2ª ÉPOCA • NÚMERO 140 • 27 DE ENERO DE 2015 INCLUYE ÍNTEGRO EL AS COLOR NÚMERO 140 DEL 22 DE ENERO DE 1974 TODO EL MUNDO ODIA A LOS PATRIOTS.. SUPER BOWL . .Y TODO EL MUNDO ODIA A LOS SEAHAWKS (PERO A ELLOS LES IMPORTA UN BLEDO) 4 5 PATRIOTS VS SEAHAWKS SUPER BOWL CUANDO GANAR COMO SEA SE CONVIERTE EN RELIGIÓN GENIO Y FIGURA. Richard Sherman, estrella defensiva de la mejor defensa de la NFL, domina a sus rivales en el campo y delante de los micrófonos. En la NFL actual no existe ningún equipo más ambicioso, más dispuesto a llegar al límite por ganar un partido que los dos que disputarán la gran final. Sólo queda saber cual de los dos puede llegar más lejos por el ansia de victoria. 6 7 MARIANO TOVAR / E l vigente campeón contra el equipo del siglo. Seattle Seahawks contra New England Patriots. Quizá no sea la final soñada para todos los aficionados, pero seguro que la mayoría se está relamiendo de gusto, solo de pensar la cantidad de seres mitológicos, individuos peligrosos, personajes peculiares y estrellas de otra galaxia que poblarán el emparrillado del estadio de la Universidad de Phoenix en Glendale, Arizona, la noche del 1 de febrero. Es la Super Bowl, el mayor acontecimiento deportivo en los Estados Unidos de América. El partido de los partidos. El día de los millones de hamburguesas, pizzas, burritos y cervezas. Cuatro horas largas que ya se han convertido en acontecimiento en medio mundo. El tradicional absentismo laboral del lunes siguiente en Norteamérica poco a poco se va convirtiendo en epidemia. Las ojeras como persianas han llegado a las cuatro esquinas del globo. ¿Es que todo el mundo se está volviendo loco? ¿Cómo es posible que ese deporte extraño, en el que unos tipos acorazados se chocan, caen al suelo, se levantan, descansan durante unos segundos, y vuelven a chocar con la misma violencia, esté conquistando el globo? Los incondicionales se multiplican año tras año. La NFL, una competición deportiva sin esclavismos ni dependencia de ninguna federación internacional, o institución superior, A la NFL le ha costado abrirse camino fuera del mercado de EE UU, pero su popularidad ahora crece como la espuma se ha dado cuenta de la popularidad que está alcanzando, y ahora también quiere ganar mucho dinero también fuera de las fronteras estadounidenses. Hace ya ocho años que la NFL decidió cerrar su competición en el viejo continente. La NFL Europa se había conver tido en un circo con muy poco interés deportivo, y que sólo parecían seguir una pequeña legión de frikis incondicionales. Poco tiempo después, la NFL empezó a llevar a Londres, al mítico estadio de Wembley, algunos partidos de temporada regular. No los amistosos circenses de antaño, sino duelos a muerte de esos los que los aficionados estadounidenses devoran cada domingo mientras aúllan de pasión. La próxima temporada están programados tres partidos y la NFL sabe que llenará Wembley hasta la bandera, como hace cada año. La posibilidad de que Londres pueda albergar en un futuro una franquicia permanente ha dejado de ser una utopía. Incluso hay quien sueña con que algún día se dispute una Super Bowl en el viejo continente. Ahora mismo, es complicado saber dónde está el límite de una liga que por fin parece haber roto ese telón de acero inexplicable, que parecía impedir que este deporte atravesara fronteras. Los 32 propietarios de la NFL lo tienen muy claro. Su competición está para que la gente disfrute, pero sobre todo para ganar dinero. Y lo curioso es que ambos objetivos se complementan. Cuanto más apasionante es cada par tido, cada temporada, mayores son los beneficios de una liga en la que hay límite salarial. Todos tienen el mismo dinero para gastar, todos parten en igualdad de condiciones, todos pueden levantar el deseado trofeo Lombar- di. Y nunca se invierte por encima de los beneficios. Aquí no existen los números rojos o las inversiones arriesgadas pensando en el futuro. No se trabaja con crédito, sino con dinero constante y sonante que proviene de miles de millones de dólares en derechos televisivos, merchandising, entradas… Los billetes salen a borbotones y las 32 franquicias están en la lista Forbes de las 50 instituciones deportivas más ricas del planeta. La NFL gana dinero con cualquier idea que pueda dar un dólar. Mientras tanto, 32 equipos ávidos de gloria, dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias para disputar el gran partido, convier ten esta competición en una de las más competidas del mundo mientras todas ellas. Hasta tal punto llega esa avidez, que ahora mismo Los Ángeles, el segundo mercado más grande de EE UU, no tiene equipo de la NFL y la solución del problema está enquistada por el afán de hacer negocio. Hay varias franquicias pujando por trasladar allí su ADRENALINA PURA. Los que piensan que la NFL es un circo por encima del deporte, se equivocan. El origen del espectáculo está en la intensidad con que se juega. sede, pero el principal problema es que el resto de los propietarios están poniendo todas las zancadillas posibles, para conseguir que el agraciado esté dispuesto a repartir con todos los demás la rentabilidad que genere el futuro equipo de la ciudad de las estrellas. