SANDRA KATHERINE ROMERO GARCÍA LA FILOSOFÍA COMO UNA FORMA DE VIDA PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía Bogotá, Enero de 2010 1 LA FILOSOFÍA COMO UNA FORMA DE VIDA Trabajo de grado presentado por Sandra Katherine Romero García, bajo la dirección del Padre Fabio Ramírez S.J., como requisito parcial para optar al título de filósofa. PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía Bogotá, Enero de 2010 2 agradecim ient o A la Vida, Qué me ha inspirado y me ha dado la posibilidad de soñar, trascender y reconocer en su infinitud, lo grandioso de lo divino… 3 TABLA DE CONTENIDO I. AGRADECIMIENTOS 3 PRESENTACIÓN 6 INTRODUCCIÓN 7 FORMAS DE VIDA 12 1.1. LA JUSTICIA EN EL HOMBRE Y SU RELACIÓN CON LA JUSTICIA EN LA POLIS 15 1.2. DISTINTAS FORMAS DE POLIS Y DE SER INDIVIDUAL 18 1.3. FORMAS DE VIDA 27 II. EL CARÁCTER MORAL DE SÓCRATES 2.1. LA APOLOGÍA 40 45 2.1.1. ESTRUCTURA DEL DIÁLOGO 45 2.1.2. ETHOS SOCRÁTICO 49 2.2. EL FEDÓN 56 2.2.1. ESTRUCTURA DEL DIÁLOGO 56 2.2.2. ETHOS SOCRÁTICO 61 2.3. EL BANQUETE 66 2.3.1. ESTRUCTURA DEL DIÁLOGO 66 2.3.2. ETHOS SOCRÁTICO 69 2.4. ANEXO 72 4 III. SÓCRATES: UNA VIDA FILOSÓFICA 3.1. LA VIDA DE SÓCRATES 78 79 3.2. SÓCRATES COMO MODELO DE LA TEORÍA DE LA VIDA FILOSÓFICA 89 3.2.1. SÓCRATES NO ES TIRANO 89 3.2.2. SÓCRATES NO ES TIMÓCRATA 90 3.2.3. SÓCRATES ES FILÓSOFO 93 3.3. DISCURSO FILOSÓFICO 95 CONSIDERACIÓN FINAL 99 BIBLIOGRAFÍA 100 5 Prese ntación La mayoría imagina que la filosofía consiste en discutir desde lo alto de una cátedra y profesar cursos sobre textos. Pero lo que no llega a comprender esa gente es la filosofía ininterrumpida que vemos ejercer cada día de manera perfectamente igual a sí misma (…) Sócrates no hacía disponer gradas para los auditores, no se sentaba en una cátedra profesoral; no tenía horario fijo para discutir o pasearse con sus discípulos. Pero a veces, bromeando con ellos o bebiendo o yendo a la guerra o al Ágora con ellos, y por último yendo a la prisión y bebiendo el veneno, filosofó. Fue el primero en mostrar que, en todo tiempo y en todo lugar, en todo lo que nos sucede y en todo lo que hacemos, la vida cotidiana da la 1 posibilidad de filosofar . 1 Plutarco, Si la política es asunto de los ancianos, 26,796d. Tomado de ¿Qué es la filosofía antigua? De Pierre Hadot, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, p. 51. 6 Introducción INTRODUCCIÓN Antes de iniciar la exposición, es pertinente contextualizar el momento histórico en el que se encontraba Grecia en la antigua Atenas. Teniendo en cuenta que el siguiente trabajo está basado en las ideas de Sócrates y Platón, se iniciará con una breve referencia histórica a los personajes mencionados y al contexto vital en el que se enmarcaron sus ideas. Platón, descendiente de antigua familia ateniense, nació en el 427 a.C., vivió durante la crisis política más marcada de sus tiempos y terminó convirtiéndose en el discípulo más fiel de su maestro Sócrates. No es en vano que su vida haya sido transversal a los acontecimientos históricos más determinantes para la antigua Atenas. Después de la campaña del Peloponeso, y bajo un régimen oligárquico, observó las atrocidades cometidas por los políticos de su época. A partir de esto, cultivó una profunda convicción en su vocación política, sin embargo, la barbarie con la que se ejercían los cargos públicos y el acontecimiento de la muerte de su maestro Sócrates, hace que prefiera encaminar su accionar desde la reflexión conceptual que desde el ejercicio práctico político. Llegó a esta conclusión observando que “la ausencia de razón y desmedida no era, a su juicio, exclusiva de un determinado régimen político, sino que impregnaba a todos 2 sucesivamente” . Por tal razón, su trabajo político empezó a tener lugar en el campo de la reflexión teórica sobre qué es la justicia. En este trabajo tuvo gran influencia su maestro Sócrates, pues a partir de él, de su forma de vida y de su confianza en la razón, Platón buscó mostrar por qué el hombre sabio debe ser el hombre que tenga la potestad para gobernar. 2 CALVO MARTÍNEZ TOMAS, De los sofistas a Platón, Cincel, Madrid, 1986, p. 137. 7 En el contexto del pensamiento griego hacía presencia el deseo de formar y educar a los jóvenes de la ciudad; era habitual para la clase noble la preocupación por formar a los jóvenes para que adquirieran fuerza física, valentía, sentido del deber y del honor, virtudes propias del hombre guerrero. Cabe anotar que la clase noble era reconocida por poseer areté, es decir, la excelencia, que más adelante será traducida al latín como virtus. A partir del siglo V a.C, con el auge de la democracia, los ciudadanos continúan con la necesidad de formar a los futuros gobernantes y guerreros de la polis. De allí surge también el requerimiento de 3 generar habilidades del lenguaje para desarrollar la oratoria , la areté se convierte entonces en objeto de enseñanza y aprendizaje. En este contexto aparecen los sofistas y, al margen de ellos, el sabio Sócrates con su particular forma de enseñar. La forma de proceder de Sócrates en el discurso difiere de la de los sofistas; éstos, más que ser una escuela filosófica, ejercían una especie de profesión con la que se dedicaban a enseñar asuntos prácticos. Ellos se valían de los intereses de los atenienses de participar activamente en la política para ofrecerles enseñanzas que respondieran a sus requerimientos; promovían la enseñanza de la areté y la encarnación de una actitud filosófica que se caracterizaba por el escepticismo y 4 desconfianza hacia el conocimiento absoluto ; de éste modo los sofistas adquirieron gran popularidad entre los ciudadanos de la vieja Atenas con lo que se permitían exigir remuneración económica a cambio de sus enseñanzas. Rasgo diferencial en Sócrates, pues él no cobraba por enseñar, su labor la ejercía no como una profesión u oficio, sino como una actividad vital la cual se sentía llamado a realizar, mandato que a su juicio descendía de fuerzas divinas. Los sofistas consideraban que las acciones humanas se fundaban únicamente en la experiencia y se regían por su utilidad o eficacia. Asuntos como lo justo y lo injusto, la sabiduría, la justicia y la bondad eran simples nominaciones, no 3 Cf. HADOT PIERRE, ¿Qué es la filosofía antigua?, trad. de Eliane Cazenave Tapie Isoard, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, p. 24. 4 Cf. GUTHRIE W. K. C., Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, trad. Florentino M. Torner, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1958-1953, p. 70. 8 preceptos éticos que implicaran, de forma necesaria, la acción del hombre. Frente a esto aparece Sócrates mostrando su desacuerdo, en primer lugar porque le parecía que tal concepción era errónea intelectualmente y, en segundo lugar, porque 5 moralmente era perjudicial . Dedicó su vida a descubrir el significado del ser virtuoso para encarnarlo en su forma de vida. Fue precisamente en este asunto en el que se basó su enseñanza. La preocupación práctica por escribir un trabajo de grado cuyo tema sea la vida filosófica, empieza desde la reflexión por el sentido de la vida y la forma de existencia que se da en ella. ¿Cómo vivir una vida plena, equilibrada, serena, que sea capaz de armonizar con lo que le es ajeno, indiferente incluso hostil? ¿Acaso se puede hablar de una forma de vida más deseable y más conveniente que otra? Y sí es así, ¿cómo se puede elegir y vivir una vida? Pues bien, la búsqueda por comprender la forma de vida filosófica, y el deseo por adoptar una opción existencial que me aproxime a lo que ha de ser más conveniente para la vida, es lo que desde el interés práctico, guía esta indagación. El interés teórico que persigue este trabajo es investigar los principios teóricos de la vida filosófica expresados por Platón en la República y la experiencia de vida filosófica ejercida de manera concreta por el sabio Sócrates. De acuerdo con esto, en el primer capítulo se tratará el tema de las tres vidas presentadas por Platón en el libro IX de la República, y la que considera más conveniente para el ser humano. Se examinará cuidadosamente la relación que tienen los Estados y la forma de gobierno en relación con el comportamiento individual del que dirige y conforma ese Estado. En el segundo capítulo se examinará a la luz de Platón, uno de los personajes más nombrados y reconocidos en la tradición filosófica, no sólo por la innovación que su pensamiento constituyó para la Atenas del siglo IV a.C. –y que ha tenido alcances hasta nuestros días– sino por la práctica filosófica encarnada en su propia vida. Aquí serán abordados el discurso de la Apología, luego el diálogo del Fedón y finalmente, el diálogo del Banquete. En cada uno de éstos se indagarán 5 Cf. GUTHRIE, Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, p. 75. 9 el carácter moral de Sócrates y la forma de existencia que reproduce, de este modo se visualizarán las características fundamentales de la persona de Sócrates. Finalmente, en el tercer capítulo, se examinará el ethos socrático y la forma de vida más conveniente señalada en la República por Platón, con el fin de comparar y mostrar si hay coincidencia entre las dos caracterizaciones, o si por el contrario son totalmente disímiles una respecto de la otra. En la historia de la filosofía se han dedicado incontables líneas a la búsqueda de la interpretación más adecuada, o por lo menos la que permita acercarse a la comprensión del misterio si existió o no el sabio Sócrates y se ha originado la necesidad de investigar sus características individuales y su forma de vida con el fin de comprender la forma como vivió. Con todo, ello también ha dado lugar a la propuesta de un nuevo problema filosófico: ver si es posible llevar a cabo una forma de vida tal como la describe Platón en la República, pues, desde la razón tal ejercicio tiene toda validez, ya que no hay exigencias cotidianas que amenacen dicho ideal. Sin embargo, en la práctica, a través de un personaje concreto, con necesidades y realidades concretas, tal idealización de la forma de vida más conveniente para el hombre, debe tener en consideración las dinámicas sociales con las que establece su relación con los otros, también debe considerar la forma como ejerce el gobierno de sí según las combinaciones de las tres formas de gobierno del alma. De este modo, analizando el carácter moral de un personaje concreto, se quiere confirmar si las características personales de éste individuo corresponden a una forma de vida filosófica o no. Aparte de la existencia, también la forma de vida del maestro ático fue, y continúa siendo, un misterio que induce a descubrir cómo era su forma de vivir, su forma de ser con los otros, su forma de ser consigo mismo y su forma de transmitir lo que considera ha de ser un filósofo, es decir, un hombre correcto, moralmente bueno y justo. Preguntas tales como: ¿Quién es filósofo? ¿Cómo es un filósofo? ¿Cómo proceder filosóficamente? ¿Cómo es una forma de vida filosófica?, son las que llevan a fijar la mirada en este apasionante tema y por lo tanto serán abordadas 10 a lo largo de este trabajo desde la presentación de algunos diálogos que, en miras a esta investigación, son los más representativos. Finalmente se concluirá este trabajo resaltando los aspectos más impactantes de esta forma vital de hacer filosofía, de esta forma filosófica de vivir o mejor aún, de esta filosofía hecha vida, para recoger así los frutos que ha dado esta búsqueda tanto en el campo práctico como en el campo teórico. 11 I Capítulo I FORMAS DE VIDA El objetivo del primer capítulo de este trabajo es describir las tres vidas presentadas en la República de Platón. A continuación se examinará el tipo de vida más conveniente y más deseable para el hombre según Platón. Se prestará especial 6 atención al libro IX de la República , puesto que es el primer texto en la tradición filosófica en donde se expone explícitamente la descripción de las tres vidas. A partir de esta teorización dada por Platón surge el interés entre los atenienses de la época del siglo IV a.C. de discutir y preguntar acerca de las tres vidas. Entre las voces que hacían eco a sus enseñanzas, se encuentra la de 7 Heráclides del Ponto , quien en la leyenda que le atribuye a Pitágoras, menciona que el filósofo es aquel que es capaz de tomar distancia y desde allí adoptar una actitud contemplativa. Sirviéndose de una analogía entre los juegos olímpicos y la vida, Heráclides describe a través de tres posibles actitudes existenciales la forma de esas actitudes de vida. De este modo expresa que así como hay personas que asisten a los juegos olímpicos “para competir por la gloria de una corona, para 8 comprar y vender, o simplemente como espectadores” , también pueden reproducir estas actitudes ante la vida pues de éstos “unos llegan para servir a la fama, y otros 6 PLATÓN, República, trad. José Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano, Barcelona, Ediciones Altaya, 1993. Nota: Todas las citas que se hacen en el cuerpo del texto corresponden a la presente referencia bibliográfica. 7 Filósofo y discípulo de Platón, asistía a la academia posiblemente en la misma época en que lo hacía Aristóteles. (Cf. GUTHRIE, W.K.C., Historia De La Filosofía Griega, Vol. I, trad. Álvaro Vallejo Campos y Alberto Medina González, Madrid, Gredos, 1993, p. 163.) 8 Ibídem., p. 164. 12 al dinero, pero la mejor elección es la de aquellos pocos que consumen su tiempo en 9 la contemplación de la naturaleza” . Estos últimos son considerados como filósofos, es decir, como verdaderos amantes de la sabiduría. Heráclides al atribuirle esta leyenda a Pitágoras, presenta a este último como el primero en haber usado los términos filósofo y filosofía, a partir de la figura del espectador en los juegos olímpicos. “Esta comparación tiene por base el doble sentido del vocablo theorein, que significa lo mismo mirar que 10 considerar e indagar en sentido teorético” . Auncuando estas ideas eran una preocupación presente en la época, es importante precisar que sólo se definen de modo concreto en Platón. Esto puede verificarse con Aristóteles, quien no sólo hace mención sino que además ayuda a desarrollar el mismo tema, lo que deja en evidencia que en la tradición aristotélica y de los discípulos de Platón ya se aceptaba la teoría de las tres vidas. Las obras en donde aparece este tema son tres: en la Ética a Nicómaco (Libro V, Capítulo I), en la Ética a Eudemo (Libro 1, capítulo 1) y en el Protréptico (Fragmento 15 N° 94). Aunque la definición de las tres vidas se exalta en el libro IX de la República, no se puede desconocer el conjunto de la obra, ya que se entiende como un todo en el que cada parte enriquece el sentido de esta definición. En este sentido la República es un libro de moral, de justicia, en el cual convergen las líneas de pensamiento de Platón presentadas en obras anteriores. La República es considerada como la obra más completa y constructiva porque aquí Platón “elige como unidad suprema de exposición no la forma lógica abstracta del sistema, sino la imagen plástica del Estado, enmarcando en ella todo el ámbito de sus problemas éticos y 11 sociales” . Cuando habla del Estado se refiere al alma de los individuos, lo cual sugiere que antes que una preocupación política, hay allí una preocupación moral. 9 Ibídem., p. 164. JAEGER WERNER, Aristóteles, bases para la historia de su desarrollo intelectual, trad. José Gaos, México, Fondo de Cultura Económica, 1946, p. 475. 11 JAEGER WERNER, Paideia: los ideales de la cultura griega, trad. Wenceslao Roces, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 589. 10 13 El análisis del conjunto de la obra hace pensar que incluso cuando considera las formas de gobierno, lo hace como expresión de diversas actitudes y formas que posee el alma; la preocupación por indagar qué es la justicia desemboca en la teoría de las tres partes del alma, lo que muestra que la finalidad de la República es ver cómo la justicia tiene una funcionalidad práctica en el alma del individuo. Así, el Estado representa el prototipo del alma del individuo, más aún, “lo que ocurre es que para Platón ambos tienen la misma esencia y la misma estructura, sea en estado 12 de salud o en estado de degeneración” . Para el desarrollo de este capítulo, en primer lugar se enfocará la mirada en la definición de lo que son la justicia 13 y la injusticia. En segundo lugar, se mostrará el pronunciamiento teórico sobre las formas de ciudad y de individuo, más exactamente, se busca comparar las figuras de los gobernantes con las distintas formas de polis del libro VIII, y mostrar cuál de éstas es más provechosa y conveniente para el hombre. En tercer lugar, se expondrá las tres vidas expuesta en el libro IX. Este contraste tiene la finalidad de analizar los matices que componen las diferentes formas de vida, así como identificar cuál de ellas proporciona mayor o menor felicidad, lo cual se tratará al cierre de este capítulo. 12 Ibídem., p. 599. De acuerdo con Guthrie la palabra justicia o dike, posiblemente tenga un origen etimológico que significa senda o camino. La palabra dike con las derivaciones (dikaios o justo y dikaiosyne o estado de lo que es justo), en su significado griego representa el camino que habitualmente sigue la conducta de cierta clase de personas, o el curso normal de la naturaleza. Lo dike es lo normal, lo que usualmente se espera de alguien. Ahora bien, de esta acepción pasó a significar “lo que se espera de un hombre, que procederá con condescendencia, que pagará sus deudas y así en todo lo demás” (p. 12) Un siglo antes de Platón, dike es personificada como el espíritu de la rectitud, ahora bien, ya en la República de Platón se adopta la definición de la justicia como dikaiosyne, esto es, el estado del hombre que sigue la dike, que puede ocuparse de sus propios asuntos, haciendo lo que le corresponde sin mezclarse en las maneras de proceder de otras personas ni pretender hacer las tareas que le corresponden a otros. Según Guthrie, Platón, al dar esta definición, rechazó los significados de la palabra en su tiempo y con un sentido histórico, posiblemente inconsciente, volver a su significado primitivo. Este significado proviene de la diferencia de clases de la antigua aristocracia homérica, dónde la conducta recta consistía en la habilidad del hombre en saber cuál era su lugar y se atuviese a él estrictamente. “Para Platón, que quería fundar una nueva aristocracia, la distinción de clases -basada en la división de funciones claramente definida y determinada por consideraciones psicológicas; pero distinción de clases al fin y al cabo- era el principal sostén del Estado” (p. 13). (Cf. G UTHRIE, Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, p. 8-13.) 13 14 1.1. JUSTICIA EN EL HOMBRE Y SU RELACIÓN CON LA JUSTICIA EN LA POLIS (LIBRO IV) 1.1 Antes de entrar a examinar con profundidad el libro IX, es necesario remitirse a libros anteriores que ofrecen una contextualización más precisa y detallada para comprender mejor lo que en éste se expone. La República se propone investigar el problema de la justicia y, conforme a la investigación, mostrar si es ventajosa o no. El recorrido del tema inicia en 368d, donde se plantea por primera vez el interés por la investigación acerca de lo justo. La indagación seguirá el método deductivo, el cual es el “de aquel que, no gozando de muy buena vista, recibe orden de leer desde lejos unas letras pequeñas y se da cuenta entonces de que en algún otro lugar están reproducidas las mismas letras en tamaño mayor y sobre fondo mayor también” (368d), es decir, procediendo de menor a mayor y luego comparándolo. De allí que, para buscar la naturaleza de la justicia y de la injusticia, examine primero cómo 14 aparece en el Estado y luego en el individuo . La investigación prosigue en 445a, explicando qué es la justicia en la ciudad para posteriormente examinarla en los individuos, y ello con el fin de identificar los rasgos que se dan en éstos y la similitud que tienen con la ciudad; y culmina en el libro IX, realizando un contraste entre la forma de proceder justa con la que no lo es, y extrayendo de ello los elementos que constituirán las tres vidas. Para tratar el tema de las tres vidas es necesario partir del libro IV – que es útil como introducción al libro VIII – porque en aquél se hace una comparación de la justicia en el hombre y de la justicia en la polis, mientras que en éste, se presentan las distintas formas de polis y de ser individual. Ambas exposiciones servirán como sustento a la forma de vida más deseable para el hombre presentada en el libro IX. En este mismo libro IV Platón se propone identificar el lugar en que se han de encontrar la justicia y la injusticia, sus diferencias y así mostrar cuál de estas dos actitudes de vida es la que debe alcanzar la persona que desea ser feliz. 14 Cf. COPLESTON FEDRERICK, Historia de la filosofía, Vol.1, trad. Ana Doménech, Barcelona, Editorial Ariel, 1981, p. 230. 15 Para Platón hay una correlación entre el Estado y los individuos que lo componen, el Estado deja en evidencia la forma de vida y la forma como están constituidos los ciudadanos. A su vez, ellos son reflejo del Estado en el que habitan, lo que significa que si en un Estado se exalta la sabiduría, se muestra la valentía, se tiene un procedimiento moderado y en sus raíces se encarna el valor de la justicia (Cf.427e), es porque está fundado por individuos que a su vez son sabios, valientes, 15 moderados y justos . La justicia en el hombre se manifiesta por medio de virtudes tales como la prudencia, la mesura, el orden, el conocimiento de sí mismo, la armonía y la valentía (Cf.431a), mientras que la justicia en la polis se manifiesta cuando el máximo de una sociedad es feliz y no sólo una parte de ella, esto es, cuando se le entrega a cada uno lo adecuado (Cf.420d). Sólo entonces se hacen efectivas las características de un Estado armonioso. Sí los hombres están educados bien, llegan a ser mesurados y a percibir fácilmente todas estas cosas (…) Una vez se ha dado esto, y la organización del Estado se pone en movimiento adecuadamente, avanza creciendo como un círculo. En efecto la crianza y la educación, debidamente garantizada, forman buenas naturalezas y a su vez las buenas naturalezas, asistidas por semejante educación, se tornan mejores aún que las precedentes en las distintas actividades y también en la procreación como sucede también con los otros 16 animales (424 a-b). El Estado se define como sabio cuando está ordenado y fundado correctamente pues ello permite la presencia de la prudencia, entendida como un tipo de conocimiento, ya que en ningún caso se obra prudentemente por ignorancia sino por conocimiento. Este es el conocimiento apropiado para la vigilancia y está presente en aquellos gobernantes a los que Platón denomina “guardianes perfectos” (Cf.428b y 428d). 15 De allí que sea relevante el tema de la formación de los guardianes en el Estado y que sea más significativo que primero sean formados ellos antes que cualquier otro que pertenezca a la mayoría, pues son quienes influyen en el cumplimiento de las leyes, tienen el poder y la oportunidad para organizar la ciudad y proveerla de felicidad (Cf.421b). 16 Dentro de las cosas que se destacan en la ciudad por su importancia están la educación y la instrucción: de este modo se observa cómo la educación y la buena formación son relevantes en la edificación de la ciudad, pues, según las tendencias hacia dónde el individuo se dirija, teniendo como punto de partida la educación, se conducirá las acciones y la consolidación de las generaciones venideras, esto se da de modo connatural debido a que lo semejante atrae siempre a lo semejante (Cf.425c). 16 Es necesario que por la misma causa que el Estado es sabio, sea sabio el ciudadano particular y de la misma manera deba ocurrir con otros asuntos concernientes a la experiencia (Cf.441c). El obrar justamente genera la justicia, mientras que el proceder injustamente crea la injusticia. Del mismo modo, la justicia se define como la ejecución de aquello que le es propio al individuo, sin dispersarse en una pluralidad de funciones. Ahora bien, una forma de proceder justa, está enmarcada desde la tendencia a realizar una función específica en la ciudad, aquello para lo cual la naturaleza del individuo está mejor dotada, a modo de evitar realizar pluralidad de funciones que le desordenen, pues sólo obra con justicia quien tiene la tendencia a realizar lo que le es propio. El secreto para ejercitarse en la justicia consiste en vigilar el interior del alma y las cosas que la habitan, para evitar que sea la parte irracional de ella la que mande y gobierne sobre su parte racional. Cada parte debe hacer lo que le es propio y evitar que otras interfieran; para ello se debe disponer rectamente los asuntos domésticos que le rigen y ordenan. Con ello logra poner en armonía las tres partes que la componen – la parte inteligible, la parte del ánimo y la parte concupiscible – pues sólo así, tejiendo delicadamente los hilos que se desprenden de estos movimientos que producen las diferentes partes del alma, es como ella en su conjunto logra su propia unidad, en la que podrá emerger el temperamento virtuoso que es conforme a su naturaleza. La injusticia consiste en la falta de armonía, en la disputa interna entre las tres partes del alma, que cuando debieran estar en un estado armónico lo que sucede en ellas es “una intromisión de una en lo que corresponde a otras y en una sublevación de una de las partes contra el conjunto del alma, para gobernar en ella, aun cuando esto no sea lo que le corresponde” (444b). Esta desproporción en el funcionamiento de las partes es lo que engendra males como la injusticia, la inmoderación, la cobardía, la perturbación, la vileza, la indisciplina, la perversidad y la ignorancia en el alma del individuo. En otras palabras, la generación de la justicia implica disponer los elementos del alma para que ésta pueda dominarse a sí misma 17 conforme a su propia naturaleza, sólo así puede alcanzar la belleza que la irradia la y la lleva a ser buena. 