todo el mundo odia a los patriots... ...y todo el mundo odia a los

2ª ÉPOCA • NÚMERO 140 • 27 DE ENERO DE 2015
INCLUYE
ÍNTEGRO EL AS
COLOR NÚMERO
140 DEL 22 DE
ENERO DE 1974
TODO EL MUNDO ODIA A LOS PATRIOTS..
SUPER
BOWL
. .Y TODO EL MUNDO ODIA A LOS SEAHAWKS
(PERO A ELLOS LES IMPORTA UN BLEDO)
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5
PATRIOTS VS SEAHAWKS
SUPER
BOWL
CUANDO GANAR COMO SEA
SE CONVIERTE EN RELIGIÓN
GENIO Y
FIGURA.
Richard
Sherman,
estrella
defensiva
de la mejor
defensa de la
NFL, domina
a sus rivales
en el campo y
delante de los
micrófonos.
En la NFL actual no existe
ningún equipo más ambicioso,
más dispuesto a llegar al
límite por ganar un partido
que los dos que disputarán la
gran final. Sólo queda saber
cual de los dos puede llegar
más lejos por el ansia de
victoria.
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7
MARIANO TOVAR /
E
l vigente campeón contra
el equipo del siglo. Seattle Seahawks contra New England
Patriots. Quizá no sea la final soñada para todos los aficionados,
pero seguro que la mayoría se
está relamiendo de gusto, solo de
pensar la cantidad de seres mitológicos, individuos peligrosos, personajes peculiares y estrellas de
otra galaxia que poblarán el emparrillado del estadio de la Universidad de Phoenix en Glendale, Arizona, la noche del 1 de febrero.
Es la Super Bowl, el mayor
acontecimiento deportivo en los
Estados Unidos de América. El
partido de los partidos. El día de
los millones de hamburguesas, pizzas, burritos y cervezas. Cuatro
horas largas que ya se han convertido en acontecimiento en medio mundo. El tradicional absentismo laboral del lunes siguiente en
Norteamérica poco a poco se va
convirtiendo en epidemia. Las ojeras como persianas han llegado a
las cuatro esquinas del globo.
¿Es que todo el mundo se
está volviendo loco? ¿Cómo es
posible que ese deporte extraño,
en el que unos tipos acorazados
se chocan, caen al suelo, se levantan, descansan durante unos
segundos, y vuelven a chocar con
la misma violencia, esté conquistando el globo? Los incondicionales se multiplican año tras año.
La NFL, una competición deportiva sin esclavismos ni dependencia de ninguna federación internacional, o institución superior,
A la NFL le ha costado abrirse
camino fuera del mercado de
EE UU, pero su popularidad
ahora crece como la espuma
se ha dado cuenta de la popularidad que está alcanzando, y ahora
también quiere ganar mucho dinero también fuera de las fronteras
estadounidenses.
Hace ya ocho años que la NFL
decidió cerrar su competición en
el viejo continente. La NFL Europa
se había conver tido en un circo
con muy poco interés deportivo, y
que sólo parecían seguir una pequeña legión de frikis incondicionales. Poco tiempo después, la
NFL empezó a llevar a Londres, al
mítico estadio de Wembley, algunos partidos de temporada regular. No los amistosos circenses de
antaño, sino duelos a muerte de
esos los que los aficionados estadounidenses devoran cada domingo mientras aúllan de pasión. La
próxima temporada están programados tres partidos y la NFL sabe
que llenará Wembley hasta la bandera, como hace cada año. La posibilidad de que Londres pueda albergar en un futuro una franquicia
permanente ha dejado de ser una
utopía. Incluso hay quien sueña
con que algún día se dispute una
Super Bowl en el viejo continente. Ahora mismo, es complicado
saber dónde está el límite de una
liga que por fin parece haber roto
ese telón de acero inexplicable,
que parecía impedir que este deporte atravesara fronteras.
Los 32 propietarios de la NFL
lo tienen muy claro. Su competición está para que la gente disfrute, pero sobre todo para ganar
dinero. Y lo curioso es que ambos objetivos se complementan.
Cuanto más apasionante es cada
par tido, cada temporada, mayores son los beneficios de una liga
en la que hay límite salarial. Todos tienen el mismo dinero para
gastar, todos parten en igualdad
de condiciones, todos pueden levantar el deseado trofeo Lombar-
di. Y nunca se invierte por encima
de los beneficios. Aquí no existen
los números rojos o las inversiones arriesgadas pensando en el
futuro. No se trabaja con crédito,
sino con dinero constante y sonante que proviene de miles de
millones de dólares en derechos
televisivos, merchandising, entradas… Los billetes salen a borbotones y las 32 franquicias están
en la lista Forbes de las 50 instituciones deportivas más ricas del
planeta. La NFL gana dinero con
cualquier idea que pueda dar un
dólar. Mientras tanto, 32 equipos
ávidos de gloria, dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias para disputar el gran partido,
convier ten esta competición en
una de las más competidas del
mundo mientras todas ellas.