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de las partidas de beneficios que genera cada equipo van a parar a un fondo común y se reparten por igual, es fácil imaginar las cantidades de dinero que pueden aportar esas partidas tan ‘pequeñas’ que los dueños ni siquiera se molestan en poner en común. Lo dicho, la NFL es la gallina de los huevos de oro. Por todo lo anterior es tan complicado que se alineen los astros Las 32 franquicias de la NFL están presentes en la lista Forbes de los 50 clubes más ricos del mundo 8 como lo han hecho este año. Los Seahawks jugarán la final por segundo año consecutivo. Los Patriots disputarán su sexta Super Bowl en catorce años. Dos equipos abonados al éxito en una competición que buscar la igualdad con fiereza. Ambos empezaron la temporada regular jugando un football horrible, impropio de su prestigio, pero como hacen los grandes equipos, fueron creciendo semana a semana. Dejaron en la cuneta llena de gallitos, hasta conseguir el mejor récord en temporada regular de sus respectivas conferencias. Para llegar al gran partido, ambos consiguieron imponerse con facilidad a uno de sus rivales en playoffs, pero ganaron al otro de milagro. Los Patriots tuvieron que remontar dos ventajas de 14 puntos de los Ravens. Los Seahawks perdían por 12 puntos a falta de cuatro minutos contra los Packers. Ambos protagonizaron sendos milagros depor tivos, finales imposibles y de infarto, que añaden aún más valor a la hazaña conseguida. Dicen que los aficionados siempre se alían en las finales con el equipo más débil, pero esta vez la elección no será sencilla. Ambos son equipos ganadores. Y ambos después de muchos años de historia codeándose con los más mediocres. Pero también ambos han cimentado su éxito no en las luces y los fuegos artificiales, sino en el trabajo humilde y en el espíritu de lucha. A Seahawks y Patriots no Patriots y Seahawks nunca decepcionan. Dan espectáculo básicamente porque el espectáculo no les importa 9 les importa nada más que la victoria. Quizá ningún otro equipo de la NFL tiene esa ansia de gloria tan grabada en sus genes. Cuando salen al emparrillado no les preocupa el público, las luces o el espectáculo. No piensan en anotar miles de puntos y poner al público de pie en sus asientos. Simple y llanamente, quieren ganar a cualquier precio. Aunque sea con un triste safety en un 2-0 nunca visto, que es la anotación victoriosa más baja que puede darse en un partido de la NFL. Curiosamente, ese desprecio hacia los focos y el espectáculo les convierten en dos de los equipos más espectaculares de ver de toda la competición. Patriots y Seahawks pueden ganar o perder, pero su football es sincero. Cada jugada es disputada por cada jugador como si no existiera el mañana. Cada error es corregido al instante, cada intento busca ser una estocada mortal en la carne del rival. Codicia infinita, afán inhumano de victoria. Patriots y Seahawks nunca decepcionan. Si hay algún depor te cuyo terreno de juego se convierte en campo de batalla, ese es el football americano. Si hay dos equipos que lo practican como si fuera una guerra, esos son los dos contendientes que se enfrentarán el domingo. Quien no haya visto nunca un par tido de football americano, tendrá además la opor tunidad de presenciar en directo una gran batalla. ¿Existe un mayor aliciente para sentarse delante de la televisión? Dos equipos ganadores, odiados por sus éxitos, que juegan al football como si fuera una guerra sin prisioneros, pueden no ser suficiente condimento para algunos escépticos. Pero el menú no acaba ahí. El campo estará lleno de MODO BESTIA. Parece seguro que Marshawn Lynch abandonará Seattle después de este partido. Pero mientras tanto, seguirá a lo suyo, atropellando. personajes odiosos, de tipos de esos que no pasan indiferentes, que caen bien hasta la devoción o crean rechazo hasta la abominación. Una parada de monstruos