¿Cómo vives la alegría pascual? Algunas reflexiones…

Pastoral
¿Cómo vives
la alegría pascual?
Algunas reflexiones…
E
l tiempo pascual comprende cincuenta días, vividos y celebrados
como un solo día: “los cincuenta
días que median entre el domingo de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés
se han de celebrar con alegría y júbilo, como
si se tratara de un solo y único día festivo,
como un gran domingo” (Normas Universales del Año Litúrgico, núm. 22) Me llama poderosamente la atención que siendo para los
cristianos la fiesta principal y el corazón del
año litúrgico, poco se escuche el saludo de
¡Felices Pascuas!, al menos no tan frecuentemente como el saludo navideño.
Ser cristiano es creer en la resurrección de Cristo. No somos cristianos solo por el hecho de creer en la
cruz, en el sufrimiento y en la muerte
que vivió Jesús. Somos cristianos porque también creemos en su resurrec-
ción, en la liberación, en la triunfo de
la vida sobre la muerte y en la alegría
que trae consigo.
En el fondo de nuestro corazón hemos de tener la seguridad de que toda
prueba se transforma en gracia, toda
tristeza en alegría, toda muerte en resurrección. Podemos ver a través de cada
testigo (María Magdalena (Jn 20, 10-18),
Pedro (Jn 21, 15-19) Juan (Jn 21, 20-23),
Tomás (Jn 20, 24-29), como Jesús se aparece sin ser reconocido en un principio,
provoca asombro o temor, habla para
darse a conocer, enseña a través de
las Escrituras, se presenta mediante un
gesto que lo caracteriza. Al reconocerlo,
la fe de éstos se reanima. Cada relato
de las apariciones de Cristo, deben despertar en nosotros la alegría pascual por
el encuentro con el Cristo resucitado.
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misericordia, amado y encaminado a la plenitud
de la vida y del gozo. Quien ama recibe la vida
de Cristo y queda capacitado para comunicar
vida a su alrededor. La alegría pascual, por tanto,
no es superficial ni desmemoriada, no es alegría
momentánea ni convencional, es una alegría capaz de acordarse seriamente de la cruz de Cristo. Solo así nos lleva a encontrar los caminos en
cuyo recorrido podremos anunciar la verdadera
esperanza a nuestros hermanos.
En uno de los capítulos del libro “Imágenes
de esperanza” (Ed. San Paolo), del entonces
cardenal Joseph Ratzinger comenta sobre la celebración más importante del calendario litúrgico: la resurrección de Nuestro Señor Jesús. Les
comparto una de sus reflexiones:
El verdadero amor, la verdadera fe, el verdadero desinterés, al que debería conducirnos
la Pascua, es éste: que aceptemos ser felices.
Muchos tenemos en nuestras casas un Crucifijo. ¿Pero cuántos de nosotros tenemos, para
alegrar nuestro hogar, una imagen de la Resurrección de Cristo?
Sin embargo, la alegría cristiana no es lo
mismo que un felicidad superficial, fácil, una satisfacción sencilla de nosotros mismos y de los
demás. La alegría cristiana puede manifestarse
en una tristeza superada, una prueba transformada en gracia, un sufrimiento ofrecido, ésta es
la alegría pascual: haber encontrado a Dios, que
nos permite ser felices a pesar de las desgracias; haber experimentado tan profundamente
su amor, abandonarnos a su voluntad.
Estamos invitados a profundizar la relación
existente entre los dos momentos esenciales
del hecho pascual: La muerte y la resurrección.
La resurrección no hace desaparecer la cruz
pero nos ayuda a comprender el misterio de
alegría, de vida y amor que ella pone. La resurrección como hecho trascendente nos da la
perspectiva de la esperanza en la vida eterna y
el hecho de que este misterio de fe, al igual que
la inmensidad de Dios, sobrepasa nuestra razón
y entendimiento.
La resurrección como hecho salvífico nos
hace reflexionar en que, como Cristo resucitó,
también nosotros resucitaremos.
Cristo nos asegura que quien vive incluso en
sufrimiento, en la muerte y en el amor no está
abandonado por Dios, sino que es acogido en su
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“La máxima solemnidad del calendario litúrgico nos anima, mirándole a Él, a Aquel que ha
muerto y ha resucitado, a descubrir la apertura en los cielos. Si comprendemos el anuncio
de la resurrección, entonces reconocemos
que el cielo no está totalmente cerrado más
arriba de la tierra. Entonces algo de la luz de
Dios –si bien de un modo tímido pero potente– penetra en nuestra vida. Entonces surgirá
en nosotros la alegría, que de otro modo esperaríamos inútilmente, y cada persona en la
que ha penetrado algo de esta alegría puede
ser, a su modo, una apertura a través de la
cual el cielo mira a la tierra y nos alcanza. Entonces puede suceder lo que prevé la revelación de Juan: todas las criaturas del cielo y
de la tierra, bajo la tierra y en el mar, todas las
cosas en el mundo están colmadas de la alegría de los salvados. En la medida en la que lo
reconocemos, se cumple la palabra que Jesús dirige en la despedida, en la que anuncia
una nueva venida: -Vuestra aflicción se convertirá en alegría-. Y, como Sara, los hombres
que creen en virtud de la Pascua afirman:
-¡Motivo de alegre sonrisa me ha dado Dios:
quienquiera que lo sepa, sonreirá conmigo!”
Pensemos entonces, como creyentes en
Cristo resucitado, si nuestras acciones y pensamientos demuestran plenamente a los demás la
alegría pascual, si comunicamos vida a nuestro
alrededor, si la luz de Dios penetra en nosotros
y la irradiamos a los cercanos. Sólo así podemos
ser testigos vivos de su resurrección.
Lic. Cecilia Morales Montes de Oca
Pastoral Educativa