2ª ÉPOCA • NÚMERO 140 • 27 DE ENERO DE 2015 INCLUYE ÍNTEGRO EL AS COLOR NÚMERO 140 DEL 22 DE ENERO DE 1974 TODO EL MUNDO ODIA A LOS PATRIOTS.. SUPER BOWL . .Y TODO EL MUNDO ODIA A LOS SEAHAWKS (PERO A ELLOS LES IMPORTA UN BLEDO) 3 2 4-11 SUPER BOWL: PATRIOTS VS SEAHAWKS En la NFL no hay ningún equipo más dispuesto a llegar al límite por lograr la victoria que los dos finalistas. Por Mariano Tovar 12-15 SEAHAWKS: LA ‘LEGION OF BOOM’ Los Seahawks son los actuales campeones, tienen una defensa legendaria y un público enloquecido. Por Mariano Tovar 16-19 PATRIOTS: AL GRITO DE “DO YOUR JOB!” Han recuperado su espíritu original, para lanzarse al asalto del título apelando al trabajo duro y humilde. Por Mariano Tovar 20-31 46-94 ÍNTEGRO, EL NÚMERO 140 DE AS COLOR DEL 22 DE ENERO DE 1974 JOSÉ URTAIN CUENTA SU VIDA. “A Casadei no le debo nada, ya se llevó su parte; rompí con él por motivos económicos”. CON BERNABÉU EN SANTA POLA. “¿Por qué quieren que eche a Muñoz? ¿Acaso por haber ganado nueve títulos?”. EMILÍN ALONSO, EL ‘ESTILETE DE GUECHO’. “Gorostiza, Bosch y Emilín García fueron los mejores extremos izquierdos que conocí”. MEGIDO, EL OTRO FENÓMENO DE EL MOLINÓN. “El Megido futbolista nunca fue rebelde; el Megido de 21 años, sí”. SADURNÍ: EL GUARDAMETA VIVE SU SEGUNDA JUVENTUD. “El Barcelona no es tan sólo Cruyff, sino un conjunto en el que cuentan hasta los no titulares”. TROFEOS, EL SÍMBOLO DE LA VICTORIA Algunos trofeos destacan por su historia, originalidad o aspecto. Son únicos por sus peculiares características. Por Mario García 32-41 ¿CUÁL ES EL REY DE LOS DORSALES NBA? En ninguna otra competición se recuerda tanto a las leyendas por los números que lucieron en la espalda. Por Mario Peña 42-45 EL POLO NORTE ES UN ASUNTO DE FAMILIA Josephine Peary revive en Berlín con la última película de Isabel Coixet, ‘Nadie quiere la noche’. Por Sebastián Álvaro Editado por Diario AS Sociedad Limitada Presidente: José Luis Sainz Consejero delegado: Julio Alonso Peña EL AS COLOR CLÁSICO SOLO ESTÁ DISPONIBLE EN KIOSKO Y MÁS CONSÍGUELO GRATIS: • Si eres suscriptor de AS, El País o Cinco Días lo tendrás gratis en Kiosko y Más. • Si compras en Kiosko y Más un ejemplar de AS, El País o Cinco Días. COMPRA UN EJEMPLAR: • Cada semana a través de la plataforma Kiosko y Más por 0,79. Director: Alfredo Relaño Director adjunto: Alejandro Elortegui Director de AS.com: Luis Nieto ������������������������������������������� Han realizado este número: �������� �������������� ������������� �������������� ������������� ����������������������������������� ���������� � ������������������������������������ ����������������������������������� Coordinación y edición: Miguel Ángel Vasco e Iñaki Gómez Amores Diseño: Mariano Tovar y Laura Sánchez Infografía: Fernando Robato, Miguel Ángel Fernández y Sonia Mochón Fotografía: Archivo AS. Para cualquier duda, sugerencia o propuesta puedes escribir a [email protected] 4 5 PATRIOTS VS SEAHAWKS SUPER BOWL CUANDO GANAR COMO SEA SE CONVIERTE EN RELIGIÓN GENIO Y FIGURA. Richard Sherman, estrella defensiva de la mejor defensa de la NFL, domina a sus rivales en el campo y delante de los micrófonos. En la NFL actual no existe ningún equipo más ambicioso, más dispuesto a llegar al límite por ganar un partido, que los dos que disputarán la gran final. Sólo queda saber cual de ellos puede llegar más lejos por el ansia de victoria. 6 7 MARIANO TOVAR / E l vigente campeón contra el equipo del siglo. Seattle Seahawks contra New England Patriots. Quizá no sea la final soñada para todos los aficionados, pero seguro que la mayoría se está relamiendo de gusto, sólo de pensar la cantidad de seres mitológicos, individuos peligrosos, personajes peculiares y estrellas de otra galaxia que poblarán el emparrillado del estadio de la Universidad de Phoenix en Glendale, Arizona, la noche del 1 de febrero. Es la Super Bowl, el mayor acontecimiento deportivo en los Estados Unidos de América. El partido de los partidos. El día de los millones de hamburguesas, pizzas, burritos y cervezas. Cuatro horas largas que ya se han convertido en fiesta ineludible en medio mundo. El tradicional absentismo laboral del lunes siguiente en Norteamérica poco a poco se va convirtiendo en epidemia. Las ojeras como persianas han llegado a las cuatro esquinas del globo. ¿Es que todo el mundo se está volviendo loco? ¿Cómo es posible que ese deporte extraño, en el que unos tipos acorazados se chocan, caen al suelo, se levantan, descansan durante unos segundos, y vuelven a chocar con la misma violencia, esté conquistando el globo? Los incondicionales se multiplican año tras año. La NFL, una competición deportiva sin esclavismos ni dependencia de ninguna federación internacional o institución superior, A la NFL le ha costado abrirse camino fuera del mercado de EE UU, pero su popularidad ahora crece como la espuma se ha dado cuenta de la popularidad que está alcanzando, y ahora quiere ganar mucho dinero también fuera de las fronteras estadounidenses. Hace ya ocho años que la NFL decidió cerrar su competición en el viejo continente. La NFL Europa se había conver tido en un circo con muy poco interés deportivo, y que sólo parecía seguir una pequeña legión de frikis incondicionales. Poco tiempo después, la NFL empezó a llevar a Londres, al mítico estadio de Wembley, algunos partidos de temporada regular. No los amistosos circenses de antaño, sino duelos a muerte de esos que los aficionados estadounidenses devoran cada domingo mientras aúllan de pasión. La próxima temporada están programados tres partidos y la NFL sabe que llenará Wembley hasta la bandera, como hace cada año. La posibilidad de que Londres pueda albergar en un futuro una franquicia permanente ha dejado de ser una utopía. Incluso hay quien sueña con que algún día se dispute una Super Bowl en el viejo continente. Ahora mismo, es complicado saber dónde está el límite de una liga que por fin parece haber roto ese telón de acero inexplicable, que parecía impedir que este deporte atravesara fronteras. Los 32 propietarios de la NFL lo tienen muy claro. Su competición está para que la gente disfrute, pero sobre todo para ganar dinero. Y lo curioso es que ambos objetivos se complementan. Cuanto más apasionante es cada par tido, cada temporada, mayores son los beneficios de una liga en la que hay límite salarial. Todos tienen el mismo dinero para gastar, todos parten en igualdad de condiciones, todos pueden levantar el deseado trofeo Lombar- di. Y nunca se invierte por encima de los beneficios. Aquí no existen los números rojos o las inversiones arriesgadas pensando en el futuro. No se trabaja con crédito, sino con dinero contante y sonante que proviene de miles de millones de dólares en derechos televisivos, merchandising, entradas… Los billetes salen a borbotones y las 32 franquicias están en la lista Forbes de las 50 instituciones deportivas más ricas del planeta. La NFL gana dinero con cualquier idea que pueda dar un dólar, por peregrina que parezca. Mientras tanto, 32 equipos ávidos de gloria, dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias para disputar el gran partido, convierten esta liga en una de las más competitivas del mundo. Hasta tal punto llega esa avidez, que ahora mismo Los Ángeles, el segundo mercado más grande de EE UU, no tiene equipo de la NFL y la solución del problema está enquistada por el afán de hacer negocio. Hay varias franquicias pujando por trasladar allí su ADRENALINA PURA. Los que piensan que la NFL es un circo por encima del deporte, se equivocan. El origen del espectáculo está en la intensidad con que se juega. sede, pero el principal impedimento es que el resto de los propietarios están poniendo todas las zancadillas posibles, para conseguir que el agraciado esté dispuesto a repartir con todos los demás la rentabilidad que genere el futuro equipo de la ciudad de las estrellas. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de las partidas de beneficios que genera cada equipo van a parar a un fondo común y se reparten por igual, es fácil imaginar las cantidades de dinero que pueden aportar esas partidas tan ‘pequeñas’ que los dueños ni siquiera se molestan en poner en común. Lo dicho, la NFL es la gallina de los huevos de oro. Por todo lo anterior es tan complicado que se alineen los astros Las 32 franquicias de la NFL están presentes en la lista Forbes de los 50 clubes más ricos del mundo 8 como lo han hecho este año. Los Seahawks jugarán la final por segundo año consecutivo. Los Patriots disputarán su sexta Super Bowl en catorce años. Dos equipos abonados al éxito en una competición que busca la igualdad con fiereza. Ambos empezaron la temporada regular jugando un football horrible, impropio de su prestigio, pero como hacen los grandes equipos, fueron creciendo semana a semana. Dejaron en la cuneta llena de gallitos, hasta conseguir el mejor récord en temporada regular de sus respectivas conferencias. Para llegar al gran partido, ambos consiguieron imponerse con facilidad a uno de sus rivales en playoffs, pero ganaron al otro de milagro. Los Patriots tuvieron que remontar dos ventajas de 14 puntos de los Ravens. Los Seahawks perdían por 12 puntos a falta de cuatro minutos contra los Packers. Ambos protagonizaron sendos milagros depor tivos, finales imposibles y de infarto, que añaden aún más valor a la hazaña conseguida. Dicen que los aficionados siempre se alían en las finales con el equipo más débil, pero esta vez la elección no será sencilla. Ambos