monográfico ¿Cómo enseñar las Ciencias para mejorar los resultados? El alumnado suele resolver los problemas de una forma rutinaria, sin movilizar sus propias ideas ni intercambiar argumentos, y realiza las tareas académicas como si se tratara de un “simulacro de aprendizaje”. Para superar esta situación, el autor propone un modelo didáctico basado en la investigación por parte del alumno, con problemas relevantes que inviten a construir, de una manera creativa, una verdad apoyada en la interacción ALBERT CAMPILLO y en la confianza. JOSÉ EDUARDO GARCÍA Departamento de Didáctica de las Ciencias de la Universidad de Sevilla y miembro de la Red IRES. Correo-e: [email protected] T ras conocerse los resultados de las pruebas PISA del año 2006 aparecen, en los medios de comunicación, todo tipo de comentarios sobre los malos resultados de los adolescentes de nuestro país. Encontramos argumentos de todo tipo, y se mencionan factores causales tan diversos como la inNº IDENTIFICADOR: 381.017 { Nº381 MONOGRÁFICO CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. 89 06_017.indd 89 19/06/2008 11:59:48 adecuada formación de nuestro profesorado, el bajo nivel socioeconómico y cultural de la población, la falta de inversión en educación, las leyes y normativas administrativas, la política educativa de los sucesivos gobiernos, la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, la llegada masiva de hijos de inmigrantes al sistema educativo, el abandono de la función de la escuela como cauce de transmisión del saber (conceptual, claro) o la falta de autoridad del profesorado. También se proponen todo tipo de soluciones. Desde las de aquellos que añoran situaciones pasadas y piden más esfuerzo al alumnado, más autoridad a los profesores, niveles más altos de exigencia en las evaluaciones, más contenidos conceptuales (y más horas de Lengua y Matemáticas) o más disciplina, hasta las de aquellos que, desde posiciones más “progresistas”, creen que todo se soluciona con más profesores de apoyo y con más inversión. Hay poca reflexión sobre dos cuestiones. Una que afecta al marco sociocultural: la escuela y los resultados de los escolares reflejan –e interaccionan con– las situaciones sociales, por lo que es evidente que los resultados –si atendemos tanto a países como a comunidades autónomas en España o si se hace un análisis por extracción sociocultural del alumnado– son un reflejo, en definitiva, de la sociedad, de situaciones sociales (Carabaña, 2008); así que, a la hora de buscar soluciones, no habría que obsesionarse con buscarlas sólo –aunque también– dentro de los muros de la escuela. La otra cuestión tiene que ver con el modelo de enseñanza predominante en nuestras aulas. Y en ella nos vamos a centrar en este artículo. Aprender es repetir lo que el profesor diga Una característica de las pruebas PISA es que las preguntas pretenden valorar, en cierta medida, si los alumnos y alumnas son capaces de resolver problemas próximos a la vida cotidiana. En el caso de las ciencias, las preguntas se refieren al tipo de competencias necesarias para utilizar el conocimiento científico en contextos de relevancia social. Por ejemplo, en las pruebas de 2006 aparecen preguntas relacionadas con problemas como la lluvia ácida o el efecto invernadero. ¿Se prepara a los adolescentes para tratar problemas de este tipo? Nuestra hipótesis es que una de las razones del bajo rendimiento de nuestros alumnos es su incompetencia para resolver cuestiones que no sean los problemas académicos rutinarios. Y ello tiene que ver con dos factores: por una parte, la organización disciplinar tradicional de los contenidos no facilita el tratamiento de los problemas socioambientales actuales –que son interdisciplinares y complejos–, por otra, las metodologías de trabajo, básicamente transmisivas-repetitivas, no ayudan a formar al alumnado en las nuevas competencias que la sociedad actual demanda, como son, por ejemplo, la capacidad para gestionar adecuadamente dichos problemas socioambientales, la capacidad para seleccionar y procesar la abundante información disponible en nuestro entorno o la capacidad de adaptarse a un mundo laboral cambiante. ¿Qué ocurre cuando un adolescente trabaja un problema PISA, por ejemplo, el de la lluvia ácida? En el enunciado general del problema se informa al lector de que las estatuas