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¿PORQUÉ ES TAN DIFÍCIL RESOLVER UN
CONFLICTO EN LA PAREJA?
CÓMO LOGRARLO
30 - OCTUBRE - 2011
AUTOR:
RUBÉN GONZÁLEZ VERA
Muchas parejas que fracasan al intentar resolver sus discrepancias, se sienten frustradas,
desorientadas y confusas, como si estuvieran ciegas en un cuarto oscuro, buscando un gato
negro que no se encuentra ahí.
Esto es así porque la zona de solución de conflictos es como una habitación que suele estar en
penumbras, pero que por fortuna cuenta con un interruptor que enciende y apaga la iluminación de ese importante recinto. Dicho interruptor es precisamente la conciencia del sabio
observador.
Cada vez que desees ingresar a este lugar, te sugiero que emplees la técnica que llamo “la invitación a encender el observador”.
Consiste en que le propongas a tu cónyuge que cuando visiten este espacio para resolver algún
conflicto, activen la “corriente eléctrica” de la conciencia del sabio observador para monitorear ininterrumpidamente qué sucede entre ambos. Pero sobre todo, qué ocurre en el interior
de cada uno, en especial con sus juicios, creencias, emociones y situaciones pretéritas que se
estén sobreponiendo en el presente como si trajeran puestos los lentes del pasado y con ellos
vieran distorsionados los eventos actuales.
Para que te quede clara esta técnica, te narro el siguiente caso:
En cierta ocasión un hombre citó a su esposa en un lujoso restaurante para invitarla a cenar. La
mujer llegó 30 minutos tarde al encuentro y encontró muy alterado a su esposo por la demora.
La discusión acalorada y estéril no tardó en aparecer. Después de algunos tensos minutos de
infructuosos intercambios verbales, recordaron la técnica de “la invitación a encender el
observador” y la pusieron de inmediato en práctica. Una vez prendida la luz, lo primero de lo
que se percataron fue de que habían entrado a la sensible habitación del manejo de conflictos
sin haber activado el interruptor del observador, lo que les había ocasionado momentos amargos de manera innecesaria.
Sin embargo, lo importante es que se habían dado cuenta del descuido y estaban a tiempo de
capitalizar el problema.
Lo primero que a él le llamó la atención había sido la desproporcionada respuesta emocional
de enojo que había experimentado ante el retraso de su esposa.
Pudo advertir lo injustificado de su hiperreacción; después de todo no era para tanto. De ahí
dirigió la atención a su cuerpo, en el que registró una fuerte opresión en el pecho y un nudo en
la garganta.
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Hurgando en sus emociones encontró una sensación de miedo alojada detrás de su enojo.
En ese momento recordó que en una de sus sesiones terapéuticas había trabajado episodios
muy dolorosos de su infancia en los que su madre, por motivos de trabajo y de negligencia,
lo recogía muy tarde cuando él salía del colegio. Esos largos minutos de espera habían sido
muy difíciles para él, ya que al quedarse solo y esperando, se sentía amenazado y con temor
de que alguien pudiera llevárselo o le hiciera daño.
En más de una ocasión a su atolondrada madre se le había olvidado la existencia de su hijo
y había tardado hasta dos o tres horas en pasar por él, mientras éste sentía que se moría de
angustia y concluía que no era importante ni digno de cuidados ni de ser amado.
Cayó en la cuenta de que la opresión corporal que había experimentado esa noche era la
misma que vivió en aquellos aciagos momentos infantiles , y que él estaba reaccionando
con su esposa como si todavía tuviera aquellos seis años y ella fuera su madre.
Esta nueva perspectiva, que descubría gracias a su sabio observador, le daba ahora la claridad para poder explicarle con serenidad su experiencia a su esposa y pedirle, aun reconociendo su desproporcionada reacción y sus heridas de la infancia, que en la medida de lo
posible fuera más puntual.
Ella, por su parte, se sintió contagiada por la sensatez y ecuanimidad que asumió su marido
al despertar a su sabio observador, de tal manera que siguió sus pasos y también pudo
voltear hacia su interior. Con este enfoque se dio cuenta de que llegar tarde a sus citas, especialmente con él, era una pauta de comportamiento.
Recordó que también había analizado en su terapia que de pequeña con frecuencia su
padre le hacía promesas que la mayoría de las veces no cumplía, de tal manera que aprendió a desconfiar de los hombres y a expresar, en represalia, su enojo reprimido con comportamientos pasivo-agresivos, como llegar tarde a sus compromisos.
Al igual que su marido, ella también reaccionaba en los momentos presentes desde un
punto de vista infantil resentido. Le ofreció a él una disculpa y se comprometió a ser más
cuidadosa con la puntualidad.
Como puedes apreciar por medio de este ejemplo, cuando quieres resolver un conflicto con
tu compañero es muy fácil que las tinieblas de la ignorancia y la toxicidad de emociones
negativas, como la inseguridad, el enojo o el miedo y de tus asuntos infantiles no resueltos,
empañen tus recursos personales; pero también es cierto que cuando enciendes la luz de tu
sabio observador, tu horizonte de posibilidades se expande sin límites.
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Sé que para los integrantes de la pareja es muy difícil luchar por sus necesidades o anhelos y
al mismo tiempo vigilar el proceso psicológico personal y el del interlocutor mientras buscan
acuerdos y definir intereses; no obstante, es necesario desarrollar estas competencias, ya
que de otra manera es imposible construir un proyecto conyugal de alto rendimiento.
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