son equipos ganadores. Y ambos después de muchos años de historia codeándose con los más mediocres. Pero también ambos han cimentado su éxito no en las luces y los fuegos artificiales, sino en el trabajo humilde y en el espíritu de lucha. A Seahawks y Patriots no Patriots y Seahawks nunca decepcionan. Dan espectáculo básicamente porque el espectáculo no les importa 9 les importa nada más que la victoria. Quizá ningún otro equipo de la NFL tiene esa ansia de gloria tan grabada en sus genes. Cuando salen al emparrillado no les preocupa el público, las luces o el espectáculo. No piensan en anotar miles de puntos y poner al público de pie en sus asientos. Simple y llanamente, quieren ganar a cualquier precio. Aunque sea con un triste safety en un 2-0 nunca visto, que es la anotación victoriosa más baja que puede darse en un partido de la NFL. Curiosamente, ese desprecio hacia los focos y el espectáculo les convierte en dos de los equipos más espectaculares de ver de toda la competición. Patriots y Seahawks pueden ganar o perder, pero su football es sincero. Cada jugada es disputada por cada jugador como si no existiera el mañana. Cada error es corregido al instante, cada intento busca ser una estocada mortal en la carne del rival. Codicia infinita, afán inhumano de victoria. Patriots y Seahawks nunca decepcionan. Si hay algún depor te cuyo terreno de juego se convierte en campo de batalla, ese es el football americano. Si hay dos equipos que lo practican como si fuera una guerra, esos son los dos contendientes que se enfrentarán el domingo. Quien no haya visto nunca un par tido de football americano, tendrá además la opor tunidad de presenciar en directo una gran batalla. ¿Existe un mayor aliciente para sentarse delante de la televisión? Dos equipos ganadores, odiados por sus éxitos, que juegan al football como si fuera una guerra sin prisioneros, pueden no ser suficiente condimento para algunos escépticos. Pero el menú no acaba ahí. El campo estará lleno de MODO BESTIA. Parece seguro que Marshawn Lynch abandonará Seattle después de este partido. Pero mientras tanto, seguirá a lo suyo, atropellando. personajes odiosos, de tipos de esos que no pasan indiferentes, que caen bien hasta la devoción o crean rechazo hasta la abominación. Una parada de monstruos a cada cual más despreciable. Porque nadie puede negar que Tom Brady, el quarterback de los Patriots, es absolutamente repulsivo. Un tipo que no puede ser más guapo ni más elegante. La imagen del pijo por excelencia. Casado con Guisele Bündchen, la mujer más deseada del mundo. Considerado uno de los mejo- res jugadores de la historia de la NFL, seguro miembro del Salón de la Fama en cuanto se retire, ganador de tres anillos, acaparador de récords, y que en su carrera ha ganado más partidos de postemporada que 21 franquicias de la NFL en toda su historia. Multimillonario hasta el insulto, al igual que su mujer. El tipo al que todo le sale bien, que sonríe a la vida con la seguridad de que la vida le devuelve la sonrisa en cada detalle de su existencia. Es imposible de creer que Brady no hiciera en UN DANDY. Russell Wilson, el quarterback de los Seahawks, suple la falta de altura con un talento y una inteligencia fuera de lo normal. un momento de su vida un pacto con el diablo, que en los orígenes fue un jugador casi despreciado, y parecía abocado a tener una larga y aburrida carrera como jugador desconocido de banquillo. Aún peor es Richard Sherman, la estrella defensiva de los Seahawks. Un tipo políticamente incorrecto, líder de la ‘Legion of Boom’, la defensa contra el pase más dominante de los últimos tiempos. Sherman es el desprecio personificado. Un tipo que sólo abre la boca para desacredi- tar a sus rivales, para faltarles al respeto, para humillarles. Y que no tiene ningún inconveniente en perder las formas con tal de imponerse en una batalla psicológica. Para él todos los rivales son Sherman sólo abre la boca para desacreditar a sus rivales, para faltarles al respeto, para humillarles 10 profundamente incompetentes y no merecen pisar el mismo suelo que abonan con semillas de gloria los miembros de la plantilla de los Seahawks. Pero debajo de esa actitud se esconde uno de los jugadores más inteligentes de la NFL, que sabe sacar beneficio para su equipo incluso de la declaración más insulsa y que él consigue convertir en dinamita. Qué decir de Pete Carroll, el entrenador de la eterna sonrisa de plástico en los labios. Capaz de acuchillar te mientras te contempla con mirada radiante, como haría cualquier psicópata. Y además llega a la final con ansias de venganza. Fue entrenador de los Patriots, sus rivales esta semana, entre 1997 y 1999. Kraft, el propietario de New England, le despidió en lo que consideró “una de las decisiones más difíciles” desde que era dueño del equipo. Tras su despido tuvo que irse desterrado a la liga universitaria de la que volvió en 2010 con un único objetivo, demostrar que los Patriots se habían equivocado. Y vaya si lo está haciendo. Demoler al equipo que le humilló puede ser la guinda de su carrera. Lo curioso es que Robert Kraft no se equivocó en absoluto despidiendo a Carroll, Bill Belichick tomó el relevo y consiguió conver tir a un equipo perdedor por tradición en la gran franquicia de la NFL en el siglo XXI. Siempre buscando los límites de todo lo que le rodea: sus jugadores, su Belichick siempre busca los límites, incluso del reglamento, para conseguir que sus Patriots ganen como sea 11 plan de juego, el reglamento… En 2007 fue castigado por espiar a sus rivales, grabando sus entrenamientos a puer ta cerrada. La NFL incluso consideró suspenderle después de castigarle con una multa de 500.000 dólares, la más alta para un entrenador en la historia del football americano hasta ese momento. Incluso llegaron denuncias de que había hecho lo mismo con los Rams antes de ganarles la Super Bowl en febrero de 2002. A Belichick nunca le han importado todas las críticas y denuncias. Él no ha nacido para caer bien, sino para ganar partidos de football americano, y lo hace al precio que sea. Su último escándalo se produjo hace unos pocos días, cuando denunciaron a los Patriots por jugar la final de conferencia con balones desinflados. La NFL aún no ha dictado sentencia, pero nadie descarta que el equipo lo hiciera. Cualquier detalle, por pequeño que sea, puede desequilibrar un partido. Por todo lo anterior, Belichick es odiado y despreciado. Muchos intentan desacreditar sus éxitos manchándolos con irregularidades. John Harbaugh, el entrenador de los Ravens, le acusó de tramposo cuando Belichick estrujó el reglamento para desconcertar a la defensa rival en la primera ronda de playoffs. Pero ninguna mancha puede evitar que sea uno de los mejores entrenadores de football americano de todos los tiempos. Un personaje inefable, capaz de encontrar la fórmula mágica para destruir a cualquier rival sin importar las armas ni las circunstancias. Y así, uno tras otro, podemos presentar uno tras otro a los jugadores de ambos equipos. Desde Gronkowski, el despreocupado y eternamente feliz tight end de los EL HOMBRE PERFECTO. Tom Brady es considerado uno de los mejores quarterbacks de la historia. Pero es que además nadie ha encontrado defectos en nada de lo que hace. Patriots, y estrella ofensiva del equipo, que lo mismo posa encantado con una actriz porno, que completamente borracho en una fiesta, hasta Marshawn ‘Beast Mode’ Lynch, que se niega a aparecer en las ruedas de prensa, y a conceder entrevistas, pese a que le cuesta miles y miles de dólares en multas, porque no tiene nada que contar, y ya lo dice todo cuando arranca a correr con el balón en los brazos, mientras van saltando por los aires todos los rivales que se le acercan como si estuviera una partida de bolos. Con Vince Wilfork arrasando a los rivales de New England con sus 147 kilogramos de peso lanzados a toda velocidad, mientras su mujer Bianca, casi más grande que él, vocifera desde la banda, o Russell Wilson, el quarterback de los Seahawks, pequeño con su 1,80 de altura, pero matón a la hora de lanzar misiles certeros con la inteligencia y precisión de in ingeniero nuclear. O con Legarrette Blount, que el año pasado jugaba en los Patriots, fue vendido al los Steelers, despedido por los Señores del Acero, y recuperado de nue- GRONKO ESTÁ SANO. El tight end, dorsal 87 de los Patriots, ha vivido en una espiral de lesiones durante los últimos años. Por fin, llega al partido decisivo al ciento por ciento de forma. vo por New England para intentar emular a Lynch y convertir en bolos a sus rivales… Más de un centenar de jugadores, sumando las dos plantillas, que concentran en sus vestuarios dos de las comunidades más curiosas y variopintas de toda la NFL. Es la Super Bowl. El mayor acontecimiento anual del deporte americano. Una máquina de hacer dinero convertida este año en batalla campal por dos equipos ganadores, indestructibles y plagados de seres extraños y exóticos. Si nunca ha visto un partido de football americano, no lo dude, este es el momento. Si conoce ya el deporte, le recomiendo que vea esta batalla con un casco puesto. Nunca se sabe de dónde puede salir un golpe… incluso dentro del salón de su casa. La Super Bowl, una máquina de hacer dinero convertida este año en batalla campal entre dos equipos ganadores 12 13 ���������������� �������� ����������������� ���������� ������ ������ ����������� �������� SEAHAWKS ��������� ������ ���������� ������� �������� ������� �������� ������� ������������ ������� ����������� ������� �������� ������ ���������� ������� �������� ������� ����������� ������� ��������� ������� ��������� ������� ���������� ������� ��������� ������� �������������� ��������� ����������������� �������������� ��������� ������� �������� ������� ���������� ������� ������ ������ ���������������������� ������������������� ������������� ������� ���������� ������� �������� ������� ������������������ ���� ������� ���������� ������� ���������� ������� ��������� ������� �������� ����� ��������� ���������������� �������������������� ������ �������� ��������� ��������� ��� ����� ����� ���������������������� ������������������������ ��������������� ������������� NADIE PARA A LA ‘LEGION OF BOOM’ Los Seahawks son los actuales campeones, tienen una defensa legendaria, un público enloquecido, un quarterback inteligente y un corredor desbocado. Una fauna así no es sencilla de parar. MARIANO TOVAR / C uando los Seahawks se impusieron a los Broncos en la Super Bowl hace doce meses, todo el mundo se hacía la misma pregunta. ¿Sería este grupo capaz de mantenerse en la cima para formar una dinastía defensiva? Ganen o pierdan en el parti- do de Glendale, la respuesta está clara: sí. En la NFL es muy complicado que un equipo ganador se mantenga. El límite salarial y el empeño por buscar la igualdad por reglamento lo hacen muy complicado. Pero quizá sea aún más difícil para un equipo con el perfil de los Seahawks, que fundamentalmente son un bloque defensivo. Pero no del estilo de la manida frase “la mejor defensa contra el mejor ataque” que se repite año tras año cuando llega la Super Bowl, y que casi nunca es verdad. Los Seahawks son defensa hasta unos límites desconocidos en la NFL probablemente desde la época en que los Ravens de Ray Lewis ganaron la Super Bowl en 2001. Desde entonces hemos visto grandes defensas, pero ninguna tan dominante, tan salvajemente agresiva, que por si misma fuera capaz de ganar un partido tras otro, casi sin importar cual fuera el papel ni del propio ataque, ni del contrario. Dentro de esta defensa fabulosa, que ya se ha convertido en una auténtica leyenda, hay un grupo de jugadores, los miembros de su secundaria, que fueron bautizados como ‘Legion of Boom’ y que quizá formen el mejor grupo, y el más compenetrado, de defensas contra el pase de toda la NFL. Richard Sherman, Kam Chancellor, Earl Thomas y Byron Maxwell son un poker ganador sea cual sea la mano del rival. Este grupo estaba formado en su origen por un quinto jugador, Brandown Browner, que ahora pertenece, curiosamente, a la plantilla de los Patriots, sus rivales en la Super Bowl. Si sumamos a Darrelle Revis, cornerback estrella de New England, durante la gran final de la NFL habrá más estrellas defensivas contra el pase por metro cuadrado que nunca en la historia de este deporte. Cada vez que un quarterback decida lanzar a volar un balón, se convertirá en un temerario. RESURGIDOS. El arranque de la temporada de los Seahawks fue una decepción, pero en octubre resucitaron y desde entonces nadie pudo pararles. UN RATÓN COLORADO. Hay pocos jugadores en la NFL más listos que Wilson, capaz de sacar ventaja de las situaciones más comprometidas y de resolver los rompecabezas más complicados. Hay un famoso dicho en el mundo del football americano, que explica que lanzar un pase es peligrosísimo porque sólo pueden pasar tres cosas, y dos de ellas son malas. La primera es que el receptor coja el balón y se convierta en un pase completo. La segunda es que el balón termine en el suelo. La última es que el cuero termine en los brazos de un rival. La ‘Legión of Boom’ provoca que la primera opción, la única buena para el En esta edición de la Super Bowl se darán cita más estrellas defensivas contra el pase que en ninguna anterior ataque, se convierta en un suceso extraordinario y bastante poco probable. Sin embargo el arranque de la temporada de los Seahawks no fue precisamente muy feliz. Parecía que seguían de resaca después de toda una offseason de celebraciones. Sufrieron tres derrotas en los seis primeros partidos. Y lo que es peor, no hubo ni defensa, ni ‘Legion of Boom’, ni historias. Una formación infranqueable y dominante se había vuelto vulgar. Además, en una división tan complicada como la Oeste de la Nacional, con rivales tan ambiciosos y competitivos como Cardinals, 49ers o Rams, llegar al primer tercio de la temporada con un récord 3-3 es casi temerario. Parecía que el éxito de los Seahawks iba a ser sólo flor de un día, y que la franquicia volvería a su estado permanente de somnolencia, ahí arriba al noroeste de los Estados unidos, lejos de todo y de todos. 14 La afición de los Seahawks ha provocado movimientos sísmicos en Seattle con su griterío y pataleos GRAN MOTIVADOR. Pete Carroll ha conseguido convertir la plantilla de los Seahawks en una piña. Ese ha sido su gran logro en un equipo que históricamente era muy gris. La lejanía de Seattle del resto de las grandes urbes de EE UU se ha considerado siempre un hándicap para el equipo. Todos sus viajes son largos. Eso conlleva muchos inconvenientes como los cambios de horario o la reducción de días de descanso. Mientras algunos equipos tiene casi todos los viajes a muy pocas horas en avión, los de los Seahawks pueden hacerse interminables. Pero en los últimos años los Seahawks han conseguido darle la vuelta a la tortilla para sacar ventaja de su situación geográfica. Quienes juegan como visitantes en el CenturyLink tienen casi asegurado el fracaso, y una derrota humillante. En los últimos tres años, los Seahawks sólo han sufrido dos derrotas en su fortín. Los Seahawks no sólo sacan partido de tener su sede en la últi- 15 ma esquina de los EE UU. También tiene un arma secreta que todos los equipos envidian, y muy pocos pueden emular. Su afición es tan ruidosa, está tan volcada con el equipo, que se convierte en el auténtico jugador número 12. En el caso del público del CenturyLink no es una frase bonita para alabar a los aficionados. Es una realidad. Una locura. Cuando el equipo rival tiene el balón, el gentío inicia un griterío ensordecedor, mientras patalea y hace ruido de todas las formas posibles, para evitar que el quarterback pueda comunicarse con sus compañeros y así colapsar el ataque. Eso provoca salidas falsas y todo tipo de penalizaciones a favor de sus colores. Antes de cada partido, una personalidad de la cuidad, o un antiguo jugador del equipo, iza la bandera con el número 12 en uno de los puntos más altos del estadio, en una ceremonia que da el pistoletazo a la locura. En los días de partido, la cuidad de Seattle ha registrado movimientos sísmicos con epicentro en el estadio cuando ataca el equipo visitante. Incluso se han instalado sismógrafos en las instalaciones para hacer estudios sobre el curioso efecto. Pero los Seahawks no sólo son una defensa jaleada por un público gritón. Cuentan en sus filas con un quarterback que ha roto todos los moldes clásicos de la NFL para alcanzar el éxito. Russell Wilson sólo mide un metro ochenta. Un enano para los cánones tradicionales para esa posición. Esa estatura se convierte en un grave hándicap cuando tienes que ver lo que sucede en campo detrás de dos líneas de gigantes que suelen medir más de un metro noventa, y que levantan los brazos todo lo que pueden para intentar evitar que el balón lanzado supere su posición. Wilson soluciona el problema con su gran movilidad, y sobre todo con una inteligencia superior. No es un quarterback que lance muchos pases por partido, pero su porcentaje de completados es altísimo y, sobre todo, cada vez que un balón suyo surca el cielo, su destino es letal. Hay pocos jugadores en la NFL que consigan ser tan dañinos cada vez que aparecen en el partido. Y si está complicado pasar, Wilson no tiene problemas para arrancar a correr y escabullirse de todos los placajes. Quizá no sea un quar terback que tenga tanto protagonismo como las grandes estrellas de la posición, ni que acumule estadísticas espectaculares, pero muy pocos son tan efectivos, y tienen tanta facilidad para leer la situación en la que se encuentra un partido. La remontada que protagonizó en la final de conferencia contra los Packers, en un duelo que parecía perdido, es el mejor ejemplo de su capacidad para aparecer en los momentos en que de verdad importa. Wilson tiene un hándicap, ya que el grupo de receptores de los Seahawks quizá sea lo peor del equipo. Pero para compensar esa limitación está escoltado por el mejor corredor de poder de la NFL actual. Marshawn Lynch, apodado ‘Modo Bestia’, convierte a los suyos en imparables cuando insisten en un ataque por tierra machacón. Lynch parece un bulldozer que se lleva por delante todo lo que sale a su paso, pero también es propietario de un juego de piernas proverbial, que le permite hacer cambios de ritmo y dirección imposibles para un ser humano normal. Además, su equipo tendrá que aprovecharle a fondo durante la final, porque parece seguro que el año que viene ya no seguirá en Seattle. Sobre el campo es un tornado, pero fuera de él es un personaje peculiar, que se niega a aparecer en conferencias de prensa o a conceder entrevistas, decide usar en el siguiente partido unas botas que están prohibidas por el reglamento, o celebra su última anotación echándose mano al paquete. Lynch se despedirá de los Seahawks en la Super Bowl. Los actuales campeones lo tienen todo para repetir título, pero se enfrentarán a otro equipo que, como ellos, da más importancia al bloque que al poder de sus estrellas. Football americano en estado puro para una de las finales más esperadas de los últimos años. EN TODAS PARTES. Chancellor, miembro insigne de la ‘Legion of Boom’, y uno de los mejores safeties de la NFL, tiene el don de la ubicuidad. Puede estar en todas partes al mismo tiempo. 