de mármol (carbonato de calcio) de la Acrópolis de Atenas tuvieron que guardarse en un museo pues estaban siendo corroídas por la lluvia ácida. A continuación se hacen varias preguntas relativas a esta forma de contaminación. En una de ellas se plantea si un trozo de mármol que se deja en vinagre durante toda una noche pierde masa, la gana o se queda igual. Nuestro adolescente intenta resolver el problema “rebuscando” en sus recuerdos académicos la respuesta “correcta” pero sin “pensar” (establecer relaciones) en toda la información que tiene a su disposición, de manera que, si sabe poca química, responde al azar, sin inferir, de los enunciados precedentes a la pregunta del mármol y del vinagre, que si las estatuas se deterioran por los ácidos es que deben perder masa y no ganarla. ¿Por qué nuestros alumnos “no piensan”? Para responder a esta pregunta debemos plantearnos qué sentido tiene para el alumnado la realización de las tareas escolares. Cuando un profesor plantea en clase una actividad relativa a las ciencias, ¿qué interpretan los alumnos que se les está demandando?, ¿qué se espera de ellos?, ¿qué deben hacer? El problema del sentido es el problema central, dado que los alumnos y alumnas han aprendido que el mundo de la escuela es un mundo de certidumbres, de verdades cerradas y absolutas. Un mundo sin novedad, sin enigmas que resolver, sin problemas “de verdad” que haya que investigar. En este planteamiento didáctico el alumnado se acostumbra a resolver los problemas de una forma rutinaria, sin explicitar ni movilizar sus propias ideas, sin cruzar e intercambiar argumentos, sin negociar los significados entre todos. La rutina cotidiana es la de responder las preguntas sin apenas elaboración de las respuestas, pasar de una tarea a otra sin momentos de reflexión, sin que esté muy claro por qué se hacen tales tareas, pues se trata, en definitiva, de “contentar” al que hace la pregunta “adivinando” la respuesta correcta, de “cubrir el expediente” y aprobar. En este esquema, el alumnado se vuelve pasivo y dependiente. Vive la realización de las tareas académicas como un “simulacro de aprendizaje”. Ante cualquier problema hay que hacer lo que el profesor ha dicho que se haga, sin más discusión. Su actitud es la de repetir y repetir sin entender el para qué, sin preguntar. Por eso, cuando un alumno adolescente se sitúa ante un problema PISA, busca inmediatamente una respuesta en su acervo de respuestas aprendidas de una forma repetitiva a los problemas académicos trabajados en clase, pues para él no tiene sentido reflexionar sobre tal problema. Aplican el esquema aprendido en su experiencia escolar: una concepción mecánica y rutinaria de las actividades de clase, de forma que, ante un problema más abierto, como los utilizados en las pruebas PISA, en el que se intenta que reflexionen, siguen utilizando las pautas procedimentales aprendidas en el contexto de la enseñanza transmisiva tradicional. Un modelo de investigación ¿Qué podemos hacer para superar estas dificultades? Evidentemente, habría que propiciar otro planteamiento didáctico en nuestras aulas, un modelo didáctico basado en la investigación del alumno. En lo que sigue, intentaremos dar algunas orientaciones al respecto. Este posicionamiento didáctico, que bajo denominaciones y variantes algo diferentes cuenta ya con una importante expe- 90 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº381 } 06_017.indd 90 19/06/2008 12:00:43 monográfico riencia de aplicación en la innovación educativa, en general, y en la didáctica de las Ciencias, en particular, ha terminado por definirse como alternativa tanto al activismo (cuyo riesgo básico es el inductivismo ingenuo) como a la enseñanza tradicional (cuyo riesgo básico es la desconexión con la cultura del alumnado y con sus procesos de aprendizaje). ¿Qué entendemos por investigación del alumno? Dadas las limitaciones de espacio, intentaremos resumir las principales características del modelo. Un currículo organizado en torno al tratamiento de problemas socioambientales En los planteamientos actuales de la enseñanza de las Ciencias comienza a haber un cierto consenso en la relevancia de asociar el tratamiento de los problemas científicos en el aula al tratamiento de los problemas socioambientales de nuestro mundo (por ejemplo, García, 2006; Gil-Pérez y Vilches, 