Hasta tal punto llega esa avidez, que ahora mismo Los Ángeles, el segundo mercado más
grande de EE UU, no tiene equipo
de la NFL y la solución del problema está enquistada por el afán de
hacer negocio. Hay varias franquicias pujando por trasladar allí su
ADRENALINA
PURA. Los
que piensan
que la NFL es
un circo por
encima del
deporte, se
equivocan.
El origen del
espectáculo
está en la
intensidad
con que se
juega.
sede, pero el principal problema
es que el resto de los propietarios están poniendo todas las zancadillas posibles, para conseguir
que el agraciado esté dispuesto
a repartir con todos los demás la
rentabilidad que genere el futuro
equipo de la ciudad de las estrellas. Si tenemos en cuenta que la
mayor parte de las partidas de beneficios que genera cada equipo
van a parar a un fondo común y se
reparten por igual, es fácil imaginar las cantidades de dinero que
pueden aportar esas partidas tan
‘pequeñas’ que los dueños ni siquiera se molestan en poner en
común. Lo dicho, la NFL es la gallina de los huevos de oro.
Por todo lo anterior es tan complicado que se alineen los astros
Las 32 franquicias de la NFL
están presentes en la lista
Forbes de los 50 clubes más
ricos del mundo
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como lo han hecho este año. Los
Seahawks jugarán la final por segundo año consecutivo. Los Patriots disputarán su sexta Super
Bowl en catorce años. Dos equipos abonados al éxito en una
competición que buscar la igualdad con fiereza. Ambos empezaron la temporada regular jugando
un football horrible, impropio de
su prestigio, pero como hacen los
grandes equipos, fueron creciendo semana a semana. Dejaron en
la cuneta llena de gallitos, hasta
conseguir el mejor récord en temporada regular de sus respectivas
conferencias. Para llegar al gran
partido, ambos consiguieron imponerse con facilidad a uno de
sus rivales en playoffs, pero ganaron al otro de milagro. Los Patriots tuvieron que remontar dos
ventajas de 14 puntos de los Ravens. Los Seahawks perdían por
12 puntos a falta de cuatro minutos contra los Packers. Ambos
protagonizaron sendos milagros
depor tivos, finales imposibles y
de infarto, que añaden aún más
valor a la hazaña conseguida.
Dicen que los aficionados siempre se alían en las finales con el
equipo más débil, pero esta vez la
elección no será sencilla. Ambos
son equipos ganadores. Y ambos
después de muchos años de historia codeándose con los más mediocres. Pero también ambos han
cimentado su éxito no en las luces
y los fuegos artificiales, sino en el
trabajo humilde y en el espíritu de
lucha. A Seahawks y Patriots no
Patriots y Seahawks nunca
decepcionan. Dan espectáculo
básicamente porque el
espectáculo no les importa
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les importa nada más que la victoria. Quizá ningún otro equipo de la
NFL tiene esa ansia de gloria tan
grabada en sus genes. Cuando
salen al emparrillado no les preocupa el público, las luces o el espectáculo. No piensan en anotar
miles de puntos y poner al público
de pie en sus asientos. Simple y
llanamente, quieren ganar a cualquier precio. Aunque sea con un
triste safety en un 2-0 nunca visto, que es la anotación victoriosa
más baja que puede darse en un
partido de la NFL.
Curiosamente, ese desprecio
hacia los focos y el espectáculo
les convierten en dos de los equipos más espectaculares de ver
de toda la competición. Patriots y
Seahawks pueden ganar o perder,
pero su football es sincero. Cada
jugada es disputada por cada jugador como si no existiera el mañana. Cada error es corregido al
instante, cada intento busca ser
una estocada mortal en la carne
del rival. Codicia infinita, afán inhumano de victoria. Patriots y Seahawks nunca decepcionan. Si
hay algún depor te cuyo terreno
de juego se convierte en campo
de batalla, ese es el football americano. Si hay dos equipos que lo
practican como si fuera una guerra, esos son los dos contendientes que se enfrentarán el domingo. Quien no haya visto nunca un
par tido de football americano,
tendrá además la opor tunidad
de presenciar en directo una gran
batalla. ¿Existe un mayor aliciente para sentarse delante de la televisión?