1.2. DISTINTAS FORMAS DE POLIS Y DE SER INDIVIDUAL (LIBRO VIII) 1.2 El libro VIII será presentado a manera de introducción del libro IX, pues los dos forman una unidad. Ambos libros hasta 576b tratan de regímenes políticos y de clases de personas, clasificándolas en orden de bondad y de maldad. En este gran apartado se tiene la pretensión de analizar las distintas formas de polis y la forma de ser individual que le corresponde a cada una de ellas. En la caracterización de los tipos de gobierno se busca mostrar cómo las formas de vida de los gobernantes se ajustan a las formas de gobierno que practican. Finalmente, con la pregunta qué es más ventajoso o conveniente (lysiteles), si ser 17 justo o ser injusto, se inicia el trabajo sobre las tres formas de vida . El libro VIII, precedido por una conversación que Sócrates venía manteniendo con Glaucón a finales del libro IV y principios del V, habla acerca de las formas de gobierno y la más conveniente, correcta y verdadera entre ellas, frente a lo cual dice lo siguiente: 18 Tal es, pues, la clase de ciudad y de constitución que yo califico de buena y recta y tal la clase de hombre; ahora bien, si éste es bueno, serán malos y viciosos los demás tipos de organización política o de disposición del carácter de las almas individuales, pudiendo esta su maldad revestir cuatro formas distintas (449a). Llevado por el deseo de investigación acerca de si conviene obrar justamente o por el contrario ser injusto, Sócrates empieza a proponer algunas premisas que darán lugar a la discusión acerca de los tipos de gobierno que existen y su 17 A partir de 576b se trata de cuál persona es más feliz. En ese momento aparecen las “vidas”. Con esto hay que aclarar que Platón habla de “vidas”, no de formas de vida, y así lo dirá más adelante Aristóteles en sus obras. Sin embargo en la tradición filosófica se suele hablar de formas de vida. 18 Este pasaje es la continuación de una conversación que viene dada desde el capítulo anterior, en dónde ha presentado a la aristocracia como el gobierno de los filósofos y por tanto el que considera mejor y más conveniente. Para detallar las características del gobernante de este régimen político, se presentará más adelante la descripción de lo que es el filósofo. 18 correlación con el ser individual (Cf.445a); luego pondrá en consideración cuál de estas formas ha de ser la más ventajosa. En este momento Sócrates desea presentar aquella única especie de gobierno que engendra la virtud y las que a su juicio padecen vicios. La aristocracia es la única clase de ciudad y constitución que considera buena y recta, del mismo modo, 19 califica al hombre que pertenece a este tipo de gobierno . Dado que los regímenes políticos se presentan como una forma de deterioro de la Aristocracia, se explicarán los cuatro tipos de gobierno restantes, los cuales serán complemento del conjunto de la descripción. Ahora bien, teniendo en cuenta que lo bueno es único y verdadero, los demás tipos de gobierno distintos al aristocrático, serán malos y viciosos, así como lo será también la disposición de carácter de las almas individuales a las que corresponde tales tipos de gobierno. Maldad que se representa bajo cuatro formas distintas, a saber, la timocracia, la oligarquía, la democracia y la tiranía, las cuales serán presentadas a lo largo del libro VIII (Cf.449a). Estos tipos de gobierno y los hombres semejantes a cada uno de ellos, son examinados desde sus defectos, con el propósito de identificar cuál de todos ellos es mejor y cuál peor. Así se investigará si el mejor es el más feliz y el peor el más desdichado. Los regímenes políticos nacen de la diversidad del comportamiento humano, de aquí que se diga que hay distintas formas de polis como de carácter individual (Cf.544d). Por esta razón, a los cuatro regímenes también les corresponden cuatro modalidades de almas individuales. A continuación se empieza el examen en virtud de la búsqueda de la extrema justicia, ello se hace de modo comparativo entre todos los regímenes políticos, luego se analiza cuál de ellos es el más injusto para contraponerlo al más justo completando así la “investigación acerca de la relación en la que se hallan la justicia 19 La forma de ser individual, correspondiente al Estado aristocrático, será abordado al final del numeral 1.3. 19 pura y la injusticia pura en cuanto a la felicidad o infelicidad de quién las posee y seguir luego a la justicia o a la injusticia” (545a-b). Timocracia (547b-550c): Este régimen político, que se origina por un movimiento descendiente a partir de la aristocracia, ocupa una posición intermedia entre ésta y la oligarquía. Por tal razón imita en algunas cosas al régimen que le precede y en otras al que le sigue. De la aristocracia imita el respeto que infunden los gobernantes, la abstención por parte de la clase defensora de la ciudad de incurrir en actividades manuales, de agricultura o de negocios e imita también la práctica de la gimnasia y los ejercicios militares. De la oligarquía imita el no llevar sabios a las magistraturas sino a personas con carácter fogoso y simple. Éstas se caracterizan por estar más inclinadas hacia la guerra que hacia la paz, y por apreciar más los engaños que la verdad, así como la riqueza, que tienden a derrochar en cosas banales. Respecto al rasgo que le es propio, y por el cual se identifica este tipo de gobierno, está el hecho de que se fundamenta, principalmente, en la ambición y el amor al honor (Cf.548c). Ahora bien, el hombre al que le corresponde tal tipo de régimen se caracteriza por tener un carácter obstinado, por ser ajeno a las Musas, feroz con los esclavos, gentil con los hombres libres, sumiso con los gobernantes y amigo de los cargos y las honras, fundamenta su pretensión de mando con acciones guerreras, también se caracteriza porque se ejercita en la gimnasia y en la caza (Cf.549a). Este tipo de hombre se forma desde la condición de haber sido engendrado por un padre que a su vez se caracteriza por ser sencillamente bueno, por vivir en un Estado mal organizado y normalmente huir de los honores y de cargos o procesos que lo comprometen más allá de su buena vida; el padre, es un hombre que está dispuesto a sufrir desprecio antes de tener que asumir algún problema. El hombre timocrático es aquel que cuando niño formó la imagen de su padre a partir de los reproches que a él le hacían. Tanto su madre como la gente común, le reprochaban no estar entre los gobernantes y no esforzarse en conseguir riqueza, también, el 20 hecho de asumir la vida con ligereza y vivir enajenado. Ante esto, es inevitable que la madre hubiera manifestado insatisfacción por el padre y la gente común hubiera tenido en poca estima hombres como su padre que, al ocuparse sólo de sus propios asuntos, es reconocido como tonto, mientras que los que se ocupan de los asuntos de los otros eran reverenciados y elogiados. Ante esto, el hijo, deseando ser mejor hombre que el padre, es arrastrado desde el prototipo de éste y termina comprometiéndose ofreciendo el gobierno de sí mismo a una de las partes del alma, a saber, al ánimo y dado que no cuenta con una naturaleza perversa, sino que lo que lo empuja a actuar de este modo son las malas compañías, se siente constreñido por ambas fuerzas al punto de dejar el gobierno de sí mismo a su parte del alma intermedia, la cual es ambiciosa y fogosa, convirtiéndolo en un hombre altanero y amante de los honores, característica típica de la timocracia. Oligarquía (550e-555a): Después de que el Estado ha vivido bajo el régimen timocrático, sufre una conversión que lo conduce al oligárquico, esta transformación de la ciudad se produce por la perversidad que genera la riqueza, ya que no conforme con la acumulación, comienza a inventar nuevas estrategias de derroche, hasta el punto de llegar a desobedecer las leyes de la ciudad, generándose con ello un contagio entre la mayoría de los ciudadanos por el amor a la riqueza y por el desprecio a la virtud. En este régimen legislan los ricos, pues tenidos en alta estima por la valoración de su fortuna, se les confía más a estos el gobierno de la polis que a aquellos que son virtuosos, quienes están muy lejos de ser reverenciados. Mientras las alabanzas recaen en el rico, el piadoso es tratado con indiferencia, hasta el punto de conducir a aquél a cargos de gobierno y renombre, con lo cual también desprecian a quien está en situación de pobreza, impidiendo al mismo tiempo que puedan participar en el gobierno. Sus leyes las hacen cumplir por medio de la fuerza armada o mediante la transmisión del temor (Cf.551b). Así se observa cómo se hace 21 presente un tránsito entre el amor al honor, característica del Estado timocrático, y el amor a la riqueza, rasgo propio del Estado oligárquico. Esta ciudad se presenta con dos caras, una de ellas representa los intereses de los más carentes de riqueza y la otra a los poseedores de fortuna. Esta polaridad se constituye como el primer defecto de este tipo de gobierno, pues al estar juntas en un mismo espacio y no compartir los mismos intereses, tendrán la tendencia a conspirar la primera contra la segunda y viceversa, con lo que fácilmente podría generarse una guerra entre todos los ciudadanos. También es propio de esta ciudad que sean siempre las mismas personas quienes se ocupen de gran variedad de cosas como la labranza, los negocios y la guerra. Por su parte los más pobres se ven obligados a vender todos sus bienes a quienes tienen el deseo de seguir acumulando riqueza, quedando en la pobreza y sin ningún bien ni oficio por hacer. El hombre oligárquico se forma del ejemplo que su padre timócrata le provee. El hijo, en un primer momento, deseando imitarlo, actúa del mismo modo que él. Sin embargo, al percibir los errores y tropiezos que su padre ha generado contra la ciudad y al vivir en carne el sufrimiento de las consecuencias de estos errores, como el hecho de encontrarse en condición de escasa fortuna, por temor, duda en seguir reproduciendo tal forma de conducta y crea distancia de ésta. Lo consigue a través del rechazo a la dirección de sí mismo desde su parte del alma que contiene el ánimo y la fogosidad. Así, cede el gobierno de su vida a la parte del alma que actúa desde el placer. Esto se evidencia en las nuevas intenciones y prácticas que lo llevan a tejer relación con los negocios y con los pequeños y esforzados ahorros que, con su duro trabajo, logra conseguir. Así, se presentan los placeres necesarios como rasgos propios del gobierno oligárquico, a partir de esta necesidad de dinero, el carácter del individuo que pertenece a este régimen comienza a tener en alta estima la ganancia, y como las mayorías, se vuelve derrochador del dinero y zángano con sus gobernantes. Es un hombre sórdido que en todo busca la manera de obtener ganancia, que se forma 22 malhechor por falta de educación y por mala crianza, lo cual lo conduce a desear apetitos sandios, como los del hombre que siempre se encuentra en condición de carencia, pues llevado por los placeres, que aunque son necesarios, permite que sea su parte del alma deseosa la que tenga gobierno sobre él mismo, cediendo así el control sobre la dirección de su vida. Procede conteniendo a la fuerza sus más perversas pasiones, pero no lo hace por medio del uso de la parte racional del alma, sino que las reprime violentamente por el temor que le genera el perder su fortuna, adoptando los aspectos propios del avaro. Es normal que en el alma de este hombre habite la contrariedad y por la ausencia de unidad en su interior se presenta el estado de dualidad como rasgo característico de su personalidad. Este tipo de hombre ejerce presión sobre su espíritu de modo violento para que sean los mejores deseos los que permanezcan en él, en vez de los peores. De este modo, aparenta ser justo y bueno pese a su contrariedad interior; sin embargo, cuan lejos se encuentra de ser realmente un hombre virtuoso. Democracia (555b-562a): El cambio de la oligarquía a la democracia surge del deseo de satisfacer el ansia de riqueza. Se manifiesta cuando los pobres, movidos por el sentimiento de odio hacia aquellos que adquirieron sus bienes, conspiran y luchan para transformar la situación de mendicidad a la que los llevaron a vivir aquellos hombres negociantes, dominadores de todo en el anterior régimen. Tras la aspiración de lograr un cambio en sus vidas, los pobres obtienen el poder y como si de una venganza se tratara, les hacen pagar a sus contrarios por el daño cometido, con asesinatos y destierros por medio de las armas, infundiendo temor para que se vean obligados a retirarse de los cargos. En este tipo de estado abunda la libertad tanto de palabra como de obra, es un régimen en el que los ciudadanos pueden organizar su forma de vida del modo que les parezca más conveniente, por esta misma razón es diverso en prácticas y costumbres; a su vez, hace presencia la tolerancia entre los ciudadanos, condición que puede hacerlo parecer como el más bello de todos los regímenes. Finalmente, la democracia es placentera, anárquica y variada, posee como principio el considerar a 23 los ciudadanos con un nivel de igualdad tanto entre aquellos que tienen las mismas condiciones como entre aquellos que no las tienen. Pero aún cuando la democracia parece ser una organización política agradable, que asigna igualdad similarmente a las cosas iguales y a las desiguales, tiene dentro de sí misma vicios que impiden considerarla ejemplar. El hombre demócrata se forma de un padre que habiendo sido oligarca, le trasmite a su hijo el deseo no sólo de avaricia, considerado arriba como un deseo necesario, sino también aquellos que son considerados como innecesarios, como por ejemplo los que se refieren al gasto desmedido del dinero, del trabajo o del tiempo. Tal comportamiento deja en evidencia que no distingue entre los primeros y 20 los segundos , sino que son todos indistintamente quienes le dominan y gobiernan su vida. Gobierno en el que no tiene en consideración el ejercicio de la parte racional del alma, y por lo cual tampoco puede gozar de conductas virtuosas y buenos hábitos. De este modo, empujados por la ignorancia acerca de lo que verdaderamente es conveniente, toman por buenas, conductas tales como “la insolencia, la indisciplina, el desenfreno y el impudor; y elogian y adulan a éstos, llamando a la indolencia buena educación; a la indisciplina, libertad; al desenfreno, grandeza de ánimo, y al impudor hombría” (160a). El hombre demócrata es aquel diversificado y pleno de múltiples caracteres y que, como aquel Estado, es bello y colorido gracias a su gran variedad (Cf.561e), sin embargo carece de unificación en sus funciones y tiende a la pluralidad que puede resultar más perjudicial que ventajosa. Tiranía (562a-576b): Al igual que los anteriores, surge del tránsito del régimen que lo precede. La tiranía surge por un vicio o debilidad de la democracia, 20 Los deseos necesarios son aquellos de los que el hombre no puede prescindir, los cuales al ser satisfechos, son de algún provecho para la persona. Como por ejemplo el deseo de alimentarse. Los deseos innecesarios son aquellos que no le hacen ningún bien al hombre, e incluso en algunos casos podrían llegar a producirle mal, de ellos se podría prescindir. Para este caso, se continúa con el ejemplo del alimento, aquí no se tararía de prescindir del acto de comer sino del lujo de desear alimentarse con manjares y platillos exagerados. Así que en este caso lo más conveniente es evitarse para cultivar la templanza y la cordura. 24 se trata de la excesiva libertad que conduce a que los roles de autoridad se desdibujen y se deslegitimen, por ejemplo: “que el padre se acostumbra a que el niño sea semejante a él y a no respetar ni temer a sus progenitores, a fin de ser efectivamente libre” (562e). En este tipo de principios se engendra la tiranía, pues llega un momento en el que los ciudadanos dejan de prestar atención a las leyes, sean orales o escritas, y pasan a efectuar lo que les dicta su propia voluntad. La libertad en exceso deriva, tanto para el individuo como para el Estado, en esclavitud excesiva. Ahora bien, es propio del tirano presentarse ante el público de modo amable, sonriente y prometedor de buenas venturanzas. Sin embargo, es perfectamente capaz de promover guerras para que el pueblo sienta la necesidad de un guía que los conduzca en momentos difíciles (Cf.566e). También lo hace para que el pago de los impuestos de guerra haga pobres a los ciudadanos y los obligue a dedicarse a los asuntos cotidianos, de modo que así tengan menos oportunidad de conspirar contra él. Con esto logra controlar a todo aquel que sí pretenda hacerlo y, si ocurre que algún ciudadano denuncia esta forma de proceder, el tirano lo elimina; así hace con todo aquel que no esté de acuerdo con su régimen, hasta conseguir que ningún hombre valiente capaz de confrontarlo quede con vida. Para ofrecer una definición más precisa de la manera como se forma el hombre tiránico, se explicará en primera instancia la naturaleza de los deseos, tanto los que son necesarios como los que no lo son. Dentro de las definiciones dadas anteriormente sobre los diferentes tipos de ser individual, hay que agregar un nuevo elemento que entra a configurar las formas de vida de éstos, se trata de los deseos que gobiernan el alma del hombre, los cuales llevan a su transformación interior y lo que determina su forma de ser, tiránica, oligárquica o democrática. Dado que a cada tipo de temperamento le corresponde un deseo diferente, Platón se propone analizar en detalle cuántos y de qué clase son. Lo primero que dirá es que los que son innecesarios, van contra la naturaleza (paránomos) y aún cuando se producen en todos los hombres, la forma como cada ser humano se enfrenta a ellos es diferente. En todo hombre, aún en aquellos que parecen muy mesurados, existen 25 estos tipos de deseos, temibles, salvajes y contra ley, y es común que se presenten en los sueños. Algunas personas hacen uso de la razón para organizar tales emociones logrando que desaparezcan o queden en poco número y sin fuerza, mientras que en otras personas permanecen arraigados en su espíritu cobrando mayor fuerza y aumentando en número. Estos deseos, que aparecen con facilidad en el sueño, aventajan la parte racional del alma con la manifestación de lo feroz, salvaje e instintivo. En este tipo de estados hay una tendencia a que el alma del individuo se vea desmesurada y sea capaz de actuar de forma liberada y sin vergüenza, así como de efectuar fechorías producto de su insensatez, la cual para ese momento gobierna el alma, su parte irracional lo hace esclavo de sus propios deseos. En otros casos, cuando el hombre se halla en estado de salud y templanza y se entrega al sueño, luego de haberse ejercitado en la parte racional del alma y de haberla alimentado con bellas palabras, conceptos y reflexiones, que lo han concentrado en su propio cuidado, entonces puede reposar en sueños sin perturbaciones ni ataduras que lo lleven a experimentar su parte irascible. Apaciguando los elementos del alma que lo alteran, logra plácidamente el gozo de la libertad de espíritu que le provoca el buen juicio, este estado del alma es destacado por Platón por ser el que tiene más posibilidad de alcanzar lo que es verdadero y discernir en los sueños con mayor agudeza qué tan lejos se está de lo que es engañoso. Este estado es característico del filósofo. De allí que la situación del tirano esté muy lejos de alcanzar la sabiduría del filósofo, pues desde sus primeros años de juventud, más exactamente desde su crianza, apropió los elementos que dieron lugar a que perdiera control de sí mismo y a que se entregara, como un legítimo esclavo, al mandato de sus deseos, como si se encontrara dormido y no despierto. A este estado llegó desde la configuración de vida que el niño hizo a partir del ejemplo de su padre, el cual siendo ahorrativo, le daba gran valor al dinero y que aun cuando despreciaba los deseos excesivos e innecesarios, se dejó arrastrar por el deseo de la ambición. Del mismo modo le ocurre al hijo, sólo que éste se deja llevar por el ansía de libertad y por los deseos 26 que el padre rechazaba, es decir, ya no sólo actúa desde los deseos necesarios sino también desde los innecesarios, llevando fácilmente y sin freno alguno una vida de derroche, gasto excesivo, satisfacciones exageradas donde la libertad se convierte en la patrona del derroche y el despilfarro, hasta el punto de quedarse sin dinero, lo que los lleva a gastar, incluso, lo que no les pertenece. Así pues, la parte concupiscible del alma toma control sobre este débil hombre, aliándose con la locura “se vuelve furioso y, si encuentra en el hombre algunos deseos y opiniones de los tenidos por buenos y todavía pudorosos, los mata y los hecha de él hasta que lo deja limpio de sensatez y lo llena todo de aquella locura advenediza” (573b). De esta naturaleza son los enamorados, borrachos y locos quienes comparten por su naturaleza, el rasgo de querer mandar no sólo sobre la vida de los hombres sino incluso sobre la voluntad de los dioses. 1.3. FORMAS DE VIDA (LIBRO IX 576b-592b) 1.3 En este libro, Platón se encarga de presentar las vidas en relación al grado de felicidad que generan en el individuo. El procedimiento que sigue consiste en relacionar tres cosas: las tres vidas, las características de los individuos que viven conforme a cada una de ellas y las tres partes del alma. Alimenta esta relación, presentando la naturaleza de las tres partes del alma del ser humano y los placeres propios a los que corresponde la forma de vida que se ajusta a cada una de ellas. Al final se sustentarán las tres razones primordiales por las que Platón juzga que la forma de vida más conveniente para el hombre es la filosófica, cerrando así, con la exposición de la figura metafórica de la bestia multiforme, la cual sirve como sustentación de lo dicho respecto a la comparación de las vidas. El curso de la indagación se alimenta con la pregunta ¿cuál de los cinco tipos de hombre, el aristocrático, el timocrático, el oligárquico, el democrático y el tiránico, ocupa el primer puesto en felicidad, cuál el segundo y cuál el tercero? En el diálogo, Glaucón afirma que el juicio se hará desde una primera demostración 27 como si fueran coros, según el orden en el que han aparecido en escena, tanto en virtud, como en maldad y felicidad, como por desdicha (Cf.580b). Como se observó en el apartado anterior, son cinco en total los regímenes políticos, pero ahora se abordará únicamente tres de ellos para extraer de estos la caracterización de tres géneros de vida. Los tres regímenes son los siguientes; el 21 aristocrático, el timocrático y el tiránico , los cuales permiten el tránsito para hablar de tres vidas, la vida filosófica, la vida política y la vida tiránica. Llama la atención saber por qué se suprimieron el régimen oligárquico y el democrático, pues bien, en primer lugar hay que aclarar que no se trata de una supresión, sino de concentrar en un solo grupo las tres formas de vida que están cerca en orden de degradación y que tienen en común el ser polícromas, estas son, la oligarquía, la democracia y la tiranía, todas juntas serán consideradas en un mismo grupo, a saber, la tiranía. En segundo lugar, se agruparán de éste modo porque el tirano es el más representativo en cuanto al orden de degradación que manifiesta, pues de todos, él es el más esclavo y el que rebasa por completo los límites (Cf.587c). Y en tercer lugar, se puede argumentar, que la unión de estas tres formas de vida se hace tras la búsqueda de hallar afinidad con la concepción de la división tripartita del alma. Ahora bien, tres serán las clases en las que se clasificarán los modos de vida anteriormente señalados. La primera es una clase superior en dónde estará el hombre regio desde la representación de la vida filosófica o del saber. La segunda es una clase intermedia en donde se ubica al hombre timocrático que representa la vida política o del honor. La tercera es la clase del oligárquico, democrático y tiránico quienes de forma conjunta representan la vida del placer o amante del lucro. 