2005), problemas abiertos y complejos, que están interconectados en red, en los que se entrecruzan aspectos científicos, ideológicos, intereses en conflicto, toma de decisiones sobre su gestión, etc. Problemas que requieren, para su tratamiento, de una complejización del conocimiento cotidiano (García, 1998 y 2004). Al respecto, la escuela debe compensar el tratamiento superficial que se concede a estos problemas en otros contextos educativos (familia, medios de comunicación, etc.). De hecho, parece que sólo el sistema educativo ofrece actualmente la posibilidad de reflexionar críticamente sobre los mismos. Este planteamiento es incompatible con la ciencia cerrada y dogmática que predomina en nuestras escuelas. Más bien requiere una ciencia compleja (tal y como plantean autores como Izquierdo, Espinet, Bonil y Pujol, 2004), comprometida, que reconozca el fuerte componente axiológico, afectivo, ideológico que tiene toda actividad científica. Al interés por mejorar la comprensión del mundo se le une el interés por “capacitar a las personas para la acción”. No sólo hay que describir la realidad: el aprendiz debe implicarse activamente en su tratamiento y solución. Debe aprender a tomar decisiones y a gestionar su mundo. La enseñanza de las Ciencias se orienta así hacia la preparación de ciudadanos y ciudadanas para la participación social. ILLO ALBERT CAMP Una metodología didáctica basada en la investigación de problemas relevantes, funcionales y significativos Se trata de investigar situaciones en las que hay un cierto grado de incertidumbre y novedad, que no se pueden resolver con la aplicación de conocimientos y comportamientos rutinarios y habituales, y que implican la búsqueda de una solución por parte de las personas participantes. Además, deben ser problemas relevantes y funcionales, conectados con la vida cotidiana del alumnado. Por último, han de ser problemas significativos, con sentido, lo que supone, por un lado, la existencia de una motivación, una meta, que nos fuerza a enfrentar la situación y a intentar buscar una solución, y por otro, una cierta “movilización” de los conocimientos actitudinales, procedimentales y conceptuales de las personas participantes, lo que puede llevar a un cambio de su pensamiento y de su conducta. En todo caso, son problemas escolares –problemas que se generan y trabajan en un escenario social concreto (la escuela, no un centro científico), con unos determinados actores (profesores y alumnos) y con unos ciertos fines (socialización en unas determinadas pautas culturales más que elaborar conocimiento científico), por lo que no hay que confundir la investigación del alumno con la investigación científica. Creación y reflexión No se trata de buscar una verdad prefijada y absoluta que está en la realidad (inductivismo ingenuo) o en los libros de texto, sino de construir esa verdad. El trabajo con problemas debe ser un proceso creativo, de invención, en el que las personas implicadas negocian significados y construyen la realidad. Creatividad asociada a un espíritu crítico, de forma que el alumnado pueda cuestionar los estereotipos y las prácticas sociales dominantes, sea capaz de reconocer los intereses en conflicto y de adoptar otras perspectivas alternativas. La creatividad va ligada a la reflexión. Investigar no es hacer cosas sin más: hay que { Nº381 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. 06_017.indd 91 91 19/06/2008 12:00:43 facilitar la reflexión del que aprende. El énfasis se pone en la actividad mental y en la interacción social, en la reorganización de las ideas de las personas, en que éstas inventen otras maneras de ver, que reinterpreten el problema y, en último término, sean capaces de producir ideas nuevas; y no en el mero reconocimiento de unas verdades preestablecidas. La investigación exige una actividad intelectual dirigida a buscar una solución que no es evidente a priori, que implica tanto el conocimiento científico como el cotidiano. Al respecto, hay que superar tres tópicos muy extendidos entre los educadores: que las ideas de los alumnos son “errores” a sustituir por la verdad científica, que el conocimiento de las ideas del alumnado es relevante para el profesor (que así puede programar adecuadamente) y menos para el propio alumnado –siendo éste, sin embargo, el protagonista del cambio, que debe saber