a cada uno más despreciable. Porque nadie puede negar que Tom Brady, el quarterback de los Patriots, es absolutamente repulsivo. Un tipo que no puede ser más guapo ni más elegante. La imagen del pijo por excelencia. Casado con Guiselle Bündchen, la mujer más deseada del mundo. Considerado uno de los mejo- res jugadores de la historia de la NFL, seguro miembro del Salón de la Fama en cuanto se retire, ganador de tres anillos, acaparador de récords, y que en su carrera ha ganado más partidos que 21 franquicias de la NFL en toda su historia. Multimillonario hasta el insulto, al igual que su mujer. El tipo al que todo le sale bien, que sonríe a la vida con la seguridad de que la vida le devuelve la sonrisa en cada detalle de su existencia. Es imposible de creer que Brady no hiciera en un momento UN DANDY. Russell Wilson, el quarterback de los Seahawks, suple la falta de altura con un talento y una inteligencia fuera de lo normal. de su vida un pacto con el diablo, que en los orígenes fue un jugador casi despreciado, y parecía abocado a tener una larga carrera en la NFL como jugador de banquillo desconocido. Aún peor es Richard Sherman, la estrella defensiva de los Seahawks. Un tipo políticamente incorrecto, líder de la ‘Legion of Boom’, la defensa contra el pase más dominante de los últimos tiempos. Sherman es el desprecio personificado. Un tipo que sólo abre la boca para desacredi- tar a sus rivales, para faltarles al respeto, para humillarles. Y que no tiene ningún inconveniente en perder las formas con tal de imponerse en una batalla psicológica. Para él todos los rivales son Sherman sólo abre la boca para desacreditar a sus rivales, para faltarles al respeto, para humillarles 10 profundamente incompetentes y no merecen pisar el mismo suelo que abonan con semillas de gloria los miembros de la plantilla de los Seahawks. Pero debajo de esa actitud se esconde uno de los jugadores más inteligentes de la NFL, que sabe sacar beneficio para su equipo incluso de la declaración más insulsa y que él sabe convertir en dinamita. Qué decir de Pete Carroll, el entrenador de la eterna sonrisa de plástico en los labios. Capaz de acuchillar te mientras te contempla con mirada radiante, como haría cualquier psicópata. Y además llega a la final con ansias de venganza. Fue entrenador de los Patriots, sus rivales esta semana, entre 1997 y 1999. Kraft, el propietario de New England, le despidió en lo que consideró “una de las decisiones más difíciles” desde que era dueño del equipo. Tras su despido tuvo que irse desterrado a la liga universitaria de la que volvió en 2010 con un único objetivo, demostrar que los Patriots se habían equivocado. Y vaya si lo está haciendo. Demoler al equipo que le humilló puede ser la guinda de su carrera. Lo curioso es que Robert Kraft no se equivocó en absoluto despidiendo a Carroll, Bill Belichick tomó el relevo y consiguió conver tir a un equipo perdedor por tradición en la gran franquicia de la NFL en el siglo XXI. Siempre buscando los límites de todo lo que le rodea: sus jugadores, su Belichick siempre busca los límites, incluso del reglamento, para conseguir que sus Patriots ganen como sea 11 plan de juego, el reglamento… En 2007 fue castigado por espiar a sus rivales, grabando sus entrenamientos a puer ta cerrada. La NFL incluso consideró suspenderle después de castigarle con una multa de 500.000 dólares, la más alta para un entrenador en la historia del football americano hasta ese momento. Incluso llegaron denuncias de que había hecho lo mismo con los Rams antes de ganarles la Super Bowl en febrero de 2002. A Belichick nunca le han importado todas las críticas y denuncias. Él no ha nacido para caer bien, sino para ganar partidos de football americano, y lo hace al precio que sea. Su último escándalo se produjo hace unos pocos días, cuando denunciaron a los Patriots por jugar la final de conferencia con balones desinflados. La NFL aún no ha dictado sentencia, pero nadie descarta que Belichick lo hiciera. Cualquier detalle, por pequeño que sea, puede desequilibrar un partido. Por todo lo anterior, Belichick es odiado y despreciado. Muchos intentan desacreditar sus éxitos manchándolos con irregularidades. John Harbaugh, el entrenador de los Ravens, le acusó de tramposo cuando Belichick estrujó el reglamento para desconcertar a la defensa rival en la primera ronda de playoffs. Pero ninguna mancha puede evitar que sea uno de los mejores entrenadores de football americano de todos los tiempos. Un personaje inefable, capaz de encontrar la fórmula