Con la Iglesia ocurre tres cuartos de lo mismo. No hay cristiano que una vez al día no se queje de las cosas que hace o deja de hacer la Iglesia, entendiendo por «Iglesia» el Papa y los obispos. «Si ellos vendieran las riquezas del Vaticano, ya no habría hambre en el mundo.. Si los obispos fueran más accesibles y los curas predicasen mejor, tendríamos una iglesia fascinante». Pero ¿cuántos se vuelven a la Iglesia para echarle una mano? La fe es lo que Dios nos da para que luchemos por ella, no para adormecernos, sino para acicatearnos. «Dios -ha escrito Bernardino M. Hernando- comparte con nosotros su grandeza y nuestras debilidades». El coge nuestras debilidades y nos da su grandeza, la maravilla de poder ser creadores como Él. Y por eso es tan apasionante esta cosa de ser hombre y de construir la tierra. ¿BASTA AL HOMBRE LA CIENCIA? ¡La ciencia no ha enjugado aún una sola lágrima! La ciencia es la antorcha a cuya luz descubrimos las profundidades de la vida, sin poder explicarlas. La ciencia es un tesoro magnífico, y ¡ay de aquél que la desprecia! Sin embargo, a las cuestiones abrumadoras: «De dónde», «a dónde» y «por qué», que la vida nos propone a todos, la ciencia es hoy tan incapaz como hace milenios de dar respuestas satisfactorias. Si nuestra ciencia, crecida de una manera asombrosa, no nos ha dado más felicidad, hemos de sacar consecuencias: La ciencia en sí no es manjar suficiente para el alma humana. El hombre es más que estómago y más que mero cerebro; por tanto, todo el caudal de ciencia no pasa de ser una nutrición unilateral porque le faltan algunas vitaminas, y cabalmente por esto se producen desórdenes en su vida. Hay dos cuestiones que obstinadamente rehúye la ciencia que apostató de Dios, sencillamente porque no las sabe contestar: ¿De dónde proceden todas las cosas y a dónde van? -4- 25 de enero 2015 www.obracultural.org HOJAS CULTURALES ABECEDARIO DEL AMOR 1. Respeta a todas las personas porque Cristo vive en ellas. Sé sensible al otro, tu hermano. 2. Piensa bien de todo el mundo, no pienses mal de nadie. Hasta en la persona más mala, intenta encontrar algo bueno. 3. Habla bien de los demás, no hables mal del prójimo. Repara el daño que hayas hecho con la palabra. No pongas discordia entre las personas. 4. Habla con todo el mundo en el lenguaje del amor. No levantes la voz. No digas palabras vulgares. No hagas daño. No hagas llorar. Tranquiliza a los demás y demuéstrales bondad. 5. Perdónalo todo a todos. No guardes rencor. Siempre sé el primero en tender la mano para la reconciliación. 6. Actúa siempre a favor del prójimo. Obra bien, tal y como te gustaría que hicieran contigo. No pienses en lo que te deben a ti, sino en lo que tú debes a los demás. 7. Compadece con los que sufren. Da consuelo, consejo, ayuda y corazón. 8. Trabaja bien, pues los demás disfrutan los resultados de tu trabajo, lo mismo que tú los del suyo. 9. Participa en la ayuda social al prójimo. Ábrete a los pobres y a los enfermos. Comparte lo tuyo. Trata de ayudar a los necesitados. 10. Reza por todos, incluidos los enemigos. -1- ¿AYUDAR A DIOS? BATIR UN RÉCORD Me parece que la mayor parte de la gente no es feliz porque, en lugar de dedicarse a vivir, a lo que se dedican es a batir récords. La gente no quiere vivir bien, aspira a vivir mejor que sus vecinos. Y así es como la vida se nos va convirtiendo en un torneo de envidias. El portero de la fábrica envidia al director porque tiene más dinero y vive mejor. El director de la fábrica envidia al gerente porque tiene una mujer guapísima. El gerente envidia al jefe de negociado porque le gana siempre al ajedrez. El jefe de negociado envidia al jefe de personal porque tiene unos hijos preciosos y que funcionan de maravilla en los estudios. El joven recién ingresado envidia al portero porque realiza un trabajo descansado, mientras a él lo traen como una peonza. Y así es cómo todos envidian a todos. A todos les falta lo que desean. Y, como a todos les falta lo que desean, creen que no pueden ser felices, ya que gastan más tiempo en soñar lo que les falta que en gozar de lo que tienen. Sí, se diría que -la gente no aspira a ser feliz, sino a llegar a la felicidad antes y por caminos más floridos que sus compañeros o competidores. No importa tanto llegar a la meta como ser los mejores y más rápidos. Pero luego resulta que la verdadera felicidad consiste en disfrutar de lo que tenemos, en sacar el máximo de punta a nuestra propia alma y no en pasarse la vida soñando utopías. Si la gente tuviera conciencia de las cosas que tiene, todos se sentirían millonarios. Si nos entregásemos a saborear lo que nos ha sido dado en lugar de luchar por lo que nos parece tan imprescindible, a lo mejor dejábamos de necesitar todo eso que ambicionamos. Y así es como hay personas que son felicísimas haciendo una pequeña excursión a la sierra vecina, mientras otras bostezan dando la vuelta al mundo. Y hay quienes son felices con cuatro perras y quienes nunca se cansan de desear. En conclusión, la única riqueza es nuestra alma, y basta ella sola para llenarnos de felicidad. JLMD -2- En una obra del escritor brasileño Pedro Bloch encuentro un diálogo con un niño que me deja literalmente conmovido.¿Rezas a Dios? pregunta Bloch. -Sí, cada noche -contesta el pequeño. ¿y qué le dices?-Nada. Le pregunto si puedo ayudarle en algo. Y ahora soy yo quien me pregunto a mí mismo qué sentirá Dios al oír a este chiquillo que no va a Él, como la mayoría de los mayores, pidiéndole dinero, salud, amor o abrumándole de quejas, de protestas... porque lo que hace es simplemente ofrecerse a echarle una mano. A lo mejor alguien hasta piensa que la cosa teológicamente no es muy correcta. Porque, ¿qué va a necesitar Dios, el Omnipotente? Y, sin embargo, qué profunda es la intuición del chaval. Porque lo mejor de Dios no es que sea Omnipotente, sino que haya querido «necesitar» de los hombres. Dios es lo suficientemente listo para saber mejor que nadie que la omnipotencia se admira, se respeta, se venera, crea asombro, admiración, sumisión. Pero que sólo la debilidad, la proximidad, crea amor. Por eso, ya desde el día de la Creación, Él, que nada necesita de nadie, quiso contar con la colaboración del hombre para casi todo. Y empezó por dejar en nuestras manos el completar la obra de la Creación y todo cuanto en la tierra sucedería. Por eso es tan desconcertante ver que la mayoría de los humanos en vez de felicitarse por la suerte de poder colaborar en la obra de Dios se pasan la vida mirando hacia el cielo para pedirle que venga a resolver problemas. Yo entiendo, claro, la oración de súplica: el hombre es tan menesteroso que es muy comprensible que se vuelva a Dios tendiéndole la mano como un mendigo. Pero me parece a mí que, si la mayoría de las veces que los creyentes rezan lo hicieran no para pedir cosas para ellos, sino para alabarle, adorarle, darle gracias y pedirle ayuda en el arreglo de los problemas de este mundo, tendríamos ya una tierra mucho más habitable. (pasa a página 4) -3-
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