21 Tal selección ocurre a partir de 580d. 28 VIDAS SEGÚN LAS TRES PARTES DEL ALMA Y LOS PLACERES CORRESPONDIENTES: Luego de hacer esta aclaración, se enseñarán las vidas según las tres partes del alma. La primera es la parte inteligible del hombre, con la que puede comprender su forma de existencia gracias al uso que hace de la razón, aquí se ubica la forma de vida filosófica que genera el placer del saber que a su vez se alimenta de dos fuentes, el placer que otorga el conocimiento previamente adquirido y el placer de seguir aprendiendo; en este estado hay una tendencia a la instrucción y al saber, característica propia del filósofo, según lo dicho antes, correspondería a la aristocracia. La segunda parte del alma humana es la emocional, conducir las acciones desde este estado facilita momentos de cólera y excitación, pertenece a esta etapa la forma de vida del político, y el placer predominante es el que genera los honores. El carácter del hombre político tiende al mando, a la victoria y al renombre, es arrogante y ambicioso. De acuerdo con la exposición dada, estas características corresponden al hombre timocrático. La tercera y última parte del alma, es la apetitiva o concupiscible, se caracteriza por encarnar un exceso en el comer, el beber y en el deseo erótico, en esta parte del alma se ubica la vida del tirano, y el hombre que desarrolla esta parte en plenitud, no encuentra mayor satisfacción que el que le otorga la acumulación de dinero, por ello se define principalmente como el más dotado para ser avaro, amante del lucro y ambicioso, pues es con la riqueza con lo que da satisfacción a tales deseos, de allí que su tendencia esté encaminada hacia la codicia y el deseo de ganancia. Ahora bien, a estos géneros de hombre también le corresponden tres tipos de placer respectivamente; el placer por el saber, el placer de los honores y el placer por el dinero. Mientras que para el filósofo el placer consiste en vivir aprendiendo siempre (Cf.581c-e), para el ambicioso el placer que proviene del conocimiento se desvanece y el placer que procede de las riquezas lo cataloga como vulgar, por ello 29 lo más importante para él son los honores y es con esto con lo que recibe gozo y placer. Por su parte, el amante del lucro o de los negocios considera que el placer de recibir honores y el de aprender carecen de valor, nada le generará más encanto salvo aquello que genera enriquecimiento. Cada uno de estos individuos, considera que cada una de sus vidas respectivamente es mejor y más agradable sobre cualquier otra. Debido a la imposibilidad que hay en basarse en la opinión de ellos para determinar cuál forma de vida es más provechosa o conveniente (lysiteles) se tendrá en cuenta los siguientes indicadores para el juicio; la experiencia, el talento o inteligencia y el raciocinio. El placer menos provechoso para el hombre será el que genera la forma de vida del avaro, ésta vida, como ya se ha señalado a lo largo de este capítulo, genera un tipo de placer que se distancia de ser el más adecuado y conveniente para el alma, puesto que es servil y mercenario, por ello el hombre que lleve tal forma de vida no podrá ser feliz. A esto se agrega que el hombre tirano que lleva tal forma de vida, se encuentra triplemente alejado del verdadero placer pues lleva la carga de ocupar el último lugar después del hombre oligárquico y del hombre democrático, quienes completan la triada que forma la vida del placer. Para el que vive conforme a esta forma de vida le será fácil ejercer la injusticia, pues su alma siempre permanece en un estado multiforme, por ello ocupará el tercero y último lugar en orden de conveniencia. El segundo lugar lo ocupará el placer del honor, que corresponde a la forma de vida del timócrata. Y aún cuando el timócrata se encuentra más próximo a la forma de vida del filósofo que a la del hombre negociante, aún mantiene secuelas de su parte inferior, lo que le impide ocupar la primera posición en felicidad. Finalmente, es el filósofo el que ocupa el primer lugar en cuanto a la experiencia de todos los placeres mencionados anteriormente ya que ha pasado de 30 22 manera necesaria por todos y cada uno de ellos desde su infancia , adicional a ello valora el uso que hace de su raciocinio, pues reconoce que las cosas que pertenecen al ámbito de la verdad son las más elogiadas por el filósofo, lo que lo lleva a considerar que de todos los tres tipos de placer el más agradable es el de éste, para quién aprender continuamente es la más elevada forma de existencia. En este ejercicio práctico consiste su saber, el filósofo es el más acertado y con suficiente valor para medir y emitir el juicio de lo que es mejor y más provechoso en cuanto al tipo de vida buena se pretende resaltar. COMPARACIÓN DE DOS VIDAS: Aun cuando el libro IX trata sobre las tres vidas, Platón se concentra más en comparar la vida conforme al placer con la vida conforme al saber, por esta razón a continuación se ampliará de forma más detallada dicha comparación. Después de esto se presentarán las tres demostraciones dadas por Platón, en dónde expone las razones por las cuales la vida conforme al saber es la que provee de mayor felicidad y gozo al ser humano que la vida conforme al placer. Forma de vida conforme al placer: A este último género de hombre “que es absolutamente injusto le conviene cometer injusticia con tal de aparecer como justo” (588b). A simple vista esto podría querer decir que se puede presentar, simultáneamente, en una misma persona el ser justo como el no serlo, aunque la última cualidad se exteriorice sólo en apariencia; qué tan verdadera puede ser esta posición es lo que se expondrá a continuación. Esta habilidad propia del injusto, el aparentar ser lo que no es, ya había aparecido en libros anteriores, “no hay mayor perfección en el mal que el parecer ser bueno no siéndolo” (361a). Pues tras de esto está el hecho de darle 22 Tiene experiencia del placer de la ganancia, de los honores y finalmente de la experiencia del saber. 31 fuerza a lo salvaje y debilitar lo más bello que hay en el hombre, el cuál haciendo uso de la razón es quién antepone lo justo frente a lo injusto. Una de las características del hombre que lleva la vida conforme al placer, y que en ello se asemeja al tirano, es su deseo desproporcional por derrocharlo todo y gastar enseres, comida, etc., en proporciones exageradas, toma además préstamos, dado que lo ha gastado todo (Cf.573d-e) y cuando todos los recursos le faltan, los deseos violentos que ha contenido en su interior y que reafirman su propio egoísmo, lleva a que todos sus demás deseos busquen la manera de examinar quién tiene algo de lo que pueda despojarlo bien sea mediante el engaño o la fuerza (Cf.573e). Desmesuradamente, hará hasta lo imposible por alcanzar su deseo, robar, violentar casas, hurtar bolsas, profanar templos, vender como esclavos a hombres libres, aceptar sobornos. El hombre con una vida de placer propia a la que produce el tirano, jamás en toda su vida es amigo de nadie, siempre esclavizado o esclavizando a otros; de la libertad y de la amistad verdadera nunca gusta la naturaleza tiránica; tal hombre es infiel e injusto (Cf.576a-b). Ahora bien un estado tiranizado es esclavo deshonroso y desdichado, y dado que anteriormente decíamos que el Estado es reflejo de los hombres que lo componen, del mismo modo será el tirano, esclavo y desdichado, “por consiguiente, el alma tiranizada será la que menos hace lo que quiere; me refiero al alma como todo: arrastrada sin cesar por la pasión en forma violenta, estará llena de turbación y remordimiento” (577 c-e). Además de esto, el estado será pobre y el alma del tirano y sus conciudadanos estarán necesitados e insatisfechos, lo que los hará estar de forma permanente con miedo. El problema del tirano estriba en estar a cargo de gobernar a muchos cuando él ni siquiera se gobierna a sí mismo (Cf.579c). A causa del poder, el tirano llega a ser envidioso, desleal, injusto, carente de amigos y cultivador de toda maldad. Es desdichado aquel que estando enfermo tiene que padecer en soledad su propia 32 enfermedad pero lo es aún más si padeciendo por tal situación se aventura a dirigir a otros, donde no siendo dueño de sí mismo trata de gobernar y conducir a los demás. El hombre tirano propiamente dicho no es aquel que impone su tiranía consigo mismo sino cuando la ejerce sobre los demás. Platón pone en boca de Glaucón la declaración de que “el hombre más dichoso es el mejor y más justo, y que este es el hombre real, que reina sobre sí mismo; y que el más desdichado es el peor el más injusto, y éste, en cambio, se halla ser el que, siendo más tiránico, se tiranice en mayor grado a sí mismo y a su ciudad” (580c). El tirano no es libre porque de todos modos será criticado, vigilado y controlado por quienes sí creen y aplican la justicia, estos siendo libres luchan por la libertad de todo aquel que esté dominado por el tirano. Así resulta ser esclavo, puesto que vive sujeto a los falsos halagos de otros hombres, lo que lo lleva a tener una vida de insatisfacción en sus deseos, por esta razón es usual que sienta de forma permanente sentimientos de carencia y menosprecio de sí mismo. De allí que viva con temor e inseguridad permanente, y ande frente a la vida en actitud de constante prevención frente a todo aquello que pueda causarle dolor, sufrimiento e insatisfacción. Al tirano “le es forzoso ser e incluso hacerse en mayor grado que antes en virtud de su mando, envidioso, desleal, injusto, falto de amigos, impío, albergador y sustentador de toda maldad y por consecuencia de todo esto, infeliz en grado sumo; finalmente, ha de hacer iguales a él a todos los que están a su lado, es decir, esclavos” (580a). Forma de vida conforme al saber: Platón había presentado la forma de vida del filósofo en el final del libro V y comienzos del VI, la figura aquí descrita es la que comparará con el tirano en el libro IX. Al comienzo del libro VI se describe cómo es un filósofo. Lo primero que dice es que un mal filósofo se puede corromper y volverse sofista, engañador, en esos casos lo mejor es que no sea filósofo. Desde el final del libro V Platón empieza a definir cómo es un filósofo. Dice que es el que contempla cada cosa en sí siempre idéntica a sí misma, es decir, que se aproxima a las cosas que son verdaderas. Los hombres que 33 andan errando por multitud de cosas diferentes están lejos de ser considerados como verdaderos filósofos. Hay que recordar que la indagación que antecede a estos intervalos, está relacionada con la búsqueda de lo que es justo o no. Después de haber dado estas definiciones, Platón procura presentar al filósofo como modelo de representación del ser justo, por ello en la primera parte del libro VI, agrega que éste puede alcanzar lo que siempre se mantiene igual a sí mismo, así se resalta en él la capacidad para abrazar todo aquello de lo cual se tiene conocimiento alguno. Por estas características, afirma que entre el filósofo y el no filósofo, conviene que sea jefe en la ciudad el filósofo, pues es el tipo de hombre que se interesa y es capaz de custodiar las normas y las leyes de la ciudad (Cf.484a-c). Conviene que el que ha de guardar las leyes tenga absoluta claridad sobre lo que es y lo que no es, debe tener conocimiento de todo ser, debe tener un modelo claro en su alma con lo que puedan contrastar la pluralidad de cosas que se va encontrando en el camino, con el fin de que les sea permitido contemplar con sagaz agudeza las normas de lo hermoso, lo justo y lo bueno y ser capaz de conservarlas con su vigilancia una vez establecida (Cf.484d). Las naturalezas filosóficas se caracterizan porque se apasionan siempre por aprender aquello que puede mostrarles algo de la esencia siempre existente y no sometida a los extravíos de la generación y corrupción, también se caracterizan porque no se dejan llevar por su voluntad ni en poca ni en gran medida y por hablar siempre con verdad y rechazar la mentira. “El que por naturaleza es enamorado de la verdad, ama lo que es connatural y propio del objeto amado” (Cf.485b-c). Es necesario que el verdadero amante del saber tienda desde su juventud a la verdad por encima de cualquier otra cosa. El filósofo se entrega al placer del alma en sí misma y deja de lado los placeres del cuerpo, es temperante y en ningún modo avaro de riquezas, no tiene mezquindad de pensamiento, la muerte para él no es cosa temible, la naturaleza cobarde y vil no podrá tener parte en su alma (Cf.485e). 34 El hombre ordenado que no es avaro ni vil, ni vanidoso, ni cobarde, difícilmente tendrá estas cualidades, por el contrario, será tratable y justo. Para lograr diferenciar el alma que es filosófica y la que no lo es, se debe examinar desde la juventud del sujeto, si su alma es justa y mansa o insociable y agreste. Es un hombre que actúa con pasión y sin mezquindad de espíritu, con entrega adelanta en gran medida los frutos de su trabajo y se caracteriza por tener excelente memoria (Cf.486e). Su naturaleza es mesurada y bien dispuesta, se deja llevar fácilmente a la contemplación del ser en cada cosa. Todas las necesidades del filósofo son necesarias y están ligadas. El filósofo es expedito en el estudio, elevado de mente, bien dispuesto, amigo y allegado de la verdad, de la justicia, del valor y de la templanza. Es de esperarse que tales hombres al llegar a una edad madura, sean en los que más debería confiarse los asuntos de la ciudad (Cf.487a). La mejor forma de vida es la filosófica: De este modo se observa cómo Platón presenta en tres argumentos la demostración de que la forma de vida más conveniente para el ser humano es la del filósofo, la primera demostración la hace cuando compara al filósofo con el tirano, y concluye que éste último es un ser desgraciado e infeliz (Cf.580d), pues su forma de vida es injusta e infiel, mientras que la filosófica se distancia inversamente de tales características, lo que la hace ser mucho más ventajosa y conveniente para el hombre. La segunda demostración la expone al explicar la razón por la cual el filósofo dice y habla con verdad, como se observó algunas líneas atrás, éste al tener mayor experiencia que todos los demás, tiene más posibilidad de proceder con un tipo de saber que le permite ser acertado y emitir juicios ecuánimes (Cf.583a). Finalmente, lo demuestra indicando que el filósofo goza del mejor de los placeres, pues gracias al uso de su razón, experimenta el gozo de aprender continuamente (Cf.586e). Y por si alguna duda permanece después de estas tres argumentaciones, al final de este apartado se presentará la metáfora de la figura de la escultura 35 compleja (Cf.588b), que demuestra la deformidad en la que se ve sumergido el no filósofo, y por qué el querer ser o parecer filósofo es lo que en última instancia el hombre con pretensión de ser justo desea. Cuando el conjunto del alma sigue la parte filosófica sin disensiones internas, cada una de las partes hace en todo sentido lo que le corresponde y lo que es justo, también recoge como frutos los placeres que le son propios, que son los mejores y ello los lleva en la mayoría de los casos a ser los más verdaderos. Cuando prevalece alguna de las otras partes del alma, sucede entonces que el alma se aleja de la filosofía y de la razón, es decir que también lo hace de la ley y del orden y todo aquello que se aleja de la razón son los apetitos eróticos y tiránicos. ¿No reconoceremos, hombre bendito, el origen de la ley de lo digno en el hecho de que lo primero pone bajo el hombre, mejor dicho tal vez, bajo su parte divina lo que hay en su naturaleza de salvaje y lo segundo esclaviza lo que hay en él de manso a lo salvaje? (…) ¿habrá pues, alguien a quién convenga tomar dinero injustamente si acontece que, al tomarlo, esclaviza lo mejor de su ser a lo más miserable? (…) si somete, en cambio, la parte más divina que en él hay a la más impía e infame, ¿no se hará con ello desgraciado y no pagará el oro de su soborno con un destino mucho más terrible y fatal que el de Erifile al recibir el collar por la vida se su esposo? (589d-590a). De este modo se ve cómo el tirano vivirá del modo más desagradable y el rey del modo más placentero (Cf.586e-587c). Sin embargo a ello se suma una apreciación, si el hombre yerra al dejarse gobernar por su parte no racional del alma, no lo hace por su propia voluntad, pues en este tipo de hombres, artesanos y obreros, afirma Platón, “la parte mejor es débil por naturaleza, de modo que no puede gobernar a las bestias que hay dentro, sino que las sirve y no es capaz de aprender más que a adularlas” (590c). Si estos hombres aspiraran a llevar una vida semejante a la del hombre superior, necesariamente tendrán que ser esclavos de éste hombre superior, quien posee el principio rector divino, así conseguirán estar sujetos a lo racional, a pesar de que lo rige desde fuera de él y no como en el caso del hombre superior, que el elemento divino habita intrínsecamente en él; este tipo de procedimiento sería semejante al que se aplica en la temprana edad a los infantes, a quienes se les limita la libertad hasta tanto no hallan formado en su estructura el régimen de ciudad anhelado, esto sólo es posible “después de haber 36 cultivado en ellos la parte mejor con lo mejor que hay en nosotros, ponemos dentro de cada uno, en lugar nuestro, un guardián y jefe semejante a nosotros para sólo entonces darles la libertad”(591a). Con ello se lograría que toda la ciudad procediera conforme al principio rector racional. Sócrates afirma, a partir de todo lo dicho, que bajo ninguna circunstancia es provechoso el cometer injusticia, por su parte, el que comete injusticia deberá pagar su pena puesto que recibir castigo, permite sanear la mente y aplacar lo salvaje y bestial que hay en el interior del alma, así como liberar lo pacífico y divino que hay en ella, sólo así el alma adquiere moderación y justicia lo que la hará ser y aparecer con salud, vigor y hermosura. El filósofo por su parte, se dedicará a cultivar todas aquellas cosas que hacen de su alma que sea dócil, mansa y divina, se dedicará al cultivo de su cuerpo en la medida en que ello repercuta en la armonía de su alma, así “aparecerá siempre ajustando la armonía de su cuerpo en razón de la sinfonía de su alma” (591d) y a su vez se dedicará a despreciar todo aquello que lo haría bestial, iracundo e indomable. Por ello vigilará constantemente los excesos y los defectos que pueden arrastrar alguna parte de su alma por causa de escasez o exceso de fortuna. Con el constante examen evitará provocar el caos interior, sólo así, prestando continua vigilancia a la forma como se disponen los elementos podrá regirse a la norma del equilibrio para soportar, conforme a su capacidad, tanto las riquezas como los honores que se puedan presentar. En esto consistirá su labor, actuará intensamente en su ciudad interior, la misma que se exteriorizará en la vida de los otros, por medio de sus actos y que no han de reflejar otra cosa más que el trabajo interno que por años, desde la infancia hasta la adultez, este sabio hombre se ha dedicado a elaborar. “Lo mismo que el filósofo, en quien reina la razón, es el más feliz de los hombres, así también el Estado aristocrático es el mejor y el más feliz de los Estados; y lo mismo que el déspota tiránico, esclavo de la ambición y de las pasiones, es el peor y el más 37 desgraciado de los hombres, así el Estado gobernado por el tirano es el peor y el 23 más desdichado de los Estados” . Platón se vale de una figura metafórica que se puede denominar la escultura multiforme; la utiliza para ejemplificar con más refinamiento la imagen del alma tiránica. En el diálogo pide a sus discípulos que imaginen una escultura que esté constituida por tres seres, los cuales van a representar una parte del alma del ser humano, a saber, la bestia abigarrada y policéfala “que tiene en torno diversas cabezas de animales mansos y feroces y que es capaz de cambiar y sacar de sí misma todas estas cosas” (588c); esta imagen será la representación de la concupiscencia; el león que simbolizará el ánimo o el thymos, y finalmente la imagen de hombre que representará a la razón. Las tres figuras conformarán una sóla, pero resalta que de todas ellas una ha de ser la más pequeña, a saber, la figura humana, así pues, esta escultura formada por una bestia, un león y un pequeño hombre interior será revestida exteriormente por otra figura humana, que tendrá la función de ocultar la verdadera naturaleza que habita en el interior de lo que a simple vista podría ser un hombre y que en este caso representa el ser justo gracias al gobierno de la razón sobre todos los deseos. Como esta imagen son los hombres que aunque aparentan ser justos, lo que realmente les conviene es no serlo. Los hombres que tienen este proceder, engordan a la bestia que hay en ellos, así como al león y lo relativo a éste, al punto de someterse a los deseos y a la conveniencia de cualquiera de dichos seres. Como si fuera poco, los fortalecen al cumplirles sus deseos, con lo que los hombres debilitan lo humano que puede haber en su interior. Por el contrario, el que ensalza la justicia, hace que lo humano que hay en él, es decir, que su razón sea la que gobierne las partes del alma, logra así dominar la bestia y el león, de modo que siendo el hombre interior el más fuerte dentro de todo el conjunto de hombre “se cuide de la bestia policéfala y la críe cultivando, como 23 Cf. FEDRERICK COPLESTON, Op.cit., p. 238. 38 un labrador, lo que hay en ella de manso y evitando que crezca lo silvestre, procurándose en ello la alianza de la naturaleza leonina, atendiendo en común a todos y haciéndolos amigos entre sí y también de sí mismo” (589b). Hay que aclarar que aun cuando se ha hablado de cinco formas de vida, Platón examina con mayor énfasis la comparación entre la forma de vida conforme al saber, que corresponde a la figura del filósofo y la forma de vida conforme al placer en dónde se ubica la figura del tirano. La forma de vida conforme al honor en el cuál se instala el político, y que a su vez ocupa una posición intermedia entre el filósofo y el tirano, se deja de considerar en profundidad en el libro IX, lo que permite pensar que su descripción fue abordada desde la presentación que hizo del Estado timocrático en el libro VIII. Para sustentar que la descripción del hombre político se fundamenta en esa exposición, se anexa en este trabajo una referencia de Aristóteles en dónde deja en evidencia que el hombre político es el que aparece en 24 escena en el Estado timocrático . 24 Aristóteles es útil para sustentar la referencia descriptiva que se hace del hombre político, pues en La Ética a Nicómaco (Lib. I; Cp. 5) hace alusión a las formas de vida de Platón, “Los mejor dotados y los activos creen que el bien son los honores, pues tal es ordinariamente el fin de la vida política. Pero, sin duda, este bien es más superficial que el que buscamos, ya que parece que radica más en los que conceden los honores que en lo honrado, y adivinamos que el bien es algo propio y difícil de arrebatar. Por otra parte, esos hombres parecen perseguir los honores para persuadirse a sí mismos de que son buenos, pues buscan ser honrados por los hombres sensatos y por los que los conocen, y por su virtud; es evidente, pues, que, en opinión de estos hombres, la virtud es superior. Tal vez se podría suponer que ésta sea el fin de la vida política; pero salta a la vista que es incompleta, ya que puede suceder que el que posee la virtud esté dormido o inactivo durante toda su vida, y, además, padezca grandes males y los mayores infortunios; y nadie juzgará feliz al que viva así, al no ser para defender esta tesis”. Esta reflexión de Aristóteles, es lo que confirma que la forma de vida del político corresponde a la forma de vida timocrática, los hombres que viven conforme a esta forma de vida, parecen perseguir los honores para hacer parecer que son buenos, ellos claramente valoran el ser virtuosos, pero como no pueden encarnar tal forma de vida, fingen serlo. En todo caso, son hombres que tienen en alta estima la virtud y que dentro de sus aspiraciones está el querer ser virtuosos. (ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea, trad. Julio Dallí Bonet, Madrid, Gredos, 1985, p. 1095b23-1096a2) 39 II Capítulo II EL CARÁCTER MORAL DE SÓCRATES En el capítulo anterior se presentó la teoría de Platón sobre las formas de vida, ahora se mostrará la forma de vida del filósofo, encarnada en la figura de Sócrates. Sócrates nace en Atenas en el año 469 o 470 a.C., y fue condenado a muerte y 25 ejecutado en el año 399 a.C. Se adiestró para combatir en la guerra , se interesó en los asuntos políticos, pero lejos de querer ejercerlas de forma directa en la polis, se ocupó de la educación de los jóvenes cuya aspiración era desempeñar un cargo oficial. Sócrates marcó la historia de la filosofía, tanto en la Antigüedad como en la Edad Media. En ésta última se dio a conocer a través de las voces de Aristóteles y Cicerón; posteriormente es reconocido como el guía de la Ilustración y la filosofía moderna. También fue percibido como: El apóstol de la libertad moral, sustraído a todo dogma y a toda tradición, sin más gobierno que el de su propia persona y obediente sólo a los dictados de la voz interior de su conciencia; es el evangelista de la nueva religión terrenal y de un concepto de la bienaventuranza asequible en esta vida por obra de la fuerza interior del hombre y no basada en la gracia sino 26 en la tendencia incesante hacia el perfeccionamiento de nuestro propio ser. Para muchos estudiosos de la historia de la filosofía, la vida de Sócrates ha ocupado un interés significativo en sus vidas, no sólo por intereses estrictamente eruditos, sino también en lo que atañe a sus intereses éticos y espirituales. El hecho de que después de su muerte la posteridad cristiana lo reconociera como mártir precristiano y además que “Erasmo de Rotterdam lo incluyera entre sus santos y le 27 rezara: Sancte Socrates, ora pro nobis” , señala que sus enseñanzas atravesaron los 25 Se sabe que Sócrates participó en varias guerras debido a las alusiones que se hacen en algunos diálogos, exactamente se hace mención a cuatro batallas, la del Peloponeso, la batalla de Antípolis y la de Potidea (Cf. GUTHRIE Op.cit., p. 362). 