en todo momento qué hace y por qué lo hace– y que la explicitación de sus ideas es un acto puntual, más que una constante que debe estar presente en todo el proceso de investigación. La reflexión debe apoyarse en la interacción y en el contraste de informaciones Contraste, en primer lugar, entre las ideas de los participantes. La combinación de trabajo individual, trabajo en pequeño grupo y trabajo en gran grupo posibilita la creación de una dinámica de negociación colectiva del conocimiento en el aula. La construcción conjunta es necesaria en todas las vertientes del problema. La interacción debe estar presente tanto en los procesos más propiamente cognitivos (planificación del tratamiento del problema, observación, emisión de hipótesis, análisis, síntesis, etc.) como en la búsqueda de soluciones al conflicto inherente al problema (identificación de los intereses personales y grupales presentes, toma de decisiones, clarificación de valores, realización de acciones concretas –simuladas o reales–, etc.). Pero siendo imprescindibles la interacción y el debate, también es verdad que la construcción conjunta hay que “alimentarla” con el contraste con otras fuentes de información “externas”. Para el tratamiento de los problemas socioambientales podemos utilizar muy diversas fuentes de información, desde el trabajo de campo y de laboratorio, las relacionadas con el uso de documentos, los recursos audiovisuales, los juegos de simulación o la propia participación en actividades de gestión del medio. Al respecto, parece una discusión bastante estéril el apostar por uno u otro recurso en exclusiva, pues todos se complementan. Recuperar el sentido y la confianza La investigación debe cuestionar el esquema escolar dominante de unas tareas académicas sin sentido para el alumnado. La ruptura con estas rutinas escolares dominantes es un proceso lento, que supone un mayor desarrollo de la autonomía y del espíritu crítico y el dominio tanto de estrategias generales como de procedimientos concretos de investigación. Pero, sobre todo, si queremos ayudar al alumno para que se “libere” del esquema académico tradicional, tenemos que cambiar su percepción del papel que desempeña en la escuela. Por una parte, el alumnado debe “creer” que es importante lo que él piensa y hace, que puede opinar y decidir. Por otra parte, debe asumir que el profesor es un guía que está para ayudarlo. Y para ello hay que revisar las relaciones de poder existentes en el aula. El alumno “se lo cree” si aprecia que el profesor también se lo cree. Al respecto, es muy importante que el profesor conecte con la cultura del adolescente, con sus intereses y sentimientos. Sobre todo en un momento en el que se agranda la distancia entre la cultura académica tradicional y las nuevas pautas culturales existentes en la sociedad (García, García, Martín y Porlán, 2007). En ese sentido, hay que vincular la investigación del alumno a la reflexión sobre sus propios problemas personales, sobre su ubicación en el mundo, sobre las relaciones interpersonales, conectando luego estos temas a la temática socioambiental y a los problemas científicos. para saber más X Carabaña, Julio (2008): “Pisa 2006: sin novedad”, en Claves de Razón Práctica, n.º 179, pp. 22-29. X García, José Eduardo (1998): Hacia una teoría alternativa sobre los contenidos escolares. Sevilla: Díada. X García, José Eduardo (2004): Educación ambiental, constructivismo y complejidad. Sevilla: Díada. X García, José Eduardo (2006): “Educación ambiental y alfabetización científica: argumentos para el debate”, en Investigación en la Escuela, n.º 60, pp. 7-20. X García, José Eduardo; García, Francisco F.; Martín, José; Porlán, Rafael (2007): “¿Son incompatibles la escuela y las nuevas pautas culturales?”, en Investigación en la Escuela, n.º 63, pp. 17-28. X Gil Pérez, Daniel; Vilches, Amparo (2005): “Inmersión en la cultura científica para la toma de decisiones ¿necesidad o mito?”, en Revista Eureka sobre Enseñanza y Divulgación de la Ciencia, vol. 2, n.º 3, pp. 302-329. X Izquierdo, Mercè; Espinet, Mariona; Bonil, Josep; Pujol, Rosa M. (2004): “Ciencia escolar y complejidad”, en Investigación en la Escuela, n.º 53, pp. 21-30. 92 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº381 } 06_017.indd 92 19/06/2008 12:00:47
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