16 17 ���������������� �������������������� �������� ���������� ������ ������ ����������� ��������� ��������� ������� ������� ���������� ������� ��������� ������� PATRIOTS ��������� ������� �������� ������� ��������� ������� �������� ������� ����������� ������� ��������� �������� �������� ������ ���������� ������� ��������� ������� ���������� ������� ������������ ������� ���������� ������� ���������� ������� ����������� ������� ������������ ������� �������� ������� ���������� ������� ������������������ ������ ������ ���������������������� ������������������� �������� ������� �������� ������� ������������� ������� ����������������������� ������������������������� ��������������� ���� ���������������� ����������� ��������������� �������������� �������� ����� ��������� ���������������� �������������������� ������ ��������� ������������ ��������� ��� ����� ���� ������������� TODOS AL GRITO DE “DO YOUR JOB!” La antigua ‘Band of Brothers’ ha recuperado su espíritu original, para lanzarse al asalto del título apelando al trabajo duro y humilde. MARIANO TOVAR / C asi todo el mundo odia a los Patriots. Y es lógico. Los Patriots son odiosos. No lo son porque ganen casi siempre, que también, ni porque además si pueden hacerlo humillando, parecen intentarlo. Tampoco son odiados porque casi siempre que surge un escándalo en la NFL ellos están implicados, y ya sean señalados como tramposos con una frecuencia inusitada. Los Patriots se han ganado la antipatía de todo el mundo porque van a los suyo, a ganar a toda costa, sin que les importe un pimiento a quién demonios caen bien o mal, o que siempre se les tache de arrogantes. Lo más curioso es que ese desdén, esa insolencia que transmiten, está a las antípodas de su auténtica filosofía. Los Patriots ganadores surgieron en 2001 de la nada. Con Bledsoe, el quarterback mejor pagado de toda la NFL, lesionado a las primeras de cambio, rodeado de una plantilla de restos de tienta y jugadores descartados por los equipos de relumbrón. Belichick, un especialista en defensas con un gran prestigio como coordinador, pero que no parecía preparado para ser entrenador principal, tenía que lidiar con esa banda. Y vaya si lidió. Por aquellos días unos aviones se estrellaban sobre las Torres Gemelas en el mayor atentado terrorista de la historia de EE UU, y Spielberg estrenaba una serie llamada ‘Band of Brothers’, que contaba las hazañas de una compañía de la 101 aerotransportada estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Los estadounidenses estaban necesitados de ejemplos con los que identificarse después de la tragedia terrorista. De banderas a las que agarrarse para recuperar la fe en su forma de vida. Los New England Patriots más patriotas que nunca, se convirtieron en ese estandar te. Fueron bautizados como ‘The Band of Brothers’ de inmediato. Los aficionados se enamoraron de ese equipo de apestados, que tiraban de espíritu y voluntad para ganar a sus rivales, por muy duros que fueran. Dirigidos por Tom Brady, un novato en el que nadie creía, personificaban el sueño americano. Eran conjurados que salían de la nada para ganar la Super Bowl. Y no a un rival cualquiera, sino a los todopoderosos Rams, ‘El mayor espectáculo sobre el turf’. Todo fuegos ar tificiales y diversión. Los estadounidenses no estaban para ESPÍRITU DE EQUIPO. Los Patriots tienen uno de los mejores quarterbacks de la historia, pero su auténtica fuerza es su espíritu de bloque. UN GENIO. Belichick ha visto su trayectoria manchada por los escándalos, pero nadie niega que sea un entrenador genial. fiestas. Necesitaban trincheras, espíritu de lucha, fe... Y eso es lo que les entregaron los Patriots a paladas. Pero tantas trincheras y tanta fe comenzaron a cansar a la gente, que vio cómo los apestados venidos a más no se conformaban con un entorchado. Dos años después repetían, y volvían a repetir al siguiente. Tres anillos en cuatro años. Siempre con la misma filosofía. Convirtiendo en estrellas Los primeros Patriots ganadores apelaron al trabajo humilde y silencioso de jugadores en entredicho jugadores que otros equipos descartaban, y que volvían a convertirse en mediocres una vez abandonaban el equipo. Después de dos años sin títulos, aunque siempre en la pelea hasta el último momento, en 2007 decidieron cambiar algo su filosofía y fichar a un puñado de estrellas. Entonces llegó la temporada per fecta… hasta la derrota en la Super Bowl. Victoria tras victoria llegaba con resultados casi escandalosos, mientras humillaban a sus rivales sin misericordia y comenzaban a ser mirados de reojo. Se destapó un escándalo de espionaje a sus rivales, el ‘spygate’. Belichick introducía a asistentes con cámaras en los entrenamientos a puerta cerrada de sus rivales para conocer sus estrategias. En los días previos a la disputa de la Super Bowl, el escándalo alcanzó la categoría de terremoto cuando se denunció que si habían ganado a los Rams en 2001, cuando empezó su leyen- 18 Parecía que el equipo había entrado en decadencia, pero este año ha resurgido al grito de “Do your job!” LA ESTRELLA. Tom Brady es uno de los mejores quarterbacks de la historia. Su inteligencia y facilidad para improvisar le convierten en casi imparable. da, fue únicamente porque también les habían espiado. La franquicia de New England ya quedó marcada para siempre. Todo el revuelo pareció afectar al equipo, que poco a poco iba perdiendo esa mentalidad de trabajo silencioso y abnegado que le había llevado a la cima. Los miembros del grupo original se iban jubilando o marchando, mientras la plantilla se llenaba de mercenarios, encantados de jugar en el perenne máximo aspirante. Por el camino disputaron una Super Bowl más en febrero de 2012. La quinta en once temporadas. Pero en aquel partido volvieron a fracasar contra los mismos Giants que les habían vencido cuatro años antes. Y que curiosamente representaban lo mismo que sus rivales una década antes. Los de Nueva York era el equipo inferior, la víctima, que se sobreponía a todas sus carencias para derrotar al malvado gigante. Parecía que el futuro de los Patriots se dirigía inevitablemente hacia una lenta decadencia. Durante los últimos dos años han vuelto a estar entre los favoritos, e incluso jugaron la final de confe- 19 rencia contra los Broncos el año pasado, pero la sensación era que Tom Brady estaba lanzando sus últimos pases, y que la dinastía estaba a punto de venirse abajo. Nada más lejos de la realidad. Este año comenzaron la temporada dentro del grupo de favoritos de la Conferencia Americana, como casi siempre. Pero en los primeros partidos fueron una caricatura de si mismos. La línea ofensiva se hundía casi en cada jugada y Brady no se parecía en nada al quarterback estelar que todo el mundo considera ya uno de los mejores de todos los tiempos. El equipo tocó fondo en la semana 4, cuando los Kansas City Chiefs les endosaron un 41-14. ¿Estaban acabados los Patriots? ¿Había llegado definitivamente la inevitable decadencia después de tantos años de dominio? Belichick suele sacar lo mejor de si mismo justo cuando todo el mudo le da por muer to. Pareció encontrarse en su salsa a partir de octubre, cuando volvió a sentirse rodeado por una plantilla de perdedores que todos los especialistas estaban cuestionando. Tras el mal inicio, el equipo se lanzó a cerrar bocas y a jugar como un rodillo. Los rivales iban cayendo por paliza semana tras semana. El 2 de noviembre, Brady y compañía destrozaban 43-21 a los Broncos de Peyton Manning, los máximos favoritos de la conferencia hasta ese momento. Ya no había ninguna duda. Los Patriots habían vuelto. Pero no los Patriots vanidosos de las últimas temporadas, sino el equipo trabajador y humilde de los orígenes. Los Patriots de verdad. La frase favorita de Bill Belichick vuelve a estar de moda en la NFL: “Do your Job!” “¡Haz tu trabajo!” Y eso vuelven a hacer los Pats, un equipo formado por trabajadores incansables, en muchos casos descartados por otros equipos, reconver tidos de posición, apestados, que se olvidan de su propio ego y sólo viven para que la máquina patriota funcione como un reloj. Su entrenador sólo les pide trabajo. No exige, ni necesita, genialidad a borbotones o estrellas salvadoras. Lo único importante es que todo el mundo haga bien lo que debe. Belichick no duda en castigar con dureza a quien no cumple con su parte. El 16 de noviembre convirtió en gran estrella a Jonas Gray, un corredor desconocido que nunca fue elegido en el draft, y que antes de llegar al equipo en pretemporada había pasado dos años dormitando en las escuadras de prácticas de Dolphins y Ravens, sin llegar nunca a debutar en la NFL. Aquel día, Gray se convirtió en el gran protagonista de la jornada tras correr para 201 yardas y anotar cuatro touchdowns a los Colts, que luego perdieron con New England en la final de conferencia. Esa misma semana, y después de haber tocado el cielo con los dedos, Gray llegaba tarde a un entrenamiento. Belichick aún no se lo ha perdonado. Desde entonces su papel ha sido menos que testimonial. En este equipo lo más impor tante no es meter cuatro touchdowns en un partido, sino llegar al entrenamiento a la hora prevista. El