mágica para destruir a cualquier rival sin importar las armas ni las circunstancias. Y así, uno tras otro, podemos presentar uno tras otro a los jugadores de ambos equipos. Desde Gronkowski, el despreocupado y eternamente feliz tight end de los EL HOMBRE PERFECTO. Tom Brady es considerado uno de los mejores quarterbacks de la historia. Pero es que además nadie ha encontrado defectos en nada de lo que hace. Patriots, y estrella ofensiva del equipo, que lo mismo posa encantado con una actriz porno, que completamente borracho en una fiesta, hasta Marshawn ‘Beast Mode’ Lynch, que se niega a aparecer en las ruedas de prensa, y a conceder entrevistas, pese a que le cuesta miles y miles de dólares en multas, porque no tiene nada que contar, y que ya lo dice todo cuando arranca a correr con el balón en los brazos, mientras van saltando por los aires todos los rivales que se le acercan como si estuviera una par tida de bo- los. Con Vince Wilfork arrasando a los rivales de New England con sus 147 kilogramos de peso lanzados a toda velocidad, mientras su mujer Bianca, casi más grande que él, vocifera desde la banda, o Russell Wilson, el quarterback de los Seahawks, pequeño con su 1,80 de altura, pero matón a la hora de lanzar misiles certeros con la inteligencia y precisión de in ingeniero nuclear. O con Legarrette Blount, que el año pasado jugaba en los Patriots, fue vendido al los Steelers, despedido por los Señores del Acero, y recuperado GRONKO ESTÁ SANO. El tight end, dorsal 87 de los Patriots, ha vivido en una espiral de lesiones durante los últimos años. Por fin, llega al partido decisivo al ciento por ciento de forma. de nuevo por New England para intentar emular a Lynch y convertir en bolos a sus rivales… Más de un centenar de jugadores, sumando las dos plantillas, que concentran en sus vestuarios dos de las comunidades más curiosas y variopintas de toda la NFL. Es la Super Bowl. El mayor acontecimiento anual del deporte americano. Una máquina de hacer dinero convertida este año en batalla campal por dos equipos ganadores, indestructibles y plagados de seres extraños y exóticos. Si nunca ha visto un partido de football americano, no lo dude, este es el momento. Si conoce ya el deporte, le recomiendo que vea esta batalla con un casco puesto. Nunca se sabe de dónde puede salir un golpe… incluso dentro del salón de su casa. La Super Bowl, una máquina de hacer dinero convertida este año en batalla campal entre dos equipos ganadores 12 13 ���������������� �������� ����������������� ���������� ������ ������ ����������� �������� ���������� ������� SEAHAWKS �������� ������� �������� ������� ������������ ������� ����������� ������� ��������� ������ �������� ������ ���������� ������� �������� ������� ����������� ������� ��������� ������� ��������� ������� ���������� ������� ��������� ������� �������������� ��������� ����������������� �������������� ��������� ������� �������� ������� ��������� ������� ������ ������ ���������������������� ������������������� ������������� ������� ���������� ������� �������� ������� ������������������ ���� ������� ���������� ������� ���������� ������� ��������� ������� �������� ����� ��������� ���������������� �������������������� ������ �������� ��������� ��������� ��� ����� ����� ���������������������� ������������������������ ��������������� ������������� NADIE PARA A LA ‘LEGION OF BOOM’ Los Seahawks son los actuales campeones, tienen una defensa legendaria, un público enloquecido, un quarterback inteligente y un corredor desbocado. Una fauna así no es sencilla de parar. MARIANO TOVAR / C uando los Seahawks se impusieron a los Broncos en la Super Bowl hace doce meses, todo el mundo se hacía la misma pregunta. ¿Sería este grupo capaz de mantenerse en la cima para formar una dinastía defensiva? Ganen o pierdan en el parti- do de Glendale, la respuesta está clara: sí. En la NFL es muy complicado que un equipo ganador se mantenga. El límite salarial y el empeño por buscar la igualdad por reglamento lo hacen muy complicado. Pero quizá sea aún más difícil para un equipo con el perfil de los Seahawks, que fundamentalmente son un bloque defensivo. Pero no del estilo de la manida frase “la mejor defensa contra el mejor ataque” que se repite año tras año cuando llega la Super Bowl, y que casi nunca es verdad. Los Seahawks son defensa hasta unos límites desconocidos en la NFL probablemente desde la época en que los Ravens de Ray Lewis ganaron la Super Bowl en 2001. Desde entonces hemos visto grandes defensas, pero ninguna tan dominante, tan