“Me recordarán como un héroe” - Papel Digital

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LATERCERA Sábado 11 de octubre de 2014
Deportes
42 años de La Tragedia de los Andes
“Me recordarán como un héroe”
RR Sergio Catalán reposa en su finca de San Fernando. FOTOS: CARLOS QUEZADA
V
iernes 13 de
octubre de
1972. Un
vuelo de la
Fuerza Aérea Uruguaya, en ruta
hacia Santiago, se estrella en
la Cordillera de Los Andes. En
el avión van cuarenta pasajeros y cinco tripulantes, el
viaje de la delegación del club
uruguayo de rugby Old
Christians –junto a algunos
de sus familiares- a disputar
un amistoso con Old Boys de
Chile. Del accidente sólo sobreviven 16 personas. Tras
72 días sin ser encontrados,
luchando a cuatro mil metros
de altura, sin comida suficiente, soportando temperaturas bajas extremas y alimentándose incluso de sus
propios compañeros fallecidos, cuando la esperanza se
consumía, se encontraron de
frente con su milagrosa salvación, el arriero chileno Sergio Catalán Martínez.
“Pensé que nadie se iba a
acordar de mí”, dice don
Sergio a sus 86 años, con
una débil voz y casi susu-
rrando debido a su vejez.
“Encontré a los dos uruguayos, les ayudé, pero pensé
que al día siguiente se olvidarían”, añade. Se refiere a
Roberto Canessa y Fernando Parrado, supervivientes
que caminaron desesperadamente durante diez días
en busca de ayuda. Finalmente, sin saber dónde estaban, llegaron a la precordillera de San Fernando, al
lugar donde vivía Catalán,
y se encontraron al arriero
trabajando. El chileno acudió rápidamente en busca
de ayuda y permitió de forma exitosa el rescate.
Hoy, a 42 años del accidente, don Sergio sigue viviendo en la misma casa de
la cual salió 72 días después
a laburar transportando ganado. Ubicada en Roma, en
un sector llamado Aguas
Claras en un humilde hogar
y junto a su esposa Virginia
Toro, pasa sus días tras un
vida entregada a la familia y
a la austeridad. En su patio,
destaca un horno de greda,
un parronal techado y las
gallinas que caminan, mu-
RR Sergio Catalán, con Parrado y Canessa, en 1972.
chas veces a su alrededor, en
forma vigilante.
Operaciones de cadera
“Su vida hoy es muy tranquila. Ha tenido dos operaciones de cadera y le cuesta
un poco caminar. No le gusta mucho quedarse quieto,
es por eso que sale afuera a
caminar”, cuenta Virginia.
Su dia día es más bien simple, pero no puede faltar su
té de hojas con leche en un
jarro, todos los días, en la
mañana y en la tarde. En
taza no le gusta.
Don Sergio es padre de nueve hijos, Hijo Ilustre de la
Municipalidad de San Fernando y ferviente colocolino.
“Espero que el clásico lo ganen. Ojalá les vaya bien. Hay
que jugar para ganar y para
ganar hay que saber jugar”,
lanza con una tímida risa.
En una de las piezas de su
hogar se encuentra una ca-
miseta enmarcada del club
uruguayo con una leyenda
que dice: “El Old Christians
y los sobrevivientes, a Sergio Catalán y su familia, en
recuerdo de su invalorable
ayuda”. Catalán revive
como si fuera hoy el día en
que se encontró con los charrúas. “Yo los vi, pero nos
separaba un río que por el
ruido que hacía no nos podíamos escuchar. Me mandaron un papel en el que decía que estaban muy débiles
y que había 14 compañeros
más arriba en las montañas”, rememora. Y agrega:
“Ellos se jugaron el todo o
nada. Era cruzar hasta Chile y sobrevivir, o morir en el
camino. Fue impresionante
lo que hicieron”.
Quien también estuvo presente junto al arriero ese día
que se encontraron con Canessa y Parrado, fue su hijo,
Juan de la Cruz. “Eran
muertos vivientes. Muy flacos, con los pómulos salidos; marcados, con muy mal
olor y con los labios sangrando. Ya no podían caminar”, recuerda Cucho, como
es apodado, quien agrega
que su padre recibe una jubilación de cien mil pesos
desde el Gobierno por su
mérito. “Me parece que se
merece más. Es un héroe
mundial”, reclama.
Cuatro panes
La familia Catalán atiende a
La Tercera con un punto de
sorpresa pero extrema amabilidad. Siguen emocionándose cuando echan la vista
atrás. Y a la vez a gusto. “Ésta
nunca se ha contado en los
medios, y nosotros la conocimos 25 años después ”, dice
Cucho: “Mi padre se encontró con los rugbistas. Al verlos moribundos y hambrientos desde el otro lado del río,
les lanzó cuatro panes amasados. Pero no se los repartieron,. Parrado, que llegaba
mejor físicamente que Canessa (roto tras caminar 55
kilómetros en diez dias), se
comió tres de los panes a escondidas. Y con el cuarto encima se quiso hacer el generoso, se lo ofreció a su compañero como si fuera el
único. El pobre Canessa se