26 WERNER JAEGER, Paideia: los ideales de la cultura griega, p. 389. 27 Ibídem., p. 389. 40 límites de la academia y lograron cobrar significado en personas que tenían otros intereses. La forma como se aborde el estudio de Sócrates también está atravesada por los intereses que lo motivan, personalmente coincido con Jaeger en que el interés en Sócrates no es un interés puramente erudito o académico, sino de un entusiasmo directo por su personalidad espiritual. Hacer un estudio sobre Sócrates implica reparar en la discusión histórica acerca de si lo que conocemos de su personalidad tiene existencia real o por el contrario se trata de una ficción. De él se han pronunciado dos tesis contrarias, por un lado que su enseñanza está totalmente vinculada a su carácter, por otro, se dice que resulta imposible conocer su personalidad histórica debido a la carencia de fuentes compatibles entre sí. Tal discusión se ha dado en la historia de la filosofía con justa razón, ha sido un interrogante inevitable teniendo en cuenta que lo que se sabe de él se conoce a través de diversos personajes, que a su vez tienen formas disímiles de ver el mundo, éstos son: Aristófanes, Jenofonte, Aristóteles y Platón, cuyas interpretaciones sobre su vida y su pensamiento son en algunos casos incompatibles. El primero, Aristófanes, se dedicó a la elaboración de comedias con un fuerte 28 componente de sátira y engaño , era un comediógrafo reconocido en la época que se valía de la figura de Sócrates como objeto de burla, esto puede apreciarse en la obra Las Nubes. Los comentarios que aquí se hacen de Sócrates consistían en que hacía el ridículo, andaba hambriento, vestía harapos y se dedicaba a fastidiar a los zapateros. En la comedia se lo muestra como mugriento y ladrón, adicional a ello, se presenta a Sócrates con el modo de proceder propio de los malos sofistas, un hablador interminable que fastidiaba a la gente porque les hacía perder el tiempo en cosas ridículas y engañosas. El segundo en la lista, Jenofonte, era un general retirado con habilidades para la literatura y la historia, se caracterizó por ser hombre de acción y de fuerte 28 Cf. GUTHRIE., Historia de la Filosofía Griega, Vol. III, p. 315. 41 29 temperamento. Fue contemporáneo de Platón , nació en Atenas aproximadamente hacia los años 430-425 y vivió hasta después del año 355. Su relación con Sócrates fue posiblemente durante el mismo tiempo que la de Platón, pero a diferencia de éste último, no estuvo presente el día de su sentencia. Admiraba su capacidad intelectual y sus virtudes tales como la valentía física, el excelente historial de guerra y el desprecio que tenía del peligro. Las obras en las que Jenofonte presenta al maestro son cuatro: el Económico, la Apología, el Banquete (o Sympósion) y los 30 Memorabilia (o Recuerdos de Sócrates) . Los dos últimos eran filósofos con vertientes de pensamiento muy diferentes, a saber Aristóteles y Platón. El primero de ellos nació en el año 384 y llegó a Atenas a la edad de 17 años en busca de Platón, quién era muy nombrado en la 31 época por la calidad de su enseñanza. Aristóteles no sostuvo una relación personal con Sócrates, conoció parte de su pensamiento gracias al trabajo que llevó a cabo durante 20 años en la academia con su maestro Platón, quien le dejó ver la relación 32 entre la filosofía socrática y la que entonces él desarrollaba . Platón, siendo el autor que más escribió sobre Sócrates y su filosofía, también le participó a su discípulo Aristóteles algunos principios que posteriormente le servirán a éste último para abordar su figura, ya no tanto desde su caracterización en cuanto tal sino desde el pensamiento y aporte conceptual que Sócrates alcanzó a forjar en la época en la que se desarrollo su vida. Como se puede observar, gracias a esta multiplicidad de temperamentos que refleja cada una de las cuatro fuentes, se comprende por qué cada escritor ha recreado una imagen distinta de lo que representaba para ellos el viejo Sócrates. Sin embargo, aún cuando desde una primera lectura estas versiones parecen ser incompatibles, no por ello se deben tomar como falsas o equívocas, por el contrario, la mirada debería estar dada desde la complementariedad, que permite tener un 29 Cf. Ibídem., p. 321. 30 Cf. Ibídem., p. 322. 31 32 Cf. Ibídem., p. 344. Cf. Ibídem., p. 341. 42 panorama más complejo a partir de las versiones de los diferentes escritores y con ello entrever lo que representó el maestro ático. Ahora bien, teniendo en cuenta que Platón, al igual que Aristóteles, era filósofo y que compartió en vida con el maestro ático, se atribuye a él la mayor autoridad en cuanto a la presentación que hace de Sócrates como filósofo; ambas características le permiten comprender mejor la forma de su enseñanza y comunicar de un modo más creíble la actitud que éste tuvo frente a la vida. Empero, hay que aclarar que con Platón se puede tener aproximación tanto a la filosofía de Sócrates, como a su personalidad; ésta última descripción es la que se pretende resaltar en el presente capítulo. Más que el desarrollo de su teoría filosófica, interesa mostrar ahora los rasgos que lo configuraron en la historia como filósofo, señalar de qué forma su proceder con los otros, su misión, sus convicciones, su relación con lo religioso y su actitud frente a la vida son los indicadores más relevantes para constatar lo que significaba en la vieja Atenas ser y vivir con sabiduría. Estos indicadores, que corresponden a la figura de Sócrates en tanto filósofo, se pueden rastrear de manera coherente en las obras del corpus platónico, aunque no suceda así frente a la posibilidad de establecer un pensamiento exclusivamente socrático. Este último fenómeno se ha dado debido a que Platón no sólo se dedicó a transcribir las enseñanzas de su maestro, sino que quiso honrarle yendo más allá, intentando desarrollar los planteamientos teóricos. De allí que en su obra se perciban dos líneas de pensamiento, la de Sócrates propiamente dicho y la que Platón desarrolló. Se tiene la dificultad de ver hasta dónde sus escritos son meras descripciones de los planteamientos de su maestro y en dónde empieza su propio desarrollo. Para este problema se presentará al final de este capítulo lo que dice al respecto Gregory Vlastos en su obra Socrates Ironist and Moral Philosopher 33 , con el fin de ofrecer algunas luces a este problema. Vlastos tiene como hipótesis que la principal preocupación de Platón es no tanto reproducir fielmente al Sócrates 33 VLASTOS GREGORY, Socrates Ironist and Moral Philosopher, Nueva York, Cambridge University Press, 1991, p. 45-53. 43 histórico, sino efectuar una nueva creación a partir de él mismo. De este modo está produciendo, no reproduciendo, la filosofía socrática. Vlastos afirma que en los diferentes segmentos del corpus Platónico es posible observar dos conjuntos de tesis 34 filosóficas atribuidas al mismo autor . Si se comparan unos diálogos con otros, se observa que son tan diversos en contenido y en método que contrastan muy marcadamente entre sí como si se tratase de dos tipos de filosofía presentes a lo largo de toda la obra. Para argumentar la razón por la cuál se presenta esta incongruencia, presenta como hipótesis que se trata de dos líneas filosóficas que pueden dividirse a partir de la organización cronológica en la que fueron creados los diálogos. Con el objeto de presentar de manera profunda las diferencias entre la filosofía de Platón y la que él pone en boca de Sócrates, organiza cronológicamente los diálogos y los clasifica en tres grupos: los diálogos del primer período, dónde a su vez están los diálogos refutatorios y los diálogos de transición, los diálogos del período intermedio y los diálogos del último período. En segundo lugar, presenta programáticamente una lista de diez tesis, – las cuales serán presentadas en un anexo al final de este capítulo – en las que se realiza una comparación entre la filosofía de Sócrates revelada en los primeros diálogos, y la que aparece en diálogos posteriores. En este capítulo se presentará la estructura de tres obras del corpus platónico, a saber, la Apología, el Banquete y el Fedón y lo que se dice en ellas sobre su personalidad filosófica, es decir, su Ethos filosófico. El primero pertenece a la etapa inicial de escritura de Platón, conocida también como la época de los diálogos socráticos; el segundo y el tercero pertenecen a los diálogos de madurez, en los cuales se presume desarrolla su propio pensamiento. Pese a que estos diálogos corresponden a periodos distintos, se han elegido para el desarrollo de este trabajo porque tienen en común el hecho de coincidir en la exposición que hacen de Sócrates como filósofo, en ellos se ven los elementos principales que configuran la forma como vivió y la forma como murió, su forma de experiencia religiosa, sus 34 Cf. Ibídem., p. 45. 44 intereses, su relación con los otros, los lugares que frecuentaba, la búsqueda de su misión, su vocación y la forma de ejercer su quehacer pedagógico. Y aún cuando existen otros diálogos en donde también se mencionan los rasgos característicos de Sócrates como filósofo. 2.1.LA APOLOGÍA 2.1 2.1.1. ESTRUCTURA DE LA OBRA: 2.1.1 La Apología 35 hace parte del primer grupo de los diálogos de Platón llamados diálogos socráticos, escritos en la primera época de su producción literaria; tiene la característica particular de permitirle hablar a Sócrates sobre sí mismo. Este discurso se diferencia de los demás porque no es un diálogo propiamente dicho, sino una defensa, es el discurso que pronuncia el día de su sentencia, y teniendo en cuenta que en él se menciona la participación presencial de Platón, se asume que refleja el auténtico discurso que ocasionó el impacto en la historia de la filosofía. Sin embargo, algunos estudiosos han afirmado que, el propósito de Platón al escribir esta obra corresponde más a la intención de exaltar la propia defensa de la vida entera del filósofo más que a la reproducción descriptiva de la defensa de Sócrates ante el tribunal. Así las cosas, el interés sería comunicar “la misión y describir en un retrato vivo toda la grandeza y la personalidad única del hombre mejor, más sabio y más justo de cuantos se había conocido. También se indica que el diálogo es una defensa de la vida y la enseñanza de Sócrates y que de las 36 verdaderas acusaciones sólo trata brevemente y con cierto desprecio” . 35 PLATÓN, Apología de Sócrates, Banquete y Fedro, trad. J. Calonge Ruíz, M. Martínez Hernández, E. Lledó Íñigo, Planeta de Agostini, Barcelona, 1997. 36 GUTHRIE, Historia de la Filosofía Griega, Vol. IV, p. 84-85. 45 DISCURSO PRINCIPAL (17A-35D) a) Alusión a dos clases de acusadores (18a-24b): El peligro en el que se encontraba Sócrates no procedía principalmente del proceso llevado a cabo por Meleto, sino por los acusadores anónimos que, desde tiempo atrás, habían alimentado un prejuicio contra él. La defensa inicia con una presentación que el sabio ático hace sobre la forma de proceder de sus acusadores, quienes de forma muy persuasiva lo juzgaron injustamente por acciones que él no había cometido. Para tal defensa recuerda las palabras de de su amigo de infancia, Querefonte, quien en un viaje que hizo a Delfos, preguntó al oráculo sí había hombre más sabio que Sócrates, ante lo cual la Pitia respondió que ninguno (Cf.21a). De allí que se le halla reconocido entre el pueblo de Atenas como hombre sabio, sin embargo, el maestro confiesa haberse cuestionado por tales palabras, y la interpretación que hace del vaticinio es que es sabio en tanto que reconoce la ignorancia que hay en él, pues no se considera sabio en poca ni en gran medida, por lo cual es en esto en lo que cree consiste su saber. b) Razones por las que se le acusa, e interrogatorio a Meleto (24a-28a): Los cargos son dos, no creer en los dioses de la ciudad y corromper a la juventud. Emprende su defensa por medio de una interlocución con Meleto para verificar la razón por la cuál está siendo juzgado respecto a la corrupción de la juventud, inicia preguntándole acerca de quién tiene la responsabilidad de educar y hacer mejores a los jóvenes en el Estado; debido a que Meleto no da respuesta consistente a su pregunta, Sócrates lo acusa de delinquir por someter a juicio y con ligereza a las personas que se preocupan por el cuidado de los jóvenes y por simular interés por cosas que jamás le han preocupado. Con esta acusación logra la confesión por parte de Meleto acerca de quiénes considera deben formar a los jóvenes, a lo que responde que cualquier ateniense puede formarlos y hacerlos mejores, excepto Sócrates, pues a su parecer él es el único que los corrompe. Ante esto Sócrates ofrece un ejemplo para examinar la acusación, ¿todos los hombres 46 pueden hacer mejores a los caballos y sólo uno pervertirlos? “¿O, todo lo contrario, alguien sólo o muy pocos, los cuidadores de caballos, son capaces de hacerlos mejores, y la mayoría, si tratan con los caballos y los utilizan, los echan a perder?” (25b). Con estas palabras le dice a Meleto que ha demostrado de modo suficiente no interesarse en los jóvenes y por el contrario ser completamente despreocupado de este asunto. Frente a ello Meleto precisa que aquel corrompe a los jóvenes en la medida en que los persuade para no creer en los dioses de la ciudad, introduciendo nuevas divinidades y promoviendo así un ateísmo radical, argumentación que para Sócrates es incongruente, pues de ser verdad tal acusación, también será verdad que cree en divinidades y por tanto en dioses, los que él mismo se supone ha introducido. También lo acusa de no creer en que el sol y la luna son dioses, supuestamente porque dice de éstos que el sol es una piedra y la luna tierra, frente a lo cual Sócrates dirá que esta es una acusación que se le debe impartir a Anaxágoras y no a él, pues éste corresponde a un pensamiento propio de filósofos de la naturaleza y no a su pensamiento. Intentando demostrar su inocencia, postula una serie de interrogantes que tiene el objetivo de publicar el error lógico en el que ha caído su inculpador. Así pregunta a Meleto si acaso ¿es posible que alguien crea que existen cosas humanas, y que no crea en la existencia de hombres? ¿O que no crea que existen caballos y que crea que existen cosas propias de caballos? ¿O que no existan flautistas pero sí cosas relativas al toque de la flauta? (Cf.27b). Estas preguntas van en la línea demostrativa de la invalidez de la acusación, pues es evidente que a su acusador le faltó examinar con profundidad la causa por la que se le inculpa. c) Convicciones morales en la vida de Sócrates (28a- 35d): Luego de hacer nuevamente alusión al prejuicio que se ha cultivado desde antaño por parte de algunos, el maestro ático, se pronuncia públicamente por medio de un ejercicio autocrítico que pretende poner en consideración si en vida ha obrado 47 con rectitud o con necedad. Ante lo cual expresa que ha sido una persona correcta, puesto que en todo momento ha procurado priorizar la defensa de sus convicciones y de esta manera obrar con coherencia y honestidad ante sí mismo. Esta firmeza de espíritu le permite actuar de forma correcta y justa, pues nunca dudó que debía evitarse radicalmente el cometer injusticia ni contra los otros ni en contra de uno mismo. Sus convicciones provienen de un mandato interior, al que se conoce como la voz divina o también Daimon, el cual le impide tomar la palabra en la asamblea pública, ella le advierte que el ejercicio de la justicia se efectúa desde la vida privada. De allí que crea que de haber seguido la palestra pública, seguro su vida habría terminado muy pronto, por ello prefirió seguir la voz interior y enfocar su quehacer desde un diálogo íntimo con sus discípulos. DESPUÉS DEL VEREDICTO (35E-38C) a) Contrapropuesta de castigo: En actitud firme frente a su defensa, y aún cuando sus acusadores le dan la oportunidad de proponer su castigo, se rehúsa a hacerlo pues se considera inocente de culpa ¿Cómo podría pensar en asignarse un castigo? Ahora bien dice que si se trata de una contribución adecuada, lo que pide a cambio es la manutención en el Pritaneo, al servicio de Atenas; considera que su único pecado ha sido preocuparse por su propio perfeccionamiento y el de los demás, de manera que no dieran más importancia a sus posesiones más que a sí mismos. Pese a eso lamenta el hecho de no poder persuadirlos de su inocencia, es consciente que el tiempo que tiene es insuficiente para librarse de las calumnias que por mucho tiempo lo han perjudicado. A petición de sus amigos más fieles, y teniendo en cuenta que la pérdida de dinero no hace mal a nadie, finalmente ofrece pagar una multa por una mina a cambio de su libertad, sus amigos más cercanos, Platón, Critón y Critobulo 48 quienes se proponen como fiadores, ofrecen tres minas como aporte para la liberación de su maestro, sin embargo los jueces no aceptan la propuesta. DESPUÉS DE LA SENTENCIA (38C-42A): a) Discurso a quienes lo juzgaron y a quienes lo defendieron (38c-39e): Desde el numeral 38c y hasta el numeral 42a dedica unas líneas a quienes votaron por la pena de muerte. Advierte que no ha sufrido la condena por carecer de argumentos sino por no haber tenido la desvergüenza de humillarse y lamentarse ante ellos. Finalmente les advierte que aun cuando él haya partido, llegarán otros que al igual que él, se encargarán de examinar sus vidas, y aún cuando lo hayan condenado a él, les profesa que condenando a muerte a la gente no es la forma correcta de escapar a la censura, sino reformando la propia vida. Por ello les deja en claro que cuando les pidió que no lo mataran lo hizo no por él sino por el bien de los mismos jueces porque ellos son los que se van a perjudicar por obrar injustamente. A quienes lo defendieron, los intenta tranquilizar, diciendo que el destino que le espera ha de ser bueno para él, ya que la señal divina le ha enviado ese mensaje. La muerte para él es una de las siguientes dos posibilidades; un dormir carente de sueño y de sensación o una migración del alma a otro lugar, en cualquiera de los dos casos, se trata de una forma de experiencia buena para el hombre. No es debido temer a la muerte sino ver en ella la posibilidad de confiar que el hombre bueno nunca es abandonado por los dioses. 2.2.2. ETHOS SOCRÁTICO 2.2.2 El retrato del carácter moral de Sócrates aparece en la Apología como el de un hombre que cree en sí mismo y en la veracidad de sus afirmaciones (Cf.17b). Por un lado, cree en sí mismo porque ha sometido su vida a un proceso continuo de autocrítica, se vale de este procedimiento para examinar la forma de su proceder y así fortalecer, a través del conocimiento de sí mismo, la convicción que tiene en sus 49 convicciones. Tal fortalecimiento viene dado cuando descubre que durante su vida nunca ha obrado injustamente, por el contrario, siempre obedeció las órdenes que provenían de sus superiores y asumió una actitud de aceptación para conservar los lugares que le habían sido asignados. Del mismo modo, es consciente que ha sido obediente a los dioses, filosofando y examinándose tanto así mismo como a los demás, mandato que cree le viene dado por la divinidad. Esta actitud de autocrítica que adopta, muestra que con su capacidad de análisis e introspección, el examen de sí mismo es un principio que antes de darlo a conocer a sus discípulos, lo pone en práctica en su propia vida, deja en evidencia que el examen de sí es la herramienta más confiable para alcanzar la verdad. No es gratuito que también crea de sí mismo que es coherente, o por lo menos esa es su pretensión, que es el mismo y habla del mismo modo y con el mismo sentido sin adornos ante cualquier auditorio, lo que lo lleva a mantener de forma coherente las posturas argumentativas que en los diferentes momentos discursivos se presentan. Esto muestra esa preocupación socrática por estar en primer lugar de acuerdo consigo mismo para luego sí poder establecer acuerdos con los demás. Las personas que usan las mismas palabras dicen con ellas cosas distintas, hablan sin entenderse y de ello sólo confusiones pueden resultar. Tales confusiones serán a la vez intelectuales y morales. Intelectualmente, la discusión con un hombre que usa las palabras dándoles un sentido diferente al que le da su interlocutor no puede conducir a nada como no sea a reñir, probablemente, cuando las palabras en cuestión representan nociones éticas, no puede resultar más que la anarquía. Este doble aspecto del problema, moral e intelectual, es el 37 que quería expresar Sócrates al decir que la virtud es conocimiento . Por ello enfatiza que nadie hace el mal de modo voluntario, cuando esto ocurre, su causa se debe a la ignorancia. Por otro lado hace su defensa mediante el uso de la razón, con el fin de examinar la validez de los argumentos con los que está siendo acusado, de este modo mostrar que los cargos son inconsistentes. Ésta forma de proceder deja en evidencia que Sócrates es un amante de la razón, y es a ella a quien confía la máxima autoridad. Para él, el ejercicio de dar cuenta de los hechos por medio del 37 GUTHRIE, Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, p. 79. 