espíritu de ‘The Band of Brothers’ ha vuelto a los Patriots y les ha llevado a la Super Bowl. Con Tom Brady volviendo a dirigir los ataque sin reunión como sólo él sabe hacerlo; con Gronkowski, el mejor objetivo de sus pases, disfrutando como nunca: con la nube de abejas que forman Edelman, Vereen o Amendola, apareciendo justo cuando más daño pueden hacer; con Legarrette Blount embistiendo rivales semanas después de ser despedido por los Steelers... Y con la espalda cubierta por una defensa sin grandes estrellas, salvo quizá Darrelle Revis, uno de los mejores jugadores de secundaria de la NFL. Esa defensa, que durante parte de la temporada estuvo en entredicho, quizá no sea capaz de parar en seco a su rivales, ni de acumular jugadas espectaculares. Sin embargo, es suficiente para lo que Belichick necesita, porque tiene muy claro el camino: “Do your Job!” SIEMPRE VUELVE. En dos ocasiones ha parecido que la carrera de Blount estaba terminada. En las dos ocasiones apareció Belichick para resucitarla. T 20 Los galardones y el deporte han ido de la mano desde siempre. Ambos han evolucionado al mismo ritmo y uno no existe sin el otro desde que hay competiciones. Pero algunos trofeos destacan sobre otros por su historia, originalidad o aspecto. Son únicos e inimitables por sus peculiares características. Subtitulo c24Quod se is, nocaetin ducitera Serum ompl. Simis nendeorte quium convolus, unc iam rei converibus,Qua consil caure audc24Quod se is, nocaetin ducitera Serum ompl. Simis nendeorte quium convolus, unc iam rei converibus,Qua consil caure audam hocastraes et verum 21 ROFEOS EL SÍMBOLO DE LA VICTORIA MARIO GARCÍA / E l reconocimiento al campeón de una competición depor tiva es algo que sucede desde la Antigüedad, aunque mucho ha evolucionado en sus formas desde entonces. Desde la corona de laurel que se otorgaba a los vencedores de los primeros Juegos Olímpicos en la Grecia clásica, y que también han llegado a ser utilizadas en nuestro siglo, como sucedió en la ceremonia de entrega de premios en Atenas 2004, hasta los variopintos galardones que podemos encon- trarnos hoy ha pasado un mundo, pero su significado y función siguen siendo los mismos, rendir pleitesía públicamente a quien ha demostrado ser el mejor en un determinado torneo o especialidad. Más allá del considerado deporte rey, el fútbol, hay trofeos con mucha historia, en ocasiones pintoresca, y también peculiares por su tamaño, aspecto o la originalidad de su diseño, así como algunos de especial relevancia por la trascendencia del campeonato que representan. Son premios singulares que, en definitiva, poseen características que les diferen- 22 23 CLÁSICA. La corona de laurel es un símbolo de victoria desde la Antigüedad. Deportistas como el piragüista David Cal la pudieron lucir en la ceremonia de entrega de premios en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. cian de los demás y los convierten en únicos. Sin duda un país en el que saben de galardones sorprendentes es Estados Unidos, donde se pueden encontrar desde el más pequeño, el famoso anillo de campeón típico de las cuatro grandes ligas (NBA, NFL, NHL y MLB), hasta uno de los de mayor tamaño del mundo, el Trofeo Borg Warner de las 500 Millas de Indianápolis, de 162,5 cm y 45 kilos de peso, que se entrega al campeón de la mítica carrera desde 1936 y es el más antiguo de los depor tes de motor. Entre las particularidades de esta codiciada copa está El deporte de EE UU está lleno de ejemplos de trofeos singulares, especialmente en el motor y el fútbol americano el hecho de que todos los ganadores de la carrera tienen su rostro grabado en ella y que la celebración del triunfo siempre viene acompañada de la ingesta de una botella de leche por parte del vencedor, tradición que se mantiene desde que Louis Meyer la iniciara en la segunda mitad de los años 30. Pero el de las 500 Millas de Indianápolis no es el único trofeo mítico del automovilismo nor teamericano. Así, las pruebas de la NASCAR son también famosas por los premios que otorgan, que van desde el pequeño coche de juguete de Kansas al reloj de tamaño gigante del Goody’s 500 de Martinsville, pasando por el peculiar coloso de piedra de Dover en la conocida como Milla Monstruosa, o la guitarra rockera de Nashville, entre otros. Además de los anillos, compuestos de oro y diamantes generalmente, las grandes competiciones de Estados Unidos PIE DE FOTO. Texto pie de foto Mayúsculas +4Lor si tet praesto do corper sis nis dolutpat, quat. Ut adit ulla consed tatum amet wissim PEQUEÑO Y FAMOSO. El anillo de campeón es el galardón más pequeño que existe en el mundo del deporte. Las cuatro grandes ligas de Estdos Unidos lo utilizan para premiar a sus respectivos ganadores. 24 25 EXTRAORDINARIO. El Trofeo Borg Warner de las 500 Millas de Indianápolis es uno de los de mayor tamaño que existen. Tiene grabado el rostro de sus ganadores. ÉXITO. Pau Gasol ha sido campeón de la NBA en dos ocasiones (2009 y 2010) y conoce bien la sensación que produce recibir el anillo. BICAMPEÓN. El eslovaco Marian Hossa, jugador de los Chicago Blackhawks, posee dos anillos de campeón de la NHL (2010 y 2013). cuentan, como es lógico, con sus propios trofeos. El Larry O’Brien de la NBA, realizado con seis kilos y medio de aleación de plata y recubierto de oro de 24 kilates, debe su nombre al comisionado de la liga entre 1975 y 1984 y está valorado en 13.500 dólares. Anteriormente la copa se denominaba Trofeo Walter A. Brown, en homenaje al primer propietario de los Boston Celtics y uno de los fundadores de la compe- tición, y su diseño era similar al de la Stanley Cup de hockey, que posee un tazón colocado encima de unos paneles grabados con la lista de todos los campeones y es una de las grandes joyas del deporte norteamericano, tanto por su antigüedad (se entrega desde 1893) como por ser la única que lleva inscritos los nombres de los jugadores, de ahí su gran tamaño. El trofeo actual que recibe el campeón de la NHL, que debe su nombre a Lord Stanley de Preston, padre de la liga, es una copia del original debido a la falta de espacio que tenía ésta para sumar más nombres, después de que ya le hubiesen añadido varios pisos por la base. Este problema de espacio no lo sufre el Vince Lombardi, el trofeo con nombre de un legendario entrenador de los Green Bay Packers que obtiene el ganador de la célebre Super Bowl, el par tido que decide el campeón de la NFL y el más visto por televisión del planeta. El preciado balón ovalado de plata, de 3,5 kilos de peso y 55 cm de alto, está valorado en 25.000 dólares y fue denominado originalmente como World Championship Game Trophy. Por su parte, el béisbol cuenta con el único galardón de las grandes ligas nor teamericanas que no lleva el nombre de alguna persona: el Trofeo del Comisionado. Creado por la prestigiosa em- presa de joyería Tiffany & Co., al igual que el Larry O’Brien y el Vince Lombardi, se concede al ganador de las Series Mundiales de la MLB. Contiene banderas que representan a todos los equipos de la National League y la American League, pesa 14 kilos y está hecho de plata esterlina. La originalidad de los galardones en el país de las barras y estrellas es aún más llamativa en el deporte universitario, al menos en lo que al fútbol americano se refiere. Así, la rivalidad entre algunos equipos ha llevado a premiar al ganador con todo tipo de curiosos trofeos, que suelen ser de larga tradición y con una añeja historia detrás que justifica su forma. Un ejemplo es el de la tortuga de madera, conocida como Illibuck, que se disputan Illinois y Ohio State desde 1925 (aunque empezaron a medirse en 1902), que representa la larga vida que, según creían 26 27 NASCAR. El reloj tamaño XXL del Goody’s 500 de Martinsville y y la guitarra de Nashville son buenos ejemplos de la originalidad de las famosas carreras de Estados Unidos. NBA. El trofeo Larry O’Brien es recogido cada año por el ganador del campeonato de baloncesto más importante del mundo. y esperaban, tendría este enfrentamiento. También el de la sartén de hierro (iron skillet) que ponen en juego South Methodist y Texas Christian desde 1946, cuando antes de verse las caras un seguidor de los primeros decidió ponerse a freír ancas de rana ante la perplejidad de sus oponentes, que lo consideraron poco menos que un sacrilegio y exigieron que el resultado del duelo decidiese quién se quedaba con la sartén y las susodichas ancas. Otro universo de trofeos singulares es el del tenis. Memphis, tierra de blues y rock & roll y sede de un torneo ATP 500, tiene uno de los más curiosos: una raqueta con la empuñadura en forma de mástil de una guitarra. Asimismo, son dignos de mención, entre otros, el huevo verde de Metz, el bello barco de plata de Dubai o el cuadro con el dibujo de un niño que patrocinaba Unicef y que hasta la edición de 2013 se entregaba al ganador en Hertogenbosch. Todos ellos, eso sí, de menor re- La urna de cenizas que se disputan desde 1882 Inglaterra y Australia en cricket es una de las copas más sorprendentes levancia que la célebre ensaladera de la Copa Davis, tanto por su tamaño (1,10 metros de altura y 105 kilos de peso) como sobre todo por su trascendencia e historia, algo que sucede también con el viejo trofeo de Wimbledon, que permanece inalterable en su diseño desde sus inicios allá por 1877, y la Copa de los Mosqueteros de Roland Garros, llamada así en homenaje a cuatro auténticas leyendas del tenis francés y del deporte en general: René Lacoste, Henri