de poder entre las repúblicas hubiera generado otros efectos distintos. Sobre la Constitución de 1974 se argumenta que complicó el contexto de sucesión porque introdujo un sistema de veto en el sistema federal mediante el que las provincias autónomas de Serbia podían vetar las propuestas de la propia Serbia a nivel federal. La consecuencia de este hecho tendría así dos aspectos: por un lado, habría contribuido a agravar la situación económica por la necesidad de adoptar decisiones por consenso, y, de manera casi más importante, habría producido un sentimiento de agravio en la élite política serbia que abriría la puerta al discurso nacionalista serbio. Referencias bibliográficas – Abazović, D. et al. 2007. Ethnic Mobilization in Bosnia and Herzegovina. 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