CÓMO CREAR UN CLIMA ADECUADO PARA LA REFLEXIÓN 1 Cómo crear un clima adecuado para la reflexión Subyacente en todas las estrategias referidas a las respuestas y el interrogatorio se encuentra el tono que impone el docente en el aula donde ocurre la discusión. Cualesquiera que sean las preguntas y respuestas utilizadas, ciertos aspectos del tono ayudan sobremanera a que la discusión sea productiva y exenta de riesgos. Invitar, no ordenar « ¡Díganos en qué se basa para afirmar eso! », exclama la docente, apuntando al alumno con el dedo. El alumno palidece, traga saliva, contesta «Aaagggrrr- y se hunde avergonzado en su asiento mientras los demás ríen. «Les hace bien», dice ella, defendiendo su práctica. «Saben que tienen que fundamentar sus ideas con datos.» Nadie niega que los alumnos deban aprender a razonar a partir de los datos. Sin embargo, algunas maneras de requerir ese razonamiento pueden ser muy costosas, ya que crean un clima en el que los alumnos sienten que afrontan un riesgo al contestar. No demanda ningún esfuerzo adicional decir «Dígame algo más acerca de cómo concibió esa idea, Brendan», o «Tal vez tenga algunos datos que respalden lo que dijo, Gwynne». Las ventajas del enfoque más suave, más orientado a la invitación, son muy grandes. Se alienta a los estudiantes a razonar a partir de los datos, pero al mismo tiempo se los trata con más respeto. Allí donde el maestro y los alumnos se asocian para aprender juntos, no hay cabida para las órdenes arrogantes y autoritarias de un maestro, que implícitamente exigen la obediencia del alumno. Permanecer neutral Un requisito importante cuando se trata de crear un clima exento de riesgos es la capacidad del docente-para controlar su tendencia a evaluar las respuestas de los alumnos. Los docentes que tienen el hábito de usar frases evaluativas como «Buena idea, Margie», «Eso es interesante, Marshall» o «No es del todo correcto, Gaylord» tal vez aleguen que las evaluaciones son necesarias porque alientan a los alumnos a incrementar su participación. Sin embargo, es probable que esas respuestas estorben el examen cuidadoso en lugar de facilitarlo. 2 Los docentes que hicieron la prueba de dejar de lado las respuestas evaluativas, incluso durante una sola clase, pudieron comprobar, observando la reacción de sus alumnos, los efectos favorables de esa iniciativa. He aquí lo que dijeron los alumnos: «Sentimos que podíamos expresar nuestras ideas sin correr riesgos. Nos sentimos libres de ofrecer nuestras ideas sin tener que preocuparnos por estar equivocados.» «Incluso si se me ocurría una idea absurda podía exponerla sin preocuparme pensando que quizá fuera inapropiada. Mi pensamiento puede ser más creativo y puedo ensanchar mi mente y abarcar mucho más.» «Siempre me sentía cohibido al hablar en clase. Pasó bastante tiempo antes de que pudiera reunir el valor necesario para decir lo que pienso. Pero sé que el profesor me escuchará y no me humillará.» «Todos tienen ideas que de algún modo son valiosas. Hace que aprecie las ideas de los demás, aunque no coincidan con las mías. También aprendemos a escucharnos unos a otros.» «Me hace sentir satisfecho de mi contribución. Pienso que tengo algo valioso que decir y que mis ideas serán oídas.» (Adam, 1992, págs. 64-86) Prescindir de las respuestas evaluativas no significa que uno no valore las ideas de los alumnos. Pero hay una diferencia considerable, por la intención que las inspira y por el efecto que producen, entre las frases «Buena idea, Marvin» y «Gracias por hacernos conocer sus ideas, Marvin.» Colección agenda Educativa. Directora Edith Litwin. Introduction to Case Method Teaching. Aguije to the Galaxy, Selma Wassermann. Teachers College Press, Columbia University, 1994. Traducción, Adolfo Negrotto. Ser siempre respetuoso Respetar a los alumnos y sus ideas es quizás el mayor regalo que un docente puede hacerles. Ser respetuoso significa tomar en serio a los estudiantes y sus ideas. Significa escuchar cortésmente lo que tengan para decir, tratarlos como a las personas que uno invita a su casa. Es difícil saber de dónde sacaron los educadores la idea de que a los estudiantes hay que dominarlos, de que necesitan aprender a obedecer las reglas y cumplir sin vacilar las órdenes del 3 docente. Cuando el maestro desempeña el rol de autoridad, priva totalmente de poder a los alumnos. Estos no tienen derechos ni pueden opinar sobre lo que sucede en el aula. En este clima, aprenden que la autoridad ejerce el poder y que ellos, para obtener poder, deben alcanzar posiciones de autoridad. Y después, desde esas posiciones, dominarán a los demás. Este es el mensaje implícito que reciben cuando la autoridad gobierna y los alumnos aprenden en un régimen de sometimiento. Este clima no favorece el examen crítico de las cuestiones. Es un clima en el que los alumnos aprenden que el rol de la autoridad nunca es cuestionado. No basta que el docente diga «Yo respeto a mis alumnos». El respeto se manifiesta en la conducta, en el modo como