Coechet, Jacques Brugnon y Jean Borotra. Como verdaderamente único podría definirse el galardón que obtiene el ganador de los duelos entre Inglaterra y Australia de cricket, conocidos como ‘The Ashes’ y que se disputan como mínimo cada cuatro años: una urna para cenizas. Su origen data de 1882, cuando el diario británico ‘The Sporting News’ publicó una esquela satírica en la que se aseguraba que el cricket inglés había fallecido y que el cuerpo sería in- IMPACTANTE. El coloso de piedra de la prueba de NASCAR de Dover no pasa desapercibido y poco tiene que envidiar a ningún trofeo del mundo en cuanto a peculiaridad se refiere. La chaqueta verde, el maillot amarillo o la ensaladera tienen una larga historia que los convierte en realmente especiales 28 29 MAJESTUOSO. El barco de plata del torneo de Dubai es uno de los más bellos del tenis mundial. El mítico jugador suizo Roger Federer lo ha levantado en seis ocasiones. cinerado y sus restos llevados a Australia para que guardaran reposo, aunque el trofeo no pasó a convertirse en algo físico hasta 1999. Más famoso es uno de los reconocimientos con mayor prestigio del deporte mundial, la chaqueta verde del Masters de Augusta de golf. Se entrega al campeón del torneo desde 1949, pero los socios del club estadounidense ya empezaron a utilizarla en 1937, tres años después de la inauguración del campo. Por tradición, el vencedor de cada año la recibe de manos del anterior campeón. Luego la conserva hasta la siguiente edición con la obligación de devolverla. El primer golfista en lucirla fue Sam Snead, quien aún posee el récord de victorias en el Circuito Americano. Igualmente legendario es el maillot amarillo del Tour de Francia que, curiosamente, debe su color al diario que patrocinaba la carrera, ‘L’Auto’, antecesor de ‘L’Equipe’, cuyas páginas eran de esa tonalidad. Fue una acertada estrategia de marketing contra su gran rival de la época, ‘Le Vélo’, que se asociaba al color verde de sus páginas. El primer ciclista en lucirlo fue Eugène Christophe el 19 de julio de 1919. Sin cambiar de deporte, brilla por su originalidad el trofeo de la clásica de las clásicas, como es conocida la París-Roubaix, prueba que se disputa desde 1896: el ganador recibe una réplica de los montones de adoquines por los que han pasado los corredores para completar STANLEY CUP. El equipo campeón de la NHL recibe este trofeo desde 1893. Lleva inscritos los nombres de todos los jugadores que han alcanzado el título de la prestigiosa liga norteamericana de hockey sobre hielo, algo que le convierte en único en el deporte. 30 31 CURIOSOS. David Ferrer ha ganado en dos ocasiones el torneo de Hertogenbosch (2008 y 2012), que hasta la edición de 2013 otorgaba un dibujo de un niño como galardón. El huevo verde de Metz, que conquistó Robredo en 2007, es uno de los trofeos más peculiares del tenis. TOUR. El maillot amarillo surgió en 1919 como una estrategia de márketing que resultó muy acertada. LEGENDARIOS. El codiciado Vince Lombardi (arriba, en el centro) premia al campéon de la NFL y está valorado en 25.000 dólares. Por su parte, la chaqueta verde del Masters de Augusta se entrega a los ganadores de la competición desde 1949. BÉISBOL. El trofeo de la MLB es el único de las grandes ligas de EE UU que no tiene el nombre de una persona. ANTIGUO. ‘The Ashes’ (Las Cenizas) se originó en el siglo XIX, después de que saliera publicada una esquela satírica que daba por muerto al cricket inglés. la carrera. Hay quien afirma, con sentido del humor, que este mítico test, considerado uno de los monumentos del ciclismo junto a la Milán-San Remo, el Tour de Flandes, la Lieja-Bastoña-Lieja y el Giro de Lombardía, consiste en sufrir para ganar una piedra. Un trofeo emblemático que tiene la particularidad de existir sólo simbólicamente, sin formato físico, y que no premia al mejor, sino todo lo contrario, es la cuchara de madera. Conocida por todo buen seguidor del rugby, es otorgada al último clasificado del Torneo Seis Naciones y tiene su origen en el siglo XIX. Es otro ejemplo de que en el mundo del deporte existen galardones de todo tipo, aunque en pleno siglo XXI tal vez aún haya cosas por inventar y en el futuro nos sigan sorprendiendo nuevos trofeos por su historia, originalidad, belleza o peculiaridad. Hay espacio para todo. SOBRE TIERRA. Nadal ha conquistado nueve veces la mítica Copa de los Mosqueteros de Roland Garros. PIEDRA. El trofeo de la París-Roubaix es una réplica de los adoquines por los que pasan los ciclistas en la carrera. GRANDE Y PRECIADA. La histórica ensaladera de la Copa Davis mide 1,10 metros y pesa 105 kilos. 32 33 DORSALES NBA ? ¿CUÁL ES EL REY DE LOS MARIO PEÑA / E s indudable que si hay un deporte en donde mandan los números, ese es el baloncesto. Desde las estadísticas más básicas, como los puntos, los rebotes o las asistencias, hasta las más avanzadas, como el ratio asistencias/pérdidas o la productividad, todo se cuantifica. Incluso los centímetros que mide de altura cada jugador o la envergadura de sus brazos. Hasta hay dichos que resaltan esta obsesión por los números, como el que reza que quien se impone en los tableros acaba ganando el partido. El depor te de la canasta está, definitivamente, invadido por la fría estadística. Este reportaje va de números, pero no de estas frías cifras que nos indican la productividad de los jugadores o los equipos. Los números a los que me voy a referir son cálidos: traen recuerdos, suscitan emociones y, a diferencia de los estadísticos, son de distintos colores y formas. Me refiero a los dorsales. El número definitivo por el que son recordadas las leyendas. Y es que, ¿qué amante del baloncesto no ve un 23 y se acuerda inmediatamente de Michael Jordan? ¿O un 32 y piensa en Magic? ¿O un raro doble cero y piensa en ‘El Jefe’ Robert Parish? Este reportaje va a intentar dilucidar, de la forma más objetiva posible, cuál es el rey de estos números en la liga más importante del mundo. El rey de los dorsales en la NBA. Para ello, he tenido en cuenta, sobre todo, los dorsales retirados por cada equipo y los que vestían las 50 leyendas elegidas por la NBA con motivo de su quincuagésimo aniversario y los jugadores posteriores que podrían entrar en una futura ampliación de esta lista. Un apunte antes de entrar en materia: si bien es cierto que la liga norteamerica- 34 35 na ha permitido (y permite) cualquier número de una o dos cifras como dorsal del jugador, hay números mucho más frecuentes que otros. Es poco habitual ver jugadores con dorsales comprendidos entre el 25 y el 29, raro verlos entre el 36 y el 39 y el 46 y el 49, y bastante difícil encontrarlos superiores al 55. En la actualidad, tan solo hay unos pocos dorsales usándose entre el 56 y el 99, cuando son casi la mitad de los números permitidos como dorsales por la liga: Andrea Bargnani en los Knicks con el 77, Batum en Portland y Shved en Philadelphia y Houston, ambos con el 88; Drew Gooden en Washington con el 90, el exestudiantil Nogueira en Toronto con el 92 y Jae Crowder en Boston con el 99. Vayamos con los dorsales retirados por los equipos, no sin antes aclarar también que hay franquicias mucho más generosas que otras a la hora de honrar a sus jugadores y convertirles en POCO COMÚN... TAMBIÉN EN SUS DORSALES Dennis Rodman fue un jugador fuera de lo normal... más o menos en todo. Tanto el 91 que lució en los Bulls como el 73 de su fugaz paso por los Lakers son dorsales raros, ya que lo habitual es que sean un número inferior al 55. ¿PIONEROS? Chris Paul y Blake Griffin podrían ser los primeros jugadores con el dorsal retirado en los Clippers... aunque para ello seguramente tendrán que ganar algún anillo. No todos los dorsales son igualmente frecuentes en la NBA. Es raro ver números superiores al 55 leyendas colgando sus camisetas del techo. Que el equipo que más números retirados tiene sea el más laureado, los Boston Celtics, entra dentro de la lógica. Pero dicha lógica no se mantiene cuando se echa un vistazo al resto de las franquicias. Así, el tercer equipo con más anillos, los Bulls, solo tienen cuatro dorsales retirados. Y sin embargo, los Sacramento Kings, con tan solo un título que se remonta a 1951, cuando aún eran los Rochester Royals, tienen la friolera de once, incluyendo el número 6 en honor a sus fans (considerando a su afición como un ‘sexto jugador’ que ayuda igual que los cinco sobre la cancha). Con respecto a este número en concreto, de los seis equipos que lo han retirado dos lo han he- cho con este motivo (el otro son los Orlando Magic) compartiendo los fans de ambas ciudades el honor de ‘codearse’ con auténticas leyendas de la NBA como Bill Russell, Julius Erving o en un futuro más que probable LeBron James, que lo vistió en su estancia con Miami Heat en la que ganó dos de los tres anillos que posee la ta Clyde ‘The Glide’ Drexler, que pese a pasar tan solo dos de sus quince temporadas en Houston vio como los Rockets honraban su número por su decisiva contribución a su segundo anillo (aunque es razonable pensar que el hecho de que el jugador fuera una leyenda en la Universidad de Houston, en la que usaba el mismo dorsal, también influyó). Con respecto al 15, estaría en condiciones de subir de categoría si en la ciudad de Denver, Colorado, le perdonaran la espantada a Carmelo Anthony. De momento el número luce en lo alto de las canchas de Boston (Tom Heinsohn), Dallas (Brad Davis), Detroit (el ‘microondas’ Vinnie Johnson), Philadelphia (Hal Greer), Portland (Larry