salvajemente agresiva, que por si misma fuera capaz de ganar un partido tras otro, casi sin importar cual fuera el papel ni del propio ataque, ni del contrario. Dentro de esta defensa fabulosa, que ya se ha convertido en legendaria, hay un grupo de jugadores, los miembros de su secundaria, que fueron bautizados como ‘Legion of Boom’ y que quizá formen el mejor grupo, y el más compenetrado, de defensas contra el pase de toda la NFL. Richard Sherman, Kam Chancellor, Earl Thomas y Byron Maxwell son un poker ganador sea cual sea la mano del rival. Este grupo estaba formado en su origen por un quinto jugador, Brandown Browner, que ahora pertenece, curiosamente, a la plantilla de los Patriots, sus rivales en la Super Bowl. Si sumamos a Darrelle Revis, cornerback estrella de New England, durante la gran final de la NFL habrá más estrellas defensivas contra el pase por metro cuadrado que nunca en la historia de este deporte. Cada vez que un quarterback decida lanzar a volar un balón, se convertirá en un temerario. Hay un famoso dicho en el mun- RESURGIDOS. El arranque de la temporada de los Seahawks fue una decepción, pero en octubre resucitaron y desde entonces nadie pudo pararles. UN RATÓN COLORADO. Hay pocos jugadores en la NFL más listos que Wilson, capaz de sacar ventaja de las situaciones más comprometidas y de resolver los rompecabezas más complicados. do del football americano, que explica que lanzar un pase es peligrosísimo porque solo pueden pasar tres cosas, y dos de ellas son malas. La primera es que el receptor coja el balón y se convierta en un pase completo. La segunda es que el balón termine en el suelo. La última es que el cuero termine en los brazos de un rival. La ‘Legión of Boom’ provoca que la primera opción, la única buena para el ataque, se convierta en un suce- En esta edición de la Super Bowl se darán cita más estrellas defensivas contra el pase que en ninguna anterior so extraordinario y bastante poco probable. Sin embargo el arranque de la temporada de los Seahawks no fue precisamente feliz. Parecía que seguían de resaca después de toda una offseason de celebraciones. Sufrieron tres derrotas en los seis primeros partidos. Y lo que es peor, no hubo ni defensa, ni ‘Legion of Boom’, ni historias. Una formación infranqueable y dominante se había vuelto vulgar. Además, en una división tan complicada como la Oeste de la Nacional, con rivales tan ambiciosos y competitivos como Cardinals, 49ers o Rams, llegar al primer tercio de la temporada con un récord 3-3 es casi temerario. Parecía que el éxito de los Seahawks iba a ser solo flor de un día, y que la franquicia volvería a su estado permanente de somnolencia, ahí arriba al noroeste de los Estados unidos, lejos de todo y de todos. La lejanía de Seattle del resto de las grandes urbes de EEUU se 14 La afición de los Seahawks ha provocado movimientos sísimicos en Seattle con su griterío y pataleos GRAN MOTIVADOR. Pete Carroll ha conseguido convertir la plantilla de los Seahawks en una piña. Ese ha sido su gran logro en un equipo que históricamente era muy gris. ha considerado siempre un hándicap para el equipo. Todos sus viajes son largos. Eso conlleva muchos inconvenientes como los cambios de horario o la reducción de días de descanso. Mientras algunos equipos tiene casi todos los viajes a muy pocas horas en avión, los de los Seahawks pueden hacerse interminables. Pero en los últimos años los Seahawks han conseguido darle la vuelta a la tortilla para sacar ventaja de su situación geográfica. Quienes juegan como visitantes en el CenturyLink tienen casi asegurado el fracaso, y una derrota humillante. En los últimos tres años, los Seahawks solo han sufrido dos derrotas en su fortín. Los Seahawks no solo sacan partido de tener su sede en la última esquina de los EEUU. También tiene un arma secreta que todos 15 los equipos envidian, y muy pocos pueden emular. Su afición es tan ruidosa, está tan volcada con el equipo, que se convierte en el auténtico jugador número 12. En el caso del público del CenturyLink no es una frase bonita para alabar a los aficionados. Es una realidad. Una locura. Cuando el equipo rival tiene el balón, el gentío inicia un griterío ensordecedor, mientras patalea y hace ruido de todas las formas posibles, para evitar que el quarterback pueda comunicarse con sus compañeros y así colapsar el ataque. Eso provoca salidas falsas y todo tipo de penalizaciones a favor de sus colores. Antes de cada partido, una personalidad de la cuidad, o un antiguo jugador del equipo, iza la bandera con el número 