Dos equipos ganadores, odiados por sus éxitos, que juegan al
football como si fuera una guerra
sin prisioneros, pueden no ser suficiente condimento para algunos
escépticos. Pero el menú no acaba ahí. El campo estará lleno de
MODO
BESTIA.
Parece
seguro que
Marshawn
Lynch
abandonará
Seattle
después de
este partido.
Pero mientras
tanto, seguirá
a lo suyo,
atropellando.
personajes odiosos, de tipos de
esos que no pasan indiferentes,
que caen bien hasta la devoción
o crean rechazo hasta la abominación. Una parada de monstruos a
cada uno más despreciable.
Porque nadie puede negar que
Tom Brady, el quarterback de los
Patriots, es absolutamente repulsivo. Un tipo que no puede ser
más guapo ni más elegante. La
imagen del pijo por excelencia.
Casado con Guiselle Bündchen,
la mujer más deseada del mundo. Considerado uno de los mejo-
res jugadores de la historia de la
NFL, seguro miembro del Salón de
la Fama en cuanto se retire, ganador de tres anillos, acaparador
de récords, y que en su carrera
ha ganado más partidos que 21
franquicias de la NFL en toda su
historia. Multimillonario hasta el
insulto, al igual que su mujer. El
tipo al que todo le sale bien, que
sonríe a la vida con la seguridad
de que la vida le devuelve la sonrisa en cada detalle de su existencia. Es imposible de creer que
Brady no hiciera en un momento
UN DANDY.
Russell
Wilson, el
quarterback
de los
Seahawks,
suple la falta
de altura
con un
talento y una
inteligencia
fuera de lo
normal.
de su vida un pacto con el diablo,
que en los orígenes fue un jugador
casi despreciado, y parecía abocado a tener una larga carrera en
la NFL como jugador de banquillo
desconocido.
Aún peor es Richard Sherman,
la estrella defensiva de los Seahawks. Un tipo políticamente incorrecto, líder de la ‘Legion of
Boom’, la defensa contra el pase
más dominante de los últimos
tiempos. Sherman es el desprecio personificado. Un tipo que
sólo abre la boca para desacredi-
tar a sus rivales, para faltarles al
respeto, para humillarles. Y que
no tiene ningún inconveniente en
perder las formas con tal de imponerse en una batalla psicológica. Para él todos los rivales son
Sherman sólo abre la boca
para desacreditar a sus
rivales, para faltarles al
respeto, para humillarles
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profundamente incompetentes y
no merecen pisar el mismo suelo
que abonan con semillas de gloria
los miembros de la plantilla de los
Seahawks. Pero debajo de esa actitud se esconde uno de los jugadores más inteligentes de la NFL,
que sabe sacar beneficio para su
equipo incluso de la declaración
más insulsa y que él sabe convertir en dinamita.
Qué decir de Pete Carroll, el
entrenador de la eterna sonrisa
de plástico en los labios. Capaz
de acuchillar te mientras te contempla con mirada radiante, como
haría cualquier psicópata. Y además llega a la final con ansias de
venganza. Fue entrenador de los
Patriots, sus rivales esta semana,
entre 1997 y 1999. Kraft, el propietario de New England, le despidió en lo que consideró “una de
las decisiones más difíciles” desde que era dueño del equipo. Tras
su despido tuvo que irse desterrado a la liga universitaria de la que
volvió en 2010 con un único objetivo, demostrar que los Patriots
se habían equivocado. Y vaya si lo
está haciendo. Demoler al equipo
que le humilló puede ser la guinda
de su carrera.
Lo curioso es que Robert Kraft
no se equivocó en absoluto despidiendo a Carroll, Bill Belichick
tomó el relevo y consiguió conver tir a un equipo perdedor por
tradición en la gran franquicia de
la NFL en el siglo XXI. Siempre
buscando los límites de todo lo
que le rodea: sus jugadores, su
Belichick siempre busca los
límites, incluso del reglamento,
para conseguir que sus
Patriots ganen como sea
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plan de juego, el reglamento… En
2007 fue castigado por espiar a
sus rivales, grabando sus entrenamientos a puer ta cerrada. La
NFL incluso consideró suspenderle después de castigarle con
una multa de 500.000 dólares,
la más alta para un entrenador
en la historia del football americano hasta ese momento. Incluso llegaron denuncias de que había hecho lo mismo con los Rams
antes de ganarles la Super Bowl
en febrero de 2002. A Belichick
nunca le han importado todas las
críticas y denuncias. Él no ha nacido para caer bien, sino para ganar partidos de football americano, y lo hace al precio que sea.
Su último escándalo se produjo
hace unos pocos días, cuando
denunciaron a los Patriots por jugar la final de conferencia con balones desinflados. La NFL aún no
ha dictado sentencia, pero nadie
descarta que Belichick lo hiciera.