Steele) y, en el caso opuesto al de Drexler, por dos jugadores distintos en el mismo equipo: los New York Knicks. El equipo neoyorkino le retiró el dorsal el 1 de marzo de 1986 a su mítico base Earl ‘The Pearl’ Monroe, que también recibió el Los Celtics son la franquicia que más dorsales ha retirado. Los Clippers, la más veterana que aún no ha retirado ninguno franquicia de Florida. También hay que decir que, por supuesto, hay equipos que aún no han retirado ningún número, en algunos casos por la juventud de las franquicias (como ocurre con Toronto, Memphis, Charlotte u Oklahoma City). Otra historia son los Clippers, fundados en 1970 como Buffalo Braves y que han contado entre sus COLGANDO DEL TECHO. En la foto grande vemos el mítico Boston Garden, la anterior cancha de los Celtics, con todos sus números retirados colgando del techo. Los Celtics son el equipo más laureado de la NBA y el que más dorsales ha retirado hasta la fecha. filas con jugadores legendarios como Bob McAdoo o Bill Walton, ambos en el Hall of Fame. En la plantilla actual los angelinos tienen a un par de candidatos para ‘estrenar’ el techo de su pabellón en Chris Paul y Blake Griffin, aunque a priori parecen obligados a ganar algún anillo para que esto ocurra. En tercer lugar tenemos un empate entre los dorsales 15 y 22, cada uno retirado en siete ocasiones. El capicúa 22 adorna los estadios de Celtics (Ed Macauley), Cavaliers (Larry Nance), Mavs (Rolando Blackman), Lakers (Elgin Baylor), Knicks (Dave DeBuschere) y, por supuesto, los de Blazers y Rockets en honor al elegante escol- apodo de ‘Black Jesus’ en las calles de la Gran Manzana. Monroe también tiene retirado el dorsal número 10 en Washington, aunque cuando jugó con ellos ni estaban en la capital ni se llamaban Wizards: eran los Baltimore Bullets que llegaron a la final en 1971. Justo pocos meses después el base sería traspasado a los Knickerbockers, con los que sí que lograría el ansiado anillo en el 73. El equipo neoyorkino volvió a retirar el número 15 seis años después de honrar a Earl Monroe, esta vez para hacer lo propio con un jugador que lo había vestido bastante antes: Dick McGuire, un base de 1,81 que jugó en el equipo desde 1949 a 1957, pasando a ser el entrenador neoyorkino durante un par de temporadas en los 60. 36 37 En segundo lugar, de nuevo un empate, esta vez entre el 10 y el 33, ambos retirados ocho veces. El redondo número 10 luce en los techos de los pabellones de Boston (Jo Jo White), Chicago (Bob Love), Detroit (Dennis Rodman), Miami (Tim Hardaway), Nueva York (Walt Frazier), Philadelphia (Mo Cheeks), Washington (el ya citado Earl Monroe) y, metafóricamente por ahora, Seattle (Nate McMillan). El 33, segundo capicúa que aparece en esta lista, ha sido llevado por algunas de las leyendas más notables y reconocibles que han pasado por la NBA. El número cuelga de los techos de Boston (en honor a Larry Bird), Chicago (por Scottie Pippen), Denver (David Thompson), Miami (Alonzo Mourning), New York (Patrick Ewing), Phoenix (Alvan Adams) y de los pabellones de Milwaukee y el de Los Angeles Lakers, ambos para honrar al máximo anotador de la liga, el legendario pívot Kareem Abdul-Jabbar. 1,6 robos por partido, todo esto a la edad de 21 años (en marzo cumplirá los 22). Es indudable que si las lesiones le respetan estamos ante el pívot dominador de lo que queda de década y primera mitad de los años 20, y a poco que pase la mayoría de su carrera en el estado de Lousiana es más que probable que su número acabe colgado en el Smoothie King Center (que vaya usted a saber que nombre tendrá dentro de quince o veinte años). Los seis equipos que tienen el número ya retirado son los Hawks (Lou Hudson), Celtics (Frank Ramsey), Nets (John Williamson), Rockets (Calvin Murphy), y los Bulls y los Heat en honor a Michael Jordan. ¿Los Miami Heat? Que no cunda el pánico, efectivamente Jordan no jugó nunca vistiendo su camiseta. El último de los récords que batió ‘His Airness’ fue el que le retiraran el dorsal en un equipo para el que nunca había jugado, algo completamente inédito. Lo Hay jugadores que tienen varios dorsales retirados y equipos que tienen retirado varias veces el mismo número Antes de hablar del número que va primero en el ránking, al menos en lo tocante a los números retirados, me gustaría citar otro número que en un futuro no tan lejano podría empatar con el 10 y el 33 en segundo lugar. Y no es otro que el mítico y reconocible número 23, retirado actualmente por seis equipos pero que sin duda alguna subirá en el escalafón tan pronto como se retiren dos rutilantes estrellas que lo visten en la actualidad. Hablo, por supuesto, de LeBron James y Anthony Davis. En el caso de ‘King’ James podría darse por seguro que Cleveland retirará su dorsal aunque no llegue el ansiado el anillo, ya que, aparte de ser vecino y declarado seguidor del equipo desde niño, cumple de sobra Aunque el 23 no aparece en la lista de los más retirados, podría estarlo en un futuro gracias a LeBron y A. Davis NÚMEROS MÁGICOS. Arriba, a la izquierda, Clyde Drexler luciendo el 22 en sus dos equipos. A su lado, el mito neoyorkino Walt Frazier. Abajo, a la izquierda, Earl Monroe también con los Knicks y a su lado, Anthony Davis haciendo un mate. En la otra página, Jordan luciendo el 12 y el 45, LeBron en su vuelta a los Cavs y el duelo de dos mitos: Bird contra Magic. todos los requisitos para hacerlo: MVP en dos ocasiones vistiendo los colores de los Cavs (logró otras dos veces el galardón en Miami), seis veces All Star (otras cuatro con los Heat), máximo anotador total de la franquicia (tanto en regular season como en playoffs), record de anotación en un partido con 56 puntos, tiros ano- tados e intentados, tiros libres anotados e intentados, rebotes totales en playoffs, asistencias en playof fs, robos de balón... Con respecto a Anthony Davis, en tan solo su tercera temporada en New Orleans está promediando números de superestrella con medias de 24 puntos, 10,5 rebotes, 3 tapones, 1,6 asistencias y hicieron como tributo por su contribución a la liga durante la temporada 2002-2003. Con respecto a Jordan y sus dorsales, una anécdota poco conocida: además del 23, el escolta se vio obligado a utilizar otros dos dorsales en los Chicago Bulls. La primera ocasión fue durante la temporada 89/90, en concreto el 14 de febrero de 1990, en la que poco antes de su partido contra los entonces debutantes en la liga Orlando Magic un individuo se coló en el vestuario y se llevó su camiseta. Michael se vio utilizado a jugar ese partido con una camiseta sin nombre y con el dorsal número 12 que los de Chicago tenían de repuesto. El segundo es el 45, que utilizó cuando volvió al basket después de probar suer te en el baseball 38 39 Howard, Chris Paul, Carmelo Anthony y Paul Pierce. Veamos cómo queda la cosa: entre los dorsales utilizados solo por las más rutilantes estrellas del universo NBA, se produce de nuevo un empate en la tercera posición, entre los números 11 y 44, vestido cada uno por cinco jugadores de esta lista de los mejores. El primero fue usado por Paul Arizin en los Philadelphia Warriors (en los años 50, antes de que se mudaran a San Francisco), Walt Frazier en los Cleveland Cavs (después de dejar los New York Knicks que acabarían retirando su número 10, como ya hemos visto antes), Elvin Hayes, que lo utilizó en los San Diego Rockets (ahora en Houston) y en los Baltimore/ Capital/Washington Bullets, Karl Malone, que como ya vimos antes lo adoptó en su única temporada laker y Isiah Thomas, que fue el único número que llevó a la espalda en sus exitosas trece temporadas al frente de los De- en un filial de los Chicago White Sox, los Birmingham Barons. El motivo no es otro que el que su número 23 había sido inmediatamente retirado por los Bulls después de su retirada, aunque sería descolgado poco tiempo después, al recibir Jordan permiso de la liga para seguir vistiendo su dorsal de siempre. Y por fin, el ganador. El número más veces retirado en la NBA. Evidentemente, igual que en el caso del 33, es el número que han vestido algunas de las estrellas más rutilantes del baloncesto, aunque ya incidiremos en esto en la segunda parte del reportaje. And the winner is... el 32. Retirado en nueve ocasiones, por los Celtics (Kevin McHale), Nets (en honor al gran Julius Erving, el Dr. J), Lakers (ni más ni menos que a Magic Johnson), Bucks (por Brian Winters), Sixers (Billy Cunningham), Blazers (Bill Walton), Spurs (Sean Elliott), Sonics (Fred Brown) y Jazz (‘El Cartero’ Karl Malone). El jugador que inspiró el logo de la NBA llevó durante toda su carrera uno de los números destacados en este reportaje Parece que las leyendas del basket USA tienen cierta inclinación por llevar en sus camisetas números capicúas Con respeto a este último, una anecdota: cuando fichó por los Lakers en 2003, la franquicia angelina le ofreció la posibilidad de usar el dorsal que ha había llevado durante toda su carrera en Utah, pero ‘the Mailman’ rechazó esta oferta como muestra de respeto a Magic, decantándose por llevar el 11. Hasta aquí el análisis basado en la cantidad. Pero, ¿y qué pasa con la calidad? Es indudable que un jugador tiene que ser muy bueno para que una franquicia dé el paso de retirar definitivamente su dorsal, pero no lo es menos que, por impor tantes que hayan sido para sus franquicias, no pueden compararse a Fred Brown o Brian Winters con Larry Bird o Kareem Abdul-Jabbar. Por eso, en esta se- LEYENDAS Y LOGOTIPOS. Arriba, el tradicional