él trata a los alumnos. Tratarlos respetuosamente significa emplear invitaciones en vez de órdenes. Significa despojarse del rol de autoridad cuando se responde a sus ideas y opiniones. Significa abstenerse de formular juicios positivos o negativos sobre sus respuestas. Significa ser flexible, abierto y no defensivo frente al desafío que puede llegar a plantear. Un trato verdaderamente respetuoso de los alumnos y sus ideas nace de la convicción de que unos y otras merecen respeto. Cuando se actúa de ese modo durante la discusión de un caso, los resultados pueden ser impactantes. Observar el efecto « ¿Cómo supone que esas montañas llegaron allí? », pregunta la maestra a un alumno de quinto grado. Lo observa mientras este oye la pregunta; hay un brevísimo parpadeo seguido de una especie de renuncia. «Yo no lo sé», contesta el alumno; al hacerlo recalca el «yo», como diciendo « ¿Cómo espera que yo sepa eso? ». El efecto producido por la pregunta le indica a la maestra algo importante: la pregunta plantea un cuestionamiento excesivo. Posiblemente el alumno la interpretó como un requerimiento de que diera la respuesta correcta. Desistió de intentarlo y se abstuvo de proponer tan siquiera una hipótesis. Después de observar esa reacción, la maestra está en condiciones de reparar el daño. « ¿Tiene alguna teoría al respecto? », pregunta. La introducción de la palabra «teoría» da al alumno alguna posibilidad de contestar. No está obligado a conocer la respuesta. Se le pide que imagine algo. «Bueno», dice, «creo que llegan allí a partir de las rocas.. 4 Comienza así a formular su teoría. Lo importante es mantener abierta la línea de pensamiento. Tal vez el alumno no esté acostumbrado a exponer ideas originales. « ¿Cómo ocurre eso? ¿Podría ayudarme a comprender? » El empieza a explicar su teoría de «la pequeña roca», según la cual las rocas pequeñas, con los años, se convierten en montañas. Tiene ideas propias que exponer, siempre que se den las condiciones adecuadas. Si se logra «aceitar la maquinaria», es posible que se arriesgue a exponerlas. Su teoría es ingenua, pero al menos ha asumido el riesgo de proponer una. Es un primer paso. Cada pregunta que se formula y cada respuesta que se da a un alumno encierran poder, tanto cognitivo como afectivo. Los alumnos sienten ese poder, y sus propias respuestas (o su falta de respuesta) son afectadas por él. Saber «leer e interpretar» el efecto de una respuesta en las respuestas siguientes de un alumno es una habilidad muy valiosa que puede emplearse para lograr que ellos respondan sin temor y para crear un clima de confianza. Una mirada de perplejidad puede mitigarse diciendo «Tal vez no fui claro. Se lo preguntaré de otro modo». Un alumno que no responde posiblemente necesite ayuda: «La pregunta es difícil. Quizá quiera tomarse un tiempo para contestarla. Avíseme cuando esté preparado». Ante una respuesta confusa puede ser útil decir «Ayúdeme a comprender. He perdido el hilo de lo que dice». El diálogo interactivo no es un juego en el que el docente hace de «cazador» y el alumno de «zorro». Es una asociación en la que dos personas comparten el examen de los problemas y conduce a una atribución de sentido basada en una mayor información. El docente que es capaz de percibir en plenitud y de tomar conciencia, cognitiva y afectivamente, de todos los matices del proceso interactivo, podrá valerse de esos recursos en beneficio de todos los participantes. ¿Qué hacen los demás alumnos? Algunos docentes preguntan « ¿Qué hacen los demás alumnos en la sesión de interrogatorio mientras yo trabajo exclusivamente Con uno de ellos? ». Lo que esta pregunta insinúa es que los alumnos se aburren, que su atención decae, que pierden interés en la discusión que se sostiene en otro lugar de la habitación. Esta preocupación asalta a los docentes que aún no han utilizado la enseñanza Con casos en sus aulas, no a los que la emplean con buenos resultados. Para estos últimos, el problema no existe. 5 Quien quiera que haya aplicado con éxito el método de casos sabe que los alumnos se interesan “realmente” por la discusión, aunque esta se desarrolle en el otro extremo del aula. Los alumnos parecen seguir de cerca esas discusiones. No es necesario reprenderlos para que presten atención. Quizá su interés se deba a que se discute sobre ideas importantes. Tal vez les interese conocer distintos puntos de vista. Todas estas razones han sido mencionadas por alumnos que participaron en cursos con el método de casos. La atención con que escuchan los alumnos se puede deducir de lo que sucede en sus grupos de estudio a medida que avanza el periodo lectivo. Mientras que al principio del semestre no se escuchan, pelean y muestran escasa habilidad para la discusión y el trato interpersonal, después de algún tiempo emplean en los grupos el mismo tipo de estrategias de discusión utilizadas por el maestro en el interrogatorio, Se puede observar que se piden unos a otros datos confirmatorios. Igual sería posible si no