Cualquier detalle, por pequeño
que sea, puede desequilibrar un
partido. Por todo lo anterior, Belichick es odiado y despreciado.
Muchos intentan desacreditar sus
éxitos manchándolos con irregularidades. John Harbaugh, el entrenador de los Ravens, le acusó de
tramposo cuando Belichick estrujó el reglamento para desconcertar a la defensa rival en la primera
ronda de playoffs. Pero ninguna
mancha puede evitar que sea uno
de los mejores entrenadores de
football americano de todos los
tiempos. Un personaje inefable,
capaz de encontrar la fórmula
mágica para destruir a cualquier
rival sin importar las armas ni las
circunstancias.
Y así, uno tras otro, podemos
presentar uno tras otro a los jugadores de ambos equipos. Desde
Gronkowski, el despreocupado y
eternamente feliz tight end de los
EL HOMBRE
PERFECTO.
Tom Brady es
considerado
uno de los
mejores
quarterbacks
de la historia.
Pero es que
además
nadie ha
encontrado
defectos en
nada de lo
que hace.
Patriots, y estrella ofensiva del
equipo, que lo mismo posa encantado con una actriz porno, que
completamente borracho en una
fiesta, hasta Marshawn ‘Beast
Mode’ Lynch, que se niega a aparecer en las ruedas de prensa, y a
conceder entrevistas, pese a que
le cuesta miles y miles de dólares
en multas, porque no tiene nada
que contar, y que ya lo dice todo
cuando arranca a correr con el
balón en los brazos, mientras van
saltando por los aires todos los
rivales que se le acercan como
si estuviera una par tida de bo-
los. Con Vince Wilfork arrasando
a los rivales de New England con
sus 147 kilogramos de peso lanzados a toda velocidad, mientras
su mujer Bianca, casi más grande
que él, vocifera desde la banda,
o Russell Wilson, el quarterback
de los Seahawks, pequeño con
su 1,80 de altura, pero matón a
la hora de lanzar misiles certeros
con la inteligencia y precisión de
in ingeniero nuclear. O con Legarrette Blount, que el año pasado
jugaba en los Patriots, fue vendido
al los Steelers, despedido por los
Señores del Acero, y recuperado
GRONKO ESTÁ
SANO. El tight
end, dorsal 87
de los Patriots,
ha vivido en
una espiral
de lesiones
durante los
últimos años.
Por fin, llega
al partido
decisivo al
ciento por
ciento de
forma.
de nuevo por New England para intentar emular a Lynch y convertir
en bolos a sus rivales… Más de
un centenar de jugadores, sumando las dos plantillas, que concentran en sus vestuarios dos de las
comunidades más curiosas y variopintas de toda la NFL.
Es la Super Bowl. El mayor
acontecimiento anual del deporte
americano. Una máquina de hacer dinero convertida este año en
batalla campal por dos equipos
ganadores, indestructibles y plagados de seres extraños y exóticos. Si nunca ha visto un partido
de football americano, no lo dude,
este es el momento. Si conoce ya
el deporte, le recomiendo que vea
esta batalla con un casco puesto.
Nunca se sabe de dónde puede
salir un golpe… incluso dentro del
salón de su casa.
La Super Bowl, una máquina
de hacer dinero convertida
este año en batalla campal
entre dos equipos ganadores
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SEAHAWKS
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NADIE PARA A LA ‘LEGION OF BOOM’
Los Seahawks
son los actuales
campeones,
tienen una defensa
legendaria,
un público
enloquecido,
un quarterback
inteligente
y un corredor
desbocado. Una
fauna así no es
sencilla de parar.
MARIANO TOVAR /
C
uando los Seahawks se impusieron a los Broncos en
la Super Bowl hace doce meses,
todo el mundo se hacía la misma pregunta. ¿Sería este grupo
capaz de mantenerse en la cima
para formar una dinastía defensiva? Ganen o pierdan en el parti-
do de Glendale, la respuesta está
clara: sí.
En la NFL es muy complicado
que un equipo ganador se mantenga. El límite salarial y el empeño por buscar la igualdad por
reglamento lo hacen muy complicado. Pero quizá sea aún más difícil para un equipo con el perfil
de los Seahawks, que fundamentalmente son un bloque defensivo.
Pero no del estilo de la manida frase “la mejor defensa contra el mejor ataque” que se repite año tras
año cuando llega la Super Bowl, y
que casi nunca es verdad. Los Seahawks son defensa hasta unos límites desconocidos en la NFL probablemente desde la época en que
los Ravens de Ray Lewis ganaron
la Super Bowl en 2001. Desde entonces hemos visto grandes defensas, pero ninguna tan dominante,
tan salvajemente agresiva, que por
si misma fuera capaz de ganar un
partido tras otro, casi sin importar cual fuera el papel ni del propio
ataque, ni del contrario.