50 razonamiento no sólo procura el juicio correcto, sino que además considera que es la forma más digna en el proceder del ser humano. El gran valor que le otorga a la razón también se percibe en la oposición que hace ante la posibilidad de quedar absuelto por un ejercicio de súplica y no por virtud del razonamiento y la demostración argumentativa de su inocencia. Tiene claro que la legítima persuasión debe darse cuando se habla de la verdad, por ello va al tribunal no a conmover a los jurados, sino a mostrar lo que es verdadero. Por ello prefiere evitar la presencia de sus familiares en el tribunal, con el fin de procurar el juicio justo y evitar que esté mediado por sentimientos condescendientes. Con entereza afirma que los jueces están sentados no “para conceder por favor lo justo, sino para juzgar; además, ha jurado no hacer favor a los que le parezca, sino juzgar con arreglo a las leyes” (35c). En la Apología Sócrates se ve a sí mismo como un hombre justo, y aun cuando se considera humilde y obediente al Dios (Cf.19a), nunca enuncia explícitamente que él es justo, pues esto sería una expresión muy vanidosa viniendo de su parte; sin embargo, en el diálogo se puede entrever tal apreciación cuando afirma de sí mismo que habla con rectitud, así como cuando presenta la convicción acerca de lo perjudicial y vergonzoso que es el cometer injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre. Para él, es mayor mal el cometer injusticia que el padecerla, pues quien provoca el mal se hace daño a sí mismo y este acto es más corrosivo para el alma que el padecer el mal por causa de otro. No se pregunta qué son la virtud y la justicia, las señala con su actitud, y si bien no ha dado una definición de justicia, sí tiene claro que no conviene cometerla ni contra uno mismo ni contra los demás y conforme a estos principios actúa. Para él la injusticia y la ignorancia deterioran el alma y este mal sólo es posible curarlo con el análisis, la crítica y la refutación. Por ello refuta los juicios de los atenienses, demostrando que no saben lo que creen saber, tal cual como lo hace con Meleto, quiere por medio de la refutación revelar que los jueces están entrando en el juego 51 de los retóricos, de allí que intente comunicarle a Atenas que está equivocada con respecto a lo que entiende por justicia, tema que debería ser de su absoluto interés. Y es precisamente por esta manera encarnada de dar a conocer los preceptos de lo que conviene y lo que no, por lo que se considera un hombre de ejemplo, que demuestra con sus propios actos que no le teme a la muerte pero sí es de inmensa preocupación el no realizar nada injusto ni impío (Cf.32d). De allí que se rehúse a cometer actos impíos, y aun cuando gracias a una impiedad quedase en libertad, se abstiene principalmente por su fuerte creencia en Zeus, pues al forzar el veredicto para quedar en libertad a través de la súplica y a pesar del juramento de los jueces, no estaría haciendo otra cosa sino enseñar a no creer en la voluntad de los dioses, y con su defensa no sólo estaría afirmando la no creencia en ellos, sino que se contradiría, pues su actitud de súplica sería propia del hombre que teme a la muerte y de acuerdo con lo que ha señalado, sólo Dios está en capacidad de saber sí después de la muerte el destino que le espera al hombre es un destino mejor o no, por lo tanto los que están en condiciones finitas no deben preocuparse de algo que únicamente Dios puede saber. Ante esto prefiere entonces dejar en manos del Dios y de los jueces el dictamen que sea mejor para él y para el pueblo de Atenas. Esta creencia religiosa y la convicción profunda que tiene de sí mismo, es lo que le permite asumir la vida, o mejor la muerte, con serenidad, puesto que para él es más importante ser obediente al Dios y fiel consigo mismo, que huir por cobardía, dejando a un lado todo aquello que ha defendido en vida y por lo que ha luchado. De este modo se observa cómo su creencia y sus convicciones personales son más fuertes que el deseo de ganar a toda costa la libertad en el tribunal. Esto es en lo que cree y si tuviese que morir por defender su creencia así lo haría, pero no podría actuar de otra forma más que por aquella que le ha dictado la voz divina. Este pasaje es de suma importancia para analizar la fuerte experiencia mística de Sócrates, contrario a lo que sus acusadores piensan, Sócrates es un hombre 52 profundamente religioso, con una inmensa gratitud y respeto ante lo divino, característica que también se observa cuando habla acerca de la voz divina que le indica abstenerse de participar en la vida política, ella le advierte que el ejercicio de la justicia se efectúa mejor desde la vida privada. Signo de su convicción en la divinidad es su tranquilidad ente el acontecimiento de la muerte, se arroja confiado porque cree profundamente en la bondad de los dioses, pues ellos se preocupan del bienestar de los hombres buenos tanto en vida como después de la muerte, así que es piadoso obedecer a sus designios y esperanzarse en su cuidado. Y es precisamente en esta obediencia al mandato divino con lo que descubre su misión, por ello siente que debe obedecer al Dios y que su acción debe realizarla desde sí mismo y en diálogo intimo con sus discípulos. Desde la forma como interpretó esta señal, consagró su vida al servicio de Atenas, y aun cuando nunca se haya presentado en una plaza pública y no se haya dedicado a hacer teorías ni discursos, evidentemente su vocación ha sido llevar una vida de examen y enseñarle a los otros a examinarse a sí mismos. La relación con la filosofía está dada a partir de su manera de proceder, lo hace de forma silenciosa y con espíritu disuasorio que lo advierte para no pisar las tribunas de la política, considera que hacerlo no sería útil para los demás ni para sí mismo, pues muy seguramente habría sido juzgado y condenado a muerte. “Es necesario que el que en realidad lucha por la justicia, si pretende vivir un poco de tiempo, actúe privada y silenciosamente y no públicamente” (32a). El filósofo lo que hace es abstenerse y lo hace para evitar la injusticia, lo que enseña es a que los hombres sean mesurados para evitar los excesos del alma, en esto se funda la posibilidad de educar para que los jóvenes sean dueños de sí. Y la forma como procede el filósofo es a través del ejemplo encarnando una actitud de ignorancia frente al conocimiento. Así por medio de la práctica y del ejemplo aplica a su propia forma de vida lo que se dice teóricamente. El filósofo es un hombre sabio, la sabiduría del filósofo consiste en el reconocimiento humilde de la ignorancia. En este sentido, la sabiduría de Sócrates 53 viene dada desde el reconocimiento de los límites que trae consigo la propia ignorancia, este sentido de conciencia frente a su limitación, es lo que le permite asumir una actitud serena ante la muerte, temer implicaría asumirse como sabio sin serlo, es decir, creer saber que la muerte es el peor de los males (Cf.29a). Caer en errores de razonamiento en el maestro ático, tiene consecuencias morales, incurrir en un error moral lleva a forjar preceptos y juicios equívocos que conducen a actuar de manera desafortunada. Por ello conviene examinar de forma permanente los razonamientos, que en últimas están condicionando los fundamentos de la acción moral del hombre, de allí que afirme con persistencia que se debe vivir filosóficamente examinándose a sí mismo y a los demás pues no hay una vida buena sin examen. De acuerdo con este planteamiento, la tarea del sabio consistirá en hacer que los hombres tomen conciencia de su propio no saber, para llevar a cabo esta misión, Sócrates adopta la actitud de hombre ignorante que ansioso de conocimiento, interroga a sus discípulos con el fin de que sea del interior de éstos de donde emane el saber. De este modo logra examinar lo que llevan dentro y conducirlos así a que examinen rigurosamente lo que afirman; “La esencia del método socrático consistía en convencer a su interlocutor de que, aunque creía saber algo, en realidad no lo sabía. La convicción de la propia ignorancia es el primer paso necesario para adquirir el conocimiento, pues nadie busca el conocimiento de un asunto si se hace 38 la ilusión de que ya lo posee” . En su actitud está implícito el reconocimiento de que el no tiene nada que enseñar y sí mucho que aprender, por consiguiente la ironía socrática consiste en fingir querer aprender algo de su interlocutor para ayudarlo a descubrir su propia ignorancia. Este reconocimiento como se advirtió en líneas más arriba es en lo que consiste su verdadero saber. Una vez que los hombres conociesen el camino hacia la meta, Sócrates estaba dispuesto a acompañarlos hasta alcanzarla, y para él toda la filosofía se resumía en esa idea de la “búsqueda en común”. Ni su interlocutor ni él mismo conocían todavía la verdad, pero sólo con que aquél se convenciese de que era así, podrían emprender juntos la búsqueda con la esperanza de encontrarla. El verdadero socratismo representa ante todo una actitud 38 GUTHRIE, Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, p. 77. 54 mental, una humildad intelectual fácilmente confundible con la arrogancia, ya que el verdadero socrático está convencido de la ignorancia no sólo suya, sino de toda la 39 humanidad . Entendiendo al filósofo como educador, se puede decir que bajo esta interpretación estaría dada la vocación de Sócrates. La educación ha de ayudar para formar a los jóvenes inicialmente como moralmente buenos, para luego sí estar preparados para gobernar. Este educador no profesa la enseñanza ni cobra por dejarse escuchar, sin embargo, en el discurso de su defensa se puede ver que su vocación es ser un pedagogo de la virtud, un formador de ciudadanos, cuya ocupación está directamente relacionada con el cuidado del alma, no de los cuerpos 40 ni de los bienes. Desea trasmitirle a los hombres la necesidad de alcanzar la areté , para aprenderla el hombre requiere dedicar tiempo al examen de sí mismo para averiguar y definir cuál es la función u objeto que debe desempeñar en la vida. La misión de Sócrates consiste en contagiar a los hombres del deseo de búsqueda de aquello que es más conveniente para sus vidas y en proponerles un método para encontrarlo. Es un hombre que vive con permanente preocupación por los asuntos de la ciudad, como rasgo auténtico de su vocación, se observa que su labor la lleva a cabo de forma desinteresada, solamente movida por la pasión propia del maestro y por su preocupación innata en entregarse sin condiciones ni restricción alguna, a lo que el cree es un mandato divino. 39 GUTHRIE, Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, p. 78. Areté: En términos generales significa que algo es bueno para algo. Según Aristóteles es un término relativo que no se emplea de modo absoluto. Es una palabra incompleta por sí misma. Hay una areté para cada persona y para cada actividad, areté de los atletas, de los jinetes, de los generales, de la política, etc. Los sofistas cuando decían que enseñaban la areté del político y del orador, se referían a la enseñanza no tanto de la virtud ética sino en acentuar su carácter práctico e inmediatamente útil. Con el uso que le empezaron a dar Sócrates, Platón y Aristóteles, le agregaron un nuevo sentido (anthropine), lo que hacía que el significado fuera que todo hombre debía buscar lo que le ayudaría a descubrir su función o quehacer en la vida. Así como el soldado, el político y el zapatero tiene cada uno una función (ergon, trabajo o tarea) debe de haber una función general que todos tenemos que ejercer en virtud de nuestra común humanidad. Averiguar cuál es esa función y saber en qué consiste la excelencia o areté humana es lo que debería de buscar el hombre que desea ser virtuoso. (Cf. G UTHRIE, Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, p. 13-15). 40 55 2.2.EL FEDÓN 2.2 2.2.1. ESTRUCTURA DEL DIÁLOGO 2.2.1 CONTEXTO DEL DIÁLOGO: a) Cronología del diálogo: El corpus platónico presenta la dificultad de que cada diálogo que lo compone está unido con los demás por medio de un tejido de temas que se relacionan los unos con los otros en distintos momentos. Por esta razón diálogos como El Fedón son difíciles de ubicar cronológicamente. b) Escenario y personajes: Los personajes que aparecen en el presente diálogo, son los seguidores y amigos más íntimos de Sócrates, estos son: Apolodoro, Critobulo y su padre Critón, Hermógenes, Epígenes, Esquines, Antístenes, Ctesipo y Menéxeno los cuales eran atenienses. De otras ciudades estaban Simmias, Cebes y Fedondas de Tebas, estaban Euclides y Terpsión de Mégara; Aristipo y Cleómbotro estaban ausentes en Egina y de Platón decían estaba enfermo. 41 El escenario de la narración posiblemente es en Fliunte y la conversación narrada tiene lugar en la prisión de Atenas, lugar en dónde se llevó a cabo la ejecución de Sócrates. ESCENA INTRODUCTORIA: El diálogo principal se presenta de forma narrada, con una introducción dramática directa que recuerdan dos breves intervalos en 88c y 102a. Fedón inicia el diálogo principal de esta obra explicándole a Equécrates la razón por la cual se 41 Cf. GUTHRIE, Historia de la Filosofía Griega, Vol. III, p. 462. 56 retrasó la ejecución de Sócrates el día de la sentencia. Enseguida nombra a los que participaron en dicho acontecimiento y de este modo da inicio a la narración. En este diálogo, Platón trata el tema del alma, como algo simple y puro, se propone demostrar su inmortalidad “no sólo de la parte racional, sino del alma 42 como lo opuesto al cuerpo que se descompone y desaparece pronto” , pues una vez que se ha liberado de lo corpóreo, el alma queda en absoluta libertad y empieza a participar del mundo contemplativo y puro de las ideas. De allí que considere a la filosofía como un entrenamiento para la muerte, la cual consiste en un movimiento de separación entre el alma y el cuerpo. Y dado que el objetivo del filósofo es la sabiduría y la verdad, rechaza todo aquello que está dado por los sentidos. Deposita su confianza más en los razonamientos que en las emociones producidas por el cuerpo. A partir de 62a y hasta 70b, se presenta un diálogo que inicia con la participación de Simmias, Cebes y Sócrates, la discusión se enfoca en la indagación acerca del por qué se afirma que es inconveniente para el hombre causarse daño a sí 43 mismo, pues aun cuando se le atribuyen estas palabras a Eveno , los presentes desconocen sus razones. Después de estas reflexiones, la discusión profundiza en el tema de la muerte y la actitud de los que temen y no temen su llegada, este pasaje será abordado con mayor detenimiento en líneas posteriores en dónde se abordarán los elementos que describen el carácter moral de Sócrates en éste diálogo. ARGUMENTOS A FAVOR DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA: a) Argumento de la alternancia (70c-72d): GUTHRIE, Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, p. 14. Eveno es un sofista de Atenas especialista en el Arte de la retórica y que también es reconocido por sus escritos poéticos. 42 43 57 Este argumento afirma que los contrarios se originan de los contrarios, es decir, nacen de sus contrarios aquellas cosas que guardan semejanza entre sí, como por ejemplo los vivos de los muertos, la belleza de la fealdad, lo justo de lo injusto, el descomponerse y el componerse, etc., estos pares de contrarios se dan cuando lo contrario nace de su contrario, como por ejemplo cuando de lo muerto se genera lo vivo, más exactamente la acción del revivir. Así, mediante un movimiento circular, es como se origina el proceso generativo de las cosas, procesos que si fueran rectilíneos, las cosas se interrumpirían y no tendrían posibilidad de regenerarse. b) Argumento de la anamnesis (72e-77b): El argumento de la anamnesis, pretende demostrar que aprender no es más que recordar las cosas que fueron conocidas en una vida pasada. Esto sólo es posible si se toma por cierta la posibilidad de que el alma haya existido en algún lugar antes de tener existencia en la nueva forma. Ello puede comprobarse cuando los individuos al ser interrogados sobre algún tema, son capaces de responder acertadamente, esto es posible gracias a que poseen con anterioridad un entendimiento correcto y lo que hacen para dar respuesta es recordarlo. Este fenómeno, conocido como reminiscencia, aporta a la demostración de la inmortalidad del alma. c) Combinación de los dos argumentos anteriores (77c-77e): Si antes existía nuestra alma y todo lo que vive nace de lo muerto, debe seguir existiendo después de muertas. d) Argumento de la afinidad ente el alma y realidades invisibles (78b-84b): Este argumento pretende demostrar que lo que está sujeto a destrucción por la dispersión de sus elementos es lo compuesto, que se caracteriza por estar en condición diversa y bajo formas distintas, es decir, cosas que están en igualdad de condiciones y son siempre del mismo modo, mientras que con lo que es simple no se descompone. Las realidades que existen por sí mismas son uniformes, inmutables 58 e invisibles a la vista humana, por su parte los cuerpos pertenecen al campo visible, mientras que el alma al invisible. El alma del filósofo que se ha dedicado a entrenarse para la muerte, al lograr independencia del cuerpo, se hace invisible, es decir, inteligible, pura, uniforme, incluso divina, lo que le permitirá compartir la prolongación de su inmortalidad con los dioses. Contrario a esto, las almas que han dado gusto al cuerpo y al deseo parten del mundo contaminadas, lo que las lleva a tener que reencarnarse en un cuerpo adecuado a su carácter. DOS OBJECIONES (84C-88B): A continuación se presentan dos objeciones, la primera de ellas es presentada por Simmias quien no está muy cómodo con la idea de que el alma se origina de la mezcla entre una proporción particular (harmonía) de las propiedades físicas como por ejemplo lo caliente y lo frío, lo seco y lo húmedo y que son precisamente estas 44 las que caracterizan los elementos del cuerpo . En la segunda objeción habla Cebes, recordando que el cuerpo se está renovando constantemente, de modo que de cierta manera el alma ha sobrevivido a muchos cuerpos en la duración normal de la vida. Lo que es necesario poner en evidencia es que el alma no sólo dura más que el cuerpo, sino que es esencialmente inmortal e indestructible. INTERLUDIO Y ADVERTENCIA CONTRA LA MISOLOGÍA (88C-91C): A continuación interrumpe Equécrates mostrándose confundido por las objeciones que presentan sus compañeros, le pide a Fedón contar detalladamente las respuestas dadas por Sócrates a las objeciones. Antes de entrar en materia advierte 44 Cf. GUTHRIE, Historia De La Filosofía Griega, Vol. IV, p. 321. 59 que no es pertinente hacerse misólogos, esto es, temer a la argumentación, pues para él no puede haber mayor mal que el odiar los razonamientos, además de que la única forma de creer en algo es examinándolo y entendiéndolo desde ella, sólo así no habrá lugar alguno para la presencia de la duda sobre cualquier tema a tratar. “No dejemos entrar en nuestra alma la sospecha de que hay riesgo de que no haya nada sano en los argumentos, sino que es mucho más probable que nosotros no estemos aún sanos” (90e). En este tipo de comportamiento, el misólogo pretende convencer al auditorio, se concentra en exaltar la forma y los adornos que se usan para decir las cosas y no en el contenido que las sustenta, este tipo de expositores olvidan meditar cuidadosamente en la forma del razonamiento. De este modo se dispone a responder las objeciones de Simmias (91c-95a) y de Cebes (95a-107a) respectivamente. Ante la primera objeción afirma que la teoría de la armonía de las partes corpóreas, es incompatible con la teoría antes expuesta de la anamnesis, puesto que una armonía no puede existir antes que los elementos de los cuales ella es una armonía. Después de dar respuesta a esta objeción, continúa resolviendo la segunda, diciendo que el alma es esencialmente indestructible, para demostrar esta afirmación, dice que si existe algo como lo bello en sí, o lo bueno en sí y se toma por verdadero que estas esencialidades existen, podrá entonces demostrar la causa de que el alma es inmortal. Así pues, toman como verdadera la afirmación y afirman que si hay algo bello al margen de lo que es bello en sí, lo es precisamente porque participa de esa belleza. Más adelante afirmará que lo inmortal es indestructible, y dado que el alma es inmortal, ello implica que es indestructible. Al sobrevenir la muerte en el hombre “lo mortal en él muere, pero lo inmortal se va y se aleja, salvo e indestructiblemente, cediendo el lugar a la muerte” (106e) De este modo es como se demuestra que el alma es inmortal e imperecedera. 60 2.2.2. ETHOS SOCRÁTICO 2.2.2 Este diálogo presenta el carácter moral de Sócrates a la luz de la muerte inminente de su esperanza en la inmortalidad y de su confianza en la razón y la filosofía. Se destaca la forma de la existencia que el auténtico filósofo elige. La existencia del filósofo es una preparación para la muerte. El cual a lo largo de la vida, se ha dedicado a purificarse con vista a su destino en el Hades. El día de su muerte, narra Fedón, Sócrates lucía feliz, tanto por su comportamiento como por sus palabras, lo que muestra que murió con serenidad y nobleza (Cf.58e). Uno de los rasgos de la personalidad de Sócrates es esa actitud tranquila con la que vivió a lo largo de su vida, incluso en el momento de su muerte. Se trata de una actitud que aparece no de forma espontánea sino fundada en su manera de proceder, pues quién actúa conforme a la ley divina, con obediencia y procurando en todo la justicia más que la discordia, no tiene razones para vivir en angustia y con temor alguno. Contrario a esto, renuncia a todo aquello que no depende de él y les otorga autoridad a los dioses para que sean ellos quienes impartan su propia ley. Desde esta interpretación, la actitud serena de Sócrates tiene sentido, pues adicionalmente él parecía estar creyendo que después de su muerte partiría, por una destinación divina, hacia el lugar más tranquilo y sereno que pudiese alguien imaginar, el Hades. Por tal razón no habría por qué temer a la muerte y en cambio sí anticipar que lo que le espera después de ella es gozo, dicha y felicidad. ¿Por qué habría que pensar lo contrario si en su manera de proceder siempre fue honesto y obediente a sus superiores? Esta actitud benevolente ante los dioses también sobresale en uno de los pasajes del diálogo en dónde hace alusión a la composición de poesía. En 60e tuvo una intención piadosa por obedecer lo que creía que era un mandato religioso comunicado a través de los sueños. Interpretó ese mandato como una forma de hacer filosofía, pues considerándose poco hábil para la composición de mitos, y en 61 cambio sí para la composición de razonamientos, interpretó que el llamado del dios era a seguir desempeñando la misión que hasta entonces ejecutaba, de este modo, la filosofía es una misión divina para él. Ahora bien, otro elemento caracterizador de esta actitud benevolente hacia los dioses, es la convicción que tiene sobre por qué no es lícito hacerse daño a sí mismo, pues la decisión de la terminación de la vida del hombre es de los dioses, aun en aquellos momentos en los que el hombre se encuentra colmado de infinita angustia y desespero, y le parezca mejor estar muerto que vivir. Sería un acto impío por parte del hombre tomar la decisión de terminar con la propia vida antes de esperar a que sean los dioses los que determinen su final. Ya que la condición humana está sujeta a la protección de los dioses, y por más apremiante que pueda llegar a ser este estado de dependencia y finitud, le recuerda al ser humano que no es debido huir de lo que le ha sido asignado. Son los dioses los que han de cuidar y tomar decisión sobre la vida humana, ya que es a estos seres superiores a quién pertenece. Cuan equívoco sería proceder en contravía a lo que los dioses quieren, en tales casos sería natural recibir castigo de su parte por la necedad cometida. “Solo un individuo necio se apresuraría a creer que debe escapar de su amo, y evitaría pensar en las consecuencias y lo inconveniente que puede llegar a ser escapar del bien, por ello escaparía de manera irreflexiva. Pero el que tenga inteligencia deseará siempre, sin duda, estar junto a lo que es mejor que él mismo” (62e). De esta manera argumenta por qué es absurdo darse muerte a sí mismo sin esperar naturalmente una situación dada por el dios que lleve al término de la vida. Por ello conviene estar preparados en todo momento para la muerte, saldando las deudas que se adquieren en vida y cumpliendo a las promesas que se han hecho tanto a humanos como a dioses, pues ello también es un acto piadoso del auténtico proceder socrático, así lo muestra Platón al final de el Fedón cuando hace alusión a la deuda del gallo, que tiene Sócrates y Critón, con el dios Asclepio. 