beso que se daban Magic Johnson e Isiah Thomas antes de enfrentarse en la cancha. A la izquierda, Elvin Hayes con los Baltimore Bullets y George ‘The Iceman’ Gervin con los Spurs. A su lado, Jerry West y el movimiento que inspiró el logo de la NBA. gunda parte del reportaje vamos a ver los dorsales que han llevado cada uno de los jugadores elegidos como los 50 mejores por la NBA en 1996, así como los que estarían en virtud de ser seleccionados en una futura ampliación de esta lista. Los nombres de los elegidos podéis encontrarlos en nba.com/history/features/nba-at- 50-players/index.html o en wikipedia buscando la entrada “Anexo: 50 mejores jugadores en la historia de la NBA”. A este medio centenar de mitos hemos añadido a los siguientes: Kobe Br yant, LeBron James, Tim Duncan, Steve Nash, Dirk Nowitzky, Allen Iverson, Kevin Garnett, Kevin Durant, Jason Kidd, Dwyane Wade, Dwight troit Pistons doblemente campeones entre los 80 y los 90 (los Bad Boys). Con respecto al 44, la lista no desmerece en calidad: Dave Bing, que lo vistió en los Boston Celtics (después de haber llevado el 21 en Pistons y Bullets), George Gervin, que lo hizo famoso en los San Antonio Spurs (además de llevarlo previamente en los Virginia Squires de la ABA), el ya citado Elvin Hayes, que lo llevó en los Rockets una vez mudados ya a Houston y, para finalizar, ni más ni menos que el mismísimo logo de la NBA: el mítico base de Los Angeles Lakers Jerry West. En segunda posición, con seis mitos que lo han lucido en sus camisetas, el número 33. ¡Se ve que a las estrellas les gustan los capicúas! Del 33 ya hemos hablado 40 41 en la parte correspondiente a los dorsales retirados, aunque añadiremos aquí a modo de anécdota que el también citado Earl Monroe lo vistió durante la primera temporada que jugó en los dos equipos que acabaron retirando sus otros dorsales: el 10 y el 15. Curioso, ¿verdad? Las otras cinco leyendas que lo vistieron fueron Kareem, que lo lució tanto en los Bucks como en los Lakers, Larry Bird en Boston, Patrick Ewing en los Knicks y en su única temporada en Seattle (antes de retirarse vistiendo el 6 en Orlando), Scottie Pippen, que lo lució en los tres equipos en los que jugó (Chicago, Houston y Por tland) y Shaquille O’Neal, quien lo llevó en su única temporada en Cleveland, ya en el ocaso de su carrera (jugaría todavía una temporada más, en Boston vistiendo el 36). Y el ganador, con hasta 10 jugadores de estos 64 mejores es... de nuevo el número 32, que queda así definitivamente coro- EL 32 MACHACA A SUS RIVALES. Y no me refiero sólo a esta foto de un joven Shaquille O’Neil ‘posterizando’ a Dennis Rodman. El número 32 es el ganador absoluto en cuanto a dorsales, siendo el retirado por más equipos y el vestido por más jugadores de leyenda. El 33 (que también vistió Shaq) queda en un honroso segundo puesto. La lista de jugadores que han llevado el 32 es impresionante: Magic, Dr. J, Shaq, K. Malone, Bill Walton... entre otros nado como el rey de los dorsales NBA. Ya hemos citado antes a Billy Cuningham, que además de los Sixers también lo lució en los Carolina Cougars de la ABA, Julius Erving que lo llevó en los Virgina Squires y los New York Nets, Earvin ‘Magic’ Johnson en los Lakers del Showtime, Kevin McHale en sus eternos rivales, los Celtics; Bill Walton que lo lució en Por tland y en los Clippers (tanto en San Diego como en Los Angeles) antes de retirarse en Boston llevando el 5, y Karl Malone en los Jazz. A estos tenemos que añadir a Jerry Lucas, que lo lució en San Francisco Warriors y New York Knicks; Lenny Wilkens, que lo llevó en sus primeras temporadas en los St. Louis Hawks (ahora en Atlanta); Shaquille O’Neal, que lo vistió en Orlando, Miami y Phoenix; Jason Kidd, que lo llevó también en Phoenix; y una sorpresa poco conocida: Charles Barkley, ‘El Gordo’, lo vistió durante la temporada 91/92 en honor a Magic Johnson, que acababa de anunciar su retirada debido a haber contraído el VIH. Para acabar el reportaje, una última anécdota para recalcar la importancia histórica de los dorsales que hemos considerado como los dos primeros de este curioso ránking: de los distintos números que llevaban en sus respectivos equipos de origen los integrantes del Dream Team, el mejor equipo de baloncesto de la historia, tan solo se repetían el 32 (llevado por Magic, Karl Malone, Christtian Laettner y esa temporada, aunque de modo excepcional, también por Barkley) y el 33 (por Larr y Bird, Pat Ewing y Scottie Pippen). EL MÁS UTILIZADO POR LOS MÁS GRANDES. Arriba, Bill Cunningham y un joven y ‘hippie’ Bill Walton en Sixers y Blazers, respectivamente. Abajo, Charles Barkley durante la temporada 1991/92, en la que llevó el 32 en honor a Magic Johnson. A su lado, Karl Malone con sus dos compañeros inseparables en los Jazz: John Stockton y su dorsal. En la tercera foto, Julius Erving con los New York Mets, aún en la ABA. 42 43 JOSEPHINE PEARY EL POLO NORTE ES UN ASUNTO DE FAMILIA SEBASTIÁN ÁLVARO PELÍCULA BIOGRÁFICA. Estas tres imágenes corresponden al rodaje de la película ‘Nadie quiere la noche’, dirigida por Isabel Coixet (en la fotografía inferior). La última película de Isabel Coixet (‘Nadie quiere la noche’) iniciará la 65ª edición del festival de Berlín. En ella se recupera a un personaje fascinante: Josephine Peary. 44 45 E l festival de cine de Berlín iniciará dentro de unos días su 65ª edición con la última película de Isabel Coixet, ‘Nadie quiere la noche’. Una buena noticia para nuestra vapuleada industria cinematográfica —es la primera vez que una película española inaugura este certamen internacional de primera magnitud— y también una oportunidad para recuperar a un personaje de la Edad heroica de la exploración polar tan poco conocido como fascinante: Josephine Peary. Coixet la convierte en protagonista de un duro viaje (que afrontó realmente) más allá del Círculo Polar Ártico al encuentro de su marido, el explorador norteamericano Robert Peary, para compartir los dos juntos el éxito de haber llegado al Polo Norte Geográfico, algo que Peary diría haber logrado el 6 de abril de 1909. Desde luego, Jo, como la conocían familiarmente, se había ganado con creces compartir esa gloria. Cuando se casó con el teniente de la marina Robert Peary, en 1888, ella ya era consciente de que también lo había hecho con el sueño que consumía a su marido: la conquista del Polo Norte Geográfico. Pero no lo vivió como una carga conyugal que había que soportar con resignación sino como una aventura en la que quería participar. Y vaya si lo hizo. No dudó en acompañarlo en sus expediciones preparatorias en el norte de Groenlandia. Como los demás Es la protagonista de un duro viaje (que hizo realmente) más allá del Círculo Polar Ártico al encuentro de su marido del pequeño grupo, aprendió a cazar, a vestirse con pieles, a manejar trineos de perros y a soportar los interminables meses de la noche invernal polar en la bahía McCormick. Con estas expediciones Pear y pretendía sobre todo adquirir experiencia y conocimientos de los inuits, habitantes tradicionales de esas tierras polares, con los que afrontar el asalto a sus ansiados 90º Norte. Un aprendizaje nada fácil y que le costó la amputación de varios dedos de los pies, pero aquellos conocimientos esquimales serían ‘LA NIÑA DE LA NIEVE’. Josephine Peary dio a luz una niña a la que la prensa llamó ‘the snow baby’ (la niña de la nieve), por haber nacido en un lugar tan inhóspito. vitales —junto a la capacidad de sacrificio y su obstinación— para sobrevivir en el medio más hostil del planeta. En la segunda de estas expediciones, Josephine Pear y daría a luz a una niña, que la prensa se apresuró a llamar “the snow baby” (la niña de la nieve) y fue el título de la narración que la propia Josephine escribió del nacimiento de su hija en tan inhóspito lugar. También publicó un diario de sus experiencias en el Ártico que lograron bastante fama al tiempo que, ya de vuelta en EE.UU., ayu- daba decididamente a su marido, año tras año, a encontrar patrocinadores y apoyos para la empresa familiar en que se había convertido la conquista del Polo Norte. Para que por fin Robert Peary pudiera escribir: “¡¡¡Al fin el Polo!!! El premio de tres siglos, mi sueño y ambición durante 23 años. Mío al fin... me pertenece a mí, y se asociará a mi nombre generaciones después de que yo haya dejado de existir”. A pesar de que Peary lo proclamase a los cuatro vientos la polémica sobre ese triunfo surgió des- EXPEDICIÓN PEARY. Según Robert Peary, la expedición que él comandó llegó al Polo Norte Geográfico el 6 de abril de 1909. Las dudas siguen hoy en día. de aquel mismo instante, mucho más cuando su compatriota Cook reclamó también para sí ese honor, —según él logrado un año antes— y ha continuado hasta hoy, en el que los mayores especialistas dudan que efectivamente Peary pisase los 90º Norte. Además sus oscuros negocios con el Museo de Historia Natural, los manejos con la poderosa National Geographic para influir en el Congreso de los EE.UU. y así ser declarado vencedor oficial del Polo y el trato a los esquimales, a los que trataba como seres inferiores y a los que estuvo manipulando sin consideración en favor de sus fines, terminaron por dar una imagen del explorador norteamericano más cercana a la de un mentiroso racista sin escrúpulos. Una imagen poco heroica. Robert Peary aseguró que él fue el primero en pisar los 90º Norte... pero su compatriota Cook afirmó lo mismo
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