Dentro de esta defensa fabulosa, que ya se ha convertido
en legendaria, hay un grupo de
jugadores, los miembros de su
secundaria, que fueron bautizados como ‘Legion of Boom’ y que
quizá formen el mejor grupo, y el
más compenetrado, de defensas
contra el pase de toda la NFL. Richard Sherman, Kam Chancellor,
Earl Thomas y Byron Maxwell son
un poker ganador sea cual sea la
mano del rival. Este grupo estaba
formado en su origen por un quinto jugador, Brandown Browner, que
ahora pertenece, curiosamente, a
la plantilla de los Patriots, sus rivales en la Super Bowl. Si sumamos a Darrelle Revis, cornerback
estrella de New England, durante
la gran final de la NFL habrá más
estrellas defensivas contra el pase
por metro cuadrado que nunca en
la historia de este deporte. Cada
vez que un quarterback decida lanzar a volar un balón, se convertirá
en un temerario.
Hay un famoso dicho en el mun-
RESURGIDOS.
El arranque
de la
temporada de
los Seahawks
fue una
decepción,
pero en
octubre
resucitaron
y desde
entonces
nadie pudo
pararles.
UN RATÓN
COLORADO.
Hay pocos
jugadores en la
NFL más listos
que Wilson,
capaz de sacar
ventaja de las
situaciones más
comprometidas
y de resolver los
rompecabezas
más
complicados.
do del football americano, que explica que lanzar un pase es peligrosísimo porque solo pueden pasar
tres cosas, y dos de ellas son malas. La primera es que el receptor
coja el balón y se convierta en un
pase completo. La segunda es que
el balón termine en el suelo. La última es que el cuero termine en
los brazos de un rival. La ‘Legión
of Boom’ provoca que la primera opción, la única buena para el
ataque, se convierta en un suce-
En esta edición
de la Super Bowl
se darán cita
más estrellas
defensivas contra
el pase que en
ninguna anterior
so extraordinario y bastante poco
probable.
Sin embargo el arranque de la
temporada de los Seahawks no
fue precisamente feliz. Parecía
que seguían de resaca después
de toda una offseason de celebraciones. Sufrieron tres derrotas
en los seis primeros partidos. Y lo
que es peor, no hubo ni defensa, ni
‘Legion of Boom’, ni historias. Una
formación infranqueable y dominante se había vuelto vulgar. Además, en una división tan complicada como la Oeste de la Nacional,
con rivales tan ambiciosos y competitivos como Cardinals, 49ers o
Rams, llegar al primer tercio de la
temporada con un récord 3-3 es
casi temerario. Parecía que el éxito
de los Seahawks iba a ser solo flor
de un día, y que la franquicia volvería a su estado permanente de
somnolencia, ahí arriba al noroeste de los Estados unidos, lejos de
todo y de todos.
La lejanía de Seattle del resto
de las grandes urbes de EEUU se
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La afición de los Seahawks
ha provocado movimientos
sísimicos en Seattle con su
griterío y pataleos
GRAN
MOTIVADOR.
Pete Carroll
ha conseguido
convertir la
plantilla de
los Seahawks
en una piña.
Ese ha sido su
gran logro en
un equipo que
históricamente
era muy gris.
ha considerado siempre un hándicap para el equipo. Todos sus
viajes son largos. Eso conlleva
muchos inconvenientes como los
cambios de horario o la reducción
de días de descanso. Mientras algunos equipos tiene casi todos los
viajes a muy pocas horas en avión,
los de los Seahawks pueden hacerse interminables. Pero en los últimos años los Seahawks han conseguido darle la vuelta a la tortilla
para sacar ventaja de su situación
geográfica. Quienes juegan como
visitantes en el CenturyLink tienen
casi asegurado el fracaso, y una
derrota humillante. En los últimos
tres años, los Seahawks solo han
sufrido dos derrotas en su fortín.