62 En el Fedón Sócrates habla de sí mismo como un hombre que, si bien desconoce si después de la muerte es posible reunirse con hombres buenos, afirma con certeza que se encontrará con los dioses en un lugar reservado y mucho mejor para los que llevaron una vida justa y piadosa, que para aquellos que no lo hicieron (Cf.63c). Estar muerto significa que el cuerpo esté sólo en sí mismo separado del alma y el alma sola separada del cuerpo, la ocupación propia del filósofo, en este sentido, no se centra en el cuerpo ni en los placeres superficiales; por el contrario, se aparta de lo corpóreo y se inclina más hacia el alma (Cf.64e). El filósofo es la persona que tiende a liberar su alma de la vinculación con el cuerpo, ésta particular manera de ver la relación alma-cuerpo, es una de las características del filósofo y por la cual también se diferencia de los demás hombres. Sería incongruente que el filósofo que se ha empeñado durante toda su vida en liberar su psyche de los disturbios del cuerpo, se aflija en el momento en que esta libertad se le concederá con plenitud, es decir, en el momento de su muerte. Con fundamento en la doctrina de las ideas, con la separación del cuerpo y del alma obtendremos la sabiduría, pues, una vez muertos, nos liberamos del cuerpo, el cual impide alcanzar el conocimiento (Cf.66e). Lo bueno del acto de morir es que con la muerte viene la purificación, pues ocurre una liberación del alma del cuerpo, y en la acción de liberarla se esfuerza mucho el filósofo que se aleja, por medio del razonamiento sobre las ideas, de los placeres del cuerpo. En este orden de ideas, si el filósofo durante toda su vida se ha entregado a este ejercicio de purificación, el día en que llegue su muerte el sentimiento natural y correspondiente con su forma de vida, será el de placer y satisfacción, pues por fin logrará del todo separar el alma del cuerpo (Cf.67e). Sócrates tiene una hipótesis, o no es posible adquirir nunca el saber, o sólo muertos. “Los que en verdad filosofan, Simmias, se ejercitan en morir, y el estar muertos es para estos individuos mínimamente temible” (68b). Por ello es incoherente que el filósofo tema a la muerte. Ahora bien, este movimiento interior de reconocimiento de la propia finitud e ignorancia, lleva al filósofo a reconocer la necesidad de ejercitarse en la adquisición 63 de virtudes que lo hagan mejor y más dueño de sí mismo. La virtud de la templanza, el no dejarse excitar por los deseos, sino dominarlos moderada y ordenadamente es una de estas virtudes que le conviene al filósofo (Cf.68c). En el Fedón, Sócrates resalta que las verdaderas virtudes sólo las practica de manera consciente el sabio, mientras que los demás hombres se atienen a meras apariencias de tales virtudes, si no se persigue la verdadera sabiduría moral se corre el riesgo de que la virtud resultante no sea sino un juego de sombras y que no tenga nada sano ni verdadero. “Bienaventurado Simmias, quizá no sea este el cambio correcto en cuanto a la virtud, que se truequen placeres por placeres y pesares por pesares y miedo por miedo, mayores por menores, como monedas, sino que sea sólo una la moneda válida, contra la cual se debe cambiar todo esto, la sabiduría” (69a). Vale la pena aclarar que aquí se hace referencia a un tipo de sabiduría práctica y moral, más no del campo teórico o técnico. Las virtudes propias del filósofo, que es el que se ha dedicado a llevar una vida reflexiva, tiene la posibilidad de exaltar virtudes tales como la valentía, la moderación y la justicia, todas juntas son el resultado de la verdadera sabiduría. Alcanzar estas virtudes es el resultado de un dedicado trabajo que pretende la purificación del alma del individuo, condición que permite que las almas que llegan al Hades vivan en compañía de los dioses. Otro punto a resaltar de la personalidad de Sócrates es el especial interés que le da al lenguaje, su buen uso permite actuar de forma correcta en la vida, el no saber expresarse, no sólo muestra un defecto gramatical, sino que puede llegar a producir daño en las almas de los hombres. De allí la importancia de no temer a la adecuada argumentación, pues para él no puede haber mayor mal que el odiar los razonamientos, además de que la única forma de creer en algo es examinándolo y entendiéndolo en su forma correcta. En el diálogo deja claro que su forma de proceder en la argumentación es razonable, no le interesa hablar con adornos sino que se empeña en que sus palabras sean verdaderas y justas. Este rasgo muestra que Sócrates es un defensor de la verdad, por tal razón su preocupación vital está 64 anclada en la forma de argumentación para con ello evitar hablar y actuar injustamente. En este mismo diálogo, se encuentra una definición de lo que para Sócrates es el alma buena y el alma mala; el alma buena es aquella que ha pasado la vida de un modo puro y moderado, que ha hecho amistad con los dioses por lo cual merece habitar en el lugar mejor recompensado (Cf.108c). Y quienes parece que han vivido moderadamente, enviados hacia el Aqueronte, suben a las embarcaciones que hay para ellos, y sobre estas llegan a la laguna, y allá habitan purificándose y pagando las penas de sus delitos, si es que han cometido alguno, y son absueltos y reciben honores por sus buenas acciones, cada uno según su mérito. En cambio los que se estima que son irremediables, a causa de la magnitud de sus crímenes, ya sea porque cometieron numerosos y enormes sacrilegios o asesinatos injustos e ilegales en abundancia, a esos el destino que les corresponde los 45 arroja al tártaro de dónde nunca saldrán (113d). Quienes se destacaron por su buen vivir se liberan de todo aquello que los ataba y condenaba en la tierra, bajo esta liberación, ascienden a la superficie para llegar a una morada pura y establecerse sobre la tierra. De estos, quienes se han purificado adecuadamente en el ejercicio de la filosofía viven sin cuerpo para siempre y son premiados con destinos aún más bellos de lo que han visto o imaginado. Por ello es importante llevar una vida buena, virtuosa y prudente, pues ella es la esperanza de tener un bienaventurado porvenir. El individuo que en vida ignoró los placeres del cuerpo y comprendió que debía oponerse a ellos y, en cambio, se esmeró por cultivar el placer que emana del conocimiento, la prudencia, la justicia, el valor, la libertad y la verdad, deben tener confianza en que cuando corresponda, el destino lo conducirá al lugar que se merecen las almas buenas, este hermoso lugar se conoce como el Hades. Al final del diálogo y antes de la muerte del maestro ático, se observa un bellísimo discurso de despedida: 45 Tártaro es un lugar de castigo para las personas malas. 65 Cuidándoos de vosotros mismos haréis lo que hagáis a mi agrado y al de los míos y de vosotros mismos, aunque ahora no lo reconozcáis. Pero si os descuidáis de vosotros mismos, y no queréis vivir tras las huellas, por así decir, de lo que ahora hemos conversado y lo que hemos dicho en el tiempo pasado, por más que ahora hicierais muchas y vehementes promesas, nada más lograréis (115b). Entre tanto, sus amigos reconocen que es el hombre más noble, más amable y el mejor de los que en cualquier caso haya ido a prisión, pues lo reconocen como el hombre más sereno, firme, inteligente y cuya forma de proceder en la vida fue justa y sensata (Cf.116c). 2.3.EL BANQUETE 2.3 En el Banquete el discurso de Sócrates se apoya en la reflexión sobre la vida mientras que en la Apología y el Fedón, su discurso está dado desde la reflexión sobre el tema de la muerte y lo que sucede después de ella. Las tres obras contienen elementos que permiten explorar los rasgos más característicos de la personalidad de Sócrates y la forma como se enfrentó a la vida. En este diálogo ya no se encuentra un Sócrates que habla de sí mismo, sino que ahora se contemplará la opinión de uno de sus admiradores. Alcibíades será quién se atreva a hacer un discurso en dónde se exaltan algunas cualidades por las que es reconocido y admirado en la vieja Atenas. Tal caracterización es útil para enriquecer la comprensión del carácter moral de Sócrates, ya no desde la percepción que él tiene sobre sí mismo, sino desde la percepción que los otros tienen sobre él. De este modo, el Banquete permite detallar las cualidades por las que fue admirado en la antigua Atenas. 2.3.1. ESTRUCTURA DEL DIÁLOGO 2.3.1 CONTEXTO DEL DIÁLOGO: a) Cronología: 66 El Banquete Pertenece al grupo de obras escritas en el periodo medio, aproximadamente en el año 385 a.C, el Banquete es un texto que por la forma como está escrito se cree es próximo a el Fedro, incluso que posiblemente halla sido escrito antes que éste. Junto a él también se escribieron las obras Menon, Fedón, Fedro y República. La cronología dramática de la narración principal empieza con la escena en dónde Agatón ofrece una cena a sus amigos con el propósito de celebrar el premio obtenido gracias a la elaboración de su primera tragedia, la cual posiblemente escribió en el año 416 a.C. b) Escenario y personajes: El acontecimiento se lleva a cabo en casa de Agatón, se encontraban presentes Fedón, Apolodoro, Aristodemo, Agatón, Fedro, Pausanias, Eríximaco, Aristófanes y Alcibíades, (Platón al parecer no estuvo presente en los acontecimientos narrados). Los interlocutores intervienen según el orden en el que se encuentran sentados, de izquierda a derecha, quien toma por primera vez la palabra es Fedro. El tema es el elogio del amor, para ello Sócrates interviene rememorando los consejos que Diotima le compartió en una época pasada. Después de este discurso, Alcibíades emprenderá su elogio de Sócrates. DISCURSO DE SÓCRATES (201d-212c ): A diferencia de todos los anteriores interlocutores, Sócrates hablará por primera vez de las enseñanzas que Diotima, mujer nacida en Mantinea y a la que considera sabia, le heredó acerca del amor. En alguna ocasión, Diotima lo contradijo respecto a la visión que para entonces tenía del amor; expresa que el amor es un intermedio (metaxy) entre lo bello y lo feo, entre lo bueno y lo malo, en absoluto hay que polarizarlo y ubicarlo en un extremo. Se asemeja más a un estado entre el conocimiento y la ignorancia. También es erróneo llamarlo dios, porque los dioses son bellos y buenos, y ya se aclaró que Eros no puede ser categorizado de tal modo, y dado que carece del bien y de la belleza, tampoco puede ser feliz. Sí bien 67 afirma que no puede ser un dios, por otro lado afirma que tampoco puede ser mortal, se trata de un espíritu que media entre los dioses y los mortales. A continuación narra lo que esta sabia mujer expuso acerca de la forma como se lleva a cabo el nacimiento de Eros. Los sucesos acontecieron el día en que los dioses celebraban el nacimiento de Afrodita, para ese momento Poros (dios del recurso) y Penia (personificación de la pobreza) conciben a Eros. Ahora bien, por ser concebido en la fiesta de Afrodita, será respaldado por la diosa y amante de la belleza, de su madre hereda la indigencia y la escasez, mientras que de su padre, la riqueza de recursos para adquirir la belleza y el bien que anhela. De allí que sea emprendedor, fuerte y su camino consista en un continuo movimiento entre la sabiduría y la ignorancia. Eros también es deseo de todo lo que es bueno, y en cuanto tal, se puede considerar como promesa de felicidad para los hombres, pues sólo es feliz quién logra alcanzar el bien, el cual sólo es posible alcanzar mediante la creación, de allí que Eros tenga la facultad de engendrar la vida, sea en cuerpo o en alma, lo que se destaca es el deseo de inmortalidad que se persigue detrás de la pretensión de creación. Esta creación la define como una especie de parto en belleza que naturalmente se da en un momento de la vida, es connatural al hombre el deseo de dar a luz, de engendrar algo que sea propio de su espíritu y trascienda más allá de su propia vida. Un joven bendecido con esta pequeñez espiritual busca la belleza en la que él puede dar a luz. La belleza física le atraerá y, cuando la encuentra unida a la belleza del alma, da a luz, y él y su amigo crían juntos el fruto, es decir, él lo educa, hablándole de lo que un hombre bueno debería ser y hacer. Este vínculo es más fuerte que el que existe entre padres e hijos, 46 en la medida en que los hijos son más bellos y más inmortales . Para finalizar, aclara que el verdadero amor consiste en un progreso ascendente de contemplación del cuerpo bello hacia la contemplación de la belleza en sí. El ascenso se lleva a cabo en los siguientes siete momentos: el primero de ellos consiste en contemplar un cuerpo bello y cultivar pensamientos nobles y 46 Ibídem., p. 363. 68 bellos; el segundo consiste en pasar de amar la belleza en un único cuerpo a reflejarla en todos los cuerpos bellos; el tercero en tener en alta estima la belleza del alma más que la del cuerpo; el cuarto en reconocer lo bello en las leyes y las normas que rigen los modos de vida; el quinto consiste en contemplar la belleza del conocimiento en todas sus formas; el sexto en contemplar la belleza en sí misma, eterna e inmutable y el sétimo consiste en engendrar la verdadera virtud. DISCURSO DE ALCIBÍADES (212c-215a): Alcibíades irrumpe en la escena en un burlesco estado de embriaguez, toma asiento cerca de los comensales para participar de los discursos que hasta entonces él desconocía. Erixímaco explica la dinámica de la conversación y lo invita a participar, indicándole así que ahora le corresponde exclamar un bello discurso, a lo que responde que teniendo en cuenta la presencia de Sócrates, se considera impedido para emitir elogio alguno a alguien distinto a él. Enseguida los asistentes demandan que elabore un elogio a Sócrates. De este modo inicia el discurso en dónde exaltará algunas características de la persona de Sócrates y por las cuales siente gran admiración. 2.3.2. ETHOS SOCRÁTICO 2.3.2 En este diálogo se destaca la forma como Alcibíades elogia a Sócrates, lo hace por medio de imágenes, que tienen el propósito de corresponder con la verdad. Alcibíades comienza el elogio en estado de embriaguez, característica que ha de ser muy importante para confiar en que lo que dice lo habla con verdad, pues tanto el vino como los niños dicen la verdad (Cf.217e). De este modo, aparece en escena diciendo que el ateniense es un hombre sabio, único capaz de vencer a cualquiera en el discurso. Para él, Sócrates se asemeja a los silenos, que al abrirse contienen estatuas de dioses en su interior. Así, el maestro aparenta no saber nada e ignorarlo todo, lo cual muestra una auténtica actitud silena y satírica. Sin embargo, cuando expone sus razonamientos deja en evidencia la sabiduría que colma su interior. Por 69 ello lo llama lujurioso y Sileno, por el sentido irónico (hybristes) y satírico que representa. Sócrates se caracteriza por ser un encantador de hombres, al estilo de los flautistas. Sólo que Sócrates en vez de instrumentos musicales, se vale de sus palabras para embelesar y poseer. Para Alcibíades, sólo sus discursos lo estremecen, pues logran hacerle tomar conciencia del descuido que tiene de sí mismo y, a su vez, le hace sentir vergüenza a causa de la esclavitud con la que lleva su forma de vida. Y aún cuando Sócrates le ha hecho tomar conciencia que se debe hacer lo que él ordena, al momento de partir y encontrándose lejos del maestro, Alcibíades disminuye en voluntad y, dejándose gobernar por los honores, se ve impedido para actuar como es bebido. Por ello se avergüenza cuando nuevamente va a su encuentro. Es la forma de decir las cosas lo que lo hace sabio. Esta capacidad de Sócrates para avergonzar a sus interlocutores, es un rasgo natural que se da en él por su capacidad de hacerle descubrir a sus discípulos que la forma de sus procedimientos carece de fundamento argumentativo y que, contrario a lo que usualmente ellos creen, sus formas de proceder están sustentadas en erróneos razonamientos que dan lugar a acciones sujetas a deseos temporales mas no desde la razón. Por estas características es un enamorado de los jóvenes bellos interiormente, es decir, de aquellos que gozan de belleza interior más no exterior, de ahí que siempre se presente en disposición amorosa hacia este tipo de hombres, pues su interés principal es examinar el contenido de sus razonamientos y así enseñarles el arte del gobierno de sí mismos. Interesado en el fruto que llevan dentro, más no en su apariencia física, riqueza o cualquier otro adorno aparente, se acerca a ellos en actitud de ignorancia, sin embargo, cuando ha terminado de escuchar a sus interlocutores, deja salir de su interior la sabiduría que lo hace ser hombre de gran admiración. Este rasgo, conocido como ironía socrática, es predominante en su personalidad, es usual que se acerque a los discípulos como un humilde aprendiz, y que por su deseo de conocer, interrogue a sus interlocutores para ver qué tanto 70 saben de lo que dicen y creen saber, de este modo el maestro deja en invidencia la ignorancia de aquellos. Alcibíades también lo considera un hombre con templanza y valentía al que no le interesa el reconocimiento de sí mismo. Esto lo dice porque trae a colación el 47 recuerdo de la campaña de Potidea, hacia el año 432 a.C . En ella observó que el deseo de su maestro era que fuese él, Alcibíades, el que recibiera el premio por reconocimiento en la guerra y no él mismo, que había sido el verdadero protagonista en la campaña (Cf.220e). Es un hombre que aventaja a los demás en dominio de sí mismo, y cuya forma de proceder se caracteriza por ser cautelosa, serena y por mantener extremada observación de todo cuanto hay a su alrededor. Normalmente a los que tienen esta actitud en la guerra ni siquiera los tocan y sólo persiguen a los que dejan ver el miedo y huyen en desorden (Cf.121c). De ahí, que para Alcibíades, Sócrates sea un hombre digno de admiración. Sócrates es para Alcibíades un ser único en su especie, jamás comparable con un hombre del pasado o con alguno ya existente. Si con alguien lo ha de comparar, sería con los dioses silenos, pues a simple vista siempre parece decir lo mismo con las mismas palabras. No obstante, al observar los discursos y al penetrar en ellos, se ve la riqueza y el sentido con el que están siendo pronunciados. Se aprecia que están construidos con imágenes que acentúan la virtud, y abarcan un sin número de temas de interés para él. Temas que además le deben interesar al que piensa llegar a ser noble, bueno y virtuoso (Cf.222a). 47 CALVO MARTÍNEZ TOMAS, De los sofistas a Platón, Cincel, Madrid, 1986, p. 16. 71 2.4.ANEXO 2.4 Socrates, Ironist and Moral Philosopher VLASTOS, GREGORY. Cornell University Press, New York, 1991.pp. 45-53. 2 Sócrates contra Sócrates en Platón 48 Ese excelente libro con el que Gerasimos Santas contribuyó a la serie de los „Argumentos de los filósofos‟ en 1979 se titula Sócrates. Una vez dentro de él, usted descubrirá que de lo que verdaderamente se trata es sobre un Sócrates en Platón. Más de una vez, desde que comencé a trabajar en este libro, me pregunté: “¿Y por qué no seguir ese ejemplo?, ¿por qué no hacer como él hizo y eludir el tan llamado problema socrático, ese rompe-cocos de los estudios platónicos?, ¿por qué no dejar que los historiadores tengan al Sócrates histórico sólo para ellos, y quedarme con esa encantadora figura cuyo reto para los filósofos seguiría siendo el mismo, sea éste un hecho histórico o una ficción platónica?” Si mis intereses hubiesen sido tan puramente filosóficos como son aquellos de Santas, claramente ese hubiese sido el camino que habría tomado. Pero sucede que mis intereses filosóficos son impuros. No podría achacarles esa responsabilidad a los historiadores, sin achacármela a mi mismo. Toda mi vida he sido uno de su tribu, y una vez en ella, no se permite una salida fácil. La pregunta “¿De quién hablas, de Sócrates o del Sócrates platónico?”, acosará tus pasos, ladrándote, forzándote a dar vuelta y encararla en defensa propia. Si te refieres al primero de ellos, deberás argumentarlo. Tendrás que dar razones para afirmar que a través de un „Sócrates‟ en 48 Amplia parte del material en este capítulo y el siguiente fue presentado en las conferencias de Gifford en St. Andrews (1981), y más de éste en las conferencias de Townsend en Cornell (1986). La mayor parte del material fue discutido en seminarios en Berkeley, Cambridge y Toronto (1978-87). La respuesta al tan mencionado “problema socrático” que se presenta en este capítulo y a lo largo de todo el libro, ha sido dispuesta, a modo de sumario, en una conferencia dirigida a la British Academy titulada “Socrates” (ésta aparece en el volumen 85 de sus Proceedings). 72 Platón, podemos conocer un Sócrates histórico -aquel que hizo historia, que enseñó a Platón y a muchos otros, que cambió su mentalidad y sus vidas, y que a través de ellos cambió el curso del pensamiento occidental. He estado hablando de un „Sócrates‟ en Platón. Hay dos de ellos. En distintos segmentos del corpus platónico hay dos filósofos que llevan ese nombre, aunque la persona siga siendo la misma. Pero en distintos conjuntos de diálogos, éste persigue filosofías tan distintas que no se les ha podido representar cómo cohabitantes en un mismo cerebro, a menos que fuera el cerebro de un esquizofrénico. Son tan distintas en contenidos y método, que se contrastan agudamente la una a la otra, del mismo modo que con cualquier tercera filosofía que uno se preocupara por mencionar, comenzando con la aristotélica. Y esto es una gran afirmación, que defenderé con argumentos en este capítulo y el siguiente. Estos dos grupos de diálogos caen de modo plausible en los periodos temprano y 49 medio, de la producción literaria platónica . Como tendré frecuente necesidad de referirme de modo separado a lo que Platón coloca en boca de “Sócrates”, en cada conjunto de diálogos, voy a escatimar el tedio del lector, permitiéndome ciertas abreviaturas. Para referirme al Sócrates de los diálogos tempranos, escribiré “Sócrates-t”. Para referirme al Sócrates de los trabajos del periodo medio platónico, escribiré “Sócratesm”. Detallo además, los diálogos que, a mi juicio, componen estos dos grupos, así como un tercer grupo intermedio, de transición entre los diálogos refutatorios 50 del grupo I y los diálogos del grupo II. 49 Para revisar algunas de las razones que sostienen un consenso cercano de este punto entre los especialistas de Platón en este siglo [XX], Ver: Ross, 1951: c.1 (“El orden de los Diálogos”); mayor detalle en Constantin Ritter, 1910: pp.190-272 (“Untersuchung der zeitlichen Folger [der Dialogen]”); lo mejor de ello en Brandwood, 1958. De modo significativo, estoy contemplando el hecho que, cuando los diálogos son ordenados únicamente bajo un criterio estilístico, como en Brandwood los resultados están ampliamente en acuerdo con aquellos que yo logré alcanzar al ordenar estos diálogos únicamente por su contenido filosófico: Cf. nota 8, abajo. 50 Los llamo así porque a lo largo de estos diálogos, el método socrático de investigación filosófica es refutatorio, además de que desaparezcan abruptamente en los diálogos de transición. Cf. Vlastos, 73 Grupo I. Los diálogos tempranos de Platón 51 (a) Los diálogos refutatorios, ordenados alfabéticamente : Apología, Cármides, 52 Critón, Eutifrón, Gorgias, Hipias menor, Ión, Laques, Protágoras, República (I) . (b) Los diálogos de transición (escritos después de los diálogos refutatorios y antes de 53 todos los diálogos del Grupo II), ordenados alfabéticamente : Eutidemo, Hipias mayor, Lisis, Menexeno, Menón. Grupo II. Lo diálogos platónicos del periodo medio Probablemente, el orden cronológico es la siguiente: Cratilo, Fedón, Banquete, República (II-X), Fedro, Parménides, Teeteto. Y, en aras de la completud, debo añadir Grupo III. Los diálogos platónicos del periodo tardío 54 Probablemente, el orden cronológico es el siguiente: Timeo , Critias, Sofista, Político, Filebo, Leyes. 1983ª: 27ff. en pp. 57-58, Apéndice a “Demise of the Elenchus” en Eutidemo, Lisis e Hipias Mayor. Más sobre esto en el capítulo 4. 51 Escojo presentar un orden alfabético, pues un orden cronológico dentro de este Grupo no resulta importante en la etapa inmediata de mi argumento. Sin embargo, la mayoría de los platinistas actuales estarían de acuerdo que Gorgias es el último diálogo de este Grupo (Ver, p.ej. Dodds, 1959: p. 20 e Irwin, 1979: pp.5-8). 52 Cf. nota adicional 2-1 “La composición de la República (I)”. [Referido al primer libro de la República, Trasímaco. Sobre esto, hay una conocida tesis que sostiene que este libro nació, en un principio, como un diálogo anterior al resto de la composición de la República]. 53 En orden alfabético, puesto que aquí también el orden cronológico de estos diálogos es bastante controversial. Para el Menexeno, tenemos un firme terminus post quiem (la referencia en 245c-e hasta el fin de la guerra con Corinto, en 387), lo que no proporciona ninguna pista para que se le pueda ordenar en relación con los otros cuatro diálogos en este grupo. 74 Uno de los principales temas de investigación de gran parte de este libro, será el de hallar qué tan pronunciadas y profundas son las diferencias entre la filosofía que Platón coloca en boca de Sócrates-t, y la filosofía que expone a través de Sócrates-m. 55 Para ello, hago una lista temática de diez tesis , en las que cada una de ellas especifica, en su parte A, un rasgo develado de Sócrates-t expuesto únicamente en uno o más diálogos del Grupo I, y un rasgo del Sócrates-m expuesto únicamente en 56 uno o más diálogos del Grupo II , en su parte B. 57 IA: Sócrates-t es exclusivamente un filósofo moral . IB: Sócrates-m es un filósofo moral, metafísico, epistemólogo, de la ciencia, del lenguaje, de la religión, de la educación y del arte. Domina toda la enciclopedia de la ciencia filosófica. IIB: Sócrates-m tiene una gran teoría metafísica de las Formas “existentes por separado” y de un alma separable que aprende al recolectar partes de su fondo prenatal de conocimientos. IIA: Sócrates-t no tiene esa teoría. 54 Para el Timeo, Cf. nota adicional 2.6. 55 Me referiré a ellas como “las diez tesis” a través del resto del libro. Con la excepción de a) el discurso de Alcibíades en el Banquete que, como ya lo expliqué en el capítulo 1, retrata al Sócrates de los diálogos tempranos, quien “no sabe nada y es ignorante de todo” (216d); y b) los dos pasajes biográficos en el Fedón (57a-61c) que también retratan a Sócrates-t. Sin embargo, la biografía que está en 96e-99e, la tomo como platónica y no socrática, puesto que su propósito manifiesto consiste en presentar la teoría de las Formas. 57 Cf. la nota 5 hasta la nota adicional 1.1. Sus argumentos terminan a veces por abordar otros temas, pero las únicas tesis que investiga refutatoriamente son las proposiciones en el ámbito moral. Aunque aquí Sócrates declara que hay algo así como un “conocimiento del conocimiento y del noconocimiento”, lo investiga sólo porque había sido propuesto como una definición inválida de sophrosyne, y luego abandona dicha búsqueda una vez se ha convencido que parece no llevar a ningún lado, manifestando que ya no tiene confianza “en su habilidad para aclarar estas cosas” (Cármides, 169a). 