siguieran de cerca lo que ocurre durante el interrogatorio en el grupo amplio, donde su docente usa esas mismas habilidades para la discusión. «Aunque no intervenga en la discusión», han dicho algunos estudiantes, «escucho atentamente lo que dicen los demás y proceso esas ideas en mi mente». Esto indica que aunque no tomen la palabra, su mente trabaja. Pese a que las pruebas de que así ocurre no son científicas sino informales, los comentarios de los alumnos son convincentes. Conclusión: cómo se aprende el arte de enseñar a discutir Coordinar todos los elementos del interrogatorio sobre un caso requiere del docente un elevado nivel de desempeño. Como es lógico, las habilidades necesarias no se aprenden en un día. A los docentes de casos, el dominio de esas habilidades puede demandarles una reflexión sobre su estilo de interrogar y responder que dure toda la vida. Como' ocurre con otras importantes habilidades relacionadas con la docencia, es más lo que se aprende sobre ellas mientras se ejerce la profesión que asistiendo a un curso preparatorio, cualquiera que sea. En la lista de sugerencias destinadas a los docentes que están dispuestos a realizar esa reflexión de por vida, el primer lugar lo ocupa la siguiente: aprendan a «escucharse a sí mismos» durante el diálogo interactivo. Esto equivale, más o menos, a escuchar la propia ejecución cuando uno aprende a tocar un instrumento musical. Si uno no pudiera oír las notas falsas, los matices, la tonalidad, la calidad del sonido que produce, difícilmente llegaría a ser un buen ejecutante. Aprender a escucharse a sí mismo durante la discusión es la clave del éxito. Si escuchamos y observamos el efecto que produce en los alumnos lo dicho, sabremos lo que estamos haciendo 6 bien y lo que debemos corregir. Incorporaremos esas correcciones en las sesiones siguientes. Este proceso nos encamina hacia la maestría. Otra sugerencia que ocupa un lugar preferente en la lista es esta: tomen conciencia de que hacer enseñanza interactiva no alcanza para convertirse en un buen conductor de debates. Ningún «atajo» conduce a esa meta; se trata de un proceso que no tiene «fin». No es como aprender una habilidad limitada, como los programas. Más bien es como aprender a tocar los preludios y fugas de Bach. Uno no termina nunca de aprenderlos. No termina nunca de estudiar el arte de la enseñanza de la discusión. El autoexamen puede ser más llevadero si se cuenta con la ayuda de un colega; se lo puede invitar a visitar el aula, a comentar lo que observó en la sesión de interrogatorio, y quizás incluso a que tome notas sobre el diálogo interactivo a fin de realizar un análisis posterior. Cuando dos docentes trabajan juntos, su asociación puede ser muy beneficiosa para ambos. Cada uno puede apoyar al otro y ayudarlo a examinar su estilo interactivo; también pueden hacer planes para lograr un mayor desarrollo profesional. Un autoexamen más a fondo se puede hacer grabando la clase: con un magnetófono, como lo harán los más cautelosos, o una cámara de video, como preferirán los más intrépidos. Al reproducir la grabación se debe atender a la variedad de preguntas que se hicieron, al orden en que se presentaron los problemas, a la extensión de las intervenciones verbales del docente, a las respuestas que se dieron, a la extensión de las intervenciones verbales de los alumnos y a la calidad de las respuestas de estos cuando los interrogó el docente. Al analizar la grabación, el docente discernirá las «notas falsas» y decidirá sobre los puntos que requieren un cambio de enfoque o de estilo. También planificará cómo hacer para incorporar los cambios en las discusiones futuras. Los docentes que estén dispuestos a afrontar un esfuerzo aun mayor pueden acometer la ardua tarea de desgrabar una cinta de audio que dure por lo menos diez minutos de una sesión y someter la transcripción a un análisis crítico. Aunque escribir cada palabra de lo que se dijo, incluso si sólo se trata de diez minutos, resulta muy tedioso, es muy útil examinar minuciosamente cada palabra y cada pregunta, así como el tono y el matiz, y el efecto que produjo cada respuesta o pregunta del docente en las respuestas siguientes de los alumnos. 7 Si tuviéramos que limitarnos a recomendar un solo texto preparatorio a docentes que deseen estudiar el proceso, sería sin duda el trabajo de C. H. Christensen (1991a) titulado «Every Student Teaches and Every Teacher Learns: The Reciprocal Gift of Discussion Teaching». Este notable ensayo describe con perspicacia y profunda sabiduría el proceso que permitió a su autor alcanzar un dominio magistral del arte de la enseñanza de la discusión. ¿Deberán los docentes seguir ese camino para aprender las habilidades que requiere el interrogatorio? ¿Deberán dar pasos que los hagan avanzar hacia una discusión más eficaz en el aula? Es como preguntar si es una buena idea estudiar violín. Su estudio puede resultar difícil, pero es el único modo que conozco de aprender a tocar música con él. 8
© Copyright 2024