12 en uno de los puntos más altos del estadio, en una ceremonia que da el pistoletazo a la locura. En los días de partido, la cuidad de Seattle ha registrado movimientos sísmicos con epicentro en el estadio cuando ataca el equipo visitante. Incluso se han instalado sismógrafos en las instalaciones para hacer estudios sobre el curioso efecto. Pero los Seashawks no solo son una defensa jaleada por un público gritón. Cuentan en sus filas con un quarterback que ha roto todos los moldes clásicos de la NFL para alcanzar el éxito. Russell Wilson solo mide un metro ochenta. Un enano para los cánones tradicionales para esa posición. Esa estatura se convierte en un grave hándicap cuando tienes que ver lo que sucede en campo detrás de dos líneas de gigantes que suelen medir más de un metro noventa, y que levantan los brazos todo lo que pueden para intentar evitar que el balón lanzado supere su posición. Wilson soluciona el problema con su gran movilidad, y sobre todo con una inteligencia superior. No es un quarterback que lance muchos pases por partido, pero su porcentaje de completados es altísimo y, sobre todo, cada vez que una balón suyo surca el cielo, su destino es letal. Hay pocos jugadores en la NFL que consigan ser tan dañinos cada vez que aparecen en el partido. Y si está complicado pasar, Wilson no tiene problemas para arrancar a correr y escabullirse de todos los placajes. Quizá no sea un quarterback que tenga tanto protagonismo como las grandes estrellas de la posición, ni que acumule estadísticas espectaculares, pero muy pocos son tan efectivos, y tienen tanta facilidad para leer la situación en la que se encuentra un partido. La remontada que protagonizó en la final de conferencia contra los Packers, en un duelo que parecía perdido, es el mejor ejemplo de su capacidad para aparecer en los momentos en que de verdad importa. Wilson tiene un hándicap, ya que el grupo de receptores de los Seahawks quizá sea lo peor del equipo. Pero para compensar esa limitación está escoltado por el mejor corredor de poder de la NFL actual. Marshawn Lynch, apodado ‘Modo Bestia’, convierte a los suyos en imparables cuando insisten en un ataque por tierra machacón. Lynch parece un bulldozer que se lleva por delante todo lo que sale a su paso, pero también es propietario de un juego de piernas proverbial, que le permite hacer cambios de ritmo y dirección imposibles para un ser humano normal. Además, su equipo tendrá que aprovecharle a fondo durante la final, porque parece seguro que el año que viene ya no seguirá en Seattle. Sobre el campo es un tornado, pero fuera de él es un personaje peculiar, muy complicado, que se niega a aparecer en conferencias de prensa o a conceder entrevistas, decide usar en el siguiente partido unas botas que están prohibidas por el reglamento, o celebra su última anotación echándose mano al paquete. Lynch, genio y figura, se despedirá de los Seahawks en la Super Bowl. Los actuales campeones lo tienen todo para repetir título, pero se enfrentarán a otro equipo que, como ellos, da más importancia al bloque y a la mentalidad que al poder de sus estrellas. Football americano en estado puro para una de las finales más esperadas de los últimos años. EN TODAS PARTES. Chancellor, mienbro insigne de la ‘Legion of Boom’, y uno de los mejores safeties de la NFL, tiene el don de la ubicuidad. Puede estar en todas partes al mismo tiempo. 16 17 ���������������� �������������������� �������� ���������� ������ ������ ����������� ��������� ��������� ������� ������� ���������� ������� ��������� ������� PATRIOTS ��������� ������� �������� ������� ��������� ������� �������� ������� ����������� ������� ��������� �������� �������� ������ ���������� ������� ��������� ������� ���������� ������� ������������ ������� ���������� ������� ���������� ������� ����������� ������� ������������ ������� �������� ������� ���������� ������� ������������������ ������ ������ ���������������������� ������������������� �������� ������� �������� ������� ������������� ������� ����������������������� ������������������������� ��������������� ���� ���������������� ����������� ��������������� �������������� �������� ����� ��������� ���������������� �������������������� ������ ��������� ������������ ��������� ��� ����� ���� ������������� TODOS AL GRITO DE “DO YOUR JOB!” La antigua ‘Band of Brothers’ ha recuperado su espíritu original, para lanzarse al asalto del título apelando al trabajo duro y humilde. MARIANO TOVAR / C asi todo el mundo odia a los Patriots. Y es lógico. Los Patriots son