Los Seahawks no solo sacan
partido de tener su sede en la última esquina de los EEUU. También
tiene un arma secreta que todos
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los equipos envidian, y muy pocos
pueden emular. Su afición es tan
ruidosa, está tan volcada con el
equipo, que se convierte en el auténtico jugador número 12. En el
caso del público del CenturyLink
no es una frase bonita para alabar a los aficionados. Es una realidad. Una locura. Cuando el equipo
rival tiene el balón, el gentío inicia
un griterío ensordecedor, mientras
patalea y hace ruido de todas las
formas posibles, para evitar que el
quarterback pueda comunicarse
con sus compañeros y así colapsar el ataque. Eso provoca salidas
falsas y todo tipo de penalizaciones a favor de sus colores. Antes
de cada partido, una personalidad
de la cuidad, o un antiguo jugador
del equipo, iza la bandera con el
número 12 en uno de los puntos
más altos del estadio, en una ceremonia que da el pistoletazo a la
locura. En los días de partido, la
cuidad de Seattle ha registrado
movimientos sísmicos con epicentro en el estadio cuando ataca el
equipo visitante. Incluso se han
instalado sismógrafos en las instalaciones para hacer estudios sobre el curioso efecto.
Pero los Seashawks no solo
son una defensa jaleada por un
público gritón. Cuentan en sus filas
con un quarterback que ha roto todos los moldes clásicos de la NFL
para alcanzar el éxito. Russell Wilson solo mide un metro ochenta.
Un enano para los cánones tradicionales para esa posición. Esa
estatura se convierte en un grave
hándicap cuando tienes que ver lo
que sucede en campo detrás de
dos líneas de gigantes que suelen medir más de un metro noventa, y que levantan los brazos todo
lo que pueden para intentar evitar
que el balón lanzado supere su posición. Wilson soluciona el problema con su gran movilidad, y sobre
todo con una inteligencia superior.
No es un quarterback que lance
muchos pases por partido, pero su
porcentaje de completados es altísimo y, sobre todo, cada vez que
una balón suyo surca el cielo, su
destino es letal. Hay pocos jugadores en la NFL que consigan ser tan
dañinos cada vez que aparecen
en el partido. Y si está complicado
pasar, Wilson no tiene problemas
para arrancar a correr y escabullirse de todos los placajes. Quizá no
sea un quarterback que tenga tanto protagonismo como las grandes
estrellas de la posición, ni que acumule estadísticas espectaculares,
pero muy pocos son tan efectivos,
y tienen tanta facilidad para leer
la situación en la que se encuentra un partido. La remontada que
protagonizó en la final de conferencia contra los Packers, en un duelo que parecía perdido, es el mejor
ejemplo de su capacidad para aparecer en los momentos en que de
verdad importa.
Wilson tiene un hándicap, ya
que el grupo de receptores de los
Seahawks quizá sea lo peor del
equipo. Pero para compensar esa
limitación está escoltado por el
mejor corredor de poder de la NFL
actual. Marshawn Lynch, apodado
‘Modo Bestia’, convierte a los suyos en imparables cuando insisten
en un ataque por tierra machacón.
Lynch parece un bulldozer que se
lleva por delante todo lo que sale
a su paso, pero también es propietario de un juego de piernas proverbial, que le permite hacer cambios
de ritmo y dirección imposibles
para un ser humano normal. Además, su equipo tendrá que aprovecharle a fondo durante la final, porque parece seguro que el año que
viene ya no seguirá en Seattle. Sobre el campo es un tornado, pero
fuera de él es un personaje peculiar, muy complicado, que se niega a aparecer en conferencias de
prensa o a conceder entrevistas,
decide usar en el siguiente partido
unas botas que están prohibidas
por el reglamento, o celebra su última anotación echándose mano al
paquete. Lynch, genio y figura, se
despedirá de los Seahawks en la
Super Bowl.
Los actuales campeones lo tienen todo para repetir título, pero
se enfrentarán a otro equipo que,
como ellos, da más importancia al
bloque y a la mentalidad que al poder de sus estrellas. Football americano en estado puro para una de
las finales más esperadas de los
últimos años.
EN TODAS
PARTES.
Chancellor,
mienbro
insigne de
la ‘Legion of
Boom’, y uno
de los mejores
safeties de la
NFL, tiene
el don de la
ubicuidad.
Puede estar en
todas partes
al mismo
tiempo.
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TODOS AL GRITO DE “DO YOUR JOB!”
La antigua ‘Band
of Brothers’ ha
recuperado su
espíritu original,
para lanzarse al
asalto del título
apelando al trabajo
duro y humilde.
MARIANO TOVAR /
C
asi todo el mundo odia a
los Patriots. Y es lógico.
Los Patriots son odiosos. No lo
son porque ganen casi siempre, que también, ni porque además si pueden hacerlo humillando, parecen intentarlo. Tampoco
son odiados porque casi siempre que surge un escándalo en la
NFL ellos están implicados, y ya
sean señalados como tramposos
con una frecuencia inusitada. Los
Patriots se han ganado la antipatía de todo el mundo porque van
a los suyo, a ganar a toda costa,
sin que les importe un pimiento
a quién demonios caen bien o
mal, o que siempre se les tache
de arrogantes. Lo más curioso es
que ese desdén, esa insolencia
que transmiten, está a las antípodas de su auténtica filosofía.