56 75 IIIA: Sócrates-t, al buscar el conocimiento de modo refutatorio, sigue declarando que no tiene conocimiento alguno. IIIB: Sócrates-m busca el conocimiento demostrativo y está confiado en que lo encuentra. IVB: Sócrates-m tiene un complejo modelo tripartita sobre el alma. IVA: Sócrates-t no sabe nada acerca de este modelo. En caso tal, habría implicado que se desestabilizara su concepción sobre la virtud moral y habría rebajado su doctrina de la imposibilidad de la incontinencia (akrasia). VB: Sócrates-m domina las ciencias matemáticas de su tiempo. VA: Sócrates-t no profesa interés en estas ciencias y no proporciona ninguna evidencia de pericia sobre ellas a lo largo de los diálogos refutatorios. VIA: Sócrates-t tiene una concepción populista de la filosofía. VIB: La de Sócrates-m es elitista. VIIB: Sócrates-m tiene una elaborada teoría política cuyo orden de valoración sobre las constituciones políticas colocan a la democracia entre las peores formas de gobierno, mucho más baja que la timocracia y la oligarquía, y sólo preferible a una tiranía sin leyes. VIIA: Sócrates-t no tiene tal teoría. Aunque es fuertemente crítico con los tejemanejes políticos en Atenas, dice que prefiere una ciudad con sus leyes a 76 cualquier Estado contemporáneo. Sin embargo, deja sin explicar el raciocinio de su preferencia. VIIIA y B: En la concepción del eros, figuran de modo prominente apegos hacia lo homoerótico, tanto en Sócrates-t como en Sócrates-m. Sin embargo, en este último, dichas afinidades tienen un fundamento metafísico en el amor hacia la Forma trascendente de la belleza; amor que falta completamente en Sócrates-t. IXA: Para Sócrates-t, la piedad consiste en el servicio a una deidad que, a pesar de ser completamente sobrenatural, es rigurosamente ética en su propio carácter y en las exigencias que hace a los hombres. Su religión personal es práctica, comprendida en la acción. IXB: La religión personal de Sócrates-m se centra en la comunión con Formas divinas, pero impersonales. Es mística, comprendida en la contemplación. XA: En los diálogos refutatorios, el método socrático-t de investigación filosófica es adversativo: él persigue la verdad moral al refutar las tesis defendidas por interlocutores que disienten entre sí. Esto no continúa en los diálogos de transición. Allí, Sócrates-t discute en contra de tesis que han sido propuestas y opuestas por él mismo. XB: En la secuencia de diálogos que van del Menón hasta el Fedro, Sócrates-m es un filósofo didáctico que devela la verdad frente a interlocutores consentidores. De ahí en adelante, la teoría metafísica de los diálogos precedentes del periodo medio estará sujeta al criticismo exhaustivo del Parménides. Luego, Sócrates probará un nuevo comienzo, cambiando a un nuevo modo de investigación “mayéutico” en el Teeteto. 77 III Capítulo III VIDA, VERDAD Y DISCURSO Los capítulos anteriores fueron relevantes para conocer la descripción de las vidas de Platón y las características de la persona de Sócrates. A partir de ello, en este capítulo se pretende efectuar un análisis detallado para reunir elementos que permitan acentuar la figura de Sócrates de modo tal que se reconozca por qué se considera como el mejor representante de una vida realmente llevada de la mano de la filosofía. La presentación que hace Platón en la República sobre las tres vidas y el ethos moral de Sócrates, se entrelazan aquí para comprobar la importancia histórica, conceptual y vital de las manifestaciones de esa vida experimentada de ese modo por Sócrates. A lo largo del recorrido de los tres diálogos presentados en el capítulo anterior se hallaron rasgos comunes de la personalidad moral de Sócrates, sin embargo, al momento de compararlos, también se observaron elementos que sólo aparecen en dos de ellos o en uno sólo y otros en dónde se vislumbra cierta incoherencia entre un diálogo y otro. Por ejemplo: En las tres obras se hallan de forma reiterada los siguientes temas: El uso que hace de la razón y las ventajas que para él representa este ejercicio; la vocación filosófica en la que reposa su inspiración pedagógica y el ser virtuoso, como rasgo principal de su personalidad. Por su parte, sólo en la Apología y el Fedón se encuentran de manera muy marcada los siguientes temas: la relación con la divinidad; la serenidad con la que vive y la ausencia de temor que tiene frente a la idea de la mortalidad; y finalmente la actitud piadosa con la que se enfrenta a la vida para asumir las decisiones de su quehacer misional. Ahora bien, en el Banquete aparece su capacidad para confrontar a los discípulos, y únicamente en el Banquete y en el Fedón se encuentra de manera sobresaliente el tema de; la capacidad de 78 dominio de los deseos del cuerpo y sólo en el Fedón la vida como purificación para la muerte. Finalmente, se hallaron como elementos contradictorios el hecho de creer que sólo después de la muerte se alcanza el conocimiento, como aparece en el Fedón (66e), y por otro lado la convicción de que en vida es posible alcanzar la verdad, tal cual como aparece en la Apología (17b-c). A partir de esta exploración, en el presente capítulo se trazará con mayor precisión la imagen del maestro ático y se comparará con las tres vidas. Aun cuando estos temas han sido mencionados de forma separada, en la realidad del Sócrates mismo, en la síntesis que se presentará a continuación, aparecen entrelazados, pues su articulación es lo que configura su carácter moral; por tal razón, los temas se deben entender de forma complementaria, los elementos que aparecen sólo en un diálogo o en dos de ellos, pero que aportan al conjunto, serán así articulados para recrear la figura de Sócrates con la mayor fidelidad posible. 3.1 3.1. LA VIDA DE SÓCRATES Apología, Fedón y Banquete: Confianza en la razón, uso del lenguaje, coherencia. Consagrado en vida al análisis de los razonamientos y a la veracidad con la que se proferían los preceptos morales, Sócrates, desarrolló una profunda creencia en sí mismo y por ende en sus prédicas. Esto gracias al valor que le otorgó al correcto ejercicio de la razón. Interesado en estar siempre de acuerdo consigo mismo, se esmeró por ser coherente tanto en el contenido de sus razonamientos, como en el uso de las palabras. Esta preocupación se evidencia en la defensa que hace en el tribunal al otorgarle a la razón plena confianza. Para él el ejercicio de dar cuenta de los hechos por medio del razonamiento, no sólo procuran el juicio correcto, sino que es la forma más digna de proceder. Se puede describir a Sócrates como un hombre que confía plenamente en la razón, por ello ésta constituye en su vida el fundamento de su acción. La considera primordial porque con el correcto uso que se da de ella, es posible configurar principios sólidos que lleven a la acción deliberativa, autónoma y con fuerte 79 convicción. Estar convencido a plenitud gracias al correcto uso de la razón, es la forma más elevada de procedimiento que puede llegar a concebir el ser humano, pues esta forma permite hacerle honor a la justicia y a la verdad. Con la razón, se hace innecesario utilizar mecanismos que pretendan a toda costa el convencimiento, bien sea desde la manipulación de los afectos, la mentira o la fuerza. Por el contrario, con el ejercicio correcto de los razonamientos, se efectúa una legítima persuasión, en donde lo que se dice tiene el firme propósito de exponer fielmente lo que es verdadero, según corresponda. Por ello en la Apología el maestro afirma que los jueces están sentados no “para conceder por favor lo justo (…) sino juzgar con arreglo a las leyes” (35c Apología). Al lado de este ejercicio argumentativo con miras a la acción, se encuentra la preocupación por hablar siempre del mismo modo y en el mismo sentido, sin adornos y procurando ser coherente en todos los espacios, pues ello permite no sólo estar en primer lugar de acuerdo consigo mismo, sino también lograr establecer acuerdos con sus interlocutores. Es evidente que para Sócrates el ser cuidadoso con el uso del lenguaje es de suma importancia porque es en éste en dónde se evidencia la opción de vida que el ser humano elige construir conforme a lo que considera conveniente. Por esta misma razón para él la vida se convierte en la fuente de creación del discurso filosófico, pues juntos, vida y discurso, se articulan para concebir la forma por la que se comprende y practica la acción del vivir. Así, argumentar las razones por las que se actúa de determinada manera demanda cuidado, pues este ejercicio puede contribuir a que disminuyan las consecuencias morales equivocadas a causa de la ignorancia y el mal uso de las palabras tanto para sí mismo como en relación con los otros. El buen uso del lenguaje, es decir, el ser coherente y mantener el mismo sentido en lo que se dice, facilita el actuar correctamente; para él es claro que tener dificultades para expresarse no sólo muestra un defecto gramatical, sino que desde la ambigüedad que genera, puede llegar a producir daño en las almas de los hombres. Así, se puede destacar que el uso de las palabras va en sintonía con la adecuada argumentación, por eso para el 80 maestro no existe mayor mal que el odiar los razonamientos, pues es impío con uno mismo y con los demás despreciar aquello que da la posibilidad de creer en algo con convicción y legítima verdad. De este modo se constata una vez más que Sócrates es un defensor de la verdad, su preocupación vital está anclada en la forma de argumentación, para con ello evitar hablar y actuar injustamente. La relevancia que le da al correcto proceder hace que se esmere en ser un hombre hábil en el ejercicio de la correcta argumentación y del correcto uso del lenguaje, cuenta con extraordinaria capacidad argumentativa, sus argumentos y la coherencia con la que actúa según éstos es una de las cualidades que lo hace sabio. La coherencia es uno de los rasgos que más interesa resaltar aquí, puesto que regirá su forma de pensar y de actuar. Este ser coherente se ve ejemplificado desde su pretensión por querer decir siempre lo mismo y mantenerse firme en sus creencias y posiciones, pues su saber decir es su saber hacer, procura decir siempre lo mismo y actuar conforme a su discurso, o mas bien, procura que lo que dice no sea otra cosa más que el fiel reflejo de lo que hace. El discurso filosófico, como lo dice Pierre Hadot, se origina en una 58 elección de vida y en una opción existencial , por ello la coherencia es uno de los temas más valiosos en la tradición filosófica antigua y en la herencia del mismo Sócrates, en ella se funda precisamente su sentido moral. Este ser coherente significa ser fiel a sí mismo, a sus principios y convicciones, esto es, al mandato divino, que en el caso de Sócrates es ser un pedagogo en el ejercicio de la justicia. Esto puede verse ejemplificado en su interés por evitar cometer actos impíos, abstención que se exterioriza no sólo por su fuerte creencia en Zeus, sino porque se propone enseñar a través del ejemplo el respeto a las propias convicciones y a ser coherente con sus creencias y acciones. De aquí su constante preocupación por ser honesto ante sí mismo, pues ello le permite mantener coherencia entre el decir y el hacer; característica propia del hombre justo. 58 Cf. HADOT PIERRE, ¿Qué es la filosofía antigua?, p. 13. 81 Para él es principio moral practicar la justicia en primer lugar consigo mismo para luego sí establecer acuerdos de la misma pretensión con otros; se torna coherente en la medida en que lo que hace es lo que expresa en su discurso y su discurso es reflejo de sus acciones. Apología y Fedón: Divinidad, serenidad y actitud piadosa. La presencia religiosa se torna como fundamento para la acción, Sócrates cree profundamente en la existencia de la divinidad, en varios pasajes aparece con actitud de agradecimiento y profundo respeto ante lo divino. Esta manifestación se le revela por medio de la voz interior que no sólo le indica su misión, sino que lo invita a mantener la tranquilidad cuando obedece a su mandato. La plena confianza en la presencia de la divinidad es lo que le otorga la tranquilidad que caracteriza su proceder, por ello siempre se conduce con actitud serena, pues confía en la voluntad de los dioses y en su benevolencia para con los mortales. Para Sócrates es claro que quién actúa conforme a la ley divina, con obediencia y procurando en todo la justicia más que la discordia, no tiene razones para vivir en angustia y con temor alguno, contrario a esto, confía plenamente en la autoridad de los dioses para que sean ellos quienes impartan su propia ley. Por esta razón un signo de su convicción en la divinidad es la tranquilidad ante el acontecimiento de la muerte; esta actitud de calma y de serenidad es muy representativa en la personalidad del maestro, no sólo durante su vida sino incluso al final de ella, pues se arroja confiado a los designios divinos porque cree profundamente en la bondad de los dioses. Considera que ellos se preocupan del bienestar de los hombres buenos tanto en vida como después de la muerte, por lo tanto no hay razón para temer o desobedecerles, de allí que sea piadoso obedecer a sus designios y esperanzarse en su cuidado. Dicho esto, es innegable que su paz y serenidad es una de las características de su personalidad, lo reveló durante su vida y en el momento de su muerte. 82 La intención piadosa por obedecer fielmente el mandato de los dioses es una característica predominante del sabio ático, aparece de modo transversal en los diferentes ámbitos de su vida. De este modo su creencia tiene consecuencias directas en el desempeño de su misión, tanto en lo que debe o no hacer, según la señal enviada por el dios. Su fidelidad a los designios divinos incluye la convicción de que no es lícito hacerse daño a sí mismo, aun en aquellos momentos en los que el hombre, colmado de infinita angustia y desespero, le parezca mejor estar muerto que vivir. Para él sería un acto impío tomar la decisión de terminar con la propia vida, antes de esperar a que sean los dioses los que determinen el final de la corporeidad de la persona, pues sólo ellos han de cuidar y tomar decisión sobre la vida humana, ya que es a estos seres superiores a los que el alma les pertenece. Por ello saldar las deudas en vida y cumplir a las promesas que se han hecho tanto a humanos como a dioses, es también un acto piadoso del auténtico proceder socrático. Apología, Fedón y Banquete: Vocación filosófica La creencia en la divinidad también influye en su vocación, a través de la voz interior que le advierte abstenerse de participar activamente en la política, Sócrates interpreta que el ejercicio de la justicia se efectúa mejor desde la vida privada, es decir, en diálogo íntimo con sus discípulos. Interpreta el mandato de la voz como una forma de hacer filosofía, pues al considerarse poco hábil para la composición de mitos y en cambio sí para la composición de razonamientos, entiende que el llamado del dios era a seguir desempeñando la misión que hasta entonces ejecutaba, esta es, continuar con el examen riguroso de los razonamientos que fundamentan la acción del hombre desde lo que éste considera verdadero o no. De este modo, la filosofía es una misión divina para él, por ello procura contagiar a los hombres del deseo de búsqueda de aquello que es más conveniente para sus vidas y en proponerles un método para encontrarlo. 83 Se entrega a su misión sin condiciones, sin reservas, sin esperar remuneración a cambio de su enseñanza; contrario a esto, su vocación es también su forma de vida, es una práctica que se encarna unánimemente en todo lo que es, hace y transmite. Su forma de proceder está inspirada en la fuerza recibida por la divinidad. El ser pedagogo es el carácter del filósofo y lo que enseña es a que los hombres sean mesurados y eviten acceder a los excesos del alma, en esto se funda la posibilidad de educar para que los jóvenes sean dueños de sus emociones, razonamientos y acciones. En vista de ello considera que el vivir filosóficamente implica el continuo examen de sí mismo, de sus semejantes y de lo que está a su alrededor. Su función pedagógica está precedida por el reconocimiento humilde de la ignorancia, de aquí que su tarea como pedagogo consista en hacer que los hombres tomen conciencia de su propio no saber y se exhorten a sí mismos hacia la búsqueda de lo que es verdadero y conveniente para sus vidas. Para llevar a cabo esta misión, su procedimiento es adoptar por medio de discursos, la actitud de alguien que no sabe nada, pues la convicción de la propia ignorancia es el primer paso para adquirir el conocimiento. Este encantador de hombres, como lo llama Alcibíades, al aproximarse a los jóvenes lo hace en disposición amorosa y con un claro interés de examinar el contenido de sus razonamientos, considera que sólo haciéndoles ver el error de sus razonamientos, es como podría motivarlos a perfeccionar su proceder y descubrir así el arte del gobierno de sí mismos. Interesado en el fruto que llevan dentro, más no en su apariencia física, riqueza o cualquier otro adorno aparente, Sócrates se aproxima a ellos con interrogantes propios que dejan en evidencia su actitud de ignorancia, sin embargo, cuando ha terminado de escuchar a su interlocutor, deja salir de su interior la sabiduría que lo hace ser hombre de gran admiración. Por esta capacidad de respuesta, en sus discursos también se resalta esa característica de generar confrontación entre sus interlocutores, principalmente en 84 aquellos jóvenes que empiezan a experimentar conciencia sobre el descuido que tienen de sí mismos y la esclavitud con la que llevan su forma de vida. Sólo sus discursos, como lo comunica Alcibíades, estremecen, pues aún cuando Sócrates les ha hecho tomar conciencia que se debe hacer lo que él aconseja, al momento de partir y encontrándose lejos del maestro, Alcibíades disminuye en voluntad y dejándose gobernar por los honores, se ve impedido para actuar como es debido, por ello se avergüenza cuando nuevamente va a su encuentro, pues las palabras de Sócrates siempre generan en éste tipo de espíritus la necesidad de reconocer humildemente la falta de voluntad y compromiso con que se asume la actitud ante la vida, tanto para examinarla, como para gobernarla de acuerdo a lo que conviene. Es la forma de decir las cosas lo que lo hace sabio. Esta capacidad de Sócrates para avergonzar a sus interlocutores, es un rasgo natural que se da en él por su capacidad de hacerle descubrir a sus discípulos que la forma de sus procedimientos carece de fundamento argumentativo y que, contrario a lo que usualmente ellos creen, sus formas de proceder están sustentadas en erróneos razonamientos que dan lugar a acciones sujetas a deseos temporales más no desde la razón. Apología, Fedón y Banquete: Sobre la virtud de la justicia Sócrates es un hombre justo y tiene plena convicción de su rectitud en el hablar y en el actuar, se afirma a sí mismo como tal porque siempre obedeció las órdenes que en provenían de sus superiores y asumió una actitud de humildad para aceptar y conservar los lugares que le habían sido asignados por ellos. Del mismo modo, es consciente que ha sido obediente a los dioses, filosofando y examinándose tanto a sí mismo como a los demás, mandato que cree le viene dado por la divinidad. Por esta convicción considera perjudicial y vergonzoso cometer injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre. También considera que es mayor mal el cometer injusticia que padecerla, pues quien provoca el mal se hace daño a sí mismo y este acto es más corrosivo 85 para el alma que el padecer el mal por causa de otro. No tiene dudas en cuanto a que la injusticia y la ignorancia deterioran el alma y este mal sólo es posible curarlo con el análisis, la crítica y la refutación. Por eso su vida la ha sometido a un proceso continuo de examen permanente y autocrítica. Examinarse le permite identificar qué necesita para llevar una vida mejor y evitar así desviarse del camino de la justicia; también le permite reconocer que para avanzar en el camino de la acción y del juicio correcto, se requiere, de forma permanente, ejercitación en la adquisición de virtudes que lo hagan mejor y más dueño de sí, como por ejemplo: la virtud de la templanza, la cual consiste en mantenerse indiferente ante la presencia o ausencia 59 de bienes materiales ; el no dejarse excitar por los deseos sino dominarlos moderada y ordenadamente son las virtudes que le conviene practicar al filósofo, pues en Sócrates, la virtud es igual al conocimiento, de allí que cuando se hace el mal hacia sí mismo o hacia otro, se deba a una razón de ignorancia y no de 60 voluntad , por ello su insistencia para que las personas cuiden de su alma como si fuese su bien más preciado. A la virtud de la justicia la acompañan otras virtudes que también son propias del filósofo. Sócrates se presenta también como un hombre valiente, moderado, con templanza y no le interesa el reconocimiento personal, estas cualidades lo llevan a ser un hombre sabio, pues logra llevar una vida buena, virtuosa y prudente, esto le da la esperanza de tener una vida digna. En tanto filósofo, es un hombre que en vida ignoró los placeres del cuerpo y comprendió que debía oponerse a ellos. Como relata Guthrie era del tipo de hombres que “no daba importancia a las apariencias, sino que iba normalmente descalzo, justo con un manto y unas sandalias sencillas. El vigor, la templanza y el autocontrol son las 61 características más notables de su carácter” ; se esmeró por cultivar el placer que emana del conocimiento, la prudencia, la justicia, el valor, la libertad y la verdad. 59 Cf. GUTHRIE, Historia de la Filosofía Griega, Vol. III, p. 380. 60 61 Cf. Ibídem., p. 369. Ibídem., p. 380. 86 Es un hombre que se ocupa del cuidado del alma y no de los cuerpos o de los bienes, aventaja a los demás en dominio de sí mismo en su proceder es cauteloso, sereno y mantiene extremada observación de todo cuanto hay a su alrededor. Banquete y Fedón: Dominio de los deseos y purificación para la muerte Para llevar una forma de vida conforme a la virtud, el dominio de los deseos del cuerpo es tema fundamental en su práctica cotidiana. En el Banquete por ejemplo, muestra con su actitud la capacidad que tiene para no dejarse dominar por el placer que genera la bebida, pues aunque bebió como sus compañeros, siempre mantuvo la cordura y fue dueño de sí. Este dominio también se expresa en su impasibilidad durante la noche en la que compartieron el mismo lecho junto con Alcibíades. Sócrates una vez más se mostró imperturbable ante los placeres del cuerpo (Cf.216d -218e Banquete). Ahora bien, tal como se ve en el Fedón, el no dejarse excitar por los deseos, sino dominarlos moderada y ordenadamente es una de estas virtudes que le conviene al filósofo (Cf.68c Fedón), no sólo porque le permite vivir de forma armónica y equilibrada, sino porque alcanzar estas virtudes es el resultado de un dedicado trabajo que pretende la purificación del alma del individuo, condición que hace posible que las almas que llegan al Hades vivan en compañía de los dioses. Así se entiende que la forma de vida que el filósofo elige implica de manera continua la preparación para la muerte. Este aspecto se desarrolla propiamente con Platón, pero aquí, es decir, en el Fedón, se alcanza a entrelazar las características del carácter moral socrático con teorías del pensamiento platónico. Precisando este asunto se puede comprender que la separación del cuerpo y del alma le permite a ella alcanzar un estado de purificación, pues ya no tendrá como impedimento al cuerpo para lograr alcanzar el conocimiento, pues es aquel el que lo ata a los placeres corpóreos. De este modo, el dominio de los placeres del cuerpo se logra de manera definitiva después de la muerte, pues la separación entre alma y cuerpo, facilita el ideal d purificación que se pretende alcanzar en vida con la ejercitación de las virtudes propias para este fin. 87 En este sentido su ocupación se centrará más en el alma que en el cuerpo y los placeres superficiales que acompañan a este (Cf.64e Fedón), pues es en ella en donde se observan los objetos limpiamente; con la separación del cuerpo y del alma obtendremos la sabiduría, una vez muerto, el ser humano se libera completamente (Cf.66e Fedón). Esta particular manera de ver la relación alma-cuerpo es una de las características del filósofo expresadas en el Fedón. Quienes se han purificado adecuadamente en el ejercicio de la filosofía y se destacaron por su buen vivir, viven sin cuerpo para siempre y son premiados con destinos aún más bellos de lo que han visto o imaginado. Por ello es importante llevar una vida buena, virtuosa y prudente, pues ella es la esperanza de tener un bienaventurado porvenir. Este último tema podría llegar a ser controversial, pues es posible que allí aparezca cierta incoherencia en la medida en que por un lado Sócrates aparece en las primeras obras, como es el caso de la Apología, como un hombre que cree profundamente en los razonamientos y que con el legítimo ejercicio argumentativo puede alcanzar la verdad, tal cual como lo muestra en su defensa en 17b. Sin embargo, en el Fedón, por ejemplo en 66e, aparece la afirmación que únicamente después de la muerte es posible alcanzar la verdad, es decir que con esta última afirmación se podría invalidar lo que en la Apología ha defendido, pues ello significaría que ni siquiera es posible alcanzar la verdad en vida aun cuando se efectúe un correcto uso de la razón. A partir de ese atisbo lo que se considera es que la idea de alcanzar el conocimiento después de la muerte señalada en el Fedón hace parte no del pensamiento socrático propiamente dicho, ni de su carácter moral, sino de los planteamientos de la teoría de las ideas de Platón. Después de haber examinado los diálogos presentes, y exceptuando el anterior interrogante, se puede afirmar que respecto al Ethos socrático, se evidencia en los tres diálogos un conjunto de actitudes, valores y hábitos comunes que exaltan la autenticidad de la personalidad de este sabio ático. De este modo, se afirma con 88 certeza que los temas señalados en esta síntesis se complementan de forma coherente entre sí, pues en todos se resalta de manera reiterativa y en el mismo sentido los temas que se consideraron arriba, evento que no sólo reafirma los rasgos más prominentes de lo que se puede decir del Sócrates mismo, sino que permite llevar a cabo una narrativa ordenada, clara y precisa de su personalidad. 