odiosos. No lo son porque ganen casi siempre, que también, ni porque además si pueden hacerlo humillando, parecen intentarlo. Tampoco son odiados porque casi siempre que surge un escándalo en la NFL ellos están implicados, y ya sean señalados como tramposos con una frecuencia inusitada. Los Patriots se han ganado la antipatía de todo el mundo porque van a los suyo, a ganar a toda costa, sin que les importe un pimiento a quién demonios caen bien o mal, o que siempre se les tache de arrogantes. Lo más curioso es que ese desdén, esa insolencia que transmiten, está a las antípodas de su auténtica filosofía. Los Patriots ganadores surgieron en 2001 de la nada. Con Bledsoe, el quarterback mejor pagado de toda la NFL, lesionado a las primeras de cambio, rodeado de una plantilla de restos de tienta y jugadores descartados por los equipos de relumbrón. Belichick, un especialista en defensas con un gran prestigio como coordinador, pero que no parecía preparado para ser entrenador principal, tenía que lidiar con esa banda. Y vaya si lidió. Por aquellos días unos aviones se estrellaban sobre las Torres Gemelas en el mayor atentado terrorista de la historia de EE UU, y Spielberg estrenaba una serie llamada ‘Band of Brothers’, que contaba las hazañas de una compañía de la 101 aerotransportada estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Los estadounidenses estaban necesitados de ejemplos con los que identificarse después de la tragedia terrorista. De banderas a las que agarrarse para recuperar la fe en su forma de vida. Los New England Patriots más patriotas que nunca, se convirtieron en ese estandar te. Fueron bautizados como ‘The Band of Brothers’ de inmediato. Los aficionados se enamoraron de ese equipo de apestados, que tiraban de espíritu y voluntad para ganar a sus rivales, por muy duros que fueran. Dirigidos por Tom Brady, un novato en el que nadie creía, personificaban el sueño americano. Eran conjurados que salían de la nada para ganar la Super Bowl. Y no a un rival cualquiera, sino a los todopoderosos Rams, ‘El mayor espectáculo sobre el turf’. Todo fuegos ar tificiales y diversión. Los estadounidenses no estaban para ESPÍRITU DE EQUIPO. Los Patriots tienen uno de los mejores quarterbacks de la historia, pero su auténtica fuerza es su espíritu de bloque. UN GENIO. Belichick ha visto su trayectoria manchada por los escándalos, pero nadie niega que sea un entrenador genial. fiestas. Necesitaban trincheras, espíritu de lucha, fe... Y eso es lo que les entregaron los Patriots a paladas. Pero tantas trincheras y tanta fe comenzaron a cansar a la gente, que vio cómo los apestados venidos a más no se conformaban con un entorchado. Dos años después repetían, y volvían a repetir al siguiente. Tres anillos en cuatro años. Siempre con la misma filosofía. Convirtiendo en estrellas Los primeros Patriots ganadores apelaron al trabajo humilde y silencioso de jugadores en entredicho jugadores que otros equipos descartaban, y que volvían a convertirse en mediocres una vez abandonaban el equipo. Después de dos años sin títulos, aunque siempre en la pelea hasta el último momento, en 2007 decidieron cambiar algo su filosofía y fichar a un puñado de estrellas. Entonces llegó la temporada per fecta… hasta la derrota en la Super Bowl. Victoria tras victoria llegaba con resultados casi escandalosos, mientras humillaban a sus rivales sin misericordia y comenzaban a ser mirados de reojo. Se destapó un escándalo de espionaje a sus rivales, el ‘spygate’. Belichick introducía a asistentes con cámaras en los entrenamientos a puerta cerrada de sus rivales para conocer sus estrategias. En los días previos a la disputa de la Super Bowl, el escándalo alcanzó la categoría de terremoto cuando se denunció que si habían ganado a los Rams en 2001, cuando empezó su leyen- 18 Parecía que el equipo había entrado en decadencia, pero este año ha resurgido al grito de “Do your job!” LA ESTRELLA. Tom Brady es uno de los mejores quarterbacks de la historia. Su inteligencia y facilidad para improvisar le convierten en casi imparable. da, fue únicamente porque también les habían espiado. La franquicia de New England ya quedó marcada para siempre. Todo el revuelo pareció afectar al equipo, que poco a poco iba perdiendo esa mentalidad de trabajo silencioso y abnegado que le había llevado a la cima. Los miembros del grupo original se iban jubilando o marchando, mientras la plantilla se llenaba de mercenarios, encantados de jugar en el perenne máximo aspirante. Por el camino disputaron una Super Bowl más en