Los Patriots ganadores surgieron en 2001 de la nada. Con Bledsoe, el quarterback mejor pagado
de toda la NFL, lesionado a las
primeras de cambio, rodeado de
una plantilla de restos de tienta
y jugadores descartados por los
equipos de relumbrón. Belichick,
un especialista en defensas con
un gran prestigio como coordinador, pero que no parecía preparado para ser entrenador principal,
tenía que lidiar con esa banda. Y
vaya si lidió. Por aquellos días
unos aviones se estrellaban sobre las Torres Gemelas en el
mayor atentado terrorista de la
historia de EE UU, y Spielberg estrenaba una serie llamada ‘Band
of Brothers’, que contaba las hazañas de una compañía de la 101
aerotransportada estadounidense
durante la Segunda Guerra Mundial. Los estadounidenses estaban necesitados de ejemplos con
los que identificarse después de
la tragedia terrorista. De banderas
a las que agarrarse para recuperar la fe en su forma de vida. Los
New England Patriots más patriotas que nunca, se convirtieron en
ese estandar te. Fueron bautizados como ‘The Band of Brothers’
de inmediato.
Los aficionados se enamoraron de ese equipo de apestados,
que tiraban de espíritu y voluntad para ganar a sus rivales, por
muy duros que fueran. Dirigidos
por Tom Brady, un novato en el
que nadie creía, personificaban
el sueño americano. Eran conjurados que salían de la nada para
ganar la Super Bowl. Y no a un rival cualquiera, sino a los todopoderosos Rams, ‘El mayor espectáculo sobre el turf’. Todo fuegos
ar tificiales y diversión. Los estadounidenses no estaban para
ESPÍRITU
DE EQUIPO.
Los Patriots
tienen uno de
los mejores
quarterbacks
de la historia,
pero su
auténtica
fuerza es su
espíritu de
bloque.
UN GENIO.
Belichick
ha visto su
trayectoria
manchada
por los
escándalos,
pero nadie
niega que
sea un
entrenador
genial.
fiestas. Necesitaban trincheras,
espíritu de lucha, fe... Y eso es
lo que les entregaron los Patriots
a paladas.
Pero tantas trincheras y tanta
fe comenzaron a cansar a la gente, que vio cómo los apestados
venidos a más no se conformaban
con un entorchado. Dos años después repetían, y volvían a repetir
al siguiente. Tres anillos en cuatro años. Siempre con la misma
filosofía. Convirtiendo en estrellas
Los primeros
Patriots ganadores
apelaron al
trabajo humilde
y silencioso de
jugadores en
entredicho
jugadores que otros equipos descartaban, y que volvían a convertirse en mediocres una vez abandonaban el equipo.
Después de dos años sin títulos, aunque siempre en la pelea hasta el último momento, en
2007 decidieron cambiar algo su
filosofía y fichar a un puñado de
estrellas. Entonces llegó la temporada per fecta… hasta la derrota
en la Super Bowl. Victoria tras victoria llegaba con resultados casi
escandalosos, mientras humillaban a sus rivales sin misericordia y comenzaban a ser mirados
de reojo. Se destapó un escándalo de espionaje a sus rivales, el
‘spygate’. Belichick introducía a
asistentes con cámaras en los
entrenamientos a puerta cerrada
de sus rivales para conocer sus
estrategias. En los días previos a
la disputa de la Super Bowl, el escándalo alcanzó la categoría de terremoto cuando se denunció que
si habían ganado a los Rams en
2001, cuando empezó su leyen-
18
Parecía que el equipo había
entrado en decadencia, pero
este año ha resurgido al grito
de “Do your job!”
LA ESTRELLA.
Tom Brady
es uno de
los mejores
quarterbacks
de la
historia. Su
inteligencia y
facilidad para
improvisar
le convierten
en casi
imparable.
da, fue únicamente porque también les habían espiado. La franquicia de New England ya quedó
marcada para siempre.
Todo el revuelo pareció afectar al equipo, que poco a poco iba
perdiendo esa mentalidad de trabajo silencioso y abnegado que le
había llevado a la cima. Los miembros del grupo original se iban jubilando o marchando, mientras la
plantilla se llenaba de mercenarios, encantados de jugar en el perenne máximo aspirante.
Por el camino disputaron una
Super Bowl más en febrero de
2012. La quinta en once temporadas. Pero en aquel partido volvieron a fracasar contra los mismos
Giants que les habían vencido
cuatro años antes. Y que curiosamente representaban lo mismo
que sus rivales una década antes.