3.2 3.2. SÓCRATES COMO MODELO DE LA TEORÍA DE LA VIDA FILOSÓFICA. 3.2.1 3.2.1. Sócrates no es timócrata: El timócrata, que en la obra platónica se ve representado por la figura del político, se caracteriza porque su trabajo lo efectúa en el campo de lo público, lugares como la asamblea, el ágora, la plaza pública, son los más representativos para su acción. Sócrates, por el contrario, prefiere ejercer de forma privada su vocación, su inclinación a tener un trato directo con sus discípulos ha resaltado de manera suficiente que su quehacer misional es ser un pedagogo, más que un hombre preocupado por los asuntos públicos de la polis. Adicionalmente, Platón considera que la motivación del político es la ambición y el amor al honor, lo cual lleva a posar la mirada en los relatos de los amigos del maestro ático, más exactamente en el relato presentado en el Banquete por Alcibíades (Cf.220e). A partir de éste relato se puede creer que a Sócrates no le interesaban los honores ni el reconocimiento individual, pues según narra su admirador, en alguna ocasión observó que a su maestro le era indiferente recibir premio alguno por la victoria obtenida en la guerra de Potidea y que aun cuando en la campaña había sido verdadero protagonista, deseó que quien gozara de ese reconocimiento fuera Alcibíades y no él. Ello confirma que la practica propia del político no le generaba placer alguno ni era de su real interés. 89 El político también se identifica, entre otras cosas, por ser obstinado y ajeno a las Musas y porque conduce sus acciones desde estados que facilitan momentos de cólera y excitación (Cf.549a República), caracterización que tampoco corresponde con el carácter moral de Sócrates puesto que él ni es obstinado ni ajeno a las Musas u otras divinidades, prueba de ello es la apertura a través del diálogo que siempre demostró con sus interlocutores y su tendencia a construir de manera conjunta el conocimiento, así mismo, se mostró creyente y obediente a los seres que le eran superiores y divinos. Tampoco actúa desde la parte del alma emocional, que es la que genera la cólera y la excitación en el espíritu, claramente este temperamento se distancia del carácter de Sócrates, pues contrario al que aquí se describe, es un hombre sereno y procede con prudencia y templanza, virtudes que son más propias del hombre filósofo que del político o incluso tiránico. 3.2.2 3.2.2 Sócrates no es tirano: La tendencia hacia los excesos es el componente principal del tirano, se excede en el comer, el beber y en el deseo erótico, lo que lo hace ser infiel tanto consigo mismo como con los demás, pues tal actitud genera en él un comportamiento injusto aun cuando aparente lo contrario. Este carácter, que está en contravía con la definición de lo que significa ser justo en Platón, es rechazado por Sócrates, ya que ha demostrado ser fiel consigo mismo como con los dioses o superiores; además en vida se ha esmerado en efectuar un correcto uso del lenguaje a través del razonamiento, así ha logrado ser justo, hablando con verdad y siendo ecuánime en sus afirmaciones. Se destaca entonces en él esa habilidad para ser promotor de la vida equilibrada, a quién lejos de interesarle el dinero, ejerce su labor de pedagogo por convicción ideológica más que por el deseo de ganancia. El tirano es su antítesis, está inclinado en ser amante del lucro, avaro y ambicioso, se deja gobernar por la parte del alma deseosa, con lo que vive sólo para colmar sus deseos más primarios. Este logro genera en él la máxima satisfacción, por eso la codicia y el deseo de ganancia se convierten en la causa principal de su 90 placer, mientras que para Sócrates, las cosas imperecederas, tales como el conocimiento, son las que generan placeres más duraderos y conllevan a la virtud. La conducción de los deseos desde la parte racional y no desde la parte deseosa del alma, es lo que permite que se distancie del tirano, éste trata de gobernar y conducir a otros, aun cuando se encuentre lejos del propio dominio, característica que lo hace ser doblemente injusto, pues resulta injusto hacerse daño a sí mismo, pero es doblemente reprobable serlo con los otros. Mientras que el tirano se comporta de manera envanecida y tomando por verdad lo que no es más que desconocido, esto es el arte del dominio de sí para ser buen gobernador, conduce a los otros como sí estuviese convencido de poseer un gran saber; contrario a él, Sócrates es un hombre presto a la duda o a la propia equivocación, su reconocimiento de la ignorancia hace que prefiera el bajo perfil más que la posibilidad de ensalzar sus acciones o capacidades, de allí que se comprenda su radical diferencia con los intereses del tirano, él ni siquiera estaba interesado en transmitir el conocimiento a sus discípulos, tampoco en conducirlos hacia caminos supuestamente verdaderos, por ello la incertidumbre más no la certeza es la brújula principal que guía a toda investigación y diálogo entablado con los otros, Sócrates no enseñaba nada, solamente indagaba e invitaba al cuestionamiento permanente. El tirano se impone, impide toda posibilidad de diálogo y de transformación del discurso, su arrogancia lo lleva a la autoafirmación y a la negación de su interlocutor, de allí que sea comprensible su incapacidad para consolidar amistades. El hombre con una vida de placer propia como la que lleva el tirano, jamás en toda su vida es amigo de nadie, siempre esclavizado o esclavizando a otros; nunca llega a fortalecer vínculos de amistad entre sus semejantes (Cf.576a República), rasgo que también se contrapone en Sócrates, considera que el encuentro furtivo con los otros se convierte en la oportunidad perfecta para intercambiar experiencias de vida, ideales, aprendizajes, que en últimas conducen al fortalecimiento de los vínculos de intimidad generados entre él y sus discípulos. 91 En el Banquete se identifica el agrado que experimentaron los invitados cuando vieron llegar a su maestro al lugar de reunión. De este modo se muestra no sólo la disposición que tiene para agradar a sus semejantes, sino para tejer amistad. Cuando su discípulo Alcibíades se dispone en el coloquio para rendirle honor, muestra que se trata de una expresión sincera de admiración, en dónde evidencia la alta estima que le tiene y lo importante que resulta ser el maestro no sólo en su propia vida sino en la de sus contemporáneos también (212c-215a Banquete). Sin embargo, no sólo en este pasaje se observa la presencia de los amigos de Sócrates, también en la Apología se observa que son ellos quienes intentan ayudarle a escapar del calabozo, si fuera de naturaleza tirana, no habría tenido amigos que reconocieran en él sus cualidades más excelsas, ni lo habrían acompañado hasta los últimos momentos de su vida. Otra característica del tirano y en lo que se encuentra radical diferencia con Sócrates, es que el primero no es libre porque es sujeto de crítica, es vigilado y controlado por quienes si creen y aplican la justicia, estos siendo libres luchan por la libertad de todo aquel que esté dominado por el tirano. De allí que sea esclavo y viva con temor e inseguridad permanente. Contrario a éste, Sócrates no teme a la crítica, tanto es así, que evitó prevenirse para decir y hablar lo que a su juicio era conveniente y verdadero, aun cuando para los demás no lo fuera. Tampoco tuvo reparo en juzgar públicamente la forma de proceder de sus colegas los sofistas. Luchó para que los jóvenes cayeran en la cuenta del engaño al que estaban sometidos cuando tomaban por verdadero lo falso y también se esmeró para que los jóvenes fueran libres y dejaran de ser esclavos de la parte del alma que los gobernaba, por ello los confrontaba y los invitaba a actuar conforme al recto razonamiento. Sócrates luchó incluso con la idea de la muerte, defendió que no había por qué temer a ella, ya que el que tenía temor claramente se creía conocedor de que es el peor de los males y esto sólo lo podían saber los dioses, así que vivir con miedo es 92 una de las cadenas más esclavizantes que hace que la vida se lleve con mezquindad y esclavitud. Sócrates fue un defensor de la vida plena y tranquila, de la vida feliz. 3.2.3 Sócrates es filósofo: 3.2.3 Para Platón el filósofo es quién conoce el ser y ama todo conocimiento, es decir, el que se apasiona por aprender aquello que evidencia lo que es verdadero, con ello evita tropezar en los extravíos que causa la apariencia (Cf.485b República). Amando todo aquello que concierne a la verdad, se inclina, a su vez, al rechazo de la mentira que en última instancia representa la ignorancia. Se dice del filósofo que al no dejarse inclinar por la falsedad actúa con sabiduría; de este modo, la persona que está inclinada a llevar una forma de vida filosófica, disfruta del goce que genera el saber, que a su vez se alimenta tanto del placer que otorga el conocimiento previamente adquirido como del placer que genera el deseo de seguir aprendiendo; las almas filosóficas en este sentido, tienen una tendencia a la instrucción y al saber. De allí su continua búsqueda del conocimiento y actitud de indagación. Para el filósofo prima el deseo por la verdad, los deseos que son incompatibles con esta búsqueda se opacan y disminuyen, por esto “se entregará enteramente al placer del alma en sí misma y dará de lado a los del cuerpo si es filósofo verdadero y no fingido” (485e República). Gracias a esta opción por conocer, se desarrolla en el filósofo la virtud de la moderación y el rechazo a amar la riqueza, pues no preferirá estos placeres sobre los del alma, preferirá los que concierne a la universalidad de lo terreno y lo divino, antes que caer en la mezquindad de pensamiento (Cf.486a República). En Sócrates se ve representada la preferencia por disfrutar los placeres del filósofo, pues toda su vida la consagró al ejercicio de indagación por el conocimiento, incluso hasta el momento de su muerte. Siempre buscó aprender con otros y descubrir la verdad de lo que quería conocer. A esto hay que agregar que tenía facilidad para aprender, de otro modo no habría encontrado placer alguno en dicha actividad. El filósofo para Platón goza de buena memoria, aprende fácil y 93 retiene lo aprendido. Virtudes de las cuales debe estar dotado el pretende conocer la verdad (Cf.486 c y d República). Ésta fue su opción, prefirió movilizarse alrededor de las cosas que pertenecen al ámbito de la verdad, elogio que el filósofo destaca por definición (Cf.485c República). Sócrates en tanto filósofo consideró que de los tres tipos de placer que generan las tres vidas, el más agradable es el del filósofo, para quién aprender continuamente es la más elevada forma de existencia. En este ejercicio práctico consiste su saber, el filósofo es el más acertado y con suficiente valor para medir y emitir el juicio de lo que es mejor y más provechoso en cuanto al tipo de vida buena pretende resaltar. Y en esto Sócrates, siempre aparece buscando la verdad y durante su vida se enfrentó con suficiente valor para medir y emitir el juicio de lo que es más provechoso para su vida. Valentía que también se ve reflejada al no concebir a la muerte como algo temible y al no comportarse como una persona servil, pues la naturaleza cobarde y vil no tiene cabida en la filosofía (Cf.486b). El filósofo para Platón es q el que contempla cada cosa en sí siempre idéntica a sí misma, es decir, que se aproxima a las cosas que son verdaderas (Cf.484b-c República); en ello Sócrates es modelo, puesto que se esmeró por ser coherente tanto en el contenido de sus razonamientos, como en el uso de las palabras, es un hombre que procura usar las mismas palabras conservando el mismo sentido, para así evitar caer en pluralidad de significados y funciones, que son las causantes de generar desorden y falta de precisión sobre lo que se define y por ende sobre lo que se hace. Los hombres que andan errando por multitud de cosas diferentes están lejos de ser considerados verdaderos filósofos. El filósofo es aquel que tiene la capacidad para gobernar su vida desde la parte inteligible del alma, pues ésta es con la que puede comprender su forma de existencia gracias al uso que hace de la razón. Sócrates se identifica con esto en la medida en que confía y somete a ella toda su energía para examinarse 94 cuidadosamente y tener así conocimiento de sí. Es este conocimiento lo que posibilitará el dominio del alma desde su parte inteligible. Sócrates, el filósofo, se dedicó a cultivar todas aquellas cosas que hacen que su alma sea dócil, mansa y divina, y se esmeró fundamentalmente por trasmitir ese saber; las almas filosóficas vislumbran desde la juventud estas virtudes, por ello con la constante ejercitación llegan a la adultez siendo justas, mansas y sociales, saben escuchar razones y dialogar. Con el constante examen evitó provocar el caos interior, sólo así, prestando continua vigilancia a la forma como se disponían los elementos, logró regirse a la norma del equilibrio para soportar, conforme a su capacidad, tanto las riquezas como los honores que se le llegaron a presentar durante su vida. En esto consistió su labor, en actuar intensamente en su ciudad interior, la misma que se exteriorizó en la vida de sus discípulos, por medio de sus actos y que no han de reflejar otra cosa más que el trabajo interno que por años, desde la juventud hasta la adultez, este sabio humano se ha dedicado a elaborar. Así, el personaje Sócrates se presenta ante nuestros ojos, no “tal como fue”, sino tal como es, no como alguien que hay que descubrir por medio de documentos múltiples, demasiado o poco elocuentes, sino como una persona por descubrir en nosotros mismos. Y esta “existencia” de Sócrates debe permitir la comprensión del mensaje que él lleva en sí mismo y 62 en nosotros mismos: el sentido de la realización entre el maestro y el discípulo . 3.3 3.3. DISCURSO FILOSÓFICO Se puede afirmar que todo lo que dice Platón acerca de la personalidad de Sócrates es auténtico. Por eso no cabe duda de que el Sócrates, presentado por Platón en los diálogos trabajados, es el que tiene el reconocimiento histórico en la tradición filosófica, por ende, el que aquí se ha defendido. En el pasaje del Teeteto (172c y sig.) Platón establece una posición entre el filósofo y el orador y explica por qué tendrá el filósofo en los tribunales de justicia una apariencia ridícula y desvalida. Cuando Platón habla del filósofo como tipo, el ideal que tiene presente en su mente 63 no es otro que el mismo Sócrates . 62 63 BRUN JEAN, Sócrates, Publicaciones Cruz O., S.A., México, 1995, p. 50. GUTHRIE, Historia de la Filosofía Griega, Vol. IV, p. 92 95 Sócrates, al que Erasmo de Rotterdam llamaba Sanctus Socrates, era un hombre con una profunda preocupación existencial que lo llevó a descubrir la importancia del conocimiento de sí mismo y la necesidad vital de trasmitir ese conocimiento a otros. Y es que, justamente por la forma como vivió, su vida ha sido de gran admiración y de interés para muchos ojos e interesa comprender la sabiduría que hay tras su proceder. Por su coherencia entre su discurso y su vida, Sócrates podría compararse con hombres de ejemplo tales como Jesús; esta vinculación se puede encontrar porque, tanto la dimensión de interioridad personal como el discurso filosófico, procura una transformación en el sujeto. De este modo, “el discurso filosófico podía tomarse también como un ejercicio espiritual, en la medida en que se presenta de modo tal que el discípulo pueda progresar 64 espiritualmente y se transforme en lo interior” . De acuerdo con Pierre Hadot, el discurso filosófico se origina en una elección de vida y en una opción existencial, mas no a la inversa. Esta elección se construye a partir de la propia vivencia, se hace a partir de una comunidad, en diálogo con otros, implica una conversión, un deseo de ser y de vivir de cierta manera. La opción por un modo de vida no se localiza al final del proceso de la actividad filosófica, sino por el contrario, en su origen, en una compleja interacción entre la reacción crítica a otras actitudes existenciales, la visión global de cierta manera de vivir y de ver el mundo, y la decisión voluntaria misma; y esta opción determina, pues, hasta cierto punto la doctrina 65 misma y el modo de enseñar esta doctrina . El discurso filosófico que permea esta indagación incluye la reflexión sobre la vida misma, lo que no sólo posibilita el estudio de temas como la virtud, sino que también exige que el que reflexiona y comparte tal tipo de filosofía actúe conforme a esa comprensión. Así ocurre en la vida del viejo Sócrates, para él la experiencia filosófica, que está anclada en una manera propia de vivir, implica efectuar una correlación entre la teoría y la práctica, entre lo que es la virtud y el modo como se es virtuoso. Se trata de un ejercicio de auto-aprendizaje donde primero se aprende 64 65 HADOT PIERRE, ¿Que es la filosofía antigua?, p. 19. Ibídem., p. 13. 96 lo que es y luego se reproduce lo que ha sido aprendido. En Sócrates, esta enseñanza se trasmite primero a través del propio ejemplo, con una forma de proceder que es conforme a lo que se aprendió, y segundo, por medio del ejercicio de confrontación con el discípulo; se trata de un saber que sólo se aprende mediante el descubrimiento interior y que se corrobora en su ejercitación, de este modo se hace necesario que el aprendiz extraiga de sí mismo el conocimiento a través del método de interrogación que le facilita el maestro, para luego sí, ser virtuoso, es decir, actuar con sabiduría. Tal movimiento podría ser comprendido de forma simultánea, teoría–práctica y práctica-teoría, podría interpretarse como si fuese necesario salir de la filosofía, del concepto, para luego regresar, dar un giro o retorno hacia la vida misma, y volver a la filosofía, esto es, volver a la formalización conceptual. Vivir y filosofar serían los dos movimientos claves que están a la base de la filosofía socrática. Para Sócrates no hay más que un solo bien, en esto consiste el valor absoluto de la elección moral, en elegir hacer el bien. De ahí que el conocimiento de sí mismo sea uno de los pilares fundamentales de esta filosofía, el examen de sí mismo permite vigilar si nuestra manera de vivir y de elegir, está dirigida o inspirada por esta voluntad de hacer el bien. De acuerdo con Pierre Hadot, se puede decir que lo que le interesa a Sócrates “no es definir lo que puede ser el contenido teórico y objetivo de la moralidad: Lo que hay que hacer, sino saber si se desea real 66 y concretamente hacer lo que se considera justo y bien: Cómo hay que actuar” . Ahora bien, para alcanzar este saber, se efectúa la práctica del examen de sí mismo, el cual lleva a que la pureza de la intención moral se renueve, pues la transformación de sí mismo nunca es definitiva, exige un continuo movimiento y permanente vigilancia. Una práctica filosófica con este enfoque, da la posibilidad de llevar afuera la filosofía, o mejor, permite retornar a lo cotidiano para así dar la posibilidad de filosofar, de vivir filosofando. 66 Cf. Ibídem, p. 46 y 48. 97 El cuidado de sí mismo no se opone al cuidado de la ciudad, antes bien, es su condición de posibilidad, pues sólo mediante el ejemplo del propio cuidado se puede invitar a los jóvenes a que sigan las líneas de la virtud y, de este modo, conduzcan a la ciudad por el mismo camino. De ahí que se interprete la ética socrática como una práctica fundada no en soledad sino en comunidad, pues es con los otros con quien es posible confrontar y practicar el ejercicio de la justicia. De ahí que su preocupación sea obedecer las leyes y ayudar a que los otros engendren el sentido de la obediencia y la preocupación por la virtud. Dominio de sí mismo es la forma más elevada de inteligencia y se ejerce en la organización de la ciudad. De este modo, la elección de vida se hace con los otros, es en lo público o, mejor, en lo comunitario, en donde se comparte el deseo común de vivir de determinada manera; así, de manera colectiva, los ciudadanos sufren una conversión en favor del alcance de lo que consideran verdadero o más conveniente para sus vidas. Como lo decía Plutarco “en todo tiempo y en todo lugar, en todo lo que nos 67 sucede y en todo lo que hacemos, la vida cotidiana da la posibilidad de filosofar” . Una práctica filosófica en este sentido permite retornar a ese ideal de hacer filosofía desde lo cotidiano, hacer una apuesta ética para, a partir del contacto con los otros, construir la ciudad, construirla desde una opción ética, existencial, que se enmarca desde el ideal del obrar justamente, de llevar una vida buena, una vida que merezca la pena ser vivida. Una práctica filosófica en este sentido, permite hacer filosofía a través de la práctica cotidiana, no sólo a la manera de cátedra y doctrina, como lo señalaba Plutarco, sino también mediante el propio ejemplo, mostrando con la propia vida la coherencia entre las ideas filosóficas y lo que se plasma en la coherencia cotidiana que responde a la propia forma de vivir. Así pues, volver al ideal antiguo es retornar a la vida para filosofar desde lo cotidiano, esto es una filosofía hecha vida. 67 Plutarco, Si la política es asunto de los ancianos, 26,796d, tomado de PIERRE HADOT, ¿Qué es la filosofía antigua?, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, p. 51. 98 CONSIDERACIÓN FINAL Conside ración Con el discurso platónico se retorna al ideal no sólo de lo que fue la forma de vida más deseable para algunos filósofos griegos, sino lo que podría llegar a ser la vida de los ciudadanos del mundo contemporáneo. Este tema cobra actualidad porque lleva a pensar una y otra vez en la importancia de encontrar y practicar una vida justa, tranquila y libre. Estudiar y comprender este discurso motiva a fundar y a sustentar con convicción la acción y la creencia en que solamente una vida con examen vale la pena ser vivida. Estos tiempos necesitan creencias que vayan de la mano con sus discursos, y necesitan discursos que vayan de la mano con sus acciones. Creencias arraigadas desde la convicción racional y espiritual, pero sobre todo que estén dirigidas hacia la acción. De este modo es como este trabajo de grado cobra sentido, pues lleva a fijar la mirada en la reflexión sobre las prácticas de vida de los ciudadanos contemporáneos, de los individuos a quienes, sumergidos en sus diversas formas de vida, tal vez, les sea conveniente enriquecerlas desde la articulación entre creencia y acción. 99 Bibl iog rafía BIBLIOGRAFÍA Bibliografía primaria ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea, trad. Julio Pallí Bonet, Madrid, Gredos, 1985. PLATÓN, Diálogos, 9 vol., Madrid, Gredos, 1981-1999. PLATÓN, República, trad. José Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano, Barcelona, Ediciones Altaya, 1993. Bibliografía secundaria BRUN JEAN, Sócrates, Publicaciones Cruz O., S.A., México, 1995. CALVO MARTÍNEZ TOMAS, De los sofistas a Platón, Cincel, Madrid, 1986. COPLESTON FEDRERICK, Historia de la filosofía, Vol.1, trad. Ana Doménech, Barcelona, Editorial Ariel, 1981. GUTHRIE W. K. C, Los filósofos griegos de Tales a Aristóteles, trad. Florentino M. Torner, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1958-1953. GUTHRIE, W.K.C., Historia de la Filosofía Griega, 6 vol., trad. Álvaro Vallejo Campos y Alberto Medina González, Madrid, Gredos, 1984-1993. HADOT PIERRE, ¿Qué es la filosofía antigua?, trad. de Eliane Cazenave Tapie Isoard, Fondo de Cultura Económica, México, 1998. JAEGER WERNER, Aristóteles, bases para la historia de su desarrollo intelectual, trad. 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