febrero de 2012. La quinta en once temporadas. Pero en aquel partido volvieron a fracasar contra los mismos Giants que les habían vencido cuatro años antes. Y que curiosamente representaban lo mismo que sus rivales una década antes. Los de Nueva York era el equipo inferior, la víctima, que se sobreponía a todas sus carencias para derrotar al malvado gigante. Parecía que el futuro de los Patriots se dirigía inevitablemente hacia una lenta decadencia. Durante los últimos dos años han vuelto a estar entre los favoritos, e incluso jugaron la final de confe- 19 rencia contra los Broncos el año pasado, pero la sensación era que Tom Brady estaba lanzando sus últimos pases, y que la dinastía estaba a punto de venirse abajo. Nada más lejos de la realidad. Este año comenzaron la temporada dentro del grupo de favoritos de la Conferencia Americana, como casi siempre. Pero en los primeros partidos fueron una caricatura de si mismos. La línea ofensiva se hundía casi en cada jugada y Brady no se parecía en nada al quarterback estelar que todo el mundo considera ya uno de los mejores de todos los tiempos. El equipo tocó fondo en la semana 4, cuando los Kansas City Chiefs les endosaron un 41-14. ¿Estaban acabados los Patriots? ¿Había llegado definitivamente la inevitable decadencia después de tantos años de dominio? Belichick suele sacar lo mejor de si mismo justo cuando todo el mudo le da por muer to. Pareció encontrarse en su salsa a partir de octubre, cuando volvió a sentirse rodeado por una plantilla de perdedores que todos los especialistas estaban cuestionando. Tras el mal inicio, el equipo se lanzó a cerrar bocas y a jugar como un rodillo. Los rivales iban cayendo por paliza semana tras semana. El 2 de noviembre, Brady y compañía destrozaban 43-21 a los Broncos de Peyton Manning, los máximos favoritos de la conferencia hasta ese momento. Ya no había ninguna duda. Los Patriots habían vuelto. Pero no los Patriots vanidosos de las últimas temporadas, sino el equipo trabajador y humilde de los orígenes. Los Patriots de verdad. La frase favorita de Bill Belichick vuelve a estar de moda en la NFL: “Do your Job!” “¡Haz tu trabajo!” Y eso vuelven a hacer los Pats, un equipo formado por trabajadores incansables, en muchos casos descartados por otros equipos, reconver tidos de posición, apestados, que se olvidan de su propio ego y solo viven para que la máquina patriota funcione como un reloj. Su entrenador solo les pide trabajo. No exige, ni necesita, genialidad a borbotones o estrellas salvadoras. Lo único importante es que todo el mundo haga bien lo que debe. Belichick no duda en castigar con dureza a quien no cumple con su parte. El 16 de noviembre convirtió en gran estrella a Jonas Grey, un corredor desconocido que nunca fue elegido en el draft, y que antes de llegar al equipo en pretemporada había pasado dos años dormitando en las escuadras de prácticas de Dolphins y Ravens, sin llegar nunca a debutar en la NFL. Aquel día, Grey se convirtió en el gran protagonista de la jornada tras correr para 199 yardas y anotar cuatro touchdowns a los Colts, que luego perdieron con New England en la final de conferencia. Esa misma semana, y después de haber tocado el cielo con los dedos, Grey llegaba tarde a un entrenamiento. Belichick aún no se lo ha perdonado. Desde entonces su papel ha sido menos que testimonial. En este equipo lo más impor tante no es meter cuatro touchdowns en un partido, sino llegar al entrenamiento a la hora prevista. El espíritu de ‘The Band of Brothers’ ha vuelto a los Patriots y les ha llevado a la Super Bowl. Con Tom Brady volviendo a dirigir los ataque sin reunión como solo él sabe hacerlo; con Gronkowski, el mejor objetivo de sus pases, disfrutando como nunca: con la nube de abejas que forman Edelman, Vereen o Amendola, apareciendo justo cuando más daño pueden hacer; con Legarrette Blount embistiendo rivales semanas después de ser despedido por los Steelers... Y con la espada cubierta por una defensa sin grandes estrellas, salvo quizá Darrelle Revis, uno de los mejores jugadores de secundaria de la NFL. Esa defensa, que durante parte de la temporada estuvo en entredicho, quizá no sea capaz de parar en seco a su rivales, ni de acumular jugadas espectaculares. Sin embargo, es suficiente para lo que Belichick necesita, porque tiene muy claro el camino: “Do your Job!” SIEMPRE VUELVE. En dos ocasiones ha parecido que la carrera de Blount estaba terminada. En las dos ocasiones apareció Belichick para resucitarla.
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