Los de Nueva York era el equipo
inferior, la víctima, que se sobreponía a todas sus carencias para
derrotar al malvado gigante.
Parecía que el futuro de los
Patriots se dirigía inevitablemente hacia una lenta decadencia.
Durante los últimos dos años han
vuelto a estar entre los favoritos,
e incluso jugaron la final de confe-
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rencia contra los Broncos el año
pasado, pero la sensación era
que Tom Brady estaba lanzando
sus últimos pases, y que la dinastía estaba a punto de venirse abajo. Nada más lejos de la
realidad.
Este año comenzaron la temporada dentro del grupo de favoritos de la Conferencia Americana, como casi siempre. Pero en
los primeros partidos fueron una
caricatura de si mismos. La línea
ofensiva se hundía casi en cada
jugada y Brady no se parecía en
nada al quarterback estelar que
todo el mundo considera ya uno
de los mejores de todos los tiempos. El equipo tocó fondo en la semana 4, cuando los Kansas City
Chiefs les endosaron un 41-14.
¿Estaban acabados los Patriots?
¿Había llegado definitivamente la
inevitable decadencia después de
tantos años de dominio?
Belichick suele sacar lo mejor
de si mismo justo cuando todo el
mudo le da por muer to. Pareció
encontrarse en su salsa a partir
de octubre, cuando volvió a sentirse rodeado por una plantilla de
perdedores que todos los especialistas estaban cuestionando. Tras
el mal inicio, el equipo se lanzó a
cerrar bocas y a jugar como un rodillo. Los rivales iban cayendo por
paliza semana tras semana. El 2
de noviembre, Brady y compañía
destrozaban 43-21 a los Broncos
de Peyton Manning, los máximos
favoritos de la conferencia hasta
ese momento. Ya no había ninguna duda. Los Patriots habían vuelto. Pero no los Patriots vanidosos
de las últimas temporadas, sino
el equipo trabajador y humilde
de los orígenes. Los Patriots de
verdad.
La frase favorita de Bill Belichick vuelve a estar de moda en
la NFL: “Do your Job!” “¡Haz tu
trabajo!” Y eso vuelven a hacer
los Pats, un equipo formado por
trabajadores incansables, en muchos casos descartados por otros
equipos, reconver tidos de posición, apestados, que se olvidan
de su propio ego y solo viven para
que la máquina patriota funcione
como un reloj. Su entrenador solo
les pide trabajo. No exige, ni necesita, genialidad a borbotones
o estrellas salvadoras. Lo único
importante es que todo el mundo
haga bien lo que debe.
Belichick no duda en castigar
con dureza a quien no cumple
con su parte. El 16 de noviembre
convirtió en gran estrella a Jonas
Grey, un corredor desconocido
que nunca fue elegido en el draft,
y que antes de llegar al equipo en
pretemporada había pasado dos
años dormitando en las escuadras de prácticas de Dolphins y
Ravens, sin llegar nunca a debutar en la NFL. Aquel día, Grey se
convirtió en el gran protagonista
de la jornada tras correr para 199
yardas y anotar cuatro touchdowns a los Colts, que luego perdieron con New England en la final de
conferencia. Esa misma semana,
y después de haber tocado el cielo con los dedos, Grey llegaba tarde a un entrenamiento. Belichick
aún no se lo ha perdonado. Desde
entonces su papel ha sido menos
que testimonial. En este equipo
lo más impor tante no es meter
cuatro touchdowns en un partido,
sino llegar al entrenamiento a la
hora prevista.
El espíritu de ‘The Band of Brothers’ ha vuelto a los Patriots y les
ha llevado a la Super Bowl. Con
Tom Brady volviendo a dirigir los
ataque sin reunión como solo él
sabe hacerlo; con Gronkowski, el
mejor objetivo de sus pases, disfrutando como nunca: con la nube
de abejas que forman Edelman,
Vereen o Amendola, apareciendo justo cuando más daño pueden hacer; con Legarrette Blount embistiendo rivales semanas
después de ser despedido por los
Steelers... Y con la espada cubierta por una defensa sin grandes estrellas, salvo quizá Darrelle Revis,
uno de los mejores jugadores de
secundaria de la NFL. Esa defensa, que durante parte de la temporada estuvo en entredicho, quizá no sea capaz de parar en seco
a su rivales, ni de acumular jugadas espectaculares. Sin embargo,
es suficiente para lo que Belichick
necesita, porque tiene muy claro
el camino: “Do your Job!”
SIEMPRE
VUELVE. En
dos ocasiones
ha parecido
que la carrera
de Blount
estaba
terminada.
En las dos
ocasiones
apareció
Belichick para
resucitarla.